La mayoría de los intérpretes comprende bien tanto la historia como a sus criaturas Al mismo tiempo melodrama familiar y thriller de suspenso (montado sobre el melodrama familiar, claro), esta película de Paula Hernández bucea en el tejido a veces roto de las relaciones familiares. Lo hace con un clima que genera constante tensión y bienvenida incomodidad. La mayoría de los intérpretes comprende bien tanto la historia como a sus criaturas, y logran que la tensión se mantenga durante todo el relato.
Los americanos lo llaman “procedural”: la película sobre cómo se realiza una investigación, que es a la vez suspenso y, de algún modo, denuncia. En ese marco, este Reporte... está muy bien gracias a sus actores y a que desenreda el caso (los métodos de “interrogatorio” de la CIA, básicamente) con claridad y precisión narrativa y ética. No cambia el universo, pero genera interés de principio a fin.
Esta es una película sobre el saber y el conocimiento, lo que implica que –como toda gran película– es también un filme sobre el poder y su ejercicio. Esta columna no trabaja alrededor de la idea “buenos actores + buena fotografía + bueno (n)...= “buena película”. Eso no es criticar (que implica mirar la relación del todo) sino una fórmula que no aporta nada a comunicar un motivo para ver un filme. Aclaramos porque lo primero a decir de “Contra lo imposible”, que se llama en realidad Ford Vs. Ferrari y es la historia de cómo las dos marcas compitieron intensamente en las 24 horas de Le Mans de 1966 (duelo extraordinario que muchos todavía recuerdan) es que es excelente en todo rubro técnico y estético. Pero ese genial vestido perfecto –que incluye los trabajos de Matt Damon y Christian Bale absolutamente poseídos por la tensión del hecho y del relato– es imprescindible para comunicar algo mayor: cómo la obsesión por lograr algo no sólo requiere de coraje sino, también y fundamentalmente, de saber. Sí, esta es una película sobre el saber y el conocimiento, lo que implica que –como toda gran película– es también un filme sobre el poder y su ejercicio. La relación entre el diseñador que interpreta Damon y el corredor que personifica Bale es, además, la construcción de un solo y único personaje que se cristaliza en el auto, vehículo –sí, bueno, ¿qué palabra usaría?– de puras ideas y de puro vértigo. Dirige un gran realizador de westerns modernos, James Mangold, el de “Copland”, “Logan” y “El tren de las 3.10 a Yuma”, un tipo al que hay que reevaluar seriamente.
Todo naufraga en un melodrama superficial vestido de tiros y explosiones. Hace (muchos ya) años, Ang Lee hizo dos películas de acción y aventuras: la muy exitosa “El tigre y el dragón” y la casi surreal “Hulk”, de lo más original que dio el género “superhéroes”. Así que verlo detrás de otro filme del género con elementos de ciencia ficción no es nada que nos asombre. Sí nos asombra que su predilección por la lucha interna que se da en los personajes (no otra cosa une las películas arriba mencionadas: que tienen en su centro a alguien que debe debatirse entre ser quién debe y ser quién realmente es) aquí aparezca plasmado en un guión carente de toda imaginación. Aunque Will Smith hace más que lo posible por sostener la historia de un asesino de elite perseguido por una versión más joven de sí mismo y hay buenas secuencias “de diseño”, todo naufraga en un melodrama superficial vestido de tiros y explosiones. Lo que suele llamarse una película fallida.
Esta película es una especie de bálsamo: la historia coral de chicos de la nación ranquel en San Luis y de cómo, en un mundo que no deja de serles extraño, viven con sus propias reglas tradicionales, en este caso los ritos de pasaje relacionados con la cacería. Sin ningún adorno, como quien observa maravillado un mundo nuevo con sus propias contradicciones, Yanco genera un retrato que es, a la vez, un gran cuento.
Dejemos de lado el asunto “es la secuela de El Resplandor” porque Kubrick siempre jugaba a otra cosa incluso cuando se divertía con los géneros. Esta es una película de terror y aventuras, o más bien de esa combinación que podríamos llamar “aventura terrorífica” donde el susto existe, pero más importante es que los personajes tomen el control de los acontecimientos y vayan a la confrontación con el Mal en lugar de convertirse en víctimas, como era la norma en el terror de otras décadas. El hoy más que cuarentón niño de la primera película tiene que volver al origen del mal acompañado por una chica con poderes para enfrentar a una gran villana. Y a las citas y la mitología se le suma ahora la aventura directa. La aventura tiene los tintes de oscuridad y lirismo que el sub-género requiere y to
Se habló muchísimo de esta película como una revelación en el terror o algo así. Se habló demasiado. Hay un par de turistas que van a Suecia a pasar una idílica vacación y hay un culto atávico y sangriento dando vueltas. Eso da pie a muchas cosas, desde el erotismo hasta la bizarreada un poco sobreactuada y trata, al mismo tiempo, de guiñarle el ojo a la cinefilia. Si bien hay momentos muy buenos, el resultado es bastante menor.
Una historia de aprendizaje y de amor, casi una película de misterio. Aunque en principio esta historia de un joven cartero tratando de aprender el oficio en plenos noventa privatizados puede pensarse como una película social o política, solo lo es en parte. En otro sentido, es una historia de aprendizaje y de amor, casi una película de misterio que se vuelve cada vez más abstracta y, por supuesto, universal.
Volvió Woody Allen al mundo, excluyendo a los Estados Unidos donde, paradójicamente, se sitúa la película, como el nombre lo indica. En fin, no vamos a entrar aquí nuevamente en la cuestión acerca de la vida privada de Allen, sus problemas con la ley y con las acusaciones. Hablemos de cine. Es evidente que Woody no tiene mucho más para decir respecto del mundo, y que, con el tiempo, se ha vuelto un poco más misántropo aunque todavía cree en cierta forma del amor. Aquí hay varias historias, cuyo núcleo es el personaje de Elle Fanning, una chica que no solo tiene que pasar un fin de semana con su novio en Nueva York sino, también, realizar algunas entrevistas para un trabajo relacionado con el mundo del cine. Esto se estructura con personajes que ya son modos de Woody: la chica que parece ingenua y termina ridiculizada, la joven buena, el joven inseguro y un poco neurótico, los señores con poder y un poco o un mucho lascivos. De algún modo, todos estos personajes son destilados del propio Woody, más allá de la obviedad de que pertenecen a su cerebro. Son, también, la representación ambigua de su Nueva York, ciudad amada pero siempre vista un poco como esas cosas que nunca se alcanzan, a la que en última instancia –como a la protagonista– se ridiculiza un poco. Hay buenas frases, buenas secuencias y buen humor. Y hay una idea en tiempos en que la juventud se ve como vanguardia del mundo: la edad no garantiza bondad o inteligencia. Ni para mal ni para bien. No es poco.
Un film digno que cumple con creces la promesa de su nombre. Es muy difícil que una nueva Terminator, después de dos obras maestras, una digna tercera parte y dos cosas olvidables después, pueda conmovernos. Sin James Cameron –que por suerte aquí vuelve como productor ejecutivo, que es mucho más que poner el nombre–, la serie está a la deriva. Aquí volvemos a lo básico, nada de futuros imposibles con Christian Bale ni buenos que se hacen malos con la chica de “Game of Thrones”: del futuro viene un nuevo súper robot, también una súper soldado, y aparecen Sarah Connor y el ahora viejo y muy humano T800 para salvar al objetivo, una chica. Y listo: perseguirse, tratar de llevarse lo mejor posible, intentar la destrucción de una máquina absoluta. La filma Tim Miller, que tiene en su haber la primera “Deadpool” y se le nota el manejo del humor a veces negro así como del movimiento constante. ¿Alcanza con esto para que valga la pena ir al cine? Hay algo más: Sarah Connor es un personaje extraordinario que sólo puede vivir en la pantalla. La vimos jovencita, la vimos más adulta. Ver ahora a Linda Hamilton como una señora mayor y de armas tomar –siempre fue una gran actriz física, pero sólo Cameron creyó, desde su primera película en 1982, que una mujer podía llevar adelante una gran aventura–, que regresa con gloria a la pantalla grande, sí llena un espacio en el universo cinéfilo. Lo hace en un film digno que cumple con creces la promesa de su nombre.