UNA HISTORIA TRAMPOSA COMO UNA (LOGRADA) MAMUSKA RUSA Años 40, Segunda Guerra Mundial. Max Vatan (Brad Pitt) es un agente de inteligencia de los Aliados que debe realizar una misión casi suicida en el norte de África junto a la espía francesa Marianne Beausejour (Marion Cotillard). En la peligrosa Marruecos, nace el amor entre ellos y pronto terminan casados y viviendo una vida feliz en Londres. Pero el cuento de hadas se rompe en pedazos cuando la inteligencia inglesa descubre que Marianne puede ser en realidad una doble agente trabajando para los nazis. Robert Zemeckis (Volver al futuro, Forrest Gump, Náufrago) es el responsable de esta enorme película de época, que se nutre de los clásicos del género para homenajear a cintas míticas como Casablanca y el cine de Hitchcock. Los encuadres panorámicos, la utilización de estudios artificiales como locaciones y los tiempos en los que se desarrolla la trama remiten al cine de los cuarenta, sin que esto haga lucir a la película anacrónica. Por el contrario, es entretenida y tiene intriga, y también una pareja protagónica con mucha química. Pitt elegante y entregado a la causa encaja a la perfección con la bella y sofisticada Cotillard. La dirección de arte, los efectos en las escenas visuales (sobre todo una secuencia en pleno bombardeo) y la puesta general lucen perfectas, como ocurre en cada filme de Zemeckis. Se podrá decir que el guión y el desenlace resultan previsibles, pero lo cierto es que las dos horas de metraje se hacen llevaderas y el resultado final es más que satisfactorio. ALIADOS Allied. Estados Unidos/Reino Unido, 2016. Dirección: Robert Zemeckis. Intérpretes: Brad Pitt, Marion Cotillard, Jared Harris, Simon McBurney, Lizzy Caplan, Daniel Betts, Marion Bailey y Matthew Goode. Guión: Steven Knight. Fotografía: Don Burgess. Música: Alan Silvestri. Edición: Mick Audsley y Jeremiah O’Driscoll. Diseño de producción: Gary Freeman. Duración: 124 minutos.
AQUARIUS DE COLORES Aquarius es un edificio de los años cuarenta, sobre la rambla de la Ciudad de Recife, que de alguna manera se las arregló para sobrevivir a la furia inmobiliaria que asola la capital de Pernambuco. En él vive Clara, crítica musical retirada que como el edificio, está llegando a la vejez con toda dignidad, bella y rebelde. Viuda ya hace mucho tiempo, ha hecho de la soledad una elegante manera de vivir, construyendo un mundo metódico y sereno, rodeada de discos y libros. Hasta que alguien golpea a su puerta, un joven arquitecto en representación de una empresa constructora, que ha comprado todos los departamentos del Aquarius y solo resta el de ella para comenzar la faena de demolición y la construcción de una nueva y gran torre. Aquí la narración se estanca en una historia ya demasiada visitada. Veremos enfrentarse a Clara, con toda vehemencia, no solo a la angurria de los constructores, sino hasta con su propia familia que de alguna manera intentan presionarla para que acepte la oferta, por otra parte bastante interesante. Su mundo, su vida parece ahora reducido a defender su casa, sus principios, cada vez más sitiado que ponen a Clara contra la espada o la pared. En el vaivén de la historia sabremos que Clara sufrió de un cáncer por el que le extirparon un pecho, cuya cicatriz parece lucir como una digna herida de guerra. La construcción de todo el relato apunta a sostener a la protagonista, encarnada por una contundente Sonia Braga, que sale triunfante del reto. Si bien Aquarius ha sido elogiada por la crítica y se ha impuesto en algunos festivales, su resolución, apurada, hace sospechar de la poca inventiva de su guionista o el apuro del productor al que muy posiblemente, las casi dos horas y media ya le parecían un tanto excesivas. El resultado es un film que pasa lentamente como la vida de Clara, como pescaditos de colores, sin el vigor que el cine brasileño nos ha sabido dar infinidad de veces. AQUARIUS Aquarius. Brasil/Francia, 2016. Guión y dirección: Kleber Mendonça Filho. Intérpretes: Sonia Braga, Maeve Jinkings, Irandhir Santos, Humberto Carrão, Zoraide Coleto y Fernando Teixeira. Fotografía: Pedro Sotero y Fabricio Tadeu. Edición: Eduardo Serrano. Diseño de producción: Juliano Dornelles y Thales Junqueira. Duración: 142 minutos.
EL PRECIOSIMO DE LA MUERTE En Amor (Amour), el austríaco Michael Haneke había resuelto con desesperación y fuerza la cuestión de la muerte asistida, eutanasia o casi podríamos definir como la muerte amorosa, donde se ayuda a alguien que definitivamente se sabe, padece de una enfermedad que lo llevará a una muerte segura, tras atravesar un largo e inútil calvario. Sin alambicamientos, si recurrir al golpe bajo, Haneke consigue sin dudas lo que en Corazón Solitario no logra hacer Billie August, que no logra escapar del dramatismo obvio y edulcorado que en una situación tan extrema, como la que se vive en el film tiene de por sí y no necesita agregar absolutamente nada. Las dos hijas de un matrimonio, ya mayor, son llamadas a la casa familiar por sus padres, para pasar el último fin de semana. La madre de la familia ha decidido suicidarse con un coctel de pastillas, para no padecer las etapas finales de la enfermedad degenerativa que padece. Los invitados a la “despedida” además de las dos hijas son sus respectivas parejas, son el hijo de la hermana mayor y una vieja y querida amiga de la enferma. Todo se presta para el desarrollo del drama, presentado en un exquisito envoltorio. La casa es una finca campestre plantada en un paisaje tan bucólico como fotogénico, en los que August se demorara con elegante lentitud, que por momentos nos harán dudar si es cine o fotografía. Fija. Todo está cuidado hasta el más mínimo detalle, desde el reloj, que con ánimo de bolero, no deja de marcar las horas y la presentación de los personajes. Cada una llega en sus autos que casi las distinguen en sus concepciones filosóficas. La hija mayor casi una cincuentona, rígida, formal y bien pensante, con un marido muy acorde a ella, y un hijo quinceañero, devoto de su tablet, que no entiende muy bien de que va esa muerte, que casi es un asesinato. La hija menor soltera, aparentemente desestructurada, aunque en realidad inestable y confundida, con un novio de esos que ningún padre elegiría para su hija: sucio, desprolijo y fumón. La amiga de la madre fiel, sincera, tierna y a la vez demolida por la próxima muerte. El futuro viudo, un marido amante, estoico, a pesar de estar demolido por lo que vendrá, pero que se mantiene incólume sin que su dolor pueda traslucirse más allá de la lentitud de sus gestos y el tono apagado de su voz. Sin duda el fin de semana transitara oscuro, lleno de profundas conversaciones donde no estarán ausentes reproches y viejas e incobrables deudas. Si bien el tratamiento estético y actoral es inapelable, la historia esta recargada de todos los tópicos que no pueden faltar en semejante momento. Lo que nos dará sabor a camino recorrido, y más allá del preciosismo de la fotografía que por momentos se abre a paisajes tan anchos como la vida, la atmósfera del duelo, del dolor y la resignación no dan respiro a tanto encierro metafísico. Un film construido a la perfección de una obra de arte, tiene todo lo que se necesita para poder catalogarlo así, claro está que si además de todo lo que un film debe tener, tuviera alma. CORAZÓN SILENCIOSO Stille Hjerte. Dinamarca, 2016. Dirección: Bille August. Guión: Christian Torpe. Fotografía: Dirk Bruel. Edición: Janus Billeskov Jansen, Anne Osterud. Intérpretes: Ghita Nørby, Morten Grunwald, Paprika Steen, Danica Curcic, Jens Albinus, Pilou Asbæk, Vigga Bro. Duración: 98 minutos.
LAS DEUDAS DEL CONTADOR Christian Wolff es un genio de los números que arrastra pesados traumas de la infancia, una madre abandonica y un padre sicópata. Utiliza sus dotes contables para trabajar con algunas la mafia y otros clientes de ese estilo como carteles de la droga y organizaciones terroristas. El Departamento Jurídico del Ministerio de Hacienda, anda en su búsqueda en el momento que lo contacta un consorcio de robótica que viene siendo robado por algunos empleados infieles, que se han quedado con cerca de 60 millones de dólares. Para Wolff descubrir el fraude significa aumentar su cartera de enemigos. Su frialdad en la contabilidad también la tiene con la vida, iremos descubriendo que además de ser una máquina perfecta de sumar y restar también lo es de asesinar. La idea no es mala, Hollywood al fin de cuentas, pero se nota que el personaje tiene un armado con piezas sueltas de otros guiones y deja algunos hilos poco o mal definidos. A pesar de todo, la trama no pierde interés, para aquellos fanáticos de la películas de acción, con algún contacto con la política. Y está Ben Affleck, que intenta demasiado no parecerse al Bourne de Matt Damon y ese esfuerzo se le nota y mucho, pero bueno, igual lo disculpamos. Si la intención de los productores fue generar el suficiente interés para que nos dispongamos a esperar la saga de El contador, está bien aunque quizás no le den los números, pero qué duda cabe, seguro que lo intentaran. EL CONTADOR The Accountant. Estados Unidos, 2016. Dirección: Gavin O’Connor. Intérpretes: Ben Affleck, Anna Kendrick, J.K. Simmons, Jon Bernthal y Cynthia Addai-Robinson. Duración: 128 minutos.
LA PREGUNTA ES PARA QUÉ Terminada la pesada encomienda, de ver Ecuación, los malditos de Dios, solo emerge una pregunta, ¿qué lleva a alguien a meterse en el aprieto de hacer una película sin tener la menor idea de cómo? Si encontrar un titulo llamativo es suficiente razón, habría que echar una mirada a la obra teatral y cinematográfica de Gerardo Sofovich para entender que eso no alcanza. Desde el comienzo del film cuando al doctor Hermes Vanth, empiezan a caerle muertos desde el cielo o ventanas o de por ahí, uno ya sabe que esto va a oler mal. Apenas Carlos Echeverria, el protagonista, comienza a desarrollar el papel con la plasticidad de un tronco petrificado, entiende que esto va a ser duro. Basada en un cúmulo de seudos leyendas urbanas, para hacerlas más creíbles traídas de Estados Unidos, el film dirigido por Sergio Mazurek (Lo siniestro, 2009) es un seudo policial, seudo ciencia ficción, seudo a secas, no dice nada desde el principio al final. Este cronista, tiene que reconocer que no es el mejor amigo del cine argentino, hecho por cumplir, para tener un afiche en la productora y poco más. Desde el nombre elegido para el protagonista, Hermes Vanth, se intenta sembrar inquietud en el espectador, recuerdan los nombres elegidos por Narciso Ibáñez Menta, hace más de cincuenta años, que ya ese artilugio quedó un poco demodé. La música, al actuaciones y hasta la iluminación apuntan más a lo desopilante que a recrear una atmosfera que acompañe la historia. El cine de género no ha sido nunca muy bien tratado en estas costas, y Ecuación… es una muestra más, el film merece el peor adjetivo que cualquier trabajo intelectual o artístico puede ganarse: obvio. Cuando un crítico se enfrenta a un film, del que nada se puede rescatar, como para divertirse mientras escribe, intenta ponerle un poco de humor, pero esto supera todos los límites y más que humor a uno le despierta mucho enojo por el tiempo perdido. ECUACIÓN, LOS MALDITOS DE DIOS Ecuación, los malditos de Dios. Argentina, 2016. Dirección:Sergio Mazurek. Intérpretes: Roberto Carnaghi, Carlos Echevarría, Diego Alfonso, Marta Lubos, Paula Siero, Verónica Intile, Jorge Booth, Eduardo Ruderman, Ana Livingston. Duración: 86 minutos.
La lección, de Kristina Grozeva y Petar Valchanov El film abre a media res, en la clase de una escuela, donde una profesora intenta dar una lección ética, acerca del crimen y la responsabilidad de todos frente a un delito, a partir de un robo sucedido en su clase y la búsqueda del “culpable”. En una pequeña comunidad búlgara, esa misma profesora, por la “culpa” de otros, deberá avanzar contra sus propios principios. Ella se hamaca en la duda, después de que frente a la eminencia de la perdida de su casa, deberá endeudarse con un prestamista: “¿Qué hace que una persona decente se convierta en delincuente? La profesora, lleva una vida miserable puertas adentro de su casa, no solo por las cuestiones económicas, sino, por un matrimonio, frustrado por su marido alcohólico, que no hace más que profundizar su crisis personal y financiera. Con la perspectiva tan particular, tan diferenciada, que se ha expresado en todo el cine de Europa Oriental. Gracias a las políticas culturales del bloque socialista, se han producido una gigantesca cantidad de grandes film, que incluso a más de dos décadas de del derrumbe se siguen fortaleciendo y creciendo. Este film búlgaro es una clara demostración de ello. La Lección entonces es una extraordinaria oportunidad para acercarse al cine de calidad y lavarse la cabeza, para sacarse de encima esos film que rebosan de efectos especiales y carecen de todo el resto. LA LECCIÓN UROK, Bulgaria, 2014. Directores: Kristina Grozeva y Petar Valchanov. Guion: Kristina Grozeva y Petar Valchanov. Fotografía: Krum Rodriguez. Intérpretes: Margita Gosheva, Ivan Burnev, Ivanka Bratoeva, Ivan Savov, Deya Todorova, Stefan Denolyubov. Duración: 107 minutos.
UNA TRAGEDIA ECOLÓGICA Y CINEMATOGRÁFICA El film narra en detalle los pormenores que llevaron a que se produjera ese accidente, que más allá del monumental daño ecológico, dejó once muertos pertenecientes al personal de la plataforma. Ahora bien, si alguien desconociera en absoluto la historia que cuenta el film, a los cinco minutos de comenzado, ya sabría que iba a suceder algo tan espantoso como lo que en verdad pasó. La “tensión dramática”, que colisiona directamente con lo obvio y esperable, no hace más que aumentar, incluso sobre los larguísimos minutos (siglos en realidad) de monolíticos diálogos, protagonizados por más monolíticos actores, en que se intentan construir a los personajes. Esa construcción, absolutamente fallida, los convierte a cada uno en maquetas en donde se concentran todo del bien y todo el mal, encarnándose, aunque bien podríamos decir encarnizándose en un alto ejecutivo de la BP, que saltándose todos los códigos de seguridad y los consejos de los técnicos que operan la plataforma, exige la máxima prestación de la plataforma, claro está, con el único fin de producir. Todo entonces ya está planteado y hay que sentarse, bueno a todo esto uno ya hace más de una hora que está sentado, si no es que se durmió y esta despatarrado debajo de su butaca. Los buenos terminaran siendo mucho mejor de lo que esperábamos y los malos no, ya sabemos que de los malos nunca podemos esperar nada. Como de este film, del que solo nos queda esperar se nos pase la tremenda amargura de la perdida de ese tiempo que a cada rato nos queda menos. HORIZONTE PROFUNDO Deepwater Horizon. Estados Unidos/Hong Kong, 2016. Dirección: Peter Berg. Intérpretes: Mark Wahlberg, Kurt Russell, Kate Hudson, Gina Rodriguez y John Malkovich. Guión: Matthew Michael Carnahan y Matthew Sand. Fotografía: Enrique Chediak. Música: Steve Jablonsky. Edición: Gabriel Fleming y Colby Parker Jr. Diseño de producción: Chris Seagers. Distribuidora: Alfa Films. Duración: 107 minutos.
EL TIEMPO RECOBRADO Luis es un pianista de 90 años que al parecer atesorar su juventud en cada una de las antigüedades que fue reuniendo a lo largo de su vida: porcelanas, muebles, pinturas, tarjetas postales, fotografías, biscuit y un larguísimo etcétera. Su amigo y contrafigura, en el muy correcto documental, que también, Jablonskis, interviene con momentos de ficción, que lo acosa con la pregunta sobre qué va a suceder con todo lo atesorado después de su muerte. Aunque la muerte parece ser un tema al que Luis no lo atañe, gracias a la fascinación que sigue teniendo por la vida, que parece condensarse en sus objetos, que cuida con suma delicadeza absoluta, son los que parecen anclarlo al presente y también al pasado. La vida de un hombre solo, que se sostiene con la dignidad con que trata a sus objetos, que son nada más, y nada menos, que los trazos de lo vivido. Jablonskis, logra con su cámara ingresar a la vida del solitario, sin invadirlo, disimulado detrás de los objetos como uno más, sin alterar el tiempo que parece haberse detenido en ese ámbito. FASCINACIÓN Fascinación. Argentina, 2016. Dirección, guión, cámara y fotografía: Alex Jablonskis. Intérpretes: Luis María Meregoni y Guillermo Abala. Duración: 95 minutos.
INOCUO MELODRAMA Un joven de veterano de la Primera Guerra Mundial consigue trabajo como torrero en un solitario faro, en una isla solitaria. Asume el reto de aislamiento, esperando curar las heridas internas que le ha dejado la guerra. Al poco tiempo, Tom (Michael Fassbender), conocerá a Isabel (Alicia Vikander), una joven del pueblo más próximo a la isla y tras un breve noviazgo, la pareja vuelve a la isla, donde por un tiempo tendrán una vida de ensueño, hasta que la muchacha sufre dos abortos espontáneos, que traumatizaran a la pareja. Milagrosamente llega a la isla un bote perdido con el cadáver de un hombre y una niña de pocos meses. Luchando contra su deber Tom, accederá al pedido de su mujer y decidirán quedarse con la niña y críala como a una hija propia. Por ahí anda Hannah (Rachel Weisz), la verdadera madre del bebé y de ahí, la historia tomará un rumbo vertiginoso con demasiadas curvas y contra curvas que llegan a exasperar al espectador. La cuidada fotografía, la impecable dirección de arte, junto a las buenas actuaciones y la dirección a cargo de Derek Cianfrance (Blue Valentine: Una historia de amor) no alcanzan para sobrellevar el guión, basado en la novela homónima de M.L. Stedman, que se derrumba hacia el descarado melodrama. LA LUZ ENTRE LOS OCÉANOS The Light Between Oceans. Reino Unido/Estados Unidos/Nueva Zelanda, 2016. Dirección: Derek Cianfrance. Intépretes: Michael Fassbender, Alicia Vikander, Rachel Weisz, Bryan Brown y Jack Thompson. Guión: Derek Cianfrance, basado en la novela de M.L. Stedman. Fotografía: Adam Arkapaw. Música: Alexandre Desplat. Edición: Jim Helton y Ron Patane. Diseño de producción: Karen Murphy. Duración: 132 minutos.
OTRAS VOCES, OTROS ÁMBITOS Sin dudas Juan José Saer es uno de los escritores más incómodos de la literatura argentina y su libro El limonero real es su trabajo más complejo de su exquisito corpus literario, por lo que es por lo menos encomiable que Gustavo Fontán haya asumido el reto de trasladar la novela al cine. El resultado es bueno, porque Fontán ha logrado penetrar, más allá de lo narrado, la hostil textura de la novela. El director de El árbol, La orilla que se abisma y La madre, entre otros títulos, logra trasmitir la atmósfera agobiante y no justamente la del candente verano que lo abarca todo. Fontán se inmiscuye en la micro comunidad donde transita el relato de Saer, en donde el dolor, el duelo, el luto y la incomunicación, parecen vibrar en la misma nota. El relato, seco y angustiante, parece preanunciar una tragedia, se desliza con dificultad en una calurosa tarde de verano, en el saeriano territorio de la costa santafesina. Una mujer que se ha encallado en la perdida de su hijo y un entorno que mimetizado con lo salvaje y lo primitivo de la geografía, que hace que se niega a entender tanto dolor, porque cada uno de los personajes ha decidido llorar al muerto a su manera, incluso con el olvido. La excelente fotografía, junto a la buena dirección de actores, enmarcar con justeza el relato de un escritor que ha alcanzado las cimas que solo Arlt, Borges, Cortazar, Di Benedetto, Walsh y Conti conocieron antes. El limonero real es sin duda hostil para el espectador no acostumbrado al gesto pausado y la expresión sentida. Sin embargo, justo por eso, merece que ese mismo espectador se arriesgue a otras voces, otros ámbitos. EL LIMONERO REAL El limonero real. Argentina/2016. Dirección: Gustavo Fontán. Guión: Gustavo Fontán, según el relato de igual título de Juan José Saer. Fotografía: Diego Poleri. Edición: Música: Intérpretes: Germán De Silva. Duración:75 minutos.