Confieso que High Life es mi primera película de la directora francesa Claire Denis, y me ha dejado marcado. En su debut de habla inglesa y en la ciencia ficción, la afamada creadora de Bella Tarea, 35 rhums y Un bello sol interior se embarca en un oscuro viaje hacia el infinito de la mano de Robert Pattinson y su bebé, en unos de los exponentes de género más intrigantes y macabros de los últimos años. Todo aquel -como yo- que piense que el film sea una mirada directa hacia la condición humana en el vacío existencial del espacio estará más que equivocado y complacido con esta propuesta, que les escapa a los cánones previamente explorados.
De todos los géneros y subgéneros existentes, es curiosa la elección del actor Max Minghella para su debut como director. Mayormente conocido por sus roles dramáticos (el último, el amable Nick en The Handmaid’s Tale, el próximo, una víctima más en los juegos de Jigsaw en la nueva Saw), Max es hijo del fallecido director Anthony Minghella (las laureadas The English Patient, The Talented Mr. Ripley, Cold Mountain) por lo cual muchos esperaban que siguiese sus pasos en la materia. Lo cierto es que el joven actor se decantó por el drama musical, y narra las aspiraciones de una jovencita que pretende batallar contra lo imposible para cumplir su sueño de cantar. Con un guion de su propia autoría, Minghella firma con Teen Spirit una historia de superación que ya hemos visto antes, pero con un envoltorio pop y chicloso que la favorece.
Hubo una época dorada en Hollywood en la cual afloraban los thrillers donde completos extraños se insertaban en la vida de inocentes e inmaculados protagonistas para luego sacarse las caretas y revelar a un psicópata debajo de ella. Este subgénero, muy en boga durante la década de los ’80 y los ’90, tuvo como estandartes a títulos como Fatal Attraction y Single White Female, sin contar los numerosos intentos de colgarse de la cola de ese cometa, que tantos réditos monetarios les dieron a sus productoras. En los últimos años el peculiar subgénero parece haber desaparecido, aunque un par de descafeinados referentes –The Roommate, The Guy Next Door, entre otras- han querido mantenerlo a flote. El estimado director Neil Jordan, quien en su diversa carrera ha entregado recordadas joyas como The Crying Game, Interview with a Vampire y muchas más, es el encargado de darle respiración boca a boca al género con un elenco más que interesante, pero Greta se queda a medio camino entre lo que es y lo que quiere ser.
En su debut cinematográfico, Martín Jáuregui apenas si puede conjurar algo de drama gracias a los fastuosos paisajes de Fiambalá, en la provincia de Catamarca, y un poco de jugo a sus dos actrices en pantalla, pero no se le puede pedir mucho más a un proyecto tan árido como La sequía.
Curioso estreno tardío el de Cara Sucia, con la magia de la naturaleza. Tardío porque se estrena luego del período de vacaciones de invierno en todos los territorios nacionales, sin duda producto de la masificación conglomerada que ofrece cuantiosos dividendos a Disney con El Rey León y Toy Story 4. Mucho más tardío porque la película de Gastón Gularte terminó su filmación en 2011, y el trecho hasta su arribo a las salas comerciales se debe a la minuciosa post-producción que mezcla el costado live-action, con actores de carne y hueso, con una primorosa animación para esta aventura ecoamigable para toda la familia
La figura de Rodolfo Livingston es mítica, y prácticamente inclasificable. Una leyenda dentro del ámbito de la arquitectura, ha pasado por un sinfín de situaciones, momentos y vivencias que lo han enriquecido de anécdotas que forman el conglomonerado de Método Livingston, el agradabilísimo documental de Sofía Mora que presenta una deliciosa tajada de vida de un mordaz y provocador ciudadano ilustre.
Despedir a un abuelo debe ser una de las tareas más arduas que existen en el mundo. Son guías igual de importantes que los progenitores, y cuentan con un abanico de experiencia mucho más exhaustivo que el de las personas que nos dieron la vida. Su partida es algo inevitable en el juego de la vida, suceso para el que uno nunca está preparado, y cuando hay una sombra borrosa en el pasado de un fallecido, las puertas parecen no cerrarse nunca. El viaje iniciático de la debutante Lucía S. Ruiz en Esa película que llevo conmigo es explorar el pasado de su abuelo Pepe, reconstruyendo tramo a tramo su árbol genealógico para entender su lugar en su vasta estirpe, y para armar el rompecabezas familiar tan elusivo hasta antes de embarcarse en la filmación.
Es una coincidencia casi cósmica que en la misma semana se estrenen dos documentales que aborden la temática de la identidad familiar y la exploración del pasado en busca de respuestas. Ya hablé previamente de Esa película que llevo conmigo, y ahora es el turno de La casa de Wannsee, de Poli Martínez Kaplun. La edad y la experiencia separan a las cineastas, siendo Poli la que despierta una búsqueda más apasionante, ya que su propio retoño genera un estallido que intenta resolver en este cálido documental.
Siempre hay que tener cuidado en las películas basadas en hechos reales. Ya sea casos que siguen los sucesos a rajatabla que desafían la imaginación de las mentes más inventivas, o se toman licencias artísticas para ensalzar historias insulsas y volverlas más verídicas, es una balanza sensible cuyos elementos desequilibrarían el punto medio fácilmente. Films que entrecruzan el drama y el espionaje no escasean en el medio, por eso es que la inconsecuencia de Red Joan golpea con dureza el suelo cual saco de papas, en donde un proyecto frío y desapasionado desperdicia una historia sacada de la primera plana de los diarios que prometía.
A veces, lo que uno considera una historia mínima puede ser toda una odisea para otros. Es el caso de Volviendo a casa, donde el documentalista Ricardo Preve hila la tristemente fascinante pero no por ello menos relevante historia de Carlo Acefalo, un oficial submarinista que resultó el único fallecido durante el hundimiento de la nave Macalle, y cuyo cuerpo yació durante casi 80 años en un islote en el Mar Rojo.