Mike Flanagan es uno de los realizadores más interesantes que surgieron en los últimos años dentro del cine de horror y hasta la fecha sus trabajos no decepcionaron. A través de muy buenas películas como Absentia (2011), Oculus (2013) y la historia de origen de Ouija (2016) demostró un dominio contundente del género. Una cuestión que se consolidó en su mejor expresión con la excelente miniserie de Netflix, The Haunting of Hill House (2018). Dr.Sleep es una propuesta diferente del cineasta ya que se trata de un thriller con elementos sobrenaturales que en ocasiones manifiesta algún guiño a los relatos de terror. El gran desafío para Flanagan en este caso pasó por desarrollar una continuación de El resplandor, de Stanley Kubrick, que tal vez fue la última verdadera obra maestra que brindó este género en las últimas décadas. Una producción que no fue una adaptación rigurosa de la novela de Stephen King (el autor la odió en su momento) pero en materia de cine ofreció una película extraordinaria que no en vano se convirtió en un clásico. En Dr. Sleep Flanagan presenta una exploración interesante de la mitología de la obra original donde el director logra salir bien parado hasta que la trama llega al complicado tercer acto. La introducción de la versión adulta de Danny Torrance, a cargo de un excelente Ewan McGregor, y los nuevos personajes está muy bien trabajada y el film enseguida te envuelve dentro del conflicto. Creo que esta producción encuentra su mejores momentos en los primeros dos actos donde la narración se esfuerza en darle una identidad propia a la continuación. Todo el conflicto entre los personajes con poderes psíquicos y la enorme carga que representa contar con esas habilidades plantea ideas interesantes. El gran gancho de esta película se encuentra en esa tremenda villana que es Rose The Hat a cargo de una memorable Rebecca Ferguson, quien se come sola esta película. Ella es el corazón y alma de la producción y logra que el trabajo de Flanagan funcione hasta la llegada del clímax. Me encantó lo que hizo con este personaje y cada escena en la que aparece se disfruta muchísimo. Dentro del reparto también sobresale el casting de Kyliegh Curran, una joven actriz que aspira a tener una carrera importante. La madurez de su interpretación y la enorme empatía que despierta indicaría que llegó para quedarse y en adelante la veremos más seguido en el cine. La gran química que tiene con McGregor y esos duelos con Ferguson contribuyen a que la película se disfrute muchísimo. Mi problema con Dr.Sleep tiene que ver con el tercer acto y el desarrollo del clímax donde esta propuesta decae notablemente. De hecho mientras más repaso en la mente este segmento menos me gusta. No leí la novela de King por lo que no puedo juzgar la adaptación, pero mis objeciones pasan por cuestiones cinematográficas. Me quedó la sensación que Mike Flanagan dirigió este film hasta el momento en que la trama se traslada al Hotel Overlook. Luego parecería que la realización se la cedió a un equipo de ejecutivos de marketing del estudio donde hicieron gala de los peores lugares comunes. Dr.Sleep encuentra sus mejores momentos cuando construye su propia identidad e intenta a hacer algo diferente y se debilita notablemente luego con el festival del fan service. Todo el tour por el hotel resulta completamente innecesario, especialmente cuando se copian en más de una oportunidad escena por escena del clásico de Kubrik. La identidad de Flanagan como realizador se desvanece y su obra se encarrila por el cliché hollywoodense. Me parece que no era necesario abordar el recuerdo de El resplandor de un modo tan burdo. Podían haber buscado otra manera creativa de hacer lo mismo sin caer en escenas tan obvias. El duelo final entre Danny Torrance y Rose The Hat parece salido de un capítulo de la serie Supernatural (con todo respeto a su comunidad de fans) y tiene poco que ver con la impronta que caracteriza el cine de Flanagan en este género. Más allá de estas cuestiones la película se disfruta bastante y saca adelante el desafío de presentar una continuación de un clásico tan importante.
El hecho que estos personajes tan queridos de la cultura popular regresaran a la animación en una película realizada por los mismos directores de la horrenda Saussage Party (La fiesta de la salchichas) no resultaba muy prometedor. Pese a todo, Conrad Vernon y Greg Tiernan lograron realizar una obra aceptable con los personajes de Charles Addams, pese a que no consiguieron explotar por completo el potencial de la propuesta. Un inconveniente de este film es que a diferencia de las producciones live action de los años ´90, con Raúl Juliá y Anjelica Huston, la nueva obra de animación se concibió exclusivamente para el público infantil. De ese modo, todo el humor negro e irónico que tuvieron las películas mencionadas y la serie de televisión de los años ´60 en este proyecto brilla por su ausencia. Si bien funciona para introducir a los niños en el mundo extravagante de los Addams, para el público adulto puede resultar algo aburrida. Las personalidades de cada miembro de la familia estuvo bien trabajada e inclusive los diseños en la animación evocan las ilustraciones originales del cómic, sin embargo se extraña esa irreverencia especial que siempre tuvo esta propuesta. Aunque en los campos técnicos no presenta ninguna característica virtuosa, la animación es pasable y se percibe una influencia de El cadáver de la novia, de Tim Burton. Un director que en algún momento estuvo vinculado con este proyecto. El film de Vernon y Tiernan no es malo y se nota que lo hicieron con un cariño genuino hacia los Locos Addams, lamentablemente tuvieron las manos atadas con la decisión del estudio MGM de orientar la propuesta exclusivamente al público infantil.
La historia de Estafadoras de Wall Street está inspirada en un artículo periodístico de la revista New York publicado en el 2015. Si bien la autora de la investigación, Jessica Pressler, luego expresó que era imposible de comprobar si todos los detalles que obtuvo en las entrevistas eran ciertos, el caso fue real y está documentado. La obra de la directora Lorene Scafaria explora el submundo de las strippers con una mirada más realista y humana que las que se presentó en producciones del pasado, donde primaba el cine de explotación, Striptease (1996), o los contenidos bizarros, como Showgirls (1995), de Paul Verhoeven. En este caso se percibe una mirada más feminista que describe en detalle el ambiente deprimente en el que se desenvuelven estas mujeres y las situaciones con las que lidian a diario en su ámbito de trabajo. Durante la primera parte del film el foco de atención de la realizadora está puesto en esta cuestión con la presentación de los personajes. Constance Wu (Crazy Rich Asians) sobresale en el rol principal con un personaje que está muy bien desarrollado y Jennifer López presenta su mejor labor en el cine, desde que encarnó a la policía Karen Sisco en Un romance peligroso (1998), de Steven Soderbergh. Queda claro al verla en esta producción que es una actriz subestimada que simplemente tuvo la mala suerte de trabajar en proyectos olvidables donde no suele tener chances de destacarse. Aunque el reparto cuanta con las participaciones de Julia Stiles y la controversial rapera Cardi B, el espectáculo se lo roban Wu y López con sus interpretaciones. La dirección de Estafadoras de Wall Street toma cierta influencia del cine de Martin Scorsese que aparece en el recuerdo en más de una escena. Sobre todo por el modo en que se abordó el conflicto central. La película no glorifica ni convierte precisamente en heroínas feministas a las strippers que drogaban a sus clientes para gastarles las tarjetas de crédito, sin embargo desarrolla muy bien el contexto social en el que se dieron las estafas. De ese modo, sin justificar sus acciones, se puede entender los motivos que las llevaron a cometer esos delitos. Una historia muy interesante que además resulta muy recomendable por la labor de las dos protagonistas. ver crítica resumida
Uno de los grandes placeres culposos de este año que brinda un par de carcajadas por su ridícula corrección moral, si bien no deja de representar una frustración más dentro de esta franquicia. Terminator es una saga que hasta la fecha demostró una incapacidad absoluta en sus continuaciones para desarrollar un mínimo arco argumental en lugar de estancarse en el perpetuo borrón y cuenta nueva. Nunca le encontraron la vuelta para continuar con guiones decentes las dos primeras obras de James Cameron que son los clásicos que valen la pena. De todos modos, después de Dark Fate propuestas como Terminator 3, Salvation y la serie de Las crónicas de Sarah Connor quedan muy bien paradas. El nuevo trabajo del director Tim Miller (Deadpool) se presenta como una continuación directa de la obra de 1991 e ignora todas las producciones estrenadas en los últimos años. Si bien el concepto del reboot se volvió algo tedioso en esta franquicia, las presencias de Linda Hamilton y Arnold Schwarzenegger, sumada a la supuesta "producción de Cameron" despertaban una mínima expectativa. Algo que enseguida se desmoronó con el lanzamiento del primer trailer. La nueva propuesta comienza con un cachetazo innecesario a los fans de los filmes originales, donde Miller deja claro de entrada que esta producción apunta a un público diferente. El desastre se desata desde la primera escena, cuando los tres inútiles que cobraron un sueldo como guionistas no tuvieron mejor idea que tirar a la basura toda la historia de las entregas previas, para construir una línea argumental diferente. En otras palabras, hicieron la gran Rian Johnson (Star Wars: Episodio 8). El pobre John Connor, que había atravesado un infierno en el capítulo anterior, en apenas 30 segundos ya no tiene más relevancia en la saga, debido a que la resistencia frente a las máquinas ahora encuentra otra figura de liderazgo impuesta por la irritante corrección política de Hollywood, El problema con Dark Fate es que tiene la soberbia de ignorar a Skynet, la familia Connor y la mitología que se construyó en los dos primeros filmes, con el film de ofrecer una chapucera remake boba de Terminator 2. Ni siquiera hace el menor esfuerzo de brindar algo diferente porque la trama es un refrito del film de 1991 con personajes diferentes. La única novedad es que ahora el argumento reúne todos y cada uno de los clichés morales que tiene el nefasto Hollywood de la actualidad. Una característica que al menos ofrece un par de carcajadas. La película de Miller abraza la causa feminista de la manera más torpe posible con estereotipos burdos del empoderamiento femenino que fueron construidos desde una mirada masculina. Por consiguiente, el supuesto gran progresismo de este capítulo pasa por introducir más mujeres rudas que se comportan como hombres y patean con facilidad el trasero de sus oponentes. Qué tiene que ver eso con el feminismo es un misterio. Una historia diferente hubiera sido si se exploraba la camaradería de los personajes principales con otra sensibilidad, pero esto es una película hueca de Miller y no se puede pedir demasiado. Como no dejaron títere con cabeza en materia de clichés moralistas, la película también le otorga un protagonismo relevante a la comunidad latina. Los hipsters sensibles que se desgarraron las vestiduras con el tratamiento de los narcos en Rambo: Last Blood acá finalmente encontrarán el México Plaza Sésamo que le reclamaban a Stallone. Todos los personajes latinos son buenos y trabajadores y las comunidades de los barrios se retratan como la vecindad del Chavo. Faltó que incluyeran a la Chilindrina y Kiko y la hacían completa. La escena en que las protagonistas se suben al famoso tren que transporta inmigrantes ilegales a Estados Unidos desde Honduras se retrata prácticamente como un viaje de placer. Todo los indocumentados son soñadores pacíficos en busca de una oportunidad en el país del norte. Una fantasía grotesca que se contrapone a ese panorama aterrador que mostró el director Cary Fukunaga en esa gran película que fue Sin nombre. Dark Fate nunca se recompone de la pifiada que se mandaron en la secuencia inicial y todo lo que sigue a continuación es bastante pobre. El villano es un nuevo Terminator-Venom latino (ya que las máquinas también piensan en la diversidad) y encuentra el peor casting posible en Gabriel Luna, quien nunca consigue ser intimidante en el rol. Linda Hamilton le pone un poco de onda al film como Sarah Connor, quien se convirtió en una caricatura al servicio del fan service, mientras que Arnold tiene momentos desopilantes con un Terminator vintage que entra en el terreno de la ridiculez. Lo que hicieron con ese personaje no tiene sentido, pero es un tema para el campo de los spoilers. De todos modos, cabe destacar que el actor levanta muchísimo la película con su presencia que lamentablemente llega tarde. La actriz Mackenzie Davis representa la única característica rescatable de esta producción. La historia de origen de la nueva cyborg es una de las pocas cosas interesantes que brinda el guión y ella se desempeña muy bien en ese rol. Por el contrario, el papel de Natalia Reyes resulta una heroína chata que queda bastante desdibujada dentro del conflicto. Más allá del desastroso reboot innecesario que propone esta entrega lo más decepcionante pasa por la realización del director Miller. En materia de acción ofrece una película muy pobre con secuencias genéricas que no están a la altura de lo que debería ser una propuesta de Terminator. Los efectos digitales horribles que ya se veían en el trailer nunca fueron corregidos y salvo por la persecución inicial en una autopista, el tratamiento de la acción es insulso y desapasionado. Si a esto le sumamos que la trama encima es un refrito burdo del film de 1991 con nuevos protagonistas, cuesta entender la calificación de "la mejor continuación de la saga". Terminator 3, de Jonathan Mostow, presentó personajes femeninos sólidos, una trama que respetaba los filmes originales y secuencias de acción completamente superiores que al menos aprovechaban mejor la presencia de Schwarzenegger. A favor de este nuevo film se puede reconocer que al menos es entretenido y te hace reír por sus ridiculeces, sin embargo está lejos de representar la gran renovación creativa que plantean las críticas exageradas. Para ver en Netflix un domingo lluvioso no está mal pero no dejar de ser otro exponente de la vergonzosa crisis creativa que atraviesa Hollywood.
Jillian Bell es una muy buena comediante que desde hace unos años empezó a llamar la atención con sus trabajos, por lo general en roles secundarios dentro de la televisión. Su labor en la sitcom Workaholics generó que el director Paul Thomas Anderson la incluyera en dos de sus filmes, como The Master e Inherent Vice, pero hasta la fecha no había tenido la oportunidad de sobresalir en un rol protagónico. La carrera de Brittany es una película independiente que le dará una mayor proyección en Hollywood y prueba que su talento va más allá del género con el que suele estar relacionada. En este caso encarna una mujer con serios problemas de autoestima, cuyo sobrepeso sumado a una vida social descontrolada, pone en peligro su salud. Cuando se compromete a modificar sus hábitos para competir en una maratón, la protagonista inicia toda una experiencia de autodescubrimiento personal que lidia con temáticas universales. El film del realizador Paul Downs Colaizzo, responsable del reboot de MacGyver, desarrolla con mucho realismo las dificultades para sostener una rutina más saludabl , a través de una historia que tiene varias capas argumentales. Más allá de la transformación física y psicológica que atraviesa el rol de Jillian Bell, el conflicto explora también los efectos nocivos que genera la fijación con la falsa realidad de las redes sociales, donde supuestamente todo el mundo se muestra con vidas perfectas que no dejan de ser una puesta en escena. Si bien la comedia relacionada con estas cuestiones está muy bien trabajada, la película se vuelve más atractiva todavía en aquellos momentos donde el drama cobra más fuerza y permite disfrutar a esta actriz en un rol diferente. En estos días donde la comedia norteamericana tiende a estancarse en los chistes sobre drogones o cuestiones sexuales que atrasan 30 años, La carrera de Brittany al menos construye el humor con un tema que deja una reflexión relevante.
La continuación de Zombieland es una de las comedias más efectivas que pasaron por la cartelera este año y no defraudará a quienes disfrutaron la primera entrega hace una década. Una producción que tardó demasiado tiempo en concretarse y aunque inevitablemente perdió la frescura de la original el reencuentro con estos personajes logra ser muy divertido. Una de las inquietudes que despertaba la película era el hecho que se estrenaba en un momento donde la agenda moralista de corrección política rige los contenidos de la propuestas hollywoodenses. En este contexto, un personaje fantástico como Tallahassee (Woody Harrelson), que se desempeña con una ideología y conducta que hoy podría resultar ofensiva, tenía grandes chances de ser modificado o por lo menos atenuado. Afortunadamente el director Richard Fleischer consiguió mantener la integridad artística de la continuación que está en sintonía con el tono humorístico de la original. Tallahassee sigue siendo el mismo cavernícola de siempre y representa claramente el corazón del film con un Harrelson completamente inspirado. Zombieland 2 no tiene la ambición de redefinir el género y ni se molesta en hacer algo diferente con los personajes. Es más, la película ofrece más de lo mismo a tal punto que ni siquiera es necesario tener vista la entrega previa. Sin embargo, dentro del espectáculo que se presenta, el tratamiento del humor y las interacciones de los protagonistas generan un pasatiempo muy entretenido. La película te hace reír y tiene algunos momentos fantásticos, como los clips que destacan las grandes matanzas de zombis del año. Dentro de las novedades la gran revelación del reparto la brinda Zoey Deutch, (hija de la actriz Leah Thompson (Volver al futuro), quien sobresale en un rol cómico con un personaje que representa el estereotipo de la clásica Valley Girl californiana. En lo referido al elenco original, la química entre ellos sigue intacta aunque en esta ocasión Abigail Breslín quedó más desdibujada. Si bien su personaje es el disparador del conflicto a lo largo del film tiene poco para hacer y su participación terminó relegada a un papel más secundario. Aunque en términos generales el nivel de la comedia es muy bueno, el director Fleischer eleva la experiencia con la adición de la mejor escena pos-créditos del 2019. Son dos en realidad y vale la pena esperarlas en la butaca porque le dan a la película un cierre desopilante. Zombieland tal vez no da para extenderse con futuras entregas, en este capítulo queda claro que ya explotaron los personajes todo lo que podían. Pese a todo, la segunda parte está a la altura de la obra original y se destaca entre las novedades del mes para tener en cuenta. ver crítica resumida
En un año nefasto para la filmografía live action de Disney, donde no hubo grandes ideas creativas, la continuación de Maléfica sin ser una película memorable al menos tiene la cortesía de no ofrecer un espectáculo teatral filmado para el cine ni una bochornosa copia carbón sin alma de un clásico de la animación. Quienes disfrutaron la primera entrega seguramente quedarán satisfechos con la nueva producción que corrigió algunos defectos del film estrenado en el 2014, mientras que aquellos que la detestaron no cambiarán de opinión luego de ver esta propuesta. El film del director noruego Joaquim Ronning, responsable de la última entrega de Piratas del caribe y Kon-Tiki, retoma el concepto estúpido de convertir a Maléfica, una de las grandes villanas históricas de esta compañía, en una superheroína genérica de los cómics. En el nuevo film directamente pide a gritos su ingreso al Universo Marvel donde tranquilamente podría sumarse al equipo de los Avengers. El problema con la Maléfica/Supergirl, interpretada por una anestesiada Angelina Jolie en piloto automático, es que arruina todo lo que hacía interesante al personaje, además de contradecir el propio título de esta producción. "Maestra del mal". A lo largo del relato no se percibe en la protagonista ningún rasgo en su personalidad que permita asociarla con el mal o como una figura intimidante. Por el contrario, Maléfica se desenvuelve como una justiciera social que protege a las criaturas mágicas y busca vivir en paz y armonía. Esa villana aterradora y misteriosa de la versión animada terminó arruinada con un guión mediocre que no le aporta nada interesante a este cuento. Una historia diferente hubiera sido si se reinterpretaba la historia de La bella durmiente desde la perspectiva de la villana sin distorsionar su rol en el conflicto, pero en estos filmes proponen convertirla en una heroína de cómics aburrida y el concepto no termina de funcionar. Pese a todo, el nuevo capítulo corrige algunas cuestiones fallidas que había tenido la producción previa. Elle Fanning, quien estaba limitada al rol de la damisela en apuros pasiva, en esta continuación tiene un rol más activo dentro del conflicto principal. La princesa Aurora sigue siendo un bodrio pero al menos la actriz le puso un poco más de onda a su interpretación y consigue que el personaje tenga un rol digno. Lamentablemente no mejoró su suerte con el nabo del príncipe Phillip, quien pese a ser interpretado por otro actor (Harris Dickinson) no consigue establecer con ella una pareja romántica con química. En esta película intentaron explorar un poco más la cultura de la que proviene Maléfica, un tema que hubiera tenido su potencial si hacían el mínimo esfuerzo por desarrollar ese aspecto de la trama. Sin embargo, la idea luego queda en la nada y todo se centra en una guerra boba entre humanos y hadas que cierran de un modo chapucero. Michelle Pfeiffer con el esfuerzo de una remadora olímpica es la que le inyecta un poco de energía a esta continuación y logra que los espectadores adultos no caigan en los brazos de Morfeo. En lo referido a los aspectos más técnicos es justo reconocerle a esta producción la labor que hicieron con los efectos especiales y los diseños de las criaturas de fantasía. Las horrendas hadas insectos al menos esta vez no se ven como monigotes de animación computada y en general dentro de esos campos Maléfica 2 es una película superior a la entrega previa. Salvo por esa cuestión no hay mucho más para resaltar. En resumen, una película live action de Disney un poco más decente que los últimos títulos que estrenaron, cuyo destino será el olvido.
Si realmente cumple con su palabra y esta película en efecto es la última entrega de la saga, Sylvester Stallone se despidió de un personaje icónico del cine de acción con una de las mejores interpretaciones de su carrera. Rambo: Last Blood es el capítulo más emocional de la franquicia y tiene la particularidad de explorar al personaje desde otra perspectiva. Una particularidad que tuvo esta serie es que cada relato trabajó una temática diferente en variados escenarios que tenían como telón de fondo algún conflicto de la actualidad de ese momento. El nuevo film desarrolla el argumento en el marco de un típico thriller de venganza que debe ser analizado dentro del contexto de la saga. Si Stallone no interpretara a Rambo los hechos demenciales que comete el protagonista no tendrían ningún sentido y sería un clon grotesco de las películas del Vengador anónimo de Charles Bronson o la serie Taken con Liam Neeson. Si querés hilar más fino ponele una remake más de Man on fire, la original con Scott Glenn de 1987, que también tenía a un veterano de Vietnam como protagonista en un conflicto similar. Sin embargo, en este caso la trama se relaciona con Rambo y ese tercer acto visceral y perturbador que presenta la historia no es otra cosa que la catarsis emocional de toda la mierda que vivió el personaje en su vida. Stallone siempre concibió al soldado como una especie de Frankenstein moderno creado por el Ejército de los Estados Unidos y en esta conclusión retoma ese concepto. No se trata de la simple aventura de un héroe justiciero sino del colapso emocional de un psicópata que vuelve a reconectarse con esa barbarie y salvajismo que intentó dejar atrás. Un tema que Stallone, quien maneja los detalles como los dioses en sus guiones, inserta en el film durante las primeras escenas. Desde los minutos iniciales se nos recuerda que Rambo está completamente loco y esa imagen que intenta dar de un ranchero pacífico de Arizona es tan solo una fachada. John no duerme en una habitación normal sino en una cueva que recrea los bunkers de Vietnam. Su rutina diaria se centra en tratar de controlar a esa bestia interior, como lo haría Bruce Banner con Hulk, que lo atormenta permanentemente. Su apariencia pudo haber cambiado, ahora lleva el pelo corto, pero sigue siendo el mismo. Los fantasmas del pasado todavía lo perturban y cuando le quitan esos pequeños vínculos íntimos que lo ayudaban a tener una mínima existencia normal, digamos que sus enemigos no la van a pasar bien. A diferencia de los filmes anteriores, que enseguida se centraban en la acción, en Last Blood la tensión se incrementa de un modo pausado hasta que estalla en una carnicería brutal, que no seamos hipócritas, es también lo que se espera de una entrega de Rambo. Un párrafo aparte para los tilingos trasnochados que denostaron esta película por las supuestas actitudes xenófobas hacia la comunidad latina. Una producción que encima fue avalada por el propio público mexicano que supuestamente debería sentirse ofendido y genera que esas apreciaciones sean más disparatadas todavía. Creo sinceramente que si estos hipsters de la prensa levantaran sus culos en algún momento de los sillones de Starbucks e indagaran sobre la realidad de México con el problema narco tal vez comprenderían un poco más lo que hicieron en este film con ese tema. Last Blood reconstruye de un modo brillante esa región fronteriza del país tal cual el escritor Don Winslow describió en esa obra maestra del género policial que fue El poder del perro. De hecho, los hermanos Martínez que interpretan Sergio Periz-Mencheta y Óscar Jaenada tienen más de un punto en común con los hermanos Barreda de Winslow. La trama expone una realidad que existe en la actualidad y es responsable de centenares de muertes por día. La impunidad de los narcos, la corrupción policial y el modo en que opera el sistema de la trata de blancas no lo inventó Stallone sino que es parte de una realidad cotidiana que se vive en Mexico. Un país donde la gente puede desaparecer de la nada y las autoridades no mueven un pelo. Por eso el discurso de la película pro-Trump es de una imbecilidad épica, especialmente cuando el relato se centra más en el drama personal del protagonista que en propagar alguna ideología política. Intentan hacerse los intelectuales profundos con una producción de Rambo y salen con estas estupideces que son imposibles de tomar en serio. En lo referido a la dirección de Adrian Grumber, responsable de la serie Narcos: Mexico (quien algo entiende también de este tema) su labor es muy buena. Me encantó la introducción que le da a Rambo al estilo Django y ese tinte de western que está presente en su narración y encuentra su punto más alto en esa memorable última toma durante los créditos finales. En materia de acción cuando John entra en modo Jason Voorhees y canaliza en sus enemigos toda la furia contenida, la película se convierte en un desquicio absoluto. Si bien esos momentos resultan completamente grotescos, los hechos tienen una coherencia con la locura que padece el personaje. Por otra parte, Last Blood cuenta probablemente con el mejor reparto secundario desde la primera entrega de la saga, donde tienen muy buenos momentos Adriana Barraza y la joven debutante Yvette Montreal, quien brinda una interpretación estupenda. Períz-Mencheta y Jaenada forman una dupla que se hace odiar y dejan una muy buena impresión en el rol de los villanos. Vuelvo a reiterar, como ya escribí en otras ocasiones, hay que disfrutar a Sly mientras lo tenemos vigente porque el día que falte el cine de acción no volverá a ser el mismo. A los 73 años vuelve a demostrar por qué es el más grande en la historia de este género y despierta emociones en una sala de cine que ninguna otra figura en esta clase de películas puede generar con sus interpretaciones. Si son fans de la saga no la dejen pasar y vaya a disfrutarla en la pantalla grande.
Monos es una interesante propuesta del cine colombiano que desde hace un tiempo viene cosechando elogios en todos los festivales donde se presenta y no sería extraño que el año que viene termine nominada al Oscar como Mejor Película Extranjera. El director Alejandro Landes, responsable del documental Cocalero, sobre el presidente boliviano Evo Morales, en este caso explora el lado más oscuro de la vida guerrillera a través de un relato centrado principalmente en el cine de género. La trama sigue a un grupo de adolescentes que pertenecen a una organización armada, probablemente inspirado en las extintas fuerzas de las FARC, cuyas relaciones comienzan a deteriorarse entre ellos cuando una misión que les asignan sus superiores fracasa. A través de un film que tiene marcados guiños a clásicos literarios como El señor de las moscas (William Goldin) y El Corazón de las tinieblas, de Joseph Conrad, el relato de Landes presenta un retrato bastante perturbador de esos jóvenes cuyas existencias fueron arrebatadas por la locura de la guerra. El director construye un relato apolítico desprovisto de cualquier manifestación ideológica. Nunca llegamos a descubrir cuál es la agenda política del grupo o la rama armada a la que pertenecen ni el pasado de los personajes, a quienes se los reconoce solamente por sus apodos. Landes utiliza el primer acto del film para explorar ese microcosmos bizarro en el que estos jóvenes lidian con los dilemas clásicos de la adolescencia dentro de un contexto inusual, marcado por los entrenamientos militares y las duras condiciones climáticas de la jungla que los rodea. En la segunda mitad la narración se vuelca al género del thriller de supervivencia y Monos pasa a convertirse en una historia mucho más intensa donde entra en juego la barbarie con las que se manejan estos guerrilleros juveniles, que es la única realidad que conocen. Salvo por la presencia de Julianne Nicholson, conocida actriz de la serie La Ley y el orden, quien compone el personaje que cuenta con el mejor desarrollo, la gran mayoría de los actores son chicos debutantes que no tenían antecedentes artísticos. La dirección del reparto juvenil es estupenda y todas las interpretaciones están muy bien equilibradas. Monos encuentra sus mayores virtudes en los aspectos visuales, con una producción que en materia de fotografía y sonido presenta una obra muy superior al nivel técnico que suele tener el cine colombiano. El final deja cierta sabor amargo en el acto final por las situaciones que deja abierta y tal vez merecían un cierre más definido, pero la experiencia en general es más que positiva y es una película que merece ser tenida en cuenta entre las novedades de la cartelera.
La película de Playmobil es una producción fallida que intentó robar de un modo descarado y con pocas ideas el concepto de los que fue la primera producción de Lego. Originalmente este estreno fue concebido de un modo independiente por Bob Persichetti, el director de Spiderman: Un nuevo universo. Sin embargo, el estudio Sony rechazó la propuesta y en su lugar le ofrecieron realizar el excelente film del hombre araña. Finalmente el proyecto quedó en manos de la compañía francesa Method, algo que no es de sorprender, ya que esta línea de juguetes siempre tuvo más popularidad en Europa que en los Estados Unidos. La dirección quedó a cargo de Lino DiSalvo, un ex empleado de Disney. a quien le toma apenas seis minutos incorporar en su relato los clichés más nefastos de la compañía del ratón Mickey. La película abre con una secuencia live action, protagonizada por la actriz Anya Taylor Joy (Split), quien le pone mucha onda a un alegre número musical. Sin embargo, la felicidad le dura poco a su personaje porque enseguida se entera que sus padres murieron en un accidente automovilístico. El primer lugar común de Disney con los niños huérfanos que ya anticipa de entrada lo que viene después. Una película sin ideas creativas e hiperquinética que no hace el menor esfuerzo por darle una identidad original al mundo de los Playmobil. El trabajo con la animación es más que decente y al menos desde los aspectos visuales por lo menos consigue ser un poco atractiva para los más chicos. Inclusive aparecen los juguetes de las colecciones clásicas, como las de los cowboys y piratas. Lamentablemente faltó una visión creativa que pudiera hacer algo más interesante con los personajes y la trama que cuenta. El hecho que el film esté dirigido al público infantil no significa que tenga que ser vacío de contenido. Dentro de las propuestas para niños disponible en los cines, Abominable (de Dreamworks) al menos ofrece un cuento de fantasía con más corazón.