Hay varios motivos por los cuales “DESPUÉS DEL RECREO”, el nuevo filme de Mariano Laguyás, llama la atención dentro de la cartelera porteña, luego de haber sido estrenado en su ciudad de origen. Primeramente por la posibilidad de encontrar una película federal dentro de la cartelera, totalmente realizada y producida en Mar del Plata, nos da la posibilidad de acceder a un cine regional, que en general se encuentra olvidado. Al mismo tiempo, presenta en pantalla una historia de amor poco convencional: ya que el cine actual no apunta a ver cómo se vive el amor después de los cuarenta dentro de la pantalla grande, sino que generalmente queda eclipsado por las historias de amor destinadas a los jóvenes o a los adolescentes. Con trazos de una típica comedia romántica, la historia se centra en Elena y Ariel: dos jóvenes de algo más de 50 que se acaban de separar después de casi tres años de noviazgo con un proyecto de convivencia que ha quedado trunco. Entre los temas que la pareja aún tiene pendiente de resolver es el de un proyecto de vivienda que estaban construyendo juntos: “El Recreo”, una casa donde imaginaron una futura convivencia y que hizo a la medida de lo que cada uno de ellos deseaba. Sobre todo, ciertas comodidades para que Elena, luego de su jubilación como profesora de Literatura, pudiese tener un espacio disponible en donde encarar la escritura de su primera novela. Ariel es arquitecto y uno de sus amigos quiere comprarle esa casa cuyo proyecto ha quedado pendiente aunque él claramente se resista a dejar esto atrás. Casi como sucedía recientemente en “Ex Casados” de Sabrina Farji, un accidente hará precipitar una posible convivencia entre ellos, empujándolos a la posibilidad de volver a reflotar la pareja aunque en este caso, Laguyás opta por una comedia dramática en vez de apelar al humor y los enredos. Dentro del contexto de una historia romántica tradicional, aparecen los personajes de Manuel, un ex alumno con recuerdos idealizados de su profesora, y Rosaura que parecen interesados en hacer algunos negocios inmobiliarios frente a la venta de “El Recreo”. En este punto, el guion de Laguyás permite jugar con diferentes campos, montar mundos alternativos y paralelos para sus personajes y generar posibles universos en donde involucrar cada uno de ellos de diferente manera y con diferentes roles. La profesora de Literatura casi como por defecto profesional y en la búsqueda de inspiración para su novela, tendrá la posibilidad de mezclar ficción con realidad, imaginario con verdad y permitirse algo de ensoñación y mundo onírico para reformular lo que verdaderamente está sucediendo. Esto permite un trabajo en diferentes capas que es uno de los puntos más novedosos del planteo de Laguyás, dado que le permite trabajar con cada uno de los personajes en diferentes capas y estilos, construyendo diferentes contextos dentro del mismo relato. Aún con algunos momentos fuera de tono (el personaje del amigo de Ariel y la forma en que son presentadas sus secuencias, no termina de encontrar un buen vehículo dentro de la historia ni de armonizar con lo que se cuenta) y con un excesivo uso del dron para mostrar a Mar del Plata en reiteradas secuencias que ofician de postal turística en vez de poder incluir rincones de la ciudad como un elemento más de la narración, lo que se rescata de “DESPUÉS DEL RECREO” es su espíritu transparente y la sensibilidad con que el director maneja la historia. En este caso, los dos protagonistas encaran sus personajes con mucha espontaneidad y permiten que se genere la química que la historia necesita y que la historia sea sumamente creíble. Claudio Lago es Ariel y da vida a este arquitecto que sigue sentimentalmente ligado a Elena y esta ruptura lo atraviesa totalmente. Elena es Karina Levine, quien tiene una amplia trayectoria en el mundo musical (actualmente ha vuelto a su papel icónico de la Condesa en el “Drácula” de Pepe Cibrián), reconocida cantante de tangos con diversos espectáculos que le han permitido recorrer otras latitudes y que en este trabajo, vuelve a mostrar su sensibilidad como actriz dotando a esta profesora de literatura de toda la incertidumbre que siente tanto en su vínculo con Ariel como en el impulso de comenzar un nuevo proceso creativo de escritura. Ambos aportan mucha frescura en sus trabajos y permiten que la historia de “DESPUES DEL RECREO” llegue a buen puerto con un relato simple que se permite ese espacio de reflexión en una historia de amor adulta.
El nuevo trabajo de Marcelo Goyeneche (“Las enfermeras de Perón” “Por amor al arte”) hace foco en los hechos ocurridos el 5 de octubre de 2010 en Lanús. Aquella madrugada, mientras se dirige a su trabajo en el Aeroparque, Alejandro Bordón sube al mismo colectivo que tomaba todos los días pero éste será un día completamente diferente. Un policía de civil sube al colectivo detrás de él, lo golpea e inmediatamente lo arresta. Como si se estuviese tratando de una pesadilla de la que incomprensible Bordón no puede salir, a los pocos minutos se encontrará arrestado y responsabilizado por el crimen de Juan Alberto Núñez. Núñez, colectivero de la Línea 524, había sido asesinado apenas unos minutos antes (baleado a quemarropa). Lo que en un primer momento en todos los medios fue presentado como un caso más de inseguridad –a pesar de que a la víctima se la encontró con absolutamente todas sus pertenencias-, fue mutando a medida que las fuerzas policiales bonaerenses aportaron más elementos a la causa. La incompatibilidad de los hechos con las pruebas, la falta de cohesión de los relatos –entre los que se ha incluido la teoría de un crimen pasional acusando a la mujer de Bordón de haber sido amante de Núñez- y las desprolijidades con las que se presentó el incidente, hicieron que poco a poco se demostrase que el caso estaba totalmente armado por la propia policía. Es así como Alejandro Bordón permaneció un año y ocho meses en prisión (primero en una comisaría y luego fue transferido a Sierra Chica y otras unidades carcelarias) sin haber tenido la más mínima implicancia en este crimen, siendo absolutamente inocente. De esta manera, se dejó libre al verdadero asesino, que la policía jamás se preocupó por encontrar porque ya había podido identificar un “chivo expiatorio” que permitiera poner rostro a un culpable y con esto demostrar acciones contra la inseguridad imperante en la zona y la seguidilla de asesinatos de choferes del conurbano. Si bien Marcelo Goyeneche podría haber optado por una narración clásica y volcarse al estilo periodístico que le sienta bien a este tipo de documentales basados en hechos policiales reales, apuesta por una deconstrucción totalmente inesperada dentro del género y opta por reversionar la típica voz en off, logrando un efecto enriquecedor para esta propuesta diferente. El narrador se personifica, se mete en la escena, interactúa con el protagonista, opina, toma partido, relata, comenta, es observador y parte. Goyeneche logra un potente efecto de teatralidad en su puesta que genera ese doble juego de realidad / ficción, documental / representación, que hace que “EL LARGO VIAJE DE ALEJANDRO BORDÓN” se articule no sólo desde el trabajo documental sino también persiguiendo la búsqueda de una estética y una narrativa que se aleja de los lugares comunes. Así como la propia policía montó su versión del relato dentro de este escenario, Goyeneche reconstruye con la potencia de los testimonios de los mismos protagonistas (el relato de Alejandro Bordón y su pareja es, por momentos, sumamente conmovedor) una nueva versión de la historia, la verdadera versión de esta historia. La presencia de Jorge Prado como ese relator que interactúa con los sucesos que se vuelven a representar frente a un Bordón ficcional (a cargo de Diego Cremonesi) y que hace espejo con el Bordón real, es fundamental para que la búsqueda de una narrativa diferente, finalmente funcione. Otra de las figuras fundamentales dentro de esta historia es Eduardo Soares, el abogado que se involucró fuertemente con el expediente de Bordón y que, contra todos los pronósticos –un abogado anterior según relata Bordón, le había hecho tomar decisiones en el Expediente que lo perjudicaban seriamente- logró llevar adelante una defensa sin fisuras. Recortes periodísticos, noticieros de la época y diversos testimonios que pertenecen más al universo del documental tradicional, complementan la propuesta de Goyeneche que toma riesgos tanto narrativos como estéticos y logra un producto diferente para contar una historia en donde era mucho más previsible tomar el camino más estructurado y convencional, y sabiamente lo evita.
Alejandro Maci, de una vasta trayectoria en productos televisivos (“En Terapia” “Sol Negro” “Fiscales” “Televisión para la inclusión”), luego de sus incursiones cinematográficas de ficción que son adaptaciones de importantes obras literarias (“El Impostor” / “Los que aman, odian”) dirige su primer documental basado en la icónica figura de una de las mujeres más relevantes del cine nacional, María Luisa Bemberg, de quien por estos días se cumple el centenario de su nacimiento. Proveniente de una familia burguesa, Bemberg dispara “Tuve una infancia horrible” para describir un momento de su vida en donde el afecto estuvo completamente ausente y sus padres sólo parecían preocupados por sus buenos modales por lo que el vínculo más fuerte no lo estableció con ellos sino con sus institutrices. A través de su historia familiar se evidencia un claro deseo de romper con todo lo que significasen los mandatos y las imposiciones: si bien se casó muy joven y fue una madre dedicada, a partir de su decisión de divorciarse – no demasiado común para la época-, comenzó a trazar un camino de búsqueda personal que fue plasmando a lo largo de sus películas. Con una mirada absolutamente impregnada de lo femenino, trajo una visión inusual para el cine de aquel momento, por lo que sus trabajos significaron una verdadera ruptura de paradigmas y un nuevo aire dentro de la producción nacional. Probablemente hoy no llame tanto la atención una fuerte toma de posición de las mujeres dentro del cine, marcando sus historias con una sensibilidad femenina que abre las puertas a un abierto diálogo con el feminismo. Pero María Luisa Bemberg se atrevió a hacerlo en plena década del ´70, donde la toma de conciencia, la lucidez y su fortaleza hablaban de una enorme valentía y de la voluntad de participar en un cambio absolutamente provocativo no sólo para las mujeres sino más aún por la clase social a la que pertenecía. “EL ECO DE MI VOZ” va recorriendo paso a paso toda su obra, a través de la mirada de Maci que conoció a María Luisa en pleno proceso creativo y trabajando a su lado durante más de una década (de hecho Bemberg ha sido la guionista de su film “El impostor”). Y a medida que recorremos cada una de sus películas no sólo se reviven anécdotas de filmación y el desarrollo de la obra de una gran cineasta, sino que además se van poniendo en contexto cada uno de sus trabajos y se va develando un secreto hilo conductor que aparece a lo largo de su carrera, con una coherencia estética y temática que pocos directores han logrado dentro del cine nacional. Una de las cosas más interesantes que se escuchan en su propia voz, que el documental rescata fuertemente, son palabras que quizás hoy circulan abiertamente en los medios pero en el momento en que Bemberg las pronunciaba, eran realmente revolucionarias y transgresoras como su manifiesto de rebelarse contra “los códigos patriarcales que maniataron a las mujeres sexualmente, intelectualmente y emocionalmente”. Inspirada en la figura de mujeres que trabajaron con enorme libertad dentro del mundo del cine como por ejemplo Agnès Varda, Bemberg comienza su trayectoria no como realizadora sino como guionista de “Crónica de una Señora” (1971), el filme de Raúl de la Torre en donde presentaba la figura de una mujer enjaulada y atrapada en los deseos de los otros, en mandatos patriarcales de los que intentaría soltarse. Fue luego el momento de colocarse detrás de la cámara, y allí también fue la guionista de sus propios trabajos. Parece algo absolutamente increíble que el prestigio y la huella que ha dejado Bemberg en el cine, se haya cimentado en tan solo seis largometrajes. Su debut fue en 1981 con “Momentos” a la que se sucedieron “Señora de Nadie” y su popular y taquillera “Camila” en 1984 por la que la Argentina logró una de sus nominaciones al Oscar como Mejor Película Extranjera. Una vez que su cine comenzó a tener sello propio trazó tres retratos de la rebeldía y la libertad femenina convocando para los protagónicos a figuras de trayectoria internacional como fueron “Miss Mary” (con Julie Christie), “Yo, la peor de todas” (con un gran trabajo de Assumpta Serna) y su último trabajo, “De eso no se habla”, una historia completamente transgresora y diferente que convocó a Marcello Mastroianni en el papel principal. Alejandro Maci rescata amorosamente fragmentos de sus películas, material de archivo con valiosísimas entrevistas en donde Bemberg no solamente habla de cine sino que nos deleita con su pensamiento inteligente, irónico y rupturista sumado al testimonio de algunos de los que han compartido experiencias a través de sus trabajos y que han podido conocerla más de cerca y expresar su profunda admiración. Para cualquier cinéfilo, recorrer con este nivel de detalle la obra de Bemberg es una verdadera fiesta y ese hilo invisible que va atravesando su obra, se presenta como un excelente recorrido para descubrir una de las personalidades más autónomas y osadas de nuestro cine. “EL ECO DE MI VOZ” se transforma, al mismo tiempo, en un homenaje y un registro del legado que deja María Luisa Bemberg y rinde cuenta de la contribución que ha hecho para que nuestro cine nacional se posicionara dentro de lo más alto en el circuito de festivales internacionales con una mirada progresista y adelantada a su época. Un documental que, quien ame el cine, no debería perderse.
Casi como una especie de subgénero dentro del género del documental, son aquellos trabajos en los que la mirada del director traza el retrato de un determinado artista. Hay siempre alguna razón por la que el ojo del director se pose en la vida y en la obra de un artista plástico, un cineasta, un músico, un escritor, un cantante famoso, un grupo musical, un actor, una actriz, porque ha encontrado en algunos de sus trabajos o en su historia de vida las razones suficientes que hayan captado su atención para llevarlo a la pantalla. Susana Moreira parece ser la directora ideal para trazar estos retratos. No solamente ha dirigido en 2016, “Miguel Mirra: un artesano” sino que ha participado en la producción de trabajos sobre la vida de Adolfo Pérez Ezquivel, Nora Cortiñas o Eduardo Pavlovsky y en este caso ha elegido a una de las más destacadas compositoras de música folklórica salteña. En “SARA MAMANI, el nombre resiste” la realizadora no solamente atraviesa la historia personal de la cantante sobre la que destaca un sendero de coherencia y compromiso con su trabajo y con la militancia, sino que además dedica una buena parte de su trabajo documental a mostrar las canciones más sobresalientes del repertorio de Mamani, que quizás no sean conocidas por un público masivo, por lo que este trabajo se transforma en el vehículo ideal para que llegue su música emocione a nuevos espectadores. El planteo del recorrido es casi cronológico, desde sus recuerdos de infancia y adolescencia, siempre muy enraizados en su Salta natal donde ha cursados sus estudios de Filosofía, hasta sus inicios en la música de la mano del Cuchi Leguizamón. Tilcara será la tierra en donde la música explote e irradie la fuerza que tiene el carnaval, las coplas y sus canciones. Buenos Aires se erige como el tercer eje geográfico donde gira su historia, su residencia hace unos treinta años y el lugar en donde todavía se siente algo extranjera, pero es justamente el espacio donde puede desplegar más fuertemente su militancia y su trabajo incesante por los derechos humanos. No solamente la historia de Sara Mamani interesa desde el punto de vista artístico tratándose de una compositora enraizada en nuestras tradicionales y en nuestro folklore sino que poco a poco, Moreira va desplegando su historia de vida y descubrimos otras facetas como su compromiso político, su trabajo en el Servicio de Paz y Justicia y su sororidad con el movimiento feminista (siempre sus bandas han sido formadas por mujeres referentes de la música), que tiene un doble mérito justamente por ser originaria de una provincia argentina donde está muy presente la figura del patriarcado y donde las mujeres parecen ser destinadas a otra suerte. Jugando con su faceta artística, sus compromisos públicos, pero también con algunos fragmentos de su vida privada (amigos, fogones, guitarreadas, el vínculo con su madre y alguna vecina de su madre), Moreira traza un retrato completo de Sara Mamani que poco a poco se va haciendo fascinante. Quizás lo que apague, en cierta manera, el resultado final son algunos problemas en los rubros técnicos que le dan un aspecto marcadamente televisivo, algunas imágenes de archivo muy precarias y una factura que, en algunas secuencias, no luce todo lo cuidado que se espera para un producto que se estrena cinematográficamente en salas. De todos modos, lo que prima es la entereza de su historia de vida que siempre estuvo atenta a las necesidades de los grupos minoritarios y que recientemente ha sido destacada en el Colegio de Abogados de CABA por su aporte a una sociedad más igualitaria. Distinción que resume y sintetiza, lo que Moreira transmite tan claramente en su documental. POR QUE SI: » Moreira traza un retrato completo de Sara Mamani que poco a poco se va haciendo fascinante»
Hace exactamente 45 años, el 25/03/1977 Rodolfo Walsh es interceptado producto de una emboscada, por un grupo de tareas de la ESMA, formando parte de los más de 30.000 desaparecidos que ha dejado el proceso militar en nuestro país. “RJW”, el nuevo trabajo documental de Fermín Rivera realza la figura de Walsh en todos sus planos: como militante, como periodista y también como escritor, además de poder relevar algunos hechos de su infancia y de su juventud con material de archivo que fundamentalmente se compone de fotos y fragmentos de filmaciones. Las voces que van construyendo el hilo narrativo del documental se diversifican para poder mostrar la figura de Walsh en todos estos aspectos. Mientras que una voz en off trata de que Walsh hable en primera persona –una voz que suena sumamente artificial y algo distante, como si los párrafos no fluyesen y que se evidencia demasiado su lectura- , ciertos aspectos de su vida más íntima, familiar y personal lo narra la propia voz de Patricia, su hija que, opuesto a lo anterior, rebosan de espontaneidad a través de anécdotas sentidas y datos desconocidos como la idea de las islas que lo ha acompañado a través de toda su vida o la historia de sus padres y sus abuelos. Finalmente, su perfil como periodista y escritor se va armando entre las entrevistas con prestigiosos colegas como Juan Forn, Silvia Aduoe o Juan José Delaney. Rivera recurre a algunas escenas de reconstrucción pero sin que existan actores, sino que vuelquen visualmente el espíritu de los textos de Walsh en la pantalla con planos detalles o por el contrario, algunos que muestran sólo una parte del todo. Pero lo que resulta más interesante del trabajo de Rivera es el análisis de la figura de Walsh como periodista y escritor, mucho antes de su exitosa “Operación Masacre”. También de su desempeño como traductor, un oficio que desarrolló en forma totalmente autodidacta, donde desarrolla una idea de que traducir es escribir como otro, con una especie de figura fantasmática. Forn lo describe como la mezcla exacta de Hemingway y Fitzgerald, desarrollando la novela policial en un ambiente distintivo, bien argentino, estableciendo de esta forma una complicidad directa con el lector. Sus fuentes de inspiración van de Arlt a Borges, abrevando de sus fuentes como cuando desarrolla dentro de sus textos el arte de la poesía encriptada típica de Borges, que se hacía invisible para el lector. Walsh tomó la escritura como arma de militancia, contra las injusticias por las que luchó desde su juventud, reivindicando una etapa muy dura atravesada en su niñez que, entre otras cosas, lo mantuvo encerrado como pupilo en un instituto de menores. Los guiños, los textos apócrifos, su faceta como periodista y la escritura como elemento político van rearmando la figura de Walsh que también se fue entramando con diversos hechos políticos de la Argentina y sobre todo con el peronismo y la revolución libertadora que aparecen en la última etapa del documental. Quizás su frase «Mi historia es la historia de la Argentina» podría resumir perfectamente el espíritu del documental que aborda aspectos desconocidos de la figura de Rodolfo Jorge Walsh, haciendo de “RJW” un trabajo que descubre todos sus aspectos, como nunca antes se lo había visto. POR QUE SI: » Lo que resulta más interesante del trabajo de Rivera es el análisis de la figura de Walsh «
Michael Showalter tiene una amplia trayectoria detrás de las cámaras, tanto para el cine “Mi nombre es Doris” con Sally Field, “Un amor inseparable / The Big sick”, como también para las plataformas con sus series “The shrink next door”, algunos capítulos de “Grace and Frankie” y “Love”. En esta ocasión asume una propuesta diferente para su carrera con el clásico formato de biopic, para contar la historia de la famosa pareja de telepredicadores Jim Bakker y Tammy Faye quienes hicieron furor con su programa en la televisión norteamericana a partir de 1974 y por más de una década. En “LOS OJOS DE TAMMY FAYE” Showalter privilegia un guion sin sorpresas ni intentos narrativos novedosos. Elige tomar el formato clásico y narra casi cronológicamente la historia de ascenso y caída de esta pareja que comenzó colaborando para un canal cristiano y revolucionó a la audiencia con su manera de evangelización con títeres para ganar al público infantil y a las familias. En sólo dos años su popularidad creció de forma tal que en 1976 tuvieron su propio programa de entrevistas al estilo late night show y rápidamente fundaron su la PTL Satellite Network y llegaron a crear un parque temático propio. Pero al mismo tiempo que cuentan la vida de este matrimonio de predicadores a cargo de Andrew Garfield y Jessica Chastain, la película sirve para correr el velo sobre lo que se esconde detrás de las cadenas de televisión, la iglesia, los negociados, la popularidad y el poder, al mismo tiempo que pone al desnudo el interior de la pareja que socialmente se mostraba de una manera –e intentando ser un ejemplo para sus fieles, un amor sin fisuras-, pero cuya intimidad era mucho más compleja y con varios puntos oscuros. “LOS OJOS DE TAMMY FAYE” ficcionaliza lo que en el año 2000 había sido un documental que lleva el mismo nombre, dirigido por Fenton Bailey y Randy Barbato quienes ahora son los guionistas del filme de Showalter. La película inicia con la preparación de Tammy Faye para enfrentarse a las cámaras en un nuevo reportaje. De allí viajamos mediante un largo flashback a las imágenes de su niñez en donde ya se la describe como a una niña que quería desafiar las reglas y los mandatos, y ocupar un lugar diferente al que parecía estar destinada como hija bastarda en una familia con un fuerte apego a la religión, un espacio que le era negado sistemáticamente. Apenas conozca a Jim Bakker el vínculo será absolutamente inseparable y ese amor también será otra manifestación de su rebeldía cuando sus padres lo conozcan, una vez que ya estaban casados. Su figura fue tomando fuerza en la Iglesia mientras crece tanto en lo profesional como en lo económico. Ella es un pez entre tiburones, tiene la astucia y la estrategia para no quedar eclipsada por su marido: ella misma se convierte en una gran estrella, a la que todos identificaban por sus canciones y su inconfundible tono de voz. Tammy Faye logra un espacio que no parecía destinado a las mujeres y redobla la apuesta cuando elige tocar temas fuertemente censurados por la Iglesia, la religión y la sociedad misma, como aquel famoso reportaje en vivo a un activista gay que habló sobre SIDA en plenos ’80. Luego devendrán denuncias de estafas, drogas, abuso sexual y fraude, que, junto con las excentricidades económicas de la pareja, provocaron la pérdida de poder dentro de la élite religiosa y que su matrimonio entrara en una profunda crisis. Para componer a esta mujer empoderada, que visibilizó a los grupos más vulnerables y que contaba con una libertad de pensamiento inusual para su contexto, el director cuenta con Jessica Chastain que hace un tour de forcé formidable y puede jugar al límite sin caer en la caricatura del personaje. Por este papel Chastain ya ha obtenido su tercera nominación al Oscar y ganó la Concha de Plata en el pasado festival de San Sebastián, además de numerosos premios y nominaciones en diversos festivales. La composición de Chastain es realmente magnética, completamente poseída por el espíritu de su personaje y logra generar, además, una excelente química con Andrew Garfield, ambos consolidando sus carreras y mostrando dos trabajos realmente notables, sin los cuales, la película sería indudablemente otra. Sin ellos, “LOS OJOS DE TAMMY FAYE” no hubiese sido más que un biopic televisivo, pero justamente sus composiciones elevan el nivel general y si bien desde la puesta se podrían haber asumido algunos riesgos narrativos para no responder a una estructura tan de “catálogo”, el filme abre la posibilidad de un pequeño debate sobre temas relacionados con la religión, que aún hoy, siguen siendo controversiales. PIR QUE SI: » La película sirve para correr el velo sobre lo que se esconde detrás de las cadenas de televisión «
El filoso bisturí que hunden Gastón Duprat y Mariano Cohn a través de su humor ácido e implacable, ya se refirió al mundo del arte (“El Artista”, “Mi obra Maestra”), las inequidades sociales y la inseguridad (“4×4”) y al universo de la literatura (“El ciudadano ilustre”) pasando por un registro documental tan singular como el de “Todo sobre el asado” o “Yo, Presidente”. Ahora, en “COMPETENCIA OFICIAL”, es el momento de desplegar su mirada plena de ironía dentro del mundo del cine -su propio mundo- para desnudar los egos, la competitividad, la búsqueda de prestigio pero sin dejar de lado la necesidad de popularidad, los mecanismos voraces de la industria y el renombrado circuito anual de premios intentando acariciar una estatuilla o la ansiada Palma de Oro. Un empresario millonario y reconocido en su medio, quiere acercarse al mundo del cine, ámbito que desconoce por completo, con su fortuna como principal vector para que se abran todas las puertas. Rápidamente se convertirá en el productor de un filme ambicioso, con dos figuras internacionalmente reconocidas en los roles protagónicos y convocando tras las cámaras, a una directora que aportará sus ideas vanguardistas y su particular mirada a través de su reconocido método de trabajo. Todo esto, a priori, podrá posicionar a esta película dentro del circuito de prestigiosos festivales europeos lo que le daría al millonario, esa pátina de intelectualidad que está buscando. La directora Lola Cuevas (una exótica composición de Penélope Cruz, claramente en un punto alto de madurez creativa en su carrera) comienza a tejer una historia de rivalidad entre hermanos, la disputa de una herencia, accidentes, mucho melodrama y hasta problemas de identidad. Para su proyecto, convocará a Félix Rivero e Iván Torres (Antonio Banderas y Oscar Martínez respectivamente) quienes comienzan a ponerse en la piel de estos dos hermanos -que innegablemente remiten a Caín y Abel- y los acompañaremos en la construcción de sus personajes y en la elaboración del proceso creativo, en el que justamente Cohn & Duprat quieren poner su afilada lupa. Las diferencias en la concepción de sus composiciones, la repetición de las tomas que va agotando la paciencia de ambos, la competencia de egos que se establece rápidamente en el set, son algunas de las situaciones que permiten disparar los dardos sobre el snobismo y un ambiente marcadamente intelectual, donde todos los personajes parecen moverse como pez en el agua, a veces en forma natural y otras veces, víctimas de sus propias impostaciones. Mientras que uno de ellos elige viajar en clase turista porque detesta los privilegios de cualquier tipo, el otro parece pararse en las antípodas y disfrutar del glamour y los “derechos adquiridos” de su vida de celebrity que ya comienza a tener su lugar en Hollywood. Diferencias en la forma que pronto se encontrarán igualadas en su fondo, allí donde ambos se parecen mucho más de lo que ellos mismos piensan. La película que están comenzando a filmar se titula “Rivalidad” y ya desde esta referencia notamos como el dúo de directores –que son también los guionistas junto a Andrés Duprat-, por un lado utilizan un humor lleno de referencias cinéfilas y artísticas propias de su humor inteligente y mordaz, pero que en muchas ocasiones (demasiadas en este caso) echan mano a lo obvio, lo subrayado y hasta con un trazo grueso y algo procaz que debilita el resultado final. Los puntos fuertes de “COMPETENCIA OFICIAL” están en que tiene una muy buena idea como disparador, que no abandona el tono de sátira irreverente que los directores saben manejar y que cuenta con tres actuaciones protagónicas brillantes, cada uno con su perfil. Penélope Cruz sabe jugar con esa Lola Cuevas excéntrica y genial, mientras que Antonio Banderas se ríe abiertamente de sí mismo y muestra otros tonos en su actuación que enriquecen el juego con Oscar Martínez quien a su vez se transforma en una especie de alter ego de su faceta de prestigioso proveniente del mundo del teatro y prisionero de su máscara de “actor serio”. De todos modos, hay algo en el producto final que hace ruido: por un lado, lo mismo que Cohn & Duprat critican del show business y del universo creativo, es, por momentos, lo que ellos mismos hacen en su película: inflar algunas situaciones con un halo de intelectualidad para posicionarse como un film “festivalero” cayendo en los lugares comunes mientras que, por otra parte, parecen plagiarse a sí mismos y a líneas argumentales que ya habían planteado casi de la misma forma, en sus trabajos anteriores (la trituradora que es la industria frente a la creación artística, lo prestigioso en contraposición con lo popular, la forma en que el mercado “infla” un producto, los premios y la subjetividad que ponen de manifiesto, lo efímero una obra de arte) por lo que ya no cuentan con el “efecto sorpresa” y lo novedoso que aparecía en su cine en las primeras creaciones. Aciertan, en su mirada despiadada y potente sobre un mundo que conocen desde adentro, en el que finalmente para cerrar su fábula moral, logran instalar un clima de tragedia y siguen demostrando el talento para las buenas ideas. Así como muchas veces el llanto no es más que mentol, en “COMPETENCIA OFICIAL” se intenta desnudar la hipocresía, la banalidad y la auto-referencia de la industria cinematográfica de una forma que suena, también, a cartón pintado: no deja de ser una crítica moral perpetrada por los propios participantes de un mundo del que ellos mismos abrevan. POR QUE SI: » Penélope Cruz, claramente en un punto alto de madurez creativa en su carrera «
Es sumamente saludable que comiencen a instalarse en el cine nacional, nuevos tópicos que visibilicen problemas sociales de extrema actualidad, de los que no sabemos que no suelen estar como primera prioridad ni en la agenda política ni en los titulares de los medios. En el estreno de esta semana, “AXIOMAS”, Marcela Luchetta construye su opera prima mezclando la tensión de una historia familiar, enmarcada dentro de la política con una temática ecologista sobre la minería a cielo abierto en un pueblo patagónico, cuya peligrosidad sigue cobrándose vidas. La historia se centra en Isabela (Luz Cipriota) una abogada que participa activamente de una ONG ambientalista llamada Axiomas, que luego de cubrir su misión en los campos de refugiados en África, es designada para una misión en la Patagonia argentina, donde deberá defender a la comunidad local de un emprendimiento minero en el que aparentemente se encuentra implicada la Gobernación del lugar. De esta manera, Isabela no solamente volverá a su pueblo natal con toda la emocionalidad que eso provoca, sino que también deberá defender los principios rectores de la Organización para la que trabaja, que la pondrá en abierta oposición con la postura del Gobernador del Pueblo, Ribero, quien es justamente su padre (Jorge Marrale) y que apoya desde su puesto, al emprendimiento minero. “AXIOMAS” se suma al grupo de filmes nacionales que se reúnen bajo la temática ecologista y preocupada por el medio ambiente, como fueron “Tierra Sublevada: Oro Impuro” (Fernando “Pino” Solanas, 2009), “El Rocío” (Emiliano Greco, 2018), “Desierto Verde” (Ulises de la Orden, 2013), “Viaje a los pueblos fumigados” (Fernando “Pino” Solanas, 2018) pero propone una diferencia fundamental respecto a estas otras producciones, al posicionar a su personaje protagónico como una mujer atrapada entre la lucha por los derechos sociales y el peso de los mandatos familiares, con algunos temas vinculares no resueltos del pasado. Isabela además, tomará contacto con los habitantes de la comunidad indígena local que están sufriendo los coletazos de la contaminación derivada de la explotación minera para brindarles su ayuda en pos de solucionar las denuncias de contaminación en el agua. Allí, en una ceremonia, aparecerá un cóndor que no solamente cambiará su percepción sobre lo que sucede sino que además este hecho le permitirá ser aceptada como un integrante más de la comunidad. Mientras que Luchetta sabe llevar el pulso del relato equilibrando la historia personal, los movimientos ecologistas, el trabajo social, las tradiciones de las comunidades originarias y los entramados políticos, el guion (escrito por un equipo que incluye a la propia Luchetta junto a Damián Barrera, Ana Inés Berard y Guillermo Fernández Morán, entre otros) adopta un tono marcadamente enciclopédico, explicando todo lo que sucede con lujo de detalles. La sobreabundancia de datos e información, referidos a los diversos temas que se van abordando, se trasluce en diálogos que no suenan naturales, sino que en reiteradas ocasiones lucen tienen un formato más cercano a un informe periodístico o un ensayo académico que los hace lucir completamente artificiales. Dentro del elenco, el oficio de Jorge Marrale hace que pueda desarrollar su papel con el oficio que lo caracteriza y se destacan las participaciones de Paula Cancio, Susana Varela (con un pequeño papel que no impide su lucimiento) y, sobre todo, una notable composición de César Bordón como Eulogio, uno de los miembros de la comunidad originaria que irá introduciendo a Isabela en las costumbres y las tradiciones de su pueblo. Con un registro completamente diferente a los papeles a los que nos tiene acostumbrados, Bordón se desenvuelve en un tono pueblerino típico que además nos va adentrando a la historia con su participación en una voz en off que suma a la trama. Luz Cipriota ha tomado un gran desafío en el rol protagónico de Isabela y logra hacerlo con mucha solvencia aunque los problemas del guion apuntados anteriormente sobre la artificiosidad de algunos diálogos y situaciones, atenten contra la fluidez y naturalidad con la que puede abordar las escenas. Otro punto a favor de la propuesta es el impactante trabajo de fotografía de Guillermo Nieto desarrollando la historia en el marco de hermosos paisajes. Así resulta que “AXIOMAS” termina promediando en un producto correcto que logra mayor importancia a partir de la temática que toca, comprometida, vigente y necesaria. POR QUE SI: » Luz Cipriota ha tomado un gran desafío en el rol protagónico de Isabela y logra hacerlo con mucha solvencia «
Después de su paso por el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, Sebastián Perillo estrena su nueva realización, su segundo filme como realizador, “LAS NOCHES SON DE LOS MONSTRUOS” en donde mezcla varios registros para narrar una historia que suma elementos fantásticos y de terror a un relato con ritmo de thriller enmarcado dentro del mundo adolescente. Perillo demuestra en este nuevo trabajo su amor por el cine de género y luego de su debut en “Amateur” (2016) – se encuentra nuevamente acompañado por Esteban Lamothe y Jazmín Stuart en los protagónicos-, toma ahora mayores riesgos para poder plasmar el guión de Paula Marotta dentro de una realización más contextualizada en el cine independiente, jugando con elementos que pertenecen a diferentes géneros y aumentando el desafío. La protagonista de la historia es Sol (Luciana Grasso, a quien conocemos por “Al morir la matinée” y “El secreto de Julia”) una adolescente que está atravesando un momento difícil en su situación personal. Al complicado mundo propio de su adolescencia, se suma la decisión que toma su madre (Jazmín Stuart) de que ambas se muden a la casa de su actual pareja (Estéban Lamothe), iniciando de esta manera una nueva convivencia. Este cambio de pueblo que implicará todo un particular proceso de adaptación a una dinámica familiar diferente y sobre todo, la manera de vincularse con la pareja de su madre generando momentos de incomodidad y de una sensación de invasión a la privacidad bordeando el intento de abuso, un vínculo fuerte y enrarecido. También juega un rol fundamental el hecho de ser “la nueva” en el colegio y por lo tanto, el centro del bullying y el maltrato al que la someten, particularmente, tres de sus compañeras. Paralelamente a todo esto, se desarrollará la historia del vínculo que se genera entre Sol y una perra blanca, luego de una mordedura, que será quien la proteja de todo este tipo de situaciones donde aparece el peligro. La tensión que se percibe en el ambiente frente a las pulsiones y el instinto animal se subrayan, además, a partir de la noticia de un puma que anda suelto por el pueblo que contribuye al clima enrarecido que enriquece la propuesta. Para amalgamar todo lo que el guion plantea, Perillo maneja prolijamente los vínculos entre las diferentes partes de la historia y los cambios de registro que se proponen: facilita el diálogo entre los toques sobrenaturales (la mordedura y el coqueteo con la licantropía, la fuerte conexión entre Sol y la perra), el tránsito adolescente, la violencia de género y los abusos y el planteo de sororidad que sobrevuela la historia. Incluso, con algunos toques de comedia, “LAS NOCHES SON DE LOS MONSTRUOS” evoca a un cine de fines de los setenta y principios de los ochenta, y leída desde ese punto de vista logra funcionar muy bien, no sólo como un homenaje de un cine de terror alejando de la parafernalia de los efectos especiales sino como una relectura de aquellas historias (hay dejos de Stephen King, Joe Dante, De Palma) sino también en aplicar aquella lectura al contexto actual con personajes bien plantados en el aquí y ahora. POR QUE SI: » Historia que suma elementos fantásticos y de terror a un relato con ritmo de thriller enmarcado dentro del mundo adolescente «
Martín Heredia Troncoso elige centrar su ópera prima en un tema estremecedoramente vigente como son los incendios forestales pero trabaja, al mismo tiempo, con un tema que se celebra que empiece a tomar forma dentro del cine argentino actual, como lo son las relaciones laborales irregulares, un sistema perverso y excluyente que merece este tipo de análisis profundo al que se le está dando espacio. Siguiendo con la línea de “El empleado y el patrón” (Manolo Nieto, 2021) y “Golondrinas” (Mariano Mouriño, 2020) sólo por citar algunos ejemplos muy recientes, el trabajo de Heredia Troncoso presenta una narrativa que por momentos se asemeja mucho al registro documental, para ir adentrándonos en una historia de ficción. Historia que, por otra parte, no se aleja en absoluto de una representación de lo real, sobre los vínculos desiguales que subyacen en las relaciones laborales, más aún en las rurales donde se juega con la falta de conocimientos de los trabajadores –que a veces incluso se presenta abuso frente a trabajadores sin alfabetización- y una extrema necesidad económica que los posiciona aún más en un desnivel que raya con el trabajo esclavo y la “propiedad” del empleador por sobre su trabajador. “BAJO LA CORTEZA” aborda todas estas situaciones que se dan entre un empresario generando negocios inmobiliarios en lo que podríamos suponer que es el monte cordobés para lograr su expansión comercial y Altamirano, un trabajador rural (Ricardo A. Rodríguez, un acierto haber convocado a un verdadero trabajador rural para cubrir este papel) que presta sus servicios en forma independiente ofreciendo su fuerza de trabajo dedicada al desmonte. Cuando se entere que Zamorano, el terrateniente, necesita gente de confianza tendrá una entrevista en la que primeramente le ofrecerán trabajos menores hasta que comience a generarse un vínculo que, aparentemente, se basa en la confianza mutua pero no tardará en develarse el revés oculto de la trama. Las mejoras que se van produciendo en el salario y la manipulación para ir ganando la adhesión en el vínculo que Zamorano refuerza con comentarios y frases sobre la confianza y la entrega que han tenido otros empleados de la familia, irán generando un cierto compromiso para realizar ciertos trabajos más arriesgados y con otras implicancias. Altamirano por su lado no puede negarse: no sólo siente fidelidad por su patrón (amo?) sino que ciertos problemas familiares vinculados con la salud de su hermana no le brindan demasiadas opciones. Troncoso trabaja perfectamente esta relación laboral arquetípica colocando en momentos muy precisos la tensión dramática. A través de los silencios y la sumisión de Altamirano, logra el resumen perfecto de cómo suelen desenvolverse estos vínculos que, desde una mirada instalada desde lo social y cumpliendo con todos los cánones tradicionales, no tienen una escapatoria posible: la necesidad del puesto de trabajo hace que sea prácticamente imposible no quedar entrampados en el juego de todos los “Zamorano” que existen en el ámbito rural y en tantos otros emprendimientos. Es muy interesante también el trabajo de Troncoso con su cámara, en cuanto a presentar al territorio como un integrante más de la trama, como un escenario propicio y necesario para desplegar este dilema moral, en donde relaciones fuertemente desiguales, empujan a tomar ciertas decisiones influidas por las circunstancias. La vigencia del tema y la conexión con la actualidad potencian aún más una de las tantas historias que son imprescindibles para que nuestro cine comience a generar un espacio de discusión y a mirar temáticas que, de otra forma, quedarían completamente invisibilizadas. POR QUE SI: «Trabaja perfectamente esta relación laboral arquetípica colocando en momentos muy precisos la tensión dramática «