Para satisfacer la ansiedad de los seguidores de Marvel con Avengers: Infinity War, el estudio lanza Ant-Man and the Wasp, la secuela del film de 2015, dirigida, nuevamente, por Peyton Reed. Ant-Man vuelve al cine y esta vez está acompañado. Scott Lang tiene arresto domiciliario después de los eventos de Capitán América: Civil War. Pasa gran parte del tiempo con su pequeña hija y alejado de Hope Van Dyne y el Dr. Hank Pym. En los últimos días de la condena tiene una visión de Janet Van Dyne en el reino cuántico y vuelve a contactarse con el equipo que busca una manera de rescatar a la mujer. Pero a la par una villana intenta robar el laboratorio del Dr. Pym y quitarle la posibilidad de reunirse con su esposa. Después del drama y la agonía de ver morir a gran parte de los personajes en Avengers: Infinity War, el tiempo retrocede y también el ritmo cambia a la saga de Marvel más cómica de su universo. Principalmente por el trabajo de su protagonista Paul Rudd. Olvidándose los gags visuales, el actor sobrepasa la cinta al no tomarse en serio las situaciones que enfrenta, en contraposición a los demás actores de la saga. Es un hombre común y ordinario que casualmente se ve enredado en el mundo de los superhéroes. En el caso de Hope (Evangeline Lilly) se encarga de ser la heroína del film, aunque la cinta no le de espacio suficiente para lucirse. A la par, su relación con Scott no evoluciona y en definitiva nada de lo que vivieron en la primera película sirve de algo. Marvel y sus villanos son un problema que solamente pudieron superar con la increíble actuación de Josh Brolin como Thanos. En Ant-Man and the Wasp, al tener un guion en el que gran parte se basa en situaciones de acción y comedia, la villana de turno (Ghost, la fantasma) está pobremente construida. No genera una amenaza importante a los héroes, y mientras que por momentos parece perder toda cordura en otros parece ser más un soldado en una guerra. Cabe mencionar que el actor Walton Goggins también funciona como el malo de la película pero con un personaje redondo y de manual. Visualmente la película juega con algo que ya habíamos visto en su primera parte que son los efectos de perspectivas al hacerse grandes o chicos los personajes o los objetos. En esta oportunidad no sorprende pero en una persecución de automóviles es efectiva y entretiene.
La directora y productora argentina Jimena Blanco debuta con su ópera prima Paisaje. Paisaje ubica la historia a fines de los noventa. Cuatro amigas viajan una noche a la Capital Federal para ver un concierto de rock de una banda de un chico conocido. Llevan una mochila con un poco de plata, sin celulares y sin avisarle a nadie que salieron. Como parte de esa rebeldía al finalizar el recital van a una fiesta pero llega la policía. Entonces salen asustadas de allí olvidando sus pertenencias y quedando varadas en una noche en el microcentro porteño desolado. Blanco impregna de opresión pero al mismo tiempo de curiosidad al lente de su cámara. Sin alejarse en ningún momento de sus protagonistas, el film sigue el camino de estas cuatro adolescentes mientras afrontan los problemas típicos de la edad: la sexualidad, los vicios e incluso la maternidad. Los adultos están ausentes y los pocos que aparecen generan hostilidad hacia ellas. Es un acierto ubicar la acción en una época previa al fervor de las comunicaciones telefónicas, donde buscar un teléfono público a la madrugada era la única opción para estar en contacto con un amigo o un familiar. La ciudad funciona como otro personaje que, aunque pertenezca al fuera de campo (sólo se hace visible al final del film), da la sensación de ser un laberinto de calles abandonadas donde cada escena tiene una historia que contar, al mejor estilo Después de hora (After Hours) de Martin Scorsese. Hay un logrado trabajo de sus protagonistas que, gracias a una muy buena dirección de actores y un guion bastante pulido, encuentran la singularidad en cada una de las personalidades de las amigas.
La saga de The Purge o 12 horas para sobrevivir estrena su cuarta película que vuelve a los inicios del concepto pero que abandona a su director original James DeMonaco por Gerard McMurray. 12 horas para sobrevivir: El inicio cuenta el surgimiento del partido de los “padres fundadores”, un grupo de ultra derecha que quiere instaurar en Estados Unidos un experimento llamado “la purga”. Este consiste en que durante doce horas el crimen y cualquier acto delictivo será legal y no tendrá consecuencias. El hecho se realiza en Staten Island en donde aquellos que se quedan recibirán una compensación de U$S 5.000. Al principio no hay grandes signos de violencia física, es por eso que el partido le da los recursos a un grupo de mercenarios para hacerse pasar por ciudadanos ordinarios y comenzar la masacre para demostrar que “la purga” es necesaria. Una idea original puede dilatarse con el paso del tiempo, especialmente cuando una película se convierte en franquicia. Y como ha pasado con sagas como El juego del miedo o Actividad Paranormal, también sucede con 12 horas para sobrevivir. Mientras que el concepto sigue siendo el mismo, la idea ya fue vista tres veces, con mayor o menor intensidad. Y el problema de las precuelas es que la curiosidad del público tiene que ser mucha como para querer saber cómo se instala la purga. Lo malo es que esta cuarta parte vuelve a mostrar el conflicto social y político del evento pero no da más detalles del partido de los padres fundadores. Por otro lado, el espectador no tiene ninguna empatía con los protagonistas que son olvidados completamente, a diferencia de Leo Barnes el personaje de la segunda y tercera parte. Aquí hay un conflicto entre pandillas que se resuelve muy rápido y un héroe que cumple los estereotipos de gangster del barrio. Finalmente, desde lo visual 12 horas para sobrevivir: El inicio abandona la crueldad de las tres primeras partes, que tenían muchas más escenas de sangre y la tensión de estar abandonado en una ciudad donde el peligro te esperaba a la vuelta de la esquina.
El director chileno Che Sandoval (Te creís la más linda, pero erís la más puta y Soy mucho mejor que voh) presenta su nueva película Dry Martina. El relato comienza con Martina, una cantante argentina que ha conseguido un éxito pero que después de un quiebre emocional deja el canto. Una noche toca a su puerta Francisca, una chilena fanática de ella que le dice que es su hermana perdida y que tiene que ir a Chile para conocer a su verdadero padre. La acompaña su pareja César, quien no tardará en encontrar una relación amorosa con Martina y ella en desear estar con él a toda costa. La tercera película del director abandona los puntos de vista masculinos para centrarse en dos protagonistas femeninas: Martina (Antonella Costa) y Francisca (Geraldine Neary o Dindi Jane). Ambas actrices entienden perfectamente sus papeles, no sólo porque funcionan y están bien escritos en el relato, sino porque impregnan de simpatía a sus personajes. La historia atraviesa varios puntos, desde el deseo hasta los conceptos de familia. Habla del sexo como un arma más que como una consecuencia del amor. Profundiza en el vacío emocional de la protagonista que sólo puede ser llenado por diversos hombres que entran en su vida. Esta espiral descendente, pero a su vez cíclica del relato, podría ser contada como un drama pero Sandoval elige el humor negro.
Se estrenó el nuevo film de Paolo Genovese, Los oportunistas, una remake de la serie The Booth at the End. En un bar llamado The Place, un hombre espera sentado tomando un café y comiendo a medida que se acercan diferentes individuos con pedidos particulares. Él revisa su agenda y encuentra una actividad que cada uno de ellos debe hacer a cambio de sus deseos. Algunas de las historias se irán conectando a medida que avanza el relato. Los oportunistas es una película enteramente basada en el diálogo. Toda la acción ocurre dentro del bar y en ningún momento el director nos muestra lo que pasa afuera. Las acciones de cada uno de los personajes que vienen a cumplir sus deseos son parte del fuera de campo. Esta decisión pone mucho peso en hacer creíble el relato y en no aburrir en el tono de su construcción. Dividiendo las opiniones entre aquellos que la van a disfrutar y los que esperaban otra cosa. Hay un concepto teatral en cada una de las escenas en donde el director no aporta ningún recurso cinematográfico, sólo se dedica a observar y poner plano contra plano de las conversaciones. Otras decisiones no son tan afortunadas: como la utilización de fundidos a negro o una música que queda fuera de lugar en el relato. Las historias por momentos son previsibles pero su objetivo de mantener al espectador especulando funciona. Arma preguntas constantemente sin respuestas para que se formulen teorías alrededor del protagonista.
El jueves pasado se estrenó una cinta de terror inusual en los cines de Argentina y una de esas películas de la cual todos van a estar hablando este año, El legado del diablo (Hereditary), ópera prima de Ari Aster. El film sigue a Annie (Toni Collette), casada con Steve (Gabriel Byrne) y madre de Peter y Charlie. Viven en una casa antigua y ella pasa la mayor parte del tiempo haciendo maquetas y pequeñas figuras por encargo. Cuando la abuela de los chicos fallece, su pasado comenzará a invadir las vidas de la familia, afectando especialmente a Charlie. Todos los años se estrena una película de terror que quiere definir el género. En un momento fue Te sigue, después fue Huye!, el año pasado fue Vienen de noche y hace unos meses tuvimos el estreno de Un lugar en silencio. El hecho de que el género se esté fusionando con otros estilos demuestra que hay nuevas y frescas ideas, especialmente, de directores primerizos. Ari Aster, que debuta en su primer largometraje con El legado del diablo, conforma una película que se apoya en el drama de una familia que se enfrenta al constante acecho de la muerte y que en el medio de todo esto se arma una subtrama espiritual que, sin darnos cuenta, se intensifica al final de la historia. Tanto el drama como el terror es sostenido por las increíbles actuaciones de Toni Collette y Gabriel Byrne. Cada uno en un extremo opuesto del dolor y la locura. Mientras que Byrne se toma con mucha paciencia y silencio el conflicto que lleva la familia, Collette estalla en su paranoia y control de los hechos. Hay mucho trabajo en el guion, desde las sutilezas de las maquetas y su doble sentido, hasta los pequeños guiños y apariciones de personajes que irán reforzando la idea final. Se podría criticar que demora demasiado tiempo en contar su historia y que el final es un poco predecible para el espectador (aunque no para los protagonistas). La dirección también es de un gran carácter. La cinta pasa de mantener la tensión en el fuera de campo a explícitamente mostrar la violencia sangrienta en el final.
Néstor Montalbano (Soy tu aventura, Pájaros volando, Por un puñado de pelos) presenta su nueva película No llores por mí, Inglaterra, una reinterpretación de las invasiones inglesas junto a la llegada del fútbol en la Argentina. Es 1806 y los ingleses invaden la ciudad de Buenos Aires bajo el mando del general Beresford (Mike Amigorena). Él espera un refuerzo de sus tropas para los próximos meses pero para mantener a los criollos entretenidos les presenta un nuevo juego: el fútbol. Manolete (Gonzalo Heredia) es un empresario de espectáculos y ve en el fútbol un nuevo negocio. Con esto en mente organiza el primer partido entre dos barrios enfrentados Embocadura y La Rivera. A pesar de los conflictos, Beresford necesita que el deporte continúe entreteniendo a las masas y entonces le pide a Manolete que organice un partido entre los criollos y los ingleses. Todo sucede mientras el ejército de Liniers viene de Montevideo para quitarle el poder a los británicos. No llores por mí, Inglaterra no es sólo una reinterpretación de las invasiones inglesas, también pone de relieve lo significativo que es el fútbol para los argentinos. No sólo en 1800 sino en la actualidad. La política del “pan y circo” data de la época romana: a los pobres les daban entretenimiento para distraerlos de hechos controversiales. De todas maneras el fútbol trasciende esa estrategia militar o política y se transforma en la pasión que es hoy en día. Montalbano satiriza ambos conceptos con el humor al cual ya nos tiene acostumbrados en sus películas previas. Diego Capusotto arma un personaje muy similar a los de sus sketchs en televisión y ofrece un humor que no sorprende pero que es efectivo. El resto de los actores manejan muy bien a sus personajes caracterizados con el tono de la época. Se destaca la relación madre e hijo entre Mike Amigorena y Mirta Busnelli afianzada con un lenguaje que hace uso del “spanglish”. Desde el punto de vista técnico estamos ante una gran producción argentina, no sólo por los actores convocados sino también porque desde el vestuario hasta los escenarios todo remite a la época. Los efectos digitales y las pantallas verdes son casi invisibles y tanto los partidos como las batallas están muy bien recreados.
La adaptación de Natacha, la novela de Luis María Pescetti, llega al cine con dirección de Fernanda Ribeiz y Eduardo Pinto. Natacha es una niña muy curiosa y muy amiga de Patti. En el camino encuentra a un perro que lo llama Rafles y aprovecha un trabajo práctico del colegio para preguntarse si los perros ven en colores. En su casa, los papás tratan de aguantar las ocurrencias de la chica mientras que la abuela sirve como compinche. Las historias para niños en el cine argentino son inexistentes. Mientras que las grandes producciones internacionales tratan los temas básicos como la amistad y la madurez en un contexto totalmente ajeno a lo que viven los chicos en nuestro país. Natacha, la película remedia este problema al centrar la acción en el colegio y en los problemas que pueden surgir en chicos de nueve o diez años. Hay ciertos aspectos de la producción y las actuaciones que parecieran presentarse como un film casero o familiar que podría restar ritmo en una época donde los chicos consumen contenido visual a una velocidad increíble. Pero este aspecto aparentemente buscado hace la cinta aún más particular en el género infantil, donde el punto de vista se sitúa en su picaresca protagonista Natacha. Hay que mencionar que Pescetti realizó la música original de la película, una manera de expandir el universo de sus novelas y canciones a la pantalla grande.
Tras el éxito de su primera parte, Ryan Reynolds vuelve a ponerse el traje de Deadpool, esta vez dirigido por David Leitch (John Wick). En Deadpool 2, Wade Wilson continúa combatiendo contra mafiosos e intentando encontrar un equilibrio con su novia Vanessa. El problema surge cuando Cable, un mutante que viene del futuro, llega intentando matar a un chico al cual Deadpool intenta defender. Para protegerlo debe reunir a un nuevo grupo de anti-héroes llamado X-Force. La originalidad de la primera Deadpool fue romper ciertas fronteras establecidas de los cómics en el cine orientados para un público infantil/juvenil llevando la historia a un terreno más adulto, con lenguaje vulgar y algunas secuencias sangrientas. Logan de James Mangold repitió la fórmula y en los próximos meses veremos Venom de Ruben Fleischer bajo la misma idea. En esta segunda parte el concepto se mantiene pero la intención ahora es formar aún más el universo que se está creando alrededor del anti-héroe de Marvel. Es por esto que se incluyen más personajes, con un gran trabajo de Josh Brolin como Cable, Zazie Beetz como Domino y el joven Julian Dennison como Russell. El resto de los mutantes no tienen mucha importancia en el desarrollo de la historia (salvo uno sorpresa y los ya presentados en el primer film) y sirven más como un engaño buscado para promocionar la película. Aunque el fuerte de la historia de Deadpool es el humor, principalmente la sátira al universo de los héroes en el cine, se refuerzan los típicos conceptos del amor, la familia y la amistad. Por otro lado, las secuencias de acción tienen una gran variedad, pero se podría haber esperado mucho más de un director que realizó escenas memorables en John Wick y Atómica. Además de abusar notablemente del CGI y no presentar tantos efectos prácticos.
Dakota Fanning interpreta a Wendy, una chica con autismo y fanática de Star Trek en Un nuevo camino de Ben Lewin. Wendy es una joven con autismo que vive en una casa especializada en pacientes con trastornos similares. Su cuidadora Scottie (Toni Collette) le arma una rutina que la mantiene entretenida día a día, entre el trabajo y los quehaceres del hogar. También tiene una relación distante pero firme con su hermana Audrey (Alice Eva), quien está casada y tiene una pequeña hija. Dentro de este esquema organizado surge un concurso de guion para la próxima película de Star Trek y Wendy, siendo tan fanática, decide escribir uno y mandarlo. Por ciertos inconvenientes no lo logra y se escapa a Los Angeles para entregarlo en persona. Entre una road movie y una película de autodescubrimiento, Un nuevo camino de Ben Lewin es una lograda aventura que juega con la empatía de su protagonista. No cae en esos lugares comunes de protagonistas con alguna dificultad que generan lástima o el simple hecho de pensar que pueden lograr grandes proezas. El film se centra en el único objetivo de Wendy en entregar el guion a tiempo. Es obvio que a la par el espectador genera un paralelismo entre la historia de Star Trek sobre lo que significa para Spock tener emociones y su relación con el Capitán Kirk, frente a Wendy y su hermana Audrey. Con respecto a Scottie (que prácticamente es un guiño al personaje de la serie) funcionaba muy bien para afianzar la historia de ambas hermanas pero su propia trama con su hijo está un poco desaprovechada.