Llegado un punto en la carrera de un actor de Hollywood, parece indiscutible el salto detrás de las cámaras. Con diferentes y variados resultados, en ciertos proyectos se nota la idea que los actores devenidos en directores quieren llevar a buen puerto. Sin ir más lejos, el año pasado tuvimos el debut de John Krasinski con la excelente A Quiet Place, y en este 2019 Brie Larson estrenó Unicorn Store, mientras que Olivia Wilde hará lo suyo cuando se estrene comercialmente su maravillosa Booksmart en cuestión de semanas. Pero quien ocupa la silla en esta ocasión es nada más y nada menos que Jonah Hill, quien desde que se destacó en Superbad ha forjado una carrera meteórica a lo largo de los años, tanto en comedia como en su costado más dramático. Con Mid90s, escrita y dirigida por él mismo, Hill construye un homenaje a su infancia, el crecer en la cálida y hostil Los Ángeles, mientras intenta acercarse constantemente al cine indie con trazos de Larry Clark y Harmony Korine. Sus intenciones tienen ese factor nostálgico que supura en cada fotograma, pero de haberla acompañado con una historia más sólida que la alejase de lo básico hubiese volado un poco más alto.
Se podría decir que La fiera y la fiesta, última película de la dupla matrimonial de Laura Amelia Guzmán e Israel Cárdenas (Dólares de arena), es más un collage de ideas, todas apuntadas a un tributo a un cineasta olvidado, que una película construida convencionalmente. Es un estado de ánimo colectivo cuyo hilo conductor es el rodaje de una película en base a un guion perdido del fallecido director dominicano Jean-Louis Jorge, quien marcó tendencia en su acotada filmografía antes de ser asesinado y olvidado por el canon latinoamericano cinematográfico. Con La serpiente de la luna de los piratas y Mélodrame, Jorge se adelantó a la estética kitsch presente en las películas de Pedro Almodóvar antes de caer en el olvido absoluto. Pero es la actriz entrada en años Vera de Geraldine Chaplin (Doctor Zhivago) quien no puede abandonar a la suerte de la memoria a su querido amigo y colega, y se dispone a filmar la última locura, que también marca el último trabajo en la pantalla grande en la carrera de la actriz.
En apenas pocos años y con un puñado de largometrajes, Marco Berger ha sabido sacarle provecho al nicho de cine queer nacional. Con la dramedia Plan B se dio a conocer, y luego la siguió con Ausente, Hawaii, Mariposa y Taekwondo, todas con el deseo de lo prohibido y el homoerotismo a flor de piel como piedras fundacionales para sus historias. Un Rubio, su más reciente producción, no le esquiva a todos los vicios y caprichos del director, recurriendo a lugares comunes de su filmografía, animándose a cruzar la raya de sus propias limitaciones narrativas en ciertos aspectos pero quedándose atrás en muchos otros.
Tierra del Fuego es la provincia más al sur de Argentina, reconocida mundialmente por su belleza antártica, su cordero y su lana, productos de gran estima en los mercados especializados. Pero muy pocos saben de una de las problemáticas más acuciantes que vive la zona hace décadas, y ese es el foco de Perros del fin del mundo, un vistazo aleccionador y no menos polémico cuyo visionado no es apto para impresionables.
A veces, los sueños pequeños se vuelven monumentales, cual tareas heroicas que hay que cumplir a toda costa. Es la misión del pequeño Delfín (un deslumbrante Valentino Catania) en la película homónima, el audicionar para una orquesta tocando el corno francés, y hará lo que sea para lograr su objetivo. El largometraje de Gaspar Scheuer (El desierto negro, Samurai) pasó por el último Festival de Cannes en la sección Ecrans Junior y representa una historia mínima agradable, apoyándose con firmeza en sus fortalezas y evitando con gracia las limitaciones presentes en la narración.
Si la carrera de la cantautora M.I.A ya era polémica, controversial y fascinante de por sí sola, es con el potente y totalmente cautivador documental de Steve Loveridge que realmente podemos ahondar en la vida y obra de esta activista a la cual no parecen esquivarla los escándalos, pero que pelea cada batalla con justa causa como si nunca hubiese abandonado su hogar en Sri Lanka, azotado durante décadas por una guerra civil sin cuartel. Es gracias a las más de 700 horas que la artista aportó a su colega, que el hábil director construye un relato conmovedor y sentido, sin medias tintas, que retrata las mil facetas de la maravillosa rapera.
Amar en la salud y la enfermedad es uno de los votos maritales más conocidos que existen, uno que puede hacerse a la ligera al comienzo de un rosado matrimonio, pero que cobra un significado literal y figurativo cuando el insidioso germen de la vejez se inserta en un seno familiar, cambiando para siempre las dinámicas familiares. Ahondar en los cuidados especiales de un enfermo con Alzheimer es lo que se propuso la actriz Elizabeth Chomko, quien dramatizó las vivencias con su propia abuela en su primer y auspicioso film como guionista y directora en What They Had, un proyecto dramático sin muchas novedades pero con un eximio elenco al frente.
La figura de Eugène-François Vidocq es, en Francia, casi tan legendaria como un Al Capone o un Robin Hood. Toda una leyenda en los bajos fondos parisinos, este criminal y escapista evadió las grandes penitenciarías del país durante el imperio de Napoleón hasta que se convirtió en un informante de la Ley para conservar su libertad. Eventualmente se volvió mucho más que un simple soplón y su leyenda ha pasado a la posteridad por ser un pionero en el campo de la criminología, además de inspirar con su vida a autores como Honoré de Balzac y Edgar Allan Poe para sus escritos y personajes, y una cantidad considerable de adaptaciones en cine y televisión. La adaptación más reciente es El emperador de París, dirigida por Jean-François Richet y protagonizada por el siempre omnipresente Vincent Cassel, en una amalgama resultante entre el policial y el drama histórico que no termina de hacerle honor al recordado personaje.
Como muchas predecesoras en su género, Hotel Mumbai tiene la aciaga tarea de transformar una tragedia histórica en un pormenorizado recuento de situaciones, hechos y desgracias sufridas, en este caso, durante los atentados ocurridos alrededor de la ciudad de Mumbai en noviembre de 2008. Sin llegar nunca a niveles de tensión dramática de maestros como Paul Greengrass en United 93 o Peter Berg en Patriot’s Day, la película del primerizo director australiano Anthony Maras es un buen exponente del género que camina la fina línea entre reconstrucción sentida y regodeo visceral.
Que no los engañe su título. Un amor imposible comienza, sí, con un idílico amor pasional entre Rachel (Virginie Egira) y Phillipe (Niels Scheider) pero a lo largo de sus 135 minutos se trastoca en una saga intergeneracional que arroja a un torbellino dramático a los protagonistas. No es una película azucarada sino que está plantada en un realismo absoluto, que a veces resulta difícil de tragar por las revelaciones dolorosas que les espera en el camino a los personajes, pero no por ello deja de ser menos interesante con la carga social de los temas que aborda.