Una historia pequeña, sencilla, fresca y profundamente emotiva Ferragosto es una festividad popular italiana celebrada cada 15 de agosto. De raíces antiquísimas, tiene lugar con motivo de festejar el fin de las labores agrícolas del año en ese país. Sus antecedentes se remontan al Imperio Romano, en el período anterior a la existencia de la Iglesia Católica, y se realizaba en honor de la diosa Diana y el ciclo de la fertilidad y madurez. Según la tradición católica es el día de la Asunción de la Virgen María al cielo. El nombre de la fiesta actual deviene del original romano de Feriae Augusti El realizador Gianni di Gregorio dirigió en 2008 una exitosa comedia sobre el tema, con el título “Pranzo di ferragosto”, la que se ha estrenado en Buenos como “Un feriado particular”. Quizás lo que le falte a esta producción para lograr su excelencia es una mayor información, para los que la vean fuera del país de origen, respecto al ferragosto y su celebración. La historia es pequeña, sencilla, lineal pero fresca y profundamente emotiva narrada en 75 minutos bien servidos, ricos en calidad fílmica, tratados con inteligencia y sensibilidad por Gianni Di Gregorio para ganar al espectador, objetivo que logra por la atmósfera que consigue y la muy buena dirección de intérpretes. La historia gira centralmente sobre Gianni, quien vive con su anciana madre y acosado por algunas deudas, entre ellas con la administración del consorcio respecto de la vivienda que habitan En vísperas del ferragosto el administrador le propone que si cuida a su madre, también anciana, mientras él se toma vacaciones durante los días festivos, jornadas que, dicho sea de paso, suelen ser las más caluroso en Italia, quedará saldada la deuda que mantiene con la administración. Gianni con su simpleza y bonhomía terminará cuidando a las dos ancianas, a las que se sumará una tercera, madre del médico amigo (quien también le condonara lo que le adeuda a él), la que al llegar lo hace acompañada de sus amigas octogenarias. Con ritmo ágil transcurre este relato localista que termina siendo una historia global. Lo que se ve aquí puede transcurrir tranquilamente en cualquier parte del mundo. Gianni Di Gregorio logra un trabajo compacto dirigiendo a un grupo de señoras mayores, sin experiencia actoral, moviéndose cómodamente también como actor personificando al paciente y comprensivo Gianni Si bien es una historia filmada prácticamente en el interior de una casa, con algunos exteriores, atrapa por la simpleza. En cada personaje uno ve reflejado la vida misma. “Un feriado particular” no cambiará la historia del cine, pero nos hará pensar respecto a que alguna vez, cuando seamos muy mayores, podemos llegar a ser considerado objeto o un estorbo para quien nos tenga a su cargo. Para reflexionar, más allá de alguna sonrisa cómplice que podamos esbozar a medida que vemos el desarrollo de la narración.
He aquí una película que por momentos nos hace acordar al cine bizarro y de ciencia ficción que Emilio Vieyra supo filmar por los años 60 y 70. El tema que se plantea aquí en “Fase 7” es la historia de Coco (Daniel Hendler), quien acaba de mudarse a su nueva casa, con Pipi (Jazmín Stuart), su esposa embarazada de siete meses, cuando su edificio es puesto bajo cuarentena por la aparición de un virus mortal. Hasta aquí un planteo interesante pero nada novedoso. Muchos recordarán “La cigarra no es un bicho” (Daniel Tinayre, 1962) que planteaba el tema de la cuarentena en un albergue transitorio. Aquí los vecinos del edificio empiezan a hacer alianzas para sobrevivir. Uno de esos vecinos es Zanutto ( Federico Luppi), un viejo que vive con su perrita y termina siendo un ser temible. El otro vecino es Horacio (Yayo Guridi) que recurre a sus palabrotas y personajes que vemos por televisión. “Fase 7” tiene buena fotografía, actuaciones correctas pero que no llaman la atención. Daniel Hendler y Jazmín Stuart repiten clishés de otros trabajos, Yayo insiste con su delirio que se ve desdibujado en una producción que pierde el rumbo y termina por aburrir. Federico Luppi está desconocido, cuesta creer que un actor de su tenor se haya prestado para este filme que no aporta nada nuevo a su carrera. Completan el elenco Abian Vainstein y Carlos Bermejo que componen otros vecinos que se ven atrapados por esta cuarentena y son, a su vez, los sobrevivientes de ese fin del mundo que ya es una realidad. Delirio, gags, explosiones, recursos del cine de clase B, tomaduras de pelo, chivos de productos alimenticios en varias ocasiones en primer plano, sarcasmo, sangre, tiros y muerte son ingredientes que se ven a lo largo de los 96 minutos, pero no alcanzan para entretener y contar una historia. En su ópera prima Nicolás Goldbart ratifica que es muy buen compaginador, que ya ha trabajado en esa condición en realizaciones de Pablo Trapero (“Mundo grúa”, 1999; “El bonaerense”, 2002; “Familia rodante”, 2004), y en “Fase 7” demuestra su oficio, pero con esto no alcanza. El problema de un mal guión termina convirtiendo a “Fase 7” en un cine inclasificable y difícil de digerir. Lo interesante de todo esto es que hemos sobrevivido para conocer un final que termina siendo previsible a medida que transcurren los metrajes.
¿Existe la amistad entre el hombre y la mujer? ¿Y si tienen sexo qué pasa? ¿Cómo se llama esa relación? “Amigos con derechos” es una típica comedia de enredos en donde se plantean enamoramientos, por momentos hay felicidad pero, en el fondo, se huele que todo terminará como le gustan a nuestras tías y abuelas. Natalie Portman, la ganadora del Oscar como mejor actriz por “El cisne negro”, es la protagonista de esta comedia floja, previsible y tonta. Cuesta creer por momentos que la heroína de esta realización acaba de haber sido galardonada con el máximo Oscar establecido para la mujer que cubra el personaje protagónico de una producción.. “Amigos con derechos” no cuenta nada nuevo, es la típica historia de amor que renace muchos años después. Emma (Natalie Portman) y Adam (Ashton Kutcher), en criollo un carilindo, se conocieron en la escuela secundaria y se reencuentran de adultos para reiniciar una amistad con ribetes de romance. Para colmo en el medio hay un padre que es un don Juan que sale con una ex novia de su hijo. El resto es más de lo mismo, chicas y chicos muy lindos, fiestas modernas, amigos y amigas que dan consejos y esperan que en fondo los “amigos con derechos” sean felices y coman perdices. Este filme no cambiará la historia del cine ni la manera de tener un acercamiento con un amigovio o amigovia. Es más, la falta de ideas en la narración y la carencia de diálogos graciosos del guión, sumado a un realizador cuya chatura profesional resulta olímpica, terminan por convertirla en una producción sin importancia. Claro que desde ahora a uno le queda la curiosidad: por ver el próximo trabajo de Natalie Portman, ¿la mejor actriz del 2010?, con una historia interesante, un guión sólido y a las ordenes de un realizador que sepa dirigir actores.
Todos los años, el tranquilo municipio de Lake Victoria ve alterada su calma por la fiesta de la primavera, a la que acuden miles de jóvenes de todas partes para disfrutar del sol, el agua... y el alcohol. Pero este año, habrá otro motivo de preocupación aparte de las habituales resacas y las quejas de los vecinos: el terror está a punto de apoderarse del lago. Después de que un temblor subterráneo libere a cientos de pirañas prehistóricas, un dispar grupo de desconocidos deberá unirse para evitar acabar convertidos en la merienda de los nuevos y sanguinarios habitantes del lago. Al tener como referencia esta sinopsis, podríamos decir ¡bienvenidos al paraíso! Cuando comienza “Pirana 3 D” nos presenta a chicas con muy bien de traseros y delanteras, muchachitos flacos y de calce perfecto, a lo que hay que agregarle música, tragos muy coloridos y muchas ganas de enfiestarse en un bacanal de sexo. Lo cierto es que todo esto se va a ver desdibujado y terminará en una carnicería en cuanto aparezcan las tan temidas pirañas. Al mejor estilo “Tiburón” (Steven Spielberg, 1975), o “Pirañas” (Joe Dante, producción de Roger Corman 1978) de la cual es una nueva versión corregida y aumentada en mutilaciones, sexo, humor negro y ácido al por mayor. Con sólo ver a Richard Dreyfus en un bote pescando al principio de la historia y ver como es devorado por los horribles animalitos en la misma escena, basta para darse cuenta hacia adonde apunta. Otro tanto ocurre cuando las pirañas desbordan el lago y tiñen el agua de rojo. Ver como una de ellas mutila un pene y luego lo vomita, nos hace pensar que también hay pirañas gays y heterosexuales. “Piraña 3 D” es una película de hora veinte que se deja ver a pesar de que todo lo que va a ocurrir es previsible. Con dosis de suspenso y mucha sangre transcurre este relato que no cambiará la historia del cine, pero que se inscribe dentro de la nueva moda llamada cine en 3 D. Puede estimarse que “Piraña 3 D” es la primera de una seguidilla que seguramente continuará en los próximos años. De hecho, ya las pirañas bebés empiezan a crecer. Es una producción sólo de interés para los fanáticos de este tratamiento del terror en su expresión cinematográfica.
Destacadas actuaciones en una historia densa muy bien realizada Desde que el cine existe los boxeadores y luchadores han tenido presencia con sus historias en la pantalla grande, como “Rocky”(1976), pasando por “Toro Salvaje”(1980), “El campeón”(1931), “El luchador” (1949), temática que también fue considerada en la producción argentina, incluso en el periodo mudo (“El toro salvaje de las pampas”, y “La vuelta del toro salvaje”), para llegar a “Gatica, el mono”(1993), al cual se suma, entre otros títulos, “Diez segundos” (1948), “Su última pelea” (1949), “Luna Park” (1959), “Nosotros los monos” (1958), “Los golpes bajos” (1972) y “I love you...torito”(2001). Como podrá deducirse, el mundo del boxeo seduce, o al menos despierta el interés, a un gran sector del público. En “El ganador”, más allá de narrar la historia de un boxeador desarrolla un drama basado en hechos reales. Inspirada en la historia de “Irish” Micky Ward (Mark Wahlberg), campeón de la Federación Mundial de Boxeo en la categoría Welter Junior, y a la relación que mantiene con su medio hermano mayor Dicky Eklund (Christian Bale), quien lo precedió como héroe del boxeo en su pueblo natal, para luego tirar por la borda su talento y todo lo conquistado con sus actitudes y conducta en la vida. Con buena dosis de combates muy bien filmados, y mucha adrenalina por parte de los espectadores, transcurre esta entretenida producción de una familia que depende del accionar de un boxeador para sobrevivir. La realización de David O. Russell no será favorita para ganar el Oscar, pero se encuentra entre las que podría considerarse entre las diez mejores películas que han abordaron el tema. Si bien esto quizá no quiera decir mucho logra sus objetivos y convence. Lo importante es que se trata de una producción que por su enfoque no sólo interesa a los amantes del boxeo, sino también a quienes nunca se interesaron por este deporte, ello merced a los méritos artísticos que suma en su integridad. Todos sabemos, por experiencias trazadas cinematográficamente, u otros medios, o por referencias personales, algo sobre el mundo del boxeo, y eso está muy bien reflejado en éste film. Los problemas con la droga, los amigos y familiares que quieren salvarse a toda costa sin importar la vida son parámetros que nos invitan a reflexionar. Uno termina preguntándose si el boxeo es un deporte o un factor que deteriora de los seres humanos. Cuesta creer que todavía en pleno siglo XXI haya gente que se apasione y pague por ver a dos personas destruyéndose sobre un ring. La historia esta bien estructurada en el guión, realizada con mano segura en lo audiovisual y en la dirección de actores. Son muy buenas las actuaciones de Mark Wahlberg y Christian Bale por lo convincente y conmovedor. La fotografía y el ritmo de esta historia hacen muy llevaderas las acciones. Todo lo apuntado califica a la obra como una realización que habla del mundo del boxeo con sus derivados. No va a pasar desapercibida.
Conmovedora realización con labor consagratoria de Jennifer Lawrence He aquí un digno ejemplo de cine independiente estadounidense que llega con 4 nominaciones. La realización de Debra Granik narra la historia de Ree (Jennifer Lawrence), una chica de apenas 17 años que tiene que ocuparse de mantener un hogar disfuncional. Su madre es prácticamente autista, además tiene dos hermanos pequeños y, como si fuese poco, su padre es un narcotraficante que previo pago de una fianza ha salido de la cárcel, que la comunidad desprecia por soplón, siendo perseguido por quienes pagaron la fianza, informando a Ree, como cabeza de familia, que de no presentarse perderían la casa que él había dado como garantía. El filme es un relato conmovedor de relaciones humanas prácticamente perdidas y muy difíciles de remontar a esta altura. Escenas crudas, violentas y dramáticas componen esta trama de 100 minutos. El segundo largometraje de Debra Granik (“Down to the bone”, 2004) es llevado con mano segura y pensamiento claro, tanto en el planteo técnico como en la dirección de actores, trasmitiendo credibilidad a los personajes y a la inhóspita zona de Missouri donde impera el código de silencio cuya traición implica sentencia de muerte. Digna de destacar es la actuación de Jennifer Lawrence (20 años, segundo largometraje, “Lejos de la tierra quemada” -2008-), toda una revelación como la adolescente que carga con autoridad toda la película sobre sus espaldas. Completan la plana mayor del elenco John Hawkes (componiendo al violento, áspero y sensible Teardrop), Isaiah Stone, Ashlee Thompson, Valerie Richards y Shelley Waggener conformando un plantel sólido en apoyo de la protagonista, completado con apropiada selección de habitantes de la zona de rodaje. Todo lo que se ve en la trama es creíble, la denuncia ecologista, el thriller de suspenso y lo podrido que está la sociedad, en un ámbito y atmósfera ásperos, de pobreza lindante con la miseria, que en algún sentido puede traernos reminiscencias, por ejemplo, de “Viñas de Ira” (John Ford, 1940), de un país que Hollywood barre bajo la alfombra, que ignora olímpicamente. Obras con éstas característica y de ese origen no es común que llegue a los cines de nuestro país. Quizá gracias a las nominaciones de los Oscar, máxime si logra alguno de ellos, pueda convertirse en un filme de visión masiva. La presencia de “Lazos de sangre” en la cartelera evidencia que en los Estados Unidos también hay productores, guionistas y realizadores preocupados por temáticas y conflictos desestimados por la industria fílmica, como sustancial aporte de buen cine.
Es muy interesante que las nuevas generaciones de cineastas argentinos incursionen en el género del terror. A lo largo de nuestra historia local pocos lo han hecho. Adrián Garcia Bogliano es un realizador platense que ha logrado con “Sudor frío” superar muchas barreras que hasta el momento estaban cerradas. En primer lugar, la peli es distribuida por la Disney Pictures, y en segundo lugar, instala el cine clase B en las grandes líderes. La trama comienza con pantallazos de viejos noticieros en donde la Triple A tortura, imágenes en blanco y negro de momentos setentistas y armados con el gran dilema de lo que vendrá. Facundo Espinosa, Marina Gleizer, Camila Velazco y Omar Mora son los protagonistas de esta producción cargado de terror, sangre y violencia. El relato transcurre en una casona tétrica donde dos viejos torturadores que viven del pasado mortifican a los jóvenes secuestrados en la actualidad Con muchas dosis de suspenso, puertas que se abren y cierran solas, vejaciones y tormentos, transcurre esta historia que pondrá los pelos de punta a los desprevenidos espectadores. Algunas desprolijidades en la narración hacen que por momentos el interés de la historia decaiga. Para destacar, los efectos especiales y la música que acompaña como banda sonora. La inclusión del tema “Jugo de tomate· de Manal ha sido una muy buena elección.
No tan santos... entre la ficción y la realidad Luis Ortega con apenas 30 años de edad ha dado muestras suficientes con su tercer largo de que es un director atípico. Es más, muchos suelen decir no parece hijo de Palito Ortega.. Su ópera prima, “Caja negra” (2001), nos sumergía en un submundo marginal pocas veces visto en el cine argentino, su segundo largo, “Monoblock” (2004), volvía a demostrar que algo diferente sería su camino en el mundo del cine. Y no nos equivocamos. En “Los santos sucios” se supo rodear de un excelente actor como es Alejandro Urdapilleta y crea una atmósfera y un clima de fin de mundo pocas veces filmado. ¿Son sobrevivientes? ¿Son seres de otra galaxia que quedaron solos en el mundo? Estos pueden ser los interrogantes y las preguntas que nos planteamos al comenzar el filme. Con escenarios apocalípticos, personajes extraños (un chico rengo), una muchacha que le dicen la Monito (Juncadella) que extasiada por el micromundo rompe lo destruido, son las bases con los que Luis Ortega (quien también actúa) plantea “Los santos sucios”. Ficción, realidad, poco es lo que importa. Aquí hay una historia diferente que atrapa al espectador termina por meterlo en un mundo feo... pero que es real. A Luis Ortega hay que destacarle muchas cosas: hace un cine diferente, no busca lo comercial y no le importa el que dirán. Y eso, en esta obra, se nota más que nunca. Sus protagonistas no son ni carilindos ni galancitos. Son seres de carne y hueso que habitan su mundo. Un mundo que no parece tan ficticio.
Lucio viaja a la ciudad de Tandil por un trabajo. Al llegar la persona que debía esperarlo no está y le informa que recién lo verá en unos días. En ese lapso entra en relación con Milena, quedándose en su casa como si fuera su novio de toda la vida. Todo es misterioso en la trama. Se sabe que va a trabajar en una película porno y a partir de ahí no se entiende qué es lo que puede llegar a pasar. El guión y la realización cometen muchos saltos narrativos que hacen que la historia pierda interés y consistencia. Con elementos surrealistas y fantásticos se intenta contar una historia que se pierde en el camino. En vez de opciones reales se tendría que haber llamado opciones irreales.
Los espectadores desprevenidos quizás piensen que se trata de una remake del cuento de Julio Cortázar que se filmó en 1962 y protagonizó Inda Ledesma y Sergio Renán. Sin embargo, este filme dirigido por Víctor Cruz, sobre un guión propio y de su pareja, también cineasta, Sandra Gugliotta, narra la historia de un amor despechado. Gustavo (Alejo Mango) y Lola (Marita Ballesteros) son observados. Un misterioso hombre los persigue, registra con su cámara cada movimiento que realizan. Pronto descubrirán que El Perseguidor no sólo pone en peligro sus vidas, sino que amenaza con develar sus secretos más íntimos. Alejandro Lifschitz es el perseguidor. Si bien la realización atrapa al principio con sus interrogantes, éstos se diluyen a medida que se desarrolla la historia. Resulta un poco chocante y cansadora la cámara en mano, que termina por fastidiar y marear al espectador. Los actores están bien en su rol, sobre todo Marita Ballesteros (la ex-mujer maravilla modelo 77). Como dirían las señoras del barrio la peli se deja ver, aunque haya un par de desprolijidades.