Llega un documental y cita obligada para todos los fanáticos de San Lorenzo, Volver a Boedo de Sergio Criscolo (El exterior) que cuenta la lucha de los hinchas por la vuelta del club al barrio de Boedo y lo que significa para el lugar. Casi 40 años después de haber sido expulsados de allí por negocios inmobiliarios de la última dictadura militar, la vuelta de la cancha de San Lorenzo a Boedo generó masivas movilizaciones populares, además de provocar un gran impulso cultural y social, un territorio marcado desde sus inicios por el teatro, la literatura, el tango y el fútbol. El documental refleja las diversas historias alrededor de el club. Desde ex jugadores de fútbol, hinchas y vecinos del barrio. Relatos frente a la cámara, recuerdos, lecturas de textos de escritores y periodistas, como a su vez poesías y canciones que sintetizan esa necesidad de que el club San Lorenzo vuelva a Avenida La Plata. También está muy presenta la relación de Boedo frente al tango y al rock nacional, siendo un barrio cuna de la cultura musical. olver a Boedo es un documental simple pero en su aspecto personal consigue generar mucha empatía en quien lo vea. El producto final no es sólo para los hinchas de San Lorenzo y aquellos que vivieron en el barrio de Buenos Aires, también esta construido para todos las personas que aman el deporte o la historia de la cultura. Todo aquel que creció o que visitó a sus padres o abuelos en los barrios porteños y no en aquellas construcciones modernas de grandes torres o multinacionales que terminaron destruyendo o deformando los espacios.
Keira Knightley es Sidonie-Gabrielle Colette en el nuevo film Colette: liberación y deseo de Wash Westmoreland, basado en la vida de la escritora y artista de variedades que vivió a principios del siglo XX y dio vida a una saga de novelas alrededor del personaje de Claudine. Colette es una chica de campo que se casa con Willy, un egocéntrico hombre de letras mucho mayor que ella. Ambos se mudan a París donde la joven conoce el mundo del arte y la cómoda vida que lleva la clase alta. Aunque a la par descubre la excentricidad de los artistas. A medida que pasan los años, e incentivada por su marido en busca de algún rédito económico, comienza a escribir las historias de Claudine, basada en parte en algunos eventos que ella había vivido cuando era chica. Pero las mismas son publicadas con el nombre de Willy. Las infidelidades de su marido junto a sus nuevos gustos por otras mujeres irán distanciando cada vez más el matrimonio. Colette: liberación y deseo es un verídico y detallado trabajo por recrear la vida de la famosa escritora pero a la par hace una construcción de la puesta en escena y las costumbres que rodeaban a la Europa de principios del siglo XX. Keira Knightley hace una interpretación muy correcta de Colette, a veces un poco forzada especialmente en los momentos en que se siente más un monólogo que una conversación, pero se nota que se siente cómoda interpretando este tipo de personajes de época. Por otro lado, Willy (Dominic West) tampoco es un ejemplo de villano en la película, tan solo era más hombre de negocios que un marido, en una relación donde lo único que los mantenía juntos era la saga de novelas sobre Claudine.
Dios llega nuevamente al cine pero esta vez en formato de diálogo cara a cara con un periodista en Una entrevista con Dios de Perry Lang, una idea que podría ser original pero que termina bajando línea o apuntando a lo personal. Brenton Thwaites es Paul Asher un periodista que regresa de la guerra en Afganistán con varios problemas en su vida. Por un lado su matrimonio está en peligro y por el otro intenta determinar el significado de su existencia y de aquellos que conoció en el conflicto bélico. Pero su vida da un vuelco cuando acepta una entrevista con un hombre que dice ser Dios (David Strathairn). Tiene tres encuentros con él y en cada uno de ellos comienza a cuestionarse y a debatir los dilemas existenciales del ser humano. En toda película reflexiva el parámetro es que el guion y las situaciones que afrontan los personajes transmitan un mensaje que genere un desconcierto o incertidumbre al espectador. Cuando hablamos de Dios en el cine muchas veces se nos viene a la mente Morgan Freeman en Todopoderoso, pero mientras la comedia era el punto fuerte de esa saga, Una entrevista con Dios pareciera emular otro programa en el que Freeman también participó y que fue Una historia de Dios. Aunque el documental televisivo de National Geographic apuntaba a hechos históricos y a partir de allí al cuestionamiento de la fe frente a la diversidad de religiones, en este film el resultado son preguntas con respuestas de manual. Por muy bonitas que parezcan, las oraciones sin fundamentos sólo alargan los diálogos que tienen ambos protagonistas (Strathairn es un gran actor que aquí está desaprovechado). La idea se sostiene por momentos pero cuando los dilemas existenciales pasan a ser personales del periodista la película pierde fuerza y cae en lugares comunes y en un mensaje motivacional que pareciera sacado de una novela barata de autoayuda. Todas las líneas secundarias (la infidelidad en la relación amorosa o la amistad con un soldado que regresó de la guerra) no están bien construidas, y no son suficientemente importantes como para generar una crisis existencial en el protagonista. Ni hablar de que por momentos se trata de conocer un poco el pasado de Paul y sus padres, pero tampoco se extiende esa idea.
Damien Chazelle (Whiplash, La La Land) decide contar la historia de Neil Armstrong, esta vez con un guion ajeno, pero nuevamente colaborando con un incisivo Ryan Gosling. El primer hombre en la luna ubica la historia de la NASA entre 1961 y 1969 desde el punto de vista del ingeniero aeroespacial Neil Armstrong (Gosling). Sus comienzos en el programa Gemini, la pérdida de su pequeña hija Karen, la relación con su mujer Janet (Claire Foy) y su amistad con Ed White (Jason Clarke) y Elliot See (Patrick Fugit). Chazelle ya tiene acostumbrado al público a describir el significado de la pérdida en el ser humano. Se presentó de diversas maneras en Whiplash y en La La Land y lo vuelve a hacer en El primer hombre en la luna. Lo primero que le preguntan a Armstrong en la entrevista para entrar a la NASA es si la muerte de su hija podría afectarlo de alguna manera, a lo cual responde: sería ilógico pensar que no. Con esta concisa frase el personaje sufre internamente y lo exterioriza en silencio a través de los rasgos y primeros planos que Chazelle hace de Gosling. El amor que resaltaba y carcomía a los personajes de La La Land, aquí es inexistente. No hay amor en la pareja principal pero tampoco lo hay hacia los viajes espaciales. Esa pasión de todo chico de querer ser astronauta y de todo grande de conquistar el espacio. Sin ánimo de exaltar una realidad, Chazelle se aleja de estos héroes impolutos que trascienden fronteras representados en De la tierra a la luna o Apollo 13. Otro de los puntos que resalta el realismo son los movimientos de cámara. Desde la primera escena, el espectador siente en primera persona la adrenalina de estar en una nave. El director hace hincapié en los diversos accidentes que sufrió la NASA, en los instrumentos mecánicos que eran lo único que separaban a los pilotos de la vida y la muerte. Sólo se detiene cuando Armstrong logra alunizar. Aunque la música no es uno de los elementos principales de la cinta, si logra estar presente dando diversos significados. Por un lado político y social con “Whitey on the Moon” de Gil Scott-Heron que presenta una Estados Unidos tan embarcada en ganarle la carrera espacial a la Unión Soviética que derrochaba millones de dólares. Y por el otro lado, “Lunar Rhapsody” una melodía con toques de theremin, que refuerza esta idea del hombre fuera de la tierra y alcanzando el cosmos.
El mundo Harry Potter creado por J. K. Rowling vuelve este año con la segunda parte de Animales Fantásticos: Los crímenes de Grindelwald. El malvado mago Grindelwald (Johnny Depp) escapa de los aurores para poner en marcha su plan de crear un mundo dominado por los magos de sangre pura. Para eso busca el apoyo de Credence (Ezra Miller) un joven que sigue tratando de descubrir su verdadero origen. A la par, Newt Scamander es asignado por Dumbledore para encontrar al joven antes que Grindelwald, a pesar de que tiene el ministerio de magia en su contra. Toda precuela de una saga cae en el problema de que el espectador conozca el fin de la mayor parte de la historia que tratan de contar. Sucedió con El Hobbit y vuelve a pasar con Animales Fantásticos. Pero este no es el único problema del film. Mientras que la primera parte podía pecar de simple, sí intentaba construir el mundo de Newt Scamander y sus exóticas criaturas. En este nuevo film suma a personajes claves de la saga Harry Potter y comienza a demostrar que necesita del éxito de la original para mantenerse. En cuanto a los personajes, Scamander (Eddie Redmayne) sigue estando fuera de lugar en la historia. No tiene el protagonismo que intentan forzar en la película. No hay un dilema en su triángulo amoroso entra Leta Lestrange y Tina Goldstein. Jacob y Queenie juegan un papel totalmente secundario. Finalmente, Grindelwald (Depp) y Dumbledore (Jude Law) no tienen mucho tiempo en pantalla (seguramente para exhibirlos más en los próximos filmes). En cuanto a su historia, que gira en torno a la identidad de Credence, parece más una excusa para unir los eventos entre la primera y la próxima película, quedando en el olvido todo lo que sucede en esta segunda parte. El mundo creado por Rowling es cautivador, sus locaciones, animales y personajes son únicos. La vuelta a Hogwarts y el escape de Grindelwald son los puntos fuertes del film.
El jueves llegó un estreno coreano a las salas de cine, la película de terror Gonjiam: hospital maldito. Un joven tiene un canal de video en el cual desenmascara diversos lugares embrujados. Junto con dos asistentes y tres voluntarios deciden ir al asilo psiquiátrico abandonado de Gonjiam. Ni bien llegan instalan cámaras en diversos sitios y se proponen llegar al millón de visualizaciones en youtube transmitiendo en vivo. Las cosas comienzan a salir mal cuando los miembros del equipo van padeciendo los fenómenos paranormales del lugar. Dentro del género de terror hay una serie de películas que se hicieron exitosas por el uso de las cámaras en mano con un formato casero. La primera en tener un gran éxito fue El proyecto de la bruja de Blair y lo continuaron la saga de Actividad Paranormal. Gonjiam: hospital maldito reflota las ideas ya vistas en ambas películas y no agrega nada nuevo a este concepto. La locación del hospital es el único y principal atractivo de la película. Cuanto mayor información nos dan sobre la misma, más queremos explorarla. Los detalles de la directora y los pacientes funcionan para dar un contexto del lugar, pero en ningún momento se hace uso de ellos para dar miedo al espectador o a los protagonistas. Ni siquiera los amantes del terror pueden disfrutar de Gonjiam: hospital maldito. No hay sustos repentinos, no hay gore o sangre en ningún momento y como ya habíamos mencionado, los efectos “de miedo” son reiterativos y ya fueron vistos en otras películas similares.
Vuelve El depredador esta vez bajo la dirección de Shane Black, guionista de la saga Arma Mortal. La historia comienza cuando la nave de uno de los depredadores cae en la Tierra. El lugar de aterrizaje coincide con una operación militar llevada a cabo por Quinn McKenna y su equipo. Todos son asesinados por la criatura menos el protagonista. Mientras es transportado por una organización que trata de ocultar los hechos ocurridos, Quinn y un grupo de lunáticos soldados se verán envueltos en una lucha por su vida. Los acompañará la doctora Casey Bracket que investiga la mutación del ADN de los depredadores. La saga de El depredador nunca se caracterizó por pretender ser más de lo que era. Un grupo de machos alfa con frases estereotipadas y un entretenimiento de sábado de superacción. Con o sin carisma, tanto Arnold Schwarzenegger, Danny Glover o Gary Busey ponían su personalidad a la estructura de un personaje básico pero efectivo para la saga. El problema de esta nueva versión es que Shane Black, gran guionista, asiduo a la creación de personajes atractivos e inolvidables (su última película Dos tipos peligrosos mostró una gran química entre Ryan Gosling y Russell Crowe), no logra hacer empalizar ninguno de sus protagonistas con el espectador. Olivia Munn como la doctora Bracket no encuentra su fundamento salvo el de transformarse en una heroína de acción más rápido que cualquier lógica. Como es habitual en películas de monstruos, termina siendo el depredador el que logra más impronta hasta el punto que queremos que gane y cumpla su objetivo. Otra característica de su director es el humor, ácido e irónico. En El depredador hay una docena de chistes, pero ninguno funciona al nivel que pretende y el público sólo va a esbozar una sonrisa con las escenas más gore del film. Finalmente la acción es lo único estable en la película. Hay varias secuencias muy bien logradas. Un poco trilladas o comunes dentro del género pero efectivas.
Por primera vez Denzel Washington vuelve a interpretar a un personaje y lo hace en El justiciero 2 de Antoine Fuqua. Robert McCall regresa para ayudar a aquellos con problemas mientras ejerce como chofer. Este hombre con habilidades particulares recibe la visita de su única amiga, la agente Susan Plummer. Ella comienza a investigar el supuesto suicidio de un agente, cuando es abordada y asesinada por los verdaderos perpetradores del hecho. McCall no parará hasta descubrir la verdad detrás del asesinato de su amiga. Por algún motivo Denzel Washington nunca decidió interpretar por segunda vez uno de sus personajes (y eso que tiene una gran variedad). El director Antoine Fuqua, con el que había trabajado varias veces, lo convence pero por primera vez se nota cuando un personaje no daba para más. En El justiciero 2 el protagonista pasa gran parte de su tiempo escuchando los problemas de diversos estereotipos de personas para olvidarse completamente los hilos que mueven la trama principal. Y por si fuera poco, el thriller de espionaje cae en lugares comunes y vueltas de tuerca previsibles. Aunque las escenas de acción no predominan, sí están filmadas con la vertiginosa mano de Antoine Fuqua y son fiel a los conceptos que manejaba en la primera película: un hombre bajo una estructura tan meticulosa que cuenta cada segundo para realizar una acción. Aunque el clímax se olvida completamente de este modelo y cae en un cliché sin sentido de disparos y peleas en el medio de un huracán. Ni la carismática presencia de Denzel Washington puede salvar esta segunda parte que, sólo por momentos, trata de hacer reír al espectador o empatizar con un protagonista que no encuentra un equilibrio entre sus buenas acciones y lo salvaje de sus asesinatos.
Las salas de cine argentino no suelen recibir estrenos de Australia, Dulce país de Warwick Thornton es una buena oportunidad para acercarse a esta filmografía, con un western apoyado en las diferencias sociales. Esta historia verídica se ubica en 1920. Sam Kelly es un aborigen que trabaja para el predicador Fred Smith en un rancho al norte de Australia. Cuando Harry March, ex veterano de la Primera Guerra Mundial, de carácter violento y cruel, se instala en un rancho vecino, el predicador envía a Sam para que ayude a Harry en las tareas del rancho. La relación entre ellos se deteriora rápidamente, hasta que sucede algo y Sam tiene que huir. Durante treinta minutos Thornton anticipa los hechos que van a ocurrir o vuelve a los que ocurrieron, con algunas imágenes de los eventos futuros y pasados (a través de flashforwards y flashbacks) y va escalando la tensión entre todos los personajes. Estas relaciones no sólo crean las posturas de los protagonistas sino que también recrean el estilo de vida de la época. Gran parte del relato se basa en la persecución del Sargento Fletcher a Sam y su esposa. Los parajes del desierto y las montañas encierran a los protagonistas y demuestran claramente quiénes son los dueños de la tierra y quiénes los usurpadores. El relato termina con un juicio que intenta introducirse en este difícil contexto, planteando los conceptos de la justicia y la religión como castigo divino. Finalmente, se presenta la figura de un joven que está en el medio de todo este conflicto, sin saber de qué lado ubicarse y sin sentirse parte del lugar que habita.
La obra del fotógrafo Carlos Bosch se transmite en este documental llamado Sombras de luz que retrata su historia y su presente, dirigido por el cineasta chileno-español Daniel Henríquez. Carlos Bosch es un fotógrafo argentino que viajó a Europa en 1976 y volvió a Argentina treinta y dos años después. Su obra ha pasado desde lo periodístico, a lo político y lo artístico. El documental de Henríquez presenta varias etapas de su vida: desde sus trabajos en España y su infiltración en el movimiento fascista Fuerza Nueva, hasta su actual muestra de retratos y auto-retratos en donde refleja sus miedos a la vejez, a la pobreza, a la prisión y a la enfermedad. Pasando por detrás de escenas, testimonios de amigos y colegas, fotos de archivo y recortes de diarios y revistas, como a su vez las charlas que tiene Bosch con sus estudiantes en el taller continuo de imagen. Con un ritmo pausado pero sin puntos muertos, el documental también sirve para que las nuevas generaciones de fotógrafos observen cómo funciona y funcionaba el trabajo de un artista ya experimentado como Bosch.