Ante el cierre de la fábrica en la que trabajaron siempre y la amenaza del banco de dejarlos sin casa, tres veteranos trabajadores deciden robar ese mismo banco. Como versión tercera edad de Sin nada que perder, esta comedia agridulce saca jugo de sus buenos actores, Michael Caine, Morgan Freeman y Alan Arkin, y algunas buenas líneas de chiste, pero a su mirada sobre la crisis y sus consecuencias humanas le sobra edulcorante, y complacencia, lo que anula a cero el potencial crítico que el material pedía. Como si esa cosa llamada realidad económica (absurdamente caricaturizada) fuera sólo pretexto para una mirada rosa a los tópicos de rigor: la edad, la soledad, la salud, la amistad. La buscada simpatía no se hubiera perdido con un poco más de inteligencia.
Relanzamiento de los amigos azules en versión de animación pura, sin actores de carne y hueso y con una historia orientada a los chicos. Es decir, poco o nada preocupada por la presión de incluir a los adultos con chistes pensados para ellos. Sin Neil Patrick Harris para muchos será otra cosa, pero los niños van a ir con ganas de seguir la aventura de Pitufina y sus amigos, que cruzan el bosque prohibido para descubrir la aldea perdida antes que Gargamel. Colorida y simpática, los mantendrá minimamente entretenidos durante noventa minutos.
Una actriz joven y sexy se somete a un casting muy extraño en busca de un papel, con un director -Gerardo Romano- que le habla de Godard y de la ausencia de pecado en el arte. Hay un momento, en los ensayos, en los que pasa a otra dimensión: un lugar donde hay otras chicas, en lencería de encaje, encerradas y torturadas, como una pesadilla paralela. Una buena idea del director Gabriel Grieco, en un thriller lleno de caras conocidas que, sin embargo, encuentra no pocos problemas para resultar creíble y acompañable.
Documental sobre el escritor Miguel Ángel Molfino, criado en Resistencia y militante encarcelado en la dictadura. En el encierro, Molfino escribía relatos, a pesar, y a sabiendas, de que serían requisados por los militares. En esos años de encierro, su famlia vive exilios, secuestros y muerte. Este documental escucha testimonios que reconstruye su historia.
Basada en la muy negra Bajo este sol tremendo, novela corta de Carlos Busqued que dio que hablar, este thriller narra la historia de la llegada de Certati (el uruguayo Daniel Hendler, en un rol distinto y con varios quilos de más) al pueblo de Lapachito, para reconocer, y cobrar el seguro, por el asesinato de su madre y hermano, a quienes no veía nunca y por quienes tampoco parece sentir afecto alguno. Llega en su Fiat, destartalado como su aspecto, y y parece un tipo que no tiene mucho que hacer en la vida, excepto fumar porro y ver documentales de insectos en la tv trasnochada, aunque ese aspecto, muy presente en la novela, apenas se menciona en el film. En Lapachito las cosas las maneja Duarte, un policía siniestro interpretado por Leonardo Sbaraglia (premiado en el festival de Málaga por este trabajo), en la línea del otro policía corrupto, de otro thriller argentino reciente, que compuso Oscar Martínez en Koblic. Duarte tiene un ayudante, que es medio hermano de Certati: su madre (Ángela Molina) era esposa de Molina, el asesino de la familia de Certati, que se suicidó. Una complejidad que la endogamia del pueblo chico explica sin sorpresas, y una promiscuidad cargada de tensión y sordidez. La novela de Busqued, un buen ejercicio, aunque no memorable, de narrativa de género, incluía un catálogo de sordidez y negrura que impresionaba. La adaptación de Caetano y Nora Mazzitelli parece sumar truculencia, y por momentos pasarse de la raya, al punto que algunos toques gore se sienten hasta risibles. Es la dirección y encuadre -así figura en los créditos- de Caetano, y el trabajo de sus actores, lo que dejará a El otro hermano como un notable nuevo ejemplo -otro firmado por el director de Un oso rojo y Crónica de una fuga- de que el policial negro sigue manteniendo en el cine argentino una fuerza y un poder de convicción notables. La garra charrúa de Caetano puede más que el desarrollo de lo que pone en imagen, algo abigarrado de negrura (para que te hagas una idea, mucha pala, tierra y cremación). Con su pulso narrativo y sus personajes en contrapicado, El otro hermano se convierte en un western, oscuro y subyugante.
La historia del fundador de McDonalds parece una prolija biopic de manual, entretenida y con un protagonista perfecto, Michael Keaton. Pero resulta más que eso: un implacable, y apasionante, retrato del lado oscuro del american dream. Como una radiografía del emprendedor, Keaton imprime una energía infatigable a su Ray Croc, el vendedor de batidoras que sueña en grande cada vez que reconoce una buena idea. En el original, la película dirigida por John Lee Hankock -que viene de dirigir otro film sobre un Gran Americano, Walt Disney-, se llama The Founder, el fundador. Ustedes podrán intuir, entonces, que Hambre de poder es también un retrato del capitalismo salvaje en primera persona. Eso sí: con las hamburguesas no se metan.
Una niña rusa se prepara para convertirse en primera bailarina, sueño compartido con sus padres, y llegar al mítico Bolshoi. Desde los títulos iniciales, que oponen imágenes de una urbe industrial, fría y gris, con la dulzura y la calidez de una voz femenina que canta en ruso, la película establece esa tensión que encarna la protagonista. Entre las asperezas de la realidad (un padre trágicamente vinculado a la mafia), la dureza del trabajo corporal y la autoexigencia, y la belleza de la danza. "Un verdadero artista siempre busca la prefección" le dice el maestro a la joven. Basada en una novela gráfica, Polina expone, a través de su historia individual, asuntos sociales de la Europa de hoy, con buena tensión dramática y bellos fragmentos de baile, contemporáneo y clásico.
Regresa, al cine, el grupo de superhéroes adolescentes en disfraces de colores. Con Zordon (Bryan Cranston), el protector de la humanidad que debe volver desde el pasado remoto a reclutar un nuevo equipo de luchadores. Si viste el trailer ya viste casi todo. Un poco de Transformes, otro de Matrix y mucho de diversidad y correción política. Para salvar al mundo, los nuevos Power Rangers reivindican el espiritu de trabajo en equipo que supo entretener a los chicos allá lejos y hace tiempo. ¿Tendrán con qué mantener ese interés?
Vuelve la talentosa Scarlett Johansson, como heroína cybor, en la adaptación de un popular manga, y animé, japonés. Es la mayor Motoko Kusanagi, agente especial de un cuerpo de policía especializado en crímenes informáticos, aunque ella ignora buena parte de su pasado porque es apenas un cerebro humano en un cuerpo de máquina, la cáscara que contiene el fantasma de alguien que fue. Desde la primera secuencia, su "nacimiento", esta idea de un no-cuerpo que sin embargo conserva el reflejo, el fantasma sensorial del que contuvo un corazón latente, marca el peso filosófico y poético que Ghost in the Shell expone, desde el discurso, aunque con menos profundidad de la que se pretende. Si la emoción no se produce, sí hay que conceder que la película es visualmente atractiva, con una minuciosa estética retro a la que el director, Rupert Sanders (Blancanieves y el cazador) saca partido en una serie de planos cuya reiteración no termina de agotar. Lo que le juega en contra es la tendencia al exceso de los efectos visuales y un guión no demasiado imaginativo, sobre todo en las escenas de acción -¿cuántas situaciones de explosión "sorpresa" vale sumar en una sola película?-. Con sus debilidades, y después de la polémica que rodeó a la producción, por la elección de una estrella occidental para una icónica heroína asiática, Ghost in the Shell, traducida aquí como La vigilante del futuro, es un digno film de ciencia ficción. Una melancólica aventura cibernética que suma actractivos con las presencias de Juliette Binoche y el gran "Beat" Takeshi Kitano.
La de terror de la semana pertenece al subgénero casa encantada, y abre con un temible juego de sombras y sonidos que indican una presencia maligna. Luego llegan, a una granja neozelandesa en medio de la nada, tres investigadores de lo paranormal, con niveles de creencia distintos. El problema es que son, justamente sus problemas, dudas y cambios de puntos de vista los que ocupan el centro de una escena que se supone terrorífica, excepto por los fogonazos de efectos especiales para asustar que los interrumpen, usted ya sabe. El final, eso sí, logra el objetivo. Lo que está en el medio, a pesar de sus juegos de movimientos de cámara, aburre bastante.