CHIPS se cuelga de la nostalgia de la serie original para hacer una comedia genérica y bastante tonta que apela a un público adolescente que aún se ríe ante situaciones sexuales o escenas de desnudos. Aquellos que hayan crecido entre finales de la década el 70′ y principios de los 80′ recordarán con cariño a la célebre serie de televisión CHiPs. El show contó la historia de una pareja de policías motorizados miembros de la Patrulla de Caminos de California (CHP). Ellos eran Jon Baker (Larry Wilcox) y Francis Llewelyn Poncherello (Erik Estrada), más conocido como Ponch. La serie no era una maravilla, pero se ganó a su público a lo largo de sus 6 temporadas y más de 130 episodios con su mezcla de trama policial, comedia ligera, protagonistas carismáticos y constantes persecuciones en moto por las autopistas de California. La nueva CHIPS (ya tuvo una película para tv en 1999) se inscribe en la larga tradición de Hollywood de tomar una propiedad antigua y conocida de probado éxito para hacer una película que nada tiene que ver con la original más allá del título, los nombres de los personajes y alguna situación puntual o cameo (para nombrar solo unos ejemplos están Dukes of Hazzard, Green Hornet y próximamente Baywatch). Jon Baker (Dax Shepard) es una leyenda retirada del motociclismo extremo después de terribles lesiones que se enlista en la Patrulla Motorizada para revivir sus días de gloria y salvar su frío y distante matrimonio. Poncherello (Michael Peña) es un agente del FBI que debe infiltrarse en la fuerza para desbaratar una banda de ladrones autores de varios golpes millonarios, aparentemente integrada por policías corruptos. CHIPS es una comedia bastante floja que apela al lenguaje obsceno y las situaciones sexuales o incómodas para maquillar su incapacidad de articular una buena broma o un efectivo gag. Shepard encarna a un personaje tan inocente y torpe que excede lo ridículo, mientras que Peña cumple en el rol de un agente más experimentado y con pocas pulgas. El villano de la película apenas tiene peso en la trama y se siente completamente desaprovechado (un pecado hacer tan mala utilización de un actor como Vincent D’Onofrio), mientras que algunos personajes secundarios hacen bastante bien su labor de acompañar a la pareja protagonista como la oficial Ava Perez (Rosa Salazar). CHIPS termina siendo una comedia bastante tonta y repetitiva que a duras penas logra capturar el espíritu de la serie original y cuenta con una historia tan mala que hace que los episodios más flojos de la versión televisiva se vean bien en comparación.
Correcta, emotiva, elegante y profunda. Jackie es una muy buena biopic que retrata la faceta desconocida y atrapante de un personaje histórico en su hora más oscura. El asesinato del presidente de los Estados Unidos John F. Kennedy fue uno de los eventos más importantes de la historia del país del norte. No sólo por lo que implica el magnicidio del líder de una potencia mundial, ni por la enorme cantidad de teorías conspirativas que desató y hasta el día de hoy sigue despertando, sino por lo que Kennedy representó. Pese a que su gobierno duró apenas dos años, estuvo signado por importantes momentos para la política norteamericana y mundial: la consolidación del movimiento por los derechos civiles de la minoría afroamericana, la invasión en la Bahía de Cochinos, la Carrera Espacial, la crisis de los misiles de Cuba, el inicio de la Guerra de Vietnam y la construcción del Muro de Berlín. Su imagen podría haber desaparecido en las páginas más intrascendentes de la vasta historia norteamericana, sin embargo hasta el día de hoy se recuerda al mandatario y eso se debe a quienes dejó atrás después de su muerte. Los que construyeron su legado. La biopic de Jacqueline Kennedy no cuenta la historia completa de su vida, solo se centra en su capítulo más trágico e importante. Desde el asesinato de su esposo hasta su funeral en el Capitolio y el entierro en el cementerio de Arlington. Cuando uno evoca la imagen de Jackie, lo primero que viene a la mente es gracia, moda, belleza, estilo, arte, glamour, cultura y elitismo. La película logra capturar toda la esencia del personaje real, pero en un relato triste y melancólico signado por el dolor. La historia transcurre en el marco de una entrevista entre Jackie (Natalie Portman) y un periodista sin nombre (Billy Crudup), que intenta obtener la exclusiva de su carrera al retratar el dolor de la viuda del presidente. El principal recurso para presentar los eventos es el flashback: se ven los instantes previos y siguientes a la muerte del presidente, el duelo de Jackie durante sus últimos días viviendo en la Casa Blanca, el debate sobre qué hacer con el funeral y entierro de Kennedy, las charlas de Jackie con el sacerdote que conducirá el cotejo fúnebre (John Hurt), los días de gloria del matrimonio Kennedy entre bailes y conciertos y el tour especial de Jackie por la Casa Blanca que se trasmitió por televisión para todo el país. Natalie Portman se carga la película al hombro y brinda una muy emotiva interpretación en la piel de una mujer que tiene que sacar fuerzas de donde no las hay a la vez que intenta forjar el legado de su esposo, consolar a sus hijos y lidiar con los insensibles tiempos políticos de Washington (chocante la imagen de Jackie presenciando la jura del vicepresidente aún manchada con la sangre tibia de su marido). Lamentablemente cuando abre la boca se la nota demasiado forzada en su intento de sonar como Jackie, casi rozando la parodia. El resto del elenco acompaña muy bien, especialmente Peter Sarsgaard en el rol de Bobby Kennedy. El film hace gala de un diseño de producción y vestuario muy elegante y cuidado con gran atención al detalle, que se destaca especialmente en las escenas de fiesta en los salones de la Casa Blanca. La recreación del material documental real está correctamente lograda al igual que el guión, que por estar acotado a un capítulo específico y no la historia completa de una vida, puede darse el lujo de explorar momentos y temas con mayor profundidad. La calidad de la fotografía es excelente, elegante y muy estilizada. Una muy correcta labor de Pablo Larraín (Neruda, 2016) en la dirección y trabajo de cámara, que se anima a retratar la muerte del presidente con la crudeza necesaria para ser realista sin caer en el mal gusto. El tratamiento sonoro también funciona como relojito, con sonidos de cuerdas que acentúan las escenas dramáticas o de conflicto sin distraer, sumando al clima emotivo del film.
Kong deja en segundo plano a sus personajes genéricos y poco desarrollados para poner en foco a su principal estrella: el gorila gigante que nos deleita con explosivas y dinámicas escenas de acción en un ambiente hostil y salvaje. El legendario King Kong es uno de los personajes más reconocibles de la historia del cine. Desde su primera aparición en su film homónimo de 1933, el rey de la Isla Calavera (Skull Island) dejó una huella imborrable en la cultura pop y se convirtió en uno de los mejores y más importantes Kaijus que existen, compartiendo la lista junto a monstruos de la talla de Godzilla (Gojira), King Ghidora (Kingu Gidora), Gamera, Mothra (Mosura) y Rodan (Radon). Desde su debut cinematográfico, este ícono del cine apareció en más de una docena de films, inspiró una gran cantidad de imitadores, parodias y su siempre cambiante historia fue adaptada en diversos medios como novelas, seriales de tv, cómics, videojuegos, radioteatros, dibujos animados, atracciones de parques temáticos y obras teatrales. Con Godzilla (2014) Legendary Pictures y Warner Bros. se fijaron la meta de construir un universo compartido de películas de monstruos gigantes (también conocido como MonsterVerse). En su primera entrega, dirigida por Gareth Edwards, el film se centraba en el kaiju japonés creado por la compañía Toho. A pesar de su positiva recepción por parte de la crítica y su arrolladora recaudación de taquilla, la principal queja con respecto al film era la excesiva importancia que se le daba al drama de los poco interesantes personajes humanos. Godzilla arrasaba la ciudad y se batía a duelo contra otros monstruos, pero todo lo veíamos a traves de los ojos del militar Ford Brody (Aaron Taylor-Johnson). Con Kong: La Isla Calavera (Kong: The Skull Island, 2017) parece que la gente detrás del proyecto tomó nota de las críticas y dio lo que todos esperaban de este tipo de films: menos humanos y más monstruos partiéndose a golpes, menos drama personal y más acción espectacular. La película ambientada en la década del 70′ comienza con Bill Randa (John Goodman), hombre que trabaja para la misteriosa organización Proyect Monarch (la misma que descubrió a Godzilla en el film anterior), tratando de convencer al gobierno de que financie una expedición a la inexplorada Skull Island, paraíso tropical donde la evolución se detuvo poblado por todo tipo de criaturas extrañas. Parte una misión integrada por Randa, el Capitán Conrad (Tom Hiddleston), un experto rastreador y ex militar británico, el Coronel Packard (Samuel L. Jackson) un hombre que vive para la guerra y el combate que aún reniega de la humillante derrota en Vietnam y la idealista fotógrafa de guerra Mason Weaver (Brie Larson). Junto a ellos viajan los Sky Devils, el pelotón de soldados comandados por Packard y un grupo de biólogos, científicos y geólogos contratados para investigar el raro ecosistema de la isla. Sus “métodos de investigación” son en extremo agresivos para con la fauna y flora local y terminan despertando a todo tipo de criaturas terribles para luego recibir el castigo de Kong, el colosal protector de la Isla Calavera que no ve con buenos ojos a los violentos invasores. Pero el monstruoso gorila será la menor de sus preocupaciones en esa isla llena de gigantescos engendros de pesadilla. Por suerte, contarán con la ayuda de Hank Marlow (John C. Reilly) un excéntrico piloto de la II Guerra Mundial que se estrelló en Skull Island y nunca pudo escapar. Kong: La Isla Calavera es una re-imaginación del origen del legendario gorila en un film que rescata el espíritu clase B de las películas de kaijus, pero adaptándolo a la fórmula de cine blockbuster. La película deja a los personajes en segundo plano para centrarse en una historia de acción con grandes efectos especiales y parafernalia visual. Un verdadero espectáculo que entretiene y va directamente al hueso sin muchas vueltas para culminar en un explosivo acto final. Los personajes están completamente desprovistos de alma, vacíos y sin historia. Solamente el militar encarnado por Samuel Jackson y el divertido personaje de John C. Reilly tienen un atisbo de personalidad. Pero esto no es una falla del film, es algo hecho por diseño. La mayoría de los personajes son descartables, al espectador no le interesan y a la película tampoco. El foco está puesto en lo que sucede en la isla con sus monstruos y escenarios. Hiddleston, Larson y los demás son meros vehículos para mostrar lo que sucede a su alrededor. Kong entendió que su negocio está en la acción y la acción está muy bien. A pesar de que su desarrollo de personajes es prácticamente nulo, Kong: La Isla Calavera es un entretenido film de acción bastante pasatista con momentos visuales muy buenos que no se toma demasiado en serio a sí mismo (a diferencia del reboot de Peter Jackson del 2005) y revitaliza a uno de los personajes cinematográficos más populares. Ideal para disfrutar con un balde de pochoclo a mano. Ah, y quédense hasta el final de los créditos para una última y emocionante escena.
El talentoso elenco del film hace lo que puede con un pobre guión lleno de clichés y diálogos extremadamente cursis. Una idea interesante pero mal desarrollada y con una floja ejecución. Hoy en día las películas románticas teen basadas en libros apuntados al público YA (Young Adult) invaden año a año la cartelera de los cines. Con una propuesta siempre simplona y de manual, estos films nunca fallan a la hora de apelar a su público y ser un agradable entretenimiento pasatista y nada memorable para el espectador general (para nombrar solo un par de ejemplos tenemos a The Fault in Our Stars, If I Stay y Me Before You). El Espacio Entre Nosotros (The Space Between Us, 2017) apela a las mismas formas, convenciones y clichés de toda película adolescente basada en un best-seller pero ¡Sorpresa! Es una historia original. Parte desde la Tierra una expedición rumbo a Marte dispuesta no solo a visitar el planeta rojo sino a colonizarlo y formar un primer asentamiento humano. Al poco tiempo de llegar Sarah Elliot (Janet Montgomery), la astronauta líder de la misión, descubre que está embarazada. Muere dando a luz a su bebé y se lleva a la tumba el secreto sobre la identidad del padre. Nathaniel Shepherd (Gary Oldman), dueño de la empresa contratista de la NASA que desarrolla la misión a Marte, decide ocultar el nacimiento de primer humano marciano para evitar la mala prensa. El joven Gardner Elliot (Asa Butterfield) crece rodeado de científicos, ingenieros y astronautas pero sin amigos ni familia. Gardner conoce mediante chat a la conflictiva adolescente Tulsa (Britt Robertson) y decide viajar a la Tierra para conocerla, pero su fisiología adaptada a la gravedad de Marte podría causarle la muerte. El Espacio Entre Nosotros arranca con una buena e interesante idea pero se desinfla en su desarrollo. Los diálogos ridículos cargados de exposición no ayudan a un elenco que da lo mejor de sí, pero poco puede hacer con una materia prima tan flaca. La película no falla en ser un producto entretenido, pero con eso no alcanza. Asa Butterfield encarna a un chico que fue criado por científicos, sabe hackear robots y saltear protocolos de seguridad de la NASA pero aparentemente nunca vio a un caballo. El personaje de Britt Robertson es una colección de clichés de chica rebelde huérfana que quiere abandonar su pueblo y dejar su horrible vida atrás. Ambos tienen química en pantalla y se prestan para situaciones divertidas y a veces adorables, pero muchas veces se exceden en la cursilería. En el aspecto visual la película muestra un CGI bastante digno en las secuencias de vuelo espacial, aunque en los momentos de gravedad cero el trabajo de cables y arneses es tan obvio que sorprende que se hayan tomado la molestia de removerlos digitalmente. El Espacio Entre Nosotros es una entretenida y optimista película pobremente ejecutada con un flojo guion y que peca de ridícula cuando intenta ser romántica. Una pena que sus talentosos intérpretes no hayan tenido algo mejor con lo que trabajar.
Tensa y por momentos asfixiante. El Viajante es un film tan redondo y sutil que pasa del drama ligero al thriller de suspenso vengativo sin que el espectador lo note. Un interesante estudio de los mandatos culturales en la sociedad islámica. Detrás de la controversia por el Muslim Ban y la política migratoria de la era Trump, una gran película quedó envuelta en el entramado de noticias: The Salesman (Forushande, 2016) la última obra de Asghar Farhadi. La película que comienza como un ligero drama intimista sobre la vida de una pareja en Teherán, al poco tiempo de presentar personajes se transforma en una devastadora trama de venganza que muestra el lado mas oscuro del alma de los protagonistas. Emad (Shahab Hosseini) y Rana (Taraneh Alidoosti) son una pareja de actores que interpretan “La Muerte del Viajante”, la obra de Arthur Miller, en un teatro local. Cuando el edificio en el que viven corre riesgo de derrumbe por una obra cercana, la pareja se ve forzada a buscar un nuevo hogar. Gracias a la ayuda de un colega logran conseguir un nuevo departamento y empiezan a pensar en tener hijos para fortalecer su relación. Todo cambia cuando Rana es violentada en un confuso episodio que involucra a la antigua habitante del departamento, una prostituta. Farhadi muestra de manera magistral cómo la vida normal de los protagonistas se desliza lentamente por un espiral de oscuridad que los lleva al límite. Rana no quiere denunciar a su agresor, niega todo y se encierra en su dolor tratando de ignorar el trauma; mientras que Emad es consumido por el deseo de encontrar al depravado que atacó a su esposa para humillarlo (y tal vez algo más) aunque eso le cueste su matrimonio. El Viajante es un intenso y poderoso drama con tintes de thriller que se destaca por sus sutileza para narrar y mostrar el cambio en los personajes. Cuando las películas se juzgan por lo que nos muestran, Farhadi decide poner el énfasis en aquello que apenas se sugiere o insinúa. Hay un interesante juego con la obra teatral que Rama y Emad representan, una “historia dentro de la historia” (de hecho, tanto el film como la obra tocan temas similares, aunque en este caso adaptados a los valores y al modo de vida de la sociedad Iraní). Farhadi tiene otro merecido Oscar (el anterior fue por La Separación, 2011) gracias a su inteligente planteo que triunfa al tocar temas sensibles de manera muy correcta e invitando a la reflexión y sus excelentes intérpretes que transmiten mucho, ya sea con encendidos monólogos o la sutileza de una mirada.
Logan se planta como la película mutante definitiva y uno de los mejores exponentes del cine de superhéroes. Profunda, emotiva y visceral, con actuaciones excelentes y un guion correcto que balancea la fantasía heroica con el realismo más crudo. Complicada es la historia de Wolverine en el cine. El personaje que se robó cada escena y fue lo mejor de la película en cada entrega de la saga mutante original (X-Men, X2 y The Last Stand) tiene una extensa e interesante historia en los cómics. Lo natural para Fox después del éxito de la franquicia X-Men y ver la arrolladora popularidad del personaje era lanzar una saga de películas individuales que adapten el extenso lore del mutante canadiense, pero dichos films no fueron del todo bien recibidos. La horrenda X-Men Origins: Wolverine (2009) fue tan mala y generó tal caos en la confusa línea temporal de las películas mutantes que debió ser borrada de la continuidad. La segunda aventura en solitario de Wolverine (The Wolverine, 2013) tuvo una mayor aceptación del público y mejor respuesta por parte de la crítica; pero aún faltaba un film que pueda estar verdaderamente a la altura de uno de los mejores y más importantes personajes de la factoría Marvel. Logan está ambientada en un futuro cercano y post-apocalíptico para la raza mutante. Es el año 2029 y los mutantes están al borde de la extinción. Los nacimientos de nuevos mutantes se han detenido y los restantes fueron cazados y perseguidos. Wolverine (Hugh Jackman) ya no es el indestructible guerrero mutante que siempre conocimos: es un héroe roto en todo aspecto (destrozado física, emocional y espiritualmente) que vive escondido en la frontera entre México y Estados Unidos cuidando de un decrépito Profesor Xavier (Patrick Stewart). Los años de enfrentarse en solitario a ejércitos enteros y recibir daños mortales constantemente quedaron atrás para Logan. Su factor curativo no funciona tan bien como antes y lucha contra una enfermedad que lo envenena por dentro. Este es un tema que la película aborda y desarrolla muy bien: el ocaso de los héroes, la enfermedad y vulnerabilidad de aquellos que se creían inmortales, la soledad y el envejecimiento de personajes abatidos y desanimados. Algo que desafía una de las principales convenciones del género de superhéroes, donde se muestran personajes poderosos siempre capaces de lidiar con las adversidades que se les presentan. Como villano principal vuelve a aparecer la mayor amenaza para los X-Men y la raza mutante: la humanidad. Nada de seres todopoderosos y omnipotentes con deseos de destruir o conquistar al mundo; volvemos a un peligro mucho más real y tangible encarnado por una siniestra corporación responsable de perversos experimentos genéticos con una fuerza de comandos paramilitares a su disposición. Donald Peirce (Boyd Holbrook) es el engreído y amenazante líder de este pequeño ejército dispuesto a todo para capturar a una misteriosa niña que busca la ayuda de Logan. Párrafo aparte se merece la debutante Dafne Keen (The Refugees, 2015) en el rol de Laura / X-23. La joven actriz española-británica logra capturar a la perfección el espíritu de un personaje complejo. Una niña reservada con la mirada frágil que evoca una inocencia perdida pero latente, capaz de verse tierna, tímida y explotar en una ráfaga asesina de furia animal de un segundo al otro. Logan es el final perfecto para la trilogía de Wolverine y para el ciclo de Hugh Jackman en la franquicia X-Men, no solo por su sensación de cierre definitivo sino por el gran nivel del film en su totalidad. La película de superhéroes más emocionalmente lograda hasta la fecha.
John Wick 2 es un excelente film de acción a pura adrenalina. Con peleas y tiroteos bien filmados y editados, es una película que todo amante del cine de acción de calidad disfrutará. En el año 2014 una película de acción con un pequeño presupuesto y sin mucha publicidad logró captar la atención del mundo. Hablamos de John Wick (aquí conocida con el título “Sin Control“), film que recibió la aprobación de la crítica, cosechó una taquilla millonaria y es considerado una de las mejores películas de acción de los últimos tiempos. La premisa era bastante simple, pero no por eso poco interesante: John Wick es un hombre reservado tratando de sobrellevar el duelo por la reciente muerte de su esposa. El hijo de un mafioso ruso roba su auto y mata a su perrito (el último recuerdo viviente de su esposa), pero para sorpresa de todos, ahí se revela que Wick es un legendario asesino retirado que pertenecía a una misteriosa organización secreta y no se detendrá ante nada ni nadie para cobrarse venganza por su mascota. Lo que sigue es una orgía de balas disparadas con precisión quirúrgica, peleas con cuchillos, persecuciones y artes marciales como pocas veces se ha visto en la gran pantalla. La clave del éxito del film está en su intérprete y sus realizadores: Compartiendo la silla del director están Chad Stahelski y David Leitch, dos de los mejores dobles y coordinadores de dobles de riesgo en Hollywood; y en el protagónico se encuentra al gran Keanu Reeves (Speed, 1994 y The Matrix, 1999) un actor que disfruta de hacer sus propias escenas de acción.
Una gran película de animación que deleitará a los chicos con su energía y acción; los grandes disfrutarán su sentido del humor y las referencias. Ideal para fans de Batman de todas las edades. En el 2014 La Gran Aventura Lego (The Lego Movie) fue una de las grandes sorpresas del año. Lo que en la previa parecía un burdo intento de capitalizar la popularidad de una marca comercial mundialmente reconocida para vender más juguetes y llenar las salas terminó siendo una de las mejores películas de animación de los últimos tiempos. El film no solo brindaba acción, emoción y chistes al por mayor para entretener a los más chicos sino que también se daba el lujo de crear una historia inteligente y con mucho corazón, desarrollar bien a sus personajes más importantes y principalmente recrear en la gran pantalla la sensación de creatividad que uno siente al construir con Legos. Este nuevo mundo hecho de ladrillos plásticos de colores inició muy bien su camino en la pantalla grande. Además de pedir una secuela a gritos, hay un personaje que se robó todas sus escenas y merecía su propio spin-off. No, no fue ni Emmeth (Chris Pratt), Wildstyle (Elizabeth Banks) o Vitruvius (Morgan Freeman) sino del genial Batman interpretado por Will Arnett.
Una ligera y entretenida comedia dramática familiar que apela al sentimentalismo y a la lágrima fácil del espectador amante de los animales. La Razón de Estar Contigo (A Dog’s Purpose, 2017) es el film más reciente del director sueco Lasse Hallström (What’s Eating Gilbert Grape, 1993 y The Hundred-Foot Journey, 2014), hombre que ya hizo una película con un perro como eje central de la trama y cargada de un fuerte componente emotivo, hablamos de Siempre a tu Lado (Hachi: A Dog’s Tale, 2009). En este caso nos presenta una historia más ligera y pasatista basada en la novela homónima de W. Bruce Cameron. El relato sigue al perro Bailey (voz de Josh Gad) y a su humano Ethan (KJ Apa). Toda la película está narrada desde el punto de vista de Bailey, un perro bastante existencialista que se pregunta constantemente sobre el significado de su vida y qué razón de ser tiene él en este mundo. Al poco tiempo Bailey descubre que el propósito de su vida es amar y acompañar a sus dueños, hacerlos mejores personas. A través del film seguimos la conmovedora relación de Ethan y Bailey, desde su niñez, juventud y adultez; los problemas de su vida personal, su primer amor y demás tópicos del estilo. Pero la vida de Ethan es más larga que la de Bailey. La historia no termina ahí. Bailey vuelve a vivir otras vidas, su espíritu reencarna en distintos perros a lo largo de la película y Bailey aprende más sobre la vida a través de las experiencias con sus distintos dueños. La Razón de Estar Contigo es una película de impronta familiar sin demasiadas pretensiones. El film cumple desde lo artístico y estético con buenas interpretaciones de sus actores principales, salvando algunas excepciones que se deben a las necesidades del guion, como el padre alcohólico de Ethan, que reproduce todo cliché existente. El episodio con verdadero peso emocional es el primero, a lo largo del film Bailey sigue recordando a su primer dueño. A pesar de contar con una narración algo desprolija y de momentos de clara manipulación emocional para buscar conmover o enternecer al espectador La Razón de Estar Contigo termina siendo un film disfrutable para toda la familia capaz de hacer lagrimear a los espectadores mascoteros.
Un film con mucho potencial, buenos intérpretes y correcta ambientación que termina tropezando por su floja narración, que no profundiza en ningún tema y resuelve conflictos de forma torpe. En el año 2007 el actor Ben Affleck (The Accountant, 2016) sorprendió al mundo demostrando su habilidad como director en su cinta debut Desapareció una Noche (Gone Baby Gone). El film, basado en el libro homónimo de Dennis Lehane —autor de Shutter Island, The Drop y Mystic River, novelas que también fueron adaptadas al cine—, nos contaba la historia de dos detectives privados (Casey Affleck y Michelle Monaghan) que toman el caso de una niña desaparecida. En 2010 volvió a dirigir una historia de crimen: Atracción Peligrosa (The Town), esta vez adaptada de la novela de Chuck Hogan Prince of Thieves. Si a estas dos le sumamos la oscarizada Argo (ganadora del premio a Mejor Película), la carrera de Affleck como director viene siendo impecable hasta el momento —a diferencia de sus roles como actor, donde no siempre sale airoso—. Para Vivir de Noche (Live By Night, 2017) Affleck vuelve a sumergirse en la obra de Dennis Lehane, un drama criminal de gángsters que sigue la escalada de su protagonista en el mundo del crimen organizado de Boston, pero en este caso no lo hace tan bien como en sus trabajos anteriores. La película sigue a Joe Coughlin (Affleck), un irlandés que tras regresar de la Primera Guerra Mundial se enamora de Emma Gould (Sienna Miller) la mujer de Albert White, el líder de la mafia irlandesa. A través de ella Joe empieza a incursionar en el crimen organizado, para preocupación de su padre (el capitán de la policía de Boston, interpretado por Brendan Gleeson). White acaba por descubrir el affaire de su amante, manda a matar a Emma y muele a golpes a Joe, que jura venganza contra White y se une al bando de su contrincante Maso Pescatore (Remo Girone), el capo de la mafia italiana. Coughlin, junto a su amigo y mano derecha Dion (Chris Messina) deberá gestionar el imperio de Pescatore en Tampa, Florida —principalmente contrabando de alcohol— y se les encarga la construcción de un casino. Joe deberá enfrentarse a una fuerte oposición de la comunidad religiosa encabezada por Loretta Figgis (Elle Fanning), la puritana hija del Sheriff local (Chris Cooper) además sufrir constantes ataques de los fanáticos del Ku Klux Klan a sus clubes poblados de latinos y afroamericanos. También iniciará una relación con Graciela Suarez (Zoe Zaldana), la hermana de un empresario cubano. La película se destaca principalmente por su elegante reconstrucción de época (aplausos para los encargados del diseño de vestuario y producción), una correcta fotografía y las excelentes secuencias de acción y persecuciones. Ben Affleck vuelve a demostrar su habilidad con la cámara y nos traslada a los tiempos previos a la gran depresión con pulso experto desde lo visual, pero las principales flaquezas de Vivir de Noche se encuentran en el papel. El film no tiene en claro que quiere ser, la interesante trama de venganza que vemos al comienzo es rápidamente descartada para introducirnos en la historia de crimen y negocios sazonada con algo de romance; la vendetta es retomada cerca del final de la película, pero a este punto ya dejó de interesarnos. Esto hace que la narración de la película sea caótica. También tiene problemas a la hora de establecer temas, por ejemplo: nuestro protagonista es demasiado bueno para ser un gangster de temer, pero no termina de cerrar como héroe por tener las manos sucias. Los diálogos por momentos se hacen pomposos y rebuscados innecesariamente. Este conjunto de fallas, que se manifiestan más en el segundo acto, hacen que la película poco a poco se desgaste y vaya perdiendo su encanto inicial. En materia de actuaciones todos los intérpretes están bien —aunque algunos tienen muy poco para hacer en la película—, especialmente los personajes de Elle Fanning y Chris Cooper, que tienen un interesante arco para desarrollarse. También es bastante simpático el sidekick de Joe Coughlin encarnado por Chris Messina. La contracara de ellos es nuestro protagonista: Affleck da una de sus más inexpresivas y acartonadas interpretaciones hasta el momento, contrastando con su labor de director en el film. En general Vivir de Noche no es una película mala: por momentos entretiene, pero su irregularidad narrativa y demás falencias hacen que se mantenga en un nivel medio y la sensación de que Ben Affleck podría haber logrado un producto de mayor calidad.