La película narra una amistad femenina en medio de un universo amoral que, como todo lo que es amoral, suele inclinarse a lo inmoral. Un grupo de strippers en crisis estafa a millonarios idiotas para sobrevivir y, claro, mejor que eso. La película dice basarse en una historia real y se estructura alrededor de una entrevista periodística, truco bastante usado en las “películas basadas en la vida real” últimamente. Pero es lo de menos: con mucho brío y color, aunque con cierto dejo de antiguo videoclip y montaje realizado con rap en las orejas (sobre todo en las secuencias más dinámicas), la película narra una amistad femenina en medio de un universo amoral que, como todo lo que es amoral, suele inclinarse a lo inmoral. Lo que no está mal porque hace bascular un poco nuestros lugares comunes. De todos modos, lo más disfrutable de esta película es Jennifer López. Que es una actriz extraordinaria que probablemente no desarrolló bien la capacidad de elegir qué filmar. Disfrute incluso pese a su moraleja de sororidad obligatoria.
La aceptación del diferente en un mundo demasiado normal Si cree que esta película es sobre la aceptación del diferente en un mundo demasiado normal, sí, tal cual, es eso, no se preocupe. Si cree que será tan graciosa u original como la serie televisiva basada en los dibujos de Charles Addams o como las dos versiones en cine con Raúl Juliá (lo extrañamos cada día más), ahí se equivoca. Hay buenos gags, algo de timing y no demasiado más.
Busca contar un cuento por el solo hecho de hacerlo, un arte bastante olvidado en el cine de hoy. No vamos a mentirle: la película tiene defectos. Hay crímenes difíciles de resolver, un investigador con un trauma, un ambiente clerical y una monja joven quizás poseída. La ensalada no siempre funciona, pero busca contar un cuento por el solo hecho de hacerlo, un arte bastante olvidado en el cine de hoy. Eso es un logro no menor, incluso si la factura final es menos de lo que se busca.
Un elenco preciso y un tono que no cae nunca ni en el exceso de glucosa. La amabilidad no anda sobrando demasiado en el cine y, si bien esta película no es precisamente un dechado de originalidad (chica que tiene que bajar de peso y se pone como meta correr un maratón), tiene esa generosidad escasa con el espectador. A un elenco preciso se le agrega un tono que no cae nunca ni en el exceso de glucosa ni en la vuelta de tuerca que alarga las cosas innecesariamente.
Una combinación de cómicos que hacen lo que un cómico debe: reírse de la tragedia que lo rodea. Uno puede desconfiar del título, pero le aseguramos que esta combinación de cómicos que hacen lo que un cómico debe (reírse de la tragedia que lo rodea) con pintura social e historias de vida funciona. De hecho, lo que se muestra complementa y permite que disfrutemos de las rutinas de los tres cómicos con quienes recorremos escenarios diferentes. Y de paso, todos –espectadores y realizadores– le damos una buena patada a la censura disfrazada de corrección política.
Los actores son todos geniales y tienen el coraje de tomarse esta tontería explícita y bien hecha con la seriedad de los grandes comediantes. Hace diez años, Zombieland fue un pequeño éxito y un gran film de culto. Era una comedia sobre el paso de la adolescencia a la adultez en medio de un apocalipsis zombie, que creaba cuatro personajes hermosos. Los cuatro vuelven y esta secuela se hace cargo de que pasó una década. También se hace cargo de que en esa década existe una película llamada “Zombieland” que se volvió de culto. Así que opta por algo divertido e inteligente: continuar con la broma, dejar que esos personajes vuelvan a acompañarnos, desnudar sus conflictos y llevarnos a un muestrario de muertos vivos que es metáfora de este mundo inmerso en la “idiocracia” que nos toca ver en todas partes. Los actores son todos geniales y tienen el coraje de tomarse esta tontería explícita y bien hecha con la seriedad de los grandes comediantes, y se nota que quieren mucho este mundo loco, surreal y cómico. Gran combinación de amabilidad y cabezas reventadas.
Un buen ejemplo de cine de género Aquí hay una joven que, en barrio marginal, tiene un plan para salvar a su familia de una deuda criminal. Las películas de venganza tienen el atractivo de convertirse en cables a tierra de nuestros deseos más terribles. Aquí hay una joven que, en barrio marginal, tiene un plan para salvar a su familia de una deuda criminal, lo que deriva la historia hacia lo violento y lo trágico. Bien actuada, sobre todo por Martina Krasinski, y con momentos de muy alta tensión dramática, es un buen ejemplo de cómo utilizar el cine de género.
Aún con el esfuerzo de su elenco, de la presencia notable de Jolie y Pfeiffer, no es más que ruido y telenovela a medio cocinar. Había una vez, en un hermoso reino, cuentos que nos transportaban a un universo mágico, diferente del nuestro aunque de ningún modo más simple. Pero un día, aparecieron las recaudaciones millonarias y los directores incapaces de dirigir algo decente, los presupuestos inflacionarios, los efectos especiales usados sin criterio, “Game of Thrones” y la venta de muñequitos. Entonces, aquellos cuentos llenos de belleza surreal se transformaron en tediosas pirámides narrativas cuya débil cúspide es una batalla aburrida entre cosas de colores que, finalmente, derivan en secuelas más largas que la original. Si queréis verlo con vuestros propios ojos, ese reino de la imaginación ausente y el diseño omnipresente inunda hoy las salas con el nombre de “Maléfica: reina del mal”. Y aunque la primera película no carecía de valores y de emoción, esta continuación, aún con el esfuerzo de su elenco, de la presencia notable de Jolie y Pfeiffer, no es más que ruido y telenovela a medio cocinar. Ambas reinas de la pantalla hacen lo que pueden para salvaguardar la maravilla, pero entre ese ogro llamado Corrección Política y la necesidad de una batalla para atraer el ojo del varoncito, todo se disuelve. Así, lo que alguna vez fue un gran cuento de hadas es, hoy, un cuento de nada.
Las heridas que deja el tiempo En un panorama bastante raquítico para las películas nacionales, no deja de ser una gran noticia que Verónica Chen estrene una obra así. Verónica Chen es una directora valiosa para el cine argentino. No sólo porque tiene una enorme creatividad, sino porque además conoce los ritmos de un relato y cómo enganchar a un espectador en el universo que propone. Aquí se trata de una madre muy joven, con tres hijos de diferentes padres, que padece una enorme soledad y que un buen día sufre por la desaparición de su hija. Ese momento terrible, de incertidumbre, dura cierto tiempo: la niña reaparece y comienza otro suspenso: la relación de la protagonista con su propio padre, el descubrimiento de las heridas que deja el tiempo, la necesidad de curar todo eso. La película funciona como un thriller de suspenso, quizás demasiado alambicado, pero sostenido hasta el final. En un panorama bastante raquítico para las películas nacionales, no deja de ser una (gran) noticia que Chen estrene una obra así, de esas que no podemos dejar de ver.
Tensión constante y atractiva La historia de una joven de ascendencia turca que debe enfrentar a su familia para lograr su autonomía. Basada en una historia real, esta historia de una joven de ascendencia turca que debe enfrentar a su familia para lograr su autonomía es de una notable precisión narrativa, lo que contribuye a que sus ideas se comuniquen de manera fluida al espectador. Aun con algunos subrayados que podrían obviarse, la tensión del relato nunca disminuye y lo vuelve siempre atractivo.