Doce apóstoles y una docena de empanadas Una película sangrienta le queda corta, lo triste es que esté basada en hechos reales. La película del Motín de Sierra Chica es un canto al descuido, la inoperancia y la falta de contención estatal que nos queda presente en la memoria de la década de los noventas, donde sus protagonistas están perdidos en todo sentido de humanidad como de rumbo. Sí uno se pone a pensar los simbolismos de los hechos narrados, en cierta forma la película los toma, pero también los deja por la mitad, teniendo en cuenta que la religión está presente, fue en semana santa y a la banda principal se la denominó “Los 12 apóstoles”. Una gran ironía para un universo sin reglas. Se trata de una versión libre de los hechos que se especula ocurrieron en esa semana santa de 1996. Es ficcional por necesidad. Los presos mantuvieron un pacto de silencio con lo acontecido, por lo tanto, más allá de las certezas de ciertos asesinatos macabros, también los mitos forman parte de ese relato cinematográfico, lo cual suma para brindarle al espectador una dosis de sorpresa. Siendo sincero desconocía la historia en sus profundidades, creo que es necesario que el espectador se involucre mínimamente con la historia, aunque no demasiado, si quiere que el desconcierto lo atrape. La película empieza mostrando a los protagonistas por sus nombres reales y los motivos que los llevaron hasta allí. Ahí se entiende la rivalidad entre los dos sectores de entrada. Por un lado, la banda de Gapo, de la cual tiene la actuación especial del músico Piti Fernández de las Pastillas del Abuelo (en un papel secundario), por el otro la banda de Peralta y Broca que son los que toman el penal con la intención de huir en un principio, pero al fallar, deciden declararle la guerra a la banda rival. La presentación es suficiente para entender que Gapo tiene mucho más peso que la otra banda. Se notan ciertas dificultades de producción de la película al utilizar el efecto del croma en un par de oportunidades, grabar en una cárcel de máxima seguridad no debe ser fácil, pero los efectos no fueron muy logrados. Las actuaciones son acordes, pero no se destacan, la sensación es que no hay un protagonista, no hay un líder, sino que el mismo acto es el que se va imponiendo como protagonista. Una desorganización intencionada, tanto entre los presos como en las autoridades que lleva a que una jueza termine como rehen dentro del penal y protagonice el único momento de paz entre tanta sangre, muerte y desparrame, en una pequeña historia de amor con Peralta. Se abordan los mitos más fuertes del motín, el canibalismo, el fútbol con la cabeza humana, el sentido de pertenencia de los policías y la bestialidad en general de los reclusos. El relato logra su intención, mostrarnos un mundo donde las normas más básicas no se cumplen, en el cual la falta de oportunidades y la carencia de otro futuro generan que el ser humano llegue a los lugares más primitivos, mientras las autoridades esquivan sus responsabilidades, inclusive en los peores momentos, y el Estado ausente, en todas sus escalas, es el real protagonista. En definitiva se trata de una historia dura, no apta para seres sensibles, donde la desesperanza y la carencia de héroes es su principal fortaleza. Por Germán Morales
Si querés ser músico… que no la vean tus padres Siempre que nos cruzamos con la historia de un músico en el cine, vemos su parte glamorosa, el sufrimiento que cuesta subir a la cima, pero en definitiva termina teniendo un final feliz donde logra su objetivo final. Digamos que es el parámetro general, no vamos a generalizar tampoco, pero el sufrimiento de alguna forma siempre está. A propósito de Llewyn Davis se concentra en ese lugar exclusivamente, lo profundiza y es mucho más agria que cualquier otra película sobre la vida de un músico. La película se trata de un fragmento de la vida Llewyn Davis (Oscar Issac), basada en Dave Van Ronk, un músico sin hogar que atraviesa sus problemas como intérprete de folk, forzadamente en plan solista por el suicidio de su compañero de banda con el cual había tenido un pequeño éxito. Llewyn Davis continúa en su plan en un fracaso atrás de otro, pero no musicalmente, sino en la forma de llevar su vida, tanto con sus conocidos, amigos, y los retos que se le cruzan. Nuestro protagonista es amigo del dueto Jim y Jean (Justin Timberlake y Carey Mulligan) pero esa amistad corre riesgo al Llewyn dejar embarazada a Jean, que siente más arrepentimiento y ganas de dejar ese hijo en caso que no sea de Jim. A Llewyn le toca cuidar al gato de Mitch Gorfein (Ethan Philips) y sus problemas son casi una metáfora en su relación con ese momento de su vida, ya que cuando parece solucionar las cosas, finalmente se trata de una ilusión y es engañado cruelmente. Más tarde se va de viaje hacia Chicago con la ilusión de seducir a un productor, sin embargo,y lo único que logra es que Bud Grossman (Fahrid Murray) le ofrezca un lugar dentro de otra banda y que Ronald Turner (John Goodman) menosprecie su música y lo amenace con brujerías La música folk rodea excepcionalmente toda la película (producida por el gran T-Bone Burnett), y excelentes interpretaciones por parte del mismo Oscar Issac y Justin Timberlake, entre otros, le dan un bálsamo al pobre Llewyn para dejar de luchar con tanto bajón. Los antihéroes de los Coen nunca terminan bien, y aquí ni siquiera hay una luz que se abra para que ocurra el milagro. Por eso no es una película para cualquiera, porque en definitiva el mensaje que deja es devastador en todo momento. Se trata más bien de una buena metáfora de las miserias de los músicos como personajes. El egoísmo, la ambición desmedida, la falta de visión y la ansiedad, pero también el trabajo duro y derriba con el imaginario popular de glamour y excentricidad de los músicos como personas, A propósito de Llewyn Davis los baja a un lugar absolutamente terrenal y ahí está la mayor virtud de la película. Como historia, el film se queda corto. El personaje termina como empieza, sin lograr nada en el medio. Quizás no le hace falta lograr algo a Llewyn, en definitiva el film quizás busca ser la metáfora de la piedra rodante de Bob Dylan, por eso quizás se explique su sombría aparición. La piedra rodante sin nada que perder o que ganar, pero la imaginación nos llevaba a lugares más aventurosos o miserables, bueno, los Coen la logran bajar a donde quizás realmente es su lugar, y esto puede ser positivo o negativo según tu percepción. Los personajes secundarios de la película están muy bien logrados. Carey Mulligan hace un papel fuerte y conciso, la breve aparición de Justin Timberlake brinda un gran momento, y también dentro de la casa de Mitch Gorfein se da una situación muy graciosa. Quizás ahí es donde se demuestra más la falta sensibilidad de Llewyn, desmitificando cruelmente, la época en la cual está ambientada la película. Un buen trabajo, su fotografía sombría está a tono con lo que dijimos anteriormente de forma notable, aunque no se destaque, y en definitiva se trata de una historia más bien en forma de círculo: va y viene, cierra perfecto, pero la vuelta no llevo a ningún lado.
Mi nombre es: “El fin no justifica los medios” American Hustle empieza por la mitad de la película, pero inmediatamente los primeros 30 minutos nos muestran cómo fue que los personajes llegaron ahí. Irving Rosenfeld (Christian Bale) era dueño de una cadena de tintorerías, casado en un matrimonio sin salida con Rosalyn (Jennifer Lawrence), con su hijo adoptivo como rehén. A pesar de esa fachada, Irving era un estafador de ligas menores, tanto en obras de arte como en préstamos financieros a sujetos desesperados por sus deudas. Sin embargo, logra aumentar el volumen de su negocio delictivo cuando se involucra con Sydney (Amy Adams), por la habilidad y el convincente personaje que ella crea (Lady Edith Greensly) para atraer clientes desesperados al chantaje. Sin embargo, el agente del FBI Richard DiMaso (Bradley Cooper) los atrapa y los amenaza con la cárcel, pero les brinda una escapatoria, al utilizarlos para atrapar al alcalde de Nueva Jersey, Carmine Polito (Jeremy Renner), en una operación que irá creciendo en su magnitud y en sus redes a lo largo del film. Hemos visto muchas películas de estafas y engaños, en cierta medida American Hustler se diferencia por la forma de narrar la historia y por los giros constantes que tiene la trama. La referencia obvia son las películas de Scorsese, pero es en “Casino” donde más puntos de contacto hay, aunque se diferencia en uno clave, la manera en la cual esa decadencia del poder y del engaño llega a emerger y tocar fondo en una misma cinta. En el film de Scorsese el contexto es más glamoroso, mientras que la sensación falsa de estar en la cima del mundo y de la impunidad era más palpable; en cambio en American Hustler siempre fueron pelagatos que se quedaron a mitad de camino. Quizás lo que más se destaca de American Hustle como historia es la representación del sueño americano en decadencia y como farsa. A pesar de eso, la moraleja final y la ética de Hollywood nunca quedan al margen en este tipo de cintas. La demostración que no existen seres humanos buenos y malos sino que los matices nos rodean constantemente es valorable, pero en estas películas siempre terminan de la misma manera, sin caer en detalles. En otro artículo hablaremos más acerca de este punto. Los actores, el vestuario y la música son excelentes. Christian Bale lleva muy bien su papel, encarna la decadencia y el ánimo de mediocre estafador con humos de grandeza. La ambición de Bradley Cooper logra el objetivo de despreciar su rol y personifica como nunca la frase: “el fin no justifica los medios”. Jennifer Lawrence hace un gran papel que va de menor a mayor, quizás hay mucho humo alrededor de ella, debido a que cualquier cosa que haga es catalogada para un premio, pero en cierta forma lo justifica por la forma de llevar a cabo su propuesta actoral. Ni hablar de la seducción de Amy Adams que en la tensión sexual con Bradley Cooper demuestra que no hacen falta escenas de sexo explícito para provocar. Es una gran historia llena de pequeños momentos geniales: la mini actuación de Robert De Niro, los pasajes entre Bradley Cooper y su jefe Stoddard Thorsen (Louis C.K.) o la relación de amistad incómoda entre Irving y Carmine Pollito (Jeremy Renner). La película es tan dramática y con tantas tensiones circulando que estos momentos agrandan el goce. Osea, tiene todo para que el espectador vaya a la sala y la disfrute. Ahora, si hay algo en lo que no convence es que todo esto es lo mismo que le vimos a Scorsese en sus mejores momentos. Cuando ves algo repetido tantas veces, hay algo que no cierra y hace ruido, pero tampoco hay que quedarse con eso. Nos hemos acostumbrado a ver películas premiadas que no justificaban su premio o críticas a la sociedad norteamericana que se quedan a mitad de camino. Puede que Escándalo Americano sea en sí mismo un engaño en todo sentido por toda la parafernalia mediática que hay detrás de ella, como en cierta forma pasó con Argo, pero cuando hay un buen trabajo que cierra por todos lados, tampoco hay que ponerse del lado del crítico crónico. Por Germán Morales
Las buenas intenciones chocan con sus limitaciones El debut cinematográfico de Joseph Gordon-Levitt fue una verdadera sorpresa, sin que esto signifique algo necesariamente positivo. Hay muchas cosas para analizar de la película y eso en definitiva es bueno para considerar el film y tenerlo en cuenta, pero vayamos a lo básico. Se trata de un film con una temática tan actual como clásica. Por un lado, Don Jon (Joseph Gordon-Levitt) es un adicto al porno y su obsesión al consumo de esos videos online evita que pueda disfrutar de una relación sexual placentera y amorosa con otra persona. La imagen y la sobreactuación es lo que lo llena de placer, en definitiva, Don Jon ama las apariencias y su vida está llena de ellas. Su familia y su entorno parecen extraídos del videoclip del tema de Soundgarden, Black Hole Sun, o de Jersey Shore, con la religión y los hipócritas valores tradicionalistas para rellenar el argumento. Es decir, la típica crítica al modelo de sociedad estadounidense y occidental que vemos en todos lados. La sorpresa no es exactamente eso en la temática y el argumento, sino en la forma que eligió para narrarlo. Quedándose a mitad de camino entre las escenas de nudismo y la cultura porno, con la de la sociedad tradicional que no demuestra en efecto lo que es. Sería algo que podría definir como el “consumo-porno-familiar” (?). Don Jon tiene la vida que quiere y las mujeres que busca las obtiene, hasta que llega Bárbara (Scarlett Johansson), mujer que lo enamora y por la cual pierde la cabeza. A pesar de eso, la obsesión por el simulacro porno de Don Jon no se detiene y se ve compensada por el idealismo de Bárbara por otro tipo de porno: el que proviene de las películas románticas del cine. Esos universos chocan y sus ambiciones también. Por momentos, el tono de la película se hace demasiado monótono y aburre, opacando las grandes interpretaciones del mismo Joseph Gordon-Levitt, Tony Danza y la actuación de Scarlett Johansson con un papel que de ninguna manera quedará en el recuerdo, pero hace una buena interpretación de un personaje tan odiable como calienta-pava. Luego conocemos a Esther (Julianne Moore, también de gran interpretación), que provoca un cambio en la narrativa y en el universo del film. Tan grande fue este cambio que incluso provocó que surgiese la opinión de la hermana de Don Jon, Monica (Brie Larson), personaje que no suelta el celular en todo el film y no emite palabra. La aparición de Esther fue abrupta para el universo y para el desenlace del film, con una solución rápida y tan efectiva que le quitó verosimilitud a la trama. Me llamó la atención, para bien, la ligera mutación de fotografía y de narrativa visual en ese salto argumentativo, que pasó de escenas con cambios de cámara constantes – casi una forma televisiva de filmar – a planos más largos y escenas más sostenidas en los diálogos. Se trata de una película que es comedia por la representación sarcástica de esa vida, pero con pocos momentos que verdaderamente hagan reir. Inclusive como crítica hacia la sociedad de consumo actual pareció un poco trillada y facilista, sin embargo, su argumento y el mensaje que brinda sin dudas es efectivo y no podemos dejar de destacar eso en la primera experiencia de Joseph Gordon-Levitt como director. Una película interesante para pensar pero nada más que eso. Hasta puede ser de esas películas que hay que ver muchas veces para que enamore.
Muchas adicciones para un sólo vicio Cuando se catalogan las películas suele clasificarse como: “para todo público” o “mayores de 16”, como si eso fuese a decir algo de la película o los niños no la puedan entender en su totalidad. El “Lobo de Wall Street” no sólo queda al margen del público menor de edad por las drogas, las escenas de sexo y lo despiadado de sus personajes, sino que diría que está limitado para muchos adultos que no disfrutan este tipo de cine. Se trata de 3 horas constantes de un motivo repetitivo con el cual muchos se sienten incómodos y han llegado a calificar esta película como mala. Y, claramente, el lobo de Wall Street no merece ni siquiera una especulación de esa calificación. No sólo por retratar la crudeza y la hipocresía del mundo capitalista más asqueroso en un nivel descarado, sino como producto narrativo que cierra en sus actuaciones y sus simbolismos internos. Pero esa crudeza es tan profunda que corre riesgo de ser considerada apología. Jordan Belfort (Leonardo Di Caprio) es retratado en sus inicios desde la ambición de un joven corredor de bolsa, sin ese apetito voraz y los prejuicios destruídos, que en su primer día tiene la suerte de cruzarse con su mentor Mark Hanna (Mattew McConaughey) en el que se refleja su futuro. La breve escena muestra un McConaughey genial que cierra la introducción y anticipa el futuro de la película, ya que luego de que la empresa, donde trabajan ambos quiebra, en soledad Belfort va en búsqueda de su nuevo trabajo. Aquí está el corazón de la película, el núcleo. Porque al encontrarse en esa situación desesperada, en la que cualquier ser humano puede estar, Belfort entiende que el éxito de la elite de Wall Street no se trata del discurso del negocio y el esfuerzo, sino que en el fondo, en lo más bajo de la sociedad norteamericana se iguala con lo de arriba. El famoso sueño americano iguala a todos, aunque quieran diferenciarse, por eso recluta vendedores, pero de droga, vendedores comunes y callejeros como semillero de su éxito, a quienes les enseña el método con su talento especial para la motivación. Allí conoce a su ladero, Donnie Azoff (Jonah Hill) otro de los grandes personajes de la película, otro de los grandes fracasados de los Estados Unidos, que está casado con su prima y con su ambición y actitud, logra irritar a cualquiera. Si vamos a trabajos anteriores de Scorsese, vendría a ser el Joe Pesci de esta película, y aunque se encuentre lejos del talento del italoamericano, Hill cumple bastante bien. Como dice al principio Belfort, su ambición es el dinero, el resto de los excesos solamente son el motor para mantenerlo atento, despierto, para que las limitaciones del cuerpo no hagan decaer la posibilidad de hacer un negocio. Los otros vicios van y vienen. El capitalismo en los ochentas logró expandir su negocio a escalas globales, no solamente en las inversiones, sino en el modelo de corredor con un ojo pendiente en Tokio, Londrés y Nueva York, con un sueño, no dormir. Esa posibilidad de hacer plata en todo momento y que nunca se detenga la maquinaria. Si hay una crítica que se le puede hacer, es que en cierta forma la película logra que el espectador se involucre con Belfort en sus negocios espurios y la parte oscura de la película queda, sólo mencionada como un párrafo y no se ve. Los estafados, hayan sido por una cuestión impositiva, de legalidad de la operación o algún personaje perjudicado en concreto, están ocultos. El FBI lo presiona y está detrás de él, pero parece o da la sensación que lo negativo de las acciones de Belfort son sus excesos y actitudes, mientras que sus implicancias al resto de la sociedad parecen no existir. Quizás se demuestra la omisión, en la escena que el agente Patrick Denham (Kyle Chandler) lee en el subte la noticia de su éxito, como una forma de decirnos que en el fondo esas estafas de Wall Street están tan lejos del pueblo, y por eso nadie puede reconocer o valorar su labor. Otra crítica al film es que más allá de Jonah Hill o Leo Di Caprio, no hay personajes fuertes o destacables. El resto de los actores navega en una intrascendencia absoluta que le quita un poco de peso al producto completo en sí. Pero bueno, tampoco vamos a pedir una película políticamente correcta, porque en definitiva en ningún momento el personaje lo es, y el film es sobre la vida de ese ser tan omnipotente que se lleva todo puesto. En las pequeñas actitudes y detalles es donde se ve la profundidad de ese personaje y de la narración. Cuando le tira el sueldo de un año al agente del FBI o cuando da sus grandilocuentes discursos (podría decir más pero estaría relevando parte de la trama) convierte ese mundo de las finanzas que se quiere mostrar honesto, correcto y prestigioso, como lo que verdaderamente es, una jungla por el dinero que mide el éxito por la cantidad y no por lo que está a su alrededor. Están en un piso tan alto que pierden contacto con lo que fueron y de donde vinieron, más que eso, se quieren alejar, “porque elijen ser ricos” como si se pudiera elegir. Ese tipo de riqueza tan ostentosa los incómoda a los magnates de Wall Street, porque saben que en el fondo está mal. Belfort es consciente porque sabe de dónde vino y lo explota. Por eso su empresa es lo que se muestra que es, y sus empleados le están agradecidos porque se pone a su nivel. Pero esa aparente diversión también muestra lo primitivo del hombre y el capitalismo de su esencia. Narrativamente la película encaja por todos lados, inclusive en los detalles más pequeños, por ejemplo al mostrar la primera vez que tiene sexo con la despampanante Naomi (Margot Robbie) y luego al hacernos ver que la última fue igual, como para cerrar su proceso. Son 3 horas que no se hacen largas para nada. No está lejos de lo mejor de Scorsese, pero no brilla porque ese estilo es tan conocido como repetido en él. Las comparaciones no son buenas, pero por ejemplo, American Hustle (Escandalo Americano) a pesar de ser una buena película, no deja el mismo el gusto, y allí los diversos cierres quedan a mitad de camino. PD: Ah, no calificamos la actuación de Di Caprio, ¿Hace falta a esta altura? Por Germán Morales
Reinventar el machete no tiene sentido si no corta la maleza Cuando tenés muchas expectativas sobre algo, suele defraudar. Es algo que se aplica a esta segunda entrega de Machete, sin dudas. El hecho que haya sido el fracaso comercial más grande de la carrera de Robert Rodríguez es algo que no entra en este análisis, el criterio de las salas nos excede, pero es un dato que se agrega a este caso. ¿Por qué? Porque había muchas expectativas y porque generó una especie de culto entre los que la vimos. Bueh, no fue para tanto. Pero el personaje de Machete en la primera sorprendió y nos dejó con ganas de más. ¿Qué es Machete 2? Es como una persona que se emociona con un chiste y lo repite, lo repite, lo repite; la segunda vez sigue haciendo gracia, la tercera te reís de compromiso, y la cuarta ya lo empezás a odiar. Me generó la misma sensación que Crank 2, el chiste de la primera parte no tuvo más ruedo para la segunda. Machete es un gag constante que pierde efectividad, pero sin dudas, el principal problema fue su argumento. Machete es Machete, darle una personalidad al agente secreto del servicio de inteligencia, no va con él, o podría ir, pero se quedó corta. En realidad, lo que menos hay que pedirle a Machete es verosimilitud, es donde se hizo fuerte la primera entrega y donde falla en la segunda, ya sabemos que Machete es indestructible, se exageró demasiado en eso. machete-kills Hablemos de la película, casi que comienza anticipando el final sin saberlo, un pequeño trailer simpático de Machete en el espacio que se transforma en lo más gracioso de la película. A pesar de no habernos dejado conformes, el delirio de la entrega sigue firme a la orden del día. Una reina de belleza que engancha con Machete para evitar una catástrofe y ambos se involucraran con el presidente de los Estados Unidos para salvar a Washington y el mundo. Una madame de cabaret con una metralleta en sus tetas, un personaje que se cambia de caras como de remera, y un narco/revolucionario con dos personalidades que aparecen imprevistamente. Hubo personajes sin sentido que podrían haber aportado más al argumento y otros cuyo conflicto se disolvió sin darnos cuenta. Parte del fracaso estuvo en que la trama fue un poco tirada de los pelos e inclusive los pequeños gags no fueron tan graciosos, por eso la película falló. La aparición de las celebridades fue lo que más aportó a Machete, Mel Gibson, el malo de la película, tiene un rol genial; después, las pequeñas participaciones de Cuba Gooding Jr., Lady Gaga y Antonio Banderas, suman, pero se quedan a mitad de camino. Aunque Carlos Estevez (Charlie Sheen), como presidente de los EE.UU. le brindo un gran rol, después de tantas apariciones ocasionales, viendo la película uno se pregunta, “bueno, a donde va todo esto?”. Antes de terminar, quiero hacer una salvedad. No es que critiquemos a Machete por falta de credibilidad en las escenas o por sus tomas delirantes, entendemos que es parte de su esencia, pero en mi opinión, un poco más de verosimilitud en las escenas no hubiese estado mal. Si alguno prefiere una película con continuidad bien marcada, tomas creíbles, un argumento serio y menos pochoclera, que vaya a ver Corazón de León (?). A pesar de todo, le tenemos cariño a Machete por su primera parte, y le daremos una oportunidad a la tercera, no me sucede lo mismo con Crank 3, por ejemplo. El personaje no está agotado para nada y tiene potencial de brindar buenas cosas, no sé si en el espacio sea la mejor forma de volver, espero que Robert Rodríguez tenga en cuenta sus errores y sepa brindar una historia mejor.
La sinceridad ante todo Es inevitable ver esta película y pensar en muchas cosas. Una Segunda Oportunidad, la película de Nicole Holofcener, en principio tiene la particularidad de ser el último trabajo de James Gandolfini antes de su prematura muerte. Pero más allá de ese triste evento, se trata de una comedia romántica con esas temáticas que parecen llegar a todos por identificación, por espejo, a pesar de no compartir la vida y esos inconvenientes. En esta película se encuentran dos personas con historias de vidas similares que logran una conexión sin problemas y naturalidad, pero donde los prejuicios y los miedos les evitan concluir esa unión como debería ser. Los personajes de Eva (Julia Louis-Dreyfus) y de Albert (James Gandolfini) chocan con sus miedos y su pasado, y es justamente en ese conflicto donde está lo rico de la película. Ambos tienen hijos que se alejan de su casa a la universidad, un primer matrimonio fallido y trabajos que los hacen felices para vivir pero no los completa. Sin embargo, en la misma fiesta que se conocen, Eva conoce a la expareja de Albert, Marianne (Catherine Keener), una destacada poetisa con la cual empieza a trabajar y a establecer una relación de amistad. Eso le arruina el amor a Eva, porque Marianne comenta las malas conductas y la torpeza de su exmarido con mucha saña, retratándolo como un perdedor sin solución. No se puede culpar al personaje de Eva por considerar y escuchar la experiencia de su nueva amiga, en definitiva sin ello no habría historia. Pero esta película con moraleja deja un mensaje contundente, ciertamente un poco individualista pero no por ello de cierta verdad, se trata de evitar los comentarios negativos y vivir, de dejar un poco de lado las voces que dicen tener la verdad de todo. Sobre todo en una época con tantos mensajes y redes sociales dando vueltas. Antes de ver la película, yo pensaba que la trama haría demasiado hincapié en la torpeza y los errores de Albert, como toda comedia romántica, sin embargo, el objetivo apunta a otra cosa. Porque también hay que considerar quien enuncia esas críticas, su mala predisposición y ensañamiento por cualquier acto. En definitiva, Enough Said no invita a dejar de escuchar a esa venenosa o a categorizarla como una mala persona, pero deja entender que la subjetividad de cada uno a veces se ve manchada por un arrastre de conflictos internos. Marianne se apega a Eva porque dice que no tiene demasiados amigos, como un guiño para darle la razón a Albert de que sus problemas no son tan graves. James Gandolfini interpreta un personaje querible en todos los aspectos, a pesar de su desorden o su sencillez aparatosa. Eva no tiene problemas con ello, pero como dicen en la película, su mirada se envenenó. Al mismo tiempo el conflicto de ambos con sus hijos rodea un poco la trama aunque de formas diferentes: por un lado la hija de Albert, un poco más sociable y snob, no tan cercana a su familia se enfrenta a un padre cariñoso preocupado por dejarla ir sola hacia su vida. En cambio, el conflicto de la hija de Eva es diferente, debido a la cercanía que logra su amiga Chloe con su madre, surgen los celos por la atención y afecto. En definitiva es una película que trata sobre la búsqueda y la falta de afecto, a nivel familiar y a nivel sentimental, donde muchas veces los prejuicios y los temores prevalecen. El conflicto de la película abre este problema y su diferenciación de otras historias justamente es que no siempre es todo tan perfecto y tan final feliz. La vida es difícil y dura a veces, por esa sinceridad se destaca Enough Said.
El valor del deporte Rush está en un contexto de profesionalismo previo al actual, por lo tanto, es otra época. Hablar de espíritu amateur en esta película no tiene sentido, pero algo de eso hay. La emoción del correr, de ganar, la ambición de ser el mejor y poner en riesgo el cuerpo por más que carezca de sentido en lo concreto. “Eso es nobleza. Es como ser caballeros” le dice Hunt a Niki Lauda en el final de la película, sin delatar ninguna parte del argumento de culminación. De eso se trata el deporte, en eso está el sentido de la película. Rush va a épocas donde la ahora superprofesional fórmula 1 significaba arriesgar la vida, vivir al límite y la velocidad tenía sentido en su peligro. No quiero decir que esa competición deba volver a eso, no es la intención. Pero la película hace desear eso. Esa forma de ser se exhibe en dos personajes tan opuestos como iguales. Uno es Niki Lauda, el obsesivo, representante de la disciplina alemana, carácter de pocos amigos, maniático en los detalles y riguroso como pocos; el otro tan fanfarrón como el austriaco pero con carisma, playboy, fiestero y poco adepto a la rigidez y la corrección, el inglés James Hunt. La película trata de la rivalidad como eje en la temporada de 1976 de la fórmula 1. A pesar de la superficial disparidad, su punto de contacto es muy fuerte. La ambición por ganar, la adrenalina por competir y esquivar a la muerte, por demostrar que son líderes y vencer a su contrincante. El deporte necesita eso, un opuesto… algo que te alimente para seguir y vencer. Esto no es algo novedoso, pero en esa relación que Rush transmite, magníficamente abordada y con dos actores que si bien no deslumbran, cumplen un papel verosímil y correcto, me hace acordar un poco a Messi y Cristiano Ronaldo. Los dos se necesitan, parecen completamente distintos pero hay algo más allá que los iguala. Es en la ambición, el hambre de gloria, la zanahoria que los haga continuar en el camino. Creo que si en algo falló Rush, por lo menos en mi visión, fue que ninguno de los dos personajes despierta ese hecho de tomar posición por uno de los dos. Lauda y Hunt no despiertan esa pasión, no nos obligan a ponernos de un lado sí o sí. Son diferentes, te puede gustar más uno que el otro, pero a la larga es muy neutral en cuanto a la “preferencia”. Aunque puede ser una virtud, porque nivela lo opuesto al mismo escalafón, y no todo tiene que estar dentro de la dicotomía “heroe”- “antiheroe”. Porque en definitiva esa fue la intención final. Volviendo a la película, se destaca en todo. En los giros de la narración, en el dramatismo, en la credibilidad de las escenas y es en la fortaleza de sus personajes donde el film llega a sus mejores momentos. El cine que aborda deporte, cuando es bueno, suele explotar los momentos dramáticos con escenas que quedan en la retina, la carrera en Monza y la de Nurburgring tienen todo eso. Su representación simplemente fue excepcional, sobre todo por la dificultad de hacerlas en la práctica. Si te gusta el deporte, estás obligado a ver Rush. Si no te gusta pero querés entender de qué se trata, más todavía. Y si no te importa, también. La historia que cuentan excede la competencia, aunque éste sea su eje central. La naturaleza humana está expuesta en estos 120 minutos. También la cosmología de un mundo que parece no existir más, donde el ultraprofesionalismo metódico y deshumanizante era una utopía. Donde los intereses del negocio recién se empezaban a imponer por encima de la competencia, y se cristaliza cuando deciden correr en Japón (la última carrera). Donde el Super Bowl en los Estados Unidos no era Madonna o U2 cantando en el entre tiempo, donde el ciclismo o el atletismo se trataba de atletas y no de humanoides programados genéticamente para competir, y donde el fútbol era la pasión por los colores y no por el aguante. Por lo menos es la sensación que Rush me hizo llegar, quizás ni siquiera haya sido su intención. El problema es a nivel mundial, y por múltiples factores. Quizás parezca que tengo una mirada muy romántica del deporte, no es así. Pero es lo que me despertó Rush. Quizás el deporte, en ese momento, no era tan romántico tampoco. Desconozco. Para cerrar, vuelvo a una anécdota personal, en una reunión de amigos hablando de los mundiales uno dijo: “el de Italia 90 fue el último mundial de verdad, el resto fue todo comercio”. No sé estoy de acuerdo con eso del todo, quizás nuestro amor por Maradona nubla los ojos. Pero Rush me hizo sentir que es así. Por Germán Morales
Como valorar nuestro planeta sin mencionar el calentamiento global Cuando una película no te deja pensar ni un segundo en otra cosa que no sea el film, y te atrapa a fondo con su trama, estamos hablando de una buena película. Puede no estar bien producida, no tener grandes actores, fallar en continuidad o credibilidad, ni tener un buen guión, pero si te mantiene en vilo y expectante, la entrada valió la pena. Después discutimos otros factores, pero el cine se trata de eso, de contar una buena historia, convincente y emocionante. Respecto a la película de Alfonso Cuarón, creo que tiene un gran punto a su favor para lograr este sentimiento, en principio, la producción y efectos especiales, de ahí se entiende la confusión del que preguntó cómo se siente filmar en el espacio. Se trata de una representación de la metáfora de la piedra rodante pero en el espacio, donde la desesperación por sobrevivir se siente en el pecho cuando estás en la sala. La doctora Ryan Stone (Bullock) y Matt Kowalsky(Clooney), dos de los tres personajes que ponen el cuerpo en el desarrollo, nos hacen sentir y valorar la gravedad, y como la vida se trata, en definitiva, de aferrarse a un pensamiento, un sentimiento o a la tierra. Después discutimos si hay errores o no, pero el conflicto de Gravity cierra totalmente. Bah, hay ciertas cosas que no cierran, pocas películas son perfectas. La parte que Sandra Bullock casi se queda sin oxígeno y es rescatada por George Clooney. Todos entendemos que en el cine un minuto pueden ser cinco, pero acá se excedieron un poco. También que el hecho que manden a una persona al espacio con tan poco entrenamiento. En fin, y así. La película falla en algunos aspectos de su historia, pero en definitiva sirven para cargarla de simbolismo. Más allá de eso, en el conflicto que trae Gravedad, hace valorar un poco la vida en nuestro planeta y las cosas que no consideramos o ponderamos por el hecho de tenerlas de nacimiento. Un poco eso vemos en la vida de la doctora Ryan, que deja su vida en la tierra por la muerte de su hija, y sin nada que perder, termina en el espacio. Ojala fuera tan fácil. Deja pensando un poco en lo que es la vida para el ser humano, donde uno pone tanta carga emocional en ciertos aspectos personales o afectivos, que aunque parezca todo perdido, ante la amenaza concreta perderla, el instinto es buscar la sobrevivencia. Del otro lado, George Clooney estaba retirándose, dejando el lugar donde estuvo tantos años y con el cual sentía una especie de empatía, sin embargo, su vida estaba allí, por lo tanto, la desesperación de la situación para él no era tal, sino se trataba de una excusa para disfrutar ese momento cara a cara con lo “salvaje” del espacio. Por eso el record era tan importante para él. Las actuaciones quedan un poco cortadas por el dramatismo del conflicto, los planos detalle te incluyen mentalmente en su persecución. La película es una lucha constante por sobrevivir, y transmite eso al espectador. Por eso es tan efectiva y atrajo tanto a los críticos, su representación de esos momentos de impotencia ante la pérdida nos mantiene con los ojos abiertos. Es inevitable sentir la alegría del contacto y su carga emocional que lleva, que hace que hasta el mínimo e incomprensible intercambio con lo otro, le brinda al personaje y al espectador la consciencia de entidad como ser vivo, y lo hace tan valioso, a pesar de haber sido uno de los momentos más flojos de la película. No entendemos esa otredad y hasta la podemos imaginar, pero nos completa, y en definitiva, nos da vida. En fin, el dramatismo está hasta el último cuadro, y allí se representa el sentido de la película. Gravity no es ni remotamente la mejor película del año, pero su carga simbólica y dramática la hace una buena película para cualquiera que la vaya a ver. El cine también es interpretación, y la película no es un manifiesto a favor de la vida, pero expone el hecho que los problemas y los simbolismos están en la cabeza de cada uno, hasta que chocas con el momento de luchar por tu vida. En ese momento se ven los pingos en la cancha.
Una excelente somatización de la pérdida de la riqueza Las películas de autor tienen cosas que las hacen un género en si mismo, lo que tienen las de Woody Allen en particular es que no importa si está hablando Amigacho, Javier Bardem o Jack Nicholson, en realidad tenés la voz del director en tu oído. Ese fue el primer pensamiento que tuve cuando escuchaba a Cate Blanchett describiendo su vida a una pobre anciana. Y vaya que la tuvo que escuchar, una caída en desgracia muy particular la de Jasmine, un golpe duro para una persona que quiso escalar alto, llegó y se tiró sin paracaídas de la montaña. Del glamour, las carteras caras y los lujos a un pequeño y acogedor departamento en San Francisco. Jasmine vuelve a su ciudad, perturbada, en bancarrota y sin un plan para sobrevivir, más que quedarse en la casa de su hermana Ginger (Sally Hawkins). Ahí se encuentra una familia disfuncional, dos personajes opuestos pero unidos por el fuerte lazo fraternal. Ginger intenta darle una mano mientras Jasmine se recupera, y en ese choque se da lo más rico de Blue Jasmine, donde la riqueza y la ostentación confronta con la vida común, con lo más bajo, con aquello que no puede soportar, no figurar, ser uno más. Los maridos de Ginger, sobre todo Chili (Bobby Cannavale) con su estampa de Average Joe puesta en la frente es lo que exacerba a Jasmine. Cate Blanchett, en un gran papel, interpreta un personaje perturbado en todo momento, que no puede entender lo que le sucedió, la forma de la cual se le escapó su vida. En flashback, vemos como se recrea esa vida junto a Hal (Alec Baldwin) que actúa en piloto automático a un chanta, una de esas personas que no dicen nada y aparentan, con su mente puesta en el dinero. En definitiva lo que Blue Jasmine deja, es como el mundo del poder y el dinero ignoran sus problemas y su realidad con tal de seguir viviendo la mentira que vende y la comodidad que ofrece. Jasmine es la víctima del velo que se corre. Cate Blanchett in Woody Allen's Blue Jasmine De las últimas de Woody Allen, puede estar entre las mejores. No lo sé, a veces es dificil decidirse. Al ver Blue Jasmine se encontrarán con una película dramática con tintes graciosos que enfrenta dos modos de vivir la vida, donde las oportunidades y la suerte viene, y uno elige si la deja pasar o incide sobre sus espaldas. Como dijo uno de los maridos de Ginger: ¨hay veces que uno no puede dejar atrás el pasado¨. Bueno, por lo menos, Woody Allen lo dejo con sus guías turisticas de las ciudades que tanto le gustan…