Un joven que escapó de su Laos natal y busca insertarse en una comunidad de compatriotas cerca de Chascomús. Esta pequeña película narra la historia de un joven que escapó de su Laos natal y busca insertarse en una comunidad de compatriotas cerca de Chascomús. Tiene ese elemento que hace que nos gusten los documentales: el descubrimiento en el entorno cotidiano de algo extraordinario. Y tiene también esa descripción de nuestra cotidianidad desde el punto de vista extraño que logra transformarlo en otra cosa. El cuento en sí es muy bueno, el contexto en que se desarrolla lo vuelve más interesante aún.
La historia de John Callahan, un adolescente eterno y alcohólico que, tras terminar una noche de alcohol duro con un accidente que lo deja parapléjico, logra convertirse en dibujante cómico y exitoso. Definamos: el gran cineasta de la adolescencia es Gus Van Sant. No porque sus películas estén específicamente protagonizadas por adolescentes (la mayoría sí, claro), sino porque el problema es la posibilidad de salida de un tiempo de cambios en un mundo que trata de sostener la dorada juventud ad infinitum. Es su tema y lo ha declinado en todos los modos posibles. A veces desde la comedia negra (“Todo por un sueño”); a veces desde la poesía (“Mi mundo privado”); a veces desde la tragedia (“Elephant”); a veces desde el drama inspiracional (“En busca del destino”); a veces desde la pura extrañeza (“Last Days”). “No te preocupes…” une todo: es la historia de John Callahan, un adolescente eterno y alcohólico que, tras terminar una noche de alcohol duro con un accidente que lo deja parapléjico, logra convertirse en dibujante cómico y exitoso. Van Sant elige comediantes para rodear al protagonista (el genial Jonah Hill, el gran Jack Black), y opta por copiar el humor negrísimo y autorreferente del Callahan verdadero en el tono de su película. El resultado es equilibrado y humorístico, y en cierto sentido –como en pocos filmes sobre “gente que vence adversidades”– una auténtica aventura. Que es comedia y drama y tragedia e inspiración y poesía sin subrayar ningún trazo. Menos mal que el año termina con una película de esas que nos recuerdan para qué existe, y por qué nos gusta, el buen cine.
Una sirena enamorada que trata de separar a un joven de su novia por medios truculentos, genera una interesante confluencia de mitologías. Definamos: el cine de terror y el cuento de hadas difieren sólo en grados y en el obligatorio final feliz del segundo. Esta curiosa película de horror rusa tiene defectos, por cierto, y también tiene el problema de, en muchas secuencias, concentrarse en el puro susto. Pero también tiene cierta originalidad, dado que se trata de algo así como una sirena enamorada que trata de separar a un joven de su novia por medios truculentos, que genera una interesante confluencia de mitologías. También hay momentos donde el color y la luz hacen maravillas para “vestir” situaciones que tienden al cliché. No sólo vemos poquísimo cine ruso, sino que, además, hay excelentes autores en ese país que nos llegan sólo cuando tenemos la suerte de asistir a un festival, y por casualidades rarísimas encontramos estos productos de explotación. Pero igual cabe darle una oportunidad.
Aquí se trata de un hombre que, llegado a los 40 años, quiere ser padre a toda costa, incluso si la biología se opone. Años después de la más que interesante “Graba”, Sergio Mazza sigue pintando personajes originales que se oponen a cierto estado de las cosas. Aquí se trata de un hombre que, llegado a los 40 años, quiere ser padre a toda costa, incluso si la biología se opone. Contada con los tiempos justos y con un gran trabajo de actores, exponiendo un paisaje generacional y social amplio, resulta un drama convincente que deja al espectador pensando ideas complejas desde la simplicidad narrativa.
Más que una película, una humorada sobre otra humorada. “Deadpool 2” transformada en película “que puedan ver los chicos”, parodiando el clásico “La princesa prometida” Más que una película, una humorada sobre otra humorada. “Deadpool 2” transformada en película “que puedan ver los chicos”, parodiando el clásico “La princesa prometida” (el tipo al que Deadpool le cuenta el cuento es el chiquito de aquella película) y con una jocosa “expurgación” de lo que no se podría ver o escuchar si uno es un inocente niño. Hecha con fines benéficos, uno se ríe por el asunto y se siente cómplice. Pero, repetimos, es un chiste sobre otro chiste.
Gags sin timing y todos los elementos que el pack predigerido de películas “infantiles” obliga a incluir. Un tipo que anima fiestas infantiles con un disfraz de gato –y está maldecido por la mala suerte– se transforma en un gato gigante porque un hechizo sale mal. Y pasan más cosas, pero el problema de esta película animada pensada “para chicos” no es que recupere el gusto infantil sino su puerilidad absoluta, con gags sin timing y todos los elementos que el pack predigerido de películas “infantiles” obliga a incluir. Estreno de fin de año, claramente.
Karin Viard le saca el jugo a un guión al que le sobran buenos diálogos y le falta inspiración. Este film es una especie de ejemplo paradigmático de la comedia burguesa. Karin Viard le saca el jugo a un guión al que le sobran buenos diálogos y le falta inspiración. No tiene demasiados elementos “cinematográficos” que llamen la atención, pero eso es una buena noticia: nada nos distrae de los personajes, esa mujer en los cincuenta que entra en crisis y se vuelve manipuladora y celosa, y esa hija demasiado joven que tiene que sufrir los tejes y manejes de su madre. Viard prácticamente aparece en todos los fotogramas, lo que obliga a ajustar el foco todo el tiempo para no causarnos una sobredosis. Se logra y por eso prestamos atención a este pequeño mundo de casas sin problemas económicos e introspecciones conseguidas desde la ironía. El resto es dejarse llevar por la diversión y las manipulaciones a veces ingeniosas de esta criatura monstruosa detrás de una apariencia elegante.
Lo peor de esta película es que se la va la mano con la duración. Después, es pura alegría, incluso a pesar de ciertas fallas. Lo peor de esta película es que se la va la mano con la duración. Después, es pura alegría, incluso a pesar de ciertas fallas. Revierte una cierta (espantosa) tendencia del cine de superhéroes, el de querer ser “serios y realistas y metafóricos y decir cosas serias sobre el espanto de nuestro mundo” en lugar de lograr los mismos fines como el cómic: por medio de la diversión desaforada donde todo puede ser posible. El realizador James Wan –desparejo, pero sin dudas una de las fuerzas creativas más interesantes del Hollywood de hoy, como lo demuestran las dos películas de “El Conjuro”– decidió desatar la aventura y la imaginación gráfica sin ningún tipo de vergüenza. El resultado es una película divertidísima, una de esas aventuras que podían conquistarnos en la infancia y que, de paso, la recuperan. El protagonista Jason Momoa tiene un enorme carisma y definitivamente no se toma las cosas demasiado en serio (pero tampoco se vuelve cínico respecto del mundo que se está narrando: simplemente se divierte con él y lo comunica), lo que no deja de ser una virtud general de todo el espectáculo. “Aquaman” demuestra que el “amor por los personajes” no implica “respeto religioso por la iconografía”, confusión que suele paralizar a algunas de estas películas (notablemente todas las que tengan a Superman y varias con Batman en el elenco). “Aquaman” no es el súper más célebre, y eso permite jugar con ganas. Una golosina sabrosa ideal para Navidad.
Una escritora sometida por el “nom de plume” de su esposo, que busca ser reconocida por sí misma en el París de la Belle Époque. Otra de esas películas que se estrenan un poco tarde porque nadie quiere, en el fondo, hacerlo. Esta biografía de los primeros años de la carrera literaria de “Colette” es de esos films que se hacen gracias a que existe el contexto justo. La historia es la de una escritora sometida por el “nom de plume” de su esposo, que busca ser reconocida por sí misma en el París de la Belle Époque, época donde ciertas libertades –incluso sexuales– escondían el constante sometimiento de la mujer. Huelga decir que la película no sólo se hace cargo, sino que asume y se justifica en los paralelismos entre aquellos años y los nuestros, también post-finiseculares. Más allá de su evidente didacticismo y de cierto regodeo en la “qualité”, la fábula en sí es divertida y los actores –especialmente las actrices– logran crear un universo autónomo, del que nos importa poco saber si fue o no así.
La historia de tres hermanas que, a la muerte del padre, descubren que tuvo otra hija, ahora de trece años, con la que deberán relacionarse. Lo bueno de estas últimas semanas del año en las que se estrena todo lo que quedó sin pantallas cuando los tanques acapararon salas es que aparecen excelentes películas (aunque, siempre y desgraciadamente, por poco tiempo) que el circuito suele rechazar. Es el caso de este film de 2016 firmado por Hirokazu Koreeda, uno de los más importantes realizadores actuales, de quien vimos “After Life”, “Nadie sabe” o “De tal padre, tal hijo”. Aquí nuevamente cuenta un melodrama familiar: la historia de tres hermanas que, a la muerte del padre, descubren que tuvo otra hija, ahora de trece años, con la que deberán relacionarse. No hay aquí elementos sorprendentes, ni golpes bajos: sólo el tranquilo descubrimiento de una nueva vida para cada uno de los personajes. Como en todas sus películas, la familia es un mundo que también implica una suerte de aventura en busca de alguna forma de la felicidad, aun cuando no resulte tan sencillo encontrarla. Koreeda logra construir un relato con tensión constante sin por eso apelar a la vuelta de tuerca de guión o al truco que lleve a la lágrima fácil. La mayor virtud de realizador y película consiste en que las emociones se transmiten con la cantidad precisa de información, con las imágenes más pertinentes. Un bálsamo ante la creciente mediocridad del (mal llamado, pero esa es una discusión larga que excede estas pastillas críticas) “cine comercial”.