José Celestino Campusano pasó por una etapa de transición entre un cine que tenía una potencia casi instintiva a uno más cuidado en las formas, pero que había perdido cierta fuerza. EnHombres de piel dura la recupera y equilibra la crudeza para narrar, con una mayor sofisticación en la puesta en escena, historias de vidas signadas por la violencia. El guionista y director continúa adentrándose en temas complicados, esta vez poniendo el foco en el abuso sexual, dentro y fuera de la Iglesia, y las dificultades para ejercer libremente la sexualidad que aún persisten en ambientes rurales. Todo está contenido en la historia de Ariel, muy bien interpretado por Wall Javier, un adolescente que sufrió el abuso y la manipulación de un sacerdote, y se libra de ese vínculo, buscando otros hombres con los que relacionarse sexual y afectivamente. La elección de planos generales y el trabajo con la profundidad de campo potencian el contraste entre la calma de los escenarios rurales y las situaciones violentas que allí suceden. No resulta tan efectiva la insistencia en el uso de imágenes de un drone (¿tal vez representa al ojo de Dios que mira los pecados de sus representantes en la Tierra?), pero hay una búsqueda estética que corresponde al tratamiento complejo y original de temas tan difíciles. Como es habitual en su filmografía, Campusano demuestra su talento para mantener la atención del espectador, aun enfrentándolo a escenas bastante crudas.
La espera y las dudas en los días previos a su casamiento aquejan a Magda, una joven de una ciudad chica de Córdoba. Algunas preocupaciones son más evidentes y otras no tanto. Como las que involucran a su novio, el candidato perfecto en apariencia que está involucrado en situaciones que alteran los nervios de Magda hasta que su salud empeora. La elección de eludir lo explícito sirve para construir un misterio que tiene su interés, pero termina limitando la profundización de temas que quedan flotando en el aire. Más allá de eso, el film dirigido por Luis María Mercado ofrece un perfecto retrato de la vida en una ciudad chica e interpretaciones afinadas.
A partir de su amistad con Cristina Vásquez, condenada a prisión perpetua por el asesinato de una anciana, la directora Magda Hernández investiga los múltiples interrogantes que surgen en una causa en la que la acusada se declaró inocente y no se encontraron pruebas que la incriminen. La meticulosa y escalofriante presentación de las irregularidades del proceso está acompañada por charlas con Vásquez en la prisión, escenas hogareñas de su familia y fotos de su infancia, que apuntan a mostrar a la persona que la directora conoce y alejarse de la imagen de ella que se construyó durante el juicio. Lo que falta es la respuesta de la Justicia, representada aquí por lo expresado en el expediente y la inclusión del testimonio de la fiscal en una entrevista televisiva.
Spider-Man: lejos de casa cumple con todo lo que tiene que tener una película de superhéroes: buen desarrollo del protagonista, una fuerza antagónica a su altura, escenas espectaculares de batallas, conexión explícita con el resto del universo Marvel, un poco de romance y mucho humor. Pero el film dirigido por Jon Watts y escrito por Chris McKenna y Erik Sommers también ofrece una reflexión sobre el cine de superhéroes que supimos conseguir. Tal vez resulte un poco vaga una explicación que no pueda sostenerse en ejemplos específicos de escenas, pero la película es un campo minado de spoilers, así que solo queda no entrar en detalles. Lo que sí se puede decir es que Lejos de casa enfrenta los hechos sucedidos en Avengers: Endgame, tanto dentro de la propia historia de ficción como en la realidad de lo que ese final significa para el cine de superhéroes. Peter Parker libra una batalla interna entre su pulsión por ser un adolescente normal y la responsabilidad por su poder y la deuda hacia el legado de Tony Stark. También tiene que pelear contra poderes externos y establecer una relación con Nick Fury, su equipo y un nuevo superhéroe apodado Misterio. Mientras todo eso sucede, sobrevuela la pregunta sobre cómo sigue la historia de los superhéroes en el cine y qué significa su reinado en el mundo del entretenimiento. Un personaje dice en un momento algo como que la gente solo le presta atención a alguien con capa y superpoderes. Como sucedía en Spider-Man: de regreso a casa, esta película se parece mucho a una comedia estudiantil al estilo John Hughes, adaptada a la actualidad, pero siguiendo sus principios básicos y tocando algunos de los mismos temas (los conflictos de identidad, el amor adolescente). Vale entonces preguntarse, ¿el cine industrial ya no se permite contar nada sin que haya capas y superpoderes de por medio? En todo caso, en Spider-Man: lejos de casa la combinación es armónica y ganadora. Tom Holland es un actor de gran carisma y capacidad para interpretar a un Peter Parker en el que conviven el superhéroe y el adolescente en crisis. El talento del resto del elenco, desde Jack Gyllenhaal y Zendaya hasta el resto de los chicos y otros grandes secundarios como Martin Starr, resulta crucial para que la película sea una aventura emocionante, que tiene como plus una conciencia sobre el lugar que ocupa en la cultura pop.
Ser o no ser madre. Esa es la cuestión sobre la que gira No soy tu mami, una comedia romántica con una idea de base más original que lo que se suele ver en la comedia popular del cine argentino, pero que no logra un desarrollo a la altura de su planteo inicial. El film dirigido por Marcos Carnevale tiene un comienzo bastante arriesgado, en el que Paula (Julieta Díaz), una mujer independiente y que rechaza la idea de ser madre, comienza a escribir una columna antimaternidad para su revista femenina, que tiene problemas de ventas. Este planteo despierta curiosidad y genera expectativa por saber cómo seguirá la historia cuando se cruce con su nuevo vecino, Rafa (Pablo Echarri), y su hijita. Lo que sigue a continuación es, paso a paso, todo lo que cualquier espectador acostumbrado a este tipo de películas sabe que pasará, con gags humorísticos repetitivos y una estética heredada de ciertos productos televisivos nacionales. La diferencia está en lo que le sucede a Paula, en su cabeza y su corazón. La atención que se le presta al proceso interior de la protagonista es el rasgo más valioso de la película, anclado en la muy buena interpretación de Díaz. Con Echarri -quien también se destaca en su interpretación- forman una pareja protagónica atractiva acompañada de buenos actores de reparto en personajes secundarios, que podría haber sacado provecho de un film que se alejara aún más de la fórmula.
La comedia romántica está de vuelta. Ya no es la misma que fue furor en los 90, pero en los últimos años recuperó el interés de realizadores y público, como lo demuestra la miríada de películas del género que Netflix está produciendo, a un ritmo casi frenético y con resultados muy desparejos. Mucho mejores aún son los ejemplos del cine independiente que propusieron nuevas formas para la fórmula. Pero Ni en tus sueños es otra cosa; es la película que demuestra que la comedia romántica tiene el potencial para recuperar su lugar en el cine de estudios, con grandes estrellas y apuntando a un público masivo. Con la autoconciencia sobre el género necesaria para revisitarlo en esta época, los guionistas Dan Sterling y Liz Hannah y el director, Jonathan Levine, recorren cada uno de sus pasos obligados, pero dándole ingeniosas vueltas de tuerca. Resulta muy exitoso este matrimonio de la comedia "zarpada", con toques a lo Apatow y el romanticismo de ciertos referentes del género de los 90 (desde Mujer bonita y Mi querido presidente hasta Notting Hill). La película acierta en lo que muchas otras del género han fallado en estos tiempos de cinismo: provocar emoción genuina, disfrute absoluto y carcajadas en voz alta. El logro es la suma de una puesta en escena lujosa, pensada para la pantalla grande, un guion inteligente y un elenco en perfecta sintonía. Charlize Theron reafirma su talento haciendo de su personaje, la secretaria de Estado con ambiciones presidenciales, un ser humano y no un prototipo con un par de características simpáticas. Su interpretación es impecable, incluso salvando algunas escenas de trazo más grueso. A su lado, Rogen resulta un personaje menos complejo, pero explota su carisma como galán inesperado, encarnando a un periodista al que la candidata contrata para trabajar en sus discursos. Los personajes secundarios son perfectos en construcción y actuación, desde la brillante June Diane Raphael y O'Shea Jackson, en una variación de los roles de aliados de los protagonistas, hasta Bob Odenkirk, haciendo de un presidente actor, y Alexander Skårsgard, como un sustituto de Justin Trudeau. Las referencias explícitas a la cultura pop de los 90 emocionarán a quienes crecieron en esa década (¡ Beverly Hills 90210! ¡ Boyz II Men!). Pero no es necesario tener una conexión nostálgica con esos años para que una escena de baile lento al ritmo de Roxette le recuerde que la magia de la comedia romántica aún es posible.
Breve historia del planeta verde mezcla elementos de ciencia ficción, aventura, drama y un sentido del humor particular, según una receta propia de Santiago Loza que sería difícil de copiar con tan buenos resultados. Tal vez sea un chiste fácil decir que la película es un poco extraterrestre, ya que uno de sus personajes lo es literalmente. Pero allí parece estar la clave de un film en el que la noción de lo diferente predomina en su narrativa y su estética. Los tres protagonistas viven la diferencia en carne propia. Tania (Romina Escobar) es una mujer trans que hace shows y disfruta de la noche porteña con su amigo Pedro (Luis Sodá). Son amigos de toda la vida y forman un grupo inseparable con Daniela (Paula Grinszpan), quien acaba de pelearse con su novio. Cuando Tania recibe una llamada en la que le avisan que murió su abuela, regresan al pueblo en el que crecieron. Allí descubren un extraterrestre moribundo, compañero de la abuela. Con ese ser establecen una comunión de amor y empatía que es una continuación de aquella que mantienen entre ellos desde la infancia, cuando la unión de sus diferencias les permitió superar el desprecio y el maltrato de los que los trataban como si fueran de otro planeta. La apuesta por lo simbólico no anula la capacidad de conmover en Breve historia del planeta verde, en gran medida gracias a las excelentes interpretaciones del trío protagónico de esta película singular, que logra una conexión tanto intelectual como afectiva.
Esta no será la película que logre demostrar que este tipo de remake, de animación a acción real, vale la pena. Pero tampoco será la que convenza a Disney de abandonar este lucrativo uso de su propiedad intelectual. El mundo fantástico de Aladdin, repleto de influencias árabes sin ningún atisbo de realismo cultural o histórico, era ideal para la animación, como se puede ver en la muy buena película de 1992. Replicado con decorados y personas, aunque con muchos efectos CGI, resulta un poco empalagoso y con una artificialidad no muy atractiva. Sin embargo, el film es entretenido y tiene suficiente encanto. Guy Ritchie aprovecha su expertise en las escenas de persecuciones por las callecitas de Agrabah y otras secuencias de acción muy dinámicas. El guion de John August tiene importantes cambios en cuanto a la princesa Jasmine, ahora un personaje más completo, con autonomía y deseos propios que van mucho más allá de encontrar al príncipe azul. En estos cambios y la inclusión de Dalia, otro personaje femenino que es una aliada para la princesa, se puede encontrar un motivo genuino para volver a contar esta historia. Los ases en la manga de Aladdin son las canciones de Alan Menken, que siguen teniendo el poder de conmover, y las actuaciones. Will Smith está correcto como el genio de la lámpara, pero los que se ganan la atención son Mena Massoud y Naomi Scott, cuyos carisma y química le dan sentido a la trama romántica.
El documental de Lucas García y Juan Mascaró dedicado a Andrés Bazán Frías, conocido como el "Robin Hood tucumano", tiene tramos muy poderosos pero también cierta desorganización en la narración que los opacan. El foco narrativo pierde su eje debido a la ambición por desarrollar en poco más de una hora la historia de este personaje de fines del siglo XIX y también reflexionar sobre el crimen, sus orígenes y consecuencias. El mayor valor del film es el registro del taller de teatro integrado por un grupo de internos del penal de Villa Urquiza, que ponen en escena una representación de la vida de Bazán Frías al tiempo que reflexionan sobre la criminalidad.
Los hermanos Luciano y Nicolás Onetti ( Los olvidados) decidieron hacer un homenaje al giallo con Abrakadabra. La película gira en torno a un mago que está presentando un show en un importante teatro cuando queda involucrado en una serie de asesinatos. Los directores demuestran en el film un conocimiento profundo de este género italiano, que cuenta entre sus exponentes más famosos a Darío Argento y Lucio Fulci. Desde los planos elegidos, la iluminación, el vestuario y el maquillaje hasta los diálogos en italiano, todos los elementos apuntan a una prolija recreación de sus formas y tópicos. La película resulta entretenida y con una estética atractiva, pero queda la curiosidad de lo que los realizadores podrían haber logrado si hubieran experimentado con los límites del género.