El legado del mal. La Parte por el Todo intenta combinar una mirada artística con una visión política sobre los juicios en torno a la apropiación de menores durante la última dictadura militar en Argentina. Después de muchos años de impunidad, la organización Abuelas de Plaza de Mayo, liderada por Estela de Carlotto y junto a otras entidades, encontró un punto débil en las leyes de obediencia Debida y Punto Final, sancionadas por el gobierno de Raúl Alfonsín para impedir el juzgamiento de los mandos medios que habían participado en la represión de las organizaciones sociales en el período comprendido entre 1976 y 1983, convalidando la impunidad de los crímenes de lesa humanidad. El documental recorre los juicios contra los apropiadores ocurridos en 2012, los cuales confirmaron jurídicamente la existencia de un plan sistemático para la apropiación de menores en los centros clandestinos de detención durante los peores años del terrorismo de estado. Los directores Andrés Martínez Cantó, Santiago Nacif Cabrera y Roberto Persano construyeron su documental a partir de los juicios y las entrevistas a tres personas nacidas en cautiverio, que ahora conocen la verdadera y escalofriante historia de su nacimiento y del secuestro, encarcelamiento y asesinato a sangre fría de sus padres. Las conmovedoras historias de la recuperación de la identidad se mezclan con los extraordinarios trazos digitales del dibujante MaXi BearZi, para dar cuenta juntos de una historia a través de fragmentos de relatos y testimonios en los que testigos y amigos que participaron de los nacimientos o vieron a los padres de los nietos recuperados antes de ser asesinados, cuentan cómo funcionaba este aparato macabro que montaron los militares junto a sus aliados civiles para aterrorizar a los trabajadores. Junto a la jueza de la causa y la periodista de investigación Miriam Lewin, detenida ilegalmente durante el Proceso de Reorganización Nacional, los directores recorren algunos de los centros de cautiverio (ahora transformados en Espacios de Memoria o abandonados) y repasan historias sobre los niños apropiados, armando de a poco el mapa y las ramificaciones del Plan Cóndor. Al gran desempeño del dibujante MaXi BearZi se suma la buena fotografía de Emiliano Penelas, un excelente trabajo de edición de parte de Omar Neri y un cálido aporte de Teresa Parodi, quien compuso toda la música del documental. La Parte por el Todo pretende dar cuenta de los acontecimientos que marcaron una de las páginas más terribles de nuestra historia sin repetir argumentos, y a la vez enaltece la labor de los que resistieron y lucharon por la justicia durante ese período de oscuridad, manteniendo sus reclamos durante los gobiernos democráticos hasta finalmente conseguir la condena de los militares genocidas que cínicamente siguen defendiendo su accionar inmoral.
Extraños en el limbo. La falta de oportunidades laborales, la explotación y la delincuencia se relacionan y se funden agitadamente en la nueva película del director alemán Sebastian Schipper (Ein Freund von mir, 2006; Absolute Giganten, 1999) para crear más que un film, una ola que sacude al espectador de su marasmo. En un extraordinario plano secuencia con cámara en mano, el director construye la historia de una joven pianista madrileña que trabaja en una cafetería en Berlín. Victoria (Laia Costa) conoce a la salida de un boliche a un alborozado grupo de jóvenes alemanes que la convencen de acompañarlos en su recorrido nocturno por la agitada noche de la ciudad. A medida que la jornada avanza, los problemas comienzan y la pandilla pone en peligro a la joven sin pretenderlo. Lo que parece el encuentro de una pareja o el comienzo de una amistad se torna una pesadilla alucinatoria cuando todo escapa al control de los desesperanzados jóvenes. La acción de Victoria contiene una premura precipitada que se lleva a todos los personajes por delante y le ofrece al espectador la sensación de estar viviendo una noche junto a la salvaje pandilla. La arriesgada elección del plano secuencia con cámara en mano genera la atmosfera precisa de celeridad que el guión de Olivia Neergaard-Holm, Sebastian Schipper y Eike Frederik Schulz demanda para retratar la angustia existencial de los jóvenes europeos a través de su devenir nocturno sin destino. A fines de la década del setenta o en los noventa, Victoria hubiera sido un manifiesto punk, pero hoy el opus funciona como una exposición de los principios del cinismo de una juventud derrotada, sin ninguna perspectiva. Los maravillosos primeros planos, trabajados por la exquisita fotografía de Sturla Brandth Grøvlen, generan una sensación de angustia por el anhelo de algún tipo de expectativa ante la vida. De la vetusta nostalgia de tiempos pasados no queda nada en el devenir juvenil europeo de nuestros días, y solo vemos la búsqueda infatigable de un presente constante de efímeros momentos de placer, que se desvanecen como un espejismo o una pesadilla de la que es imposible despertar. Victoria se hace un lugar, de esta manera, entre las mejores obras del descreimiento trágico de todas las instituciones a través de la maravillosa y desasosegada representación del derrotero de los jóvenes de la comunidad europea. Las actuaciones son deslumbrantes y se destaca, por su belleza estética, la escena de la pareja disfrutando de la compleja pieza de piano interpretada por Victoria, que además funciona como la culminación de la extraordinaria banda de sonido de Nils Frahm, en la que participan la chelista Anne Müller, el violinista Viktor Orri Árnason, el compositor ambiental Erik K. Skodvin y el DJ Koze. La multiculturalidad alemana otra vez da muestras de grandes resultados a nivel artístico al permitirnos experimentar la órbita que recorren los resabios de la cultura de la rebeldía, que de vez en cuanto da destellos de luz que rápidamente se apagan. Queda claro que aún hay brasas encendidas entre las cenizas.
Réquiem para un galán argentino. La muerte como acontecimiento es la culminación de un largo proceso que denominamos vivir. Nos define, nos arrincona y nos deja mudos. Nos recuerda que todos somos iguales y eso es intolerable en nuestra cultura. En la actualidad la muerte tiene un carácter doble de mercancía y de cuerpo biopolítico. En tanto que mercancía la muerte es tan solo otro producto, pero en tanto que fenómeno biopolítico la muerte es plausible de ser controlada, categorizada para que el abismo de sus misterios nos encuentre en el marco de alguna certeza religiosa o en algún éxtasis hedonista. Truman (2015), la última película del director y guionista Cesc Gay, es una coproducción argentino española que trata el tema de la muerte a partir de la decisión de un enfermo terminal de cáncer de abandonar su tratamiento al enterarse que se ha producido una metástasis. Al igual que en Una Pistola en Cada Mano (2012), su anterior film, Gay vuelve a trabajar en este proyecto con el guionista Tomàs Aragay y los actores Ricardo Darín y Javier Cámara, quienes interpretan a dos amigos que se reencuentran en Madrid después de muchos años. Retomando explícitamente las ideas del libro de la Doctora Iona Heath, Ayudar a Morir, editado por la editorial Katz, la película crea una historia alrededor de Julián (Darín), un actor argentino radicado en Madrid que les comunica a sus allegados el empeoramiento de su enfermedad. Su mejor amigo, Tomás (Cámara), viaja desde Canadá a España para acompañarlo y convencerlo de que retome el tratamiento a pedido de la prima de Julián, Paula (Dolores Fonzi). A partir de la reunión, ambos amigos comienzan una reflexión sobre la vida y la muerte en función del concepto biopolítico de “muerte digna”. El opus de Cesc Gay recorre toda una gama de preguntas propuestas por el libro de Heath respecto del diálogo con aquellos que van a partir con soltura y calidez, en consonancia con un guión encantador y la buena actuación de todo el elenco. Con corrección, Truman construye su relato alrededor de la enfermedad pero sin atreverse realmente a mirar a la muerte y siempre apegado a la despedida como eje narrativo. Las distintas escenas y personajes le sirven al realizador para ejemplificar los distintos puntos de vida y las situaciones comunes que ocurren al enterarse que alguien conocido va a morir. A pesar de una sensación de redundancia en algunas escenas, Gay logra imponer los conceptos que propone a través de la fuerza de la emotividad del relato y de la conexión entre Darín y Cámara, dos experimentados actores que sostienen junto al perro, un hermoso mastín inglés adulto, todo el film. Una buena labor de fotografía de Andreu Rebés, que hace hincapié en los primeros planos y en las panorámicas turísticas, completa la interesante propuesta que se apoya en sólidas ideas sobre las apreciaciones en torno a las formas de morir en nuestra sociedad biopolítica de un control que iguala todo en el mercado oligopólico. Sin embargo, la vida sigue en el barro y la ilusión de la muerte digna recorre como un fantasma la crisis de una clase media alta ahogada en el hedonismo.
Una ciudad extraña. La opera prima de Nacho Sesma es una comedia extraña que homenajea a Después de Hora (After Hours, 1985) y narra los vaivenes de un par de jóvenes que, tras robar un auto para ir a un bar, ven sus planes arruinados cuando salen y descubren que el auto ha desaparecido. En su desesperación llaman a un amigo, se insultan, recurren a un mafioso, le roban un perro a Mónica Gonzaga y se divierten borrachos en medio de lo que parece ser la mejor y peor noche de sus vidas. Tras robar un auto del garaje de su trabajo, Enzo (Facundo Cardosi) y su mejor amigo, Richard (Nicolás Goldschmidt), van al bar atendido por Angie (Guadalupe Docampo), una moza que intenta acercarse a Richard, un joven oficinista que no sabe cómo abrirse ante la chica. Tras descubrir que el auto robado ha desaparecido, Enzo llama a Matías (Fabián Carrasco), quien se ofrece a ayudarlos contactando a Luis, un mafioso con conexiones en los desarmaderos de la zona que puede asistirlos en la tarea de hallar el auto. A partir de allí toda la noche comienza a volverse cada vez más insólita y las vidas de los muchachos cambiarán para siempre. La película es una crítica por momentos solapada y por momentos explícita a la vida rutinaria actual a través de la exigencia del acatamiento de horarios, pilar de la sociedad disciplinaria. La noche, el bar, la diversión, los amigos, se convierten en elementos que se combinan en el escape de la oficina, el trabajo, la facultad, la familia; en fin, las obligaciones. A pesar de algunas buenas actuaciones y algunas escenas ingeniosas, Noche de Perros como obra no consigue su principal objetivo: hacer reír. Tampoco logra posicionarse exitosamente dentro del género de películas de enredos nocturnos debido a un guión demasiado previsible con diálogos trillados. Más allá de esto, la película de Sesma posee cierto encanto naturalista que remite a un cine amateur con espíritu salvaje, pero que no logra desplegarse totalmente debido a las limitaciones del guión. Los actores se compenetran en los personajes y logran crear un contrato con el espectador, no obstante en los diálogos siempre hay un elemento estereotipado que logra romperlo. La dirección y el trabajo de cámara pasan la dura prueba del debut cinematográfico consiguiendo buenas tomas que merecen una mejor historia -un poco más novedosa o al menos más pulida- para conseguir generar la aparición de esa doble disposición del cine como entretenimiento consciente y mimético capaz de reflejarnos en toda nuestra existencia. Noche de Perros no convence en el desarrollo de su trama pero seduce por la problemática que plantea y la buena labor de un director que comienza a recorrer los caminos del cine de género.
Los testimonios de Auschwitz. La historia es difícil de digerir para un pueblo derrotado, pero aún más arduo es reconstruir la memoria a partir de la búsqueda de verdad en un territorio hostil. Allí donde el pasado ha sido enterrado y los sabuesos protegen sus cementerios, solo unos pocos se atreven a adentrarse arriesgando la integridad y la carrera personal por un ideal jurídico moderno como la verdad. Laberinto de Mentiras narra la investigación previa y los pormenores que condujeron al primer proceso judicial alemán contra los oficiales de las SS destinados en Auschwitz que habían cometidos asesinatos durante su servicio. Tras la prescripción de los crímenes de guerra en 1955 salvo el de homicidio, la mayoría de alemanes que habían participado de alguna manera del régimen nacionalsocialista dirigido por Adolf Hitler se sentían impunes, hasta que, tras una denuncia de un sobreviviente, el joven fiscal Johann Radmann y el periodista Thomas Gnielka se asociaron para llevar ante la justicia a varios de los asesinos de las milicias nazis. El inexperto Radmann, protegido por el fiscal general Fritz Bauer, comienza a entrevistar testigos que relatan acontecimientos que describen algunas de las escenas más escalofriantes de la Europa cultivada. Laberinto de Mentiras apunta principalmente a una transposición del espectador hacia la Alemania de fines de la década del cincuenta y principios de los sesenta, con todos sus cambios culturales y el desconocimiento de los jóvenes ciudadanos teutones del pasado de su país en base a una política de ocultamiento del Holocausto. El primer largometraje de Giulio Ricciarelli sigue la vida profesional y personal de Radmann durante la investigación para detallar la obsesión del fiscal por los crímenes del perverso médico Josef Mengele, quien experimentaba con los prisioneros del campo de concentración ubicado en Polonia. La grandeza de la película y el gran acierto del realizador es la sensación de realismo más cercana por momentos al teatro que al cine. Las extraordinarias actuaciones de todo el elenco, en el que se destaca el protagonista Alexander Fehling, y la cuidada fotografía de Martin Langer y Roman Osin respaldan esta gran reconstrucción de uno de los capítulos más valientes de la República Federal Alemana. Sin dejar ningún cabo suelto, Laberinto de Mentiras se adentra en la historia alemana y encuentra un punto de inflexión que marca un cambio cultural a nivel mundial para mirar el presente a través del pasado. La verdad es nuevamente puesta sobre el tapete de la historia y sopesada desde todos los ángulos para seguir de cerca la dialéctica entre el drama de los sobrevivientes de los campos de concentración nazis y la reinserción de los torturadores y asesinos en la sociedad luego de la guerra para que la interrogación por la esencia feroz de la humanidad siga viva.
América profunda. La explotación de los recursos naturales de Latinoamérica ha sido y es un capítulo ominoso de la historia del continente. En Desde la Oscuridad, el primer largometraje del director catalán Lluís Quílez, se combinan elementos del drama social y del terror sobrenatural que mezclan la realidad con la magia, una marca registrada de los escritores y guionistas latinoamericanos desde Julio Cortázar y Gabriel García Márquez hasta Manuel Puig y Jorge Luis Borges. En este género tan particular de realismo sobrenatural, en el que se destacan -entre otras- las películas del director mexicano Guillermo del Toro, El Espinazo del Diablo (2001) y El Laberinto del Fauno (2006), los guionistas Javier Gullón, David Pastor y Àlex Pastor idearon una historia alrededor de unos niños desaparecidos hace veinte años en circunstancias extrañas en un pueblo ficticio de Colombia, Santa Clara. Allí la leyenda reza que en la época del sojuzgamiento de los pueblos que habitaban el área, los conquistadores españoles secuestraron a los hijos de los pobladores para pedir un rescate en plata. Una vez entregada la plata, los españoles asesinaron a los niños encerrándolos en una iglesia que prendieron fuego. En un comienzo cinematográfico extraordinario de gran tensión, un médico quema registros médicos de pacientes muy jóvenes en su casa en medio de la selva cuando escucha que alguien llama a la puerta. Al bajar los acontecimientos se precipitan hacia un terror sobrenatural en medio de una gran tormenta que asola la zona. Veinte años después una pareja se muda con su pequeña hija a la misma casa, propiedad de la compañía papelera que posee el empresario Jordan Harriman (Stephen Rea). Allí Sarah, la hija del susodicho, y Paul, su esposo, se aclimatan al calor latinoamericano tras su paso por Londres, pero pronto su hija se ve acosada por unos niños lacerados con la cara envuelta por trozos de tela. A pesar de la gran escena del comienzo que hace pensar en una película electrizante de género, la historia nunca se define y tambalea entre el drama social y el temor a lo taumatúrgico. Desgraciadamente el principal culpable de los problemas que presenta el film es el director Quílez, quien no permite que los actores encuentren su lugar en la historia demostrando una pobre labor. A pesar de los problemas, por momentos la historia de Desde la Oscuridad logra opacar los errores del director para hacer convivir la herencia de la explotación y el saqueo, que los distintos países vienen realizando de los recursos del continente, con una especie de horror mágico pero cálido. La mezcla de actores norteamericanos con colombianos tampoco logra un buen resultado, destacándose más la actuación de la actriz secundaria Vanesa Tamayo que la del elenco anglosajón. La película tampoco aprovecha la fotografía de las locaciones ni profundiza en las relaciones sociales, para finalmente quedarse en la superficie de la responsabilidad social como ideología de la superación de los errores del pasado. Aunque por momentos asoma un intento de construir otra película con otro ritmo y otro rumbo, todas estas características antes detalladas hacen del film una obra fallida y una verdadera oportunidad perdida de trabajar los mitos precolombinos con la herencia macabra de la conquista española y la posterior era de usufructo perverso del territorio por parte de todo aquel que -con capital y pocos escrúpulos- estuviera dispuesto a sojuzgar a una población pacífica.
Historias del encuentro de clase. Mi Amiga del Parque (2015), el último film de Ana Katz, narra la maternidad de dos mujeres que se encuentran azarosamente en una plaza hamacando a sus bebés. Liz (Julieta Zylberberg) es una madre primeriza de más de treinta años que debe criar a su bebé sola debido a que su marido está filmando un documental sobre un volcán en Chile, emulando los pasos de Werner Herzog en La Soufrière (1977). Recorriendo el parque en que se pasea junto al cochecito de su hijo y alejada de las aburridas conversaciones de las otras madres, conoce a Rosa (Katz), su contracara, una mujer que rápidamente toma confianza con Liz y la lleva por el camino de la “viveza criolla”. A medida que Liz se va abriendo con su amiga, vamos conociendo sus angustias y su necesidad de un hombro en el cual apoyarse. Cada intento de acercamiento encuentra la pared de la soledad, salvo en Rosa y en Renata (Maricel Álvarez), la hermana de Rosa, quienes parecen tener una visión de la vida menos prejuiciosa pero también desvergonzada. La película de Katz logra a través de buenas actuaciones construir los matices de las personalidades de estas mujeres que se necesitan mutualmente pero les cuesta acercarse, dialogar, conocerse y principalmente ser ellas mismas y comunicarse. El abordaje de la cuestión de la maternidad le permite a Katz poner a las protagonistas en una situación de vulnerabilidad que hace énfasis en las emociones y la sensibilidad femenina para crear un ambiente íntimo pero siempre en tensión. La fotografía a cargo de Guillermo Nieto propone paisajes abiertos del parque en contraste con primeros planos asfixiantes que captan las gesticulaciones más imperceptibles y las emociones que inundan el ambiente. A través de estas características y un guión que propone contraponer dos clases sociales que se encuentran en el espacio público, y que deben poner en juego su relación en el espacio privado, Katz consigue crear una narración ágil pero reflexiva que se detiene a observar las sensaciones que atraviesan a los personajes. Con Mi Amiga del Parque la directora demuestra una gran pericia a la hora de transformarse de directora en actriz, para trabajar a la par de Julieta Zylberberg y Maricel Álvarez, destacándose por su versatilidad. La obra de Katz consigue combinar cuestiones universales como la soledad, la incomunicación y la distancia con las problemáticas actuales de la maternidad que recaen en las mujeres, y especialmente en las madres primerizas, para construir un drama sobre una relación de amistad entre dos personas de contextos diferentes pero con problemáticas similares. De esta manera, vemos cómo los valores universales son puestos a prueba a la vez que se expone la necesidad de crear canales de comunicación y establecer un diálogo para crear la posibilidad de una visión de comunidad -tanto en el espacio público como en el privado- para poder convivir.
Ambición en tiempos de recesión. A principios de la década del ochenta, Holanda se encontraba, al igual que la mayoría de Europa, en una recesión económica con desempleo. A su vez, la crisis habitacional de Ámsterdam fue uno de los motivos de la radicalización de los métodos de los squatters (okupas), que al igual que en Londres y más tarde en España, identificaban edificios y/ o casas abandonadas o sin uso y las tomaban, cambiando la cerradura y solicitando que se les reconozca el título de propiedad. La organización de los anarcopunks y hippies okupas devino en leyes que protegían su actividad proponiendo como prioritario el uso de la propiedad improductiva. A pesar de esto, muchos de los complejos habitacionales ocupados han sido desalojados innumerables veces y reocupados una y otra vez en una historia que sigue su curso a medida que se leen estas palabras.
El diario de un escritor. En simultaneo con la edición de Los Diarios de Emilio Renzi: Los Años de Formación, la última novela de Ricardo Piglia editada por Anagrama y primera parte de la trilogía basada en los diarios que el escritor redactó durante más de cincuenta años, se estrena 327 Cuadernos, el último documental de Andrés Di Tella sobre el regreso de Piglia a la Argentina y la revisión, edición y rememoración de los cuadernos, que contienen la clave de la interpretación de algunos de los momentos más importantes de su vida. El documental se centra en dos cuestiones que se relacionan: por un lado podemos encontrar los apuntes sobre los episodios más significativos de la vida del escritor, y por otro, los de los acontecimientos políticos que marcaron su vida y la historia argentina. La amistad de Di Tella con Piglia le permite seguir el derrotero del escritor en su regreso de Estados Unidos a la Argentina, incluida la revisión de sus diarios y el encuentro con distintos personajes. En este viaje el espectador es llamado a revivir desde la caída de Perón y la muerte del Che Guevara hasta las reflexiones respecto del diario como legado literario. Las entrevistas articulan toda la narración para construir un relato que supera la realidad de la vida de Piglia hasta convertirse en parte de una ficción autobiográfica. Para pensar esta dualidad, Piglia recurre nuevamente a su álter ego y protagonista de varias de sus novelas más conocidas, Emilio Renzi, construido a partir del segundo nombre y apellido de Piglia. Di Tella intenta a su vez darle esta misma dualidad a su documental a nivel estético, construyendo un diario cinematográfico junto a Piglia de los dos años en los que el escritor revisó sus cuadernos, apuntalando una bitácora que dé cuenta del recorrido y se convierta en una brújula y un mapa sobre el cual trazar la edición de los ajados diarios de este álter ego que alguna vez redactó su vida. Las imágenes, tanto del material histórico como las metafóricas que simbolizan sensaciones, espacios y emociones, acompañan el relato de Piglia y buscan llevar al espectador hacia el mundo del escritor y sus fantasmas, para reflexionar sobre el paso de la vida, la necesidad de reencontrarse con el pasado y recorrerlo y revivirlo desde la ficción de los diarios. 327 Cuadernos funciona como una puerta para entrar al mundo de Ricardo Piglia y comprender al escritor y al hombre como seres también ficcionales: Piglia y Renzi se confunden e intercambian adrede para que esto suceda. El documental se torna hipérbole de una vida literaria, de una carrera que simboliza los últimos cincuenta años de la historia de un país. Solo el espectador avezado puede sopesar y ver dónde termina el hombre y empieza el mito del escritor.
Huyendo de nuestros fantasmas. El cine de terror suele ser el campo de experimentación de varios géneros cinematográficos. Las mismas características del horror como ensayo, y como indagación en nuestro subconsciente y nuestros miedos, permiten que surjan nuestras más terribles pesadillas como atávicos monstruos que nos acosan desde ese abismo insondable que es nuestra mente. Te Sigue (2014), la segunda película del director y guionista David Robert Mitchell, es un film de terror psicológico en el que una joven es perseguida por un ente sobrenatural de transmisión sexual que adopta diferentes formas humanas para encontrar a sus víctimas y matarlas en un encuentro carnal. La joven debe escapar de la criatura para sobrevivir y tener relaciones sexuales con alguien para supuestamente lograr que la entidad sobrenatural que la persigue vaya en busca de su eventual pareja y así reproducir el círculo de asechanza. Con pocos recursos y un elenco muy joven en el que se destaca la protagonista Maika Monroe, el director propone una obra inteligente en la que en lugar de efectos especiales y de sonido, tenemos espacios cerrados, el terror a lo extraño e incomprensible y una cámara que mira a la oscuridad y la imposibilidad de creer en aquello que no puede ser constatado por los sentidos. Mezclando las melodías de las típicas bandas de terror de los años setenta con instrumentos electrónicos, el compositor norteamericano Rich Vreeland (bajo su nombre artístico Disasterpeace), logra combinar sonidos de ultratumba a partir de teclados y percusión para generar una atmósfera de desasosiego que inunda a los personajes de un sentimiento de impotencia ante algo ininteligible que solo tiene un propósito. Cada escena está construida con un gran cuidado estético para conseguir el máximo efecto a través de la contraposición de las profundidades de los planos, que van de una amplitud infinita hacia los detalles expresivos del terror, generando una sensación de persecución al borde de la esquizofrenia paranoide. Te Sigue consigue así homenajear a lo mejor del terror de los años setenta y combinarlo con la renovación de los rasgos del horror psicológico actual, siguiendo los pasos de películas recientes como Under the Skin (2013) de Jonathan Glazer, para generar metáforas sobre las etapas de la vida, el fin de la adolescencia, el miedo actual a convertirse en adulto y la necesidad de tomar decisiones que afectan a las personas a nuestro alrededor. También es destacable la labor de fotografía de Mike Gioulakis en la construcción de esta estética sobrenatural ancestral que se contrapone con la juventud en medio de las contradicciones de la vida suburbana norteamericana. Te Sigue sacude de esta manera al espectador desde lo simbólico y lo visual para llevarlo hasta los límites de las pesadillas sexuales adolescentes a través de la angustia, el pánico y el desamparo de los protagonistas, quienes deben comenzar a vivir en un mundo demasiado claustrofóbico y terrorífico para ser comprendido.