La continuación de Terror a 47 metros, que ya de por sí no fue una gran película de tiburones, es una típica propuesta de televisión que por esos designios incompresibles de la distribución tiene la suerte de llegar a la cartelera. En los últimos años los filmes relacionados con esta temática volvieron a cobrar popularidad y si bien están lejos de ser obras relevantes al menos ofrecen un entretenimiento dentro del género de supervivencia. En el caso de esta producción nos encontramos con un clon de la primera entrega con la particularidad que el nuevo argumento presenta a los típicos adolescentes idiotas del cine de terror y el tiburón más inepto en la historia del cine. Una combinación que da lugar a situaciones absurdas que te hacen reír por los motivos equivocados. Por eso es una propuesta que recomendaría posponer para la televisión, si son seguidores de estas historias, porque no vale la pena en el cine. Hay otras opciones más interesantes para disfrutar en una sala que esta clase de producciones que podés encontrar a patadas en el canal Scy Fi o Netflix. El director Johanne Roberts responsable de la primera entrega presenta un trabajo decoroso en la escenas de acción, un aspecto del film que resulta opacado por los personajes tediosos que presenta el relato y un tiburón que se queda corto en materia de susto. A quienes les gusten este tipo de historias les recomiendo conseguir Capsized: Blood in the Water, la primera producción original del canal Discovery Channel que recrea un caso real de supervivencia ocurrido en los años ´80. Filmada con menor presupuesto y en apenas 10 días ofrece una thriller mucho más sólido que este estreno para cines.
La comprometida e intensa labor de Joaquin Phoenix levanta por completo una película que no es otra cosa que la remera del Che Guevara del cine de DC. Es decir, una producción que pretende ser controversial e irreverente a través de una postura más que una expresión artística genuina que explore con profundidad los temas que aborda. Más allá de la composición extraordinaria que presenta el protagonista, el film de Todd Phillips (¿Qué pasó ayer?) no está a la altura de ese hype exagerado que vende a esta propuesta como una obra maestra que marca una bisagra en el séptimo arte. Un disparate que no tiene ningún tipo de sostén y genera expectativas desmedidas. Guasón tiene la particularidad de explorar la psicología de la mente de un psicópata con un relato anclado en la realidad, que toma todos los elementos cotidianos de las biografías de los asesinos seriales. Muchas de las situaciones que vive Arthur Fleck en la trama se pueden encontrar en casos de criminales famosos que vivieron las mismas experiencias. Por ejemplo, la desidia y el abandono que presentan las autoridades de Gotham frente a las personas con problemas mentales, en la vida real fue un factor clave para que surgiera en los Estados Unidos un asesino como Richard Chase, el vampiro de Sacramento. El desarrollo que tiene Fleck a lo largo del film está muy bien trabajado en ese sentido y en esta cuestión jugó un papel clave la intensa labor de Phoenix. Toda la transformación física a la que se sometió y el modo que retrata el desequilibrio emocional que padece el Guasón es escalofriante. El film logra ser interesante por su presencia y la tensión e incomodidad que genera con el rol. El actor desaparece por completo en la composición del psicópata con una de las mejores interpretaciones de su carrera. Se nota que le puso mucho corazón a su trabajo y todos los premios que reciba en el futuro son merecidos. Lamentablemente la dirección de Phillips no está a la misma altura y en este campo sobresale la mayor debilidad de la película. El problema con Guasón es que no logra construir una identidad propia, debido a que el relato se encuentra estancado en el permanente recuerdo de los clásicos del pasado. El concepto de sutileza no existe en la mente de este realizador y todas las referencias a Taxi Driver, El rey de la comedia y Contacto en Francia (William Friedkin) las trabaja de un modo burdo y obsceno. El gran origen del villano no deja de ser una combinación obvia de las películas mencionadas de Scorsese. Por eso también el discurso de “la obra maestra que marca una bisagra en el género” se cae enseguida porque ya vimos la misma película en numerosas oportunidades. Sin ir más lejos, la productora Troma (El vengador tóxico) la hizo hace más de 30 años en Combat Shock. Un obra mucho más jugada y perturbadora que esta, con la diferencia que tenía a un veterano de Vietnam con problemas mentales como protagonista. El resto es exactamente lo mismo. La realidad es que no hay nada remotamente nuevo y revolucionario en esta producción. Más allá de dividir el mundo de un modo simplista, entre los pobres sacrificados que necesitan ayuda y compasión y los ricos malvados y caretas que solo buscan poder (no falta el obvio guiño a Donald Trump), el film no expresa ninguna idea interesante sobre la violencia y la cultura que produce un criminal de las características del protagonista. Por otra parte, el conflicto central se ve contaminado con una innecesaria Wayne dependencia que se podía haber evitado ya que el título del film es Guasón. Joaquin Phoenix manifestó en una entrevista que él hubiera preferido que no hubiera ninguna mención a esos personajes en la trama y tenía razón porque hubiera sido más interesante. El vínculo de Fleck con los Wayne se siente forzado y el director empeora esta situación con la inclusión del más grande cliché relacionado con Batman en el cine y la televisión. Una escena que arruina un gran momento de Phoenix, cerca del final, con el objetivo de entregarle todo bien explicado al espectador que no puede pensar por su cuenta. De esta película me quedo con la labor del protagonista y toda la puesta en escena que presenta Phillips en los campos estéticos. Sobresale la fotografía que evoca el cine de los años ´70 y el regreso de esa Gotham decadente y depresiva que es tal vez el elemento que más abraza la identidad del cómic. De todos modos, más allá de las objeciones que se le pueden hacer a la película, Guasón no deja de ser una adición positiva a la franquicia de DC. El concepto de gestar estas historias independientes que no dependen de la conexión con otros filmes y un universo compartido abre la puerta a que se puedan trabajar los personajes de la compañía desde perspectivas diferentes. En resumen, una buena producción que se disfruta más cuando uno la corre del hype ridículo que la rodea.
Historias de miedo para contar en la oscuridad fue una serie literaria de horror creada por Alvin Schwartz que tuvo una difusión moderada en los años ´80, especialmente en los Estados Unidos. Los relatos quedaron en el recuerdo por presentar elementos macabros y situaciones de violencia que no tenían precedentes en las propuestas juveniles e inclusive despertaron cierta controversia en su momento. Si bien el trabajo de Schwartz tuvo su nicho de seguidores esta colección quedó en el olvido cuando apareció R.L.Stine con las franquicias de Escalofríos y Fear Street que fueron mucho más populares, inclusive a nivel internacional. Esta producción de Guillermo del Toro es una adaptación cariñosa que traslada muy bien en el cine el tipo de cuentos que solía presentar la colección de los años ´80. La película está claramente dirigida a un público pre-adolescente, el mismo al que apuntaba la última entrega de Annabelle, que probablemente llegará a disfrutarla con más entusiasmo. Para los seguidores veteranos del cine de horror puede resultar demasiado liviana, aunque eso no significa que sea una propuesta aburrida o decepcionante. Simplemente es necesario recordar el target de público al que se dirigió esta producción. Marcus Dunstan, guionista de la saga SAW, desarrolló el argumento junto a del Toro donde capturaron muy bien todos esos elementos del folclore popular y las leyendas urbanas que eran parte de los relatos originales. La dirección de Andre Ovedral (La autopsia de Jane Doe) presenta algún momento inspirado en lo referido a la construcción de situaciones de suspenso, pero el contenido de horror generalmente está centrado en el jumpscare clásico. El realizador no presenta otra idea a la hora de abordar ese aspecto del film y esa es una notable debilidad que tiene esta producción, que se queda bastante corta en materia de sustos. No obstante, para aquellos espectadores que recién empiezan a explorar el género es una película ideal para ser disfrutada en el cine.
Un amigo abominable es la tercera película de animación relacionada con la figura del Yeti que se estrenó en los cines en el último tiempo. El año pasado tuvimos el caso de Smallfoot, producida por Warner, y hace unas semanas pudimos ver la mitología que rodea a este personaje en Sr.Link, realizada por la compañía Laika. Entre estas propuestas la obra de Dreamworks, dirigida por Jill Culton, ex artista de Pixar, es la más interesante y entretenida de las tres, pese a que trabaja una premisa argumental que ya se explotó bastante en el pasado. La trama no es otra cosa que E.T. con la figura del Yeti y refrita la idea esencial del clásico de Steven Spielberg. En este caso un grupo de chicos emprende una aventura para ayudar a una criatura mágica a regresar a su hogar mientras son perseguidos por una organización científica. Si bien el conflicto es prácticamente el mismo, el contexto en el que se desarrolla el film y las característica de los personajes principales consiguen que esta producción conserve su propia identidad. Es decir, la idea central no es precisamente original pero cuenta con varios elementos que estuvieron muy bien desarrollados. En principio el argumento se centra en la comunidad de una familia asiática, cuya cultura fue tratada con mucho respeto. Yi, la protagonista adolescente, es una heroína carismática que despierta mucha empatía y presenta la clásica melancolía de los personajes de Pixar, que probablemente la directora acarrea de sus raíces laborales. Hay un par de subtramas relacionadas con el duelo de esta chica por la muerte de su padre (siempre tiene que haber un familiar fallecido) y sus dificultades para establecer amistades que intentan darle un poco más de profundidad al relato. Esta característica, sumada a la espectacular puesta en escena desde la animación, genera que la película sea muy amena para los seguidores adultos del género. En lo referido a la realización, Un amigo abominable está al nivel de la calidad que tuvieron las entregas de Kung Fu Panda y Cómo entrenar a tu dragón con algunas secuencias que son particularmente bellas. En pequeños momentos como las escenas donde la protagonista toca un violín cerca del Yeti se nota que es una producción que tiene corazón y sus realizadores se esforzaron por brindar un producto de calidad. Para los más chicos es una apuesta segura que no tiene personajes ni chistes tontos y ofrece una aventura muy entretenida. Tal vez no quede en el recuerdo entre las obras más célebres de Dreamworks pero dentro del género se destaca entre los estrenos decentes de este año. ver crítica resumida
Escuchar un partido de ajedrez por radio probablemente sea una experiencia más emocionante y entretenida que la tortura soporífera que ofrece el bodrio de El jilguero. Un caso extraño ya que se trata de una producción a la que le sobraba equipo para brindar algo interesante. La dirección corrió por cuenta de John Crowley, quien fue responsable de la película romántica Brooklyn, con Saoirse Ronan, que fue muy bien recibida en su momento y en esta ocasión contaba con un reparto prometedor, que incluye a Nicole Kidman, Ansel Elgort (Baby Driver), Sara Paulson y Finn Wolfhard (It). A esto se sumaba que la historia era una adaptación de la novela homónima de Donna Tartt con la que obtuvo un premio Pulitzer. No leí el libro y tal vez sea una experiencia bárbara pero la ejecución de la adaptación para el cine resultó completamente tediosa. Salvo por el rol sobreactuado de Luke Wilson los miembros centrales del reparto parecen anestesiados y dificultan muchísimo la conexión con la trama y las situaciones que viven los personajes. El film de Crowley tarda una eternidad en establecer un conflicto interesante y no ayuda para nada que el contexto donde se desenvuelven los protagonistas sea penosamente aburrido. Hay un supuesto coming of age que tiene la intención de ser profundo pero el director nunca consigue generar el mínimo atractivo por el culebrón que presenta. Todo el melodrama que aspira a plantear una reflexión sobre la culpa y el duelo frente a una pérdida está trabajado con tanta artificialidad que impide disfrutar la historia y las subtramas que la rodean. No pongo en duda el mismo relato en su versión literaria sea muy bueno, pero la dirección de esta película no lo es y se dificulta encontrar alguna virtud notable en esta propuesta, más allá de la fotografía de Roger Deakins (Sicario). Las dos horas y medias que dura el film se vuelven tediosas y el alivio recién llega cuando se prenden las luces del cine y nos libera del tormento. Sólo para masoquistas.
Ad Astra es prácticamente una especie en extinción dentro de las producciones de Hollywood de la actualidad y resulta toda una hazaña que Brad Pitt consiguiera como productor el presupuesto para financiarla. Hoy es muy difícil que un estudio invierta millones de dólares en una propuesta que representa la cara opuesta del cine mainstream norteamericano. La nueva obra del director James Gray (Los dueños de la noche) evoca ese estilo de ciencia ficción más intelectual y reflexiva que era común de ver entre fines de los años ´60 y mediados de los ´70. Toda la narración y el modo en que se aborda el género toma muchos elementos del espíritu de cine de autor que se hacía en aquellas décadas. Es importante destacar esta cuestión, ya que da un indicio claro del rumbo por el que se encaminó esta película. Quienes busquen una historia ligera centrada en la pirotecnia digital pueden llegar a salir decepcionados del cine porque esto va por otro lado. Si bien hay todo un misterio relacionado con una misión espacial secreta, el eje central del relato pasa por la búsqueda existencial y espiritual del protagonista. Un hombre quebrado, por determinadas circunstancias que conocerán en el film, quien vive en un estado de aislamiento social pese a estar rodeado permanentemente de personas. A través de la misión especial que le encargan, el astronauta que interpreta Brad Pitt inicia una búsqueda introspectiva con el fin de poder conectarse con su verdadera identidad y encontrar su lugar en el mundo. Durante el desarrollo de la trama hay un par de secuencias de acción muy buenas, que parecen insertadas por el estudio por temor a que el público se aburriera, pero el foco central está puesto en la experiencia íntima del protagonista. El director Gray evoca en varios momentos ese registro emocional e intelectual que tuvo el clásico Solaris (1972) de Andrei Tarkovsky y se puede percibir también alguna que otra referencia a títulos de Stanley Kubrick (2001: Odisea en el espacio) y Francis Ford Coppola (Apocalipsis Now). La inspiración de esta película claramente proviene del denominado Nuevo Hollywood de los años ´70. Ad Astra tiene varias cuestiones interesantes para destacar. Toda la puesta en escena del viaje espacial y el contexto futurista es alucinante y fue concebido para ser disfrutado en una pantalla de cine. Un mérito donde tuvo mucho que ver el director de fotografía Hoyte van Hoytema, clásico colaborador de Christopher Nolan a quien le sienta muy bien este género. En este campo su labor ya había sobresalido en Interestellar. También se destaca la banda sonora minimalista de Max Richter que se complementa muy bien con esa solemnidad que tiene el relato. Gray juega con la fusión de géneros y sorprende con una fantástica secuencia de persecución en la luna, con tintes de western, que aparece en el momento justo para levantar un poco la narración pausada de su dirección. Dentro del reparto Brad Pitt se carga la película en sus hombros y sobresale con una interpretación muy contenida donde saca adelante un personaje complicado. Al hecho que no cuenta con demasiados diálogos se suma el carácter gélido de su personaje con el que no es fácil conectarse. Frente a esas limitaciones Pitt consigue brindar una labor dramática estupenda que se contrapone con ese rol más colorido que tuvo en Había una vez en Hollywood. En papeles secundarios el director Gray aprovecha muy bien en participaciones breves a Tommy Lee Jones, Donald Sutherland y Liv Tyler quienes dejan una buena impresión pese a tener pocas escenas. Dentro del escenario futurista que presenta la trama hay una visión muy interesante sobre lo que podría llegar a ser una futura colonización de la Luna centrada en el capitalismo y por momentos el universo de ficción que rodea al protagonista es mucho más atractivo que su búsqueda espiritual. De todos modos, creo que si uno tiene claro que esto tiene poco que ver con el clásico blockbuster pochoclero Ad Astra es una película que tiene unas cuantas virtudes para ser apreciadas. Si hubiera que resaltar alguna objeción creo que la ejecución del clímax se siente muy acelerada y ese destino final al que llega la trama no termina de estar a la altura de la intriga que se había presentado. Al menos en mi caso esperaba un poco más de esa resolución final. Motivo por el cual el film cual me gustó y lo disfruté, pero no me volvió loco como para considerarlo entre mis favoritos del año. En resumen, para los amantes de la ciencia ficción es una película a tener en cuenta, ya que no representa a la producción habitual de la industria hollywoodense.
Señor Link representa la producción más ambiciosa en material de realización de la productora Laika, que en el pasado brindó películas estupendas como Coraline, ParaNorman y Kubo y la búsqueda samurái. Lamentablemente el film se convirtió en el mayor fracaso financiero en la historia de esta compañía. Realizada con el mayor presupuesto que destinaron para un largometraje (100 millones de dólares) la nueva producción apenas recaudó en Estados Unidos 24 millones de dólares y su estreno internacional prácticamente pasó desapercibido. La película también tuvo la mala suerte de estrenarse cerca de la fecha de Avengers: Endgame donde la atención del público estaba puesta en otro lado. En esta propuesta los realizadores de Laika se alejaron de esas estéticas góticas y relatos con contenidos dramáticos para abordar una temática diferente. Señor Link evoca el género clásico de aventuras con una influencia clara de los relatos de Julio Verne y las aventuras de Tintín. La trama es problablemente la más floja que presentó una película de Laika hasta la fecha y carece de esa sofisticación especial que tuvo el tratamiento del humor y los momentos dramáticos en los filmes previos. Señor Link en ese aspecto resulta una producción bastante genérica que puede resultar aburrida para los más chicos y tampoco termina de encantar a los adultos. Los personajes no son muy interesantes y esta debilidad del film probablemente contribuyó a que no llamara la atención en los espectadores. Una lástima porque el trabajo que tiene en la animación es realmente espectacular. Por lejos, la obra más ambiciosa que se hizo en los últimos años dentro del género stop motion. Toda la reconstrucción de la era victoriana está plagada de detalles fascinante y los realizadores crearon cerca de 110 escenarios diferentes, donde se puede disfrutar las diversas locaciones en las que se desarrolla la trama. La artesanía que sobresale en cada ambientación es deslumbrante. Lo mismo ocurre con la ejecución de algunas escenas de acción que son muy buenas. La película de Cris Butler (ParaNorman) sobresale por una enorme creatividad en los aspectos técnicos pero lamentablemente le faltó un relato más sólido que pudiera sostener estas cualidades. En la versión original en inglés, que es la opción más recomendable para disfrutarla, sobresale la interpretación de Hugh Jackman como el explorador Lionel Frost. Aunque no esté a altura de las película recientes de Laika, Señor Link al menos merece su visionado por el arte magnífico que presenta su realización.
Desde hace un tiempo se percibe la sensación que la comedia romántica prácticamente está muerta entre las propuestas habituales de la cartelera. Salvo por alguna rareza que puede provenir de Europa o la industria local, en general las historias de amor recomendables llegan con poca frecuencia a los cines. En la producción hollywoodense el romance actualmente se trabaja a través de esos bodrios infumables para adolescentes que glorifican las enfermedades terminales o comedias tontas con humor escatológico. Dentro de este contexto la primera incursión del director Danny Boyle en el género ofrece un espectáculo que se disfruta muchísimo, pese a que se queda corto a la hora de explorar la premisa de la historia. Yesterday es una obra más sólida cuando se enfoca en el vínculo sentimental de los protagonistas que en la fantasía que propone en torno al arte de los Beatles. En ese sentido la película carece de ese corazón pasional que tuvo La música de mi vida en torno a la obra de Bruce Springsteen. Para que se entienda, el musical Across the Universe, de Julie Tamor, fue una celebración más cariñosa en torno a los temas que crearon John Lennon y Paul McCartney que la que se presenta en este film. Obviamente las canciones de los Beatles tienen su presencia en la trama y suenan varios clásicos pero forman parte del chiste de la premisa argumental. Boyle nunca llega a explorar a fondo la idea de lo que sería vivir en un mundo que no recuerda la existencia de los Beatles y las consecuencias que eso podría generar en la cultura popular. No obstante, hay algunos momentos donde el relato se enfoca en los manejos brutales con la que la mercadotecnia trata al arte y abre la puerta a situaciones muy interesantes. La película plantea como los Beatles fueron también un producto de su entorno y el contexto histórico que vivieron. Si esas canciones memorables que crearon se hubieran concebido en la actualidad probablemente serían arruinadas por los gerentes de marketing de las discográficas. Hay un muy buen chiste en torno al famoso Álbum Blanco de la banda que de acuerdo a la corrección política que rige en estos días sería considerado un concepto racista. Cuando la película se concentra en este campo tiene momentos muy interesantes pero lamentablemente no es el fuerte de la historia. Yesterday se destaca más en el terreno del romance, donde se nota claramente el trabajo del guionista Richard Curtis, quien supo tocar miles de corazones en esa gran producción navideña que fue Realmente amor. La pareja que componen Lily James y Himesh Patel es fantástica por la poderosa química que tienen entre ellos. Patel sobre todo interpreta a un anti-heroe muy comprador que lleva adelante el conflicto con carisma y la historia de amor que vive su personaje es muy tierna y emotiva. Dentro del reparto Kate McKinnon se anota otra buena incursión en el cine con un personaje divertido que no cae en la sobreactuación habitual de sus trabajos y el músico Ed Sheeran está muy bien en un rol secundario. En lo referido a la realización la película de Boyle ofrece una fotografía, edición y musicalización que tiene la calidad de excelencia que suelen presentar sus obras. Yersterday tal vez no es la gran película sobre el arte de los Beatles que uno hubiera esperado por la premisa que trabajaba, pero como comedia romántica es lo mejor que llegó a la cartelera en mucho tiempo y vale la pena su recomendación.
La saga con el agente secreto Mike Banning, producida por Gerard Butler, nunca contó con el apoyo de la crítica pero fue más aceptada por el público seguidor del género. Una serie desarrollada dentro del circuito independiente que retoma el viejo cine de acción de la vieja escuela. Resulta una tarea sencilla pegarle a esta película por los numerosos clichés que contiene pero creo que quienes disfrutaron las entregas previa la pueden llegar a apreciar un poco más. En lo personal Presidente bajo fuego me compró con la memorable presentación del abuelo Banning a cargo de Nick Nolte y la desopilante escena de la cumbre del G20. La película es terriblemente predecible y carece de ese sentido del humor irreverente que tenía el protagonista en la entrega previa. En esta oportunidad el argumento refrita el clásico conflicto de El fugitivo donde nuestro héroe debe limpiar su nombre por un crimen que no cometió. Un territorio que el agente Ethan Hunt de Tom Cruise exploró en varias oportunidades en la franquicia Misión Imposible. Tal vez demasiadas. Al comienzo del film se plantea una situación interesante en torno a la salud de Mike Banning, cuyas aventuras previas le pasan la factura en su físico, además del estrés emocional. Una idea atractiva porque ubicaba al personaje en una clara desventaja ante el nuevo enemigo. Lamentablemente esta cuestión luego queda a mitad de camino y cuando se desata la acción el protagonista se desempeña con las mismas habilidades de siempre. La gran adición de esta película pasa por la participación de un gran Nick Nolte que tiene momentos fabulosos como el padre del agente del servicio secreto. Con un rol muy limitado Nolte deja una muy buena impresión y tiene algunos momentos graciosos. La interacción padre e hijo brindan esas escenas zarpadas y graciosas en materia de violencia que tenía más presencia en la entrega previa. La dirección en esta oportunidad corrió por cuenta de Ric Roman Waugh, responsable de Snitch (2013, una película de acción donde The Rock se lució en un rol más dramático. Al igual que ocurrió en la entrega anterior de esta serie las secuencias de acción tienen sus mejores momentos cuando el director se centra en tiroteos y peleas cuerpo a cuerpo. Cada vez que la película trabaja la acción a gran escala la realización derrapa con los ya clásicos efectos digitales paupérrimos de la productora Millenium. Entre las nuevas incorporaciones del reparto, Piper Perabo reemplaza a Radha Mitchell como la esposa de Banning en un rol intrascendente y Danny Huston (Wonder Woman) le pone un poco de onda a un villano predecible que al menos logra ser funcional a la historia. Presidente bajo fuego está lejos de ser una gran película de acción pero ofrece un pasatiempo entretenido para quienes busquen distraerse un rato con este tipo de propuestas.
High Life es esa clase de películas que cada vez llegan con menos frecuencia a las salas de cine debido a que encuentran su nicho de distribución en las plataformas de streaming. El problema con esta cuestión es que después terminan perdidas en la programación frente a la enorme variedad de alternativas disponibles. Esta producción representa la nueva obra de Claire Denis, una realizadora francesa que suele ser muy mimada por la crítica. A menudo sus trabajos son aclamados por la prensa y en Argentina algunos de sus últimos filmes como 35 Rhums (2012) y Un bello sol interior (2017), con Juliette Binoche, también fueron bien recibidas por el público. En lo personal las películas convencionales de esta directora siempre me aburrieron bastante, ya sea por su narrativa pausada o las temáticas que trabajan. Me gusta más la otra Claire Denis, esa directora que cada tanto desconcierta a sus propios seguidores con alguna bizarrada donde sale de su zona de confort. Un claro ejemplo fue Trouble Every Day (2001), donde incursionó en el género de terror que evocaba también esos filmes eróticos europeos de los años ´70. High Life ofrece una experiencia similar a través de una película que fusiona la ciencia ficción con el thriller psicológico. Denis utiliza esta combinación de géneros a través de un relato muy interesante que explora el lado más oscuro y macabro de la sexualidad humana. Si el espectador tiene paciencia y supera los tediosos 20 minutos iniciales luego la recompensa resulta gratificante. Un tema con esta realizadora es que a menudo le lleva una eternidad establecer conceptos sencillos. Ejemplo, un hombre se encuentra aislado en el espacio con una bebé. En los códigos narrativos de Denis esta idea simple puede resultar una tortura, sin embargo una vez que se presenta al personaje de Robert Pattinson el conflicto se dispara y comienza un film diferente. A través de un relato no lineal se construye un misterio extravagante sobre el destino que tuvo la tripulación de una nave en la que se desarrollaban experimentos extraños. A medida que empiezan a encajar las piezas de la intriga la trama se vuelve cada vez más brutal y escabrosa. A Denis no le interesa tanto el espacio o la ciencia en esta propuesta sino que utiliza el contexto futurista para indagar en la compleja sexualidad humana. Juliette Binoche y Mia Goth tienen grandes momentos dentro del reparto secundario pero es Robert Pattinson quien se roba esta película con una labor dramática estupenda. Un actor que en los últimos años hizo un esfuerzo descomunal por enterrar en el olvido los vestigios del vampiro Edward Cullen para demostrar que tiene talento y está para otras cosas. El diverso rango de emociones que explora en este personaje demuestra un histrionismo notable que no pudo expresar en las producciones hollywoodenses. Después de verlo en High Life deja una intriga enorme por lo que podría ser su versión de Bruce Wayne (Batman lo interpreta cualquiera) en la próxima película de Matt Reeves. Para quienes estén con ganas de ver una propuesta oscura, repulsiva y diferente a todo lo que hay en la cartelera en este momento, el nuevo film de Claire Denis es una cita obligada en el cine.