La gran aventura LEGO 2: Todo continúa siendo Increíble. La primera película de “La Gran Aventura de Lego” (2014) resultó ser una grata sorpresa dentro del universo de los films animados. Ahora, cinco años después nos llega su secuela, y si bien ya estamos familiarizados con el concepto, esta continuación sigue siendo fresca y atractiva. Seamos honestos, cuando se anunció la primera parte nos parecía muy remota la idea de que la obra sea tan atractiva y disfrutable como terminó siendo. No obstante, Warner Bros. había hecho los deberes al contratar al dúo de directores y guionistas más creativos e innovadores del momento, Phil Lord y Christopher Miller, quienes habían demostrado su talento para la comedia y la animación con películas como “21 Jump Street” (2012) y “Cloudy With a Chance of Meatballs” (2009). Así es como llevaron un producto que se veía como meramente comercial a ser una exitosa aventura para niños y grandes en un clásico enfrentamiento entre el bien y el mal, pero con un trasfondo sobre la familia bastante conveniente y valioso para el relato. Como era de esperar, tras el tremendo éxito del largometraje anterior, no tardó en confirmarse la secuela que nos terminó llegando cinco años después de la obra original. En esta oportunidad, Lord y Miller participaron en la escritura del guion pero esta vez la dirección cayó en manos de Mike Mitchell (“Trolls”, “Shrek Forever After”), algo que de todas formas no empañó ni comprometió el resultado final donde todavía se nota el sello de los iniciadores de la saga. La cinta se ubica temporalmente cinco años después de los acontecimientos vistos en “The Lego Movie”, donde tras la calma reinante en la ciudad de Bricksburg conseguida tras la derrota del malvado Lord Business (Will Ferrell), aparece una nueva amenaza: invasores de LEGO DUPLO del espacio exterior que lo destrozan todo antes de que dé tiempo a reconstruirlo. Emmet, Lucy, Batman y sus amigos unirán fuerzas para librar una batalla que los llevará a mundos inexplorados. Bajo esta simple premisa se erige esta secuela que busca (y logra) todo lo que una continuación digna debería otorgar: elevar la apuesta y dar más de todo. Si bien no se distancia demasiado de la original y repite algunos de sus mecanismos y recursos, sí consigue establecerse y adquirir una identidad propia. Es así que con todos sus elementos de metalenguaje y la dinámica de la comedia, produce una catarata de gags constante que muchas veces evita los lugares comunes de este tipo de films, causando sorpresa en el espectador y momentos sumamente hilarantes. Quizás en esta oportunidad nos falte la sorpresa que causó el capítulo inicial, pero rápidamente la audiencia se olvidará de estos detalles gracias a un ritmo frenético desde el comienzo hasta la segunda mitad (probablemente en la recta final pierda un poco de impulso), una animación impecable que manifiesta toda la inventiva y ensueño de Lego por medio de efectos visuales sorprendentes y una paleta de colores estridentes que llamarán la atención de los más pequeños. Por otro lado, la banda sonora posiblemente sea incluso más pegadiza, funcional y creativa que la anterior, haciendo que uno continúe cantando los temas luego del visionado y que también se quede a ver los créditos para escuchar ese alegre y autoconsciente último tema musical. Este largometraje se asemeja mucho a lo que fue “Deadpool 2” (2018) para su parte original. Está presente esa sensación de Déjà Vu y falta de sorpresa, pero sin embargo, los personajes, el contexto y todo lo demás sigue funcionando a pesar de la sensación de falta de innovación. Otro punto a destacar tiene que ver con el trasfondo que se le quiso dar a la película en esta oportunidad. Aquí continúa la importancia de la familia pero esta vez se hace hincapié entre el vínculo de hermanos y no de la relación padre-hijo que veíamos anteriormente. La importancia del disfrute y la camaradería entre hermanos es el motor de esta segunda aventura cuya trama será desarrollada por la mixtura de imaginaciones de los personajes de Finn (Jadon Sand) y Bianca (Brooklynn Prince), los hijos de los personajes de Will Ferrell y Maya Rudolph. También se tocará el tema del crecimiento y la ruptura de ciertos rituales que involucran la parte lúdica de la infancia/preadolescencia. En síntesis, “The Lego Movie 2: The Second Part” (título original) es un digno entretenimiento para toda la familia que si bien puede parecerse bastante a su precedente, funciona gracias a la magnífica animación, al diseño de los personajes y al increíble elenco que presta sus voces a los personajes, entre ellos: Chris Pratt, Elizabeth Banks, Will Arnett, Tiffany Haddish, Stephanie Beatriz, Alison Brie, Nick Offerman, Charlie Day, Channing Tatum, Jonah Hill, Jason Momoa, Cobie Smulders, Ralph Fiennes, Will Forte, Jorma Taccone y Bruce Willis. Una película que disfrutarán grandes y chicos por igual.
Yorgos Lanthimos (“The Lobster”, “The Killing of a Sacred Deer”) es de los directores más atractivos, irreverentes, irrespetuosos y más importantes del momento. Con una carrera impresionante, este año presenta “The Favourite”, un film extremadamente personal que lo sigue manteniendo en el buen camino. El largometraje se sitúa a principios del siglo XVIII, en Inglaterra, país que está en guerra con Francia. Una reina debilitada, Anne (Olivia Colman), ocupa el trono, mientras que su amiga Lady Sarah (Rachel Weisz) gobierna en su lugar, debido al precario estado de salud y al carácter inestable de la monarca. Cuando una nueva sirvienta aparece, Abigail (Emma Stone), su encanto seduce a Sarah. Sarah ayuda a Abigail y ésta ve una oportunidad para regresar a sus raíces aristocráticas. Como la política ocupa gran parte del tiempo de Sarah, Abigail empieza a acompañar con más frecuencia a la Reina. Desarrollarán una amistad que Abigail aprovechará para saciar sus ambiciones. Un retrato bastante irrespetuoso y seguramente más realista de lo que quieran aceptar los libros de historia. Una reina con obesidad que sufre de gota y junto con el resto de la aristocracia inglesa dan rienda suelta al hedonismo y los placeres sibaritas mientras buscan una excusa para aumentar los impuestos y así poder financiar una guerra que se complicó en el frente de batalla. Lanthimos juega constantemente con la ironía, la desfachatez, lo absurdo y, por momentos, lo surrealista para componer un relato exquisito tanto a nivel técnico como narrativo y estético. El diseño de producción y la reconstrucción de época del siglo XVIII son impecables, al igual que la edición y la puesta de cámara. Una obra que hace utilización de los lentes gran angulares y los ojos de pez para mostrar esa mirada distorsionada de la monarquía inglesa y sus caprichos. Manteniéndose fiel a su estilo, el director emplea la simetría y los travellings que pasan de una acción a la otra para darle mayor dinamismo y profundidad a lo que se quiere contar. Muchas veces se dan situaciones exageradas y grotescas dando paso a la ironía, al sarcasmo y al exquisito ingenio del director. Para ello, lo ayudan en la tarea las experimentadas y soberbias Rachel Weisz (“The Constant Gardener”), Emma Stone (“La La Land”) y Olivia Colman (“The Crown”). Lo de Stone ya es de antología, superándose continuamente de papel a papel mientras que lo de Weisz también representa un punto álgido en su carrera, la cual no ha sido tan reconocida como merece. Acompañan muy bien en papeles secundarios Mark Gattis, Nicholas Hoult, Joe Alwyn y James Smith. Es peculiar que este opus sea el primero que Lanthimos no escribe, el libreto lo firman Deborah Davis y Tony McNamara, ya que en todos lados están sus tan característicos sellos argumentales a pesar de ser su cinta más naturalista de toda su filmografía (dejando de lado los bailes anacrónicos y todo tipo de comportamientos impropios de los personajes según la época representada). En síntesis, “The Favourite” es otra joya cinematográfica de Yorgos Lanthimos que sigue ofreciendo relatos de alto vuelo a nivel técnico, interpretativo y narrativo. Un drama de época inteligente, hilarante y excéntrico al igual que muchos de sus personajes.
Dario Argento nos ofreció en 1977, “Suspiria” un film que terminaría siendo la primera parte de una trilogía que hablaba sobre brujas y aquelarres. La primera entrega se convirtió en un fenómeno de culto gracias a su marcada estética y a sus recursos estilísticos que devinieron en una evolución del género conocido como giallo (films pertenecientes al suspense y terror italiano que tiene elementos de misterio y a menudo contiene ciertos aspectos del slasher, thriller psicológico, terror psicológico, explotación, sexploitation, y, con menor frecuencia, características de terror sobrenatural). A su vez, la música compuesta por el grupo de rock progresivo italiano “Goblin” se amalgamó homogéneamente con los escenarios expresionistas del largometraje, haciendo que su atmósfera sea aun más llamativa y espeluznante. Todos estos aspectos convirtieron a la cinta de Argento en un clásico pero en lo que respecta a lo formalmente narrativo, la obra no dejaba de ser un tradicional ejercicio de terror y suspenso donde van sucediendo hechos extraños y donde poco a poco se van acumulando las víctimas hasta llegar al clímax donde se vean reafirmadas las suposiciones que se dan en el inicio. No es de extrañar que para hacer una nueva versión de esta cinta, la dirección haya caído en manos de Luca Guadagnino (“Call Me By Your Name”), que si bien no tiene antecedentes en films de este estilo, sí tiene la experiencia y la visión como para realizar una remake de “Suspiria” que se separe del relato original, que se sustente por sí misma y que vaya por un lado totalmente distinto a la historia de Dario Argento. La premisa es la misma pero con cambios sutiles que van dando una idea de lo que se propone el director con esta posibilidad de reversionar “Suspiria”. En esta oportunidad, se nos cuentan los hechos alrededor de Susie Bannion (Dakota Johnson), una joven estadounidense que viaja a Berlín para cursar sus estudios de danza en una de las escuelas más prestigiosas del mundo, dirigida por Madame Blanc (Tilda Swinton). El mismo día en el que ingresa, una de las alumnas decide escapar del establecimiento abruptamente por hechos oscuros que la hacen sospechar sobre la posibilidad de que las profesoras sean brujas que conforman un aquelarre que opera en la misma escuela. Así es como la historia se irá erigiendo en base a distintos personajes, por un lado Susie, que busca hacerse un lugar en este nuevo sitio, por otro lado el Dr. Josef Klemperer (también interpretado por la camaleónica Tilda Swinton), que es el psicólogo que atiende a Patricia, la joven que deja la academia y que posteriormente desaparece, y Sara (Mia Goth), que también intentará averiguar que pasó con su compañera y advertir a la desprevenida Susie sobre los peligros de la escuela de danza conforme vaya avanzando la investigación. Como verán, acá hay una primera diferencia con el film original que se decide prácticamente por presentar solo a Suzy Bannion como el único personaje al cual sigue la trama, desarrollando casi en su totalidad su punto de vista. Por otro lado, en la cinta de 1977 se abre la narración con un asesinato que tiene lugar en la academia y el desconocimiento sobre si se tratan de brujas o solo un homicida. Asimismo, se desarrollan más el resto de los personajes en esta versión de 2018 y se opta por una protagonista que evita el pánico y el descenso a la locura para dar lugar a que esto suceda con su ayudante. En el punto de vista estético, Guadagnino también decidió separarse de la visión de su compatriota para ir por un camino prácticamente opuesto. Mientras que Argento se decidía por una fotografía y unos decorados muy expresivos, saturados y llenos de colores fuertes, Luca Guadagnino se decidió por una visión más desaturada, poco contrastada y donde prevalecen los colores pasteles y más apagados, que también pegan más con la banda sonora propuesta por Thom Yorke (su primera banda sonora) con un sonido más estilizado, melancólico, moderno e hipnótico por medio de un sonido electrónico más actual. El efecto total de ambos films puede que sea el mismo pero Guadagnino propone un enfoque menos visceral (al menos hasta el último acto) y más psicológico que igualmente resulta amenazante y perturbador. Los climas que genera el director italiano con su nueva versión es realmente el de una atmósfera opresiva y turbulenta. Los temas tratados también son diferentes, ya que en la película de 2018 se habla del abuso de poder, el rol de las madres y el esquema matriarcal, el poder del arte, entre tantos otros. Enfocándonos más en la visión de Guadagnino podemos decir que su trabajo va por un lado más complejo, ya que intenta darnos una narrativa más atractiva, moderna y fragmentada haciendo posible la multiplicidad de puntos de vista. También intenta ofrecer una violencia que pase menos por la sangre en sí y más en lo físico y en lo psicológico. No por esto estamos diciendo que su obra es superior a la de Argento ni mucho menos, sino que buscó ir por otro lado para evitar la forzada y banal comparación de que un producto es mejor que el otro. Su “Suspiria” tiene sus intentos fallidos como lo del contexto que quizás busca polemizar por el solo hecho de hacerlo más que por el de agregarle una dimensión al relato y otras cuantas cuestiones que pueden ser subjetivas en lo que respecta a coherencia y sentido pero también son aspectos que hacen que sea más enriquecedora la experiencia de su visionado. “Suspiria” (2018) termina siendo una propuesta original que no busca imitar a su predecesora sino despegarse e ir por otro camino, es un largometraje que se termina presentando como menos accesible pero que de alguna forma llega al espectador por su tremendo trabajo a nivel narrativo y estético.
Llega una comedia del director de “Kryptonita” y “El Club de los 27”, Nicanor Loreti, que codirige junto a su esposa, Paula Manzone, quien, además, se encarga de adaptar una obra de teatro que ella misma había escrito. “Anoche” es una comedia de enredos con algunos toques de sitcom clásica que se desarrolla en casi su totalidad en una única locación durante una noche de sábado. Pilar (Gimena Accardi) se encuentra en la tranquilidad de su hogar hablando con su madre por teléfono (Mirta Busnelli) quien ya rompió con ese clima de paz. Ni bien termina el llamado suena el timbre y su novio, Marcos (Benjamín Rojas), también viene con planes por el aniversario de dos años que celebra la pareja, no obstante ella no quiere saber nada al respecto. Por otro lado, Ema (Valeria Lois) viene con problemas personales al mismo tiempo que su ex marido (Diego Velázquez) también cae en el departamento para aportar mayor confusión y conflicto al episodio. La dupla directora nos brinda un relato minimalista con una puesta bastante teatral que busca apoyarse principalmente en cuatro personajes bien definidos con motivaciones marcadas que básicamente son el motor de la narración y sus personalidades son las que aportarán la cuota de humor y confusión. Si bien la trama es sencilla y las cuestiones que trata son bastante cotidianas, resulta atractivo ver a estos cuatro personajes interactuar en un entorno acotado y ver cómo confrontan entre ellos. Actoralmente se destacan Valeria Lois y Diego Velázquez que tienen los momentos más hilarantes del film. Por el lado de la técnica, el equipo redondea un trabajo correcto, donde se destaca la música que se encarga de matizar y relucir ciertos momentos o algunas cuestiones internas de los personajes. “Anoche” es una comedia entretenida que se apoya en sus actores y en lo claustrofóbico de la puesta en escena. Quizás algunos momentos resultan predecibles pero no dejan de empañar el producto final.
El director belga, Felix Van Groeningen, nos ofrece este duro y honesto drama donde se lucen sus intérpretes en medio de una historia bastante convencional pero atractiva. “Beautiful Boy” nos presenta una cruda crónica sobre la drogadicción y cómo ésta comienza a deteriorar tanto la vida de Nic (Timothée Chalamet), como de sus allegados y familiares. El principal afectado (dejando de lado al adicto) será David Sheff (Steve Carell), el padre del susodicho que debe nivelar y dividir su tiempo entre las necesidades de su hijo producto del matrimonio fallido que tuvo con Vicki (Amy Ryan) y su nueva vida familiar con Karen (Maura Tierney) y sus otros dos hijos de esa unión. Así es como el relato nos propone ir y venir en el tiempo mediante flashbacks camuflados dentro del tiempo presente, que nos dan una idea del origen de la adicción de Nic y cómo termina dejando la universidad, alejándose de su familia y de su novia para buscar una escapatoria a los problemas de la vida cotidiana. Esos vistazos al pasado apelan también a la emotividad, ya que vemos la excelente relación que tienen padre e hijo previo al conflicto principal. Lo interesante de este largometraje radica en que no busca ni justificar ni romantizar la situación y tampoco intenta darle racionalidad a algo que no lo tiene. En ese sentido, la trama se torna bastante realista, sombría y melancólica. A su vez, la cinta incurrirá en mostrar todos los intentos fallidos por parte de David de “rescatar” a su hijo, y en cómo la mayor parte de las veces no funcionan los métodos tradicionales para tratar con estas situaciones. Quizás, es ahí donde el film tambalea, ya que empieza a tornarse repetitivo ante las diversas recaídas que sufre Nic y en las corridas de su familia para tratar de contenerlo y buscarle algún tipo de tratamiento. Resulta paradójico, pero también puede que en esa sensación de realismo sea donde la película se separa de las típicas historias de “autoayuda” que buscan brindar un mensaje esperanzador y positivo. Aquí es todo más terrenal y desolador. Todo esto es posible gracias a una impecable interpretación del joven Chalamet (“Call Me By Your Name”), que nuevamente demuestra una madurez y solidez actoral impresionante para un actor tan joven. Steve Carell también desenvuelve todo su talento compositivo como el padre luchador y en último término derrotista que se hace la idea de que tal vez lo de su hijo no tiene solución. “Nada de lo que hacemos tiene efecto en él. Falle”, le dice David a su ex esposa en uno de los momentos más emotivos de la cinta. Es increíble que la Academia no haya considerado a ninguno de los dos intérpretes para nominarlos en las categorías de Mejor Actor y Mejor Actor de Reparto. Algo que también llama la atención de la película tiene que ver con su banda sonora que suma varios temas arraigados en la cultura popular de bandas como Nirvana, John Lennon (con el tema que le da título al film), David Bowie, entre otros, pero también con una sentida y reflexiva música original que nos expone y los conflictos internos de los personajes. “Beautiful Boy” es un drama potente que busca meditar sobre el problema de la adicción pero desde una visión más consciente, real y contemplativa. Esto hace que ciertos pasajes del film se sientan repetitivos pero no terminan de empañar el sólido trabajo de guion y dirección del largometraje. Asimismo, el relato se eleva por las excelentes actuaciones de sus actores principales y un logrado frente de actrices secundarias que humanizan la cuestión.
“Vice” es la obra más reciente del director Adam McKay (“Anchorman”, “The Other Guys”), un guionista surgido de Saturday Night Live que nos otorgó varias comedias irreverentes y desfachatadas al mejor estilo de SNL, incluso con varios actores surgidos del programa de sketch como por ejemplo Will Ferrell. No obstante, McKay explotó y saltó a la fama gracias a su film más aplaudido y laureado titulado “The Big Short” (2015). Aquel largometraje le valió el Oscar a Mejor Guion Adaptado, con una historia sumamente interesante, mediante la cual se intentaba explicarle al espectador la crisis financiera de 2008, producto de la industria inmobiliaria de Estados Unidos. Un tema bastante pesado y complejo que el director supo amenizar por medio de la ruptura de la cuarta pared, por medio de material de archivo, explicaciones extradiegéticas y otros recursos innovadores que coqueteaban con ciertas herramientas del cine documental. Una película fresca e interesante que llamó la atención tanto de la crítica como del público. Tres años más tarde Adam vuelve a redoblar la apuesta con un largometraje que explora la historia real sobre cómo Dick Cheney (Christian Bale), un callado burócrata de Washington, acabó convirtiéndose en el hombre más poderoso del mundo como vicepresidente de los Estados Unidos durante el mandato de George W. Bush (Sam Rockwell), con consecuencias en su país y el resto del mundo que aún se dejan sentir hoy en día. El único inconveniente es que todo aquello que hizo interesante y atractivo a “The Big Short” vuelve a explotarse en este film pero sin esa sensación de encontrarnos ante algo nuevo. La cinta cuenta con varios narradores, una autoconsciencia similar a la de la película antes nombrada y ciertos recursos como incluir memes o imágenes que nos remiten a otras situaciones para lograr un montaje paralelo que nos sugiere ciertos asuntos relacionados con lo que va a acontecer más adelante. Todas cuestiones que implican una visión particular de Adam McKay para contar este tipo de historias y que ayudan a construir su estilo propio. El problema radica en que el film se vuelve repetitivo, viviendo a la sombra de su predecesor, ya que se siente como algo explorado, a pesar de que la historia sea interesante e incluso se separe de las clásicas biopics, resultando ser entretenida y amena para el espectador. A nivel interpretativo no hay nada que reprocharle a la película, ya que “Vice” compone una plataforma espectacular para el lucimiento de Christian Bale en la figura imponente de Dick Cheney. Su trasformación no solo se da a nivel físico (el actor tuvo que subir alrededor de 20 kilos para el papel) sino también a nivel gesticular y con la voz del mismo personaje. Resulta increíble lo que hizo este gran actor con el rol principal, si a esto le sumamos que el trabajo de maquillaje y prótesis es formidable tenemos a la viva imagen del vicepresidente de George Bush. Completan el elenco Amy Adams como la esposa de Cheney, Steve Carell como Donald Rumsfeld y Sam Rockwell como George W Bush. Este trío de actores también realiza composiciones destacadas para poder completar un gran trabajo actoral del resto del elenco. Adams demuestra ser una de las actrices más sobresalientes de su generación, mientras que Carell evidencia que su histrionismo no solo sirve para la comedia sino también para el drama y otros géneros (igualmente aquí en varios instantes expone su irreverencia y su mordacidad con momentos incómodamente cómicos) y Sam Rockwell afirma lo que vimos el año anterior en “Three Billboards Outside Ebbing Missouri” (2017) siendo un George W Bush perdido y manipulado. Lo que tenía “The Big Short” es que contaba algo mucho complejo de entender y utilizaba las mismas tácticas que acá para hacerlo más entretenido para el espectador, al mismo tiempo que explotaba el factor sorpresa. Además, su guion era mucho más sólido. Aquí, tenemos una historia más atractiva que quiso ir a lo seguro y explotar las mismas fórmulas exitosas probadas en la cinta anterior, aprovechando solamente el talento de su protagonista y el resto del elenco. Igualmente, resulta una propuesta interesante para el público que suele disfrutar de las biopics con un abanico muy amplio de recursos que no suelen ser vistos en estos relatos como por ejemplo un falso final, varios narradores poco confiables, intertitulos, material de archivo, entre varias otras cosas. “Vice” representa una película entretenida y bien actuada que se torna algo deslucida por su familiaridad. Su parecido con “The Big Short” es demasiado poco sutil y le juega en contra, ya que pierde en la comparación. Si bien es atractivo todo lo que propone McKay y resulta fascinante que haya cintas de este estilo con una impronta muy marcada que se diferencia de las biopics tradicionales con recursos narrativos seductores, sí es cierto que se presenta como algo ya visto.
El más reciente trabajo de Hirokazu Koreeda (“Después de la Tormenta”, “Nadie Sabe”), aclamado por la crítica y por el público, logró el máximo reconocimiento en el prestigioso Festival de Cannes. Luego de la obtención de la Palma de Oro, se perfila para seguir de racha en la temporada de premios logrando una nominación a los Globos de Oro y probablemente también obtenga un lugar en los Oscars para representar a Japón en dicha entrega. Después de ver la nueva película de Koreeda, podemos comentar que realmente es uno de sus mejores trabajos a la fecha (o al menos de sus últimos relatos) y que merece todo tipo de distinción por su extrema sencillez, sensibilidad y compasión para seguir profundizando en la familia y en los lazos afectivos, uno de sus temas recurrentes, desde una mirada bella y desgarradora al mismo tiempo. El largometraje cuenta la historia de Osamu (Lily Franky) y su hijo, Shota (Jyo Kairi), los cuales se encuentran con una niña (Miyu Sasaki) en mitad de la noche durante una helada de invierno. Al principio, y después de ser reacia a albergar a la niña, la esposa de Osamu, Nobuyo (Sakura Andô) aceptará cuidarla cuando se entere de que su madre la maltrata y no quiere tenerla. Así es como la pequeña Yuri se une a una familia disfuncional compuesta no solo por Osamu, Shota y Nobuyo sino también por la abuela y matriarca del clan, y Aki, la tía que se gana la vida como stripper. Todos viven en la pequeña y precaria vivienda que los alberga. Aunque la familia es pobre y apenas gana suficiente dinero para sobrevivir a través de sus respectivos trabajos, y pequeños robos a supermercados que organiza Osamu junto a los niños, parecen vivir felices juntos, hasta que un accidente imprevisto revela secretos ocultos, poniendo a prueba los lazos que les unen. Adelantar más sobre el argumento sería un crimen, ya que la cinta va desarrollando su historia de manera progresiva y acompasada, apoyándose más que nada en este gran elenco que brinda interpretaciones loables e inspiradas para componer un relato sumamente interesante e intrigante que posee varias capas.Por un lado, se encarga de realizar una crítica social sobre estos individuos olvidados y marginados por la sociedad de una forma totalmente realista y sin caer en sensiblerías mundanas y corrientes. Por otra parte, Koreeda intenta presentar los hechos sin buscar la habitual corrección política o simplista de separar lo que está bien de lo que está mal. El autor nipón se apoya en los personajes para mostrar sus virtudes y defectos de igual manera sin descuidar su profundo e inteligente mensaje sobre la familia. Si bien es un tema habitual en la filmografía, en esta ocasión lo resuelve con mayor oficio y contraste dando aspectos tanto positivos como negativos. Algunos dicen que la familia no se elige y Koreeda toma esa tesis para desarmarla y retorcerla desde un punto de vista reflexivo, alcanzando de esta forma la creación de una obra maravillosa, sensible, humanista y melancólica. Un film lleno de momentos memorables que pasa de la risa al llanto con toda la complejidad que la vida misma presenta. Por el lado de los aspectos técnicos, contamos con su habitualmente virtuosa puesta en escena que nos presenta ese seno familiar convulsionado representado en la menesterosa casa pero a la vez en ese acogedor hogar que conformó esta familia. En cuanto al sonido, desde lo musical Haruomi Hosono capta a la perfección la esencia del relato erigiendo una banda sonora minimalista y funcional a lo que se nos muestra. “Shoplifters” es una película llena de sensaciones diversas, que se reflejan en la sensibilidad de la dirección de Koreeda, en las sentidas interpretaciones de sus actores y en lo bellamente angustiante de su historia. Un film realmente disfrutable que hace gala de una falsa simpleza para expresar todo lo que se propone su autor con su sello característico.
El caso de “Mary Poppins Returns” es uno que se suma a la larga lista de intentos por revivir productos exitosos de antaño con el objetivo de explotar el factor “nostalgia” de los fans/espectadores mayores y el de atraer a nuevas generaciones. Es por ello, que en estas situaciones suele apelarse a la remake o al reboot. El remake como lo indica su concepto en inglés tiene que ver con “rehacer” el producto original manteniendo la historia de base, actualizando el material a los tiempos que corren, aunque muchas veces se construyen películas que lo único que actualizan son sus aspectos técnicos o tecnológicos. Reboot es un “reinicio” donde se busca relanzar la saga, película o simplemente a un personaje buscando darle un comienzo fresco o nuevo a la historia, como ejemplo podemos poner a lo que hizo Sony con “Cazafantasmas” (2016), trayendo nuevos personajes que difieren de los originales pero que comparten el mismo universo ficcional e incluso varios de los aspectos que hicieron conocida a la franquicia. Ahora bien, el caso de “Mary Poppins” es particular porque se presenta como la secuela del film original de 1964, pero busca relanzar la franquicia a las nuevas generaciones y de esta forma seguir en un futuro las aventuras de la niñera mágica más conocida del mundo. El problema de la cinta es que esta apela a lo que hicieron otras franquicias exitosas últimamente como por ejemplo “Jurassic Park” con la primera entrega de “Jurassic World” o “Star Wars” con “The Force Awakens”, donde repiten casi la totalidad de la fórmula del largometraje original con ligeros cambios para atraer a nuevos espectadores y al mismo tiempo explotar la melancolía de los fans de la primera hora. Debido a esto, estas secuelas se sienten como remakes disfrazadas, ya que repiten prácticamente el mismo argumento de la cinta original. Algunos han catalogado a estos productos como recuelas (como resultado de la mezcla de ambos conceptos) o soft reboots (reboots que apelan a no incluir cambios tan radicales). La película cuenta la historia de Michael Banks (Ben Whishaw) y Jane Banks (Emily Mortimer), los niños de la primera parte ahora devenidos en adultos con problemas económicos que ya dejaron atrás la magia y la alegría de la infancia tras una trágica pérdida personal de Michael. En medio de todo el caos que tiene a Michael preocupado por la posibilidad de perder la casa familiar, aparecerá Mary Poppins (Emily Blunt), la niñera casi perfecta, con unas extraordinarias habilidades mágicas para continuar con sus enseñanzas y ahora dedicarse a los tres hijos de Michael. Y ella no vendrá sola sino que contará con la compañía de su amigo Jack (Lin-Manuel Miranda), un optimista farolero que ayuda a llevar la “luz” (y júbilo) a las calles de Londres. Como verán, la trama intenta continuar los acontecimientos de la primera cinta, no obstante lo hará desde una aproximación que busca la familiaridad de los eventos de aquel relato yendo a lo seguro. El personaje de Lin-Manuel Miranda es casi el mismo (y cumple la misma función) que el deshollinador compuesto por Dick Van Dyke en el ’64. Las secuencias musicales se desarrollan casi de la misma forma que en el film original, teniendo la nueva versión de “chim chim cher-ee” (“Chimchimenea” para los hispanohablantes) como leit motiv que abre y cierra la cinta. Luego, más adelante en el metraje tendremos un segmento donde Mary Poppins les enseña a los niños a divertirse ordenando, o la secuencia que combina live-action y animación 2D que recuerda a la famosa escena de “supercalifragilisticoespialidoso”, un cuadro que trae a los faroleros cantando por los techos como los viejos deshollinadores y varias cuestiones más como un banquero egoísta movido por la codicia compuesto por el enorme Colin Firth y una escena desopilante con Meryl Streep que recuerda a cuando la Mary Poppins de Julie Andrews y los niños flotan junto al tío Albert. Vemos que hay mucha familiaridad, algo que condiciona un poco la experiencia de visionado, pero igualmente “Mary Poppins Returns” logra ser una digna secuela del clásico de Disney gracias a la interpretación de Emily Blunt (“A Quiet Place”), quien despliega su tremendo talento y carisma. No solo su Poppins consigue sostenerse por sí sola y hacer pie ante la comparación con la inolvidable interpretación de Julie Andrews que obtuvo el Oscar por ese papel sino que también capta la esencia del personaje a la perfección. Por otro lado, las secuencias musicales están muy bien coreografiadas y compuestas desde lo musical, al igual que todo lo referido a efectos especiales y visuales. El director Rob Marshall (“Chicago”, “Into The Woods”) quiso mantener el estilo icónico y estético de aquella primera aparición de Poppins y por eso se decidió a utilizar una animación en tradicional en 2D, que igualmente se presenta como un evento extraordinario y bien desarrollado a nivel técnico. También cabe destacar el diseño de producción de la cinta y todo lo referido al vestuario y los decorados, resultando en una gran reproducción de la Londres de los años ’30, acompañados por un correcto desempeño de Dion Beebe (“Chicago”, “Collateral”, “Equilibrium”) en la fotografía. En síntesis, si bien “El Regreso de Mary Poppins” presenta varios lugares comunes y la repetición de la formula exitosa de la primera parte, esta secuela consigue mantenerse gracias al excelente trabajo de Blunt en el rol principal, unos logrados números musicales, un buena estética marcada y varios homenajes a la cinta original. Un film para toda la familia que logra su fin de entretener y divertir a una nueva generación de niños y demostrar que el género musical aun no ha muerto. Una propuesta que probablemente pierda en la comparación con el film original por la repetición y la falta de innovación pero que igualmente se presenta como una digna secuela de un clásico.
Grata sorpresa resulto ser “Spider-Man: Into The Spiderverse” no solo por su frescura e inventiva a nivel técnico y su elenco de lujo para atravesar la gran tarea, sino porque también resulta un producto novedoso a nivel narrativo respecto de las fórmulas seguidas por los films de superhéroes. La nueva entrega de Spidey, uno de los personajes más queridos de Marvel Studios, fue producida por Sony Pictures Animations, la empresa de productos nefastos como la película de “Emoji” (2017) y las tres películas de “Los Pitufos”, pero también de propuestas más originales y atractivas como “Lluvias de Hamburguesas” (2009) y “Hotel Transilvania” (2013). Luego del complicado 2017 y su pobre apuesta para representar el mundo de los emoticones y las caritas de los chats tuvieron un buen repunte con “Peter Rabbit” (2018), “Hotel Transilvania 3” y la cinta que aquí nos reúne que ya cosechó algunos premios entre ellos el Globo de Oro a la Mejor Película Animada, posicionándose como la favorita a repetir galardón en la próxima entrega de los Oscars. El largometraje fue dirigido por un trío que viene del ámbito de la animación, la escritura y el departamento de arte, mostrándonos por qué el resultado excede las expectativas en los tres niveles. Quizás de los tres el único que tiene experiencia dirigiendo es Peter Ramsey, que fue el encargado de realizar “El Origen de los Guardianes (2012)”, aquella entretenida propuesta que imaginaba una especie de Liga de la Justicia entre personajes como El Conejo de Pascua, Papá Noel, El Hada de los Dientes, entre otros. Otro dato no menor, es que Phil Lord (“La Gran Aventura de Lego”, “21 Jump Street”) es el encargado de escribir el guion de la película junto con uno de los directores, Rothman, que ya había trabajado con en el guion de “22 Jump Street”. Phil Lord parece ser otro de los directores del momento (junto con su habitual codirector Chris Miller, que en esta oportunidad solo oficia como productor) y lo demuestra nuevamente con el estupendo trabajo que realizó en el libreto de “Into The Spiderverse”. La obra cuenta la historia que transcurre en un universo paralelo o alternativo donde por un experimento realizado por el mafioso Wilson Fisk (más conocido como Kingpin) colapsan varios universos, haciendo que haya más de un Spiderman en el mismo espacio-tiempo. Un joven de secundaria llamado Miles Morales es picado por una araña radioactiva, convirtiéndose en el Spiderman más reciente que deberá ser entrenado por el viejo Peter Parker para ser un mejor héroe para salvar el universo junto a él y otras versiones del arácnido más famoso de New York. El Spiderverse unirá fuerzas para derrotar a Kingpin y sus secuaces y así poder volver a sus realidades antes de que sea demasiado tarde y colapsen los universos. Lo más interesante de esta propuesta comiquera radica en su decisión de evitar todo tipo de cliché superheroico para realizar uno de los homenajes más logrados al mundo de las viñetas. Parece contradictorio pero no lo es, la estética y su extravagante aspecto visual hacen que parezca que nos encontramos ante un comic de papel, todo esto acrecentado por el hecho de que por momentos los personajes hablan o piensan y aparecen los recuadros y los globitos, al mismo tiempo que se nos expone una textura que recuerda al formato físico de las historietas y, a su vez, con una animación extremadamente cuidada que opta por una animación a 12 frames por segundo en lugar de los habituales 24. De esta manera, querían eliminar el desenfoque de movimiento y conseguir posturas más elegantes. Igualmente, para ello tuvieron que desarrollar un software nuevo que pueda “suavizar” esas posiciones intermedias entre los cuadros, ya que ciertas figuras, fluidos y materiales se apoyan en el movimiento constante y para ello tuvieron que compensar lo que ganaban en el aspecto estético con un desarrollo de nuevos programas de computadora. El resultado queda demostrado en pantalla con un tremendo look visual que contribuyen a construir esta fantástica historia. Si nos ponemos a pensar, si bien hay varios seres arácnidos, el protagonista es solo uno, Miles Morales, y la narración no solo se desarrolla en torno a su persona en lo que parece ser un coming of age, sino que también se muestran las inseguridades del traspaso de la adolescencia al mundo adulto y a las responsabilidades. Está la esencia del personaje pero llevada a un extremo maravilloso donde se establece que cualquiera se puede poner la máscara si se atreve a realizar el salto y asumir el compromiso sin ningún tipo de prejuicios. Otro aspecto extraordinario del relato está dado en los personajes que acompañan a Miles Morales y a Peter Parker, que para preservar la sorpresa del espectador prefiero no detallar. Es digno de mención que cada personaje no solo tiene su atuendo o traje con colores particulares sino que también tienen su huella visual y sonora, cada rol utiliza ciertos tonos y colores (tanto en trazo y diseño como en iluminación) y ciertos rasgos musicales propios que contribuyen a crear la identidad de cada uno. Si bien hay varios interlocutores, algo que hace exquisitamente la narración es concatenar y darle a cada individuo su tiempo de pantalla correspondiente para tener mayor profundidad (algo en lo que fallaron otros relatos del héroe arácnido como por ejemplo “Spider-Man 3” y “The Amazing Spider-Man 2”). Respecto al elenco, no hay nada que objetarle, ya que es impresionante y se encuentra perfectamente casteado cada personaje con su rol. Morales está interpretado por Shameik Moore (“The Get Down”) y está muy bien secundado por Jake Johnson (“New Girl”, “Jurassic World”) como Peter B. Parker. Completan el elenco Hailee Steinfeld, Mahershala Ali, Lily Tomlin, Zoë Kravitz, John Mulaney, Kimiko Glenn, Nicolas Cage, Kathryn Hahn, Liev Schreiber, Chris Pine, Jorma Taccone y Lake Bell. “Spider-Man: Un nuevo universo” es una de las mejores producciones que se nos ofreció en materia de superhéroes en los últimos tiempos. Un trabajo destacado a nivel narrativo y técnico que se nutre de la iconografía comiquera, una inventiva sin fin, un espíritu cómico que otorga gag tras gag continuamente, un uso destacado del metalenguaje y una acertada forma de evitar los clichés de las películas de origen. Un divertimento asegurado para fans y no fans de todas las edades. Corran a ver el Spiderverse si quieren ver algo innovador.
La Mula: Sin lugar para los débiles. Clint Eastwood vuelve a colocarse delante y detrás de las cámaras para su más reciente film, donde se convierte en un transportador de drogas de un peligroso cártel mexicano. Clint Eastwood a esta altura ya es una leyenda del cine. Su prolífica carrera como actor y director lo llevaron a gozar de un reconocimiento tanto de la crítica como del público a lo largo de su extensa y variada filmografía. Obviamente, tendrá sus detractores y quienes lo rechacen por su forma de pensar y por su ideología ampliamente republicana y basada en el conservadurismo más rígido de la sociedad norteamericana, pero a esta altura resulta indiscutible su legado cinematográfico y su influencia en varios realizadores noveles. Este largometraje representa su segundo relato filmado en 2018 a sus ya avanzados 88 años de edad y con una agenda incansable y notablemente extensa en lo laboral. La historia que nos presenta Clint en esta oportunidad está levemente inspirada en los hechos reales que involucran a Leonard Sharp, acá rebautizado como Earl Stone (Eastwood), un octogenario que está en quiebra y que se enfrenta a la ejecución hipotecaria de su negocio. Ante este panorama desalentador se le ofrece un trabajo aparentemente fácil, el cual sólo requiere conducir por las rutas norteamericanas transportando paquetes. Pero, sin saberlo, Earl se convierte en traficante de drogas para un cártel mexicano, y pasa a estar bajo el radar del agente de la DEA Colin Bates (Bradley Cooper). El film de Eastwood resulta un entretenido y llevadero relato con tintes de drama y, por momentos de thriller, que recuerda un poco a su film de 2008 “Gran Torino”. No obstante, en esta ocasión el tono de la película es menos lúgubre (al menos en su inicio) y posee varios momentos cómicos donde se luce el protagonista. Lo interesante radica en que la personalidad de Earl Stone disiente un poco con los personajes que suele componer el señor Eastwood que, por lo general, son hombres mayores amargados y/o de gran temperamento que no tienen muchas pulgas ni ganas de congeniar con sus interlocutores. Aquí, en esta oportunidad, Clint compone a un personaje conflictivo pero lleno de carisma el cual es querido por sus pares en el ámbito laboral pero quien deja mucho que desear en el marco familiar. Un protagonista entrador y amable, al igual que un galán improbable con las mujeres. La obra de Clint posee un problema de homogeneidad respecto al tono que plantea para la narración. Al principio se ve como un drama familiar que deviene en un thriller y que por momentos tiene algún que otro momento de alivio cómico para distender. Sin embargo, es este carácter ecléctico y heterogéneo lo que vuelve al relato sumamente impredecible. Ahí es donde el guionista Nick Schenk (Narcos, Gran Torino) se ve que intentó hacer malabares con estas cuestiones desembocando en un libreto errático y con ciertos personajes desperdiciados o carentes de profundidad a fines dramáticos (Los personajes de Bradley Cooper, Andy García y Michael Peña se presentan como opositores débiles o desdibujados). Por el lado interpretativo se destaca Eastwood como la estrella principal al igual que Taissa Farmiga (The Nun, American Horror Story) como la nieta y Diane Wiest como la ex esposa de Earl Stone. Ambos personajes profundizan el drama familiar que se yuxtapone con la trama central del tráfico de drogas. A pesar de las falencias enumeradas, resulta interesante el carácter personal e intrínseco de la película respecto a ciertas cuestiones como la familia, las diferencias generacionales de las personas mayores con los jóvenes y las distintas actitudes y formas de afrontar la vida. La influencia de las decisiones pasadas en el presente es otro de los tópicos que utiliza a modo reflexivo el cineasta, al igual que el racismo presente en la sociedad estadounidense respecto a los inmigrantes mexicanos algo que se puede ver a lo largo de todo el metraje. Por otro lado, Eastwood bromea incómodamente respecto al racismo despreocupado de este octogenario que goza de la llamada impunidad de la vejez en lo que parece componer otro de los sellos de autocrítica que se encarga de realizar el film. La Mula trabaja constantemente con las contradicciones. Por un lado tenemos el éxito profesional versus la vida familiar, la vejez y la juventud y por otro lado tenemos las posturas del conservadurismo que propone la derecha y la mirada más actualizada y progresista que se opone al racismo y la misoginia de dichos republicanos. Un film que pone en tela de juicio las ideologías y las corrientes políticas y de pensamiento de sus personajes y del propio director. Un realizador que parece haber encontrado la sabiduría que acarrea la tercera edad al dejar al descubierto sus propios errores. Por el lado de los aspectos técnicos cabe destacar el trabajo de fotografía de Yves Bélanger (Dallas Buyers Club, Brooklyn) que nos presenta imágenes nostálgicas con una paleta entre lo cálido y apagado para representar los paisajes de la carretera estadounidense al igual que esta serie de contradicciones antes enumeradas. La Mula es una cinta interesante dentro de la filmografía de Clint Eastwood por todas las cuestiones sobre las que se pone a reflexionar. Quizás como película necesite nutrirse de un tono más homogéneo y de personajes secundarios más atractivos pero sí es una realidad que resulta una experiencia cinematográfica placentera como la mayor parte de la carrera del director.