Senderos de historias Es difícil ver Cuatreros y no sentirse abrumado. La cantidad de información, de anécdotas, registros, archivos e imágenes avasallan la pantalla. Cuatreros tiene como protagonista a su directora (Albertina Carri) narrando (entre muchas cosas) el proyecto de filmar una película sobre Isidro Velázquez (1928-1967), el último gaucho rebelde de la Argentina. Retoma así el material que su padre, el sociologo Roberto Carri, ha escrito sobre este personaje de nuestra historia. No fue el único proyecto fílmico alrededor de este personaje, Albertina Carri también muestra su relación con el material previo que encontró. Pero sobretodo muestra su relación con sus padres, con la política y con su visión de la vida. Se trata de un ensayo, un monólogo visual, una descarga visceral y muy personal que nos mete de lleno en su propio mundo y su intimidad alrededor de una búsqueda que comienza con un objetivo pero nos mete en otro: reflexionar, desde la propia historia que retoma, sobre nuestras vidas en el país, el continente, la modernidad y el capitalismo también. La voz de Albertina se escucha en casi todo momento, con una pantalla dividida en varias secuencias de imágenes simultáneas, extraídas de material de archivo (nacional e internacional) de publicidades, películas, noticieros y diverso material audiovisual coordinado con sus palabras. No se trata de un film apto para todo público, al tratarse de una historia no lineal. Se trata de una narración con idas y vueltas. Tampoco se trata de un film apto para personas con ideologías cerradas. De más está mencionar su fuerte contenido político, y al vivir en un momento en el cual el timeline de las redes sociales provee de contenido cómodo a nuestros ojos para que las endorfinas del placer nos hagan hacer click, Cuatreros irrumpe con un pastiche que descoloca gratamente aquellos que buscan alinearse con una forma de ver la vida. Se trata de un trabajo que invita a pensar junto con él. Baja línea, obvio. Pero permite, y nos invita desde su carácter personal, a tomar distancia y a reflexionar. El salto de un tema al otro, la recurrente vuelta a la vida de Velázquez, Cuba, las charlas con su esposa, con Llinás, con Peña, la burguesía y la vida de sus padres, los setentas. Todo eso da muestra de un relato caótico pero auténtico. Esa reflexión sobre el pasado, presente y futuro tiene mucho de actual en relación con la sobreinformación en la cual estamos inmersos. Tiene más de personal que de experimental. Este film es más que la deconstrucción de una película que no fue, es la reconstrucción de una intención humana y de la ambición de lograr un objetivo, tanto de los personajes históricos como de la narradora. En lo práctico, se trata de la pura identidad nacional: arreglarse con lo que hay y llenarla de la creatividad.
Mis problemas con la justicia Si hay algo de lo que no carece “Vivir de Noche” es de un mensaje concreto y aleccionador. La moral y la visión de su director, en relación con la vida, está más que plasmada en Joe Coughlin (Ben Affleck), un gángster clásico, de los de la ley seca. Excombatiente, hijo de policía, un renegado que tiene problemas de identidad para ser considerado gánster. Sobre esto gira toda la película y quizás es un error compararla con otros filmes con misma temática de los últimos tiempos. Si es más comparable con esa narrativa más orientada a lo clásico. No busquen en Coughlin el típico antihéroe, tan de moda en la actualidad. Por el contrario, su pose está mejor ubicada en la categoría de “tipo bueno que hace cosas malas porque no sabe hacer otra cosa”. Y ahí está el primer problema que nos genera esta película porque no termina de ser ni un antihéroe, ni un héroe clásico. Toma la actitud de buen tipo, no termina de convencer su papel de matón, como muy bien se lo aclara su esposa Graciela (Zoe Saldana), y tampoco se ve, hasta el final, en la disyuntiva moral frente a su trabajo. En ese sentido, es una visión humana del matón, pero más romántica que verosímil. Con un gran trabajo de arte, vestuario y de ambientación, el film empieza con el protagonista viviendo durante los agitados años veinte en Boston. Es hijo de un importante oficial de policía que comete sus fechorías para la mafia irlandesa, liderada por Albert White (Robert Glenister), que se encontraba en guerra con la mafia italiana, comandada por Maso Pescatore (Remo Girone). Joe tiene un amorío prohibido con Emma Gould (Sienna Miller), amante de White. Al ser descubierto por Pescatore, se encuentra frente a la espada y la pared por primera vez, elegir sus principios o su conveniencia. No será la única vez que tendrá este dilema. Los hechos se desencadenan y el protagonista es encarcelado por el crimen previo de dos policías, mientras que a Gould se la cree muerta. Así pasa solo 3 años en la cárcel, por la colaboración de su padre y al salir de allí se asocia a Pescatore para trabajar en Tampa (Florida), y encontrar la venganza frente a White. Todo esto ocurre en los primeros 15 o 20 minutos de la película. El rol del némesis principal (White) es casi tan efímero que no se llega a percibir emocionalmente como un enemigo. Luego aparecen otros escollos en la Florida, de la mano del KKK, mientras hace su vida con la comunidad cubana de la cual Graciela, su esposa, es parte. Affleck es el personaje de peso en el film, el resto acompaña y genera demasiado poco. No es que los interpretes hayan hecho un mal papel, sino que sucede desde el lado de lo emocional. Ni siquiera su amor con Graciela es lo suficientemente intenso como para que el espectador se enamore de la pareja. Sin embargo, hay otro personaje que realmente genera algo definitivo en Joe y en la trama, y es Loretta Figgs (Elle Fanning). La culpa aparece como el verdadero movilizador del protagonista para dar con las acciones y lo que empieza por mostrarse como un film políticamente correcto, contra el racismo y la tradición obtusa, termina exhibiendo, simbólicamente, su ranciedad. ¿Era Figgs el verdadero amor de Joe Coughlin? ¿El enojo del padre de Figgs con Coughlin es, en realidad, por no haber tenido relaciones con su hija? No tiene nada que ver con lo que ocurre, es simplemente en el plano simbólico. Pero el film termina mostrando que la mano de Dios fue lo que movió el tablero en la Florida y en la vida de nuestro protagonista. Quizás peco de ser un inconformista con este tipo de relatos, por eso tiene un mensaje concreto y aleccionador, pero se hace un poco ambiguo en determinados puntos que actúan en un plano simbólico confuso y poco claro que choca con lo concreto que ofrece el film. Más allá de esa visión personal, Vivir de Noche no logra cautivar con sus intenciones. Es una película que carece de emotividad cuando la necesita como el agua para llegar a su público. Le falta desde el plano emocional, le falta drama para ser clásico. Ni aún con la gran escena de la confrontación final conforma. A pesar de eso, tiene una estructura interesante que permite estudiar varios subtextos, pero no son lo suficientemente atractivos como para volver a este film. Una lástima Ben, venías bien. No importa, levántate y anda.
Mudar la piel Los cambios son una constante en las etapas de la vida. Vivimos cambiando más de lo que creemos. Más allá que la palabra haya tomado un matiz político-partidario, es cierto que vivimos adaptándonos a diferentes situaciones, a veces a la fuerza y otras veces forzándolas. En Interludio, cada personaje muestra ese pasaje de una forma distinta en 3 etapas completamente diferentes. Sofía (Leticia Mazur) en la separación de su marido, Irina (Sofía del Tuffo) en el descubrimiento de su sexualidad y Pachi (Lucía Frittayón) en conocer un nuevo mundo. Las 3 mujeres encaran esta misión en el destino favorito para buscar el reencuentro con uno mismo, la costa en invierno. Más precisamente, La Lucila del Mar. Allí con su fotografía y la puesta de cámaras, el film le da una belleza especial a un ambiente tan sombrío y reflexivo. También la música ayuda a dotar de más personalidad a las 3 protagonistas y a potenciar el viaje que cada una va experimentando. Sobre todo en esos viajes mentales de Sofía o en la simpática actitud de Pachi, en una gran interpretación de Lucía Frittayón. Tan querible como insoportable, muy propio de la edad, un buen papel hecho por la menor de la familia. Interludio es un film tierno y optimista, más allá de las diferentes etapas y las resoluciones que se desarrollan. En definitiva, es un viaje a una intimidad no tan íntima, también a la distancia que el entorno familiar impone y las cosas que no se pueden decir. Porque si bien cada una de las chicas avanza independientemente de la otra, por decirlo de alguna forma, no caretea una unión familiar que se muestra distante, a pesar del amor y el cariño que se tienen. En eso el film entiende las distancias entre las partes. Quizás la parte más floja parezca la resolución, porque en definitiva termina con el drama ocasional y no resuelve un gran problema. Pero también es parte del mensaje del film. El viaje y la introspección no solucionan nada, solamente sirve para hallar parte de la respuesta. Y eso demanda tiempo. Se trata de una película que ayuda a curar las heridas y a disfrutar con las protagonistas. No hace falta buscar credibilidad en cuestiones menores, se trata de un viaje de puro goce y fantasía, sin ser fantástico. Ahonda en los sueños personales, sin ser onírica. Buscar verosimilitud en lo que sucede no tiene sentido porque, aún cuando la película se torna un drama por la momentánea desaparición de Pachi, intuimos todo el tiempo que el objetivo es la felicidad de las protagonistas. Y en días como estos, es más que necesario. La búsqueda de la felicidad en medio de los conflictos.
Heridas que el dinero no puede curar El frío de la nieve puede ser más cálido que algunas familias. Sobre todo para algunos miembros de ella en particular. En Nieve Negra vemos un poco de eso, una familia marcada por un hecho trágico que se muestra como una incógnita a partir de la primera escena del film. Sin embargo, el conflicto principal del film ocurre más adelante en el tiempo. Marcos (Leonardo Sbaraglia), luego de la muerte de su padre, llega junto a su esposa Laura (Laia Costa) hasta la cabaña de su familia para tratar, con su hermano Salvador (Ricardo Darín), la venta de los terrenos que comparten por herencia. Salvador es un hombre de pocas palabras. Vive aislado en el medio de la Patagonia y su silencio se evidencia. A lo largo del film, entendemos que el motivo es por distintos maltratos de parte de su padre y por ese hecho trágico sucedido en su juventud que lo alejó del resto de su familia. En la venta hay más interesados. Un amigo de la familia (Federico Luppi) le insiste a Marcos sobre la oferta de una minera multinacional por el territorio familiar. Motivos tiene. ¿La cifra? 9 millones de dólares. Ese cruce entre hermanos, en medio de ese paraje solitario e inaccesible, se hace incómodo, tenso y reaviva ese hecho dormido durante años. Por otro lado se encuentra la hermana de ambos, interpretada por Dolores Fonzi, que se encuentra internada en un psiquiátrico. No es parte de la discusión, pero sí es fundamental para entender mucho de lo que hay detrás. Más allá de algunas incongruencias menores (como por la opinión del padre sobre la oferta antes de su muerte, y porque no pasó por encima de Salvador si no tenían buena relación; o en la torpeza del personaje de Luppi en relación con el dinero), el film construye correctamente el drama familiar. Se encuentra muy bien llevado desde la música y la fotografía, generan una tensión que evoluciona con el paisaje de montaña patagónico y de aislamiento social. Darín nos muestra un personaje que remite en ciertos pasajes al taxidermista de “El Aura” (2005), además de compartir algunos guiños mínimos, como la cacería y el bosque como escenario principal. Se trata de un personaje desolado y golpeado, con un toque de ternura, muy propio de esos habitantes de montaña. Ya desde los nombres, el film se muestra convocante y está a la altura de lo que ofrece. También en el personaje de Laia Costa se muestra una importancia que crece a medida que avanza el film, sin embargo, lo hace tan de golpe que asusta. Lo mismo sucede con el argumento. Cuando parece que las acciones van hacia un lado, el volantazo asusta y amenaza con llevarse puesto el film. Sin embargo, el final inesperado lo soluciona, sobre todo con el guiño de ruptura de la cuarta pared en los últimos fotogramas de la película. ¿Nos hace cuestionar muchas cosas la evolución de los acontecimientos? Sí. Sin dudas. Quizás algunos puntos flojos recalan en la intuición para resolver todo de Laura, que se encuentra muy bien explicado al espectador, pero que para el universo del que forma parte genera varios interrogantes. Sobre todo en la actitud que decide tomar. Pero podemos decir que la película de Martín Hodara genera posiciones muy fuertes y encontradas quizás. Son las consecuencias de la tragedia familiar entendida desde un estilo clásico, en el marco de la intimidad del infierno de pueblo puertas para adentro. Nuevamente, quizás con varios cuestionamientos desde este otro lado de la pantalla, pero la película está bien segura de sí misma. Y eso es lo que importa.
Chicanas para crecer El mérito más destacable de Línea de 4 está puesto en sostener todo el film entre 4 paredes y con 4 personajes. Por cuestiones obvias, se trata de un film que no aprueba el famoso test de beschdel, pero es de esas películas que no deberían tener la necesidad de pasar por ese examen. ¿Por qué? La película tiene la base puesta en la historia de 4 amigos que se vuelven a encontrar después de un tiempo para ver la final del mundial 2014. Es eso y solamente eso. Quizás haya otro tema a discutir sobre el rol de la mujer en la vida de cada uno, pero lo central es la deuda de 4 amigos por algo que los atañe. Por eso, ¿Qué fue lo que los separó y qué fue lo que los hace unirse en un hito tan trascendental para toda la nación? Se unen por la tradición, la cábala y el cariño. Esas cosas que hacen que cualquier juntada se produzca más allá del presente. La distancia, por otro lado, no está marcada solamente por los hechos fundamentales que se narran durante la película, sino la evidente relación de muchos años desgastada. Los actores logran retratar y exhibir muy bien esa tensión. Desde el principio, la incomodidad y la química del pasado se notan. Eso sí, las diferencias surgen por algo. La ausencia del quinto del grupo es el fantasma que los persigue. Porque no se trata de la separación típica por la elección de una vida diferente, claramente la película va contando de a poco y entrega suspenso. Línea de 4 es una película sencilla al mostrar una charla de amigos que crece en tensión. Una tensión entre amigos muy familiar, muy argentina o, más bien, porteña. Los reproches, las directas, indirectas, la ironía y el sarcasmo al límite del maltrato hace que se pase del chiste y el boludeo a hablar en serio. El drama de la película sabe hacer crecer ese salto y quizás comete un error muy fundamental, el hecho que se está viendo el partido más importante de los últimos 24 años. No es un tema menor. El partido es protagonista hasta el gol errado de Higuaín, después queda en un segundísimo plano. Queda bien justificado y la revelación es fundamental para entender el ninguneo que sufre. Aún así es chocante la charla que se genera en ese contexto. En definitiva, más allá que el film es un drama fuerte, muestra y exhibe esa violencia gratuita que entre amigos se puede encontrar frecuentemente. En eso es exitosa, graciosa y hasta dolorosa. El tema pasa en la identificación con cada personaje. Cada uno de los cuatro se pone en una posición de superioridad sobre el resto que se hace molesta. Como si el debate a lo “Estudio Fútbol” se llevará al nivel de juzgar las posiciones y las elecciones del resto de la vida. Algo que claramente sucede en nuestra sociedad, sino no existirían programas como Intratables o El Show del Fútbol. Por eso no se le puede poner la etiqueta de culto a la amistad que podría haber reclamado. Porque no se trata de una historia feliz y es una mirada crítica a lo que evoca, pero también es una visión humana de las reacciones ante los hechos difíciles. Algo valorable es que la relación del espectador con los personajes cambia a medida que avanza el film. No hay santos. En definitiva, Línea de 4 es una linda pelea entre amigos, con mucha chicana. Graciosa por momentos, logra una identificación con los diálogos que alguna vez escuchamos en alguna previa.
Tiempos modernos El film está basado libremente en el best seller de 2009 de Herman Koch, “The dinner”. I nostri ragazzi (Nuestros muchachos) tiene su propio aura crítico para aportarnos un drama y un dilema existencial muy propio de nuestros días, pero también histórico en el ser humano. ¿Qué es hacer el bien?, ¿Qué significa la justicia?, no son las únicas preguntas que se plantean, hay varias más. Se trata de un caso complejo pero muy simple al mismo tiempo, y todo empieza con una especie de prologo, una escena sacada de la locura de la calle, una discusión que comienza a causa del tránsito y termina en asesinato. Un niño era parte de la escena y fue herido por la bala, quedando en serio riesgo de terminar paralitico. El médico pediatra a cargo de salvar a ese niño es Paolo (Luigi Lo Cascio) y el abogado defensor del policía que disparó irresponsablemente en la calle, es su hermano Massimo (Alessandro Gassman), que carga con los típicos prejuicios que caen sobre los hombres de ley que no tienen problemas en proteger a los inescrupulosos con dinero para zafar de la cárcel. La relación entre hermanos, por este motivo, es tensa, la falsa cordialidad y la tradición los junta en una cena semanal con sus esposas Sofía (Barbora Bobulova) y Clara (Giovanna Mezzogiorno), que tampoco tienen una buena relación. Ambas familias están bien acomodadas económica y socialmente, se podría decir que son de clase media alta, burgueses culturalmente refinados de buen gusto, con hijos adolescentes que van a buenos colegios, pero algo falló. Sus hijos Michele (Jacopo Olmo Mantinori) y Benedetta (Laurenti Sellers) se involucraron directamente en un asesinato a una indigente en la calle, y fueron descubiertos por un programa televisivo que buscaba información para resolver el crimen. El drama familiar y el desarrollo de los hechos se encuentran muy bien construidos. Es muy difícil no sentir los sucesos y la sensación de derrota de los protagonistas, los padres. Los hijos se encargan en todo momento de evitar las consecuencias y la culpa de lo sucedido, todo el peso cae sobre sus padres, que se pelean entre sí y buscan soluciones para intentar evitar o enviar a sus hijos a la cárcel. El dilema de justicia es el protagonista. Los nervios y la presión invaden también a los espectadores. Por otro lado, la falta de comunicación y la insensibilidad son parte principal en la trama del film. Nadie quiere hacerse cargo de sus errores, todos los personajes los niegan, y la comunicación entre padres e hijos es casi nula. Los problemas del celular, las redes y la (in)comunicación constante de nuestros tiempos tiene responsabilidad evidente, y la deshumanización del entorno genera los hechos que se desatan. La falsedad y la hipocresía es lo primordial, por eso se trata de una crítica al sistema de valores en general, que no teme dejar de lado sus principios para defender sus propios intereses. Esto enfrenta a los hermanos ante su propia realidad y discurso. Las actuaciones de Lo Cascio y Gassman dotaron de intensidad este relato, fueron los más convincentes del elenco. Respecto a cuestiones técnicas, se puede destacar la fotografía que ayuda a la puesta en escena.
La bandera zombie Terror 5 tiene todos los elementos que una película de género necesita. Sexo, violencia, zombies, personajes fuertes. Con un elenco sólido, el film plantea 5 historias que ocurren de forma simultánea, pero en algunos casos ni se tocan y, en otros, lo hacen de forma indirecta. Por un lado tenemos un político acusado de ser responsable de una tragedia urbana en la que fallecieron quince personas, ese es el eje central. Luego hay una serie de leyendas urbanas, con una pareja en un hotel alojamiento, un grupo de amigos en el medio de la previa de una fiesta de disfraces, una pareja en una escuela que juega con el límite de los deseos oscuros contra los profesores que odian y un par de hombres esperando actuar en la calle. Esos hombres y mujeres se enfrentan a sus miedos, deseos y placeres interiores. Los directores insisten en aclarar que no se trata de un film de terror. En cierta forma tienen razón, considerarlo así puede limitar la experiencia a juzgarlo por los golpes de efecto que busca lograr. Terror 5 no tiene el objetivo de afectar al espectador como lo suelen hacer esta clase de películas de terror. Además, en muchas situaciones es bastante directo, jugando con el gore y el fantasma del snuff, esos videos donde supuestamente matan a la gente de verdad por entretenimiento. Las cinco historias se van desarrollando y van generando expectativa. Logran el objetivo de atrapar al espectador a medida que ocurren los hechos. Sin embargo, hay dos problemas que hacen que Terror 5 no termine cumpliendo del todo sus promesas. En primer lugar, algunas historias satisfacen las expectativas y otras culminan abruptamente generando varios interrogantes sin respuesta. Ese desbalance deja un poco de garpe y con la sensación que se podría haber llegado a algo más. Por el otro lado, la película resulta un poco despareja al arrancar las distintas situaciones. Mientras algunas se resuelven rápido, las otras se alargan demasiado y demoran en explotar. A pesar de esto, se trata de un film que vale la pena disfrutar como espectador de cine de género. La producción, los escenarios y la cuestión técnica está bien resuelta, eso logra que esté a la altura de lo que el género le demanda.
El triunfo de la simpleza La típica historia del deportista de barrios bajos que triunfa en las más altas esferas es un clásico tan trillado como recurrente. Eso sí, suelen ser pocas las que logran un argumento sólido que superen el lugar común del sufrimiento y machacan constantemente con las dificultades del protagonista. La Reina del Katwe no escapa de esos lugares comunes. Es trillada en muchos aspectos, melosa por momentos y, obviamente, explota la emotividad a más no poder. Por eso, no es una película apta para cínicos, escépticos y los que buscan un mensaje complejo. Sin embargo, es muy clara y contundente. El film sabe a lo que apunta, lo que tiene para ofrecer y la potencialidad de la figura protagonista. Phiona Mutesi (Madina Nalwanga) es una ajedrecista que conoció al juego de casualidad gracias a la acción de su entrenador Robert Katende (David Oyelowo), un arquitecto y exfutbolista que recorrió una vida tan dura como la Phiona. Iletrada y vecina de uno de los suburbios más pobres, en el corazón de Kampala, Uganda. Un barrio dificilísimo, se podrán imaginar, más para una hija de madre soltera. Su talento en el ajedrez la hizo competir, en su adolescencia, en las olimpiadas de Rusia en 2010. Un caso real, dado a conocer por múltiples medios de comunicación a nivel mundial. No es para menos, aquel que vea la película entenderá porqué. Esa es la historia y como verán, los giros no son difíciles de suponer. Las dificultades económicas de la madre, la oposición de ella frente al maestro porque evita que Phiona se concentre en ayudar a la familia, los obstáculos que tendrá el equipo de ajedrez “Los Pioneros” para entrar a los distintos torneos por su condición social. Más allá de saber esto, La Reina del Katwe es verdaderamente de esos films para toda la familia. Los personajes son queribles, hay situaciones graciosas y guiños divertidos, Madina Nalwanga interpreta bien los diferentes momentos de Phiona. A pesar de su evidente inexperiencia en la actuación, logra hacer sentir empatía. Lupita Nyong'o (Nakku Harriet) y David Oyelowo guían bien el dramatismo las situaciones más fuertes, pero no brillan en su actuación. Uno de los puntos más fuertes del film es la búsqueda de realismo en los escenarios, el contexto de pobreza está bien resaltado y lo mismo sucede con los actores secundarios que acompañan. La música elegida y algunos guiños que parecen propios de la sociedad ugandesa suman credibilidad. En ese sentido, el trabajo hecho es remarcable, precisamente porque muchas veces se resalta en la historia pero pocas en lograr un ambiente verosímil al contexto del protagonista. El film se hace largo por momentos, volviendo sobre algunas dificultades y en situaciones que parecen repetidas. Incluso alguna, como la inundación, que no fue tomada con la suficiente potencia dramática. La protagonista tiene varios altos y bajos en su camino y las 2 horas y monedas quedan un poco de más. Sin embargo, se justifican en una historia que sorprende mucho y tiene bastante para decir. Mira Nair, directora del film, hizo un buen trabajo al llenar de sentimiento una vida tan sorprendente. También la fortaleza del guión la ayuda mucho para lograr su objetivo. Es emotiva, es aleccionadora, muestra que, a pesar de las injusticias mundiales, se puede llegar a lograr salir, incluso desde lo más abajo del fondo. Obviamente, deja mucho para discutir, porque se trata de un caso único, con suerte y el exitoso, debe haber millones de casos más que quedaron en el camino por otras circunstancias y tomar como referencia la vida de Phiona para explicar la pobreza, es en principio ingenuo. Pero La Reina del Katwe no está para eso, sí está para motivar y brindar un mensaje de esperanza para aquellos que quizás se ahoguen en sus propios demonios.
Resistir la propia vida Todo lo que generó a su alrededor es digno de la obra que es Aquarius. Se trata de un trabajo complejo pero simple a la vez. Funciona en lo micro y en lo macro al retratar la vida de Clara, al hacer conclusiones sobre la vida actual en Brasil, y en la relación de lo moderno, lo nuevo, lo vintage y lo viejo, además de una construcción interesante de la vejez y lo femenino. Para los que no estuvieron al tanto, el elenco del film, junto con su director, apareció durante el festival de Cannes con carteles que denunciaban que Brasil ya no era una democracia pidiendo la renuncia de Temer. Desde el estado brasileño no se quedaron de brazos cruzados, la venganza vino en gestos pequeños pero concretos. La película fue calificada injustificadamente para mayores de 18 años, y le negaron la posibilidad de ser la representante de Brasil en los premios Oscar. Eso logró que otros filmes se retiraran de la carrera en solidaridad con Aquarius. La película no hace denuncia directa de varias injusticias de este mundo, las presenta sutilmente y las disfraza en los puntos de vista de los protagonistas. ¿Por qué lo hace sutil? Vayamos a la historia. Sonia Braga personifica de forma brillante a Clara, una viuda y crítica musical retirada, que nació en una familia acomodada de Recife. Es la última residente de Aquarius, un viejo edificio ubicado en una zona privilegiada frente al mar que quiere ser reconstruido por una constructora inmobiliaria que avanzó sobre todos los dueños. Casi todos los dueños. Clara decidió que va a resistir en ese departamento y esto generó un conflicto extraño entre las partes. Ese es el eje que sigue el film que se divide en 3 capítulos, El pelo de Clara, El amor de Clara y El cáncer de Clara. Sin embargo, el foco central está puesto sobre la protagonista, su vida cotidiana, su relación cercana con su empleada doméstica y su familia de sangre. La soledad, la vejez, la música y los recuerdos buenos y de luchas personales, como un viejo cáncer de mama, son los temas que conmueven la vida actual de Clara. También los miedos de su entorno respecto a la seguridad de vivir en un edificio tan sola. Pero el principal escollo de la vida de Clara es la constructora que altera esa relación con sus parientes y con su vida cotidiana. Una molestia que va in crescendo y que cierra magistralmente. Un guión excelente para mostrar las diferencias de poder que se producen en torno al dinero y su especulación. Todo expuesto sobre una vida, sobre lo cotidiano. Una película que, a pesar de sus 140 minutos, no le sobra ni uno y no se hace larga en ningún momento. Aquarius no presenta a Clara como la indefensa que pelea frente a las corporaciones, ni la pone a ella como un estandarte de lo perfecto. Muestra las contradicciones de la situación y expone las otras posiciones. La inmobiliaria no es la única parte interesada en la construcción de ese edificio. Hay toda una comunidad que, indirectamente, está detrás de ello. La elección de Humberto Carrão como Diego, el arquitecto lleno de masters que hace sus primeras armas en el mundo laboral, es perfecta. Es la síntesis de los intereses que representa. Comprador y bello en lo superficial, perverso y dañino en la intimidad. Parece David contra Goliat pero no es así. Clara tiene herramientas para pelear y no tiene la necesidad que vencer a nadie. Su posición es válida legalmente. El problema central pasa por ese otro código detrás de la ley y las acciones que, como sociedad, convalidamos para que sucedan esta clase de conflictos. Algo que se puede extender a Latinoamérica, pero más bien se trata de la naturaleza humana. Lo mismo ocurre con la percepción de la vejez y lo moderno. En la necesidad de renovar todo porque sí, para avanzar con el progreso y con las posibilidades que tiene el dinero de lograr lo que desea. También hace reflexionar sobre el deseo sexual en esa etapa de la vida. Y no sólo eso, además conmueve. Por todo eso que despierta el film, más que un premio Oscar o alguna Palma de Oro, Aquarius mereció generar ese revuelo por afuera de las salas. Ese es el verdadero premio que le corresponde ganar. Aquarius es denuncia poética e indirecta.
La deidad no es una religión y el poder no tiene dueño eterno En un hotel de lujo, el G8 reúne a sus ministros de economía con el objetivo de adoptar una medida secreta que tendrá consecuencias muy graves para los países más pobres. Entre ellos también se encuentran el Director del Fondo Monetario Internacional, Daniel Roché, y tres invitados: una célebre escritora de libros infantiles, una estrella de rock y un monje italiano, Roberto Salus. Un monje muy particular, porque no es del “establishment” católico, sino que parece más budista (por su silenciosa filosofía) que un pontífice convencional. Salus se reúne por la noche con Roché, momentos antes de una drástica medida que el funcionario del FMI decide tomar. Ahí es donde la película se vuelve más interesante, porque empiezan a apurar al hombre religioso para que dé más detalles de su charla. El suspenso aflora y es ese clima, lo más interesante que otorga la película. Su lentitud y las tramas que se desarrolla son hechas con una parsimonia muy atractiva. Y sobre todo, porque a pesar de ser un hecho demasiado grave para una reunión de las altas esferas de gobierno internacional, todo está narrado con la conducción y la atmosfera de tranquilidad que el monje impone. Eso es algo inverosímil, definitivamente. En un principio, como espectador, lo percibí un poco chocante, porque por más inmunidad religiosa que tenga, ningún monje puede dominar la escena de esa manera, y no por no ser hábil, sino porque muchos de los hechos que se suceden no tienen ninguna correlación con lo que uno espera de la realidad. Pero en este caso, Roberto Ando eligió esa forma para mostrarnos su mirada del funcionamiento del mundo, sostenido en una fotografía opaca y apesadumbrada. the-confessions-24-600x400 Una mirada que no suena novedosa tampoco. Nadie cree que estos organismos realmente piensen en el bienestar general, entonces lo que se recita en los diálogos no suena a nada que no hayamos escuchado antes. Como se terminan desarrollando los hechos y las medidas importantes de gobierno mundial, pueden sonar interesantes en un principio, pero el film las deja en un segundo plano para demostrar que, a pesar de que el progreso, las medidas económicas y la austeridad financiera vayan por un lado, los tiempos de la vida pueden ir por otro. Sólo hace falta plantarse ante el poder mundial y eso es en definitiva a lo que apunta el film. Si nos guiamos por el drama del FMI, los poderes mundiales, la desigualdad y la corrupción bancaria, “Le confessioni” puede resultar poco interesante. Hasta puede ser ingenua en algunos aspectos. E incluso con una resolución insatisfactoria. Pero Roberto Ando logró mostrar que la seguridad de las convicciones va más allá de cualquier organismo internacional, y que a pesar de todo, los hombres siempre van a ser hombres, por más fortalezas y poderes terrenales que tengan.