Si no Despierto sabe al público al que apunta y ofrece una propuesta atractiva para ellos, lamentablemente su desarrollo lento y sus numerosos clichés ahuyentarán al espectador casual. En los últimos tiempos la industria cinematográfica se ha encontrado con una mina de oro lista para ser explotada por la maquinaria de Hollywood. Las novelas best-seller juveniles. El público young adult consume ávido estas historias y se demuestra siempre fiel y dispuesto a la hora de recibir una adaptación. Agotadas las grandes sagas que presentaban mundos mágicos llenos de aventura y una rica mitología (Harry Potter, Percy Jackson), los mundos distópicos o apocalípticos donde un grupo de jóvenes normales debe sobreponerse a los peligros y emerger como héroes (Los Juegos del Hambre, Maze Runner); el siguiente paso lógico era apuntar los cañones a las historias más pequeñas e íntimas. Novelas como Bajo la Misma Estrella (The Fault in Our Stars, John Green), Las Ventajas de Ser Invisible (The Perks of Being a Wallflower, Stephen Chbosky) o Si Decido Quedarme (If I Stay, Gayle Forman) mostraron relatos más intimistas de coming of age y auto-descubrimiento que hacen hincapié en temas realistas y conectados con dilemas que los adolescentes enfrentan día a día como el bullying, los desórdenes alimenticios, problemas familiares, etc. La autora Lauren Oliver gozó de un gran éxito con su trilogía de novelas distópicas Delirium pero Before I Fall, su primer novela, es la primera en llegar a la gran pantalla. Samantha Kingston (Zoey Deutch) es una adolescente normal. Ella y su grupo de amigas disfrutan de salir de fiesta y divertirse siendo populares y hermosas. Además la pasan bien burlándose del resto y propinándoles una saludable dosis de bullying a los demás, especialmente a Juliet (Elena Kampouris), la freak artista del colegio que parece ser el blanco favorito de Lindsay (Halston Sage), la líder del grupito de amigas. Sam está en pareja con Rob (Kian Lawley), uno de los chicos más deseados de la escuela. Él es un imbécil, pero eso no importa, es lindo y las demás chicas envidian a Sam por eso. La vida perfecta de Sam sufre un cambio rotundo cuando ella y sus amigas mueren en un accidente automovilístico… y milagrosamente Sam despierta ilesa, pero el día volvió a empezar. Todos los eventos de ese 12 de febrero vuelven a repetirse exactamente como sucedieron antes y Sam debe evitar su propia muerte y la de sus amigas. Grande será su sorpresa cuando ella descubra que no importa lo que haga, el día siempre vuelve a repetirse. La joven está atrapada en un loop interminable y a pesar de todos los cambios que haga, siempre que el reloj pase las 23:59 del 12 de febrero, todo volverá a empezar. La repetición constante le permitirá ver en perspectiva todos sus errores, sus malas actitudes y la ayudarán a convertirse en mejor persona y ver más allá de su vida al estilo de Mean Girls (2004). Si no Despierto presenta una propuesta para nada original (aquellos que hayan visto Groundhog Day entenderán) pero muy efectiva y claramente apuntada a un público young adult. El film se siente eterno en su primera mitad, ya que obliga a recorrer en detalle todo el día de Sam hasta el momento del accidente. Sabiendo que la historia se basaba en la repetición la directora Ry Russo-Young podría haber ahorrado unos buenos minutos acortando escenas poco importantes que no terminan teniendo peso en la trama. Desde el costado interpretativo la película y el guion no exigen demasiado a los actores. Zoey Dutch, una joven actriz que viene en ascenso, se pone el film al hombro y cumple en su rol de protagonista. El guion adapta bien el libro y maneja de manera inteligente las moralejas y el aprendizaje de la historia para que no se sienta como un sermón de moral, pero no puede evitar caer en algunos estereotipos demasiado obvios de la caracterización teen (la chica mala hipersexualizada, la loca bullyada, el chico frienzoneado con corazón de oro, el novio idiota, etc).
Pese a su resolución demasiado predecible, Alien: Covenant es un entretenido viaje a la profundidad del universo que explora los orígenes del mítico monstruo alienígena con un gran trabajo delante (Fassbender) y detrás de cámara (Scott). Cuando se habla de Alien: El Octavo Pasajero (Alien, 1979), no solo se habla de una gran película de terror y ciencia ficción, tampoco de una “tiburón en el espacio” (frase célebre con la que el director logró “venderle” el proyecto al estudio). Alien —y la saga que acarréo— es un enorme pedazo de historia cinematográfica: una película que fue revolucionaria más allá del género, que inspiró gran cantidad de films exitosos, logró demostrar que una protagonista femenina podía ser la heroína de la historia y encabezar una saga de blockbusters, encumbró a Ridley Scott como uno de los cineastas más talentosos que hay; y principalmente creó un monstruo tan memorable y terrorífico que quedó para siempre impregnado en la historia de la cultura pop. La historia de la tripulación del Nostromo y los xenomorfos sería solo la puerta de entrada a un universo mucho más grande que se conocería de la mano de Ellen Ripley (Sigourney Weaver) a lo largo de cuatro films. En el 2012 Scott decidió llevar al público más atrás en el tiempo, antes de la película que inició todo. Prometheus (erróneamente vendida como una precuela de Alien) contó la historia de un grupo de científicos que se embarcan en una cruzada a través de la galaxia buscando los orígenes de la vida humana para dar respuesta a las principales incógnitas de la existencia. El film fue recibido con críticas mixtas debido a ciertos puntos argumentales que quedaron ambiguos o directamente irresolutos. Algunos fans de la franquicia se vieron un poco decepcionados, ya que esperaban un relato que tenga muchas más conexiones con el film original y Scott les presentó una historia nueva y más profunda que toca temas como la creación, la relación de la humanidad con los dioses y los peligros de una inteligencia artificial auto-consciente. Esta nueva película comienza siguiendo a la tripulación de la nave colonial Covenant, que lleva los cuerpos congelados de unos 2000 colonos y más de mil embriones con destino al planeta colonia Origae 6. Cuando un desperfecto de la nave saca a la tripulación de su hipersueño y mata al capitán por una falla en su cápsula, el religioso Cristopher Oram (Billy Crudup) acaba como líder de la expedición. Daniels (Katherine Waterston), su segunda al mando, cuestiona su liderazgo. En el medio de las reparaciones, la nave capta una señal proveniente de un planeta cercano que tiene mejores condiciones ambientales que Origae 6 y la tripulación encabezada por Oram, Daniels y el androide Walter (Michael Fassbender) desciende en el planeta extraño para explorar. Pero en dicho mundo parte de la tripulación se infecta con un virus extraterrestre que podría acabar por matarlos a todos. El principal acierto de Alien: Covenant es ser a la vez una secuela de Prometheus y una precuela de la primera Alien. La historia retoma ciertos puntos argumentales y cabos sueltos de la película del 2012 y las enlaza con la saga xenomórfica que todos aman. La estructura de la película es bastante sencilla y por todos conocida, pero eso no impide que Ridley Scott se permita jugar con los temas cuasi filosóficos presentes en Prometheus sin descuidar el obligatorio contenido de suspense, terror y gore que debe haber en una película de Alien. En el costado interpretativo todos los integrantes del elenco hacen su tarea de una manera bastante correcta y sin fisuras. Es verdad que algunos personajes se sienten poco desarrollados, pero esto es por diseño (al fin y al cabo, serán carne de xenomorfo al final del día). Quien verdaderamente se luce es Michael Fassbender (X-Men First Class, 2011) en un rol de robot que lo exige actoralmente más que al resto del elenco. Katherine Waterston (Fantastic Beasts and Where to Find Them, 2016) cumple en el papel protagonista sin ser descollante y la revelación es Danny McBride (This is the End, 2013), quien a lo largo del film demuestra que puede brindar una buena intepretación lejos de la comedia. Visualmente la película es un 10. Ridley Scott es un director que sabe cómo filmar una de ciencia ficción y la película se ve excelente. Más allá de los efectos especiales (que los hay y muy buenos), es sorprendente la cantidad de material que está hecho solamente con la cámara. Nada de CGI o fondos digitales. Scott sabe sacarle el jugo a cada plano y explotar la riqueza visual de todos los sets. Covenant muestra una nueva versión del clásico xenomorfo (el neomorph) y da más información sobre el origen y la evolución del icónico monstruo. La película termina por beneficiarse al dejar un poco de lado la compleja y enrevesada mitología del space jockey y los ingenieros para contar una historia más simple que fluye narrativamente muy bien, pero esa misma liviandad en el relato hace que su final se sienta bastante obvio y predecible. Alien: Covenant se consolida como una digna incorporación a la saga Alien, rescatando un poco de la esencia y el terror espacial que hizo memorable a su primera entrega, con momentos de acción y emoción que remiten a Aliens (1986) y sin resignar los planteos y las preguntas sin responder de Prometheus. Ridley Scott prometió una trilogía de precuelas que se conectarían directamente con el inicio del film original del 79’ y Covenant nos acerca bastante al momento en que la Nostromo aparece por primera vez en la pantalla.
Pocos actores tienen tanto talento y prestigio como Gérard Depardieu e Isabelle Huppert. Ambos intérpretes multipremiados con una larga historia en el cine europeo (han trabajado en más de 100 películas cada uno) que cruzaron sus caminos en el excelente film Loulou (1980) de Maurice Pialat. Sus carreras siguieron con grandes éxitos como El Porvenir (L’avenir, 2016) y la brillante Elle (2016) por el lado de Huppert, mientras que Depardieu protagonizó la inolvidable Cyrano de Bergerac (1990) y tuvo el papel de Obélix en la tetralogía de películas de Astérix. Isabelle y Gérard —sí, así se llaman sus personajes en el film— son una ex-pareja de actores muy famosos que llevan muchos años divorciados. Ambos siguieron con sus vidas y armaron otra familia, pero su hijo Michael fue el que se llevó la peor parte tras la separación. Ignorado y no querido por sus padres vivió su vida solo, viendo esporádicamente a sus progenitores hasta el día de su suicidio. Seis meses después de su muerte sus padres reciben sendas cartas escritas por Michael antes de su muerte. En ellas los insta a viajar al Valle de la Muerte en California para reencontrarse. Juntos deberán visitar ciertos lugares específicos a una hora exacta, ya que así ellos “podrán verlo” una última vez para despedirse de él. El Valle del Amor es una historia profundamente dramática que en un principio se plantea como un ejercicio de culpa y dolor (los padres negligentes accediendo al último deseo de un hijo al que siempre ignoraron) pero que en el fondo esconde un relato muy humano de reencuentro y auto-descubrimiento. Los personajes desnudan sus miedos, sus inseguridades y revelan la verdad sobre sus sentimientos (para con el otro, con su hijo muerto, con ellos mismos). El film coquetea con su aspecto más sobrenatural pero sin terminar de abrazarlo en su totalidad (algo que ya se vio este año en Personal Shopper de Olivier Assayas), sino que lo utiliza para potenciar su lado humano y, a lo sumo, para reforzar su faceta espiritual sin dejar de tener los pies en la tierra. Pese que desde lo temático la película se destaca mucho, narrativamente deja mucho que desear. Ciertos tramos del film se sienten lentos y pesados; algunas tomas se extienden más de lo necesario y eso no ayuda a que la historia fluya de la mejor manera. Nicloux juega con la auto-referencialidad (que va más allá de los nombres de los protagonistas), apuesta a una bella fotografía que explota al máximo los paisajes naturales y se permite un par de momentos graciosos entre tanto drama intimista. El resto de la película descansa en los hombros y el talento de dos enormes actores que hacen el trabajo más destacado del film.
Ningún personaje ficticio medieval tiene tanto arraigo en la cultura popular británica como el Rey Arturo. El monarca inglés existe en la literatura céltica, inglesa y galesa desde el Siglo VI y hasta el día de hoy se discute si el legendario Rey es pura ficción o si su leyenda está basada en un líder verdadero. Sus cuentos y leyendas plagados de aventuras mezclan la fantasía, la magia y la historia verdadera sobre la conformación del imperio británico, con personajes entrañables como los Caballeros de la Mesa Redonda, el mago Merlín, la Dama del Lago y la legendaria espada Excalibur. Después de una guerra entre magos y humanos el reino de Londinium ha caído en las manos de Vortigen (Jude Law) hermano del fallecido legítimo Rey Uther Pendragon (Eric Bana), la reina ha sido asesinada y su hijo ha desaparecido. Arturo (Charlie Hunnam) es un joven que se hizo en las calles, criado por las prostitutas de un burdel que él mismo llegó a administrar años después. Grande será su sorpresa al descubrir que puede empuñar la espada Excalibur y sacarla de la piedra, cosa que nadie podría hacer a menos que comparta el linaje de Pendragon. Junto a un grupo de guerreros, conspiradores, espías y una misteriosa hechicera (Astrid Bergès-Frisbey) Arturo deberá superar sus miedos e inseguridades para reclamar el trono que le pertenece, aunque tal vez la responsabilidad sea demasiado grande para él. La historia del Rey Arturo ya se ha adaptado muchas veces al cine, tv y al teatro, con diversos realizadores imponiendo su estilo a la reconocida leyenda. En este caso, con Guy Ritchie (Lock, Stock and Two Smoking Barrels 1999, Snatch: Cerdos y Diamantes 2001) ocupando la silla del director, el cineasta lleva al extremo el relato clásico con todos sus trucos narrativos que a esta altura son su marca registrada. Escenas de pelea con momentos slow-motion aplicados con precisión quirúrgica, montajes rápidos con una edición frenética y buena música de fondo que resumen grandes arcos narrativos a secuencias de unos pocos minutos, toda la impronta de Ritchie está presente a lo largo de la película. Esto no es para nada malo, pero el problema es que ese estilo moderno y vertiginoso es demasiado disonante con respecto a su trasfondo antiguo y medieval. La dirección de Ritchie no es mala sino incorrecta, no es la que esta historia necesita. Por el costado interpretativo Charlie Hunnam hace un trabajo bastante aceptable, teniendo en cuenta que no es uno de los actores más talentosos e histriónicos que hay. Jude Law cumple en el rol del villano embriagado de poder y dispuesto a todo para mantener la corona sobre su cabeza. Eric Bana, Djimon Hounsou y Astrid Bergès-Frisbey están correctos en sus sendos roles secundarios pero la nota destacada se la lleva Aidan Gillen (Littlefinger en Game of Thrones) en el papel de Goosefat Bill. La ambientación es correcta, los efectos especiales se ven muy bien, el diseño de producción y vestuario no es malo y la acción es vibrante. El Rey Arturo funciona bien como entretenimiento pochoclero pasatista, pero se habría beneficiado mucho más si contara con un enfoque más clásico y épico. Ojos atentos al cameo de un reconocido futbolista.
Mal actuada, mal escrita, llena de palabrería religiosa y sentimentalismo barato para buscar la lágrima fácil. Aléjese de esta película. Si algo le encanta a la sociedad norteamericana blanca y cristiana es reafirmar su fe y sermonear al resto del mundo que no comparte sus valores sobre la importancia de la religión para llevar una vida plena y diversos tópicos similares. En este marco, año a año salen cientos de productos culturales (entendidos como música, literatura, shows de TV y películas) destinados a ese público específico, único target que puede ser verdaderamente interpelado por su mensaje. El exceso de palabrería religiosa, sentimentalismo barato y golpes bajos hacen imposible que cualquiera de estas biblias disfrazadas como arte puedan conectar con el público general (sea o no religioso). Mack Phillips (Sam Worthington) es un hombre común y trabajador que vive feliz con su familia blanca, hermosa, pura y fervientemente católica —para ilustrar este último punto: su esposa le dice “Papá” a Dios. Sí, para nada psiquiátrica la señora—. A pesar de esto, la relación entre Mack y Dios no es del todo buena, no le da mucha bola a la religión y las excursiones semanales a la Iglesia son simplemente por acompañar a la familia en su ritual más que para adorar al etéreo soberano todopoderoso. Su simple pero feliz vida se ve sacudida cuando su hija más pequeña es secuestrada por un peligroso hombre en el medio de las vacaciones familiares. Después de una larga búsqueda por parte de la policía, encuentran el vestido ensangrentado de la niña en una ruinosa cabaña en los bosques de Oregon —hasta ahí existe material para un gran thriller, pero no—. Mack se sumerge en la depresión y cuatro años después de esta tragedia el vinculo con su familia se desmorona cada día un poco más. Un día Mack recibe una misteriosa carta firmada por “Papá” que lo invita a visitar la cabaña donde su hija pequeña fue asesinada y vaya a saber que otras cosas terribles le hicieron, el Señor es un copado bárbaro. Ahí en esa cabaña Mack se encontrará con un pequeño pedazo de paraíso, será recibido por la Santísima Trinidad y ellos le enseñaran el valor de la vida, el amor, la religión, la familia y bla, bla, bla. También descubrirá más de sí mismo, sobre como fortalecer su relación con Dios y aprenderá a perdonar. No se va a andar con rodeos a la hora de decir que La Cabaña es una muy mala película. Y no solo por los sermones bíblicos y la profunda carga religiosa que inunda cada línea de diálogo en la película. El film termina de consagrarse como un desastre debido a su pésimo guion y sus actuaciones decididamente malas. Ver a Sam Worthington intentando llorar y mostrarse triste, susurrando durante toda la película y recitando sus líneas con la emoción de Droopy leyendo la guía telefónica terminan de enterrar esta producción para el olvido. Octavia Spencer hace lo posible con un guion que claramente está muy por debajo de su talento. La familia de Mack son el colmo de la inverosimilitud tanto en su faceta de perfectos y felices como cuando están divididos, tristes y destrozados por la muerte de su integrante más joven. Un festín de golpes bajos, sensiblería berreta y mucho catolicismo metido con calzador para conmover a los fans del Papa. Vas a salir de la sala pidiendo que Dios mate a tus hijos para que te convierta en una mejor persona. Imperdible éxito para toda la familia.
Emotiva, divertida, vibrante, explosiva. Un combo perfecto de acción, risas, ciencia ficción, buena música y demencia visual del mejor nivel hecho con mucho corazón. En el año 2014 (y después de estrenar 8 films), Marvel Studios dio la prueba contundente de que en materia de cine de superhéroes tiene la vaca atada y puede hacer películas exitosas con cualquier propiedad bajo su control. Ya no hablamos de personajes icónicos y representativos de la editorial: el increíble Hulk, Iron-Man, Capitán América, Thor; todos personajes de primer nivel con una extensa mitología y muy importantes para la historia del cómic. De la mente y la imaginación de James Gunn (un irreverente cineasta y ex-músico de rock que dirigió películas como Slither y Super) y basado en la etapa comiquera que inició en 2008 encabezada por Dan Abnett y Andy Lanning, Guardianes de la Galaxia (Guardians of the Galaxy, 2014) fue un éxito masivo que recaudó más de 700 millones de dólares y catapultó a la fama mundial a un grupo de personajes de segunda línea. El film rescató la estética y la acción de las mejores space operas, sumándole un equipo de heroes reticentes, mercenarios y criminales espaciales que deben unir fuerzas muy a su pesar para salvar a la galaxia. Todo sazonado con grandes dosis de humor, referencias ochenteras, situaciones adultas, un soundtrack excelente y muchas groserías; muy a tono con lo que a Gunn le gusta hacer en sus producciones, demostrando un nivel de control creativo nunca antes visto en la factoría de películas de Marvel. El Volumen 2 arranca mostrando a nuestros space a-holes trabajando como mercenarios, ya con una dinámica de equipo muy bien aceitada. Después de eliminar a un monstruo interdimensional (y de llevar a cabo una muy divertida secuencia de títulos iniciales) los Guardianes salvan unas baterías sagradas que pertenecen a Los Soberanos, una raza de alienígenas mejorados mediante ingeniería genética para alcanzar la perfección. Rocket (Bradley Cooper) hace que el equipo se meta en problemas con estos aliens dorados al insultar a Ayesha (Elizabeth Debicki), la sacerdotisa de Los Soberanos. Escapando de la flota de naves enemigas, los Guardianes llegan a un extraño planeta viviente poblado por Ego (Kurt Russell), el avatar del planeta que en sus viajes por el universo se enamoró de la madre de Peter Quill (Chris Pratt). Junto a Ego vive Mantis (Pom Klementieff), su mascota/asistente; una alienígena empática capaz de leer los sentimientos de aquellos a quienes toca. Mientras en otro rincón de la galaxia, Yondu Udonta (Michael Rooker) y su ejército de Ravagers siguen buscando a Star Lord por la humillación sufrida en el film anterior, pero algunos de sus hombres comienzan a cuestionar el liderazgo del hombre de piel azul. Lo más valorable de Guardians of the Galaxy es la habilidad de Gunn a la hora de tomar todo lo bueno que había fascinado al público en el primer film (el humor, la acción, la música, el increíble diseño de producción, etc) y multiplicarlo por 10. La película pierde en el “factor sorpresa” que descolocó a la audiencia, pero gana en desarrollo de personajes. Los que en la primera entrega se sintieron algo planos y poco explotados en esta nueva película se lucen muchísimo sin opacar al resto. Presentar personajes es un arte complicado (a veces puede salir terriblemente mal) y más aún desarrollarlos. Gunn logra, además de dar a conocer a los nuevos, desplegar todas las facetas de la personalidad de los demás. Guardians funciona tan bien porque ese rejunte de inadaptados se siente como un verdadero equipo. Star Lord es el lider, Gamora (Zoe Saldana) es la voz de la razón, Drax (Dave Bautista) es el comic-relief y a la vez el soporte emocional del grupo, Rocket es el tipo duro con corazón de oro y así con todos. El film tiene unos lindos momentos emocionales muy bien logrados que no se sienten para nada forzados ni clichés. En el apartado musical, esta película hace un mejor uso del genial soundtrack que su predecesora: mientras que en la primera la música simplemente acompañaba las secuencias aportando su sonido cool, en esta ocasión la utilizan para contar parte de la historia con la letra. El desarrollo de personajes, la profundidad emocional y el espacio extra para los personajes secundarios están intrínsecamente ligados al tema principal de la película: la búsqueda de la familia. La dinámica familiar atraviesa no solo a Star Lord y su padre sino también a Gamora y su hermana Nebula (Karen Gillan) un personaje que en su primera aparición se vio relegada a villana secundaria de poco peso. La película es impecable en todo aspecto visual. Un enorme y bellísimo despliegue de CGI capaz de callar al más acérrimo enemigo de los efectos especiales digitales. Gunn filmó Guardians con cámaras RED Weapon 8K, y esto se nota. El film tiene una apariencia deslumbrante y una calidad de imagen espectacular con gran resolución. El diseño de producción vuelve a destacarse muchísimo y el trabajo de maquillaje y prótesis es muy bueno. La película anterior estuvo nominada al Oscar en ambas categorías (efectos visuales y maquillaje) y su secuela tranquilamente podría repetir ese logro. Guardianes de la Galaxia vol.2 logra construir otra aventura divertida, vibrante y emotiva junto a este grupo de atorrantes espaciales que todos aprendimos a querer. Los personajes nuevos funcionan muy bien y la película se toma su tiempo para darle más espacio a los personajes relegados y expandir sus historias y personalidades. Quédense hasta el final de los títulos que hay varias escenas más para disfrutar.
A pesar de que la trama romántica del film resulta un tanto tediosa, la correcta puesta en escena y el talento de sus intérpretes hacen de La Promesa una película digna de ver. El 24 de abril de 1915 daba inicio uno de los capítulos más oscuros de la historia. El antiguo Imperio Otomano está en decadencia y su poder comienza a desmoronarse. Una Guerra Mundial se avecina. En el medio de la escalada de conflictos el gobierno del Imperio decide “relocalizar” a los ciudadanos armenios. Estas deportaciones forzosas bajo condiciones inhumanas, con mujeres y niños sometidos al hambre, la sed y las interminables caminatas por zonas desérticas; en realidad enmascaraban un plan de aniquilación de la población armenia que hasta el día de hoy se conoce como el Genocidio Armenio, masacre en la cual se estipula que murieron alrededor de 1.500.00. personas. Michael Boghosian (Oscar Isaac) es un estudiante de medicina nativo de Siroun, un pequeño pueblo al sur de Turquía, que viaja a Constantinopla, la capital del Imperio, para continuar sus estudios. Viviendo en la casa de sus acaudalados tíos, Michael conoce a Ana Kheserian (Charlotte Le Bon), una joven armenia y a su pareja Chris Myers (Christian Bale), un reconocido periodista estadounidense de Associated Press. La atracción entre Michael y Ana es irresistible, pero mientras el conflicto bélico estalla a su alrededor ellos deberán mantener sus sentimientos a raya. Además, Michael también está comprometido con una joven de Siroun llamada Maral (Angela Sarafyan). El director Terry George ya demostró su habilidad para narrar dramas históricos fuertes con Hotel Rwanda (2004), film protagonizado por Don Cheadle que relata el Genocidio de Ruanda. Aquí, pese a que la trama romántica y el triángulo amoroso son ficticios, la historia real rodea a los personajes: el genocidio del pueblo armenio, la resistencia en la montaña de Musa Dagh, la guerra. La puesta en escena y la reconstrucción histórica del film son sus puntos fuertes. Todos los actores están muy bien en sus papeles, destacándose especialmente Oscar Isaac y Charlotte Le Bon. También hace un gran trabajo a la hora de mostrar el sufrimiento del pueblo armenio y la brutalidad de los hechos históricos. La principal falencia de la película aparece en el vehículo que impulsa la trama: la historia romántica termina siendo mucho menos interesante que todo lo que la rodea. Cada vez que el film vuelve a la historia del triángulo amoroso entre Michael, Ana y Chris todo se vuelve tedioso y el ritmo de la película se estanca. Es lo bastante dulce para matizar toda la barbarie que sucede alrededor de los protagonistas, pero no lo suficiente para mantener al espectador interesado en el conflicto interno de los personajes, es más atractivo el conflicto externo. Sacando ese detalle, La Promesa es un film bastante entretenido y disfrutable; algo a destacar ya que es la primera producción holywoodense de gran nivel que retrata el Genocidio Armenio. La película se vio envuelta en una gran polémica previa a su estreno, ya que miles usuarios turcos se manifestaron en contra del film mediante foros de internet y utilizaron cualquier espacio de crítica o reseña cinematográfica para hablar mal del film y calificarlo de forma negativa, como un intento de influir en la percepción del público.
Un Golpe con Estilo es una película que logra entretener al espectador a lo largo de sus 97 minutos, pero poco se puede destacar más allá de una correcta puesta en escena, sus (pocos) momentos verdaderamente graciosos y la talentosa triada de protagonistas que se pone el film al hombro. Going in Style (1979) es un film de comedia dirigido por Martin Brest que relata la historia de tres ancianos muy deteriorados y aburridos que se han resignado a vivir sus rutinarias vidas hasta morir eventualmente. Un día trazan un plan para ponerle algo de emoción a sus vidas: robar un banco, Pese a ser una comedia la película tiene una veta bastante sensible mostrando el drama de los protagonistas, su monótona vida y cómo la sociedad le da la espalda a sus mayores. En esta nueva versión los protagonistas retienen sus nombres y el título del film original sigue igual, pero el tono de la película cambia bastante. Al (Alan Arkin), Joe (Michael Caine) y Willie (Morgan Freeman) son tres jubilados que ven cómo sus pensiones son arrebatadas por la compañía donde trabajaron durante toda su vida. Sin querer fallarle a sus familias y tapados de deudas, el grupo de amigos deciden robar el mismo banco que los está estafando después de que Joe sea testigo de un exitoso atraco. Con un estilo más familiar y optimista (lejos del drama oscuro con algunas bromas del film original), Un Golpe con Estilo apela más a la comedia ligera y la risa fácil, sazonado con grandes intérpretes de la talla de Michael Caine (Batman: The Dark Knight, 2008), Alan Arkin (Little Miss Sunshine, 2006) y Morgan Freeman (Invictus, 2009) que aunque actúen en piloto automático, les alcanza y sobra para brindar una buena actuación. Otros actores que cumplen con su labor en roles secundarios son Joey King (Fargo, 2014) como la nieta de Joe, John Ortiz (Silver Linings Playbook, 2012) haciendo de un criminal latino que les enseña cómo robar a los inexpertos ancianos y Matt Dillon (Wayward Pines, 2015) interpretando a un agente del FBI encargado de cazar al trío de asaltantes. El film tiene unos gags bien logrados que logran arrancarte alguna que otra risa (sobre todo en las intervenciones del personaje de Christopher Lloyd).
Power Rangers tiene todo el encanto de la serie original, su acción demencial y su comedia ridícula, pero otorgándole vida nueva con sus adolescentes modernos con problemas actuales y sus correctos efectos especiales. Los Mighty Morphin Power Rangers (1993-1995) fueron una parte fundamental de la infancia de todo aquel que haya crecido en la década de los 90'. El show americano creado por Haim Saban utilizaba metraje reciclado de la serie japonesa de Toei Super Sentai, para hacer un show de adolescentes americanos lidiando con su vida como héroes y los típicos problemas de escuela secundaria, sumado a todo el encanto del género tokusatsu asiático con sus peleas de artes marciales y batallas épicas de robots gigantes contra kaijus monstruosos en una ciudad hecha de miniaturas. Esta nueva versión nos presenta al mismo grupo de jóvenes, pero con una óptica más inclusiva: hay un asiático, una latina y un afroamericano. También hay diversidad de trasfondos para cada uno de los personajes, reflejo de los tiempos que corren: hay un héroe deportivo y popular caído en desgracia, un joven con autismo, una chica que perdió a sus amigos por un escándalo de sexting y hasta un Ranger LGBT. Jason Scott (Dacre Mongomery), Kimberly Hart (Naomi Scott), Billy Cranston (RJ Cyler), Zack Taylor (Ludi Lin) y Trini (Becky G.) son un grupo de jóvenes inadaptados que se reúnen por azar y terminan descubriendo unas antiguas monedas doradas que les dan increíbles habilidades. Pero como todo gran poder conlleva una gran responsabilidad, ellos se convierten en los Power Rangers, una casta de poderosos guerreros defensores de toda la vida que deberán detener a la malvada Rita Repulsa (Elizabeth Banks) antes de que logre hacerse con el misterioso Cristal Zeo, objeto que le permitirá tener poder infinito. Pero para poder volverse Rangers no alcanza con tener las monedas. Este grupo de desconocidos deberá convertirse en un verdadero equipo de guerreros y amigos para alcanzar todo su poder. Contarán con la ayuda del androide Alpha-5 (Bill Hader) y bajo la tutela de Zordon (Bryan Cranston), la conciencia de un Ranger anterior, deberán entrenar sus habilidades, conocerse y aprender a confiar el uno en el otro. Power Rangers es una película bastante sólida y entretenida que rescata la esencia de la serie que le da nombre y le agrega un tono moderno, más realista y un poco más oscuro sin resignar el sentido del humor característico del show. En el film ciertos arcos remiten a otras producciones como The Breakfast Club (grupo de chicos problemáticos que se conocen en detención), Chronicle (adolescentes que descubren un gran poder en una cueva) y Pacific Rim (robots gigantes vs kaijus), pero no deja de ser ni de sentirse como Power Rangers. Todos los actores dan lo mejor de sí y un puede notar que se divierten en sus roles, más que nada Elizabeth Banks, que despliega todo su histrionismo para hacer una Rita Repulsa bien exagerada que va atravesando distintas etapas a medida que su poder crece. Cranston y Hader brindan interpretaciones sólidas (su mayor trabajo es con la voz) para dotar de personalidad a sus personajes y los jóvenes actores con poco rodaje no decepcionan en su rol de Rangers, destacándose especialmente Dacre Montgomery, Naomi Scott y RJ Cyler (los que tienen más tiempo en pantalla). El CGI es bastante digno, las peleas de Zords se ven geniales y el film está lleno de referencias y cameos que harán delirar a los fanáticos de la serie original. Power Rangers es un buen film con mucho humor y acción que sirve como un gran inicio de franquicia que apela a los nostálgicos de los 90' pero con el potencial para entretener al público general.
Ghost in the Shell resigna la profundidad filosófica del film animado para dar un increíble espectáculo de acción y ciencia ficción impecable desde lo técnico y visual combinado con una intensa trama de thriller tecnológico. Ghost in the Shell (Kōkaku Kidōtai) es un manga de ciencia ficción con elementos de policial y estética cyberpunk que generó una enorme legión de fanáticos y dejó una profunda huella en la cultura pop. La historia trascendió las viñetas y fue adaptada en dos películas: Ghost in the Shell (1995) y Ghost in the Shell: Innocence (2004), ambas dirigidas por Mamoru Oshii; además de varias series animadas, OVAs, películas para tv y sirvió como fuente de inspiración para clásicos modernos como The Matrix (1999). La historia se centra en el personaje de Motoko Kusanagi, una cyborg que ocupa el cargo de Major en la Sección 9, un cuerpo policial especializado en amenazas terroristas y ciber-crimen. Ghost in the Shell está ambientada en un mundo donde la humanidad ha abrazado a la tecnología y la línea que divide a los seres vivos de las máquinas es cada vez más difusa. Casi todas las personas están total o parcialmente mejoradas mediante tecnología y la inteligencia artificial avanzó muchísimo. Lo único que separa a los humanos de las máquinas es el ghost, una propiedad etérea que puede removerse de la persona e implantarse en un cuerpo robótico (para muchos el ghost representa a la consciencia o al alma, ese atributo que hace único al ser humano). Major vive cuestionando su propia humanidad (es completamente mecánica, pero conserva su ghost) y la ética de la unión entre hombre y tecnología además de preguntarse cual es la verdadera diferencia entre el humano y la máquina desde un aspecto más filosófico que físico. En esta nueva versión, Major (Scarlett Johansson) tiene otro nombre —Mira Killian— y es renacida como cyborg después de un accidente que destruyó su cuerpo y mató a toda su familia. La compañía Hanka Robotics la convierte en la primer humana completamente artificial y experimentan con ella poniendo sus increíbles habilidades al servicio de la Sección 9 junto a su más humano compañero Batou (Pilou Asbæk) y el jefe Aramaki (Takeshi Kitano). La acción comienza cuando la Sección 9 se enfrenta a un ciber-terrorista que se hace llamar Kuze (Michael Carmen Pitt), determinado a destruir a todos los que estén asociados con Hanka. A su vez, Major empieza a manifestar problemas con su ghost: extraños glitches y recuerdos atraviesan su mente como si su inconsciente tratara de reflotar imágenes de su vida anterior. La historia de Ghost in the Shell tiene dos patas bien simples y diferenciadas: por un lado la acción sci-fi de alto nivel con Major y sus compañeros luchando contra los secuaces de Kuze y por el otro un intenso thriller cyberpunk de la protagonista tratando de descubrir más sobre su vida como humana, las verdaderas intenciones de la compañía que la creó y lidiando con un villano que parece saber más sobre su pasado que ella misma. Pero lo que verdaderamente te deja boquiabierto no es el largo debate ontológico sobre lo que significa ser humano, sino todo el apartado técnico y visual de la película. El director Rupert Sanders (Snow White and the Huntsman, 2012) crea un mundo de una riqueza visual impactante que explota de texturas, colores, luces y detalles. Una enorme ciudad salpicada de hologramas y luces de neón que remite a una versión más amigable de la gran urbe siempre presente en Blade Runner. La película logra una amalgama justa de efectos prácticos, muñecos animatrónicos y CGI que en ningún momento distrae ni desentona. Un muy cuidado diseño de producción sumado a una correcta banda sonora sirven para sumergir al espectador en ese universo cyberpunk futurista y a la vez cercano. La historia sigue bastante al pie de la letra la estructura de la película original, pero cambiándola lo suficiente para que se sienta fresca sin tener que reinventarla. Con muchos guiños al clásico animado (algunas escenas calcadas a la perfección) y una Major más emotiva y expresiva, cercana a su versión del manga y no tan taciturna y reflexiva como en la película de Oshii. El buen ritmo y pulso narrativo de la película hace que la historia fluya sin inconvenientes y el film hace una correcta utilización del 3D, no solo como un gimmick (objetos que vuelan hacia el espectador) visual sino para dotar de profundidad a ciertas escenas y lograr una ilusión de tridimensionalidad de lo que vemos en pantalla.