La idea fija Tenemos un problema, Ernesto es una interesante comedia que utiliza la desgracia de su personaje principal como excusa para descargarse contra toda la información y la solución que se nos intenta brindar desde numerosos lugares de la sociedad, principalmente los medios de comunicación. Desde la ciencia y los médicos, a los gurúes, brujos y chamanes, finalizando en la gran aleccionadora social que pretende ser la televisión. Ernesto (Diego Recalde) es un pobre tipo que sufre con la desgracia de perder su órgano sexual sin tener ningún tipo de sospecha, motivo o razón aparente por la cual pudo haber sucedido la perdida. Al empezar su drama, también lo hace su búsqueda por recuperar su pene, encontrar una explicación y recurrir a todo tipo de ayuda. La televisión y las publicidades son su principal fuente de ayuda, no existe otro tipo de voz que lo guíe o lo ayude a dar con la respuesta, eso ya es un gran decir y una postura frente a la sobreexposición de información que recibimos día a día. Ernesto, además, trabaja en el medio como guionista y en definitiva, la película se termina convirtiendo en una metáfora de la invisibilización de su trabajo. La televisión es un mundo cruel, todas las expectativas que ponen los sujetos en lo que dice la pantalla no se justifica con el beneficio que brinda, de eso debe conocer Recalde, por eso, la crítica a ese ambiente es acertada. unnamed “Tenemos un problema, Ernesto” funciona por momentos, hace reir, sobre todo en pequeños gags cómplices que sacan una sonrisa al espectador, especialmente en la fauna de chantas porteños que bien sabe golpear. Sin embargo, no termina de cautivar cuando debe hacerlo, la risa se queda en pequeña risa y hay momentos o escenas que si bien podrían haber sido geniales, no logra cerrar las grandes historias convincentemente. Aunque sea una comedia, y no necesite ser totalmente coherente, si requiere un tratamiento que puede ser difícil cerrar si se estira demasiado o se corta demasiado pronto. En este caso, me parece que el final se hace abrupto y el tratamiento general de la historia se estira demasiado. A pesar de eso, se trata de una comedia hecha con buen nivel técnico, con muchas participaciones especiales como la de Daniel Valenzuela, Ernesto Claudio entre otros, que suman para bien, en cambio otras se hacen tan efímeras, como la de Cabito, por ejemplo, que dejan con una cierta sensación de vacío. Como comedia se trata de un tema que todos entendemos, pero que en su humor no llega a cualquiera por lo absurdo y las vueltas bizarras que tiene, por eso es posible que haya opiniones muy encontradas respecto a esta película.
El problema no es solamente Hollywood Una película que es una parodia de Hollywood es un buen gancho. Y si está dirigida por Cronenberg es garantía de que da para el análisis integro. Polvo de Estrellas (Maps to the stars) es un film que puede gustar o no, pero no hay duda que impacta, sus protagonistas son seres trastornados por su entorno, por sus ambiciones, por el deseo de permanecer en el estrellato. El relato tiene recursos para enganchar, pero no enamora, son personajes para apreciar con lejanía, no llegan a ser antihéroes porque se mira con mucha distancia las actitudes que están planteadas y nos expulsan íntegramente de su pensamiento. Havanna Segrand (Julianne Moore) es una actriz que quiere volver a figurar en la gran escena, está desesperada por conseguir el papel en la remake de la película que consagró a su difunta madre, si lo logra, Havanna considera que será suficiente para devolverla a las primeras planas. Por consejo de una amiga, decide contratar a Agatha como asistente, pero a medida que avanza el film, conocemos su complicado pasado. Agatha (Mia Wasikowska) sobrevivió a un incendio y está intentando recuperarse, se hace amigovia de Jerome Fontana (Robert Pattinson) un chofer de limusinas con intenciones de actuar y escribir guiones. Como historia paralela, Polvo de Estrellas introduce a una familia exitosa pero problemática, cuyo hijo, Benjie Weiss (Evan Bird), es una estrella adolescente que se encuentra superando las típicas adicciones de los exitosos jóvenes de Hollywood, y el Dr. Stafford Weiss (John Cusack) un gurú de la autoayuda con una gran pinta de chanta. Ambas historias se conectan de forma escabrosa, y la resolución está a la altura de lo que propone. Mientras vemos la frivolidad, la hipocresía, la salvaje competitividad y una exagerada visión de los actores y el ambiente de Hollywood, tanto que suena más a burla que a crítica, Julianne Moore se destaca en imprimir el dramatismo y la locura de un personaje ambicioso por conseguir que su nombre siga en lo más alto, también la acompaña una Mia Wasikowska que entiende perfectamente bien la actitud de su personaje, y un elenco cuya actuación general consolida las intenciones de Cronenberg. Polvo de estrellas Evan BIrd Más allá que la sátira sea directamente a Hollywood y al showbusiness, el trasfondo de la crítica excede este ámbito, porque el accionar de sus protagonistas no es de pertenencia exclusiva del mundo de la fama, sobre todo en el caso principal, que para no dar mayores detalles, ocurre por fuera del mismo, y no lo sugiere, pero estimo que sirvió para lanzar al estrellato a varios protagonistas. El guiño gracioso y satírico está bien llevado y descomprime, pero la esquizofrenia de sus personajes reflejada en sus visiones también devela el problema de los egos no se soluciona con el éxito. La imagen es todo, por afuera, pero en la soledad se juega otro partido, y lo puede jugar cualquiera, una estrella consagrada o una niña. El desafío que propone Cronenberg a la sociedad, no es a Hollywood directamente, sino a la imagen, el éxito y lo que se consagra como modelo a seguir. Hollywood es un eslabón más, la excusa que utiliza. Cuando algo no está dentro de ese encuadre se lo excluye, se lo oculta y se lo aísla. Polvo de Estrellas es un trabajo interesante para pensar y analizar, el film incorpora muchos recursos: desde el gore, la ironía y el humor negro, hasta el sexo, las obsesiones y referencias cómplices con la sabiduría del espectador. Por fuera de eso, lo que genera es absoluto rechazo y eso permite ser observador externo y no involucrarse con el sentimiento que lleva impreso el film en sus personajes.
La fría espina Si pensabas que de todas las historias de postguerra mundial y Guerra fría que se han tratado en numerosas películas, ya viste todas las posibilidades, pensalo nuevamente. Dos Vidas aborda una problemática desconocida y muy particular entre este tipo de historias, logrando enganchar al espectador en el suspenso y la tensión de Katrine Evensen Myrdal (Juliane Köhler), una noruega, nacida producto de la relación entre un soldado alemán y Ase Evensen (Liv Ullmann) durante la segunda guerra mundial. Al haber nacido con Hitler en el poder, Katrine era considerada como parte de la raza aria, por eso fue extraída de su madre y criada en un orfanato alemán. El fenómeno tiene su raíz en la Lebensborn organización fundada por Heinrich Himmler, líder de las SS, y en Noruega tuvo especial auge la promoción del engendramiento de hijos, “los hijos de la vergüenza”, entre soldados alemanes y mujeres noruegas, apellidadas como las alemanas tristes, para aprovechar su herencia genética aria. Fueron aproximadamente unos 12.000 niños de la Lebensborn, sobre todo de miembros de las SS, que sufrieron la discriminación y exclusión de la sociedad. Una vez caído el muro de Berlín, un joven abogado Sven Solbach (Ken Dunken) decide empezar a investigar el caso de Katrine para juzgar la complicidad del estado noruego y poder cerrar una historia dolorosa, sin embargo, extrañamente se encuentra con una negativa sospechosa de parte de la víctima que no sólo no quiere colaborar, sino por el contrario, se dirige a Alemania a borrar rastros de ciertos detalles. El desarrollo de las acciones va brindando pistas con pequeños flashbacks (bien diferenciados por la fotografía de esas filmaciones) para entender ciertos detalles del pasado de la protagonista y de su historia. El relato y lo particular de este caso logra el interés del espectador que se mantenga vivo en todo momento, por los cambios constantes entre los damnificados y la tensión que viven los protagonistas, así se convierte en un thriller entretenido por el drama familiar, con una narrativa más hollywoodense que europea. La historia es definitivamente fuerte y sólida, sin embargo, la sensación que da el film es que podría haber llegado a mucho más, aunque sea lo suficientemente fuerte y oscuro, con actuaciones bien logradas. Los hechos están basados en escritos de Hannelore Hippe, se trata de una realidad que todavía no fue develada del todo en Noruega. Al ver la película y el desarrollo de los hechos se entiende muy bien la razón del ocultamiento, las familias pueden ignorar tranquilamente este hecho y es muy difícil que los involucrados den a conocer su verdad por miedo a destruir su presente como ocurre con Katrine. Si bien es una película recomendable y una denuncia fuerte, Dos Vidas no logra destacarse más allá de llegar a la categoría de un buen film para ver un sábado a la tarde en cable. Por Germán Morales
Un mundo (in)feliz Es imposible hablar del Teorema Cero sin hacer referencia a Brazil, la gran película de Terry Gilliam (Brazil, Monty Python, 12 monos, Pánico y Locura en las Vegas), no porque sea la distopía por excelencia, sino por el paralelismo con el mundo dominante contemporáneo en el cual ambas películas fueron producidas. En palabras simples, Brazil es a la burocracia lo que Teorema Cero es al sistema consumista y ultramediatizado actual, aunque ambas parezcan preocuparse por el futuro, en realidad le hablan al presente, critican a la sociedad del momento. Qohen Leth (Christoph Waltz) es un sociopata que puso el sentido de su vida en una llamada, toda su existencia se reduce a ello, el resto es pura infelicidad, a pesar de ser uno de los empleados más eficientes de una corporación poderosa que programa teoremas como si fueran videojuegos. Qohen ignora todo lo que le rodea, y el mundo, principalmente su supervisor, también ignora sus pedidos y demandas, su deseo de trabajar en casa para estar atento a esa famosa llamada. Ten cuidado con lo que deseas que se puede cumplir, luego de un encuentro inesperado, la Dirección, representada por Matt Damon, le da el visto bueno a su deseo dejar de asistir a la oficina para resolver un teorema imposible y difícil de sobrellevar, por eso empezarán a vigilar las acciones de Qohen en su hogar. Allí aparecen distintos personajes como Bob (Lucas Hedges), el inteligente hijo del director, o Bainsley (Mélanie Thierry), una especie de prostituta que seduce y íntima con Qohen para relajar toda la tensión que le demanda este arduo trabajo. Los personajes, los planos, el desarrollo de las acciones y la estética que arma Terry Gilliam son tan característicos de su filmografía que aquellos que odian y aman al director norteamericano se podrán sentir satisfechos por reconfirmar sus pensamientos. Está claro que si tenés una idea hecha del universo Gilliam, aquí no vas a encontrar un cambio, por eso Teorema Cero es tan criticable como podría ser elogiada. A pesar de que cuesta sacarle el rotulo de hermana menor de Brasil, los personajes están bien construidos. Para aquellos que conocimos a Christoph Waltz con Tarantino, nos encontramos con una caracterización completamente opuesta a aquellos personajes. Hay ciertos diálogos que son muy interesantes que atrapan a cualquier persona preocupada por la humanidad y el rumbo que adquirió en los últimos tiempos. Se trata de una película para ver varias veces para poder analizarla correctamente. Bah, sucede eso con la mayoría de las películas de Terry Gilliam. Como también sucede con los finales que construye, que nunca terminan de cerrar del todo. Aunque claramente de lo último que produjo este director, es lo mejor que pudimos ver. CUIDADO MINI – SPOILER En la crítica a la sociedad, lo interesante es la vuelta argumentativa que tiene el film sobre el final acerca como “el sistema” utiliza a sus empleados para potenciar su rendimiento. Una digitación a lo Truman Show pero corporativa, aunque claramente con una naturaleza totalmente distinta, ya que Truman decide escapar de ese mundo por descubrir su perversidad, en cambio aquí Qohen no sospecha en ningún momento lo que está sucediendo. Dentro de “Teorema Cero” todos los elementos de ayuda están para potenciar el rendimiento, nada ni nadie se preocupa por la persona. La liberación se puede ver en la soledad, en el paraíso interno. En definitiva todo lo que moviliza a las personas está en lo que cada uno se construye a sí mismo. La película hace pensar por la forma en la cual se construyen las relaciones en el mundo moderno y en la deshumanizada relación de trabajo, aunque ésta última vinculada con la virtualidad de nuestra producción, y como toda distopía no es una reflexión feliz. Por Germán Morales
Impresión con blancos y negros La primera Sin City nos sorprendió a todos. Fue un golpe demasiado fuerte que puso la vara muy alta para juzgar cualquier secuela, de esas que necesita superar o entregar algo tan o más innovador, que en caso que finalmente no lo logre, dejará un sabor amargo. Lo que sucede con esta segunda parte es precisamente eso, Sin City 2 es menor que la primera parte en muchos aspectos, si bien mantiene el estilo, la narrativa y muchas de sus características. Quizás es el cierre de algunas historias lo que termina brindando esa sensación, algunas comienzan muy bien y van deshilachando el interés a medida que transcurren. Sobre todo la del senador Roark, la malicia de un gran personaje bien interpretado por Powers Boothe, con Nancy Callahan (Jessica Alba) como principal antagonista. Si es el tipo más poderoso de la ciudad no puede tener un cierre con un suspenso tan mal trabajado. Lo mismo sucedió en cierto sentido con la historia de Johnny (Joseph Gordon Levitt), aunque de forma distinta. Ahí en algún momento pareció interesante, pero no llegó a explotar como prometía. La única excepción fue la historia principal “Una dama para matar”, con una buena interpretación de Josh Brolin como Dwight McCarthy, y la femme fatale de Eva Green como Ava cuyo encanto y caracterización hacen explotar su sensualidad más allá del fácil recurso del desnudo. Hay buenas actuaciones en Sin City 2, no se puede negar, más allá de ciertas excepciones como la de Jessica Alba que no logró convencer con el sufrimiento de su personaje. Pero queda la impresión que fueron mal aprovechados en historias sin contundencia. La estética se mantiene, es impecable, en ese sentido el 3d ayudó para brindar algo diferente de la primera, utilizando las profundidades y el ambiente a su favor. Aunque no hay muchas cosas que sobresalgan de la pantalla, el 3D se utilizó con otro criterio al que se suele ver. Marv (Mickey Rourke) no se destaca como la anterior, si bien hace el mismo papel. La primera historia de la cual forma parte casi como prólogo, sirve casi como excusa para darle un lugar un poco más importante. A pesar de todo esto, la trama no es aburrida, por momentos atrapa al espectador y lo mantiene en vilo a la espera de algo mayor, sin embargo, se trata de un anzuelo sin carnada. Por Germán Morales
Los problemas detrás de la falsa cordialidad Todos tuvimos un amigo o conocido que trabaja o trabajó dentro de un call center. Hasta pudimos haber sido parte. Es uno de esos trabajos necesarios para ingresar a la vida laboral, una primer experiencia, que en muchos casos no es bien remunerado y se hace por la necesidad de obtener dinero. Nadie trabaja en un call center porque es su sueño, las condiciones de trabajo allí no suelen ser las mejores, más allá de las promesas que exponen los empleadores y que se ve muy bien en el documental Cortenla. El documental dirigido por Alejandro Cohen, estrenado el pasado 11 de septiembre en el cine Gaumont, se trata de una deuda y una buena iniciativa de parte de la agrupación de cine militante Ojo Obrero, porque los trabajadores que tuvieron malas experiencias (y los que no también) lo merecen. El director también formó parte de ese universo de explotación, como bien declaró a Telam: “El germen de esta película fue una noche de insomnio y catarsis con Fabián Cristóbal, coguionista. Ambos habíamos trabajado en distintos call centers y nos pusimos a compartir recuerdos cargados del sinsentido y la ridiculez a los que nos tiene habituado este sistema”, señaló Cohen. La película rota entre testimonios de trabajadores, de gerentes “garcas” de call centers, es una pequeña ficción parodiando las condiciones de trabajo y diferentes manifestaciones de parte de grupos de empleados, donde se encargan de explicar las promesas de un futuro mejor (que evidentemente no se cumplen), la insalubridad, las situaciones extrañas que suceden al trabajar para países extranjeros y las presiones por cumplir con el objetivo que llevan a problemas de stress y una salida rápida, muchas veces de forma muy cruel. Es notable el trabajo de la producción por introducirse en convenciones nacionales donde los gerentes, sin que se le caiga la cara de vergüenza, consideran a los trabajadores como la carne de cañón indispensable para explotarlos al máximo, entendiendo muy bien las posturas existentes respecto a ese tipo trabajo, los problemas de salud a los que se exponen y el trabajo golondrina que ofrecen, generando al espectador un rechazo inmediato. También la ficción incorporada funciona muy bien como bálsamo y toque de humor, para provocar una sensación tragicómica de los testimonios que se ven. Sin embargo, en la primera parte del documental, lo expuesto está abordado a nivel global sin hacer hincapié en un tema en particular, con idas y vueltas entre las condiciones laborales, los problemas de salud, de stress y las situaciones dantescas, con los distintos ambientes en los cuales se eligió para filmar el trabajo que circulan constantemente. En la segunda parte, ya hablando de temas sindicales y de organización laboral entre los empleados, ahí el relato se ordena dejando una postura y crítica bien clara, no sólo se lucha contra los empleadores, sino también contra la burocracia sindical y los estados, tanto los provinciales como el nacional, que desde sus ministerios no regulan y son cómplices de todo esto. Aunque quizás en este último caso, falte una explicación más jurídica y legislativa para entender la ausencia de regulación, lo mismo desde el lado de cifras que avalen más los problemas de los trabajadores. Cortenla es un buen documental para conocer la explotación laboral de la era informática y globalizada, expuesto de una forma entretenida y de fácil llegada, no busca el golpe bajo, se trata de una charla entre pares que todos entendemos muy bien. Y eso es destacable. El documental fue producido por Ojo Obrero. Por Germán Morales
Una fresca pero eterna persecusión La frescura que tiene “7 cajas” es innegable. Muchos de los elementos que encontramos en esta gran película no nos resultan extraños, los hemos visto en otros films y con muchisimo más presupuesto. Pero la opera prima de Juan Carlos Maneglia y Tana Schembori retrata un mundo característico y popular de una forma tan particular que se borran las referencias y homenajes, para ser parte de su propio estilo. Ambientada en el 2005, la película “7 Cajas” trata la historia de Victor (Celso Franco), cuyo trabajo como carretillero se ve interrumpido por su deseo y anhelo de aparecer en los televisores, por eso quiere comprar un teléfono celular último modelo con cámara de filmación para poder materializar su sueño. El problema es que no tiene el dinero suficiente para poder llegar a obtenerlo, por lo poco que gana y la urgencia de la oferta. Un “golpe de suerte” le hace llegar un trabajo, gracias a Gus (Roberto Cardozo), en el cual le prometen 100 dolares de paga por entregar 7 cajas a un lugar. Sin demasiadas precisiones o indicaciones, Gus le da un celular a Victor con el cual comunicarse y poder coordinar juntos. El trabajo originalmente era para Nelson (Víctor Sosa) que llegó tarde por ir a comprar medicamentos para su hijo, y no resigna facilmente a perder esa oportunidad. El poster y la filosofía de la película dice “El vivo vive del sonso”, y en eso va la película, quien se aviva al final sale ganando, hay pequeños engaños en todo momento y los protagonistas deben estar atentos siempre. Se trata de un mundo marginal y de astucia donde la rapidez paga en efectivo, injusto o no, es así. Por eso, una de las virtudes máximas de “7 cajas” es tomar al mercado municipal 4 de Asunción y retratar sus singularidades naturalmente, en sus personajes, en sus problemas y en su lenguaje. Nada parece forzado, ni exagerado, todo fluye sin pretensiones de denunciar, escandalizar o provocar una reflexión inducida al espectador. La fotografía, la puesta en escena y la dinamica visual ayudan constantemente, sobre todo en las persecusiones y los momentos de suspenso que logran atrapar al espectador sin dejarlo escapar ni un segundo. Ni hablar los pequeños momentos de humor negro y de íronia que rodean el film, por la torpeza de sus personajes y la conexión bien lograda de los hechos que hacen un gran trabajo de producción, guión y dirección. También es muy destacable esa química que logra Victor con su compañera Liz (Lali González), y un final donde toda la tensión que logra el film se condensa para explotar de forma genial. El deseo de Victor es aparecer en la pantalla, destacarse allí. No sólo de él, sino el de gran parte de la población, el prestigio de ser famoso, conocido por su aparición masiva. La vida material y mediatica. No importa nada más. Jugar con su imagen hacia el resto, los 15 minutos de fama. Como dijimos, 7 Cajas habla de ese deseo, pero no lo sobreexplota. Hay necesidades, carencias, vidas desgraciadas, vivos, delincuentes, personajes extorsivos, violentos y agresivos que rodean la película, pero no se centran en ellos. Se cuenta ese universo de forma notable, pocas producciones lograron hacerlo tan perfectamente. Por eso el revuelo por 7 Cajas es más que justificado. Es una lástima que haya tardado tanto en llegar a nuestros cines. Por Germán Morales
La valuación del amor El último trabajo del director italiano Giuseppe Tornatore brinda una historia muy atrayente con un personaje que nos va atrapando de menor a mayor, en una curva muy rara de describir. Virgil Oldman (Geoffrey Rush) es un valuador de arte muy talentoso para detectar falsificaciones, se ganó la fama de sus colegas y es consultado para distintas subastas de obras de todas las épocas. Sin embargo, en un mundo que requiere honestidad y corrección por una cuestión lógica, al principio de la película descubrimos que las prácticas de este personaje no son tan éticas como su trabajo lo requiere, al realizar arreglos con su amigo Billy (Donald Sutherland) para adquirir obras originales y muy caras, justamente, mintiendo sobre su origen valuandolas a un precio menor. Hay que destacar que el amor que Virgil tiene por el arte y su colección es tan grande que contiene toda la libido de una vida entera, ya que se trata de una persona incapaz de tener un contacto con una mujer. De repente, se encuentra con la llamada de una joven, Claire Ibbetson (Sylvia Hoeks), desesperada por vender el mobiliario de la casa antigua de sus padres, junto con las obras de arte de valor que contiene. La (no) aparición de Claire es fantasmal, y este factor, que en principio irrita a Virgil, sirve para que éste caiga en la ansiedad y se pregunte por la chica y el motivo que rodea su ocultamiento, lo cual la acerca más a ella y su universo. Ahí descubre que la chica tiene un trastorno llamado agorafobia, el cual evita que salga de su casa y tenga contacto con otros seres humanos. Mientras tanto, la visión de negocios (turbios) de Oldman no se detiene y cada vez que entra a la casa de los Ibbetson, roba las piezas de un autómata androide del siglo XVII que su amigo Robert (Jim Sturgess) arma con lo que Virgil va sacando, pero al mismo tiempo le pide consejos amorosos por su nueva obsesión. De esta manera, Virgil se va metiendo en un juego donde lucha con su frialdad, ablandando su ser para convencer a Claire de salir. Se trata de dos personajes que de alguna forma se identifican entre sí para confiar sus miedos y dejar de lado las tensiones, este coqueteo atrae al espectador de forma muy efectiva hasta el momento en el cual finalmente Claire decide salir de su habitación para encontrarse definitivamente con Oldman. la mejor oferta 2 Tanta tensión y jugueteo para llegar a ese encuentro y a partir de ahí la película empieza a caer lentamente. Esa expectativa entra en una meseta pronunciada que solamente levanta un final bien armado y narrado de forma que el espectador vaya armando cómo puede el rompecabezas. Si bien no era previsible, a lo largo del film va dejando pistas que nos hacen pensar que eso iba a suceder. La actuación de Geoffrey Rush es muy efectista, hace empatizar al espectador con un personaje de alguna forma despreciable si lo conociéramos en persona. El relato está muy bien armado para que caigamos en su mundo y podamos verlo con sus ojos. En definitiva, la película trata un tema donde el amor y el arte se encuentran en un punto que parecía no unirse, y la película va dejando rastros de su mensaje y completa resolución. Como dijimos, el relato tiene un ritmo pausado, a fuego lento, que a muchos les puede parecer aburrido, a otros por el contrario, los atraerá más. La experiencia de Tornatore y la música de Ennio Morricone ayudan de sobre manera para envolvernos en ese mundo. Personalmente, la película me gustó aunque se hace un poco larga hasta llegar a su resolución. De todas maneras, como dije anteriormente, va en propósito de crear un clima y de ponernos en el lugar de Oldman de calificar la vida de la misma forma que lo suele hacer con el arte.
¿Quién soy yo? Enemy es una de esas películas que genera tanto amor como odio. Los amantes de las películas llenas de teorías e interpretaciones diversas se podrían hacer un festín por días, pero no vinimos a especular con ello, en principio. Aunque podríamos dar nuestra teoría, porque no. Basada en el libro de José Saramago “El hombre duplicado”, empieza con una frase que sirve más como despiste que como orientación para el espectador: “El caos es un orden por descifrar”. Sí, muy linda e interesante, pero al ver el desarrollo de los sucesos, entenderemos que su idea ayuda sobre el final para alimentar la especulación más que para brindar un esclarecimiento. No sigas la película en torno a esa idea, retómala para interpretar lo sucedido. En los primeros minutos del film nos encontramos con Adam (Jake Gyllenhall), se trata de un profesor universitario de historia cuya vida monótona y rutinaria interpretamos con el buen trabajo del director Denis Villenueve. El director en todo momento maneja los hilos de la película con una precisión genial entre el suspenso, la fotografía y la edición de los hechos. El protagonista tiene una novia muy bonita (Mélanie Laurent), pero su relación con ella es más dedicada al placer que a la compañía conyugal, y por fuera de esta unión y su trabajo en la facultad, Adam tiene pocas ocupaciones o pasiones. Así un día se encuentra con un sujeto en una biblioteca que le sugiere una película para ver, aquí se empieza a armar el conflicto en la vida de Adam Bell. De causalidad, en un plano sobre el fondo de una escena, ve un extra muy parecido a él mismo. Esto lo obsesiona con buscar e investigar acerca de la vida de este actor, Anthony St. Claire (interpretado también por Gyllenhall), inclusive tomando su identidad para lograr ciertos datos y llegar a su objetivo. En la primera llamada, Adam es atendido por la novia de Anthony (Sarah Gordon) que confunde al profesor de historia con el actor. El suspenso hasta aquí nos atrapa en todo momento, está muy bien planteado, junto con la interpretación de Jake Gyllenhall, perfecta para que el espectador sepa diferenciar muy bien un personaje de otro. Luego del encuentro entre los “gemelos”, el film cambia para dedicarse un poco más al terror. Los fantasmas de Lynch o Cronenberg son algunos de los que giran alrededor de este trabajo que a pesar de su magnífica dirección, interpretación actoral y simbolismo enigmático verdaderamente atrayente, deja muchas pequeñas pistas que golpean contra el argumento global y los personajes que quedan en un segundo plano. La historia en sí es solamente una excusa para pensar el enigma. El sonido y el suspenso, la fotografía, todo ayuda para retratar un mundo sombrío y oscuro que podría estar en cada ciudad. El final deja boquiabierto, puede gustar o no, pero jamás puede ser ignorado un cierre tan contundente. El enigma y las pistas que deja el film son muy sutiles, tan sutiles, que lo convierten en uno de esos trabajos que sirven para volver a ver y estudiar detenidamente. La cuestión de la identidad personal es el punto más fuerte que toca, donde dos seres humanos físicamente similares se encuentran y donde están los límites de esa identidad. También con un poco de la dimensión desconocida, ambos personajes tienen vidas encontradas, con tantas cosas en común como diferencias sustanciales. Los opuestos se atraen, pero hay algo de ese contrario que le pertenece a otro, como el yin y el yang; en la vida de ambos, hay algo que no cierra, una característica o cualidad que se adapta con el espejo y ahí es donde la atracción fue inevitable. “La historia se repite, la primera vez como tragedia, la segunda como farsa”, repite Bell, pero ¿qué sucede cuando no se trata de la historia, sino de dos sujetos iguales, pero distintos? ¿En qué se parecen? ¿El caos los ordena a los dos, o ellos ordenan el caos? En fin, podríamos pensar más, pero no nos da el tiempo para seguir buscando a nuestro Anthony (?). Por Germán Morales
La simpleza y complejidad de un estilo personal El cine de Wes Anderson me resulta casi hipnótico. La estética y los planos que ejecuta en sus distintos trabajos son apreciables desde todo punto de vista, y se suman a sus adorables freaks que suelen protagonizar o estar en un segundo plano de sus películas. En el Gran Hotel Budapest no solo se destaca eso, sino que suma una historia universal con reminiscencias a otra época un poco más turbulenta del mundo, donde la expansión globalizadora estaba en un auge que derivó en guerras absurdas y luchas egoístas. Anderson toma un universo muy rico, abordado de forma excelente, pero que me queda en un seguidísimo plano al incorporarme como espectador en su propia percepción. Eso a mi criterio es lo mejor de la película, retrata la irracionalidad de una época y de los codiciosos hijos de millonarios a su estilo. A través de detalles como el vestuario, de actitudes exageradas, del mismo argumento, no genera el odio ni siquiera “querible” que últimamente se vio en ciertos malvados del cine actual, lease el “Guason” de Heath Ledger, o porque no, el Jim Moriarty de Andrew Scott de la serie Sherlock de la BBC. Vuelve un poco a las bases donde el malo es malo y punto. El asesino persecutor interpretado por Willem Dafoe, todo vestido de negro, con cara de malo, despiadado, lo mismo con los hijos de Madame D. No se los dramatiza, no se los intenta humanizar, ni comprender, están y son la contracara de Gustave y Zero. Punto. Pero ojo, su riqueza está en el universo del cual forman parte y no este factor en sí mismo. Por eso, la maldad está en un criterio diferente pero donde innova absolutamente en nada. Convierte lo simple en bello. De la misma forma me pasa con una historia, que si fuera tratada por otro director u otro tipo de cine, sería narrada con una tensión y un desarrollo muchísimo más dramático. Anderson decide desesperarnos de otra forma, como en el momento de la fuga carcelaria cuando Gustave (Ralph Fiennes) le reprocha a Zero Moustafa (Tony Revolori) no haberle llevado el perfume a la salida. La tensión forma parte del relato, pero en un segundo plano, y se permite en medio de esas escenas meter una pequeña pizca para descomprimir la situación, muy bien colocada, porque en otro tipo de clima quizás no quedaría bien. La historia es muy rica, pero no es nueva. Tiene elementos de thriller, de policial, de acción, persecución, pero nuevamente, quedan incorporados a su universo y son llevados con una originalidad personal. Lo mismo ocurre con la comedia o la estética, pero esto suele ser más habitual en las películas de Anderson. Lo diferente es la forma de abordar un relato que entrecruza géneros en una percepción distinta. En definitiva es una película para disfrutar, que se puede pensar más allá de lo que ofrece, pero principalmente se trata de lo primero.