27: El club de los malditos. Cuando hablamos de teorías conspiratorias en el cine, jamás imaginamos que podría surgir una como esta, una que en manos del genial director Nicanor Loreti es realmente intrigante y, por lo menos, desopilante. La idea parte de las celebres muertes de músicos a la temprana edad de 27 años, no cualquier estrella, hablamos de leyendas del medio como Jim Morrison, Sid Vicious o Amy Winehouse por nombrar algunos, aunque él no ahorra y propone otros. Por eso lo de “El club de los malditos”, porque según un loco todo es una conspiración y ellos realmente habría sido asesinados. Leandro De La Torre, conocido cantante punk sale disparado por una ventana e impacta sobre el techo de un auto. En la calle Paula, fan del vocalista, filma la secuencia, convirtiéndose en la única testigo capaz de develar el misterio de la muerte, no solo del joven, sino que de todos los que han pasado por la misma tragedia. Será entonces el desastre andante que es el detective Martín Lombardo quien no solo proteja a la joven, también descubra el secreto entramado. Nicanor Loreti y el genial Alex Cox (Repo Man – 1984) son quienes pergeñaron esta aventura que cruza varios géneros, veamos; thriller conspirativo, ciencia ficción y una suerte de comedia policial al estilo Buddy movie, aunque y por sobre todo, con el toque Loreti. Ya, quienes seguimos su filmografía, conocemos cuales son los puntos en los que hará gala de su ingenio, como lo hiciera en una de sus mejores propuestas como fue Diablo (2011) y la celebrada Kryptonita (2015); anti-héroes, descastados y marginales que al enfrentar un complejo drama sacan lo mejor de sí y que para sorpresa de todos, suele ser superior a lo imaginado. Es su mejor basa, seamos honestos, sus personajes son una delicia de abandono, sinsentido e irrupción de lo establecido. Como lo es el oficial Lombardo, un brillante Diego Capusotto que carga con toda una suerte de contradicciones, borracho, pendenciero y poco lucido que logra llevar adelante el caso gracias a la perseverancia y su idea, algo retorcida, de justicia. Aunque si somos rigurosos puede que tenga algunos altibajos, sobre todo en el desarrollo de la historia y en la preponderancia del actor Caposutto por sobre otros de los que podríamos haber obtenido más, como es el caso de Yayo Guridi, Daniel Aráoz, un enigmatico personaje del mundo musical, o la misma Sofía Gala Castiglione, actriz capaz de largar un eterno soliloquio sobre constelaciones y lunas con una naturalidad acojonante. Más allá de eso la película propone un desquiciado juego sobre una historia que a mas de uno debe haber intrigado y que lo hace de manera ágil, cuidada y por sobre todo en un tono de comedia que no pierde frente a la acción desatada cuando todo se desmadra. Prepararlos para lo que visionaran con una reseña es imposible, porque el director propone todo el tiempo una simbiosis de géneros capaz de sorprender; leyendas de la música asesinados capaces de regresar por la intervención de un científico loco, un Frankenstein high–tech con acento cordobés con un thriller protagonizado por perdedores. Nada está exento de surgir en el momento menos esperado, eso hace del film una interesante propuesta y que, aplaudimos, lo hace con un coraje a prueba de todo.
El Gran Showman: Entretenimiento sin audacia. “Nunca he llamado a mi trabajo “arte”, es parte del mundo del espectáculo, el negocio de la construcción de entretenimiento” Walt Disney. Su primera adquisición fue una mujer afroamericana ciega, a la cual apodó como “Joice la bicentenaria” y llegó a presentar como a la auténtica niñera del mismísimo George Washington. Todas las biografías conocidas de P.T. Barnum inician de esta manera cuando hacen referencia a su carrera en el show business. Un empresario, político y artista que revolucionó el concepto de espectáculos en los Estados Unidos a mediados del siglo XIX. Un redomado truhan que supo vivir a costas de la credulidad del público y sus ansias por lo novedoso. Toda una institución este señor, que claro tiene sus detractores, pero que mayormente supo representar lo que la nación americana llegaría a titular “el sueño americano”; esa premisa sobre el pobre que triunfa a pesar de todo gracias a su ingenio y carisma. Quizás por ello hayan decidido, tanto Jenny Bicks la autora de la historia como Bill Condon el guionista, comenzar por esa pobreza, la carta del excluido. Tomando la historia de que su padre era sastre, olvidando que era posadero y encargado de tiendas, la película inicia con una clásica escena de encuentro de clases que da pie para que el joven ya conozca también a la que será su compañera de toda la vida, Charity Hallett. De ahí solo será un trepidante y colorido paseo por el ascenso del gran Barnum, no solo económicamente, sino que también en su sueño de ser aceptado por la alta sociedad Neoyorkina. A través de una serie de entretenidas canciones, lejos de las excelentes que supieron concebir para La La Land (2016) Benj Pasek y Justin Paul, el repaso que realizan del personaje no es más que un cascarón edulcorado, que gracias a un terriblemente carismático Hugh Jackman no desborda en la sobreactuación. Es un musical lo sabemos, lo entendemos y los disfrutamos como tal, pero hacen de esto no más que una frivolidad danzada, un correcto y esmerado maquillaje que intenta involucrar a alguien que supo decir “Por cada segundo nace un idiota nuevo” con temas como la familia, la inclusión y la superación. Viendo en retrospectiva se antoja hasta cínico. Quizás algo que este caballero habría producido y aplaudido. Tal vez fue el querer un personaje bueno pero truhan, un estafador con corazón, lo que hace el espectador no logre una verdadera aproximación al sujeto que fue este P.T. Barnum, al que Jackman dota de una sonrisa desarmante. Aun así con el resto del elenco llevan a cabo un espectáculo digno en que, obviamente, sus dotes musicales quedan más que demostradas. Un atractivo evento que evoca, tal vez demasiado, a Moulin Rouge (2001) en la que destaca sobre todo el diseño de vestuario y las esmeradas coreografías, tal vez todo un tanto deslucido por un poco trabajado FX. Intensa, apasionada y sin pausa, el musical discurre sin tropiezos mayores, sí se me antoja que pudo ser algo más interesante una aproximación realista del personaje en cuestión. De todas maneras se divertirán un rato y verán porque actores como Hugh Jackman son lo mejor que le ha sucedido al cine actual.
Good Time – Viviendo al límite: Trepidante “road movie citadina” de los Safdie. “Digo cualquier cosa, y después olvido. Tú lo sabes -sonríes-, pero yo sigo a tu lado en la desesperación que te procuro”. Emily L (1987) – Marguerite Duras Ha sido, personalmente, todo un hallazgo este film de los hermanos Ben y Joshua Safdie, que entendemos, en sus anteriores películas, han sabido visualizar las historias mininas con una cámara como impávido testigo, volviéndolos cultores del cine indie por antonomasia en las abarrotadas calles de la anónima New York. Y que ahora, de alguna manera, se suman a la cinematografía mainstream, aunque sin olvidar, por lo que he podido ver posteriormente, ese espíritu de independencia en cuanto a construcción de la historia y de los personajes. Hallazgo que nos lleva a renovar, también, nuestros votos con Robert Pattinson y la elección que ha venido haciendo de sus últimos proyectos como particularmente este, en el que brilla con una transformación actoral tan digna como jugada. Ronald Bronstein y Joshua Safdie, sus guionistas, construyen una historia capaz de las miserias mas bajas como de los heroísmos menos convenientes, elaboran solapadas interpretaciones de la desesperación como motor, de la culpa como combustible y la tragedia de los nadie, los anónimos como ruta. Al inicio del film, esa primera escena juega una interesante primer mano, al mostrarnos al hermano de Coonie, Nick (interpretado por un increíble Benny Safdie) en medio de una sesión de terapia en la que no solo se muestra incomodo, sino también reticente a ser catalogado; anticipo decíamos, de algo que observaremos en el resto de los personajes. Ese ser, puesto en palabras que otros dibujan, no quiere que escriban lo que dice como otros no querrán ser interpretados por lo que ves. Y entonces, Nick, es rescatado por su hermano, un casi desconocido, en lo físico y particularmente vocal, Pattinson, intentando llevarlo a una completa liberación que comienza con un robo. Una de las mejores escenas, eso está más que claro es el atraco, aunque no es la única que brilla en esta road movie citadina, si la que mejor plantea de manera casi hasta diríamos mordaz la aventura de los hermanos Nikas. Chapucero robo que deja entrever las capacidades de resolución de unos sujetos a la deriva de sus vicios y anhelos y que es el puntapié inicial de todo lo que ocurrirá luego, que está muy lejos de las reivindicaciones o los prejuicios de los directores y guionistas. Casi como si de un documental se tratara, es un retrato frío y metódico el que presenciamos, que con un elenco contundente nos proporciona un show de personajes dignos y sólidos. Somos testigos del descenso a los infiernos de uno y la anodina y casi miserable salvedad del otro que, sin lamentos ni pretensiones, exponen a nuestro criterio. En fin, un film sorprendente que en su minimalista propuesta se vuelve una gran película, una capaz de conmover sin provocar y exponer sin ventilar las miserias humanas. Los hermanos son hijos de su desesperación, de sus ansias de libertad, de la construcción exquisita que hacen los directores. Perdida en la cartelera ante tanto tanque, es un film que brilla por luz propia y que sabrá hacerse un lugar en lo mejor de los estrenos, y si no, siempre habrá alguien dispuesto a dárselo en justa medida.
Star Wars Episodio VIII; Los últimos Jedi: El paso a la siguiente generación. ¿Ya estamos listos? Pues entonces, “Hace mucho tiempo, en una galaxia muy, muy lejana….“ Decir que llegamos a la sala desprovistos de cualquier tipo de Hype o ansiedad sobre lo que íbamos a ver, es imposible. Ha sido un largo años de espera en el que pudimos ver docenas de avances y spots televisivos, imágenes y pósters, como para ir absorbiendo de a poco lo que se venía. Y aún así, no dejábamos de sentir que, y de acuerdo a lo visto en la primer entrega, no depararía muchas sorpresas. Pues, al contrario, la sorpresa, aunque moderada, ha sido el motor del visionado del film. Sí, más allá de la intriga de lo que ocurriría con Leia Organa luego del triste fallecimiento de Carrie Fisher, todos nos sumergimos en el film en busca de responder los interrogantes que dejaba “The Force Awakens”. ¿Quién diablos es el líder supremo Snoke? ¿Quienes son los padres de Rey y su parentesco con los Skywalker? Todo ello y la idea de disfrutar de una Space Opera como Dios manda. Pues hay mucho por contar, mucho por callar para no estropear el viaje de cada espectador y la idea de un buen film que poco se atreve a dejar su zona de confort. Es el mismo Rian Johnson, el director, quien ideo el guión de esta nueva entrega en la que desde el comienzo muestra la elegancia y la esmerada elaboración de lo visual como lo hiciera en Looper (2012). Porque se vale de ello para dar un arranque extraordinario a la película con la consabida batalla espacial en la que pondrá sobre el tablero a los protagonistas. La Primera Orden está llevando una ventaja obscena en esta guerra de aniquilación que lleva a cabo contra la república, que acorralada solo obtiene victorias pírricas. Tanto es así que las tensiones en el grupo aumentan hasta niveles de degradar a los héroes y plantear de manera concisa e interesante la polémica de si ellos, los héroes, son los que salvan o quizás terminan precipitando todo en el abismo. Siento y casi afirmo que de alguna manera sobre ese eje girará el film en cuestión. Aclaremos, varios de los lances de los personajes terminan por ser contraproducentes para todos, como le sucediera a Luk Skywalker al entrenar a su oscuro sobrino Ben Solo. La misma Rey y su encuentro, con el maestro y la fuerza, no hacen más que complicar su vida tanto como sus anhelos. Es en medio de tanta parafernalia espacial un drama sobre el aprendizaje, los dolores que acarrea la sabiduría, la desesperada búsqueda de la propia finalidad. Interesante, porque ayuda a un desarrollo de los protagonistas y una profundización de sus miedos y ansias. Es en estos menesteres, Kylo Ren a quien dotaron de los mejores procesos y vaivenes. Tal vez y en pos de contar todo esto, las subtramas se monten una sobre otra sofocando gran parte del atractivo que la general posee, sabemos que no es fácil una historia coral, porque habrá personajes mejor dibujados que otros, desnivelando el total. O la falta de un verdadero riesgo a la hora de narrarlas olvidando lo que un purista de la saga exige a la hora de ver “una de Star Wars”. “Deja que el pasado muera. Mátalo, si hace falta. Sólo así te convertirás en quien debes ser”. Porque desde el comienzo, y hablamos de “The Force Awakens”, que se han valido de la nostalgia de los espectadores para lograr cierto nivel de empatía con lo contado, mostrando con timidez las posibilidades narrativas originales. Estas modestias como las llamamos son las que realmente lograrán sorprender al espectador, interrumpiendo, incomodando y dando giros realmente atractivos a la trama. Más allá de este algo quisquilloso desglose del guión, hay también una poderosa maquina visual que lo engulle todo, con escenas dignas de un film de este calibre que hacen de uno un espectador feliz. Las demostraciones de poder, los enfrentamientos, cual duelos de Sergio Leone, los desgastados ancianos listos para ceder la posta a los iniciados, todo ellos condimentado con la fotografía de Steve Yedlin y las demoradas y oscurecidas notas de John Williams son un show que recomendamos a ojos cerrados. En definitiva, el film muestra en su extensa duración, una calidad enorme en lo que refiere a mostrar una aventura espacial de este calibre y prosapia, sabe lo que el publico va en busca y se lo da a montones, a veces descuidando la potencialidad de lo narrado, arriesgando justo lo necesario. Tengo que admitir que Rey y Kylo Ren son el dueto más acabado del film, los que realmente dan el siguiente paso y que el resto a veces se pierde en un mar de subtramas que se antojan desesperadas. Pero no hay nada que pueda realmente estropear el disfrute de esta maquiavelista segunda entrega, nada que pueda distraerte de un buen duelo de naves, sables y diálogos. Sí van a estar listos, sí van a enternecerse y suspirar, y hasta dejar escapar una lagrima. Vamos que el paseo será hermoso, aunque tal vez no inolvidable, pero emocionante seguro.
En defensa propia: Dudosa moraleja sobre el paso del niño al hombre. Un corredor de Wall Street se ve obligado a evadir a un jefe de policía que investiga un robo de un banco mientras intenta recuperar el dinero robado a cambio de la vida de su hijo. El film da inicio con una escena escolar, el pequeño Danny juega con sus juguetes en el comedor escolar, suponemos durante un recreo, son dos muñecos que representan, uno el policía grandullón de brazos inflados y el otro el ladrón con su clásico piyamas a rayas. Siempre de espaldas, con su voz de poli malo intenta intimidar al ladrón para que se entregue. Juego de niños. Detrás la voz de otro lo congela, alguien se burla de lo que está haciendo y recibe una trompada por ello. Su padre, un joven y por lo visto exitoso empresario, cree que la mejor manera de ayudar a su hijo, de que enfrente sus miedos y acosadores, es llevarlo de cacería, como solía hacer su padre con él. Hasta aquí nada fuera de lo común en lo que respecta a ciertos cánones sociales que muchos americanos practicas, su Coming of age a través de estas actividades son ciertamente conocidas. Pero la basa de la historia es que no solo el niño deberá aprender la lección, su padre Will también deberá atender a otras. Quizás ese siguiente paso que a muchos nos sacudiría hasta el tuétano y que es convertirse en un cazador de hombres. El robo al banco, que por alguna razón no explicada de manera coherente, ha salido mal. Dos de los maleantes se enfrentan por el dinero, ellos son testigos de un intento de asesinato y antes de morir yo, lo harás tu. Sí, básico y metódico como toda la filmografía de este amante de la acción trepidante y de Bruce Willis, con él que lleva filmadas ya tres películas, que redundan en esos tópicos, secuestros, retorcidos destinos para el dinero robado al banco. Pero por sobre todo, es indiscutible su inclinación a enrevesar las historias queriendo plantear en ellas mas de un plot twist. No todo será aprendizaje, habrá venganza y el recuerdo de una vieja historia que querría venir al caso pero que mezclada en todas las subtramas se pierde en un “a cuento de que viene esto”. Una pena teniendo en cuenta las intenciones del reparto intentando colocar todas fichas en sus personajes, pero que terminan divagando en un retorcido cuento de ladrones robados. Plantear la idea de que no hay héroes sino que solo sobrevivientes de esta manera queda en una dudosa moraleja sobre la madurez. Además de ver como el secuestrador y posible asesino da lecciones al niño, con un síndrome de estocolmo amañado, de como tratar con los abusadores, que por cierto tiene mejores lineas que las intentadas por el padre. En definitiva es un film trepidante eso sí, que va en búsqueda de una buena historia pero tropieza todo el tiempo con un guion carente de cohesión, como si fuera un primer ensayo de una historia que por cierto ya vimos y mejor narrada.
Liga de la Justicia: “Volvamos a esos días felices en los que había héroes”. – Le falle en vida, no le fallaré en la muerte. Ayúdame a encontrar otros como tú. – Tal vez no quieren que los encuentren. – Verás que sí, y pelearán, tenemos que estar unidos. Batman v. Superman: Dawn of Justice (2016) Después del desastre que fue para la critica en general el Batman v. Superman: Dawn of Justice (2016), en la que no estamos de acuerdo aunque admitimos varios errores, pocos esperaban una reivindicación del universo cinemático DC creado por Zack Snyder y David S. Goyer. Era más escuchado el lamento que el acierto de esta propuesta, que a nosotros siempre se nos antojó arriesgada y en búsqueda de su propio tono. La salida intempestiva de Snyder a último momento por verdaderos problemas personales y la llegada de Joss Whedon (creador de la imagen que hasta hoy cultiva Marvel en sus producciones cinematográficas que inició con The Avengers en 2012) trajo también cierto alivio en los seguidores de las aventuras de encapotados en general. ¿Cual es la critica más escuchada al respecto de esta saga DeCeista? La falta de humor, el oscurantismo y lo retorcido de sus personajes, la visión pesimista de los héroes que parecía más parafrasear a Nietzsche con su “El hombre es una cuerda tendida entre el animal y el superhombre — una cuerda sobre un abismo”, que al espíritu que le impregnaran sus creadores y posteriores guionistas y dibujantes. Sí, es verdad, el retrato era mucho más adulto y se alejaba del Boy Scout de Superman, casi relacionándolo con el proceso que siempre había cubierto Batman, el pesimismo sobre el futuro de la sociedad, la delincuencia y nuestra siempre vigente inclinación a las sombras. Pero ahora y vista esta nueva entrega se antoja necesaria para comprender a donde querían llegar con los personajes. Las manos de Chris Terrio, guionista de la saga, en colaboración con Whedon hacia el final, supieron hacer de eso un excelente trampolín para lanzar a los personajes a una aventura donde su lucha sin cuartel se torna menos agoguera. Ahora existe la esperanza, fundada en el sacrificio de Kal-El. Una que toma Bruce Wayne como estandarte. El viejo rezongón vuelve a creer. El film inicia con una secuencia que se columpia entre lo tierno y lo nostálgico, el hombre de acero siendo entrevistado por dos pequeños, visto a través del lente de una cámara de celular. La última pregunta es el disparador para lo que vendrá. ¿Que es lo que más te gusta de la tierra? Para saltar, luego a una secuencia de duelo por la desaparición del superhombre al ritmo de Everybody Knows versionado por Sigrid, en la que veremos como continua un mundo sin él. No muy distinto al nuestro, claro, pero haciendo referencia a la falta de esperanzas, una que Kal-El ha representado para todos. El pordiosero borracho en la calle, con un cartel que reza “lo intenté” es demoledor. Pero realizado con el ritmo exacto para no sumirnos en la melancolía. Porque inmediatamente pasamos a Batman que lleva a cabo una investigación persiguiendo a uno de los acólitos del villano, un Parademonio. Todo parece indicar que van detrás de las famosas Mother Box, de las que tuvimos un vistazo en BvS. Y de ahí a la esplendida Diana Prince, esa Gal Gadot que da todo, y su enfrentamiento a un grupo terrorista radical, en la que hará gala de ese particular estilo de lucha, secuencia en la que aparece, para nuestra sorpresa un siempre eficiente Michael McElhatton (Roose Bolton de Game of Thrones). Entonces escuchará por primera vez sobre la venida del fin del mundo. Wonder Woman irá tras Batman para indagar más sobre lo planteado, dando comienzo a la aventura. Por un lado la búsqueda de aquellos que compartirán la carga de salvar al mundo de lo que se avecina y por el otro, la historia detrás de esos eventos. Así sabremos sobre la guerra contra Steppenwolf en la antigüedad librada por atlantes, amazonas y hombres. Recorreremos el universo DC, veremos algunos fanservice en forma de cameos y reuniremos a la liga. Uno de los aciertos de este film es que no se anduvo con ambages a la hora de encarar el conflicto, sin dilatarlo más de lo necesario, apresurando la presentación de los nuevos personajes, dándonos la oportunidad de conocerlos por sus acciones más que sus historias. Es la de Cyborg la que puede que haga agua por algunos lugares, pero compensan con un Barry Allen/The Flash, ejecutado por un jocoso Ezra Miller, su contrapunto exacto. Tiene el tan esperado humor, pero en la dosis necesaria que equilibra con la acción y el drama. Siendo Alfred, un estoico y bucólico Jeremy Irons, el que posee muchas de las mejores lineas para esa comicidad que intenta hacernos reír con casuales comentarios, más que con escenas de corte slapstick. Aquaman y el lazo también es un buen ejemplo. Las secuencias de batallas son la grandes protagonistas de esta película,como lo fueran en las anteriores, pero esta vez con el suficiente respiro para que el publico tenga tiempo de emocionarse con ellas, saborearlas. Es en la aparición del hombre de acero, no podemos dilatar más esto, que veremos por fin conformada esa liga que tanto nos hizo soñar de niños. Y ver por fin al que evoca la tan mentada esperanza, porque es lo que siempre caracterizó a Superman, su sentido del honor, si, pero por sobre todo su fe en nosotros, su inabarcable esperanza en que juntos podemos mejorar el chiquero en el que vivimos. Verlo sonreír, luego de que comprende lo que sucede es maravilloso, es un amanecer en esta saga. Pero tampoco se privará de enojarse, con esa increíble secuencia de su despertar, puro oro. A pesar de la cantidad de personajes, supieron darles el lugar y el tiempo exacto para no aburrirnos o desorientarnos, los amalgamaron alrededor de personajes como Martha Kent, Henry Allen, Lois Lane, la hoy futura reina Mera y el impostergable comisionado Gordon entre otros, para crear una realidad tangible de este universo que no para de expandirse. En fin, estamos ante un espectáculo entretenido con dosis equilibradas de humor, acción y drama, en la que lejos de tomarse con liviandad a los personajes a creado escenarios para una verdadera y prospera dispersión del universo DC. Sí, claramente pudo ser mejor, todo puede mejorarse, pero eso no le quita el merito de su búsqueda de identidad propia, de equilibrio en una historia que reúna a chicos y grandes en una fiesta de vuelos, trompadas y acciones nobles. De maduración y compromiso y por sobre todo de pasarla bien viendo una peli de superhéroes. Quédense para las dos escenas post-créditos hasta el último minuto, no se arrepentirán. Y para deleite de todos el soundtrack del inigualable Danny Elfman, tiene más de una sorpresa nostálgica que nos hará arrancar un par de exclamaciones. Estamos listos, es tiempo de unirnos a la liga.
Asesinato en el Expreso de Oriente: El regreso de Kenneth Branagh como el inmortal Poirot — Précisement! El cuerpo…, la jaula…, es de lo más respetable, pero el animal salvaje aparece detrás de los barrotes. – Murder on the Orient Express (1934) – Agatha Christie Ha regresado. Desde 2015, con su edulcorada La Cenicienta en la casa del ratón, que no teníamos la oportunidad de volver a ver el trabajo de Kenneth Branagh; y ha vuelto, el muy atrevido, con algo más personal e impregnado de sus particulares búsquedas creativas, revisionando un clásico de la literatura detectivesca de la británica Agatha Christie. Hablamos de Murder on the Orient Express, que ya cuenta con algunas puestas cinematográficas como la tan amada de Sidney Lumet de 1974 y la no menos interesante de ITV de 2010 para Tv, en una serie de películas dedicadas al dandy de la investigación, el belga Hercule Poirot. Muchos estarán familiarizados con esta historia publicada en 1934, cuya trama transcurre durante un viaje en el legendario tren Orient Express. El detective belga Hercule Poirot investiga un asesinato cometido durante el trayecto de dicho vehículo, del cual todos los pasajeros se presentan sospechosos. Decir más sería destripar injustificadamente la trama, que es el clásico relato policial/detectivesco de hallar al asesino de entre un variopinto grupo de personas aisladas y forzadas a una tensa convivencia; pero sí podemos rescatar que el guionista Michael Green (Logan – 2017, American Gods y Blade Runner 2049) se tomó varias licencias, que en las manos del británico Branagh pasó de ser un thriller policial a un drama sobre el génesis de la oscuridad en el alma humana. Quienes conozcan algunos de sus filmes como Dead Again (1991), el celebrado Hamlet (1996) o su sentido Henry V (1989) sabrán comprender a qué nos referimos. Su puesta, de un modo casi teatral, es la exploración de la psicología de los personajes, la capacidad de abarcar los reveses que estos manifiestan en situaciones límites. El prólogo, con el claro propósito de presentarnos al insigne detective y su flemática aseveración de que solo hay un bien y un mal, sin grises, nos da la pauta de que profetiza su propia lección a aprender, mostrandonos a su manera cuál será el drama que se desarrollará a continuación. Claro es, para el director y el guionista, que muchos de los espectadores entraran a las salas de cine sabiendo el final, por lo que proponen que el viaje hasta ese momento sea la novedad. No dejamos de aseverar que todo está contado, más no las formas de hacerlo, como la ruptura que se crea en el detective, desafiando a su humanidad y capacidad de comprensión. Es en el giro final donde nos encontramos con el drama que tanto puebla la cinematografía de Branagh. El tormento de la verdad, la irrevocable sensación de la constante finitud de nuestro pensamiento. Nada es inmutable, y ellos, los sospechosos, no son más que ejemplos sumamente dramáticos de esa veleidad del alma humana que casi de manera obscena muta. En algunos personajes el cambio es interesantemente planteado, como en Miss Mary Debenham, que interpreta Daisy Ridley o completamente desaprovechado como sucede con Michelle Pfeiffer. En general el elenco entiende la propuesta y se zambulle en sus roles de manera eficiente, aunque las marcadas diferencias con sus originales en papel hacen que se pierdan un poco a la hora de revelar su verdadera esencia. Sí es interesante el modo en que se nos introduce a ese mundo, que va desde varios travellings que nos muestran la partida como una salida del Titanic, aunque con una bastante insulsa fanfarria de comienzo de aventura, al acertado juego de los espacios cerrados de cada coche. Rica es la producción que crea un idílico tren y un diseño de vestuario soberbio. No es la última e indispensable adaptación, claro está, pero Kenneth Branagh se las arregla para entregar un producto eficiente y entretenido, sorprendiendo con su personificación de un Poirot más humano y menos soberbio/obsesivo y con ese final que a más de uno hará patear el tablero.
Los últimos: La terca esperanza de Pedro y Yaku. La ciencia ficción ha sido siempre el canal por el que hemos podido, de alguna manera, escribir presagios, corazonadas, estipular los aciertos y desaciertos de nuestro presente. Porque ese ahora se nos antoja demasiado encima para analizar, diseccionar. Pero que sin embargo nos atropella con sus desmanes, o mejor dicho los nuestros. Nicolás Puenzo, parte de una prolifera y celebrada familia de cineastas, escribe junto a su hermana Lucía Puenzo, y dirige este drama post apocalíptico que se confunde con esa realidad que mencionamos. Una historia de sobrevivencia no del más apto, sino del que es capaz de creer en su propio destino. En un futuro no muy lejano, el mundo seco y viciado ha descastado a millones, confinándolos en campos de refugiados. La guerra por el agua y los recursos ha convertido la tierra en un basto erial, en el que se confunde el desierto y el cementerio. Uno, que al inicio del film, ellos transitan cargando el cadáver de un padre, un hombre que lloran como tal, uno que se une a una pachamama que al menos todavía tiene la fuerza de abrazarlo en su seno. Es la cámara, en su infinita panorámica de ese horizonte de arena y crespusculo donde comprendemos la bastedad del crimen, hacia el hombre, a la tierra. Cantan, rezan y lloran en aymara, se resguardan y aguantan en ranchos; son los olvidados por el mundo que se consume. Son los últimos. Los refugiados que son multitud, en multitud de situaciones. Ellos son la esperanza, que se dibuja en la mugre y la terque e inquebrantable fe de que lo lograrán porque uno depende del otro, porque de ellos depende el futuro. El director construye en un lento pero decidido proceso una historia que bebe no solo del clásico y ya bastante reimaginado futuro apocalíptico con tintes de western, como lo hicieran George Miller, John Hillcoat con The Road (2009) o Bong Joon-ho y su adaptación de Snowpiercer (2013), también de una realidad con la que convivimos e ignoramos a fuerza de distraernos. Menudo golpe a la conciencia se antoja este relato que no se detendrá en la destrucción de la naturaleza, sino que también en el alma de la humanidad. Peter Lanzani y Juana Burga, en su primer rol en cine, soportan con estoicismo no solo la inclemencia de los desiertos, también una cámara que no los deja por mucho tiempo, teniendo ellos que cargar con el bulto más incómodo. Lo cual hacen con soltura y preciosismo. Son, se ven, como criaturas olvidadas, ese Adán y Eva expulsados, aterrados y resolutos. Pero es cuando aparece un inspiradisimo Germán Palacios, con ese cínico y desencantado Ruiz, el fotoperiodista realmente comprendemos el alcance que han querido darle a la historia. Ellos serán cooptados, comprados y puestos a ser chivos expiatorios, la foto de una realidad que en esa mugre es maquillada, son también quienes darán a todos ellos, a fuerza de su terca esperanza, la oportunidad de la redención. Siempre con ese ulular del viento, el rugido de los drones, el silencio esquivo de los personajes, que como al agua, atesoran sus palabras. Es un film que narra a fuerza de imágenes, de construir desde una realidad contemporánea una probabilidad más que posible. Juegan el director y guionistas a una mamushka de verosimilitudes asfixiantes, tortuosas. Y aunque por momento caiga en ciertos arquetipos de personajes como el realizado, con buena traza, por Alejandro Awada y Luis Machín, no se excede en la moraleja fácil, más bien se afianza en la metáfora de la liberación. Son, decíamos, como Adán y Eva expulsados, pero también sabiendo, conscientes de estar vivos y de que a partir de allí se puede luchar por algo mejor. Metáfora, alegoría, distopía, certeza de que en nuestras tierras también puede y está ocurriendo. Una historia que se vale de todo eso para hablarnos de que aún hay tiempo de enmendar, así sea en nosotros y nuestra esperanza de que quienes sobrevivan puedan reconstruir lo que hemos devastado. La ciencia ficción apocalíptica es un género literario o cinematográfico de anticipación, que versa su línea narrativa o descriptiva, en un probable destino calamitoso o cataclísmico de la humanidad. Con una visión generalmente pesimista, ese género describe de manera magnificada los errores que comete la humanidad actualmente y sus consecuencias en el futuro, pero con un final generalmente nefasto. Y lo es y aterra hasta que conocemos a Pedro y Yaku.
Línea mortal; Al límite con la paciencia del espectador. Así es, llega a las carteleras la remake del film noventero que dirigiera Joel Schumacher, esta vez bajo la batuta del hiperactivo Niels Arden Oplev, que tan bien nos hiciera con la trilogía Millennium (2009) pero que ahora nos ahoga en un lento y mortificante thriller, sin drama ni susto. Ben Ripley (Source Code – 2011) fue el encargado de actualizar esta historia, dándole un giro en su inicio que pudo ayudar a la mitología detrás de la historia, pero que solo funcionó como prólogo de una narración que trazó el mismo recorrido que la anterior. En la ruta, el automóvil conducido por Courtney, personaje que interpreta Ellen Page, sufre un accidente que la llevará, mortificada por la culpa, a obsesionarse con el tema de la vida después de la muerte. Con la esperanza de desentrañar el misterio de lo que aguarda más allá de los confines de la vida, emprende un atrevido y peligroso experimento a base de detener su corazón durante un breve lapso de tiempo en el cual, ayudada por sus compañeros de estudios médicos, intentará medir, pesar y apreciar de manera científica la existencia de esa vida posterior. Más cercano a Scooby-Doo y su pandilla que a un verdadero equipo de científicos tomando y analizando datos, que pronto olvidarán cuando comienzan a sufrir las consecuencias de sus actos, el perfil de los personajes que lo conforman, el nochero conquistador, la competidora, la cerebrito que carga con el dominante progenitor, es tan plano y elemental que si no fuera por sus pecados del pasado no inspirarían la menor simpatía en el espectador. El filme se divide en tres claros actos; en el primero tenemos la presentación de los personajes y sus dramas personales, como también las motivaciones que cada uno tiene para involucrarse en este juego, ya sea la simple y triste casualidad, o la asociación. Recuerdo que en la primera versión del filme, cada uno de ellos tenían una especialidad, un anestesista, una enfermera, un médico de shock room, pero aquí es sólo la relación de compañeros de estudio, así de pobre el conjunto que arma Courtney. En el segundo acto, vemos a cada uno experimentar la muerte y resucitación y sus consecuencias, la adaptabilidad, la inteligencia incrementada, una intuición de X-Men, etc. de la que harán gala sin jamás cuestionar cómo llegaron a ello, sin teorizar una sola consigna más que un par de imágenes y alguna terminología del campo que no convence. También es el momento en que seremos testigos del terror que vivirán al enfrentar viejas cuitas morales y éticas que regresan para atormentarlos. Es aquí donde la cámara de Niels Arden Oplev hará las observaciones más obvias del género, posicionándose en tantos lugares comunes que no logrará anticiparse a nada que no esperemos por obvias referencias; ruidos, apagones y sombras trepidantes. Hasta el insulto del spooky violento, convencional y anodino es todo el momento vivido por el personaje de Ellen Paige, tanto que hasta tendremos un found footage. Sí, ese recurso será utilizado sin mayores logros más que atravesar ese acto para desencadenar en una resolución que se antoja más que necesaria para terminar con el sufrimiento del espectador. No cuestiona, se aposenta en observaciones obvias sobre el juego con el límite preestablecido. No conmueve, porque los personajes no desarrollan más que un par de líneas remanidas sobre la culpa. No hay una conclusión ni expiación, en definitiva una remake innecesaria y absurda, que al intentar abordar varios géneros cinematográficos a la vez, queda en nada.
Desearás al hombre de tu hermana: La búsqueda acuciada por lo vedado. “La poesía nace con el exceso, la desmesura, con la búsqueda acuciada por lo vedado”. Aimé Fernand David Césaire. Estamos ante un filme que no podremos catalogar fácilmente, tal vez la descripción del mismo sea una manera de conjugar géneros, pero es tal la revolución y el exceso que utiliza que tiendo a creer que solo podremos hacer hincapié en la valentía de su propuesta. En el inicio somos testigos del primer orgasmo de una niña, uno que tiene mientras mira la televisión con su hermana. Tal es el paroxismo de la pequeña que cae desmayada para disgusto de la otra que grita por su madre. Cuando ella aparece, la madre, carga con una enorme serpiente en su cuerpo. Esta es la historia de Ofelia, lucía y Carmen, la visión que ellas tienen sobre la sexualidad y el erotismo, conjugada con el pensamiento de que entonces se tenía del mismo, hablamos de los años sesenta/setentas, tiempos de una liberación que chocó de frente con el conservadurismo de países como el nuestro. Diego Kaplan dirige esta cinta en la que somos testigos no solo del despertar sexual de estas hermanas, sino que también a lo que las conduce su comportamiento, nada extraordinario en ello, sí en la particular visión que este director crea. Con una esmerada y realmente preciosa puesta hará de este melodrama (?) una montaña rusa de sensaciones. Ellas son el esquema de tres percepciones, la jugada que hace de su sexualidad un disfrute, la convencional que solo lo ve como parte de su relación, con ese coito interruptus que carga por no haber sabido comprender el despertar sexual de su hermana y la madre, una potente Andrea frigerio, que representa ese intermedio entre generaciones, criatura hija de una época que concluye y todavía lo bastante asustada como para no seguir abrazando ciertos mandatos sociales. El reencuentro de las hermanas, durante la boda de una de ellas, es el disparador y los hombres los objetos que las hará retoman viejas rencillas familiares, fantasmas que una ha construido alrededor de la otra, mientras que el verdadero conflicto es la aceptación de la propia sexualidad y su exploración sin tapujos. Atreverse, es la consigna que Ofelia, una interesante Carolina Ardohain, propone y que Lucía, maravillosa Mónica Antonópulos, arrastra con pudor y convencionalismo. La manera en que narran el erotismo, el sexo y cierta perversión de ellas, más complementada con ciertos guiños cómicos, hacen de este filme una valiente aproximación a la sexualidad femenina, a los modos en que ellas encaran el erotismo, hace de esta película una valiente y preciosa, en lo visual, entrega que le estaba faltando al cine nacional. Libertad de narrar, valentía en mostrar a la mujer como una criatura capaz de gozar y divertirse con ello. En las entrevistas que realizamos al director y la guionista, Erika Halvorsen, ellos hablaban de esto, la libertad no solo creativa en una puesta fílmica, sino que también en la posibilidad de adentrarnos en los deseos femeninos sin tapujos, ni prejuicios. Estamos de acuerdo, porque reír y disfrutar con estas pautas es un hecho en Desearás… Ojalá no sea la última vez que nos atrevemos a esto. Pd: Un apartado especial merece la composición del soundtrack realizado por Iván Wyszogrod que recrea los ritmos de aquella década, otro de los hallazgos de esta interesante y más que recomendable cinta.