Es el año 1954 y los alguaciles Teddy Daniels (Leonardo DiCaprio) y Chuck Aule (Mark Ruffalo) son enviados a una institución mental para criminales de Shutter Island para investigar un caso. Una de las pacientes del hospital, Rachel Solando, ha escapado misteriosamente de su celda y estos agentes deberán encontrar su paradero dentro de la isla. Pero cuando todo se complica y no queda otra alternativa que abandonar el lugar, una lluvia torrencial les impedirá huir y enfrentará a Daniels con una nueva realidad. Los aspectos a destacar de este film son, sin lugar a dudas, los efectos especiales y la puesta en escena. Esos ambientes con cenizas o papeles suspendidos en el aire, la mujer que se deshace entre las manos del amante, unas entrañas como brasas que aún están encendidas son escenas fabulosas y espectaculares, con un excelente manejo de la metáfora, a la hora de ilustrar el mundo onírico (o alucinatorio) de Daniels. Pero, la gran desilusión de esta película viene de la mano del argumento. Esa historia con trampas, que da un millón de giros, en donde al final todo lo que habíamos visto era producto de la débil mente del protagonista perseguida por la culpa, ya está más que trillada. Está bien, si este fuera el primer Thriller psicológico que tiene este final diría que es una gran película, eso no lo dudo. Porque la puesta en escena, las interpretaciones, y la técnica son excelentes (salvo la música que por momentos sobreactúa su participación). Pero esta historia ya la vimos muchas veces. Identidad o Número 23 son algunos ejemplos. Pero como siempre es bueno ver el vaso medio lleno, hubo un elemento del argumento que hizo que La isla siniestra se diferencie del resto de las películas, y ese es el final abierto. Ése es un aspecto que atrae y que hace que el espectador no se vaya del cine totalmente desilusionado. Porque la historia no termina como todas, la historia puede no ser como te la están contando.
¿Por qué a los americanos les cuesta tanto entender la cuestión de la diversidad? ¿Por qué no comprenden que la mejor manera de no discriminar es aceptar al otro con sus creencias, modos de ser, gustos, cultura, etc? Para que no haya jerarquías entre las razas o los pueblos es necesario aceptar las diferencias, y no buscar homogeneizar las culturas. Quise empezar con esta reflexión porque, sin tratar de ser extremista con mi caracterización (aunque termine siéndolo finalmente), esta película me pareció discriminativa por todos lados. Leigh Anne Touhy (Sandra Bullock) es una profesional, que además es madre de dos niños. Un día descubre a Big Mike (Quinton Aaron), un compañero de escuela de sus hijos, que vive desamparado en la calle. Conmovida por la situación de este joven de color negro, decide acogerlo un tiempo en su casa. Con el transcurso del tiempo, toda la familia se irá encariñando con Michael, hasta que decidan adoptarlo. Un sueño posible está basada en hechos reales, y quiero que se entienda que en esta reseña no juzgo la historia verdadera sino el tratamiento que se da de ella en la película. Este film deja el mal sabor en la boca que deviene de aquella concepción de la caridad basada en la ayuda de alguien superior a alguien inferior. Desde los calificados maestros del colegio católico que lo admiten como alumno hasta la conservadora familia que decide adoptarlo, todos están haciendo caridad con el torpe, de pocas luces y, encima, negro Michael (que se entienda que en esta última frase estoy siendo irónica, por favor). Pareciera que todas las cosas que Michael logra son gracias a los blancos que lo ayudan, y no gracias a él mismo. Pero no hay que discriminar, no. Por ello, Michael debe usar la misma ropa que ellos, estudiar de la misma forma que ellos, alcanzar las mismas calificaciones que ellos, ir a la misma universidad que ellos, y ser un gran deportista, como ellos. Aunque ninguna de estas cosas le guste. Esa es la única forma que tiene Big Mike de ser igual. Es una lástima que a esta bella historia se le haya dado un tratamiento tan vacío. No quiero terminar este artículo sin resaltar algo bueno y eso es, sin dudas, la interpretación de Sandra Bullock. Ésta actriz ha concretado en su actuación uno de los mejores papeles de su carrera. No es sobresaliente ni tampoco conmovedor (aunque seguramente lo intenta), pero sí es creíble y contundente.
Están todos bien es una remake de la película italiana de los 90 Stanno tutti bene, con Marcelo Mastroianni. Esta vez, el lugar del gigante italiano lo ocupa otro grande: Robert De Niro. Aunque las críticas oscilan entre elogios y desaprobaciones, éste actor ha sido merecedor de la mayoría de los aplausos que recibió este film. Su interpretación esmerada y conmovedora hace que dé gusto verlo en papeles que no tengan relación con policías veteranos. Frank (Robert De Niro), es un viudo que emprende un largo viaje en tren, colectivo y avión a lo ancho de EEUU para ir a visitar a sus cuatro hijos. Pero a medida que los va sorprendiendo uno a uno, va descubriendo que no son tan exitosos como él esperaba que fueran. Una misma pregunta es la que les hace a todos: ¿Eres feliz? En primer lugar, considero absurdas las críticas que se detienen sobre el argumento del film. Hay que tener en cuenta que esto es una remake, la historia no fue inventada para este largometraje. Por lo tanto, lo único que se puede juzgar de esta película son las cuestiones técnicas, las interpretaciones, la adaptación, y no el argumento. Si es ése el cometido, deberían observar esa cuestión en Stanno tutti bene, y no en esta ocasión. En lo que a la adaptación respecta, creo que Están todos bien respeta bastante la idea de la original (que en su momento ya me había parecido enternecedora), y lo hace, por supuesto, agregándole esos ingredientes hollywoodenses que no podían faltar. Llámese la clara división en lo que está del lado del bien y lo que está del lado del mal; o llámese el obvio desenlace en un final feliz. En la primera cuestión, tenemos el transparente mensaje que salta a la vista y es aquél que dice que debido a la gran presión del padre (lado malo), los hijos debieron mentir sobre sus realidades poco exitosas. Esa línea divisoria no está del todo clara en la película italiana. Y en lo que respecta al final feliz, tenemos como resultado un padre comprensivo, que ha recapacitado y todos viven felices y comen perdices (quienes vieron el film, sabrán que ésto es literal). Otra cuestión que vemos dentro de la adaptación tiene que ver con la inminente necesidad de aggiornar el relato. Por ello, encontramos algunos cambios en las historias de los personajes que denotan problemáticas más actuales, como las familias disfuncionales, el ocultamiento de la homosexualidad o la drogadicción. Ésta es una muy buena adaptación de un film que fue un clásico de una época, y la interpretación de De Niro es, sin dudas, el plato fuerte. Es mucho más que conmovedora y enternecedora, es convincente y exquisita. Alcanza, como solo un actor de raza sabe hacerlo, una empatía total con el espectador.
Ésta es, sin duda alguna, una de las películas que más me ha costado analizar. Porque, como muchos de los fans de los hermanos Cohen han declarado, este es un film raro. El más raro de esta dupla de directores. Desde el comienzo al final. No obstante, haré un intento para tratar de explicar las sensaciones que viví como espectadora y de hacer unas humildes interpretaciones. Larry Gopnik (Michael Stuhlbarg) es un profesor de física al que todo le va mal. Su esposa quiere divorciarse para juntarse con otro miembro de la comunidad judía; su hermano está enfermo, es adicto al juego y como no tiene trabajo se aloja en su casa por tiempo indeterminado; su hijo es un bobalicón que se droga a escondidas; su hija sólo piensa en lavarse el cabello y hacerse una cirugía de nariz; y un alumno lo ha sobornado para que le cambie una nota y así pueda pasar de año. Ante esos dilemas, y debido a que Gopnik es un hombre muy creyente y moralista, irá a consultar a tres rabinos para encontrarle una respuesta a todos sus problemas. Un hombre serio es la última película escrita, producida y dirigida por los hermanos Coen. Éste “director bicéfalo”, como muchos suelen llamar al dúo de realizadores, trató de recrear todas las vivencias de su infancia. Criados en una familia y en un barrio judíos, los directores pusieron especial atención a la ambientación. Para ello, fue importante encontrar un vecindario similar al de St. Louis Park, Minnesota, de los años 60; barrio donde crecieron. Finalmente, y tras considerar varios lugares, decidieron rodar en Bloomington. Un mensaje central puede verse a simple vista: esta película es una crítica a la cuestión de echar por tierra toda la moral y las creencias frente a las tentaciones que nos coloca la vida en el camino. Para esto, los hermanos Cohen no nos pueden hablar de otra cosa sino de lo que conocen, de lo que han vivido desde pequeños: el mundo judío. Pero a través de ello buscan satirizar a todas las religiones, para dejar en claro así lo que es la debilidad del hombre. Para contar esta historia, van entretejiendo subtramas que finalmente desembocan en un solo desenlace. Un final que es lo más inquietante de la película por su fugacidad. Un final que deja pensando al espectador acerca de ese mensaje del que hablábamos. ¿Qué está bien y qué está mal? Un hombre serio es una película rara. Pero es su exotismo, justamente, lo que más atrae de ella.
Después de Titanic, James Cameron tenía el deber y la obligación de impactar. Después de más de 10 años sin dirigir una película, y luego de que su última realización fuese la más taquillera de la historia y ganadora de una pila de premios, éste director evidentemente tenía que presentar algo a la altura de su última realización. Será por eso que se hizo esperar tanto. Y la espera realmente valió la pena. Sin dudas, Avatar es el mejor film que éste director ha realizado hasta ahora. Aunque dista un poco de ser la mejor película del año, como algunos piensan en catalogarla. Hasta hace poco, Hollywood siempre nos había mostrado aquella posibilidad de que los humanos fuésemos invadidos por hostiles extraterrestres que violentamente buscaran exterminarnos de nuestro propio planeta. James Cameron le da un giro a la cuestión y nos pregunta ¿qué pasaría si fuésemos nosotros los alienígenas? ¿Cómo se comportaría la raza humana siendo invasora? Y la respuesta es como imaginamos: muy cruelmente. Con esto, James Cameron logra, además de concretar una idea única, que el espectador se ponga en el “lugar de” y que se de cuenta que es más probable que los humanos seamos así de hostiles, porque esa realidad ya la conocemos, ya la hemos vivido. Desde la fantasía nos muestra nuestra cotidianeidad. Estamos en el año 2154 y los seres humanos han descubierto el planeta Pandora. Allí, científicos y militares están desarrollando el programa Avatar, un proyecto que transporta la mente de los científicos a unos cuerpos artificiales de la raza nativa de este planeta: los na'vi. La idea es lograr establecer una buena comunicación con ellos, ya que se encuentran asentados en un gigantesco árbol debajo del cual se encuentra un mineral muy cotizado que supondría la solución para los problemas energéticos de la Tierra. Jake Sully (Sam Worthington), un militar parapléjico, es seleccionado para participar del programa pero poco a poco se irá dando cuenta que las cosas no son tan sencillas. Y será allí donde los seres humanos muestren su costado más oscuro. Algo negativo que posee el film es la extensa escena final, típica de cualquier película de acción que desea lucirse en efectos especiales. Esto es innecesario para Avatar, ya que hasta ese momento la película nos había logrado convencer de que la técnica utilizada es excelente. Las interpretaciones tampoco son sobresalientes, pero el estilo 3D empleado y la trama tampoco plantean grandes desafíos a los actores. Las imágenes son deslumbrantes. Avatar realmente hace que el espectador se sumerja en un nuevo mundo.
Guido Contini acaba de anunciar que dirigirá una nueva película que se llamará “Italia”. Sin embargo, aún no tiene ni siquiera escrito el guión. Obsesionado con sus últimos fracasos cinematográficos, el director no logra concentrarse y encontrar la punta del ovillo para comenzar a escribir la historia de su nueva película. Y eso lo agobia, lo enferma. Las mujeres de su alrededor, se transformarán en sus musas inspiradoras para encontrarle una solución a este mal que lo aqueja. Su actriz principal, su amante, su asistente, una periodista, una prostituta, su madre y su esposa, estarán allí para hablarle, aconsejarle o torturarle. Pero será finalmente el verdadero amor el que lo impulsará a tomar una decisión. Nine fue dirigida por el mismo director de Chicago (2002), Rob Marshall. Ésa experiencia en musicales se nota ampliamente en el film, que derrocha glamour, excelencia y majestuosidad en la puesta en escena, y perfección en los cuadros teatrales. Pero es el impecable uso de la retórica lo que hace de éste, una pieza única. Ésta película es una versión del musical teatral del mismo nombre, inspirado en el film Otto e mezzo de Federico Fellini. Muchos dicen que Otto e mezzo sería un autorretrato encubierto del propio Fellini. Por ello, si bien el cineasta italiano dio su aprobación para la realización del musical, lo hizo con la condición que no se lo nombrara y que no utilizaran el mismo título de su película. Debido a esto, el musical se llamó Nine.
Nelson Mandela acaba de asumir la presidencia de Sudáfrica. El país es un caos total, económica, política y socialmente. Pero éste líder se dará cuenta que para comenzar con el verdadero cambio no será útil comenzar por aquellas cosas que a simple vista parecen más urgentes, como la economía, sino que será esencial comenzar por lo humano: lograr la unión de la nación que ahora gobierna, que se encuentra dividida debido a las secuelas del apartheid. De esta forma, se unen dos hombres con dos objetivos parecidos: Nelson Mandela, un presidente que debe rescatar un país de las ruinas; François Pienaar, el capitán de la liga nacional de rugby que debe reflotar a su equipo en completa decandencia. Ambos buscan lo mismo: fortalecer su liderazgo. El medio que elegirán para alcanzar su objetivo será lograr la unión de blancos y negros en Sudáfrica a través del lenguaje universal del deporte. Para ello, Mandela le dará todo su apoyo para que la selección sudafricana salga vencedora del Campeonato Mundial de Rugby de 1995. Esta película merece una mención especial a la excelente interpretación de Morgan Freeman en el papel de Mandela. La caracterización y la actuación son impresionantes. La música juega un papel protagónico a la hora de crear climas. Aunque la fotografía no es excelente, la puesta en escena está muy lograda. Una falla: la extensa escena del partido final. Son más de 40 minutos de juego que podrían haberse reducido y haber logrado más agilidad. Sobre todo para quienes no son amantes del rugby, pero que sí están interesados en el film. “Soy el amo de mi destino, y el capitán de mi alma”. Invictus es una excelente película para ilustrar el espíritu de este líder de finales del siglo XX, para quien lo humano está por sobre cualquier aspecto.
Casi está por comenzar la Primera Guerra Mundial, cuando en un pueblo protestante del norte de Alemania comienzan a suceder hechos dudosos en los cuales algunos habitantes del pueblo sufren diversos atentados que hacen peligrar su vida. Simultáneamente, el maestro del pueblo irá relatando en voz “en off” el día a día de cada una de las familias que vivía en el lugar y en dónde, según él, ha surgido la causa de éstos terribles acontecimientos. Muchos han catalogado éste film como un buen relato del origen del nazismo. Yo creo que más bien, es un ejemplo de cómo se genera la maldad en el ser humano. Cómo la violencia, engendra más violencia. Y cómo lo que a alguien le pasa de niño lo determina como persona. Sería un prejuicio decir que es sobre el origen del fascismo sólo porque la historia transcurre en Alemania, cuando esa realidad se vivía en esa época en muchos rincones del planeta. Lo valioso de ésta película es que lleva al espectador a pensar, no presenta las resoluciones en bandeja. Sin embargo, deja algunos cabos sueltos a los que el espectador no encontrará respuesta, y eso lleva a sentir el final como incompleto. La fotografía es impactante, aunque tal vez para rescatar la época no era necesario recurrir al blanco y negro. Ese recurso, más un guión que por momentos se vuelve plomizo, son dos aspectos negativos del film. Lo positivo es el realismo con el cuál se muestra la crudeza de la época. Una muy buena película que además de estar nominada al Óscar como Mejor película extranjera, ha ganado el Globo de Oro y la Palma de Oro.
Este es un nuevo caso para el personaje creado por Sir Arthur Conan Doyle. Y quienes han leído algunos de los cuentos que relatan las peripecias de Sherlock Holmes notarán que este caso realmente alcanza la novedad. Esta vez el famoso detective no deberá debelar la identidad de un asesino o un ladrón, sino que tendrá que detener al líder de una secta satánica que amenaza con acabar con el mundo. Ante los realistas relatos de Conan Doyle se interpone éste, que roza la magia, lo esotérico, lo irreal. Hasta que no vi el desenlace de este film, creí que ese era el principal elemento que desvirtúa las historias originales, tan exquisitas de Holmes. El hecho de que viéramos otra faceta del investigador, en donde se lo muestra como un valiente luchador de boxeo, gran conocedor del manejo de las armas, de figura atlética y ágil, no me parecía un error. Es más, para mí enriquece el personaje. Además, esos elementos no van en detrimento del énfasis que se hace en el film de su mente lógica al extremo. Pero el final logra convencerme de que ésta es una gran película. Porque la realidad vuelve a empapar el misterio que éste detective debe resolver. Y la lógica, vuelve a ser el arma mejor usada por Sherlock Holmes.
Bryan Binghman (George Clooney) es un empleado de una empresa de recursos humanos y se dedica, básicamente, a despedir personas en lugar de que lo hagan sus propios jefes. Debido a este trabajo, permanece más de 300 días al año fuera de su casa, de vuelo en vuelo, visitando distintas ciudades de EEUU para cumplir su labor. Esta rutina lo ha llevado a tener otra concepción de la vida, en donde privilegia la libertad por sobre los lazos sentimentales, ya sean familiares o amorosos. No cree en el matrimonio ni por asomo. Su gran obsesión es acumular el récord de millas voladas en una línea aérea. Pero a lo largo de la película, Bryan se va a ir encontrando con distintas personas que le harán cambiar su perspectiva. Convengamos que el argumento no es original, sin embargo deja al descubierto las nuevas relaciones sentimentales que abundan en el siglo XXI. Ya casi no existe el compromiso, formar una familia es el sueño de muy pocos, ya que el éxito propio e individual se ha convertido en la principal meta de cualquier persona. Amor sin escalas es una adaptación del libro Walter Kirn escrito en 2001. Aunque el guión de Jason Reitman se torna lento por momentos, la novela de Kirn trata un tópico moderno, con un final que no cae en lugares comunes. La metáfora de estar siempre en el cielo y no plantar raíces en la tierra es lo que más me atrajo de esta película.