La pluma de los que escriben la historia no es eterna Hay varios vicios que se pueden encontrar en el cine histórico. Uno de ellos es el de resaltar las figuras con un marco épico sin humanidad, como si fueran seres míticos e intocables. Como semidioses que llegaron a nuestras vidas. Otro vicio es que buscan humanizar demasiado la figura, envolviéndolas demasiado en sus contradicciones y haciendo que sus logros queden opacados por sus miserias. Ese es el primer punto favorable de “Fuga de la Patagonia”. Toma una figura histórica, la de Francisco Pascacio Moreno, más conocido como “Perito Moreno”, y la pone en su contexto y en su mundo. En su forma de ser, sin exagerar ninguna de sus virtudes, ni miserias. Más allá de las consideraciones que la historia puso sobre la figura del explorador (tanto las negativas como las positivas), el film no las ignora, aunque claramente toma la suya. La ópera prima de Francisco D´Eufemia y Javier Zevallos muestra madurez en ese sentido. Alecciona sin ponerse en rol de un maestro dueño de la verdad. Una de las sorpresas del reciente Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, no solamente tiene que ver con la virtud desde el lado narrativo, sino que se encuentra bien resuelta desde el lado técnico y visual. “Fuga de la Patagonia” exalta los hermosos paisajes de la Patagonia con su fotografía, y nos lleva muy bien a la década de 1880 con su excelente vestuario y arte. También desde el lado musical que exalta el drama del explorador dentro en un bosque que fue siempre amable con él, ésta vez transformado en una selva hostil y difícil. El protagonista comanda una expedición cartográfica, pero es tomado como prisionero y acusado de espionaje por el Consejo Mapuche. Tras ser condenado a muerte, Moreno se da a la fuga y el Cacique Valentín Sayhueque envía a su hijo tras él. La familia Sayhueque tenía muy buenos vínculos con Francisco pero las circunstancias son más fuertes. A pesar del simbolismo que la película imprime detrás de este hecho. ¿Y por qué sucede esto? Por la inminente “Campaña del desierto”, en la cual el Perito Moreno es considerado un colaborador por hacer el trabajo de analizar el territorio patagónico, desconocido y adverso para el gobierno de Buenos Aires. Sin embargo, Moreno no encontrará los obstáculos en los Mapuches, sino también en otros comandantes que parecen haber perdido el juicio y la humanidad. Ahí es donde el film toma tintes de un western con todas las letras, perseguido tanto por la comunidad indígena como por compañías militares. La bestialidad al servicio del progreso y del Estado. El film toma una clara postura de los hechos, pero no se encarga de mostrarse como la verdad de lo acontecido. “Fuga de la Patagonia” pone las cartas sobre la mesa y hace pensar sobre la historia de nuestro país, por más que el espectador arrastre conceptos previos. También es interesante como toma a las comunidades aborígenes, respetando su lenguaje y sus tradiciones chamánicas de los mapuches, haciendo un juego con escenas muy interesantes, a pesar de la exageración en cierto misticismo. Se trata de una película muy recomendable en todo sentido. Bien actuada, bien filmada, bien llevada en lo técnico y en lo dramático. Contrasta muy bien con nuestra modernidad y también nos hace ver cuán distintos eran esos hombres de 1880, pero cuan parecidos somos en el fondo.
Siempre hay variantes para tocar sobre un tema. Muchas veces los recursos se agotan, pero continúan funcionando, como en las películas sobre mafias, por poner un ejemplo. La dictadura militar de los setenta en nuestro país despertó demasiadas producciones que invocan a la brutalidad de sus ejecutores o a las consecuencias socioeconómicas nefastas que dejaron. Sin embargo, muy pocas veces se ha tocado la problemática de la vida de la población durante esos años, de esa que se mantenía al margen, sin caer en el falcón verde o el famoso “algo habrán hecho”. La pregunta más simple es: “¿Qué pasó con las personas comprometidas socialmente que, en algún momento de su vida, decidieron dar un paso al costado?”, “¿Cómo vivieron esos años sabiendo lo que ocurría, con miedo en relación al contexto que vivían?”. “La larga noche de Francisco Sanctis” retrata muy bien el sufrimiento del hombre clase media alta con la situación ocurrida durante la dictadura militar. Todo empieza con un encuentro con Elena Vaccaro (Valeria Lois), una antigua compañera de la facultad de Francisco (Diego Velázquez) que, con la excusa de ayudarlo a publicar unos poemas que el protagonista había escrito en un diario obrero, le comenta el nombre y la dirección de dos personas que serán capturadas. Francisco espera con ansias un ascenso en la empresa donde trabaja, casado y padre de dos hijos, vive cómodamente, sin preocupaciones por fuera de su ocupación. Esta búsqueda de dos personas que iban a ser secuestradas despierta en Francisco una búsqueda introspectiva con él mismo, con su forma de pensar, con los años de juventud, mientras recorre de a pie Buenos Aires de noche con planos que nos muestran en todo momento su expresión y su sentir con esta misión. Diego Velázquez sabe interpretar ese pesar, esa incomodidad de salir de su rutina y sus preocupaciones cercanas para intentar ayudar a estos desconocidos a evitar la futura tortura. Quiere eludir la misión buscando un cómplice en un amigo o un familiar que tiene conexiones con la resistencia, pero a lo largo de esa noche empieza a internalizar la opresión de la dictadura, sin que haya una escena con un policía cerca. El silencio y el sonido ambiente opresivo es la muestra más clara de todo este sentir, de las calles de esa Buenos Aires muerta en vida. Aún cuando suena la discordante melodía alegre de “Un millón de amigos” de Roberto Carlos, la ironía de la situación choca con la cara de pesadumbre de Francisco que desafía su miedo, con valentía moderada, sabiendo que no puede cruzar el umbral. El film sabe generar esa atmósfera densa y sombría. En los planos en exteriores la atmosfera se potencia y es más palpable, siempre en foco al protagonista, con los detalles de la ciudad en fuera de foco. La represión indirecta y la batalla cultural como subtexto. Por eso es un trabajo muy destacable.
La diversidad de los rumbos La Luz Incidente, el nuevo film de Ariel Rotter (El Otro, Las Acacias) nos presenta a Luisa (Erica Rivas), una mujer que recientemente ha enviudado, y a consecuencia de eso, no sabe como continuar, o como volver a iniciar su vida tanto familiar, como amorosa. El repentino fallecimiento de su esposo y su hermano, producto de un accidente automovilístico, altera todo en la vida de Luisa, y sus dos pequeñas bebés gemelas. Ella no sabe que hacer, que no hacer, que decir, o como mostrarse, y para colmo de males, su madre (la excepcional Susana Pampín) no hace más que presionarla para que rehaga su vida. En un fiesta Luisa conoce a un hombre (Marcelo Subiotto), quien desde el primer minuto, manifiesta su atracción por ella, y sus intenciones de ser aquel que venga a llenar esa falta en la familia, y a brindar algo de luz, en un momento de tanta oscuridad. Allí Luisa se entrenta a dos situaciones: el reciente duelo, que hasta ese momento evitaba; con la inestabilidad -tanto emocional como económica- surgida a partir de ello, y la necesidad -o imposición externa- de un hombre en el hogar. Ella se muestra limitada, desbordada, desanimada, y todo su entorno, y el contexto de la época, le exigen un cambio, pese a sus numerosas resistencias. En relación a los aspectos técnicos, La Luz Incidente es maravillosa, desde la fotografía de Guillermo Nieto, que remite no sólo al cine argentino de la época en la que el film se sitúa; además de la elección de filmar en su mayoría en interiores, también está diciendo algo: los asuntos familiares son y deben ser privados, algo del hogar, y el exterior sólo debe ver la cara bonita de las cosas, las fiestas, los festejos, etc. En cuanto a lo actoral, los tres protagonistas (Rivas, Pampin y Subiotto) se lucen con excelencia, abordando una cuestión delicada, pero con los justos y necesarios toques de humor, dentro de un film excelente, que nos invita a cuestionar constumbres ideológicas acerca del rol de la mujer, y de la imagen de familia.
La mirada indiscreta El semillero del fútbol argentino. Eterna cantera llena de alegrías y proyectos de cracks. Ni hablar cuando se menciona a Ramón Maddoni, son palabras mayores. Actualmente, el “descubridor” del famoso club Parque trabaja para Boca, junto a Horacio García, Diego Mazzilli, Hugo Perotti y Norberto Madurga. Para los que no lo conocen a Ramón, en su haber tiene cracks como Riquelme, Tévez, Sorín, Cambiasso, y un largo etcétera. Los actuales cazatalentos del club de la ribera son protagonistas del documental, “Los Pibes”, dirigida por Jorge Leandro Colás, que muestra en primera persona y de forma muy directa, la lucha de los jóvenes, los pibes, por llegar a la primera división y triunfar en el fútbol internacional. La elección de Colás fue muy acertada al exhibir los testimonios sin voz en off y sin intervención dentro de los planos. Esa forma de encarar la narración, directa por parte de los protagonistas, produjo diálogos muy honestos y reconocibles para cualquier futbolero. Muchas de las frases y los intercambios de los chicos o de los reclutadores de Boca, son puro sentido común del fútbol de inferiores, como también algunas internas y picas existentes que se pueden dar. El robo de jugadores, la ilusión de los padres, la disputa entre clubes, el agradecimiento de los consagrados con sus “descubridores”, la necesidad de continuar los estudios, la sobrepoblación de habilidosos y escasez de defensores son cuestiones que los futboleros intuimos, pero que aquí se ven con mucha honestidad y sin filtros. El sonido ambiente y los gritos de fondo, el verde que prima y los escenarios elegidos muestran las distintas facetas del scouting futbolero, que va desde la villa 1-11-14, a clubes del interior y la misma casa amarilla. No se trata de una reflexión sobre las histerias, las rivalidades, la esperanza de lograr la salvación económica y el caos del fútbol argentino, sino de un testimonio directo y simple. Por eso brilla, por mostrar la picardía futbolera fuera de la cancha. Por suerte, además, deja de lado los peores enemigos de los pibes que quieren jugar al fútbol, los padres. Tampoco se trata de presentar a los célebres cazatalentos de Boca exhibiendo su talento y sus amplios conocimientos del fútbol de inferiores. Es una lupa desde adentro del césped y dejando de lado las sobreexpuestas luces de primera. Por eso, el ritmo del film (no por casualidad) está lejos del dinámico y vertiginoso fútbol actual. Porque el fútbol de inferiores no deja de ser una jungla en la cual caen muchos y llegan pocos. Porque, como dos chicos discuten en un plano de la película, “Los Pibes” se mantienen lejos del resultado numérico y cerca de la calidad de los testimonios.
La propuesta de Primavera es atractiva desde un principio por lo que pone en juego. Una familia fuera de los canones tradicionales, rescatando personalidades y tipos de relaciones distintas a lo que uno puede llegar a conocer. Un cambalache hermoso cuya referencia más clara está en los universos que Pedro Almodóvar sabe crear. Leopoldo (Angelo Mutti Spinetta) es el hijo de dos padres separados sentimentalmente: Greta (Catarina Spinetta) y José (Nahuel Mutti), porque éste último asumió su homosexualidad y mantienen su relación como una gran amistad. Ambos tienen sus respectivas parejas (Mike Amigorena y Esteban Meloni), pero Greta mantiene su relación por el hecho de esperar un hijo, mientras el hermano de José, Pedro (Chino Darín) insiste en conquistarla. José es productor teatral y se apoya en una financista (Moria Casan) para llevar a cabo su nueva obra teatral que tiene problemas por los aires de diva de su actriz principal, interpretada por Luisa Kuliok. El film no se centra en ninguna de todas estas historias para desarrollar la trama (y no expuse todas), básicamente una primavera es el eje porque la narración transcurre durante la estación, el inicio es el comienzo de la película y coíncide con el cumpleaños de José. Esta familia es el centro y Leopoldo es el narrador y el ser más lúcido de los protagonistas. Primavera como film es alegre y divertido, a nivel dirección muestra recursos interesantes y la fotografía demuestra toda la estrambótica explosión de color. Sin embargo, los recursos cómicos no se destacan a pesar de desplegar muy bien todos sus artificios para lograrlo. La película tiene todo para ser una gran comedia pero no intenta serlo, su intención es narrar la historia de un grupo de personas en un determinado momento de su vida. Las actuaciones tampoco ayudan, porque la sensación de sobreactuación es constante y todo se satura demasiado con tanto dialogo y grito. En eso Moria y Luisa Kuliok le dan el faro de luz al film, ahí están los puntos fuertes a nivel actoral porque justamente son el espíritu de la película, algo que contrasta bien Leopoldo, pero no llega a ponerlo con peso. A pesar de todo, el mensaje de fondo de Primavera es interesante. Porque toma con naturalidad una familia no tradicional, no intenta presentarlo como algo excepcional, simplemente es. Porque expone que los problemas de sus personajes no se solucionan con lo que se pone en juego, sus personajes van a volver a caer con la misma piedra en la supuesta continuidad del universo narrativo del film. Y porque tiene un código propio que supo desarrollar. Por desgracia no se tomo más en serio la comedia.
Nacido para reir Una comedia absurda con gags que matan. Un gran trabajo humorístico, muy bien trabajado y sin dudas planeado para ser una secuela de varias entregas. Nacido para morir se trata de una parodia de las clásicas películas de agente secreto, un género sobre explotado, pero aún más explotado es el humor absurdo, por lo menos en los últimos tiempos. Todo este background hace que el trabajo de Andrés Borghi sea mucho más elogiable por lograr hacer reír demasiado en ese terreno que tanto consumimos en los últimos años. Sí, se repiten los clichés de siempre de las películas de agentes, el protagonista que se las sabe todas y que se enamora de la compañera, el infiltrado con objetivos mesiánicos, pero ¿a quién le importa? Nacido para morir funciona muy bien en sus actuaciones, en los personajes que construye, en los efectos que logra y en el armado de esa historia en el género que propone construir sus bases. Cada gag, cada construcción humorística está muy bien pensada, y más allá de tomar estereotipos o problemas locales, es una película universal que gana por lo simple y el humor inteligente, al mismo tiempo. El agente Marcelo Riesgo (Leandro Coccaro) junto a su colega Guadalajaraman (Andrés Borghi) de la agencia antiterrorista KKDBB, deben rescatar al desaparecido Doctor Pupete, autor de una salsa picante especial que pone en riesgo todo. En ese trayecto se enfrentarán a un comando de ninjas obsesivo por la limpieza, un sicario que no pudo dejar el chupete (Esteban Prol), entre otras amenazas igual de disparatadas. No solo funciona en los pequeños chistes, que se encuentran muy bien, sino que la historia cierra. Para ir al cine o verla con amigos, con algún condimento extra. Nacido para morir es especialmente ecomendable para fans de Torrente, Machete o Padre de Familia.
Doble personalidad Al empezar con una figura tan popular como clásica, ¿Dónde estás, Negro? genera el interés de todos los que tenemos un aprecio por la cultura popular y las figuras del espectáculo de la ciudad de Buenos Aires. Estamos hablando de Chasman y Chirolita, el ventrílocuo y su muñeco que conquistaron el ambiente artístico y televisivo de la cultura porteña de los años sesenta y setenta, así el film de Alejandro Maly comienza por su lado nostálgico y de añoranza de otra época. Conocemos al personaje Chasman y a Ricardo Gamero, sus orígenes, su pasión y dedicación por lo que hacía, pero lo más importante que toca la película es cómo Chasman vivía la relación con Chirolita, su amor, las manías y la forma en la cual el muñeco terminaba opacando al ventrílocuo. A través de este eje, el film gira su mirada hacia la profesión y la locura (bien dicha) que implica. En la manera en que se desarrolla esta relación entre los ventrílocuos y sus muñecos, que va desde la catarsis, el desahogo y la múltiple personalidad. Una pasión real que se vive más allá de la profesión. Las personas que se involucran en ello lo hablan con una convicción que termina llegando al espectador. El film recopila una buena cantidad de anécdotas y personajes que vale la pena escuchar, con un buen material de producción, tanto televisivo como de celebridades. Todo esto hace de ¿Dónde estás,Negro? un lindo documental sobre una disciplina clásica del entretenimiento moderno.
La competencia no alcanza Veloz como el viento muestra la historia de una familia unida y desunida por el automovilismo. Mario De Martino le da el lugar a su joven hija, Giulia (Matilda De Angelis), para que compita en las carreras de Gran Turismo arriesgando el patrimonio familiar al confiar en su talento para manejar autos. Sin embargo, a mediados de temporada, momento en el cual empieza la película, Mario sufre una descompensación y muere durante una carrera. Ahí es cuando aparece Loris (Stefano Accorsi), hermano perdido de la familia, quien tiene problemas de drogas. Él es un ex-piloto con una extraordinaria experiencia y trayectoria en preparación de motores. El film se focaliza en la relación entre Giulia y Loris, que al principio es turbulenta y por conveniencia mutua, pero con el desarrollo de las acciones, muestra como ellos se van acercando por el automovilismo y por el inesperado rol de maestro que toma Loris. Hay que destacar el papel de drogadicto y destartalado de Stefano Accorsi, sin ser demasiado border y sin buscar un cambio radical en la personalidad de su figura, se mantiene centrado y logra ser creíble. Sucede lo mismo con Matilda que es la otra figura dominante de la película que mantiene la postura de su personaje a pesar de los cambios. En la química entre ambos está parte de lo bello del film. El conflicto familiar se mantiene coherente en ese aspecto, no busca ser demasiado emotivo. Sin embargo, eso es también su debilidad. Al ser una película familiar con un conflicto difícil no se refuerza ese lado de la historia con real potencia, incluso el momento más dramático del film parece retratado con mucha simpleza. Esas escenas no se explotan con la emotividad que justificaba hacerlo. El fuerte del film está también puesto en las escenas automovilísticas y de competencia. Quizás narrativamente hacía falta un oponente más claro, pero la calidad técnica y de producción están muy bien logradas. Sobre todo teniendo en cuenta que la intención del director fue evitar efectos especiales que sean demasiado determinantes a la imagen del film. Basado en una historia real, el film es entretenido y genera empatía. A pesar de no explotar la emotividad, se trata de una historia honesta y verosímil, por lo tanto se esquiva el golpe bajo y eso le da una mejor impresión. Veloz como el viento puede entenderse como una película de deporte y competencia, pero más que eso, se trata de una historia familiar y como saber entender y comprender que los lazos son más fuertes cuando hay algo en común.
La italianidad al palo Es difícil ver “No renuncio” sin ignorar el contexto local de achicamiento del Estado que ocurre en nuestro país. También es increíble como los chichés y los gags, con los cuales castiga a los empleados del Estado, remiten al imaginario local. Como si en el resto del mundo no tuvieran los mismos prejuicios. Sin entrar en la discusión sobre la verosimilitud, o no, de lo que expone la película, “No renuncio” trata el tema disponiendo de un efectivo humor “fácil”. No por nada, la cuarta colaboración entre Checco Zalone (humorista, guionista y protagonista del film) y el director Gennaro Nunziante fue la comedia más exitosa de los últimos tiempos en Italia. Desde el principio, Checco nos hace reir con sus desgracias, luego de ser capturado por una tribu africana, a la cual le debe contar su historia de vida para safar de la muerte. Se trata de un personaje que desde el principio de su vida sabía que quería ser un funcionario del Estado, para aprovecharse de las claras ventajas que ese trabajo tiene. Tiene quince años de servicio expidiendo las licencias de caza y pesca. Vive feliz en la casa de sus padres, está “enamorado” de su madre, y está de novio con una chica con la cual no está interesado en formalizar nada. A menos que haya un interés mutuo de por medio. El problema empieza cuando el Estado italiano tiene la intención de modernizar (¿les suena?) el sistema y restablecer todo el sistema de empleados públicos. Y el protagonista no está dentro de las excepciones establecidas, por eso lo invitan a renunciar con una jugosa indemnización o a aceptar traslados a regiones remotas de Italia. Incentivado y motivado por el Senatore Binetto (Lino Banfi), que acomodó a toda su familia durante generaciones, Checco acepta y desafía al sistema actual aceptando un incomodo traslado a Noruega para trabajar como guardián de una estación científica italiana en el Polo Norte. Allí conoce a Valeria (Eleonora Giovanardi) que genera un cambio en su vida en todo sentido. Más una crítica que un festejo de lo que significa ser italiano. Una aceptación de lo que es Italia como país. Por eso se explica su éxito y su gran taquilla, porque toma muchos aspectos del sentido común de Italia como su machismo a ultranza, o la diferencia con la vida en los países nórdicos “civilizados”. También se trata de una burla al italiano que se va. Y una clara referencia al kilombo diario y el poco respeto de las normas de los italianos, o a la fuerte burocracia estatal y la influencia de la mafia del sur del país. Tantas cuestiones que no tiene sentido mencionar y muchas que quizás siendo extranjeros nos perdamos, pero que todas ellas juntas hacen al italiano y, en cierto modo, al ser occidental en general. El film no se destaca en otra cuestión que no sea la humorística. Incluso al protagonista le alcanza con hacer un papel modesto para generar las continuas risas. “No renuncio” se destaca por sí misma. Sobre el final el film se cae con la cuestión amorosa y la moraleja que debe dar. Pero sin dudas se trata de una película de humor simple y que hace reir. Y mucho.
Autenticidad natural El hombre siempre recurre a explicaciones por fuera de la razón para dar una respuesta a los hechos naturales. Es inevitable. Por más que la ciencia siga avanzando, es algo que nunca dejará de estar presente. La helada negra retoma esa expectativa, ese deseo de solucionar los problemas imposibles de resolver con la simple acción del ser humano. En este caso, se trata de una helada que complica las cosechas de un pueblo de Entre Ríos, Villa María, una colonia alemana. Así aparece una chica, Alejandra (Ailín Salas), que con su presencia ayuda a que la naturaleza no abrume la producción de los habitantes de la zona. Tras un buen paso por el festival de cine de Berlin y el BAFICI, el film se estrena en las carteleras porteñas, y era esperado por varios motivos. En principio, la producción de la película tuvo sus particularidades. El director arrendó unas parcelas de tierra para seguir y controlar la cosecha, 6 meses antes de empezar el rodaje. Esto fue importante para lograr el punto necesario para lograr el efecto deseado, tanto en la fotografía como en la credibilidad del film. Ahí están dos de los puntos más fuertes del film, la belleza visual es muy alta en todas las tomas y no solamente eso, sino que aporta un aura de misticismo constante. La mano de la directora de fotografía Soledad Rodríguez y los camarógrafos muestran una sensibilidad especial que se destaca en todo momento. El efecto de credibilidad se potencia con la utilización de actores no profesionales que exhibe gran verosimilitud a ese contexto. De la misma forma, Ailín Salas se acopla muy bien a ese universo. También aporta su enigma a los diálogos, que por momentos se tornan difusos, pero que rodean ese clima particular. Quizás ahí es donde La Helada Negra no termina de llenar; tanta poesía visual y una historia que se muestra interesante, le sacan protagonismo a la palabra que parece tan cruda como simple. Una forma de darle fortaleza a un intercambio simple y corporal, pero pierde en el típico compromiso de sensibilidad de parte del espectador. Pero no hace falta una gran frase para completar una buena película. La vida común de todos los días no se llena de poesía. La helada negra toma un hecho milagroso para hablar sobre la simpleza de todos los días. Pero también para darle entidad a los hechos misteriosos que corren como rumores, como el chismorroteo de pueblo que corre entre los habitantes. O en esa envidia que se ve claramente en las chicas que desconfían de Alejandra y luego corren a pedirle ayuda. O en ese histeriqueo entre Lucas (Lucas Schell) y Alejandra. La muestra de pueblo chico, infierno grande no está ni cerca de La Helada Negra, pero sí se ven fragmentos de esa lógica, de ese funcionamiento de la vida. El film de Schonfeld logra ser auténtico por méritos propios y técnicos, juega con la magia de la vida silvestre y con lo cotidiano de lo místico.