Una entrevista de tv nos transporta al año 2004. Movimiento, policías y dos jóvenes que son entrevistados. Dos adolescentes que narran con dolor y shock lo sucedido en su escuela. Implosión, de Javier Van De Couter, nos pone en contexto: la masacre escolar sucedida en Carmen de Patagones. Donde un alumno de 15 años disparó a mansalva con la pistola de su padre a sus compañeros de aula, provocando la muerte de tres de ellos, e hiriendo a otros cinco. Pablo y Rodrigo son dos de los sobrevivientes de esta tragedia, quince años después siguen siendo amigos. Ellos se juntan, toman cerveza, también cazan… De pronto se enteran que su agresor, el responsable del tiroteo, salió en libertad, por lo que deciden emprender un viaje para ir a buscarlo. Un viaje rumbo al norte, entre La Plata y Ensenada. Una verdadera road movie emocional, donde una cámara íntima (hay mucho primer plano), va registrando los estados de ánimo de ambos. Un viaje hacia la liberación, hacía la elaboración de un duelo tardío, tal vez de sentimientos negados, que se abre paso en esa búsqueda del culpable. O en el encuentro fortuito de con un grupo de adolescentes, que con una mirada desprejuiciada y solo acompañando, logran que Pablo y Rodrigo implosionen. Cabe señalar que los protagonistas son los verdaderos sobrevivientes de esta masacre, lo que hace que ese dolor impalpable traspase la pantalla. Un dolor con huellas físicas, también reflexivo, en donde se pone en juego una reconstrucción alternativa, ficcional del duelo. A veces la revancha no es un buen camino, pero su impulso sirve para cerrar viejas heridas, para regresar a casa con algo de paz.
El eco de tu voz. Estamos ante la adaptación a la pantalla grande de El cuchillo en la mano, el primer libro que forma parte de una trilogía distópica escrita por Patrick Ness, quien también intervino en el guion. Dirigida por Doug Liman, la película está protagonizada nada menos que por nuestro adorable Spider-Man, Tom Holland y Daisy Ridley (quien interpreta a Rey Skywalker en Star Wars). O sea, hay equipo en cuanto actores juveniles se refiere. Una historia de ciencia ficción que se ubica en el año 2257, en un planeta alienígena habitado por terrestres, más precisamente en la comunidad de Prentisstown. Una comunidad en la que curiosamente solo hay hombres, dado que un germen mató a todas las mujeres y creó “el ruido”. Una condición en la que se pueden escuchar los pensamientos de los demás. En este contexto, el inquieto Todd Hewitt es el único joven del lugar. Pero la tranquilidad del pueblo se perturba cuando cae una nave del espacio exterior, teniendo como única sobreviviente a Viola, una mujer. Con la particularidad de que a ella no le pueden leer los pensamientos. A partir de aquí se desata una especie de “road western”, en donde Todd tendrá la misión de acompañar a Viola a que encuentre un lugar para que se pueda comunicar con los suyos. Un viaje revelador para el joven, ya que saldrá de la “caverna platónica” en la que estaba encerrado, para descubrir otra realidad. Caos: el inicio es una película correcta. El ritmo fluye, se genera interés por la historia también pretende un dejo de épica. La naturaleza y la tecnología se fusionan para abrir paso a conflictos personales, emocionales y sociales. Para cuestionar una sociedad dominada por un encantador de serpientes, el alcalde Prentiss (magnífico Mads Mikkelsen), que tiene una forma malsana de ejercer poder. Quizá tantos pensamientos verbalizados, acompañados por una música solemne, generen algo de confusión. O al presentar este nuevo universo colmado de elementos, se descuide la química y las motivaciones de los protagonistas. Sí, falta más pasión y palpitar más aventura, pero está bien narrada… ¿alcanza?
Políticamente in(correcta). Tacones, ropa ajustada y sensual, labios rojos como una fresa… así se prepara Cassie (la inigualable Carey Mulligan) para hacer “caer” a su próxima presa masculina. Y siempre alguien cae en la trampa. Es que la cinta, entre otras cosas, refleja como las construcciones simbólicas de una sociedad patriarcal siguen más arraigadas y vigentes que nunca. Y no me vengan con que esto está cambiando, porque todavía queda mucho camino por transitar. Sí, la cinta es polémica y audaz. Juega al límite no solo con lo ideológico, sino también desde lo genérico. Comedia negra, drama, suspenso, también hay romance, atraviesa varios estados sostenida por la historia de Cassie. Una chica hermosa y simple, que trabaja en una cafetería pequeña. Una mujer que parece no tener ambición, pero pronto nos daremos cuenta que hay un pasado punzante detrás. Cassie fue una excelente estudiante de medicina. Cassie es muy inteligente, pero el padecer un suceso traumático relacionado con su mejor amiga, hizo que su vida se desmorone. Ahora solo está enfocada en reparar ese dolor agudo a través, quizá, de la venganza. Cassie sale por las noches a los bares, simula estar borracha, hasta que algún hombre dispuesto a sobrepasarse debido a su estado vulnerable, cae en sus redes. Y allí acciona, enfrentándolo. La cinta tiene buen timing, los climas cambian orgánicamente generando todo tipo de emociones en el espectador. Podemos reírnos, angustiarnos, hasta sentir impotencia. Sí, hay situaciones muy subrayadas, así como los colores pasteles que predominan en la película, se contradicen con el accionar y las turbaciones de la protagonista. No hay nada claro y perfecto, hay mucha rabia y sufrimiento contenidos. También una iconografía (irónica) de santa, que acompaña a nuestra heroína pop durante toda la película. Hermosa Venganza, va ser sometida a múltiples miradas por como aborda un tema muy delicado y vigente como el de la naturalización del abuso. “Ella lo provocó”, “Siempre fue de pollera floja”, “Si está borracha que se la aguante”… todas estas frases van a hacer eco en tu cabeza. Se valoriza que la película visibilice el problema sin banalizarlo, porque aunque parezca grotesco, expresiones como estas se escuchan con más frecuencia de lo que muchos creen. Es momento de cambiar, de cambiar paradigmas y estructuras sociales arcaicas… es el momento. Y aguante Carey Mulligan (porque se nos da la gana).
Lucha de gigantes. “Un duelo salvaje advierte lo cerca que ando de entrar, en un mundo descomunal”… dice la canción de Nacha Pop, y no justamente para referirse a los gigantes más terribles del cine, Godzilla vs. Kong. Pero su poesía para describir un mundo de sentimientos íntimos, bien se emparenta (literalmente) con el enfrentamiento del dulce de Kong y el radioactivo de Godzilla. La adjetivación de los titanes nos da una pista para cuál de los se inclina un poco más la balanza en la cinta de Adam Wingard. El encuentro, sin dudas, es uno de los más esperados del año. Aquí, King Kong se encuentra contenido en un mega hábitat diseñado para su supervivencia, pero el instinto es más fuerte y se da cuenta de que ese no es su hogar. Godzilla vaga por las profundidades del océano, hasta que de un momento a otro, decide atacar a los humanos. Por lo que en una investigación secreta que avala la famosa teoría de la tierra hueca (que se menciona en Kong: Isla Calavera), con la intención de detener los ataques del mega lagarto, deciden llevar al simio al que se supone es su verdadero hogar, donde están sus orígenes. Pero claro que hay otros intereses corporativos detrás. No desesperen, que las batallas entre los titanes son varias y espectaculares. La música y los fx disponen a la perfección el escenario para que estos se enfrenten. Piña va piña viene, los muchachos nos entretienen. En las peleas hay vértigo y una dosis de acción legendaria y embriagadora. En este aspecto, pulgar para arriba para Wingard. También tenemos dos tramas paralelas en la película, relativas a los humanos. Esta el team Kong, con la doctora Ilene Andrews (Rebecca Hall) de Monarca y la pequeña Jia (Kaylee Hottle); y al team Godzilla, con Madison Russell (si, nuestra Millie Bobby Brown), a la cabeza. Sin dudas es aquí donde flaquea la película, en el tratamiento de personajes sin demasiado relieve, y que no toman las mejores decisiones ni las más inteligentes. Se descuida este aspecto, poniendo todo el peso protagónico en la acción entre los monstruos. Dos kaijus alfas con una historia y tanta mística que emocionan de solo verlos en la pantalla, enfrentados, heridos, derrotados o también ayudándose. Por este motivo perdonamos una trama inverosímil, porque en las peleas la épica se palpita. Godzilla y Kong dejan todo en la cancha, van desde los puños a utilizar recursos como el aliento atómico y el hacha poderosa. La contienda más esperada del año no defrauda, solo resta disfrutar y elegir que lado estás.
Pop y empoderada Tras un año convulsionado y con altas expectativas por el estreno de la nueva entrega de Wonder Woman, finalmente tuvo su debut vía streaming y también en cines (en los lugares que ya se encuentran habilitados). La princesa Diana retorna con una nueva aventura, esta vez ambientada en los años 80´, en Estados Unidos, en plena guerra fría; y claro que repitiendo fórmula con Gal Gadot como la superheroína de DC, y Patty Jenkins al mando de la dirección. Una película con una mirada muy femenina, aunque no ahonde demasiado en cuestiones feministas, más enfocada en la acción, el romance y el melodrama. Aquí la amazona, quien trabaja como antropóloga en el museo Smithsoniano y vaga sin rumbo un tanto anclada en su pasado, siempre recordando al gran amor de su vida, Steve Trevor (Chris Pine); conoce a Barbara Minerva (Kristen Wiig), una tímida y “freak” compañera de trabajo con quien deberá catalogar los objetos, debido a un robo, de una casa de antigüedades. He de aquí, que entre ellos se encuentra una piedra con grabados en latín, que a simple vista parece no tener valor, pero que culmina siendo una gema antiquísima que concede deseos. Y así comienza el despelote, todos en broma piden deseos y se cumplen. Diana desea que regrese Steve, Barbara quiere ser como Diana, segura y autodeterminada, y entra en juego el mandaloriano Pedro Pascal, como Max Lord, un empresario frustrado, que sabe de los beneficios de la gema y abusará de los mismos creando una desestabilización a nivel mundial. La cinta es ochentosa en todo sentido, desde su estética pop y colorida, hasta su estructura narrativa, un tanto sobrecargada (con fallas de guion incluidas), con personajes estereotipados y exagerados. Todo excesivo como era esta época. En medio de un conflicto tan maniqueísta como la Guerra Fría, no podía ser de otro modo. Una época también contradictoria que va desde pasiones intensas hasta reflejar la superficialidad de los elementos de la cultura de masas. O sea, no es la típica cinta de superhéroes, es como una vuelta de tuerca a una soap opera con la diferencia de aquí las mujeres comienzan a ser protagonistas. Tenemos una gran historia de amor, la ambición sin limites personificada en Max Lord (aquí el sesgo social más crítico), y el devenir de una ¿futura villana? hablamos de una Cheetah cegada por la envidia, en pos a un pasado traumático. Claramente en los tres protagonistas vemos tres formas de ejercer el poder. Desde un poder legítimo hasta el coercitivo, sea de forma personal o impersonal, y se intenta hacer una especie de reflexión sobre cómo estos se utilizan. Mas allá de la artificialidad del relato, la exacerbación de los efectos especiales y una narración que saltea etapas y da las cosas por sentado a un ritmo vertiginoso, la película no deja de ser disfrutable. Se sale de la épica y la solemnidad del superhéroe, para ubicarse en un terreno (dentro de la fantasía que lo caracteriza) más emocional y cotidiano. La empatía vibra en el aire, esperamos que esta persista y que se acentué lo formal en la ya anunciada tercera entrega.
Alicia y un día de maravillas. La apertura de los cines en medio de la pandemia, nos trae el primer estreno argentino, La Noche Mágica. La ópera prima de Gastón Portal, que cuenta con un gran elenco, entre ellos Natalia Oreiro, Diego Peretti, Pablo Rago, Esteban Bigliardi, y el debut de la pequeña Isabela Palópoli. Y que nos ofrece una experiencia coral, en cuanto a género se refiere, porque atravesamos por varios: desde la comedia navideña de humor negro, pasando por el absurdo, para desembocar en un verdadero drama. La historia se concentra en una casona de clase alta situada en el barrio de San Isidro, cuando un ladrón entra a robar en plena Nochebuena. Allí se encontrará con una escena inesperada, a la dueña de la casa (Kira) con su amante (Cachete), quien sale disparado al balcón cuando escucha que llega el automóvil del marido de Kira (Juan), y también su amigo. Al toparse con el caco (Nicola) desnudo y en el exterior, este lo obligará a entrar juntos a la habitación. A partir de aquí nos embarcaremos en un verdadero trip emocional. Lo que comienza como una comedia ligera, de situación, gradualmente se va enturbiando al ir cambiando de matices la narración y también los personajes. Por ejemplo, Nicola puede a llegar a parecer un ladrón inofensivo, a no sentir remordimientos si tiene que matar; convertirse en una especie de gurú vengador; o en un Papa Noel que concede deseos, cuando descubre que en la casa también se encuentra la pequeña Alicia (¿alusión a la famosa novela de Lewis Caroll?), la hija de Kira y Juan. Una noche que se convertirá en una verdadera pesadilla, más que por el robo en sí, porque saldrán a la luz los secretos más turbios de esta familia. Sin dudas el director nos quiere mostrar un Nicola empático, desde el momento en que a la empleada que casi mata la convierte en un zombie, o cuando le otorga el don de redentor. Si ponemos atención en ciertos indicios que va planteando esta historia, que de la comedia, el humor negro y el límite con el absurdo, muta a un thriller tenso y dramático, no nos debería asombrar la sorpresa final. Una vuelta de tuerca que aborda un tema demasiado delicado, justamente para ser un giro argumental intempestivo. Estamos ante una película que desconcierta e incómoda al espectador por la cantidad exacerbada de recursos utilizados. Recursos que sirven para manipular una narración (tanto para hacernos reír como para estrujarnos el corazón), que no logra encontrar su equilibrio. Lo momentos más logrados sin dudas son los de la interacción ente Nicola y la pequeña Alicia, pero claro que la cinta aborda mucho más que esta instancia. “El que mucho abarca, poco aprieta”, dice el famoso refrán que aquí se aplica a regla.
Manifiesto fractal Señor@s, estamos ante una película de Nolan. Una película compleja, barroca, fractal, donde no importa demasiado la trama sino las formas. En rasgos generales podríamos decir que hay espías, varios espías, un dejo noir y un plan terrorista macabro donde las armas físicas pierden interés para abrir paso a una más existencial: la manipulación del tiempo. No podemos negar que el director es bien interesante visualmente hablando, como construye escenas espectaculares y sublimes, pero cuando un guion concienzudo mete la cola, las cosas se desvirtúan un poco. ¿Snob o genio? Hay mucho por discutir. Paradójicamente, al estilizar tanto la historia, esta no se torna irreductible a una sola idea o concepto, por el contrario, aquí se multiplican las posibilidades. Un ejercicio arduo para el espectador. Y así, mientras transcurre la cinta, buceamos en un océano de dudas tratando de tomar conciencia de qué es lo que sucede. Quizá, cual droga lisérgica, lo mejor es dejarse llevar por este camino misterioso y sorprendernos en cada giro sin racionalizar demasiado, porque el bucle es extenso. Nolan revisa, analiza, desmonta, cuestiona, para tratar de contar la historia de otra forma; o para deconstruir el complejo entramado que pude haber detrás de una escena o situación espacio temporal que asumimos en nuestra cotidianidad de manera natural. Claro que a esto le añade una ambición desmedida a nivel complot mundial. No, está idea de la recursividad no es nueva. Una corriente literaria, por ejemplo, asume esta concepción. Tenemos personajes que están en dos lugares a la vez; una visión de los mismos caleidoscópica; una dinámica de repetición intensa, para culminar en un juego de espejos donde nuestro protagonista a pesar de tomar a diferentes caminos, siempre llega al mismo punto. Sin dudas volcar esta noción a nivel cinematográfico es un riesgo que asume Nolan, ahora tanto desmedro ¿no es un tanto contraproducente al querer sostener el interés del espectador? Tenet se hace extensa, y por momentos termina siendo un ejercicio de tolerancia. Caminante no hay camino, se hace camino al andar, diría Antonio Machado, y en este contexto podemos agregar al desandar; al andar y al desandar de manera infinita ∞.
Para situarnos, es bueno saber que nos encontramos ante la transposición a la pantalla grande de un exitoso videojuego de rol, Monster Hunter. Aquí, la premisa es cazar monstruos aterradores, con características similares a la de dinosaurios y dragones, que provienen de una realidad paralela. El encargado de dar forma a la historia es Paul W. S. Anderson, mientras que Milla Jovovich oficia de la heroína de armas tomar. La cinta comienza con un equipo de marines en el medio del desierto, quienes van en una misión de rescate de un grupo de colegas que desapareció de la nada. Guiados por la teniente Artemis, de repente sortearan una tormenta que los transportará a otra dimensión. Una realidad alterna, también desértica, con un pequeño detallito: ¡hay unas criaturas de temer, caníbales y violentas que los perseguirán sin tregua! En medio de una lucha por la supervivencia ante estos animales enormes y dañinos que salen de todas partes, nuestra teniente, tenaz, pertinente y resiliente, se las ingeniará para ir descubriendo sus mañas, además de conocer a un misterioso personaje que se convertirá en una especie de aliado para enfrentar a estos monstruos de los cuales no sabemos bien su origen. Con efectos especiales apabullantes y escenas de acción espectaculares (literalmente hablando), la protagonista inicia un verdadero periplo del héroe. No hay demasiada profundidad en la historia, es bien simple y física. El antropólogo y mitólogo estadounidense Joseph Campbell, definió el modelo básico del relato épico como un monomito; y nuestra chica parece que atravesará estas etapas. Del mundo ordinario pasa a uno fantástico, desconocido y extraño; la heroína debe enfrentar este nuevo mundo, además de sobrevivir claro está, y salir de este complejo entramado con un don (ser toda una cazadora de bichotes). La finalidad es mejorar lo ya establecido y defender a los demás (con las nuevas competencias adquiridas), de la amenaza emergente. La primera parte de la película, la más interesante y quizá la más lenta narrativamente hablando, se centra en la adaptación a este nuevo lugar de Artemis. Lo cual no significa que no haya tensión en el relato, ya que gradualmente ella irá averiguando que es lo que realmente allí sucede y a qué se enfrenta. Cuando las cosas se vuelven más obvias y sobreexplicadas, se pierde un poco de la magia. Hay como una especie de presentación de este team de cazadores con look retrofuturista, que abre paso a la acción pura propiamente dicha, y por supuesto deja el terreno allanado para una secuela. Hay química entre los protagonistas, las escenas de peleas están logradas, así como visual y musicalmente; una película sin matices, plana, que no pretende más que perseguir (además de monstruos) la lógica causa efectista del videojuego.
La nueva cinta del español Albert Pintó, hablamos de Malasaña 32, llega a las salas de nuestro país para trasladarnos a la década del 70´y aterrorizarnos un buen rato. Porque más allá que la historia por momentos se torna sobreexplicativa, es indudable que Albert sabe narrar. Sabe manejar el tempo de horror y suspenso como pocos. Como mencionamos en el párrafo anterior, la cinta se ambienta en la década del 70´, en España, específicamente en el barrio madrileño de Malasaña. Desde el campo, llega a la gran ciudad una familia tipo, una pareja con tres hijos, sumado el abuelito. La idea es progresar, crecer, mejorar la calidad de vida en una casa más grande, y que los más jóvenes encuentren un mejor futuro. Nunca mejor aplicado aquí el refrán “lo barato sale caro”, ya que la pareja (a través de una hipoteca) logra comprar un hermoso piso a un precio muy económico. Como ya se lo imaginan, la familia estará acompañada y no precisamente por seres celestiales. Desde el vamos, sobre todo el benjamín de la familia, comenzará a experimentar fenómenos paranormales, porque algo o alguien habita allí. Está aferrado o aferrada a una obsesión que trasciende lo terrenal. La narración de Malasaña 32, es muy ecuánime al momento de brindarnos sustos y sugestionarnos. Lo acertado, es que más allá de que anticipamos lo que va a suceder (con algunos golpes de efectos incluidos), logra mantenernos en vilo, y nos insta a indagar qué oscura historia esconde esta casa. Otro gran acierto son todas las actuaciones, sobre todo la de Amparo (Bergoña Vargas), y el pequeño Rafael (Iván Renedo), quienes dotan de credibilidad y sobriedad a un relato fantasmal que bien podría tornarse grotesco o caricaturesco. O sea, es el buen resultado de una conjugación creada entre el oficio del realizador, sumado el compromiso actoral y la importancia brindada a los personajes. A destacar también ciertas escenas y pasajes muy logrados, como cuando el niño interactúa con una marioneta espeluznante a través del televisor; o el intercambio de misivas a través de un tendal de ropa que cruza edificio a edificio (aquí no me explayaré por los spoilers). Y hablando de spoilers, solo les adelanto que se encontrarán con más de una sorpresa relacionada a la resolución de la trama. Si es cierto que la película hacia el final tiene alguna que otra escena que sobra, o que se torna redundante, pero la cinta cumple con todos los tópicos del género de manera fiel, inclusive tiene un dejo melodramático poco explorado, pero muy siniestro. Una historia que asusta, con identidad y sello personal.
Después de la potente y dramática Estación Zombie (2016), bajo la dirección de Yeon Sang-ho, donde un virus letal sorprende a Corea del Sur, y los pasajeros de un tren deben luchar por su supervivencia, llega su secuela: Estación Zombie 2: Península. Claro que después de transcurridos cuatro años (tanto real como ficcionalmente), la premisa es otra. Ubiquémonos, Corea del Sur se encuentra aislada, de allí proviene el paciente cero, y quedaron la mayoría de los infectados de un virus del que no se sabe bien su origen, pero transforma a las personas en zombies violentos y hambrientos. La mayoría de los refugiados, tras ser rechazados por los países limítrofes por temor a que se cuele algún infectado, se encuentran en Hong Kong. He de aquí que el ex soldado Jung-seok, quién ha logrado escapar de la península a pesar de cargar con la muerte de su hermana y su sobrino, debe regresar al centro de la pandemia para recuperar un camión que contiene millones de dólares. La idea es rescatar el vehículo de noche, momento de debilidad de los zombies ya que quedan ciegos, y guiarlo al puerto. Por supuesto que la misión no será tan fácil como parece. El grupo enviado se enfrentará a varias vicisitudes, además de enterarse que en la península aún viven personas que no están contagiadas y han naturalizado el hecho de aniquilar zombies. Así es que la cinta transita entre varios tópicos genéricos, desde el melodrama, la acción pura, y una lógica muy similar a la del videojuego. Nombramos el videojuego, porque por momentos, sobre todo en las escenas de acción, parece que estamos inmersos en uno. La misión: matar la mayor cantidad de zombies que se abalanzan en manada al mejor estilo Guerra Mundial Z. Y tenemos varias opciones para hacerlo, con armas de fuego, peleando cuerpo a cuerpo y atropellándolos con vehículos que han quedado desperdigados por la isla. Acompaña también una estética bélica mainstream computarizada. Ajena a la acción, que persiste en gran parte de la película casi sin darnos respiro, también hay momentos bien melodramáticos siempre referidos a las pérdidas y los vínculos del grupo familiar, poniendo en eje también una cuestión podríamos decir casi filosófica: ¿hasta que punto sirve el dinero en ese contexto caótico? Si bien Estación Zombie 2: Península no logra la hondura dramática de su antecesora, quizá porque los diferentes puntos de vistas son más difusos, empáticamente hablando (no tiene la escuela de los muertos vivos de Romero), las reglas básicas las cumple… ¡ahh! Y destacamos las actuaciones de las dos niñas que le ofrecen más frescura y ludicidad al relato.