Stallone y un Rambo inagotable “Rambo: Last Blood” es el regreso del soldado perfecto, declarando una última y justificada guerra personal. Lo políticamente incorrecto del personaje se aborda con autoparodia y humor negrísimo. Cuando pasaron los años de Reagan pudimos apreciar lo buenas que eran las películas de Rambo, desde la original de Ted Kotcheff -aún un original modélico- hasta la loca tercera, con talibanes buenos contra rusos malos. Después, en 2008, Stallone dirigió una sangrienta locura que no está nada mal, y ahora esta, que es el final de la serie y muestra al tipo avejentado, nunca capaz de reposo, con una historia que recuerda un poco a las últimas películas de Liam Neeson (que es un Rambo que nació viejo, digamos). La trama de venganza e incorrección política (porque hoy todo Rambo es políticamente incorrecto) es menos que ese cuerpo trabajado y anciano, que recuerda a un roble añejo, declarando una última y justificada guerra personal. Sí, es cierto, por momentos la autoparodia se hace cargo con humor negrísimo. Sí, también es cierto, algunos litros de sangre están de más. Pero nada de esto empaña a ese monumento que camina, a ese Stallone al que nunca le dieron el Oscar como actor que merecía (porque es puro cine) pero aún se mueve y disfruta de estar ante la cámara tensando un arco o tirando con una ametralladora. Lo demás posee la sabiduría de combinar un paisaje limpio y bello con un laberinto de trampas truculentas, y funciona. El cine como forma física, perfecta y conscientemente bidimensional: eso es Stallone y eso es Rambo.
Reperfilando una vida Un best seller, Richard Linklater en la dirección y Cate Blanchett como protagonista. Una mujer que abandonó su vocación para ser madre entra en crisis y busca volver a encontrarse. Es evidente que a Linklater, en muchas de sus películas, le interesa más conseguir ciertas secuencias que narrar una historia, o partir de una situación (aquí es una mujer alienada que huye, una mujer que fue alguna vez una verdadera artista) y jugar con ella. Suele funcionarle bien, aunque en este caso, la necesidad de ser más o menos fiel al material de base (un best-seller), lo obliga a ceñirse a un esquema demasiado convencional. Lo mejor, como es lógico, es la Blanchett.
Melodrama obvio Michelle Williams y Julianne Moore en una película con mecánica demasiado previsible. Sus actuaciones salvan el film. La vieja y querida telenovela de la tarde, aggiornada en dos sentidos. Por un lado, ya no es (tanto) pobres versus ricos; por el otro, el tono del melodrama cede ante cierta “naturalidad” de los actores, aunque aún hay artificio. Hay una mujer abnegada con un orfanato que necesita ayuda (Williams) y otra que puede donarle una cantidad fabulosa de dinero (Moore). Pero ¡oh! la abnegada ha conocido al marido de la dadivosa y hay un secreto y algo más en este triángulo. La mecánica de la película es bastante previsible, al punto que uno puede cronometrar antes de entrar a la sala en qué momento vendrá el giro o la revelación o el secreto. Pero esto es menos un defecto que una ventaja: los actores, ante un andamio tan conocido, hacen mucho para que el film cobre algo de espesor. Los tres, especialmente Moore y Williams, saben bien qué hacer y logran que este telefilme cobre el peso suficiente como para justificar el pago de una entrada.
Un retrato generacional en puro movimiento Puede verse como una aventura donde el peligro, el paisaje y el horror conviven con una alegría a veces dionisíaca. Puede verse como un film político: adolescentes de una guerrilla deben custodiar a una rehén, una médica estadounidense, en plena selva colombiana. Puede verse como un retrato generacional. Puede verse como una aventura donde el peligro, el paisaje y el horror conviven con una alegría a veces dionisíaca. El conjunto es poderoso, y al concentrarse en el puro movimiento, se transforma en fábula universal de enorme poder visual.
Guasón: la encarnación absoluta del caos Una película dominada por una extraña perfección a la hora del encuadre y el montaje que denota una gran colaboración entre director y acto. Da la impresión de que la única forma hoy, en Hollywood, de hacer una película densa y de personajes con una historia compleja es adaptarla a personajes de historieta. Guasón narra el origen del villano arquetípico en el mito de Batman (de hecho, narra un poco también el origen de Batman), pero podría contar solo cómo un tipo con la peor suerte del mundo, un ser destrozado y abandonado por absolutamente todos quienes lo rodean, se transforma en una encarnación absoluta del caos (y, por extensión aunque no sea lo mismo, del Mal). Eso es lo que sucede en Guasón, una película dominada por una extraña perfección a la hora del encuadre y el montaje que denota una gran colaboración entre director y actor (lo de Joaquin Phoenix puede ser excesivo, pero cuaja perfecto con la película). El gran mérito de este descenso infinito al infierno interior de un gran personaje consiste en que no haya un solo plano que no nos despierte incomodidad o miedo. En ese sentido, este drama -que carece de hasta la mínima cuota de humor y no porque no pueda sino porque es programáticamente desechado- se acerca más al cine de terror. Es cierto que homenajea a El rey de la comedia y Taxi Driver, dos de los más grandes films de Scorsese, y que el cine de los setenta es la matriz de la película. Pero importa más la angustia constante y la catarsis final de esta criatura que los ecos de otras ficciones, incluso si tanta tristeza y tanto miedo se huelen algo prefabricados.
La película va mucho más allá de la curiosidad que implica el personaje, para reflexionar sobre la vocación artística y la necesidad de la expresión personal. Esta película ganó con justicia el último Bafici. Un documental, ese género del que todo el mundo desconfía porque teme que le señale con el dedo cómo hay que vivir. Nada más alejado: aquí la historia y el personaje central son tan fuertes que convertirlos en ficción solo disminuirían su impacto. El film cuenta la historia de Peter Grudzien, cantante y poeta, y de su creación, el único disco que produjo, The Unicorn. Que es, también, el primer disco de música country abiertamente gay de la historia. La película va mucho más allá de la curiosidad que implica el personaje, para reflexionar sobre la vocación artística, la necesidad de la expresión personal, la inspiración, la relación entre la vida y la obra. En muchos momentos, la historia de Grudzien genera asombro por su excepcionalidad. Y, luego, están las canciones, de un gran poder lírico, reflejo de dolores y deseos. A descubrir.
A veces hilarante, siempre humana, tiene como bastiones el trabajo de Piroyansky y Furtado. Años ochenta, problemas económicos y el peligroso pedido de filmar una película porno. Tal punto de partida es ideal para una comedia, yesta película lo aprovecha con una trama que une la comedia romántica con la policial para contar un mundo, el del deseo de hacer películas. A veces hilarante, siempre humana, tiene como bastiones el trabajo de Piroyansky y Furtado, dos comediantes que entienden el género.
Un buen manejo del suspenso y de lo estrictamente policial. A estas alturas, pensar que “política” y “corrupción” son sinónimos suena a lugar común. Esta película abona tal cliché con la historia de un político exitoso enganchado en algo turbio. En el haber, un buen manejo del suspenso y de lo estrictamente policial. En el debe, una película más sobre “ché, qué porquería la política, a dónde iremos a parar” que a esta altura requiere una reelaboración un poco menos perezosa.
Un personaje fantástico que muestra aristas inquietantes en varios momentos del film, cuya trama mantiene la tensión todo el tiempo. Las películas de Federico Veiroj son retratos de personajes ordinarios que poseen alguna característica extraordinaria que los vuelve interesantes. En “Así habló el cambista”, el protagonista -notable trabajo de Hendler- es un tipo que compra y vende divisas y saca ventaja, en Uruguay, de las sucesivas crisis económicas que vive la Argentina. Pero ese hombre, que parece de una simplicidad que no es tal, es también alguien ajeno al mundo que lo rodea, un manipulador. Un personaje fantástico que muestra aristas inquietantes en varios momentos del film, cuya trama mantiene la tensión todo el tiempo. Ese rasgo extraño, peligroso o excéntrico, que asoma detrás de la más crasa normalidad, logra en esta película plasmarse con absoluta fluidez.
Un libro donde una sufrida chica transforma sus pesares en horrores que, más tarde, han de cobrar vida, constituye la excusa narrativa de este film. Siempre lo decimos por estos pagos, pero en este caso es importante recordarlo: el cuento de terror es un derivado del cuento de hadas, con alguna variación de tono. La aparición de lo impensado, lo maravilloso y lo monstruoso es lo que une ambos tipos de relatos. Hay algo infantil siempre en el terror: básicamente el hecho de que debamos creer en lo imposible. Historias de miedo para contar en la oscuridad combina el cuento adolescente con el terror -está basada, de hecho, en una saga de novelas juveniles- y lo hace con muy buen gusto, precisión narrativa, sustos bien orquestados y, sobre todo, personajes que nos importan -que es, ni más ni menos, lo que favorece el miedo. Un libro donde una sufrida chica transforma sus pesares en horrores que, más tarde, han de cobrar vida, constituye la excusa narrativa de este film. Y es totalmente adecuado, además, dada su procedencia literaria. De algún modo (de seguro inadvertido) la película cuenta qué pasa cuando se adapta un libro, cuando, literalmente en el film, metafóricamente para el espectador, cobra vida. Más allá de los temas de superficie, vinculados a crecer y alejar la infancia, ese punto le otorga a esta amable aventura oscura un relieve infrecuente en el cine de cada jueves.