Filosofía barata En una conjunción de las palabras que llevan el título de este film, tanto en su ridícula traducción (Crimenes y virtudes) como en su título original (Anesthesia), es posible que se resuma todo aquello que pueda decirse sobre esta película. Tom Blake Nelson dirige un drama melancólico, con pretensiones filosóficas que no llegan a lograr una empatía con el espectador en ningún momento, siendo parte también de ese elenco, en un papel menor como la mayoría que este actor realiza (probablemente todos lo recordemos por ser uno de los hermanos en ¿Dónde estás hermano? (O Brother where art thou, 2000) junto a George Clooney y John Turturro). El director no logra llevar a buen puerto la cantidad de distintas historias que quiere contar, así como el despliegue de distintos personajes que el argumento ofrece. Un profesor de filosofía es atacado en la calle, luego de cumplir con el ritual que lleva a cabo desde hace treinta años: cada viernes lleva flores a su esposa. Al desplomarse en la puerta de un edificio conoce a Sam, un marido que engaña a su mujer, haciéndole creer que viaja por negocios cuando en realidad pasa el tiempo con su joven amante. Tomando la escena del encuentro como el inicio de la historia, conoceremos a través de idas y vueltas temporales, a sus respectivas familias y al entorno de cada uno de ellos. Allí serán parte: un matrimonio que lidia con una posible enfermedad y con unos hijos que parecen preocuparse solo por el sexo y las drogas, una mujer refugiada en el alcohol, una estudiante adolescente con problemas de depresión, y un adicto que se niega a ser tratado. Con la intención de ahondar en temas profundos como las relaciones familiares, las decisiones que tomamos y sus posibles consecuencias, el film se vuelve demasiado monótono y aleccionador, y si bien las actuaciones del basto reparto son correctas y en algunos como el de K. Todd Freeman (interpretando un drogadicto solitario) son dignas del aplauso, el resultado final es pobre, sin aportar nada interesante al género dramático.
Que la magia nunca termine Así como George Lucas creó esos mundos anteriores y posteriores, tanto en tiempo como en espacio, de su saga inicial Star Wars, la autora J.K. Rowling hizo lo propio. Luego de las exitosas entregas de Harry Potter, emerge este spin off, producto de un manual de texto escolar que el mismo Harry utilizaba para estudiar en la famosa escuela de magos, Hogwarts. Así es como Animales Fantásticos y Dónde Encontrarlos (Fantastic Beasts and Where to Find Them, 2016) encuentra su lugar en las pantallas, por lo que parece ser con varias secuelas más (al menos cuatro confirmadas por Rowling). Bajo la dirección de David Yates, director de cuatro de las ocho películas sobre uno de los magos más famosos de los últimos tiempos, y estrenando a su autora en el rol de guionista, el resultado es simplemente perfecto. El film se sitúa en Nueva York durante 1926, con la llegada de Newt Scamander, un mago ecologista, amante de la naturaleza, quien llega a la ciudad con un propósito que se develará un poco más avanzada la película. Interpretado por Eddie Redmayne, el personaje encuentra varias similitudes con Harry Potter; imposible no entrar en comparaciones, y en esas coincidencias es donde también resulta imposible no empatizar con él. De aspecto tímido, con una ingenuidad y torpeza entrañable, Scamander ya en su inicio demuestra su aire distraído (teniendo en cuenta que lo que lleva en su pequeña valija es un mundo de fantásticas criaturas), y es en esa torpeza donde comienza el conflicto. En un cruce fortuito con Jacob Kowalski (Dan Floger), un panadero en busca de un préstamo para poder trabajar de lo que tanto le gusta, confundirán maletas, y así las criaturas se darán a la fuga en una ciudad pendiente de su cacería. Esta dupla bien formada deberá resolver este incidente. Para ello se le unirán en la aventura dos hermanas bastante particulares: Porpentina Goldstein (Katherine Waterston), y Queenie (Alison Sudol), algo así como los cuatro fantásticos en versión menos superpoderosa, pero con muy buenas intenciones y un espíritu loable que los destaca sobre todo los contratiempos que sufrirán. La comunidad mágica en Estados Unidos es bastante más rígida de aquella que conocemos en Inglaterra; siempre ante el temor del desenlace de una guerra entre no magos y magos, se le agrega el conflicto de una organización que teme por las brujas y está en constante cacería de las mismas. El argumento posee una dicotomía clara en cuanto a su aspecto infantil, dotado por la variedad de estos animales fantásticos, perfectamente compuestos y trabajados con la tecnología CGI, y su parte más oscura. El tema del abuso y violencia sobre menores se hace presente y deja la duda si realmente esta película es apta para el público infantil. Tal vez lo que pueda criticarse al relato es la cantidad de líneas argumentales que abre y expone, con el fin de presentar tantos personajes y de ir ubicando la historia para lo que vendrá. Se abusa un poco de ese recurso. Lo que no se puede dejar de mencionar es el fantástico universo que se ha creado con el texto de Rowling. Todo aspecto artístico y tecnológico de la película es superlativo, el despliegue visual de los efectos se impone ante la historia, sin opacarla, y estas criaturas mágicas son protagonistas de los momentos más tiernos y divertidos de la película. Queda, por otro lado, todo lo oscuro que de historia, con un personaje cruel como Percival Graves (Colin Farrell) y la inclusión de quien seguro será protagonista en el futuro: el tenebroso mago Gellert Grindelwald, y los obscurus, en un símil muy claro de aquellos dementores que chupaban el alma, en las tierras de Hogwarts. En un análisis más exhaustivo, Rowling vuelve a darle lugar a personajes que no se adaptan, a aquellos faltos de popularidad, y los convierte en héroes de manera fluida, siendo eso ya una marca registrada de la autora. La magia sigue intacta, la imaginación está plasmada de manera efectiva, y todos aquellos fanáticos encontrarán lo que fueron a buscar, y quienes den sus primeros pasos en este mundo de varitas y animales fantásticos, posiblemente se vuelvan parte de ese leal fanatismo.
Un vagón de buenas intenciones Con cada libro que se lleva a la pantalla grande (más aún, cuando se trata de un best seller enaltecido por la mayoría de la crítica y alabado por el público), surge nuevamente el debate eterno sobre si la película logrará igualar al menos la calidad establecida por lo escrito, y en algunos efímeros casos, superarla. En esta ocasión el libro en cuestión, La Chica del Tren, de la autora Paula Hawkins, tuvo una excelente recepción, tanto en reseñas como en ventas internacionales, con lo cual la expectativa ante su adaptación al cine, se intensificaba cada vez más. La tarea recayó en el director Tale Taylor, quien en Historias Cruzadas (The Help, 2011) ya había tomado contacto con el mundo femenino en demasía; un mundo donde las mujeres llevaban el relato y las cualidades personificadas, y donde los hombres eran tan solo un adorno en el guión. Algo de esto pasa también con la historia sobre esta chica del tren. Emily Blunt da vida a Rachel, una mujer alcohólica, divorciada, sin rumbo establecido, quien todas las mañanas toma el tren hacia Manhattan. Dicho trayecto incluye en su recorrido pasar por delante de su ex casa, donde viven ahora su ex marido con su nueva mujer y su hija. Contigua a esta casa, una pareja, en apariencias perfecta, se deja ver a través de sus ventanas, y es con ellos con quien Rachel también terminará obsesionándose. En uno de los tantos viajes, será testigo de una situación que cambiará todo, dándole un objetivo a esa vida tan vacía que lleva. Aquí es donde comienza un pseudothriller de suspenso, pseudo ya que en ningún momento se logra llegar a una instancia de suspenso per se, todo el argumento parece fluir lentamente hacia un desenlace esperado, dejando de lado el factor sorpresa. Mucho de esto tienen que ver la construcción de los personajes, que se presentan demasiado planos para un argumento que proponía un enfoque más profundo desde el inicio. Tanto el matrimonio con el que se obsesiona la protagonista como su ex marido y actual mujer, son parte de una propuesta demasiado lineal. Otro de los puntos donde la película no encuentra base certera es el ida y vuelta en el tiempo que propone: demasiados flashbacks alternando con el tiempo actual, llegan en un punto a confundir al espectador y no terminan de aportar claridad a una historia que se apoya demasiado en los problemas de memoria de su protagonista para justificar el desenlace final. No obstante, La Chica del Tren logra su propósito inicial, que implica mantener el interés en aquello que se relata, haciendo foco en temas como el abuso psicológico dentro de una pareja, la los celos, la desconfianza, la violencia puertas para adentro y los límites que pueden quebrarse, a través una obsesión. El trabajo de Emily Blunt es sumamente efectivo, ampliando el espectro de versatilidad a los cuales ya nos tiene acostumbrados. Posiblemente esta contienda encuentre victorioso el libro por sobre la película. De cualquier manera, la opción cinematográfica no descarrila, y logra salir airosa en el resultado final.
Los directores Mike Mitchell (Bob Esponja) y Walt Dohrn dan vida a estas mágicas criaturas del bosque llamadas Trolls, quienes encontraron en los ochenta su momento de auge, al explotarse la marca en todo tipo de merchandising. Creados en 1959 por el danés Thomas Dam, veinte años después se los podría ver en muñecos, álbumes de figuritas, juegos, peluches. Teniendo este antecedente de respuesta favorable del público, la productora Dreamworks vio una excelente oportunidad de llevar a la pantalla grande a estos adorables seres de pelos largos y coloridos, y como suele pasar, acertó de manera precisa. Al inicio del film, la comunidad de Trolls es salvada por su rey de ser comidos por los Bertenos, una suerte de ogros toscos, quienes están convencidos de que la única manera de ser felices es teniendo un trol en su estómago; o sea, la felicidad va de la mano de comerse un troll. El día de esta peculiar celebración se denomina Trolsticio, donde todos se reúnen para dicha degustación, y en este ocasión es doblemente especial ya que será la primera vez que el príncipe Gristtle pruebe un troll. Gracias a su astucia y tenacidad, estos pseudognomos logran huir y esconderse por más de veinte años de los malvados Bertenos, hasta que un día, a raíz de una fiesta electrónica que realizan para celebrar a la princesa Poppy, son descubiertos y, en el caso de algunos, capturados. De allí empezará la travesía de Poppy y Ramón (Branch), dos ejemplos típicos de lo que es una buena construcción de personajes. Ella siempre positiva y entusiasta, él un reacio a las fiestas, a los abrazos, a los colores y, sobre todo, a esa alegría desbordada que poseen los Trolls. En el camino al rescate de sus amigos es donde el argumento encuentra su mayor acierto: un humor destinado a los más pequeños, pero con guiños para aquellos adultos que se animen a conectarse con la historia. El componente esencial que unifica al público en general es, sin duda, la música. De hecho, la película podría funcionar perfectamente como una comedia musical animada de aventuras, con temas clásicos como “The sound of Silence”, “September”, y la infaltable claro, en esta fiesta de colores, “True Colors”. Todo se vuelve una fiesta continua bien llevada en tempo y guión. Decir que la animación de Dreamworks es brillante puede caer en la redundancia, pero en esta ocasión se superan incluso a ellos mismos. Los detalles de textura sobresalen, y resulta original otro tipo de animación presente en la historia, una técnica conocida como Scrapbooking, que es utilizada para contar, incluso por los Trolls dentro de la historia, ya sea sus estados de ánimo o breves sucesos. La misma consiste en pequeñas maquetas hechas a base de cartón, como un libro de cuentos de recortes, tal vez un guiño a la época donde estos lindos bichos encontraron su momento de fama. En la versión en inglés destaca el elenco de famosos que dan voz y vida a los personajes: Anna Kendrick como Poppy y Justin Timberlake como Ramón, quien también estuvo a cargo de la canción principal que anima el final de fiesta de esta entretenida y alegre película.
La última película de Warner Animation Group tiene una particularidad que destaca ya que para contar la historia de un tema tan antiguo sobre cómo los bebés son traídos al mundo a través de las cigueñas, elige hacerlo bajo la dirección de un duo bastante nuevo en dirección de animación; por un lado, Doug Sweetland (realizador del corto Presto) quien debuta en la dirección y, por el otro, Nicholas Stoller (director de Malditos Vecinos) y debutante en el género de la animación. Dentro de este contexto, la película Cigueñas supera con lo justo las expectativas iniciales sugeridas desde el trailer: los directores primerizos logran un viaje alocado en una historia que no cuenta nada nuevo, pero que logra entretener y convoca a la risa, en más de una oportunidad. Dándole un giro a la conocida leyenda sobre la entrega de bebés, las cigueñas han cambiado de rubro y, ahora, se dedican al reparto de paquetes puerta a puerta, dentro de una super empresa llamada Cornerstore.com. Allí, trabaja Junior, quien el mismo día donde le confirman su ascenso, le asignan la tarea de despedir a la única humana que trabaja en Montana Cigueña, la huérfana Tulip, un bebé que dieciocho años atras por razones a descubrir no pudo ser entregada. Por supuesto para dar inicio al conflicto, Junior no podrá con esa tarea y terminará complicando todo, tras un percance laboral se volverá a activar la vieja máquina que crea bebés y, es en ese instante, cuando se dará inicio a una aventura donde deberán entregar a la nueva bebé a la familia que la solicitó a través del viejo correo cigueñal. De esta manera, entra en juego la segunda trama, una familia compuesta por padre y madre, completamente adictos al trabajo y su pequeño hijo Nate, quien desea más que nada en el mundo un hermanito para compartir sus solitarios días. La propuesta es válida y logra su cometido de entretener, la animación está dentro de la perfección a la que estamos acostumbrados a ver (aunque luego del film Kubo, la vara se ha elevado bastante), por eso no resalta ni compone un despliegue visual que no hayamos visto antes, la paleta de colores saturadas ya la hemos disfrutado en Río (otra de plumíferos) y, seguramente, la veremos en mayor escala en la próxima película a estrenar Trolls. El punto donde el film cae un poco es justamente en su necesidad de adrenalina constante, los personajes parecen casi siempre estar al borde de un ataque de nervios, los chistes con humor infantil en pocas ocasiones y con humor adulto en la mayoría, se entregan uno tras otro casi sin respiro. En las escenas de la manada de los lobos (un símil a las hienas del Rey León), un grupo de desquiciados mamíferos que quieren apoderarse de la bebé a toda costa, el chiste explotado hasta el fin funciona, pero como todo el film intenta seguir ese ritmo histriónico, se vuelve todo demasiado repetitivo. Ahora bien en esta velocidad fílmica, algunos momentos encuentran el punto justo para el disfrute y la posible reflexión del público adulto, temas como el tiempo compartido entre las familias, el lugar que el trabajo ocupa en nuestras vidas corriendo el foco de lo que verdaderamente importa, la competitividad generada en el ámbito laboral, la necesidad de pertenencia y sobre todo la idea de familias ensambladas, si bien la manera que eligen mostrarlo es a través de planos cortos y cerrados, el mundo de la animación empieza a animarse a mostrar al público infantil este tipo de familias, con dos madres, dos padres, madre o padre soltera, y esa apuesta es uno de los puntos más favorables y si se quiere, emocionantes que tiene el film. Cigueñas podría ser una película más, tal vez lo sea, pero el salpique de alegría que desborda la pantalla se impone ante algunas fallas de un guión, por momentos, algo absurdo.
La película Gilda, no me arrepiento de este amor, llega a los cines, como una profecía cumplida, gracias a la dirección comprometida de Lorena Muñoz y al formidable trabajo de composición actoral de Natalia Oreiro, aquellas palabras escritas por Myriam Alejandra Bianchi (Gilda) para una de sus mejores canciones "No es mi despedida", cobran una realidad ficticia, que el público, fanático o no de la cantante, no dejará pasar desapercibida. "No es mi despedida, una pausa en nuestra vida", "Yo por ti volveré". Y Gilda volvió, veinte años después del accidente fatal que cobrara la vida de la cantante de mayor éxito en el género de cumbia nacional, de su madre, su hija y parte de los músicos de la banda; se logra, finalmente, llevar a la pantalla la historia de una mujer apasionada, la cual renunció a una vida cómoda y segura, como maestra de jardín de infantes, y luchó contra todo y todos, por cumplir un sueño, el cual lamentablemente, pudo disfrutar muy poco tiempo. El film comienza con imágenes de archivo del accidente ocurrido en la ruta 12, donde sucediera la colisión del micro que llevaba a la banda; para luego detenerse en un plano con el féretro dentro del auto que lo transporta, un plano extenso en duración, bajo la lluvia, con sus fans conmovidos frente a la tragedia, un plano que nos anuncia lo que vamos a ver en este film, la perfecta conjunción entre poesía y cumbia. Gilda, no me arrepiento de este amor, es un film poético sobre la vida de una cantante de cumbia, que logro en pocos años, lo que muchos artistas no pueden lograr en toda una vida dedicada, convertirse en una leyenda. Luego de ese plano, comienza todo aquello que tiene que ver con llevar a la ficción la historia íntima de esta mujer, la relación con su marido (Lautaro Delgado, impecable), con sus hijos, la nostalgia en los recuerdos de su padre, quien fuera su máxima influencia musical (brilla Daniel Melingo), la tirante y amorosa relación con su madre (Susana Pampín, hace un trabajo bellísimo) y el momento en que Myriam, responde a un aviso clasificado, donde buscan la voz femenina para un grupo, y conoce a Toti Giménez (Javier Drolas), un tecladista y productor musical, quien será el responsable de convertir a Gil (apodo con el que sus conocidos la llamaban, en homenaje a Jill Munroe, el personaje de Farrah Fawcett, en Los Ángeles de Charlie) en Gilda, un ícono popular, la abanderada de la bailanta. Centrado en esos años donde comienza su carrera, enfrentando los prejuicios del ambiente, las trabas impuestas por su familia, la mafia del ambiente tropical, la negativa de productores debido a no dar con el perfil de las cantantes femeninas del género, voluptuosas con canciones carentes de contenido. Gilda llega para romper el molde, una mujer de contextura muy flaca, que escribe sus propias canciones, dotada de una empatía penetrable, la cual fue considerada por muchos "una santa con poderes de curación". Como mencionamos, el trabajo de Natalia Oreiro es simplemente magistral. desde el logrado parecido físico, la labor en el fraseo, los movimientos, los gestos, hay sin duda una conexión, posiblemente mágica entre la cantante y la actriz, confesa fanática. Y es posible que en esta performance, la actriz logre su mejor desempeño en pantalla grande al momento. En cada plano está Gilda, en la ropa que usaba, en las flores en la cabeza, en la dulzura y en el trato con el resto, ya no vemos a Natalia Oreiro, y es quizás la mínima aparición de Mollo (marido en la vida real de Oreiro) como un músico pelilargo, lo que nos vuelve a recordar que estamos frente a una actriz interpretando a Gilda, esa participación es la única decisión que podría considerarse innecesaria en el film. Cada uno de los aspectos técnicos destaca, formando una comunión entre todos, dando como resultado un film completo, impecable en cada detalle, para ello se contó con el talento del vestuarista Julio Suárez y el maquillador Alberto Moccia; gracias a Daniel Ortega y a Leandro de Loredo, la fotografía y el sonido, respectivamente, se elevan por la media que suele verse en propuestas nacionales. Y quien lidera todo este talentoso equipo, es la directora Lorena Muñoz, de quien se reconoce la capacidad de contar vidas de otros (su trayectoria como documentalista es notable, un ejemplo claro es "Yo no se que me han hecho tus ojos", sobre la vida de la cantante Ada Falcón), su trabajo de investigación, su compromiso con lo que se cuenta, y con aquello que no se cuenta, posicionan a Muñoz como una de las voces femeninas dentro del cine nacional, a tener muy en cuenta. Gilda, es un film sincero, escrito y filmado en bases a capacidades técnicas y actorales insoslayables, en dualidad con una cuota de emoción y pasión, como quien lo inspira merecía.
Le nouveau, tuvo su estreno en el Bafici (Festival internacional de Buenos Aires), y si bien muchas de las películas que desfilaron por las salas, quedaron por debajo de las expectativas de lo que se espera en cuanto a calidad en un festival, algunas con una gran cantidad de público acompañando brillaron por su calidad en relato y realización. En línea con esa calidad existe un film de procedencia francesa, el cual fue una verdadera sorpresa, aquella que se tilda como una película chiquita, la cual en realidad termina siendo una gran y destacable película. Le Nouveau (el nuevo) de Rudi Rosenberg, aborda el tema universal de la pre adolescencia y todo aquello referido a ese mundo inacabable de situaciones, sensaciones, y experiencias que se desarrollan en la edad donde no sabemos bien ni quienes somos ni que queremos. Benoit es un chico de 14 años, tímido, recién mudado del campo a la ciudad de París, a quien le cuesta mucho hacer amigos, catalogado como el nuevo en la escuela, salir de ese mote y lograr pertenecer a un grupo será una tarea que nuestro increíble protagonista tendrá que llevar a cabo. El director logra un trabajo exquisito con los actores, dando esa sensación de no estar viendo ficción, sino solo contemplando el día a día en un colegio, y en la vida de un grupo de chicos, llenos de miedo, inseguridades. Las actuaciones son el punto más alto junto a un inteligente guión, plagados de diáolgos fenomenales, pero sin duda cada uno de los personajes tiene un trabajo de desarrollo y de guión que hace que funcione a la perfección el relato. Temas cotidianos como el encuentro con el primer amor, la necesidad de sentirse parte de algo, la incondicionalidad de las verdades amistades, la gente que se cruza en nuestro camino por alguna razón y la valentía para saber que elecciones tomar en un camino que nadie sabe cual puede ser el correcto. Benoit intentará ser amigo de los chicos cool, aquellos que uno reconoce porque todos fuimos o tuvimos como compañeros al chico que aparenta una seguridad frente a todos cuando en realidad solo busca ser querido con desesperación, secundado por amigos que en lugar de afecto posiblemente le tengan algo de miedo. Al no lograr encajar, se hará muy amigo de otra chica nueva en la escuela, una sueca que habla poco y mal el francés, el amor no tardará en florecer, claro que de un solo lado de la historia. Y entonces sí, en ese instante queda expuesto de manera perfecta donde y cómo surge aquello tan valedero, tan honesto que tiene esa etapa escolar, nos encontramos con personas con las mismas dudas que nosotros, afines a la manera en que creemos mejor vivir nuestra corta vida, y empezamos a brillar. a sentirnos seguros, afianzamos lazos que si tenemos suerte nunca más vamos a soltar. Le Noveau, trata temas de enorme peso como el bullying, la ausencia de los padres en el crecimiento de sus hijos, la figura de los maestros a veces invisibles para sus alumnos, la inocencia de la niñez que no queremos perder al convertirnos en adultos, todo eso y más hacen de esta comedia francesa una experiencia cinematográfica imposible de no disfrutar, convirtiéndola en una de las grandes pequeñas películas vistas.
Lo esencial es invisible a los ojos. Cualquiera que esté familiarizado con el trabajo de la productora Laika no se sorprenderá cuando se hable de excelente calidad de animación y de historias potentes, originales. Luego de haber sido responsables de films como Coraline y la Puerta Secreta, ParaNorman y Los Boxtrolls, el nuevo desafío planteado supera con creces todo lo hecho hasta aquí. Con el presidente de la compañía, Travis Knight, debutando en la dirección, llega la historia de Kubo (Art Parkinson), un niño de once años que vive junto a su madre en un pueblo costero situado en un Japón cuasi onírico. Sus días se suceden entre historias y más historias: aquellas que él cuenta para ganarse la vida, las que le cuenta su madre para recordar a su padre, uno de los mejores samuráis (derrotado en una batalla contra poderosos enemigos), y finalmente la historia de su vida, la pérdida de su ojo y el origen de su familia, el cual -por razones del destino- llegará a descubrir en una épica aventura. Este valiente niño posee un don mágico, heredado de su madre, a partir del cual logra que figuras realizadas a través de la técnica del origami cobren vida cuando toca el shamisen, un instrumento de cuerdas que siempre lleva consigo. Al tener que abandonar el pueblo donde vive por la amenaza de espíritus del pasado que vienen por él, iniciará un camino -el camino del héroe- en busca de una armadura y una espada, con las cuales dará pelea a enemigos demasiado íntimos. En este recorrido lo acompañan un simio (Charlize Theron) y un escarabajo (Matthew McConaughey), quienes serán parte esencial de la travesía y aportarán una cuota de humor al relato. Desde la primera escena queda claro el diseño visual imponente con el que se construyó todo el film, a través de un trabajo preciso con la técnica de animación en stop motion. La calidad visual es magnífica, la construcción de cada personaje y cada paisaje están dotados de una belleza pocas veces vista en pantalla y la propuesta en ningún momento decae (las escenas en las que Kubo da vida a los origamis son simplemente exquisitas). Otro punto que resalta, y al cual nos tiene acostumbrados la productora, es el tratamiento del guión: si bien es una película pensada para niños, aunque posiblemente los adultos lleguen a disfrutarla mucho más, no titubea al momento de tratar temas como la muerte, el más allá y la pérdida de seres queridos. A diferencia de los films de Disney o Pixar, aquí los personajes oscuros realmente lo son y aquello que debe contarse no se hace con eufemismos; este tipo de honestidad fílmica y argumental convierte a la película en una verdadera obra de arte, tanto en términos de animación como de estructura. Estamos ante una maravillosa propuesta de animación que de seguro ocupará un puesto en los premios a la excelencia cinematográfica, lo único que puede lamentarse es la reticencia de la productora en lo que respecta a las segundas partes aunque -como bien dice el protagonista- toda historia necesita un final.
Un mundo ideal. Primavera, de Santiago Giralt (Antes del Estreno, Toda la Gente Sola), se presenta como una película coral, con la familia Mutti Spinetta como protagonista y acompañada por un vasto y diverso elenco, el cual pareciera funcionar como una tribu, tanto dentro como fuera de pantalla. La historia comienza justamente en la época primaveral y concluye en Navidad, y está relatada desde el punto de vista de Ángelo, un niño poeta de once años, cuyos padres están amistosamente separados. Su madre, embarazada de otro hombre e insegura de la paternidad de la criatura, coquetea con su ex cuñado. El padre, ya declarado homosexual, recibe la propuesta de casamiento de su novio. El niño es interpretado por Ángelo Mutti Spinetta y sus padres en la vida real, Catarina Spinetta y Nahuel Mutti, hacen lo propio en la ficción. Los integrantes de la pareja, que encuentran en su separación la mejor convivencia posible, también trabajan juntos: él es director de teatro y ella produce sus obras, tanto es así que no solo se está gestando una vida por venir, sino también una obra por estrenar. Estamos ante un universo almodovariano, no sólo en cuanto a las características y el tratamiento de los personajes, sino también en lo que respecta al impecable trabajo de dirección de arte desde la escenografía y el vestuario, destacando siempre lo colorido y lo excéntrico. El niño protagonista, quien lleva adelante la historia, podría presentarse como el personaje más maduro dentro de esta “aldea”, como él llama a su familia, donde nació y donde se crió, rodeado de artistas, de gente sin prejuicios, donde el mensaje más fuerte tal vez sea que el amor puede unir y que posiblemente desde las diferencias es de donde más se pueda aprender. Como en un cuento mágico, es muy acertada la decisión de plantear el relato desde la voz de Ángelo: este mundo que construye el director se siente como una utopía; pero en cada línea argumental, en cada diálogo y en cada resolución de conflicto se aprecia el trabajo por dejar un mensaje de esperanza y de poder dar testimonio de la aceptación de las diversidades, sean de género, de ideas o de intereses. Si bien hablamos de un film con muchos personajes, el director sabe darle lugar a cada uno, es así como cada historia -por menor que sea- construye y aporta a lo que se cuenta. Cada actor se luce brillante en su rol, desde una Moria Casán muy Moria, encajando perfecto, hasta María Marull como la profesora de poesía del protagonista, en un personaje realmente entrañable. Giralt es un director fresco y se destaca el trabajo de cámara que plantea en diversas tomas secuencia, donde queda expuesto lo bien que maneja los tiempos actorales y la naturalidad que prioriza en cada cuadro; la escena de la fiesta de disfraces ejemplifica este concepto y nos recuerda de alguna manera a ciertas partes de la obra de Shakespeare Sueño de una Noche de Verano. Primavera transita por temas profundos como los vínculos, la familia, sus nuevas variantes y la búsqueda del amor en todas sus formas, pero también es una excelente comedia. Lejos de los estereotipos clásicos y del chiste fácil, no busca complacer al espectador con lo que sabe que funciona, sino que logra justamente -y sin intencionalidad alguna- destacarse por ser diferente, genuina y original.
En lo que concierne a comedias familiares, se sabe que muchas veces los adultos pueden quedar afuera del disfrute, siendo el público infantil a quien se quiere llegar con efectividad, sin embargo muchas películas han sabido lograr el equilibrio justo para dejar contentos tanto a chicos como a grandes. En el caso de "Mi papá es un gato" no lograr concretar ninguna de esas oportunidades, el film es muy aburrido y torpe para aquellos que ya han dejado la niñez y se vuelve demasiado riguroso y algo pedante en los temas que trata de abarcar, dejando a los pequeños fuera de la mayoría de los chistes que se plantean. La historia trata sobre un padre claro (interpretado por Kevin Spacey, quien más allá de sus brillantes dotes actorales, nada puede hacer para salvar el film) un hombre que solo vive para su empresa, un obsesivo de su trabajo, queriendo lograr siempre más que los demás, tiene casi descuidada a su mujer , una Jennifer Garner, quien más allá de no dar del todo con el rol de esposa de Spacey, trata de sumar algo de credibilidad a una historia que no la tiene. Este millonario ambicioso, Tom Grant, tiene una hija pequeña que lo idolatra (no está muy claro por qué) y un hijo ya adulto, de su primer matrimonio, quien trabaja con él y se somete a un destrato constante por parte de su padre. Al llegar el cumpleaños de su hija menor, el cual por supuesto es olvidado por Tom, para remediar esa situación decide comprarle el tan deseado gato que su hija le viene pidiendo en cada cumpleaños. Al llegar a la tienda de mascotas, el dueño de la misma, quien si no Christopher Walken (a quien ya habíamos visto en este papel de “redentor del protagonista“, en la película “Clik“ con Adam Sandler, solo que en esta ocasión, la oportunidad de recapacitar sobre su vida se le daba a través de un control remoto, el cual tenía la posibilidad de rebobinar o adelantar momentos de su vida). Retomando con este personaje, será Walken quien le venda un gato al papá en apuros, con una advertencia de no estar pendiente de su teléfono celular, advertencia que por supuesto Tom desecha. En constante tensión con un empleado de la empresa que intenta vender la compañía, luego de una discusión y tras una accidente algo forzada, Tom se despertará ya en el cuerpo del gato, así pasará sus días tratando de que su familia lo reconozca, hará todo los destrozos correspondientes, tomará whisky, defecará en la cartera de su ex esposa, para finalmente caer en la obviedad de la lección aprendida. Tal vez la única idea que pueda rescatarse del film, es una aproximación a un mundo laboral y económico, lleno de conflictos, presiones y gente que hará cualquier cosa por llegar más alto, temas que para un film de niños se encuentra tan fuera de lugar como Kevin Spacey en esta película.