La segunda parte de It no sólo consigue ser una de las películas de terror más efectivas que pasaron por la cartelera en estos últimos años sino que consolida al director Andy Muschietti entre los nuevos cineastas prometedores de Hollywood. Su ejecución de esta adaptación del clásico de Stephen King deja motivos más que suficientes para entusiasmarse por sus futuros proyectos, especialmente si se relacionan con el cine de género. La primera entrega me había gustado pero no me volvió loco como a otros espectadores y críticos. Recuerdo que me había molestado el exceso de CGI en las intervenciones del payaso Pennywise. En la nueva producción Muschietti no sólo ofrece un relato mucho más oscuro y macabro a la hora de retratar las situaciones de violencia y suspenso, sino que además corrigió el tratamiento de los efectos digitales en estas secuencias. Desde esa tremenda escena inicial con los nuevos crímenes en Derry que disparan la reunión de los protagonistas, el payaso resulta completamente aterrador gracias a la interpretación memorable de Bill Skarsgard. El personaje funciona tan bien y termina por superar a la versión de Tim Curry en los años ´80 debido al sorprendente histrionismo del actor. A través del modo en que trabaja el tono de voz, los músculos de su rostro y las miradas consigue que Pennywise logre dar miedo en todas sus intervenciones. En esta ocasión el director tuvo la inteligencia de aprovechar el talento de Skarsgard para construir el personaje y utilizar los efectos digitales al servicio de la interpretación del actor. El resultado es impresionante porque en más de una ocasión logra transmitir miedo. Al menos en mi experiencia con el film, desde la primera entrega de REC (la original de España no la remake hollywoodense) que una obra de este tipo no conseguía ponerme tan tenso en una butaca de cine. El enorme mérito de la obra de Muschietti es que encima genera esas emociones en un relato que dura casi tres horas, algo que no es habitual en estas propuestas donde el promedio de duración suele ser de 97 minutos. Inclusive otros filmes largos de este estilo, como la producción coreana The Wailing (156 minutos), no tenían este clima permanente de tensión que el cineasta argentino le otorga a su trabajo. Es muy difícil sostener un relato tanto tiempo de esa manera sin que el espectáculo se vuelva pesado y dentro de este riesgo que tomaron los productores la película sale muy bien parada. En lo referido a la adaptación de la segunda mitad de la novela salvo por unos mínimo cambios, que realmente son minucias, la trama se desarrolla con mucha fidelidad a la obra de King. La dirección del relato en este caso se enfoca en los traumas de la infancia, la temática central de la novela, que en mi opinión se abordó de un modo impecable. El espíritu de la obra original está claramente presente en esta película y quienes hayan disfrutado la novela lo comprobarán con facilidad. Un tema interesante al respecto de esta cuestión es que Muschietti también deja la puerta abierta para sorprenderte con algunas situaciones, aunque ya conozcas de memoria la versión literaria. En lo referido a la labor del reparto y el casting de los personajes en su faceta adulta el balance es más que positivo. Todos llegan a tener sus momentos destacados y consiguen transmitir esa química y el vínculo de amistad que tenían los perdedores en la entrega previa. No obstante, es justo destacar que Bill Hader la rompe especialmente en el rol de Richie Tozier. Un personaje que en su faceta juvenil a cargo de Finn Wolfhard (Strange Things) resultaba un poco pesado y en la continuación tiene un rol fundamental a la hora de descomprimir de un modo efectivo la tensión y el drama que viven los personajes. Cabe destacar también las nuevas escenas con los chicos del primer film, donde Sophia Lillis sobresale otra vez como uno de los grandes hallazgos del cine de Hollywood reciente. Desde los aspectos más técnicos las secuencias de fantasía y horror son realmente impactantes por todo el ingenio y la puesta en escena que tiene cada aparición de Pennywise. Sobresale para mi gusto especialmente toda la secuencia del departamento de Beverly que es mucho más perturbadora de lo que se adelantaba en el trailer. Un detalle de esta película que no es un tema menor es el modo en que se desarrollan los vínculos personales entre los protagonistas. Más allá de del horror y la brutalidad de la violencia It brinda también un cuento muy emotivo, una característica que no suele ser frecuente en este género. Quedan otras cuestiones para mencionar pero entran en el terreno de los spoilers. La segunda parte de It es una película para ser disfrutada en una pantalla de cine y si la estaban esperando con ganas sobran motivos para entusiasmarse, ya que se trata de uno de los grandes estrenos de este año.
La música de mi vida es una película de visión obligatoria para todo fan de Bruce Springsteen por la intensa experiencia emocional que ofrece. Aquellos que no tienen una afinidad con este artista o simplemente cuentan con alguna referencia no la experimentarán con la misma pasión porque resultará un temática ajena. La trama está inspirada en la historia real del periodista paquistaní del diario The Guadian, Sarfaz Manzoor y se centra en el período de formación en su juventud y la influencia que tuvo la obra de Springsteen en su vida y la vocación que adoptó. La directora de la recordada Bending like Beckham (uno de los primeros trabajos de Keira Knightley), Gurinder Chadha, construye un coming of age ambientado en la Inglaterra de Margareth Thatcher, a mediados de los años ´80, con una particularidad especial. Su obra establece una conexión muy especial con los fans de Springsteen fuera de los Estados Unidos, quienes probablemente vivieron situaciones similares en su juventud. Si pertenecés a ese grupo en cierta manera la historia del joven Javed Khan es también la tuya y por eso te vas a identificar con numerosas cuestiones que se trabajan en este relato. En principio la extraña situación de tener devoción por un artista que nunca tuvo una masividad popular en otras culturas. "¿Cómo podés idolatrar a un yankee que no tiene nada que ver con tu país ni el mundo donde te criaste?" Típico cuestionamiento que los seguidores del Jefe enfrentaron en más de una oportunidad como si la conexión con el arte se definiera con un pasaporte. Si sos fan de Bruce siempre fuiste un poquito freak y no estuviste muy acompañado en el culto de esta pasión, tal cual le ocurre al protagonista del film. En el caso de Javed al menos tenía un amigo con el que podía compartir su música favorita mientras que otros tuvieron que hacerlo en soledad. Hay una escena estupenda que retrata a la perfección esta cuestión. El protagonista emprende toda una odisea épica para comprar una entrada a su primer concierto de Bruce y cuando llega al negocio descubre que sobran las entradas porque nadie está interesado en ese recital. Esos detalles hermosos que le añade la directora al film generan una conexión muy especial con el personaje principal y las situaciones que afronta. La música de mi vida no es otra cosa que una celebración pasional del mensaje universal del arte de Springsteen y de esa banda de sonido que ocupa un lugar especial en el corazón de millones de personas alrededor del mundo. En mi caso, que escucho a Bruce desde que tengo seis años, obviamente viví este estreno de un modo muy especial porque está estrechamente vinculada con cuestiones muy personales. Desde el momento en que suena la primera canción, "Dancing in the Dark", se movilizan un montón sentimientos que no dejan de aflorar hasta el emotivo final, donde se resume de un modo contundente la relación que tienen los fans con este artista. El tema va más allá del simple idilio adolescente y describe muy bien como esos temas musicales emblemáticos cimentaron el carácter y la manera de ver la vida de tanta gente. Las mayores cualidades de esta producción se encuentran en la gran interpretación del debutante Viveik Kalra, quien demuestra un gran dominio para desenvolverse en el drama y la comedia y por supuesto la banda de sonido. La directora Guadar construye su relato con los temas clásicos del período de culto de Bruce, que va del disco “Darkness on the Edge of Town” hasta “Born in the Usa”. Más allá de la oda al arte de Sprinsgteen, el film además desarrolla muy bien todo el contexto político y social durante los años que Margareth Thatcher ejerció el poder como la Primera Ministro del Reino Unido. La dirección de Chadha también aborda con muchos detalles las tradiciones culturales de las familias musulmanas y ese vínculo por momentos asfixiantes (desde la mirada occidental) que tienen los padres con sus hijos. En ese sentido resulta inquietante el notable paralelismo que se percibe en la relación conflictiva que Sarfaz Manzoor tuvo con su padre y la historia personal de Springsteen que no fue tan distinta. En lo referido a la puesta en escena de los años ´80, la producción es impecable y retrata con muchos detalles la cultura popular de ese período. Ahora bien, más allá del amor que le tengo a Bruce y los sentimientos emotivos que me despertó el film, tengo que ser honesto en la reseña y mencionar que La música de mi vida no está exenta de algunas objeciones. En primer lugar, creo que la directora se excedió por momentos con la extrema indulgencia e idolatría a la figura de Springsteen que deriva en algunas situaciones un poco incómodas de ver. Un ejemplo es la escena en que el protagonista y su amigo se plantan frente a unos bullies citando en voz alta, como pastores evangélicos, estrofas de “Badlands”. Me pareció demasiado. Después hay un par de secuencias musicales estilo Mamma Mia, con “Thunder Road” y “Born to Run” donde se incluyen situaciones exageradas que generan la misma reacción. “Jungleland” con el memorable solo de saxo sale mejor parada en una buena escena dramática. Banco a muerte la pasión por Bruce pero me parece que esas secuencias musicales podían haber tenido otro tratamiento. Cameron Crowe hubiera hecho algo fantástico con el mismo concepto. Por otra parte, me molestó un poco que no hubiera una mínima mención en la historia o a través de imágenes a los muchachos de la E-Street Band que son el corazón y alma de la música de Springsteen. Sin el talento y apoyo de Clarence Clemons, Stevie Van Zandt, Danny Fedirici, Roy Bittan, Nils Lofgren y Garry Tallent la historia de Bruce hubiera sido muy diferente. Esto no desmerece su labor como compositor, que además brindó discos solistas enormes como “Nebraska” y “The Ghost of Tom Joad”, pero detrás de su éxito hubo una banda tremenda que merecía su reconocimiento. Por lo menos mostrarlos a todos en un póster, no era tan complicado. Al margen de estos detalles, La música de mi vida es una gran película que ningún fan del Jefe debería dejar pasar en el cine. El Dato Loco: Esta producción representa la redención cinematográfica de la canción "I ll Stand By You" que suena en los créditos finales. Un tema que Bruce compuso originalmente para la primera película de Harry Potter pero los productores se la rechazaron en su momento. Finalmente encontró su lugar en el cierre de esta propuesta.
La viuda aborda un clásico tópico del cine de suspenso que tuvo una enorme popularidad entre mediados de los años ´80 y fines de los ´90. Me refiero a las historias centradas en la figura del acosador psicópata. En aquellos años surgieron numerosas películas populares de ese estilo, como Atracción fatal, El inquilino (Michael Keaton), La mano que mece la cuna, Falsa seducción (Kurt Russell) y El fanático (Tony Scott) que se destacan entre los títulos recordados de ese período. Clin Eastwood inclusive tuvo su debut como realizador en 1971 con esta clase de relatos en la recordada Play Misty for me. Si tenemos en cuenta la enorme cantidad de antecedentes que existen con este tipo de historias a esta altura es raro encontrar una producción que le aporte alguna visión interesante a los thrillers sobre acosadores. La gran decepción con este estreno pasa por el hecho que reunía un gran equipo que permitía ilusionarse con ver un espectáculo de mayor calidad. Neil Jordan es un gran director que en el pasado brindó filmes estupendos en diversos géneros, como En compañía de lobos, El juego de las lágrimas, Entrevista con el vampiro y The Good Thief. Si a esto le sumamos que el reparto en este caso tenía dos grandes actrices como Chloe Moretz e Isabelle Huppert se podía esperar un poco más de esta producción. Lamentablemente La viuda es una película genérica y olvidable, producto de un guión plagado de situaciones estúpidas e inverosímiles que atentan contra la poca credibilidad que podía tener la premisa de la trama. Isabell Huppert, lo mejor de esta producción, consigue otorgarle cierto misterio a su personaje y hace lo que puede con un argumento torpe que ni siquiera es efectivo cuando presenta los giros sorpresivos. El rol de Moretz representa a esos personajes tontos del cine de terror que toman permanentemente decisiones estúpidas que cualquier persona evitaría en su lugar y tampoco tiene chances de lucirse en este film. Cuesta bastante asociar la película con una obra de Jordan, ya que cae en todos los lugares comunes que uno puede imaginar en historias de este tipo. Ni siquiera a través del suspenso, que casi brilla por su ausencia, el relato del director consigue generar alguna situación que no sea predecible. Dentro de la temática de acosadores esta película es por lejos una de las peores que llegaron al cine en los últimos años, junto con The boy next door, con Jennifer Lopez. Si bien La viuda no cae en el mismo nivel de mediocridad gracias a la interpretación de Huppert, no deja de ser una propuesta cuyo visionado se puede relegar a la televisión.
La historia del asesino serial Ted Bundy ha sido retratada en numerosas películas desde mediados de los años ´80, antes que el criminal fuera ejecutado por los homicidios de más de 30 mujeres, cometidos entre 1974 y 1978. Esta versión que se conoció este año es probablemente la más interesante por el modo en que evitó los clichés que suelen encontrarse en esta temática. La dirección corrió por cuenta de Joe Berlinger, un documentalista especializado en crónicas policiales que este año estrenó además en Netflix la serie Conversaciones con asesinos: La cintas de Ted Bundy, un material que sugiero ver luego del film protagonizado por Zac Efron. Se trata de un complemento muy interesante de esta producción que incluye archivos audiovisuales que se registraron del criminal. Una particularidad de este film es que reconstruye el caso desde la mirada de Liz Kendall (interpretada por Lily Collins), la pareja formal con la que Bundy tuvo una hija, durante el periodo de su raid delictivo. Cuando esta historia explotó en los medios de comunicación la figura de Kendall fue cuestionada porque no se entendía que ella desconociera por completo la personalidad sádica y violenta del asesino. Una de las características notables de este delincuente pasó por su astucia para engañar psicológicamente a todo su entorno familiar durante años. ¿Es posible convivir con un homicida y no enterarse de sus acciones hasta el momento en que es arrestado? Absolutamente si el criminal se desenvuelve con la psicología y capacidad de manipulación de Bundy. Un individuo que se mostraba como un hombre de familia común y corriente para su entorno y al mismo tiempo era un psicópata que decapitaba mujeres y escondía sus cabezas en su departamento. La compleja dualidad de la mentalidad de este hombre está muy bien trabajada en la película de Berlinger, quien optó por concentrarse en este aspecto del relato, más que en reconstruir los crímenes con escenas de violencia extrema. Si bien el realizador le ahorra al público el morbo de los detalles escabrosos en los homicidios, la exploración de la personalidad de Bundy se explora con solidez. Un aspecto de esta producción donde sobresale la extraordinaria interpretación de Zac Efron, quien a través de este proyecto pudo explotar su potencial como actor. Un artista que suele ser desaprovechado en comedias tontas y en esta labor saca adelante un rol muy complejo. El modo en que retrata con actuación toda la perversión y la capacidad de Bundy para manipular a su propia familia es inquietante. Lily Collins también sobresale con un gran trabajo con un personaje que representa la otra cara de esta historia. El film de Berlinger encuentra su mayor atractivo en la primera mitad cuando se enfoca en la perspectiva de Liz Kendall. Luego el foco de atención se centra en el juicio del asesino, que no es menos interesante por las situaciones absurdas que se vivieron, como el grupo de mujeres que apoyaban al criminal. Sobresale también toda la reconstrucción de la puesta en escena de los años ´70 y la caracterización de Efron como Bundy que es escalofriante. La diferencia con otras producciones que trabajaron el mismo caso es que esta obra se centra más en la psiquis de delincuente y retrata diferentes perspectivas de la historia, en lugar de caer en la explotación sensacionalista de los homicidios. Para quienes se interesen por estos temas es un estreno para tener en cuenta.
Dora, la exploradora, uno de los grandes referentes infantiles de Nickelodeon que surgieron en el siglo 21, representa uno de esos curiosos exponentes de la animación donde los personajes fueron creciendo con el paso del tiempo. La productora ya había hecho algo parecido con los Rugrats y en el caso de esta propuesta, concebida originalmente para los niños de edad pre-escolar, el debut live action de la protagonista se centra en su adolescencia. El film de James Bobin, responsable de las últimas películas de los Muppets, funciona como una continuación de la serie animada original y está dirigida a esos espectadores que disfrutaron las aventuras de Dora cuando eran niños y hoy cursan el colegio secundario. Isabela Moner, quien apareció en el último film de los Transformers dirigido por Michael Bay, le aporta la simpatía necesaria a la protagonista para hacer llevadera la historia. La verdad que esta no es una producción de Nickelodeon muy inspirada y tiene el nivel de una producción clase B para televisión. El director Bobin no hace nada interesante con el personaje, más allá de copiar escenas de acción de Indiana Jones y Tomb Raider. No obstante también es justo mencionar que la película consigue ser efectiva para el público al que está dirigido. Como propuesta para chicos no es mala, simplemente carece de un tratamiento cinematográfico con identidad propia, ya que los grandes momentos de aventuras remiten permanentemente a otras producciones famosas. A los animales digitales, muy especialmente el mono Boot que acompaña a Dora, les faltó también una buena pulida en el CGI, aunque eso se debe a que Nickelodeon destinó un presupuesto limitado a este proyecto. El reparto cuenta con trabajos decentes de Michael Peña, Eugenio Derbez y Eva Longoria, sin embargo la figura que acapara la atención es la protagonista que está muy bien en el rol de la exploradora. Como alternativa familiar para llevar a los más chicos al cine creo que es un estreno que cumple su objetivo sin mayores ambiciones que ofrecer un pasatiempo digno.
Debido a que no llegué a cubrir la función de prensa, el jueves vi esta película en una de las primeras funciones en una sala del barrio de Belgrano. Antes que Había una vez en Hollywood completara su primera hora tres personas, sentadas en diferentes lugares, se levantaron de sus butacas y se retiraron. Si uno tiene en cuenta el costo que tienen actualmente las entradas de cine esta obra debe generar un fastidio notable en algunos espectadores para que tengan ese tipo de reacción. En última instancia si la película te parece mala a veces no queda otra que fumarte el garrón y después protestás por alguna vía. Ahora levantarse de la butaca habla de una sensación de rechazo diferente y en un punto entiendo también a estas personas porque es un estreno que claramente dividirá las opiniones. Dentro de la obra de Quentin Tarantino, quien para mi ofrece uno de los mejores estrenos del 2019, es una propuesta complicada por la manera en que concibió su relato. Nos encontramos ante un film que a simple vista plantea una historia donde no sucede nada en el sentido más literal del término. Podés salir en cualquier momento de la sala para tomarte un café y volver que no te perdiste nada relevante si esperás ver un espectáculo con una estructura de argumento tradicional. El relato está construido con viñetas de la vida cotidiana de un actor en decadencia (Leonardo DiCaprio) y su doble de riesgo (Brad Pitt) durante tres días. Luego hay un salto temporal de seis meses en la que estos personajes se desenvuelven en el clímax, donde intervienen los miembros de la familia Manson. La parte del film en la que aparece el Tarantino más grotesco y tradicional de los últimos años. Había una vez en Hollywood es una obra complicada que le demanda al espectador tener un determinado bagaje cultural sobre los temas que se abordan, ya que de otro modo te quedás afuera de esta propuesta. Por eso entiendo que a otras personas les pueda resultar un bodrio infumable y me parece una reacción válida. Ahora si sos un apasionado de la historia del cine y muy especialmente de la cultura de los años ´60 este film se vive de una manera muy diferente. En lo personal la disfruté muchísimo por la experiencia inmersiva del viaje en el tiempo que propone y el modo en que explora diversos géneros cinematográficos a través del metalenguaje. Tarantino nos transporta a 1969 un período muy especial de Hollywood en la que la industria del entretenimiento se encontraba en una etapa de transición e incertidumbre. Se trata de esa franja de tiempo cultural que tuvo lugar antes de la aparición de aquella camada de cineastas que integrarían el denominado “nuevo Hollywood” de los años 70, conformada por Peter Bognadovich, Monte Hellman, Sam Peckinpah, Martin Scorsese, Spielberg, Francis Ford Coppola, y Robert Altman, entre tantos otros. Una generación que de alguna manera fue eco también del nuevo cine de autor europeo que había cobrado fuerza en Francia con la Novelle Vague y aparecían para plantear una revisión ideológica (junto con una renovación estética) de los géneros tradicionales de Hollywood. 1969 es el año en que apareció Easy Rider, de Dennis Hopper, que representó a la contracultura de ese momento que no tenía referentes en las producciones de los grandes estudios. A través de las vivencias de Rick Dalton (DiCaprio) y Cliff Booth el director nos transporta al ocaso de la era dorada de Hollywood y del sueño hippie del Flower Power, que sería distorsionado por los psicópatas de la familia Manson. Tarantino utiliza elementos de la fábula y el cuento de hadas para explorar diversos géneros dentro de un mismo relato (en ocasiones en una misma escena) de un modo apasionante. Desde el spaguetti western al cine bélico europeo que son abordados de un modo diferente a lo que fueron sus trabajos previos, ya que esta vez se concentra en la cocina detrás del cine. Todo a esto a través de un relato plagado de referencias culturales que están interconectadas entre sí. Por ejemplo, en un momento hay una escena que tiene lugar en el departamento de Brad Pitt donde se puede ver un afiche con la imagen de la actriz Anne Francis. Recordada figura de la serie Honey West, la icónica detective de las novelas pulp de fines de los años ´50 que es el material con el que se cultiva el personaje de DiCaprio. Aparecen también los cómics westerns de Marvel de ese período, como Kid Colt, que explotaban el estilo de serie de televisión que se hacía en aquellos años, que convirtió en una figura popular a Rick Dalton. Las referencias conectadas son permanentes dentro de una extraordinaria puesta en escena, donde los años ´60 cobran vida con un realismo impactante. Estas es una película que la podés ver más de una vez y le vas a encontrar detalles en los escenarios que se te pasaron por alto en el primer visionado. Tate es una figura que a nivel popular está asociada con la muerte y en este film Tarantino opta por celebrarla en vida con un tratamiento bastante emotivo para lo que suelen ser los trabajos de su filmografía. Margo Robbie ofrece una muy buena labor en este rol, pese a que el papel es limitado porque el foco de la narración no está puesto en Sharon. Dentro del reparto la dupla que integran DiCaprio y Pitt es estupenda y genera un enorme atractivo por esa amista y el particular vínculo laboral que los une. Por otra parte, resulta muy interesante el tratamiento que le dio a los miembros de la secta Manson que llegan a ser completamente aterradores. Dentro de la fabula que se narra los personajes son trabajados correctamente como el lado más oscuro y perverso del sueño hippie. Impecable le casting de Susan “Sadie” Atkins. No obstante, esta no es una película sobre ellos ni los crímenes que cometieron en 1969 si bien hay referencias al respecto. De hecho, el personaje de Manson apenas tiene un cameo. En este viaje en el tiempo que nos propone Tarantino no faltan obviamente los vicios que son parte del ADN de su cine, como el fetichismo de pies (que alcanza un nivel épico de un modo obsceno) la violencia extrema brutal y la musicalización del relato que para variar es extraordinaria. El modo en que usa el tema de los Rolling Stones, Out Of Time, para tejer un enlace en el acto final, entre la dupla de Rick Dalton y Cliff Booth con Sharon Tate es una genialidad absoluta. El mismo término se puede aplicar a la visita que hace el personaje de Pitt al rancho donde habitan los seguidores de Manson, en una escena que evoca el mejor cine de terror de los años 70 y encima lo consigue a través de una secuencia diurna. Mi única objeción hacia este film pasa por el tratamiento que se le dio al personaje de Bruce Lee que es presentado como un imbécil arrogante. Creo que fue una humorada de Tarantino que no terminó de salir bien y se podía haber evitado. Ahora tampoco me parece que sea un hecho para desgarrarse las vestiduras como lo hicieron los familiares y amigos del artista marcial en los medios. En defensa de Quentin es menester recordar que la imagen de Bruce Lee fue mucho más bastardeada en el cine asiático de los años ´70, que explotó su muerte de un modo repudiable a tal punto que dio origen a un subgénero cinematográfico, como el Bruceploitation. No estuvo bueno el tratamiento que le dio el director en esta película pero tampoco es para hacer un escándalo. Vuelvo a reiterar, esta no es una propuesta para todo el mundo pero quienes se conecten con la experiencia que propone el director y las referencias culturales pueden encontrar un espectáculo fascinante. En estos días donde Hollywood se limita a ofrecer películas de superhéroes, remakes y el cine de mierda de Disney, defendido por los cabezas de funko, las obras de este tipo al menos nos regala una bocanada de arte puro en su mejor expresión. El día que la frase en letras amarillas, A film by Quentin Tarantino, deje de aparecer en las salas se lo va extrañar muchísimo, por eso hay que disfrutarlo mientras sigue activo. Tal vez no te conectes con la propuesta como lo hiciste con sus trabajos previos pero al menos es una alternativa diferente en un momento donde nos acostumbramos a ver más de lo mismo.
Después del desastre comercial de Valerian, el director Luc Besson decidió volver a sus fuentes dentro del cine de acción que es el género que mejor domina. Anna es una propuesta que cuenta con la gran debilidad de trabajar un personaje que resulta demasiado familiar en la filmografía del cineasta francés después de Nikita y Lucy. La verdad que este no es el proyecto más inspirado de Besson y hay varios momentos que recrean escenas muy similares a las que tuvieron los títulos citados. El esfuerzo del realizador por intentar hacer algo diferente es casi nulo y esas coreografías de tiroteos que en el pasado resultaron emocionantes ahora parecen redundantes porque ya las vimos en otras oportunidades. Pese a todo, es justo reconocerle que su ejecución de ese tipo de escenas sigue siendo muy superior a lo que se hace en Hollywood con esos pastiches ridículos de CGI. La película evoca bastante la clase de thrillers de explotación que se hacía en los años ´90, el período que representó la época de gloria del cineasta francés. Motivo por el cual es bastante complicado tomar en serio el supuesto mensaje de empoderamiento femenino, que de un modo retorcido, Besson intenta expresar en su obra. En este proyecto trabajó la temática de espionaje a través de un guión que ensucia el conflicto central con numerosas secuencias de flashbacks que tienen la función de explicar los giros inesperados. Un recurso que por momentos se vuelve tedioso, sobre todo por el modo en que se estira el relato. Ahora bien, con todas estas dificultades Anna consigue se entretenida y trabaja el mundo de los espías y el concepto de la femme fatale de un modo más satisfactorio que Red Sparrow, con Jennifer Lawrence. Lo mejor del film pasa por la presencia de la modelo rusa Sasha Luss, quien no contaba con antecedentes en la actuación y ofrece una muy buena interpretación. Este es un punto en el que disiento con muchos detractores de este film. Para tratarse de una chica que viene de un campo laboral diferente su labor en los momentos dramáticos es muy correcta y sale bien parada en las secuencias de acción. Es más, en más de un momento de este relato Sasha captura con más fidelidad la esencia de la Viuda Negra de los cómics que todas las participaciones de Scarlett Johansson en los filmes de Marvel, donde solo el productor Kevin Feige entiende que quisieron hacer con ese personaje. Dentro del reparto la protagonista está muy bien rodeada por artistas de jerarquía como Cillian Murphy, Luke Evans y una gran Hellen Mirren, quien se luce especialmente con esa clase de espías de la KGB, adictos a la nicotina, que suelen ser parte de las novelas de John Le Carré. Anna está muy lejos de ser una gran película de Luc Besson pero como thriller de acción no está mal para pasar el rato con esta clase de propuesta.
La nueva película de Sebastián Borensztein (Un cuento chino) presenta una gran adaptación de la novela de Eduardo Sacheri, La noche de la Usina, a través de una sólida combinación entre la comedia costumbrista y el cine de género. El director desarrolla el relato dentro de una de las ramas más populares de la temática policial, como es la denominada Heist Movie, donde el foco del conflicto está puesto en la organización de un gran robo, que por lo general no está exento de numerosas complicaciones. De hecho, los protagonistas de este relato conciben su plan inspirados por el clásico de William Wyler, Cómo Robar un millón (1966), con Audrey Hepburn y Peter O´Toole, que tiene un lindo homenaje en esta producción. Si bien la temática es familiar, debido a los centenares de antecedentes que existen, la impronta autóctona que le aportan el director y el reparto genera que la película se disfrute de un modo muy especial. El gran golpe en este caso esta orquestado por un grupo de personajes que reúnen todos los arquetipos tradicionales de la idiosincrasia local y de alguna manera redimen el concepto tradicional que tenemos del gil. Una particularidad interesante de este film para quienes hayan leído la novela de Sacheri es que el relato de Borensztein mantiene el espíritu de la obra original y los vínculos entre los personajes, pero el conflicto se desarrolla de un modo diferente con un mayor hincapié en el suspenso. Una trama que tiene como telón de fondo la crisis del 2001, que pese a que tuvo un contexto muy diferente no está tan alejada de muchas situaciones que se viven en la actualidad. Es justo reconocerles a Ricardo Darín y su hijo, los productores principales del proyecto, el excelente casting que reunieron con el director. Cada actor fue escogido para el rol adecuado y a lo largo de la historia todos llegan a tener sus momentos destacados. Sobresalen especialmente la química que tiene Darín padre con Luis Brandoni (quienes no trabajaban juntos desde la serie de televisión de los ´90, Mi cuñado) y la dupla que conforman Daniel Aráoz con un gran Carlos Belloso a cargo de un rol que era ideal para él. La sorpresa de esta película la brinda un irreconocible Andrés Parra, el artista colombiano famoso por su interpretación de Pablo Escobar en la telenovela El patrón del mal. En este caso se destaca en el rol de villano con un personaje muy argentino donde hizo un gran trabajo con el acento local. La odisea de los giles aporta un entretenimiento muy ameno que le hace justicia a esos personajes entrañables que creó Eduardo Sacheri en su obra y se gana con creces su recomendación.
Mejor que nunca presenta el típico concepto dramático de las películas del canal Lifetime con el tratamiento amistoso y positivo de Hallmark. En este caso una mujer que sufre una enfermedad terminal descubre una manera diferente de llevar su situación personal gracias a los vínculos que forma en una residencia para personas jubiladas. Todos los tópicos relacionados con la vejez son trabajados desde una óptica más humorística, donde el espectáculo se hace llevadero gracias a la buena química que presenta el reparto. Diane Keaton, quien ya interpretó roles cómicos de este tipo, conforma un buen equipo con Jackie Weaver (El lado luminoso de la vida) y Rhea Perlam que son artistas con mucho oficio en este género. Ellas tres especialmente son las responsables de sacar adelante un guión extremadamente previsible. Gran parte de la situaciones graciosas giran en torno a los achaques físicos de las protagonistas, que sumado al exceso de clichés argumentales representan la gran debilidad de esta propuesta. El tema con este film es que si no formás parte del target de público específico al que está dirigido (mujeres de más de 60 años), cuesta muchísimo engancharse con la trama y las vivencias que enfrentan los personajes. El mensaje que intenta expresar la directora Zara Hayes sobre la crisis de la vejez tiene sus buenas intenciones, pero como producción artística no es una propuesta muy inspirada. A todas estas actrices las pudimos disfrutar en comedias superiores. De todos modos, tampoco es el desastre que auguraban las críticas norteamericanas y puede resultar un pasatiempo ameno para aquellos espectadores que tengan una conexión generacional con las protagonistas o el conflicto que se plantea.
Las reinas del crimen no sólo es una buena adaptación del cómic de DC, The Kitchen, sino que además representa una redención cinematográfica de Melissa McCarthy, quien en el último tiempo empezó a explorar roles dramáticos que le permiten componer personajes diferentes. Su labor en la comedia se había vuelto redundante porque hacía siempre lo mismo y tampoco la ayudaba la calidad del humor en los proyectos donde era convocada. El año pasado sobresalió en la insólita biografía de la escritora Lee Israel (Can You Ever Forgive Me?), que lamentablemente no pasó por las salas locales, y en esta nueva película vuelve a sorprender con una sólida interpretación. La trama de esta producción está basada en una historieta del sello Vertigo, cuyas propuestas en el pasado brindaron títulos populares en el cine, como Una historia de violencia (David Cronenberg) y V de Vendetta. The Kitchen fue una obra de Ollie Masters y Ming Doyle, centrada en el género gánster, que recibió excelentes críticas en el 2015 y a partir de esas reacciones positivas el estudio Warner enseguida anunció la adaptación para el cine. La particularidad de este relato es que narra una típica historia de mafiosos, ambientada en los años ´70, con la diferencia que las mujeres tienen un rol protagónico y se exploran los conflictos sociales de ese período. Si bien a comienzos del siglo 20 se registraron, especialmente en Nueva York, casos de organizaciones criminales lideradas por mujeres (recomiendo leer al respecto la excelente novela de Lorenzo Carcaterra, Gangster) dentro de la ficción por lo general tuvieron una participación marginal. Salvo por las viejas producciones de Roger Corman (Boxcar Bertha, Bloody Mama) o la histórica saga japonesa Red Peony Gamble (1968-1972), de Noribumi Suzuki, en general los grandes personajes del género siempre fueron masculinos. En parte también a que en la vida real las mujeres que lideraron familias mafiosas con el correr del tiempo se convirtieron en una excepción. Por ese motivo el cómic también llamó la atención cuando surgió hace unos años, ya que trabajaba esta temática desde una mirada diferente. La ópera prima de la directora Andrea Berloff (guionista de Straigh Outta Of Compton) desarrolla una correcta adaptación de esta propuesta donde consigue ahondar con más profundidad la veta feminista de la trama. Si bien el relato es el mismo la realizadora presenta una clara empatía por las tres protagonistas, cuyos vínculos personales son más estrechos que los de la obra original. El film explora todo el proceso de emancipación que atraviesan estas mujeres, que en algunos casos eran víctimas de violencia de género, y encuentran su empoderamiento e independencia a través de las actividades mafiosas. Los tres roles principales están muy bien desarrollados y se destaca especialmente Melissa McCarthy por su labor dramática que se contrasta con los personajes que encarnó en sus últimos filmes. La misma situación se da con la comediante Tiffany Haddish, quien se roba varias escenas de esta película con un papel que es la antitésis de lo que suele hacer habitualmente en el cine y la televisión. Elizabeth Moss (Mad Men) completa el trío con un personaje fascinante por la transformación que tiene su personalidad durante el relato. Dentro del reparto secundario sobresale esa tremenda actriz que es Margo Martindale, la recordada Mags Bennett, de la serie Justified, que acá la rompe como la jefa de un clan irlandés. En lo referido a los aspectos más técnicos, la película sigue las convenciones clásicas del género con una excelente puesta en escena que evoca desde su fotografía el cine policial norteamericano de los años ´70. Otra de las grandes virtudes de este estreno es la reconstrucción brillante que presenta de la decadencia urbana de la Nueva York de aquellos años, que en el cómic funcionaba como un personaje más de la trama. La directora le da a la ciudad el mismo rol en su narración y no pasa desapercibida. Para los seguidores del cine gánster, Las reinas del crimen es buena película que merece ser tenida en cuenta y se complementa perfectamente con la historieta original.