Charlie Kaufman, reconocido guionista de películas como “Quieres ser John Malkovich?” (1999), “Confesiones de una Mente Peligrosa” (2002) y “Eterno Resplandor de una Mente Sin Recuerdos” (2004, libreto por el que ganó un Premio Oscar), dirige su primera película animada para adultos, proyecto que no nació como tal sino que está basada en su propia obra de teatro, creada bajo el seudónimo Francis Fregoli. El apellido hace referencia al síndrome caracterizado por la suposición que tiene un individuo que insiste en que conoce a una persona que realmente no conoce y se sienten perseguidos por por una persona a la que creen ver en todas partes. Esta producción realizada con la técnica Stop Motion, también a cargo de Duke Johnson, mezcla la comedia con el drama y cuenta la historia de Michael Stone (voz del británico David Thewlis), una especie de orador motivacional que vuela a la ciudad de Cincinatti a dar una conferencia (la escena del taxi que toma hacia el hotel es genial). Es autor de un exitoso libro de orientación para la gente que trabaja en los call centers de servicio de atención al cliente; un experto en la materia. Pero en lo que respecta a su propia vida, este hombre lucha contra su incapacidad para conectarse con las demás personas. Insatisfecho, depresivo, siente que su vida es rutinaria y monótona, algo que literalmente la película representa cuando el protagonista escucha todas las voces iguales de quienes interactúan con él (esas voces son las de Tom Noonan). Pero Lisa (voz de Jennifer Jason Leigh), una joven admiradora de esta eminencia que llegó a esta ciudad para escucharlo, aparece en su vida y con una voz distinta. Michael, casado y padre de un hijo, cree haber encontrado el amor de su vida. Ella cambia su perspectiva del mundo. Tienen un encuentro sexual (la escena es explícita) y Michael está dispuesto abandonarlo todo y a todos por alcanzar la felicidad con esta “anomalía/anomalisa” que ha llegado a su vida. Rara y extraordinaria a la vez. Excelente animación y una historia entretenida de principio a fin cuyo relato, con momentos divertidos, ahonda en el el tema de la soledad, el amor, lo que significa ser una persona y lo que hace especial a cada individuo. Está entre las nominada a Mejor Película Animada para los Premios Oscar.
Rocky Balboa, regresa al cine en esta séptima película de la franquicia, aunque no como protagonista principal, pero que sí recupera el espíritu de aquella primera película de 1976. En “Creed: Corazón de Campeón” (Creed), se explora un nuevo capítulo en la historia del boxeador oriundo de Philadelphia, que en la actualidad se encuentra retirado. En esta oportunidad, el icónico personaje creado e intepretado por Sylvester Stallone, y que cumplió 40 años, es el entrenador, y mentor, del hijo de su amigo -y antiguo rival- Apollo Creed, Campeón Mundial de Peso Pesado. El film dirigido por el poco conocido Ryan Coogler, se centra en el joven Adonis Johnson, interpretado por Michael B. Jordan (en un trabajo más que convincente, desde lo actoral hasta lo físico), quien vuelve a reunirse con el realizador luego de su trabajo juntos en “Fruitvale Station” (2013). El muchacho nunca conoció a su padre famoso, quien murió antes de que él naciera. Con problemas de conducta y tras haber pasado por varios reformatorios, es acogido por Mary Anne Creed (Phylicia Rashad), la viuda de Apollo, quien lo ayuda a encaminarse y a conseguir un trabajo. Sin embargo, el boxeo corre por sus venas; así que Donnie abandona todo y se dirige a “Philly” para rastrear a Rocky y pedirle que sea su entrenador y él, termina aceptando. Mientras el joven entrena sin parar para hacerse un nombre propio y eventualmente intentar obtener el título ante “Pretty” Ricky Conlan (el británico Anthony Bellew, Tricampeón de Peso Pesado de la ABA), el “Semental Italiano” combate al oponente más mortal que jamás haya enfrentado, y no dentro del ring: el cáncer. La película, emotiva y melancólica (sobre todo para los que son fans de la saga boxística, sobre todo del primer film) desarrolla la relación entre la dupla que encabeza el reparto (se nota la química entre ambos actores) y la evolución de la carrera profesional de Adonis. También, se le da lugar a momentos románticos cuando entabla una relación sentimental con Bianca (Tessa Thompson), una cantautora local. Coogler, quien convenció a Stallone para ser parte de este proyecto, nos brinda una historia fresca y entretenida dentro de una franquicia a la que se le exprimió demasiado. Por supuesto que los guiños no faltan. Excelente dirección (bastantes planos secuencias muy bien utilizados) y una espectacular escenas de pelea. ¿Qué decir de Sly? Un gran trabajo que esperemos que lo corone el 26 de Febrero en los Premios Oscar como Mejor Actor de Reparto.
Bajo las órdenes de John Wells (conocido por su trabajo como director y productor ejecutivo en las series “ER”, “Third Watch”, “The West Wing” y “Shameless”), Bradley Cooper se pone en la piel de Adam Jones, un chef que lo tenía todo (prestigio en Paris y dos estrellas Michelin), pero que destruyó su carrera debido a las drogas, los malos hábitos y a su comportamiento arrogante. Cometió algunos errores que le hicieron ganar enemigos, dentro y fuera de la industria gastronómica. Por eso, una vez recuperado y con deseos de enmendarlos, este cocinero caído en desgracia y que sólo intenta diferenciarse con el objetivo de lograr explosiones de sabor, está determinado a redimirse. En Londres, y con la ayuda de su amigo Tony (Daniel Brühl), encabeza el equipo de cocina del restaurant de un hotel en el que puede conseguir su tercera estrella Michelin. Para ello necesitará a los mejores asistentes y comienza a reclutarlos, aunque le es difícil dejar de ser tan controlador y ponerse a trabajar en equipo. Helene (Sienna Miller), Max (Riccardo Scamarcio), Michel (Omar Sy) y David (Sam Keeley), son algunos de los que se suman a este proyecto que le devuelva el prestigio al protagonista, muy bien interpretado por Bradley Copper, quien además debe lidiar con sus propios celos profesionales al enfrentar a un ex-amigo y chef rival, Reece (Matthew Rhys), dueño del ansiado trío de estrellas Michelin. Por momentos comedia y otros, drama, “Una Buena Receta” es un film bastante entretenido con muchas escenas que nos generarán hambre (los planos de las preparaciones son increíbles) y que nos muestra un panorama de cuán estresante debe ser esta profesión. Una historia sobre el amor por la comida, pero también sobre las segundas oportunidades. El elenco se completa con Uma Thurman como una crítica culinaria, y la ascendente Alicia Vikander, quien tiene una brevísima aparición como la hija de un chef que ha sido el mentor del personaje de Cooper.
El desconocido realizador brasileño Afonso Poyat (“2 Coelhos”) dirige este film con una historia menor (cosa que uno no espera de antemano y con semejante elenco) pero que termina teniendo sentido y, por tanto, sorprendiendo. Estamos ante un thriller policial y de suspenso en el que un par de agentes especiales del FBI, Joe Merriwether (Jeffrey Dean Morgan) y Katherine Cowles (Abbie Cornish), se encuentran investigando una serie de asesinatos sin explicación aparente y con un modus operandi bastante particular. Quedan desconcertados. Y por este motivo, acuden a un antiguo colega del bureau: el Dr. John Clancy (Anthony Hopkins), un médico y analista civil retirado que abandonó su profesión y se excluyó del mundo tras la muerte de su hija Emma (Autumn Dial). Este hombre, que al comienzo no quiere saber nada con el caso, tiene ciertas habilidades psíquicas que le permiten ver el pasado y el futuro de las personas con las que tiene contacto. Sin embargo, cuando ve unas imágenes terribles y cruentas de la escéptica compañera de Joe, cambia de parecer. Es gracias a sus excepcionales poderes intuitivos que el trío descubre la conexión entre las muertes y da con el principal sospechoso, quien tiene las mismas habilidades que el personaje de Hopkins, pero mejores, lo cual le permite anticiparse a todo lo que va a suceder. Charles Ambrose (un correcto Colin Farrell) es un asesino con una “misión” relacionada con el título original de la película: el consuelo de las personas. El planteo ético y moral lo dejo para otra ocasión para no revelar nada. Si bien el arranque no es el mejor y la narración/edición resulta un poco desordenada, lo que nos lleva a pensar que posiblemente estemos ante un completo fiasco, el giro en la trama y las buenas interpretaciones del cuarteto protagónico, salvan definitivamente a esta producción que combina elementos de criminalística con aspectos sobrenaturales y paranormales (algo así como un mix entre “Criminal Minds” y “The Mentalist”). Lástima que tiene algunos aspectos técnicos flojos en algunas secuencias: zooms exagerados y tomas con cámara en mano que inquietan.
Es increíble pero las ardillitas tienen una cuarta película… y nos siguen gustando. En esta oportunidad, estamos ante una road movie dirigida por Walt Becker (“Papás a la Fuerza”, 2009) en la que Alvin (voz de Justing Long), Simon (voz de Matthew Gray Gubler) y Teodoro (voz de Jesse McCartney), llegan a creer -luego de una serie de malentendidos- que su “papá” Dave (Jason Lee) se va a deshacer de ellos. ¿La razón? Todo parece indicar que éste le propondrá matrimonio a su nueva novia, una doctora llamada Samantha (Kimberly Williams-Paisley), mientras él asiste, durante todo un fin de semana en Miami, al lanzamiento del disco debut de la nueva artista que representa, Ashley (Bella Thorne). Las adorables pero caóticas ardillas, que se niegan tener un posible hermanastro que no los trata del todo bien (Miles, a cargo del joven Josh Green, es el hijo adolescente de Samantha), elaboran un plan para lograr llegar a él y detener la propuesta pata que así la pareja no pueda formar una nueva familia. Con la ayuda del propio Miles, el trío se embarca hacia su misión. Claro que en el camino las cosas se salen de control. Tras causar estragos en el avión que los trasladaba “de incógnito”, llaman la atención del oficial asignado al vuelo (interpretado por Tony Hale), quien los persigue por Texas, Nueva Orleans y finalmente Miami con el objetivo de capturarlos. En cada una de estas ciudades, Alvin, Simón y Teodoro obvio que cantan y bailan temas musicales clásicos y modernos (uno de ellos es la pegadiza “Uptown Funk”) con esa voz tan característica que los llevó a convertirse en estrellas de la música, por el momento retirados de las giras mientras las Arditas, Brittany (Christina Applegate), Eleanor (Kaley Cuoco reemplazó a Amy Poehler) y Jeanette (Anna Faris) son jurado de “American Idol”. Tal y como lo hicieron cada una de las predecesoras, esta película funciona bastante bien para lo que es, una producción destinada a los más pequeños y con una misma fórmula que mezcla gags y cameos dentro de una historia muy pero muy light que su vez profundiza un poco en el tema de la amistad y los vínculos familiares.
La nueva versión de “Punto Límite” (Point Break), film del año 1991 que estuvo dirigido por Kathryn Bigelow (ganadora de un Oscar por “Vivir al Límite”) y protagonizado por Keanu Reeves y Patrick Swayze, no era necesaria. Por lo menos, no con esta historia que, a propósito, se aleja mucho, por no decir demasiado, de la temática original y lo que representaba. La premisa de un joven agente del FBI que se infiltra en un extraordinario grupo de surfistas que roban bancos sigue siendo la misma, aunque con muchas diferencias. Esta remake dirigida por Ericson Core (“Invencible”), presenta una visión propia que no sólo se enfoca en el surf -como la original-, sino en toda la cultura de los deportes extremos, empujando así el límite físico mucho más allá de lo que podemos imaginar. Para empezar, la trama no toma lugar en California sino en Europa (Biarritz en Francia, los Alpes Suizos y los Alpes Italianos, entre otros lugares). El papel de Johnny Utah ahora lo interpreta el joven australiano Luke Bracey (“Lo Mejor de Mí”), quien aquí solía ser un experto en deportes extremos muy famoso dentro de la comunidad por sus videos en YouTube. Por su parte, el venezolano Édgar Ramírez interpreta el papel de Bodhi, el líder de la banda -que en este caso no es la de “los Ex-Presidentes” (aunque se muestra algo similar en una de las primeras escenas). En realidad son personas que practican deportes extremos financiados por un magnate árabe, Pascal Al Fariq (Nikolai Kinski) para que completen “Los 8 de Ozaki”, una serie de ocho pruebas/lecciones que realizan en diferentes continentes para honrar las fuerzas de la naturaleza y aprovecharlas en pos de alcanzar grandes logros físicos que desafían los límites (claramente el “Punto de Quiebre” en la original y en ésta, representa dos cosas totalmente distintas). Entre prueba y prueba (a eso se resume toda la película, que ni siquiera tiene un argumento sólido), el grupo filosofa sobre el sentido de la vida, la espiritualidad y la interacción que el ser humano tiene con la naturaleza. Además, hablan sobre el dar y el recibir. No hay que ser injustos y destacar el increíble despliegue visual cuando los protagonistas, que en realidad son renombrados deportistas de distintas especialidades, realizan pruebas de snowboard, wingsuit flying, escalada libre, acrobacia con motos de alta velocidad y surf en olas de 21 metros. Sin dudas, es entretenido verlo y en 3D. En cuanto al reparto, se completa con la australiana Teresa Palmer (“Soy el Número 4”, “Mi Novio es un Zombie”), quien dice dos palabras en toda la película y supuestamente representa un interés romántico para Utah, el cual no llega a desarrollarse del todo porque ni siquiera hay conflicto. Ni entre ellos ni entre los demás. Delroy Lindo y Ray Winstone, hacen lo suyo con sus respectivos personajes dentro de un arco argumental que no capta para nada la esencia de un clásico que, como escribí al inicio de esta review, nunca debería haberse adaptado.
Tras su trabajo juntos en “El Lado Luminoso de la Vida” (2012) y “Escándalo Americano” (2013), Jennifer Lawrence, Bradley Cooper y Robert De Niro vuelven a reunirse con el director David O. Russell en esta producción basada libremente en la verdadera historia de Joy Mangano, la emprendedora que durante la década del ’90 inventó la mopa (el trapeador para pisos) y se convirtió en millonaria. Pero para llegar al éxito del Miracle Mop, Joy tuvo que lucharla. Se plantó frente a todos como una gran empresaria. El film, que balancea muy bien el drama, con los momentos emotivos y de comedia, desarrolla la historia de una familia disfuncional a través de cuatro generaciones centradas en la niña que se convierte en una mujer, que funda una dinastía empresarial y se convierte en una matriarca por derecho propio. El argumento tiene momentos narrados en voz en off de la abuela de Joy, Mimi (Diane Ladd) que nos anticipan los momentos clave que el espectador verá sobre la vida de esta joven oriunda de Long Island, Nueva York, que siempre ha postergado su sueño de ser una mujer independiente y el de desarrollarse profesionalmente. Por esas las cosas de la vida se conformó con ser una ama de casa que, siendo madre de dos hijos, debe convivir tiempo completo con su ex marido (Edgar Ramírez), sus padres divorciados (Robert De Niro y Virginia Madsen), quienes no siempre la apoyan, y la abuela mencionada al comienzo de este párrafo. A todos, prácticamente los cuida y se hace cargo ella. Pero, de casualidad, llega el momento en que la protagonista aprovecha la oportunidad que le servirá para explotar su talento como inventora (desde niña lo ha demostrado); y de simplificarle la tarea a aquella ama de casa que se rompe las manos escurriendo el trapeador, con una pieza que lo haga por sí sola. Joy es interpretada a la perfección por la talentosa Jennifer Lawrence (quien acaba de ganar un Globo de Oro y ser nominada por cuarta vez al Oscar por este papel), mientras que Bradley Cooper le da vida a un ejecutivo de la compañía de televentas que compra el dispositivo inventado por su personaje, que también debe enfrentar problemas con dinero para la inversión, patentamiento, etc. Si hay algo que nos deja claro esta “Joy: El Nombre del Éxito” es que cuando tenemos pasión y convicción en lograr algo en la vida, las cosas se dan. Siempre hay que pensar en positivo y no bajar los brazos. Una historia de superación personal en pos de conseguir el sueño americano.
Blue Sky Studios (mismos responsables de las franquicias “La Era de Hielo”, “Los Croods” y “Rio”) trae, por primera vez a la pantalla grande -y en 3D- a los clásicos y muy queridos personajes de la tira cómica “Peanuts”, creada por el historietista estadounidense Charles M. Schulz el 2 de Octubre de 1950. Era hora que la pandilla tuviera su adaptación cinematográfica. Dirigida por Steve Martino (“Horton y el mundo de los Quién”), la película sigue las aventuras de Charlie Brown (voz de Noah Schnapp) al intentar conquistar a una nueva vecinita y compañera de colegio, la Pequeña Chica Pelirroja (voz de Francesca Capaldi), y así dejar de ser un perdedor… muy optimista por cierto. Primero, debe armarse de valor y hablarle, así que en el proceso, lo ayuda su fiel amigo, el perro Snoopy (voz de Bill Melendez), quien por las suyas, y junto a Woodstock, también se embarca en su propia misión imaginaria (recordemos que el sabueso siempre ha fantaseado con convertirse en escritor). En este caso, para perseguir a su archienemigo, el Barón Rojo de la Primera Guerra Mundial, y así rescatar a una perrita llamada Fifi (voz de Kristin Chenoweth). La historia de “Snoopy & Charlie Brown – Peanuts La Película” es adorable, naif, tierna, sencilla y muy cómica, la cual no sólo captará la atención de un público nuevo, el de los más chicos, sino también a los adultos que crecieron con estos personajes cuya esencia y estética (animación clásica con guiños de los dibujos) han sido captadas a la perfección en esta producción de la que también ha formado parte el hijo de Schulz, Craig, como productor y guionista junto a su hermano Bryan. Para su realización se usó el sistema de doblaje que caracterizó a la caricatura; ésto quiere decir que no hubo adultos haciendo voces de niños, sino que en realidad se usaron pequeños actores de doblaje para hacerlo más real. El elenco de voces se completa con Venus Schultheis (Peppermint Patty), Mariel Sheets (Sally Brown), Alexander Garfin (Linus), Madisyn Shipman (Violet Gray), Hadley Belle (Lucy van Pelt). ¡No se la pierdan!
La vida de Steve Jobs, el fundador de Apple y Pixar, vuelve a ser contada en una película. La primera vez fue en la TV movie “Los Piratas de Silicon Valley” (Pirates of Silicon Valley, 1999), que se centraba en la rivalidad entre la compañía de la manzanita y Microsoft de Bill Gates, y la cuestionada “Jobs” (2013), muy criticada por ser poco verídica en su historia. En esta ocasión, el inglés Danny Boyle (“Trainspotting”, “¿Quién quiere ser millonario?”, “127 Horas”) y el guionista Aaron Sorkin (“Red Social”) adaptaron partes de la biografía autorizada escrita por Walter Isaacson (publicada en 2011) para llevar al espectador al detrás de escena de tres momentos clave en la carrera de este empresario que lideró la revolución digital. Estos son los lanzamientos de tres productos icónicos. El primero, en 1984, es la Macintosh en el De Anza Community College, en Cupertino, California. El segundo, en 1988, la NeXT Computer, en el San Francisco Opera House (un fracaso que afrontó tras su despido de Apple). Y el tercero, la exitosísima iMac en 1998 en el Davies Symphony Hall de San Francisco. En cada uno de estos lugares, y antes de salir al escenario a realizar los respectivos anuncios, veremos a Jobs, impecablemente interpretado por Michael Fassbender (aunque no logra parecerse físicamente como lo hizo Ashton Kutcher), lidiar con todo tipo de situaciones, y personas como Joanna Hoffman (una genial Kate Winslet), Jefa de Marketing de Macintosh; su amigo Steve Wozniak (Seth Rogen), co-fundador de la compañía; Andy Hertzfeld (Michael Stuhlbarg, uno de los miembros originales del equipo de desarrollo de Apple Macintosh; y John Sculley (Jeff Daniels), ex presidente de Pepsi y director ejecutivo de Apple. En cada backstage también están su ex novia Chrisann Brennan (Katherine Waterston), quien le reclama dinero para su hija Lisa (interpretadas por Makenzie Moss, Ripley Sobo y Perla Haney-Jardine en diferentes edades), a quien no reconocía legalmente como propia. A lo largo de estos tres actos, muy teatralizados y combinados con algunos efímeros flashbacks, se expone, de manera muy atrapante, la difícil personalidad de Steve Jobs, un genio detallista obsesionado con la perfección y, muchas veces, insoportable e insensible, lo cual alejaba a algunas personas que lo rodeaban. Lástima que algunos aspectos de su vida, plasmados en el libro, quedaron afuera de esta muy buena película que ya está cosechando nominaciones a premios de la industria.
Luego de su trabajo juntos en la excelente “Rush: Pasión y Gloria”, Ron Howard vuelve a dirigir al australiano Chris Hemsworth en esta épica reconstrucción cinematográfica de un hecho real que sirvió de inspiración para que el escritor estadounidense Herman Melville escribiera la novela “Moby-Dick”. Esta película está basada en el bestseller de Nathaniel Philbrick sobre la dramática travesía del barco ballenero Essex, que el 20 de Noviembre de 1820 fue atacado -en el Océano Pacífico- por una ballena albina gigante (cachalote) con un sentido de venganza casi humano y que formó parte de la mitología universal como Mocha-Dick. La historia se inicia en 1850 en la isla de Nuntucket. El joven Melville (Ben Whishaw) visita a Tom Nickerson (Brendan Gleeson), uno de los pocos sobrevivientes del naufragio del barco, para entrevistarlo con el objetivo de escribir una novela de ficción basada en hechos reales. Él se niega a abrirse a contar lo sucedido porque la tragedia lo dejó un poco traumado; pero ante la insistencia de su esposa (Michelle Fairley), y la necesidad de dinero, poco a poco comienza a narrar la experiencia. La entrevista es la excusa y el marco para narrar los hechos sucedidos hace más de30 años. A partir de flashbacks de larga duración, el film no sólo se centra en preparativos de la expedición de dos años por las costas de Sudamérica con el objetivo de llenar barriles con aceite de ballena, sino también en la rivalidad entre dos hombres muy opuestos con un mismo objetivo: ser el capitán del Essex. Uno es Owen Chase (Hemsworth); el otro George Pollard Jr. (Benjamin Walker). El primero es un hombre de campo, con una vasta experiencia marítima, y el segundo es el hijo acomodado de una familia de renombre sin ninguna capacidad en ultramar y que obviamente es quien lidera el comando del ballenero cuya tripulación también estaba compuesta por el segundo oficial Matthew Joy (Cillian Murphy) y el marinero Thomas Nickerson (Tom Holland en versión joven). La enemistad, y los cuestionamientos entre ambos en cuanto a ciertas decisiones a tomar en alta mar, quedan de lado cuando lo que más adelante los lectores conoceremos como Moby-Dick, aparece con furia para hacer naufragar a la embarcación que se vio forzada a hacer lo impensable durante 92 días para mantenerse con vida mientras se encontraban a la deriva en el Pacífico entre tormentas oceánicas: la hambruna, la deshidratación, el pánico y la desesperación los llevó a cometer actos de canibalismo. Con actuaciones correctas (ninguno de los actores destaca más que el otro), “En el Corazón del Mar” es un relato de aventura y supervivencia bastante entretenido y con espectaculares escenas que requieren verla en 3D. Una imponente y aterradora epopeya.