Pedazos de un rompecabezas imborrable El realizador argentino Iván Fund se enfrenta en Toublanc (2017) a la inconmensurable tarea de combinar la vida y la obra del escritor argentino Juan José Saer en el marco o con la excusa del Año Saer, que homenajea al escritor como parte de un programa de difusión del Ministerio de Innovación y Cultura de la Provincia de Santa Fe. Como un vórtice que abre un portal entre Santa Fe y Francia a través de la prosa de Saer, Philippe Toublanc, un inspector de homicidios de la policía francesa en París, acude a Bretaña, su ciudad natal, para investigar el asesinato de un obrero mientras que Clara Ríos, una profesora de francés solitaria y deprimida que vive con su perra Asia, denuncia a la policía el abandono de un caballo en un terreno baldío enfrente de su casa. Cuando el dueño del caballo aparece muerto enfrente y el caballo desaparece entre ambos crímenes traza un paralelo unido por la pasión. A su vez, Clara recibe una narración de uno de sus alumnos más brillantes que la involucra como un preámbulo para una ruptura de la rutina cotidiana que se materializa a través de la relación con su alumno y del crimen acaecido enfrente de su casa. La música y las escenas se funden a través de la literatura de Saer en bellas imágenes en la que se destaca tanto la labor de dirección de Fund como el trabajo de fotografía y cámara a cargo de Gustavo Schiaffino. La actuación de Maricel Álvarez es extraordinaria, construyendo un personaje taciturno y retraído que expresa sus emociones a través de sus gestos faciales y posturas corporales. Los brillantes escritos poéticos del joven estudiante de francés obsesionado y enamorado de la profesora basados en la novela Cicatrices de Saer cierran este portal de encuentros de mundos unidos por la literatura, el crimen y el amor mientras el caballo, único testigo del crimen deambula por la ciudad de Santa Fe como un melancólico personaje nocturno que se pierde en una ciudad que se debate entre su pasado agroexportador y su pujante presente en la economía argentina. Toublanc es un film tan enigmático como la literatura de Saer, con muchas claves de lectura y reminiscencias a la obra, las angustias y la vida del escritor santafesino. A través de estas historias construidas en los márgenes del crimen y el amor, el opus de Iván Fund da cuenta de un mundo que se desarrolla por fuera de las primeras planas, que de forma circunspecta rodea lo extraordinario, rozándolo así para de vez en cuando sentir la profundidad de lado y no caer en los abismos.
Un viaje intenso Marcos, un joven escritor de relatos para niños obsesionado con la muerte en sus historias, ambiciona escribir una novela, lo que lo conduce a renunciar a su trabajo en una editorial infantil para dedicarse a escribir su gran obra. Cuatro años después, mientras su novela y su vida social naufragan, su negocio de venta ilegal de una droga transgénica derivada de las flores de eritrina prospera como para mantenerlo a flote en su mediocridad. Cuando un amigo le señala que su novela está estancada debido a su falta de experiencias, Marcos decide viajar a Montreal gracias a la invitación de un colega y descubre que la planificación de la emigración puede ser el tema de su dilatado proyecto novelístico. La novela lo llevará de esta manera a caminos insospechados y a tomar decisiones que intensificarán su experiencia de vida, en una sorprendente metáfora sobre los efectos de las drogas. El realizador y guionista Santiago Van Dam construye así una comedia romántica bizarra con mucha acidez y un gran humor cáustico en una propuesta que se desenvuelve alrededor de la comunidad consumidora de flores y cannabis de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. El film también contiene muy buenas animaciones y un gran elenco, destacándose la labor de sus protagonistas, Ezequiel Tronconi, Julián Calviño y Giselle Motta. Ojalá Vivas Tiempos Interesantes (2017) trabaja de forma magistral el relato del progreso de una novela como crónica de una realidad que, al igual que la literatura, va escapando de las manos de su autor para convertirse en otra cosa, encontrando en una filosofía hedonista sobre la intensidad como carácter paradigmático de la experiencia el hilo conductor que une toda la narración y el accionar del protagonista, quien rápidamente ve cómo la escritura lo va transformando. Parafraseando a uno de los personajes sobre las capas de análisis de esta excelente ópera prima de Van Dam, el sentido siempre está oculto y hay que aprender a esperar para descubrirlo.
La Corte del Rey Carmesí El éxito de las obras literarias del escritor norteamericano Stephen King le ha asegurado la venta de muchas de estas novelas a productoras cinematográficas, las cuales han llevado al cine algunas de sus obras más importantes como El Resplandor (The Shining, 1977), Carrie (1974) o Cementerio de Animales (Pet Sematary, 1983), por nombrar algunas de las más destacadas, con desigual calidad y en muchos casos con diversos problemas que han impactado en la producción, la realización y el resultado final, como ocurrió en la adaptación de El Pulso (Cell, 2006), por citar un ejemplo paradigmático reciente. El film en cuestión es la adaptación de la saga de literatura fantástica escrita por Stephen King y considerada por algunos críticos y el propio escritor su obra cumbre, que incluye ocho títulos: El Pistolero (1982), La Llegada de los Tres (1987), Las Tierras Baldías (1991), Mago y Cristal (1997), Lobos del Calla (2003), Canción de Susannah (2004), La Torre Oscura (2004) y El Viento por la Cerradura (2012). Dirigida por el realizador danés Nikolaj Arcel (A Royal Affair, 2012), y escrita en colaboración por Akiva Goldsman, Jeff Pinkner, Anders Thomas Jensen y el propio Arcel, La Torre Oscura (The Dark Tower, 2017) busca traducir la significativa y extensa obra magna de King al cine a partir de un viaje de iniciación emprendido por un adolescente acosado por sueños de un realismo perturbador sobre un enfrentamiento entre un pistolero y un hechicero en otra dimensión. Mientras que en la novela publicada a principios de la década del 80 del siglo pasado, y revisada para corregir errores narrativos y de continuidad en 2003 por el propio King, el protagonista es el pistolero Roland (Idris Elba), en el film comparte protagonismo, e incluso lo reniega, en favor de un personaje secundario en el libro, Jake Chambers (Tom Taylor). En la película, Jake, un adolescente neoyorquino que recientemente perdió a su padre en un incendio, y que posee la cualidad psíquica del resplandor, una fuerza precognitiva sobrenatural descrita en las novelas El Resplandor y Doctor Sueño, descubre gracias a sus experiencias oníricas que un grupo de secuestradores de niños está tras de él. El joven plasma en sus bocetos con lápiz sus sueños en evocativos dibujos que lo llevan a descubrir otro mundo en ruinas en el que los pistoleros, una orden de caballeros que resguarda la Torre Oscura, una especie de centro de energía que protege el Universo de un caos habitado por temibles monstruos, ha sido diezmada por las huestes de Walter (Matthew McConaughey), un mago maligno que desea destruir la torre a través de una máquina dentro de una pirámide que genera un rayo demoledor, producto del resplandor de los niños que utiliza para su siniestra tarea. La Torre Oscura se inspiró en el poema Childe Roland a la Torre Oscura Llegó, del poeta y dramaturgo inglés Robert Browning, y posee, al igual que las novelas, elementos y referencias más o menos explícitas sobre la mitología artúrica, la literatura de caballería medieval, la saga de El Señor de los Anillos de J.R.R. Tolkien y diversos subgéneros del western, pero también características que remiten a otras obras del propio Stephen King, como por ejemplo la misteriosa particularidad del resplandor. Con una gran actuación de Idris Elba y Matthew McConaughey, que juntos sostienen la película con sus enfrentamientos mal aprovechados, el opus busca construir una historia que combine la novela de King y su estilo con la idiosincrasia del nuevo público adolescente global, llegando a una concesión de todas las partes hasta crear un híbrido que funciona a nivel narrativo pero con muchos problemas. Al convertir a Jake en el protagonista se hace hincapié en la cultura juvenil, la búsqueda de la personalidad y la iniciación en lugar de la historia mitológica sobre el legado de los pistoleros, la construcción del personaje de Roland y la búsqueda de la torre, dejando para alguna secuela algunos hilos argumentales centrales de la novela. La combinación un tanto heteróclita de elementos de las ocho novelas sin demasiado criterio tampoco ayuda a una producción que oscila entre seguir el espíritu de la obra de King y pasteurizarlo para transformarlo en una obra más aceptable para un público masivo, aunque siempre inclinándose más por la segunda opción que por la primera en su desarrollo. A pesar del abandono de muchas cuestiones que constituyen lo que algunos críticos literarios denominan la gran obra maestra de Stephen King, La Torre Oscura es un film con una narración ágil y atrapante y un relato conciso y hasta coherente -por momentos- que busca perpetuar el estilo pueril del cine adolescente actual pero sin demasiado desarrollo argumental, dejando demasiados cabos sueltos, sin detenerse en ninguna parte y fallando en detalles clave y cuestiones centrales como la extensión de la presentación de Jake como protagonista. Pero también hay aciertos, como el diseño del mundo en escombros y los portales, entre varios puntos positivos que remiten a la imaginación de la mente de King y a la buena labor del equipo de dirección artística. De esta manera, el film no logra convencer como adaptación de Stephen King pero tampoco decepciona completamente a nivel cinematográfico con un guión que sufre principalmente por las erróneas decisiones corporativas de la búsqueda de una aquiescencia ausente en la obra original, la cual, en muchos casos, es irreverente y traumática, acorde con su autor, uno de los grandes escritores norteamericanos de literatura fantástica y terrorífica de los últimos cincuenta años.
Réquiem para la tradición El primer largometraje del realizador Mohamed Ben Attia, coproducido por los hermanos Jean-Pierre and Luc Dardenne, es un drama sobre la libertad, influido por los nuevos problemas sociales y el espíritu y las políticas democráticas que florecieron tras la revuelta popular que derrocó al gobierno del presidente Zine El Abidine Ben Ali en 2011, en el país del norte de África. Hedi es un apagado y desmotivado vendedor de autos de Peugeot que está a punto de casarse con una bella joven en un casamiento arreglado por su madre con la ayuda de su hermano que vive en Francia. Pero el muchacho es un extraordinario dibujante cuyo sueño es la publicación de la historieta en la que está trabajando. Debido a la crisis económica que golpea la industria automotriz, Hedi es enviado en viaje de negocios a una ciudad costera cercana, en la que no tiene mucho éxito. Pero allí comienza una relación amorosa con una coordinadora de actividades en el hotel en que se hospeda. De pronto, la realidad que lo asfixiaba pasa a segundo plano y el protagonista desafía las convenciones de la tradición tunecina y a su familia con sus acciones. El film construye relaciones conflictivas en base a la necesidad de Hedi de crear su propio camino y encontrar la libertad individual en medio de los cambios políticos para abandonar la tradición que lo sofoca. Esta ópera prima es una refrescante brisa emancipadora que utiliza un eje narrativo tradicional familiar para aportar una visión política relevante sobre la situación de su país a través de un guión extraordinario y una dirección deudora de lo mejor del cine social europeo. Bienvenido este réquiem a la tradición y su oda a la libertad.
Gobernantes y estadistas En su tercer y último film de ficción, el realizador argentino Santiago Mitre (La Patota, 2015) regresa al mundo de la política que supo analizar en su ópera prima, El Estudiante (2011), en esta oportunidad para analizar los contubernios en los que se desenvuelve la clase política argentina actual en medio de una cumbre de presidentes latinoamericanos, con el fin de discutir la creación de una entidad petrolera latinoamericana, la Alianza Petrolera del Sur, bajo el liderazgo de Brasil. En La Cordillera (2017), un presidente argentino de incierto carácter, Hernán Blanco (Ricardo Darín), criticado por los medios por su perfil bajo, se ve envuelto en una serie de contratiempos que amenazan con convertirse en escándalos que golpeen a su endeble e inestable mandato. Mientras negocia junto a su comitiva la participación en una empresa pública de explotación del petróleo para competir internacionalmente y terminar con la dependencia de las empresas privadas transnacionales que saquean a los países que negocian unilateralmente, su ex yerno inicia tratativas para desatar una batahola mediática alrededor de los fondos de la campaña presidencial. Paralelamente, la hija del presidente argentino, Marina (Dolores Fonzi), sufre un colapso nervioso que la hace perder el habla. Para tratar el episodio, Luisa Cordero (Érica Rivas), la secretaria personal de Blanco, convoca a un prestigioso psicólogo chileno pero la terapia trae recuerdos sobre acontecimientos anteriores al nacimiento de Marina que preocupan a su padre. El guión de Mitre y Llinás propone un conflicto geopolítico de alcance internacional entre los intereses norteamericanos y la búsqueda de preponderancia y protagonismo internacional del presidente de Brasil, Oliveira Prete, a la vez que coloca al presidente argentino en el rol de comodín y contrapeso político en la región, tironeado a la vez por los exabruptos del presidente mexicano (funcional a los intereses de Estados Unidos), los planes de Brasil y las disputas al interior de su gabinete. El film se propone como un thriller político y psicológico que narrativa y visualmente genera referencias a la cinematografía de Roman Polanski y al film de terror psicológico El Resplandor (The Shining, 1980) de Stanley Kubrick, para crear un clima de reclusión similar al del Hotel Overlook, en un albergue de lujo rodeado por la nieve y las cadenas montañosas de la Cordillera de los Andes. El tono dramático y parsimonioso está representado en todas las interpretaciones, destacándose tanto el protagonismo de Ricardo Darín y Dolores Fonzi en los roles principales como Érica Rivas, Elena Anaya, Paulina García, Daniel Giménez Cacho, Gerardo Romano y Christian Slater en roles secundarios con actuaciones sobrias y ponderadas. La gran labor de Javier Julia (Relatos Salvajes, 2014) en la fotografía contrasta y contrapone los primeros planos de los soberbios, cínicos e inexpresivos rostros de la política con una naturaleza impávida, para fundir la imagen con el relato poniendo en relieve el juego de mercadotecnia de la campaña de Blanco con su pírrica consagración, rodeado de la nieve como una metáfora de la banalidad electoral, la ignorancia de los votantes que apoyan slogans en lugar de proyectos, y por ende, la imposibilidad de tener presidentes que representen los intereses de la ciudadanía. La música incidental, compuesta por el español Alberto Iglesias, le da al film un tono que combina rasgos espeluznantes con un suspenso acorde a un relato que va del drama político hacia el terror sobrenatural a partir de una indagación en los recovecos abismales del inconsciente. De esta manera, el realismo escalofriante del film recrea la atmósfera de las decisiones políticas en toda su dimensión geopolítica y lúgubre para ofrecer una disección aséptica y sin anestesia de una clase política dispuesta a todo tipo de traiciones si el precio es el correcto.
Vida nueva Los hermanos Mika y Aki Kaurismäki son sin duda las figuras más importantes y relevantes del cine finlandés de los últimos cuarenta años, ya sea en la realización o la producción cinematográfica a través de la productora Sputnik. En su último film Aki, el más joven y conocido en Argentina por sus films El Hombre sin Pasado (Mies Vailla Menneisyyttä, 2002) y Juha (1999), regresa a la cuestión de la migración de personas, tema de su largometraje anterior El Puerto (Le Havre, 2011) y uno de los tópicos más controvertidos y debatidos en Europa en la actualidad a partir de las oleadas de refugiados de Medio Oriente y África que buscan en los países industrializados escapar de la pobreza y la guerra. En El Otro Lado de la Esperanza (Toivon Tuolla Puolen, 2017), ganadora del Oso de Plata a la Mejor Dirección en la última edición del Festival Internacional de Cine de Berlín, un inmigrante sirio, Khaled (Sherwan Haji), busca asilo político en Finlandia tras pasar por una odisea increíble en su recorrido sin papeles a través de los territorios europeos, escapando de la violencia sin fin en su ciudad natal Alepo, hoy testigo de la lucha entre las distintas facciones que bajo pretextos políticos, religiosos e ideológicos buscan sembrar el caos para apoderarse de un país devastado y empobrecido. A través de hermosos primeros planos y escenas con un gran sentido del humor parco y cáustico, Kaurismäki construye dos historias paralelas. Por un lado tenemos al inmigrante sirio que ha perdido a toda su familia en un bombardeo sobre Alepo y busca a su hermana perdida, y por otro a un empresario, Wikström (Sakari Kuosmanen), que busca cambiar de negocio para transformar su vida estancada. En ambas historias el realizador finlandés imprime desde una visión humanista dos mundos opuestos que se cruzan para encontrar un propósito y ayudarse mutuamente a encontrar el camino de la esperanza. Las visiones de ambas sociedades parecen dos hermosas alucinaciones del pasado que se apersonan en el presente para no olvidar que a partir de la construcción del pasado se crea el presente y se prefigura el futuro. El empresario abandona su negocio de camisas y a su esposa para comprar un restaurante y emprender una metamorfosis en pos de nuevos clientes en una desesperada movida por ganar más dinero y transformar un antro en un establecimiento de comida gourmet. Tras escapar de las autoridades de casi todos los países europeos y cruzar todas las fronteras, Khaled encuentra trabajo, refugio, un hogar y ayuda para buscar a su hermana en el dueño del restaurante. El film de Kaurismäki se adentra así en la vida de los refugiados, su suplicio, la inseguridad constante, el odio de los grupos fascistas, la simpatía de aquellos que pueden comprender la pérdida total que los refugiados arrastran, las nuevas amistades y el sistema burocrático estatal de asilo que convierte a los humanos en una pieza de un engranaje geopolítico. El film contempla la irrupción de los refugiados en Europa como la llegada de una novedad que enriquece a través de su experiencia, poniendo en primer plano su agradecimiento a una sociedad que ha olvidado su carácter migrante y ha apartado lo inesperado de la ecuación vital. Aquí también dicen presente las dificultades de asimilación, la persecución, la mala paga y los conflictos que surgen de las contradicciones que el abandono forzado del hogar produce. Con gran sensibilidad y delicadeza, El Otro Lado de la Esperanza crea una historia maravillosa en la que la esperanza y el desencanto se dan la mano para encontrar la belleza en la búsqueda de una salida. En medio de todo esto Aki Kaurismäki introduce escenas inesperadas, diálogos dadaistas y extraordinarios temas de música finlandesa interpretados por músicos locales en bares con un encanto irresistible, y además graba en las imágenes los acordes de un réquiem para la sociedad europea que se amalgama con la nueva realidad que llega como puede con el objetivo de anclarse y coexistir donde sea que encuentre un pequeño espacio.
La tierra de la imaginación El tercer film de Nicolás Herzog (Orquesta Roja, 2009), Vuelo Nocturno (2017), propone una indagación en algunos datos significativos de la vida del escritor, aristócrata francés y aviador Antoine de Saint-Exupéry, autor de El Principito (Le Petit Prince), una novela corta sobre la naturaleza humana y la imposibilidad de los adultos de ver el mundo a través de los ojos infantiles, durante su corta estadía en Argentina y la influencia de esa época en su breve pero concisa obra literaria. A partir de esta premisa el realizador crea una obra a mitad de camino entre la ficción y el documental con una trama que es solo el punto de partida de una historia sublimada. En su obra más autobiográfica, Tierra de Hombres (Terre des Hommes, 1939), Saint-Exupéry narra diversos acontecimientos ocurridos durante su labor como aviador pionero en la empresa francesa de correo Aéropostale en varios capítulos que influyeron a posteriori en el relato de El Principito. Nicolás Herzog centra su relato en uno de esos capítulos, Oasis, donde el escritor narra su fascinación por las hermanas de diez y quince años, Edda y Suzzane Fuchs, que conoce en Concordia, Entre Ríos a principios de la década del treinta, durante el año y medio que trabajó en Argentina. En esa época Saint-Exupéry es nombrado director de Aeroposta Argentina, empresa precursora de Aerolíneas Argentinas, en su momento filial de Aéropostale. Sus viajes por todo el país le permiten regresar en varias oportunidades al Palacio San Carlos en Concordia, hogar de las hermanas, gracias a la amistad que entabla con la familia francesa Fuchs Valón, locataria del encantador inmueble. Con dos exitosos libros publicados, Correo del Sur (Courrier Sud, 1928) y Vuelo Nocturno (Vol du Nuit, 1931), ganador de la edición de mil novecientos treinta y uno del prestigioso e inclusivo premio literario Femine, y un relato corto, El Aviador (L’Aviateur, 1926), Saint-Exupéry, se convierte rápidamente en un autor reconocido y un aviador pionero de la época que además se atreve a reflexionar a través de la literatura sobre su experiencia aérea. La historia de las hermanas Fuchs pasa de anécdota a leyenda a partir de los audios que Saint-Exupéry le envía a su amigo Jean Renoir sobre las “Princesses d´ Argentine”, que para esa altura ya se habían convertido en una obsesión platónica inspiradora para el aviador, como una especie de guía imprescindible en un mundo infantil y agreste, al que él no podría haber accedido sin la ayuda de ellas. Nicolás Herzog busca así avivar la trama a partir de diversas fuentes disponibles, material de archivo, registros de entrevistas a las hermanas, películas, audios, filmaciones caseras, fotografías, entrevistas con parientes, expertos en la vida de Saint-Exupéry, historiadores y habitantes de la zona, para dar cuenta de la extensión de la influencia de las hermanas en la obra cumbre del escritor, El Principito y en el resto de su producción literaria. Pero el film no se recluye en el relato documental sino que el material documental es el punto de partida para que el realizador argentino desate su interés por la ficción en un caos constructivo. De esta manera la película no solo recrea las impresiones cruzadas de dos niñas francesas que habitaban en un mundo de hadas y un aristócrata de Lyon sino que enlaza esta relación con el desarrollo de la cultura en Concordia, ciudad signada por este encuentro y por la historia de las ruinas de un palacio que encierra innumerables misterios y leyendas, estimulando a través de sus mitos la imaginación de los habitantes de la ciudad. Vuelo nocturno (2017) es de esta manera una película sobre los sueños y las obsesiones que transforman la vida y la cultura, creando vórtices que traspasan el tiempo, las fronteras y la historia para dar paso a la novedad que surge inesperada pero decisiva.
La fórmula La coproducción entre Argentina y España vive un momento de bonanza desde hace ya varios años y Sólo se vive una vez (2017), la ópera prima cinematográfica de Federico Cueva, escrita en colaboración por Sergio Esquenazi, Nicolás Allegro, Chris Nahon, Mili Roque Pitt y Axel Kuschevatzky, es uno de los resultados de esta fructífera colaboración. En un intento de estafa fallido, Leonardo Andrade (Peter Lanzani), un embaucador de poca monta que filma los encuentros sexuales de su novia con hombres casados de buen pasar económico y mucho que perder, se ve envuelto en el asesinato de un científico y empresario a causa de la patente de una fórmula para enfriar carne que aún padece de severos efectos secundarios para la salud en su aplicación. Un grupo empresario extranjero, dirigido por Duges (Gérard Depardieu), está dispuesto a todo para conseguirla y persigue a través de sus subalternos, Tobías López (Santiago Segura) y el sicario Harken (Hugo Silva), a Andrade por algunos escenarios emblemáticos de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires para quitarle el papel con la fórmula que su novia, Flavia (Eugenia Suárez), le robó a López en su intento de escape. En su huida, Leonardo le sustrae su atuendo a un devoto de la religión judía, que asiste a un encuentro de la colectividad hebrea en Buenos Aires, para escabullirse en un prestigioso hotel del centro porteño. En el centro judío es recibido por el rabino Mendi (Luis Brandoni), quien lo introduce entre los adeptos y le asigna como compañero de cuarto a Yosi (Darío Lopilato), un judío ortodoxo enamorado de Sara (Arancha Martí), la hija del rabino. El protagonista le solicita ayuda a su hermano mayor, Agustín (Pablo Rago), quien se desentiende del asunto al principio pero es secuestrado más tarde por los secuaces de Duges, entrando por la fuerza en la trama para introducir una dinámica cómica de contradicciones, diferencias y semejanzas entre ambas religiones. A través de la extravagante aparición de Depardieu, la divertida exegesis de Hugo Silva y la extraordinaria versatilidad histriónica de Santiago Segura, Sólo se vive una vez introduce en enormes dosis un tono de comedia que se combina con las escenas de acción, las excesivas explosiones, las apremiantes persecuciones y los guiños cinematográficos a films como Testigo en Peligro (Witness, 1985), de Peter Weir, y Los Intocables (The Untouchables, 1987), de Brian De Palma, entre otros. Aunque no siempre causen gracia los gestos y los inofensivos chistes -principalmente a costa de la religión- del trío argentino Peter Lanzani, Pablo Rago y Darío Lopilato, tampoco desentonan en un opus que busca combinar la idiosincrasia irreverente argentina, la severidad europea, la visión ya estereotipada por la repetición constante del modelo del antihéroe -que debe combatir a los delincuentes empresarios de guante blanco- y la tradición judía, que sirve de contexto para enriquecer el guión. Ya sea a través del estilo de los títulos, la estética del film, la reverencia del protagonista a la banda de rock pesado Kiss (especialmente al tema I Was Made for Lovin’ You, del disco Dynasty, de 1979) o de las citas cinematográficas, Sólo se vive una vez remite constante y conscientemente a las películas de acción de los años ochenta por su trajín, temática y tratamiento de la misma, en un ejercicio de contemplación del ayer muy en boga en una época indolente y apática como la nuestra, que busca en el pasado lo que no puede producir en el presente. A pesar de esto, el film logra agradar a través de sus personajes secundarios, como Brandoni, que con muy pocas escenas genera un impacto mayor que el resto del elenco nacional durante todo el film. Ya sea homenajeando a estereotipos del cine argentino como el personaje fóbico o el debilucho que se hacen héroes en los films cómicos de los años ochenta que protagonizaban Emilio Disi y Guillermo Francella, por ejemplo, la obra de Cueva busca a cada momento el recuerdo de ese período y sus producciones en la memoria del espectador para generar risas y sonrisas sin pretender nada más que crear un limbo temporal de entretenimiento en tiempos de crisis de ideas.
La protección de Belfagor El cine del realizador italiano Marco Bellocchio (Vincere, 2009) se caracteriza por la multiplicidad de detalles que refieren a la vida a través de conceptos filosóficos, emociones, acontecimientos históricos y pasajes fantásticos que desandan una serie de capas de análisis que marcan un estilo narrativo que busca llevar la poesía al cine a través de la construcción de un relato. En Dulces Sueños (Fai Bei Sogni, 2016), el último largometraje de este director que indaga en la esencia del alma humana, su representación y devenir en la actualidad, el trauma de un hombre que pierde a su madre a la que estaba muy apegado cuando era niño se hace carne en el sobrevenir de la vida de Massimo (Valerio Mastandrea, Dario dal Pero y Nicolò Cabras), un ambicioso periodista del principal diario de Turín, La Stampa. Intercalando sucesos de su vida, el film analiza y expone la herida de Massimo desde su niñez, pasando por la adolescencia, hasta los acontecimientos más representativos de su vida adulta como periodista, con una mirada inquisitiva que busca la raíz del dolor de la orfandad en el corazón humano a través de todas sus etapas de crecimiento físico y psíquico. Al perder a su madre, Massimo busca una explicación para su desaparición, primero en la religión, después en la ciencia, para más tarde intentar aceptar la perdida lo mejor que puede, evadiéndola a través del trabajo. Pero todas sus interacciones, ya sea con su padre, sus familiares, sus profesores, sus jefes, sus compañeros o las madres de estos, están marcadas por esta falta. Todo cambia cuando un ataque de pánico, tras la contemplación de una tragedia en Sarajevo que desencadena recuerdos, lo pone ante sus propios temores y lo lleva a conocer a una doctora, Elisa (Bérénice Bejo), con la que comienza una relación amorosa. Desde el análisis simbólico, el niño Massimo se refugia del trauma en la invocación de una misteriosa figura ficticia, Belfagor, el protagonista de una novela de Nicolás Machiavelo (Niccolò Machiavelli) del siglo XVI, personaje de una popular miniserie francesa de cuatro capítulos de 1965, Belfagor o El Fantasma del Louvre, a su vez basada en un film francés de 1927. La intervención de Belfagor a través de la imaginación del niño introduce un elemento que oscila entre la influencia psicológica de la cultura popular y la cultura de masas en la psiquis hasta la construcción de la personalidad y la identidad a través de la falta, proponiendo una dialéctica entre la fantasía y la realidad a través de la aflicción. Bellocchio logra construir así una química extraordinaria entre sus personajes, especialmente entre el niño y su madre interpretados por Nicolò Cabras y Barbara Ronchi. El guión del realizador, en colaboración con Valia Santella y Edoardo Albinati, busca en esta relación y en su ausencia destellos de un vacío que permitan adentrarse en la angustia del protagonista desde los distintos ángulos con los que procesa la perdida. Otro punto interesante es la incidencia de la música popular y el baile en el desarrollo de la juventud. Con éxitos de cantantes populares italianos, canciones de rock y hasta música electrónica, Bellocchio va marcando el paso del tiempo, la construcción de la identidad y la búsqueda del amor a través de la relación entre la música y la ausencia. Dulces Sueños trabaja de esta manera con la ausencia y el trauma logrando encontrar el punto en el que se forma el vacío en el corazón humano con metáforas, sinécdoques y todo tipo de figuras retóricas que le sirven a Bellocchio para crear una historia tan hermosa como desoladora sobre la relación entre madres e hijos.
El evangelio según el linyera Con una gran irreverencia, cinismo y una extraordinaria comprensión de la idiosincrasia española, Álex de la Iglesia (El Día de la Bestia, 1995) ha construido una filmografía tan mordaz como satírica alrededor de las miserias de su país. En esta oportunidad la mirada del realizador español se centra en la paranoia y el miedo de un azaroso grupo de personas que queda atrapado en un pequeño bar del centro de Madrid debido a un incidente inesperado relacionado con un virus letal. En medio del bullicio del centro de la capital española, un hombre es asesinado en la puerta de un bar por un francotirador cuando traspone la puerta. Preso del pánico, todo el mundo desaparece de las calles pero mientras el mundo se detiene, un grupo de personajes atrincherados en el bar ingresará en una dimensión desconocida que los llevará hasta los más profundos abismos de su personalidad. Aludiendo a la podredumbre del alma humana y apelando a los instintos de supervivencia que bloquean toda la construcción de la personalidad en situaciones extraordinarias, el guión en colaboración de Álex de la Iglesia y Jorge Guerricaechevarría (Celda 211, 2009) construye personajes patéticos cuyas máscaras se caen frente al terror ante la muerte mientras se aferran a esperanzas insubstanciales que los motivan a desatar un frenesí. El film logra construir una acción vertiginosa y un gran suspenso en un ambiente claustrofóbico que remite tanto a Rec (2007) como a otro opus del director, La Comunidad (2000), destacándose la labor de todo el elenco protagónico construyendo interpretaciones de diferentes temperamentos y clases sociales que funcionan a la vez como caretas y válvulas que impiden que la verdadera naturaleza surja en situaciones rutinarias. A través de la monomanía de los personajes, el film descubre el velo de un grupo absolutamente entreverado que debe afrontar una situación límite para sobrevivir. Así conocemos a Israel, el linyera mesiánico (Jaime Ordoñez), Elena, la chica frívola (Blanca Suárez), el vendedor fetichista (Alejandro Awada), Nacho, el publicitario hipster (Mario Casas), Amparo, la dueña del bar (Terele Pávez), su conversador ayudante, Sátur (Secun de la Rosa), Trini, la adicta a la máquina de juegos (Carmen Machi) y Andrés (Joaquín Climent), el ex policía que anhela su anterior vida de represor. Álex de la Iglesia construye, en esta coproducción española- argentina, un escenario de encierro angustiante que se va acrecentando para descargar metódicamente un humor casi perverso que nace del dolor y el sufrimiento ajeno, para develar el lado oscuro latente que reposa en cada individuo, esperando el momento para tomar el control, como si un estado de excepción inconsciente que dormitaba se hubiera hecho cargo de la persona. A medida que los personajes van perdiendo el control, las víctimas se convierten en victimarios y viceversa, la ética es nublada por las situaciones traumáticas. De esta forma, en El Bar (2017) el relato mezcla el fervor religioso con la epopeya apocalíptica, el miedo al terrorismo con el pánico a un brote infeccioso y la ética con la inmoralidad en una historia tan alucinante como aterradora que tan sólo deja entrever algunas de las atrocidades y la locura que anidan en el corazón humano.