Cansado de su rutinario trabajo en una oficina, Mariano (Pablo Echarri) decide aceptar un retiro voluntario e invertir la indemnización en un sueño propio. Movido por la nostalgia, compra el kiosco del barrio de su niñez para atenderlo personalmente. Pese a que siempre es un riesgo dar ese tipo de "volantazos" pasados los cuarenta, su mujer y su hija lo apoyan y al principio todo parece ir bien, excepto por un detalle no menor: la cuadra del kiosco está próxima a ser cerrada por obras municipales, lo que bajaría considerablemente las ventas. A Mariano se le presentará una encrucijada: ¿perseverar en su sueño a como dé lugar o volver sobre sus pasos?
Tras un debut de factura propia (Sin retorno, 2010), una adaptación de novela (Betibú, 2014) y una miniserie (La fragilidad de los cuerpos, 2017), Miguel Cohan llega a su tercera película con un perfil ya moldeado como director: un narrador clásico de efectivos thrillers de corte industrial. La misma sangre se inscribe en esa senda, aunque el saldo no tiene la solidez y la precisión con las que contaban -aun sin grandes hallazgos- sus anteriores trabajos.
Nardo (el siempre sólido Manuel Vicente) es el encargado de un garage porteño cuya vida no parece ir más allá sus rutinas laborales: el té por la mañana, el intercambio de unas pocas palabras con los clientes, la limpieza de los coches, la obsesión por que queden milimétricamente estacionados. Pero por las noches, cuando queda solo, este parco cincuentón da rienda suelta a algunas "fantasías" como no sólo husmear en el contenido de los autos, sino también sentarse al volante y practicar coleadas en el medio del garage (y con música electrónica a todo volumen).
De un tiempo a esta parte, Francia se ha transformado en una verdadera usina de aquel subgénero de la comedia que se podría llamar "cena de amigos". Esto es: una reunión en principio amable en la que, con el correr del tiempo, van aflorando las peores miserias entre los comensales. En el caso de Enamorado de mi mujer -cuarta película del destacado comediante Daniel Auteuil, que aquí adapta una obra de teatro homónima- la cosa parte mal ya de entrada: Isabelle (Sandrine Kiberlain) acepta a regañadientes una invitación a cenar que Daniel (Auteuil), su marido, le hace a su amigo Patrick (Gérard Depardieu), quien vendrá acompañado de su nueva novia Emma (Adriana Ugarte). El resquemor se debe a que Patrick ha dejado a una amiga de Isabelle por esta joven y bonita española.
Por proximidad en la fecha de estreno y eje temático es inevitable comparar a Unidad XV con La noche de 12 años, film argentino-uruguayo que narraba el interminable cautiverio de tres dirigentes tupamaros y que causó buena impresión en la última edición del Festival de San Sebastián. Pero mientras esta proponía un tour de force sobre las consecuencias psicológicas del encierro, la tercera película de Martín Desalvo también se centra en el confinamiento de presos políticos (en este caso, cuatro referentes peronistas luego de la Revolución Libertadora) aunque repasa los preparativos para la posterior (y, justamente, cinematográfica) fuga que llevaron adelante.
"¿Cómo está todo?", pregunta Marcela, protagonista de Familia sumergida, en un pasaje de la película. "Cambiante y misterioso", responde uno de los personajes. Dos calificativos que aplican para definir el debut en largometraje de María Alché -actriz y directora de cinco elogiados cortos-, un cautivante viaje al interior de una mujer atravesada por la soledad, las pérdidas, el dolor y la alienación, deudor tanto del cine de Lucrecia Martel (que dirigió a Alché en La niña santa) como del de Milagros Mumenthaler. Luego de pasar por Locarno, el film acaba de ganar la sección Horizontes Latinos en el Festival de San Sebastián.
Emanuelle Blachey (la talentosa y magnética Emanuelle Devos) es una exitosa ejecutiva reconocida en el ámbito empresarial no solo por su capacidad, sino también por el hecho de ser mujer en un terreno aun bajo el dominio masculino. En un foro es abordada por una influyente agrupación feminista que tiene aceitados vínculos con el gobierno y sus empresas contratistas. La carismática líder de esta red (Suzanne Clemente) impulsará a Emanuelle como futura CEO de Anthea, una compañía top cuyo director padece una enfermedad terminal y debe ser reemplazado.
Villegas (2012) había sido un promisorio debut para Gonzalo Tobal: una entrañable película de segundas oportunidades (dos primos con personalidades opuestas que se reencuentran), mediana respecto a su presupuesto y encabezada por dos actores en ese momento en ascenso (los "Estébanes" Lamothe y Bigliardi). Quedaba el terreno fértil para una apuesta futura más ambiciosa como lo es Acusada. En su segundo film, apoyado por firmas de renombre (K & S y Telefé figuran entre los productores) y con un dream team en el elenco, Tobal vira hacia el thriller judicial, salto del que aun con sus limitaciones logra salir airoso. Por estos días Acusada tuvo una positiva recepción en la Mostra de Venecia, donde integró la competencia principal.
Una tarde como cualquier otra en Montevideo, Alfonso (Alfonso Tort) termina su jornada laboral y se zambulle en el mar. Pero cuando sale, aparece en un agreste balneario, a la búsqueda de su mujer y su hija. Es el punto de partida de Las olas, tercera película del argentino radicado en Uruguay Adrián Biñiez, quien luego de retratar a un tímido hombrón en Gigante (que le valió el Oso de Plata en la Berlinale de 2009) y a un ex jugador de fútbol en El 5 de Talleres, incursiona ahora en terrenos fantásticos, aunque sin perder la melancolía y el humor asordinado característicos del cine "charrúa".
Ganadora de la Competencia Argentina en el último Festival de Mar del Plata -plataforma en la que, junto al Bafici, el director quilmeño parece sentirse cómodo a la hora de lanzar sus películas-, El azote es un nuevo mojón en la prolífica, visceral y despareja filmografía de José Celestino Campusano.