Una comedia más y van… Ante la enorme y continua oferta de comedias norteamericanas, no sería erróneo suponer que existe en algún lugar -secreto, claro, para evitar su inmediata destrucción- una fábrica de películas, la cual de seguro cuenta con algunas máquinas preseteadas con todo aquello que no debe faltar, como por ejemplo chistes sobre sexo y alcohol, Zac Efron, cuerpos desnudos, verano, actores del momento, banda de sonido emulando un videoclip eterno, Zac Efron (para estar seguros) y no mucho más. Esta es la premisa que sigue Mike y Dave, los Busca Novias (Mike and Dave Need Wedding Dates, 2016), adaptación del libro Mike y Dave necesitan una cita para la boda, el cual cuenta la historia verdadera de estos dos hermanos, dos jóvenes adictos a las fiestas y especialistas en arruinar momentos debido al continuo descontrol en el que viven y -desde ya- a una inmadurez prolongada. Llega el casamiento de su hermana menor, y los padres les imponen a ambos el requisito de una pareja para poder asistir a la boda, con lo cual Mike (Adam Devine) y Dave (Efron) publican un anuncio buscando dos chicas que los acompañen a Hawaii, esperando poder comportarse por una vez y no ser motivo de vergüenza para su familia. Por supuesto que las mujeres que aplican son mucho peor que ellos, y fingiendo ser chicas de bien, logran seducirlos y así los cuatro emprenden el viaje hacia el evento en cuestión. En línea con lo mencionado inicialmente, los momentos de comedia -pocos y simples- obedecen a chistes demasiado básicos, se hace énfasis en todo aquello chabacano y no hay asomo de una mínima sutileza. Si bien de una comedia de este estilo no puede esperarse mucho más, la premisa argumental no es mala y el elenco elegido coincide con comediantes que han sabido lucirse en films anteriores (Anna Kendrick y Adam Devine, entre otros), pero aquí quedan atrapados en un guión que nada pide de ellos y poco deja para el disfrute. Así es como queda un híbrido que no termina de definirse entre una comedia grotesca o una comedia con mayores sutilezas y humor inteligente y sarcástico: estamos apenas ante un compendio de escenas bizarras que no logran ninguna empatía con el espectador, ni con el cine en sí.
Con motivo de la reciente muerte de su hermana, la protagonista homónima que da título al film, decide volver de Escocia hacia la estancia Los Ombúes, ubicada en las pampas argentinas. Allí viven su cuñado, su único sobrino y su concuñada, todos personajes que parecen haberse detenido en el tiempo, tras la pérdida de la mujer que unía dicha familia. Dolores llega para intentar componer no solo los lazos familiares resquebrajados, sino también la complicada situación económica que atraviesa la estancia. Con un carácter fuerte y tenaz, hará todo lo necesario para disminuir las deudas, combatir el alcoholismo en que se encuentra sumergido su cuñado, brindar un poco de alegría y juego a su sobrino y lograr una relación menos tensa con su estructurada concuñada. Situado durante la Segunda Guerra Mundial, el film se define como un correcto drama de época que oscila entre la trama bélica y la trama amorosa, ya que Dolores y su cuñado retoman una intimidad que habían dejado inconclusa mucho tiempo atrás, la cual se verá afectada cuando aparezca el tercero en discordia, un vecino de familia alemán, quien se convertirá luego en la posible salvación no solo de Dolores, sino también de los asuntos financieros. Desde el punto de la reconstrucción de época, todo es prolijo y preciso, la fotografía y arte aportan en términos de belleza y composición en cada fotograma; sin embargo puede que en muchas ocasiones la lentitud con que la historia se cuenta, termine por afectar estos puntos positivos que el film posee. En el plano actoral es donde reside el mayor problema. Dolores es interpretada por Emilia Attias, quien desde la postura y porte de una mujer de época pareciera encontrarse demasiado acartonada, como atrapada en el vestuario de época, todo se vuelve demasiado forzado, los diálogos no terminan de convencer y el tono de argentinos con origen familiar inglés parece quedar a mitad de camino en lo que se intenta contar. No obstante, cabe mencionar que en ciertas escenas la actriz logra una caracterización más acertada, con lo cual logra generar una empatía temporal con el espectador. Guillermo Pfening tampoco logra lucir los dotes actorales que ya hemos visto en films anteriores, su composición de Jack, un hombre deprimido y alcoholizado, queda por debajo de lo que un actor de su talla puede brindar. Los niños debutantes (Mateo y Felipe Flossdorf), en el papel de Harry, el sobrino, no desentonan en lo poco que el papel les demanda. En cambio, sí se destacan Mara Bestelli, como la hermana de Jack, una mujer recta, que ha hecho de esa estancia y la familia de su hermano, todo su mundo, y con la cual el atrevimiento de Dolores chocará más de una vez, y Roberto Birindelli, lleva a su personaje de alemán acaudalado, al posicionarse como lo más verosímil del film. El guión pareciera no terminar de hacer hincapié en el drama romántico que plantea, algunas decisiones de los personajes no parecen del todo creíble con la trama que se ha ido desarrollando, convirtiendo a Dolores en un correcto film de época que podría haber sido mucho más interesante de lo que finalmente es.
Cuando nos preguntábamos en que momento Disney iba a volver a sus amadas raíces, llega Mi amigo el dragón, y nos devuelve toda la magia que tanto extrañábamos de la productora del famoso ratón. Disney vuelve a ser Disney en esta bella historia y vuelve a serlo con lo que amamos y, también, con lo que odiamos. El film inicia con la clásica muerte parental, que desde el clásico Bambi, nos somete un poco al golpe bajo, cómo si no lo recordáramos termina siendo un ciervo quien se cruza en la ruta y deja sin vida a los padres de Pete, un niño de 5 años, quien se encontrará perdido en el bosque. Allí conoce a Elliot, un dragón que lejos de tener aspecto temible, parece casi un perro gigante, con un pelaje verde símil a un peluche, nos lleva inmediatamente a recordar aquel dragón de "La Historia sin fin". Asimismo, muchas de las escenas más recordadas y emblemáticas de estos film, encuentran su punto en común en el vuelo que estos dos amigos emprenden. De esta manera, Elliot adoptará a Pete y durante seis años, serán la única familia que cada uno tiene hasta que los adultos intervengan en la trama, otra línea argumental que siempre funciona en este tipo de propuestas. El bosque donde ellos viven, es cuidado por Grace (Bryce Dallas Howard, quien ya había trabajado con animales computarizados de tamaños dantescos, en Jurassic Wolrd), una mujer devota de su trabajo, pero quien de alguna manera ha perdido la fe o la magia de no creer en aquello que no. Su padre (Robert Redford) la única persona quien asegura haber visto un dragón cuando era niño, será de la partida cuando las cosas se compliquen. El papel de adulto malo, que luego por supuesto encontrará redención, es llevado a cabo por el cuñado de Grace, un talador que no sólo busca la destrucción del parque sino, al toparse con Elliot, querrá lucrar con el animal en cuestión. Como si el nombre Elliot, la relación entre un niño y un amigo en particular, no nos llevará a recordar el clásico de los 80, "Et", en las figuras de la policía y de esos adultos en pos de la caza de Elliot. El film toca la fibra de sensaciones y sentimientos de aquel extraterrestre que nos llevaba a las lágrimas al separarse de su amigo. El papel de Pete, es interpretado por Oakes Fegley, quien como el brillante actor de "El libro de la selva", con su corta edad y carrera parecen profesionales en la manera de desenvolverse en pantalla, considerando que la mayoría de sus escenas son con un coprotagonista que no se encuentra presente. Mi amigo el dragón emociona, reflexiona sobre el valor de la amistad, de la familia, la que nos toca y la que se elige y, sobre todo sobre la manera en que optamos por ver el mundo, como un lugar seguro, donde tenemos consciencia de todo aquello que pasa, donde no arriesgamos en busca de nuevas aventuras, o si tenemos suerte y sabemos mirar, tal vez podamos encontrar la magia que lleva cada uno dentro, y por qué no, hacernos amigos de un dragón. Disney, con productos de calidad en la conjugación de animación por computadora y de actores reales de precisa interpretación, nos deja volver a ser niños, a dejarnos sorprender y a volver a creer que todo puede ser posible. Valoración 9/10
Ariel Winograd, director de “Permitidos”, tiene una vasta e interesante filmografía en su haber, especialmente en el género de la comedia. Habiendo iniciado con un excelente primer corto “100 % lana” y, continuando con largometrajes que sorprendieron gratamente en el manejo del humor y el trabajo preciso del guión, tales como su ópera prima “Cara de queso”, “Mi primera boda”, “Vino para robar” y “Sin hijos”. Teniendo en cuenta este curriculum fílmico, la apuesta por el disfrute de su última película no debía fallar, más aún contando con un dúo protagónico como Lali Espósito y Martín Piroyansky. Sin embargo y a pesar de la frescura y talento de los jóvenes actores, la película cae en lugares comunes, en un guión que abusa de las malas palabras como si pareciera carta segura para la risa del público, en homenajes que bordean la copia (demasiadas similitudes en escenas que refieren a clásicos de la comedia americana e inglesa) y sucede lo peor que puede pasarle a una historia, ser completamente inverosímil, aún sabiéndose ficción. El argumento cuenta sobre Camila y Mateo, una pareja en instancias de comenzar a vivir juntos, completamente enamorados, tiernos el uno con el otro, en el decir y en el hacer, hasta que un hecho externo pareciera destruir así sin más todo ese supuesto amor por el otro. En una salida con una pareja amiga, Rama y Paula (Gastón Cocchiarale y Ana Pauls), luego de ver una película donde ya la crisis de pareja se muestra como adelanto de lo que vamos a ver en nuestros protagonistas, los cuatro amigos charlan sobre una de las actrices en cuestión del film, Liz Solari, y surge el tema de “el permitido“, que ya se había explayado en un genial capítulo de la recordada serie “Friends“, donde uno de sus protagonistas, incluso llegaba a plastificar una lista con sus famosas permitidas, esto funciona así si tu permitido/a accede a tener una relación, no cuenta como infidelidad hacia tu pareja, justamente por estar permitido. Ahora bien, como idea disparador puede funcionar para una comedia liviana que no busca más que entretener. No obstante, desde los títulos ya sabemos que vamos a asistir a algunos absurdos, e incluso a una burla de chiclés de este tipo de comedias. El problema se suscita cuando no se termina de definir la postura del film, e incluso sabiendo del absurdo, se llega a un extremo de situaciones inverosímiles que atentan contra el fluir del relato. En referencia a los actores, todos están correctos, entre ellos destaca Espósito con la espontaneidad que suele tener; en cambio, a Piroyansky lo vemos repetido y sin lucirse. El hecho de un guión algo flojo y rebalsado de cameos y canjes que pueden llegar a darnos la idea de asistir a un gran comercial insertado en una película, termina por dar un resultado muy por debajo de lo que se esperaba de un gran director como lo es Winograd. Por otro lado, el desenlace se ocupa de la crisis de la pareja, cuando Mateo logra conquistar a su permitido y, a su vez, Camila de manera algo torpe y casual, logra lo mismo con Joaquín (un Benjamín Vicuña demasiado ridiculizado). Los estereotipos de la chica excedida en peso como presidenta de un fans club, la inteligencia cool y ficticia de quienes trabajan en agencias de publicidad (ámbito donde trabaja Mateo junto a su amigo Rama), el pibe chorro que es líder de una banda de cumbia son todos puntos que restan en una comedia que no logra su cometido y se excede demasiado en duración de metraje y en segundas líneas de argumento que ralentizan y distraen de la historia principal. Está presente la inspiración del director en la comedia americana, sin embargo teniendo en cuenta todo lo filmado hasta aquí, pareciera que Winograd logra mayor eficacia en un cine más íntimo o personal, de hecho “Cara de queso“ y “Mi primera boda“ tuvieron su origen en situaciones personales del director y, su resultado en calidad de comedia es mucho mayor a la tan esperada Permitidos.
La remake de la famosa película de 1984 “Cazafantasmas“ llega a su estreno con un debate decidido y dividido entre fanáticos iracundos y defensores de lo que fue una película emblemática de los años 80, y aquellos que sin tanto prejuicio de por medio encuentran en esta nueva entrega, una excelente oportunidad para disfrutar los aventuras de un grupo de cazafantasmas, esta vez en versión femenina. Convirtiéndose en el tráiler con mayor dedos hacia abajo en la historia de youtube, aún no es posible saber de que lado de la balanza será recordada esta película, pero si algo es claro, no pasará desapercibida en las taquillas, de índole nacional e internacional, porque todos querrán ser portadores de las herramientas precisas, ya sea para defenestrarla o vanagloriarla. En referencia a esa balanza, del lado negativo podemos dar cuenta que pierde su grado de originalidad y novedad con su predecesora, y que el nivel de comicidad que se ofrece, obedece al humor rápido, al chiste concreto que busca la risa fácil, a diferencia de la original, la cual llevaba adelante un humor basado en la ironía y el sarcasmo. Pero no todo se tiñe de defectos, de hecho todo lo que tiene de interesante este film, lo convierte en una excelente opción de comedia ligera para el disfrute del público. Un punto a favor es quien está a cargo de la dirección del film, Paul Feig, maestro de la comedia con títulos como Spy, Bride Maids y The Heat, entre otras, respaldan un manejo preciso del humor, especialmente del humor femenino, dado que en todas las mencionadas, son mujeres las que llevan adelante la historia y en todas lo hacen de manera impecable. Feig conoce el paño, conoce sobre todo a dos de las actrices que lideran este grupo de cuatro mujeres comprometidas con la causa de salvar a New York, de los ataques fantasmales, tanto Melissa McCarthy como Kristen Wiig, ya han sido dirigidas por él, y poseen una química en su dupla y una energía propia que lleva a buen puerto cada escena de comicidad compartida. Aportan y mucho el resto del elenco femenino, Kate McKinnon como una científica algo desquiciada, la cual aporta las partes de humor más frescas, y la comediante Leslie Jones, quien de a poco va tomando protagonismo, convirtiéndose en una cazantasmas más. El rol masculino, por ironía del destino o por decisión para subrayar más aún esta decisión de darle más peso al rol femenino, queda algo relegado con un Chris Hemsworth (Thor y Los Vengadores), quien pareciera tener un rol algo forzado y desencajado dentro de esta historia. Por supuesto los cameos están para aquellos fanáticos, quienes al menos desean ver por unos segundos a los protagonistas de la saga original, aunque el tiempo y el papel que se les da, posiblemente enfurezca más a dichos fanáticos. La historia triunfa en entretener, en el correcto uso de efectos especiales sin sobrepasarse en su uso, y en un relato con ritmo que se mantiene desde el inicio hasta el final, así que ya saben, si de fantasmas se trata, ¿a quién van a llamar?
La vida después de nosotros. Yo antes de ti (Me Before You, 2016) es la adaptación cinematográfica de la novela homónima escrita en 2012 por la autora británica Jojo Moyes, un libro que ha sido best seller, vendiendo más de tres millones de copias en todo el mundo, y que ha cosechado infinidad de fanáticos, en su mayoría del sexo femenino. La historia se centra en Will Traynor (Sam Claflin), un ex bancario londinense, practicante de todos los deportes extremos posibles y proveniente de una familia acomodada, el cual ha sufrido un accidente que lo ha dejado paralizado del cuello hacia abajo. Ante la necesidad de una enfermera para Will, la madre del joven contrata a Lou Clark (Emilia Clarke), una entusiasta de la vida y con muy poca noción de la moda (expresada en su particular vestimenta), quien acepta el trabajo para poder ayudar económicamente a su familia. Por supuesto que para seguir la línea que todo drama romántico respeta, el factor “chico rico-chica pobre” no ha sido dejado de lado, dotando de un tono agridulce y algo predecible al relato en cuestión. Decidido a dar fin a su vida, Will se muestra en principio reacio a su nueva enfermera, pero Lou -mediante los méritos de su personalidad histriónica- llevará a cabo todo tipo de actividades para devolverle las ganas de vivir, disfrutar y valorar cada experiencia, más allá de su condición física. Todo aquello que demanda un film de características entre el romance y el drama, es cumplido a la perfección porque la pareja funciona, aunque quizás un poco más de química hubiese dotado de una mayor credibilidad a ciertas escenas. Las canciones de amor acompañan y sostienen la premisa que se dejó ver en los muchos avances de la película: el amor a pesar de todo, ¿qué hacer cuando aparece alguien que cambia todo tu mundo y convicciones, cómo ser feliz cuando la persona que amas te pide algo que destrozará tu vida por completo? Estas preguntas encuentran su respuesta en el final del film, el cual a todos los seguidores del libro los dejará más que complacidos. Para aquellos que tengan un paladar algo más fino, en cuanto a historias de amor se trata, la experiencia sin duda sabrá a poco.
Existen películas de visión necesaria y fundamental, aquellas de rasgos de denuncia y compromiso, las cuales nos incitan a salir del lugar cómodo de nuestra butaca, porque la propia incomodidad que nos genera lo visto en pantalla se impone y nos invade la retina y el pensamiento. Eso mismo sucede con la película de Andrea Testa "Pibe Chorro", un documental que sale de los cánones propios del género, y aborda de lleno el estigma declarado por la sociedad misma, acerca de aquellos pibes, los cuales carentes de oportunidades, con un mundo reducido a lo poco y necesario, quedan catalogados y marginados con el famoso mote de "pibe chorro". Un ensayo soberbio sobre lo que todos sabemos, o deberíamos saber, el cual plasma de manera concisa y directa todas esas injusticias que quedan en silencio, que se esconden allá en el conurbano, de hecho queda claro la visión de la directora con una toma aérea donde un muro divide todas esas viviendas humildes donde se despliega la pobreza y del otro lado las impolutas casas con piletas de una clase de recursos y privilegios mayores. Testa , quien es codirectora de La larga noche de Francisco Sanctis, película de ficción premiada en el BAFICI y seleccionada para el Festival de Cannes, estaba realizando un trabajo de investigación en un barrio cercano a una de las villas en La Matanza, cuando Gaby, uno de los chicos que participaba del documental, fue asesinado. Y es Gabi, aquel chico a quien primero conocemos a través de un dibujo, una manera más de inmortalizarlo, quien se convierte en el eje de este relato, su situación ante las desventajas que la vida le presentó, el contexto donde vive y las decisiones que toma para no convertirse justamente en lo que el título de la película sugiere, y aún así Gaby, cae víctima de un sistema que no parece tener un lugar para estos chicos, incluso cuando ellos hagan todo lo posible para forjarse un futuro mejor. El film distribuye su estructura con imágenes fuera de foco de aquellas opiniones de personas que parecieran no tener muy en claro la actualidad que los rodea, con entrevistas a personas que trabajan por aquellos de bajos recursos, e imágenes propias del documental en sí de los chicos de la villa y de las actividades que llevan a cabo. Otro detalle genuino es la participación de diversas personas que aportan cada uno desde lo suyo, la voz de lo que a veces pareciera no escucharse, entre ellos del poeta y dramaturgo Vicente Zito Lema; la psicóloga social Silvia Viñas, docente de la Cátedra Libre de Derechos Humanos y Coordinadora General de Barrilete Cultural; la socióloga Ana Laura López, docente de la Cátedra Libre de Derechos Humanos; el abogado Gustavo Gallo, defensor de niños, niñas y adolescentes; la militante político-social Mecha Martínez; y Damián Quilici, artista vinculado al stand up, la filosofía villera y la cumbia. La crudeza de las palabras del poeta quedarán sonando por un tiempo, la sensación de aquellos chicos que nacen muertos solo porque en la vida ya no pueden ser nadie, no se los reconoce, no se los ve, se los mata y se los olvida, y es ahí donde reside el mayor valor de esta película, en la intimidad de lo que cuenta, lo urgente que se vuelve su visión y su debate posterior, "Pibe chorro" merece un lugar en las carteleras del cine nacional e internacional, en las escuelas privadas y públicas, en los televisores ávidos de historias que cuenten y no que entretengan, y sobre todo merece un lugar en esta sociedad indiferente, y si bien la sensación al finalizar el relato es de una angustia visceral, queda entonces una esperanza por lo bajo, porque esto debe contarse, debe saberse y debe sin duda alguna, terminarse. "La cárcel es para los pobres", están atestadas de gente de bajo recurso, que no puede regenerarse porque no conoce ni dentro ni fuera de ellas otra realidad, pero hay una luz sin cuando el cine funciona como exponente de lo que pasa y cuando el público acompaña, y al incomodarse piensa, se compromete y actúa, por esta y otras tantas razones una película como "Pibe Chorro" es digna de celebrarse.
Donde viven los monstruos. La directora y actriz Jodie Foster había comenzado un camino brillante en la dirección de largometrajes, ofreciendo calidad tanto en la trama como en el tratamiento estético de los relatos que presentaba. Películas como Mentes que Brillan (Little Man Tate, 1991) y La Doble Vida de Walter (The Beaver, 2011) denotaban una mirada sensible, donde la historia destacaba, las actuaciones eran precisas y la dirección se hacía presente en cada decisión tomada. Ahora bien, llega El Maestro del Dinero (Money Monster, 2016) y todas esas cualidades caen en picada: estamos ante una película impersonal, sostenida por un guión que ya hemos visto tantísimas veces y con actuaciones leves de George Clooney y Julia Roberts, quienes ya han perdido un poco la versatilidad (un poco bastante, posiblemente). De cualquier manera, es menester decir que sus personajes son chatos y algo ridículos, con lo cual no recae en ellos la totalidad de la culpa por tan liviana película. Clooney interpreta a Lee Gates, una estrella de televisión cuyo programa trata sobre inversiones monetarias. Entre bailes inentendibles y sombreros ridículos, Gates aconseja a sus televidentes sobre las acciones de la bolsa. Roberts interpreta a Patty Fenn, la directora del show televisivo y amiga personal de su conductor. En un programa especial, dado que las acciones de una compañía que Gates había recomendado caen estrepitosamente, irrumpe en los estudios uno de los afectados por dicha sugerencia, y todo se vuelve un cúmulo de escenas de poca monta. Ya hemos visto esto infinidad de veces, la pobre víctima en busca de revancha, quien finalmente logrará su cometido a un precio demasiado alto. Hablamos del proceso en convertirse en héroe por parte del personaje de Clooney, el cual no posee peso dramático, ya que inicia el film como un soberbio a quien parece no importarle nada más que él mismo y lo termina como el “salvador del pueblo”. Todo ocurre sin ningún sentido lógico ni interpretativo y vuelve a ponerse manifiesto el torpe papel de los policías estadounidenses, quienes cada vez que participan se equivocan. Además se crea un inverosímil periodístico: un día un equipo, no de periodistas sino de productores y asistentes de piso, resuelven un fraude gigantesco. Y entonces nada cierra, el guión sigue lineal y nunca sorprende, y con mucha dificultad llega a entretener. La premisa del film se deja ver en sus afiches, sobre una franja roja en la cual se lee “la verdad mata”, pero la realidad es que películas como estas matan al cine porque no suman desde ningún punto: la historia no aporta nada, no conecta con el espectador y ahí es donde el cine se muere de a poco, al dejar lugar a estas películas que se sostienen por el nombre de sus actores y -en este caso- de su directora, quitándole el espacio a films que apuestan por salir del lugar cómodo de hacer por hacer, de contar por contar.
Un espejo con dos caras. Luego de la fallida Alicia en el País de las Maravillas, dirigida por un Tim Burton, desentendido de su esencia y de su peculiar y brillante visión cinematográfica, llega la secuela Alicia a Través del Espejo, en este caso dirigida por James Bobin (Los Muppets), corriendo una suerte similar a su antecesora. Basada en el poderoso libro de Lewis Carroll, el film se aleja un poco de la columna vertebral que sostenía el texto, una partida de ajedrez más que interesante, la cual en esta entrega solo se presenta en la escena inicial donde Alicia se sumerge nuevamente en el País de las Maravillas para cumplir una nueva misión. Luego de recorrer los mares en el barco Wonder, Alicia regresa a su casa y junto a su madre asistirán a una fiesta en la mansión de Lord Ascot, aquel desagradable muchacho que le había propuesto casamiento anteriormente. En esta ocasión, apremios económicos presionan a Alicia a tener que vender su barco y dedicarse a trabajar en la empresa del nefasto Ascot. Algo imposible de imaginar para una persona que insiste con pensar seis cosas imposibles antes del desayuno y a quien solo le interesa vivir una vida embebida en imaginación y maravillas. Como no podía ser de otra manera, se encuentra con Absolem, ahora convertida en una mariposa bellísima, quien la guía hacia un espejo mágico, el cual será el acceso directo para volver a Wonderland, donde se encontrará con todos sus viejos amigos, el Conejo Blanco, el Gato Sonriente, Lirón, la Liebre, los Tweedles, la Reina Mirana y el Sombrerero Loco (quien, en esta oportunidad, ha perdido toda su locura y alegría). Y aquí es donde la historia da un giro que nada tiene que ver con el libro del cual toma su nombre, y todo se convierte en un viaje demasiado fugaz y con poco sustento dramático. El Sombrerero está convencido de que su familia está viva y Alicia será la única que crea que esto es posible, por lo que deberá viajar a la fortaleza donde vive “El Tiempo“, una persona mitad humano mitad reloj (interpretado por Sacha Baron Cohen), dueño de la cronosfera, un artilugio que permite viajar en el tiempo, el cual Alicia deberá robar para dar inicio a su viaje al pasado. Allí también volverá a encontrarse con su supuesta enemiga, la Reina Roja, nuevamente interpretada por Helena Bonham Carter, quien en esta ocasión parece ser un personaje más de relleno para lo que la historia quiere contar, y su línea argumental resulta demasiada forzada (al igual que su desenlace). Desde allí todo se reducirá a una vuelta de tuerca a otra anterior, a algunos chistes repetidos sobre el paso del tiempo -o la carrera contra el tiempo- que no alcanzan para sugerir esbozo de sonrisa, y al cliché ya utilizado/ desgastado por el cine sobre la idea de que volver el tiempo atrás solo puede traer nuevos inconvenientes y que por más que lo intentemos el pasado no puede modificarse, convirtiendo algunas escenas en metáforas y moralejas pobres que bordean lo ridículo. Las actuaciones de todo el reparto en general son buenas, pero más que nada debido a que no se les plantea a los actores en ningún momento un desafío interpretativo que implique un trabajo preciso; cabe mencionar que en esta entrega el personaje del Sombrerero (interpretado por Johnny Depp) parece ya una caricatura y pierde la originalidad que poseía en la primera entrega de Alicia. Lo que si mejoró y mucho, entre ambas películas, es la calidad de los efectos visuales: no cabe duda que el trabajo de producción es magnífico y cada escena es un deleite visual cuando de deslumbrar se trata, el infortunio de esta mejora es que paralelamente remarca que el film brilla de manera visual en lo que palidece en términos de argumento. Existe una coherencia estética que se mantiene en ambas entregas, incluso podría pensarse en un mismo director dirigiendo ambas, porque no existe nada significativo que destaque la mano de un nuevo director a cargo. Se brinda un espectáculo en líneas generales entretenido aunque excedido en duración, no obstante aquello que se vuelve casi imperdonable es que, luego de ser testigo del flamante viaje de Alicia una y otra vez al pasado, el final del film nos encuentra casi en el mismo lugar en que iniciamos: no hay un crecimiento de los personajes, un aprendizaje que haya valido la pena, y el correrse tanto del origen literario resulta ser una muy mala decisión. Siguiendo el interés por nunca renunciar a los imposibles, por mantener la magia en cada situación que la vida nos presente, Alicia a Través del Espejo se resume en una infinidad de buenas intenciones que no logran dar con un resultado óptimo, al nivel del magistral texto escrito por Carroll.
Un hilo que enreda. El Hilo Rojo nos reenvía hacia distintos tópicos. En primer lugar, a su origen oriental, el cual refiere a la leyenda que conecta a aquellos que están destinados a encontrarse, sin importar tiempo, lugar o circunstancias. El hilo se puede estirar o contraer, pero nunca romper. Por otro lado, han desbordado las preguntas a los protagonistas de la película homónima, acerca de si esta leyenda -que se traduce en Occidente como el encuentro de dos almas gemelas- les ha ocurrido a ellos, fuera de lo recreado en pantalla. Y en tercer lugar, tenemos el estreno de la obra resultante, inspirada en esta leyenda y con dos protagonistas que efectivamente han traspasado el amor de pantalla a la realidad. Este último ítem es el que realmente importa a la hora de hablar de este “hilo rojo”. Benjamín Vicuña interpreta a Manuel, un enólogo chileno que conoce a Abril (María Eugenia “China” Suárez), una bella azafata: ambos cruzan miradas en la previa a un vuelo que los volverá a reunir y comparten un momento que los conecta. Vale la pena mencionar que la película brinda un abanico generoso de dispositivos tecnológicos para conectar con el otro; esto quizás choca un poco con la leyenda oriental, en la que predomina la idea de “conectar” desde una dimensión más humana. En el momento que comparten los protagonistas, ambos escuchan una canción de Amy Winehouse (You Know I’m no Good, “Sabes que no soy bueno”, la cual será el leitmotiv de la película, interpretada luego en un cover por Suárez). Ahora bien, en ese instante el flechazo mutuo se materializa, no pueden dejar de mirarse y sonreír. Esta fuerte atracción seguirá su curso allá por las nubes, paradójicamente donde uno se desconecta de todo. Las vueltas del destino, o del hilo en cuestión, los separan cuando llegan a destino, un suceso en migraciones -que no queda muy claro- hace que no puedan seguir lo que iniciaron y ambos parten cada uno por su lado, dejando de manera inconclusa esta historia que acababa de comenzar. Luego de siete años, vuelven a encontrarse en la idílica ciudad de Cartagena, donde el deseo y el amor no pueden contenerse más, solo que en esta realidad ambos están en pareja y con hijos, entonces quedan de manifiesto los dos caminos a seguir: no continuar con la pasión que los embarga y dejar pasar la oportunidad de encontrar el amor verdadero, o “soltar” la vida que llevan construida con sus actuales parejas y arriesgar todo por la posibilidad de vivir un amor pleno junto a su alma gemela. La película oscila entre un puñado de decisiones correctas por parte de la directora Daniela Goggi (quien ya había dirigido a Suárez en Abzurdah, una película con mucho más contenido que la actual) y algunas fallas que presenta el guión; lo verosímil queda muy cerca del límite con el ridículo en algunas situaciones y ciertas escenas parecen demasiado forzadas. Acuña no desentona como casi siempre, pero tampoco deja algo que nos pueda sorprender o emocionar, todo es muy lineal; en cambio Suárez -que posee un rostro que se adueña completamente de la pantalla- logra una versatilidad que ya había demostrado en su película anterior y salva en varias ocasiones una historia que no termina de convencer. En línea con lo actoral, los personajes secundarios acompañan en el tono de drama romántico que se busca. Guillermina Valdés y Hugo Silva (esposa y marido engañados por la pareja protagónica) explicitan dos maneras distintas de reaccionar ante la infidelidad. Y por su parte Leticia Siciliani, como la amiga de Abril, pone la cuota de humor y funciona también como una proyección de aquello que a su amiga le cuesta tanto decidir, o permitirse vivir. No hay nada novedoso en el film: sobre el amor y la infidelidad se han contado infinidad de historias, seguramente con personajes mucho mejor construidos y líneas argumentales más complejas. Aun así, se logra cierta empatía con una historia pequeña sobre las segundas oportunidades, sobre la posibilidad de amar a más de una persona a la vez y sobre el miedo de abandonar el lugar seguro donde nuestra vida transcurre sin sobresaltos pero también sin sorpresas. La clave puede que esté en seguir ese hilo rojo hasta la persona correcta, sin terminar completamente enredado.