“Mary Queen of Scots” (título original del film) es un relato biográfico sobre la vida de María Estuardo de Escocia (Saoirse Ronan), que se enfrentó a su prima Isabel I (Margot Robbie) cuando, al volver de Francia tras haber enviudado, reclamaba su derecho a la corona de Inglaterra. Así se da comienzo a un drama de época bastante anodino en términos narrativos, con una puesta bastante teatral donde prevalecen diálogos y enfrentamientos verbales entre los monarcas y los nobles, observando todos los tipos de pormenores que había en esa época en relación al poder y la codicia. Las conspiraciones, las estrategias para derrotar al adversario y las relaciones por conveniencia que solían primar en el siglo XVI. Lo interesante del film es el protagonismo y el lugar que se les dio a las figuras femeninas y la revisión histórica que se hizo al respecto. María e Isabel son dos reinas sumamente desconfiadas de los hombres y por eso no quieren apresurarse a contraer matrimonio, por el lado de la monarca inglesa, ni a darle el título de rey a su esposo, por parte de la mandataria escocesa. Ambas tienen la inteligencia suficiente para saber que quieren ser desplazadas del poder bajo la excusa del matrimonio o la procreación de un heredero al trono que continúe el linaje familiar. Si bien las dos son muy distintas en algunos aspectos, tienen problemas similares que encima, a pesar de ser primas, las tiene en veredas opuestas y con la mala fortuna de tener que enfrentarse para poder alcanzar sus propios deseos. En ese aspecto de la dualidad y la confrontación es donde el largometraje convence y se torna atractivo. El problema es el ritmo dispar que tiene el relato, que muchas veces se vuelca a narrar solamente los problemas de María dejando de lado a Isabel y quitándole esa oposición tan necesaria para funcionar. Al mismo tiempo, los aspectos políticos menores de todos los súbditos y nobles que buscan perjudicar a la reina de Escocia hacen que el film se torne repetitivo y redundante en varios pasajes. El conflicto está y es seductor, pero muchas veces todo pasa por largos diálogos que, si bien varios pueden ser interesantes, solo sirven para el lucimiento de sus intérpretes. Más allá de todas las críticas que se le hicieron a la cinta por su veracidad histórica y por incluir actores de distintas etnias en la corte inglesa donde ciertamente eso puede verse como una libertad creativa, el film se sostiene por la impecable actuación de Saoirse Ronan, que básicamente se carga la película al hombro y pone el corazón en cada escena en la que participa. Por otro lado, si bien el tiempo de pantalla de Margot Robbie es más acotado, también cumple en el rol de la solitaria monarca inglesa. Lo que es innegable es el estupendo diseño de producción, la recreación de época del vestuario y el enorme trabajo de maquillaje y peinado, algo bastante común en este tipo de películas pero que también vale la pena destacar como algo a favor de la cinta. “Las Dos Reinas” se siente como un film a mitad de camino con una buena historia de base y un acertado tono feminista en consonancia con lo que se vive hoy en día, no obstante, en términos narrativos es bastante convencional y anticuada con una puesta teatral que se hubiera beneficiado de un trabajo de cámara más estilizado y un guion un poco más en favor de lo histórico/fáctico pero menos arraigado en lo verbal. Igualmente sus intérpretes y un excepcional trabajo en lo que respecta a la dirección de arte hacen que la película no sea una total decepción.
El miedo a lo inexplicable o a lo desconocido es una de las formas más comunes que presenta el terror. Es por ello, que la literatura, la cinematografía y el arte en general suelen utilizar el concepto de Doppelgänger con bastante frecuencia, ya que representa uno de los ejemplos más interesantes de lo enigmático e impenetrable. La cuestión del doble fantasmagórico viene del folklore y las leyendas nórdicas/germánicas, donde desde un principio ver el duplicado o la sombra de uno mismo era un augurio de muerte. Generalmente, el doppelgänger comprende un gemelo malvado, un opuesto exacto de uno mismo que viene a alterar y ocupar el lugar del bueno. Nada más terrorífico e intrigante que lo oscuro, lo ominoso en la figura de uno. Algunos dicen que esto representa nuestro costado más primitivo, el reflejo de nuestro subconsciente y otras cuantas deliberaciones más, lo cierto es que es un terreno sumamente atractivo para cualquier cineasta. Jordan Peele, tras el rotundo éxito comercial y artístico que significo “Get Out” (2017) con su pequeño presupuesto de 4.5 millones de dólares y cosechando más de 255 al mismo tiempo que se alzaba con el galardón al Mejor Guion Original en la entrega de los Oscars, decide inmiscuirse en el territorio de los dobles mediante “Us” (título original), una cinta que sigue en sintonía con la anterior pero esta vez no profundizando tanto en el conflicto racial sino más a la sociedad norteamericana y la fiebre publicitaria/consumista ávida de alcanzar el sueño americano cueste lo que cueste sin medir consecuencias, el pasado esclavista de la Nación y otras cuestiones relacionadas. Peele demuestra toda su pericia para realizar un relato potente y cargado de suspenso, horror y al mismo tiempo de sátira y comedia. El ritmo narrativo que logra alcanzar la obra es avasallante y su primera mitad es de lo mejor que se pudo ver últimamente en términos de thriller psicológico en la pantalla grande. Ahora bien, quizás lo que sufre este nuevo opus del director afroamericano es que en esta ocasión se le ven más los hilos y los recursos narrativos que utiliza. El film sigue la misma estructura o fórmula de “Get Out”, con tramos y puntos de giro bien marcados que parecen presentarse exactamente en el mismo lugar y de la misma forma que en el relato anterior. Todo esto no quiere decir que la película sea mala ni mucho menos, pero sí que algunos aspectos son esperables y predecibles como el giro del final. Igualmente, el film compone un thriller psicológico trepidante e intensamente disfrutable, el cual no dará respiro durante sus dos horas de duración. Su ritmo y atmósfera opresiva mezclada con ciertos momentos de alivio cómico hacen que la película sea una experiencia gratificante, a pesar de que algunos mecanismos sean claramente observables. Yendo a lo puramente narrativo, el largometraje cuenta la historia de Adelaide Wilson (Lupita Nyong’o), una mujer que vuelve al hogar de su infancia en la costa junto a su marido, Gabe (Winston Duke) y sus dos hijos para una idílica escapada veraniega. Después de un tenso día en la playa con sus amigos, Adelaide y su familia vuelven a la casa donde están pasando las vacaciones. Cuando cae la noche, los Wilson descubren la silueta de cuatro figuras agarradas de la mano y en pie delante de la vivienda. Cuatro figuras que resultan ser los dobles de ellos. El comienzo y todo el proceso de construcción del suspenso es tremendo, en especial con ese aire de película del estilo “Home Invasion”, donde nos recuerda un poco a “Funny Games” de Michael Haneke y luego va virando un poco al estilo de “The Shining” de Kubrick. De hecho, el film está repleto de referencias a otras películas del estilo y a la cultura pop en general (“Jaws”, Thriller de Michael Jackson y la mística atracción de feria que recuerda a “Big” con Tom Hanks como para poner algunos ejemplos). Otro de los fuertes de Peele es su poder para crear una estética y una iconografía tan marcada. Las tijeras, el vestuario de los personajes, los conejos, son todos índices e íconos de lo que va acontecer más adelante en la película; y esto no solo se da en el plano visual sino que en el ámbito sonoro también ocurre algo parecido con la angustiante música de Michael Abels con quien el director ya había trabajado en la cinta anterior. Por otro lado, a nivel interpretativo no hay nada que objetarle al relato, ya que Lupita Nyong’o redondea una actuación enérgica, inspirada e intensa que se amalgama muy bien con la composición de Winston Duke que está un poco más orientada a la comedia que al drama. Los niños, Shahadi Wright Joseph y Evan Alex también brindan grandes trabajos con sus personajes, en especial en sus versiones malvadas, y también cabe destacar a Elisabeth Moss, que aunque su participación es bastante acotada, resulta ser significativa en un nivel más profundo de sentido de la narración. “Nosotros” es otro trabajo relevante y entretenido de Jordan Peele que nuevamente se destaca en la dirección y en la acertada mixtura entre la comedia y el terror. Si bien en esta ocasión falta un poco la sorpresa y se ven más los dispositivos/recursos que utiliza, su pulso para el suspense, el comentario irónico y el estupendo trabajo del elenco logran elevar el trabajo del director por sobre sus pretensiones.
El director de “A Ghost Story” y “Pete’s Dragon” nos trae esta historia basada en hechos reales que cuenta las desventuras de Forrest Tucker (Robert Redford), un ladrón de bancos que pasó la mayor parte de su vida en la cárcel o intentando escapar de ella. De hecho, logró fugarse en 18 ocasiones y cometió su último atraco en el año 2000 cuando tenía 80 años. Este film se une a “The Mule” de Clint Eastwood y a otros tantos relatos de criminales de la tercera edad que, a pesar de la vejez y los achaques de la misma, continúan ejerciendo su profesión. Lo atractivo del film pasa por su estética que recuerda a los films policiales de los ‘70/’80, período en el cual también se desarrollan varios de los acontecimientos de la vida del señor Tucker, pero, además, a ese atípico acercamiento a los relatos de criminales que roban bancos. La trama se enfoca más en cómo este hombre y sus socios (interpretados por Danny Glover y Tom Waits) continúan delinquiendo a pesar de los años y en cómo disfrutan de esos atracos que consideran su profesión. Igualmente, el largometraje se centrará, sobre todo, en la figura de Redford y en cómo consigue gozar más que nada de la impunidad a través de su carisma y buenos modales. Por otro lado, Forrest Tucker se verá involucrado sentimentalmente con Jewel (Sissy Spacek), una mujer solitaria que disfruta de una estancia y del cuidado de sus caballos, representando varios aspectos de la vida del fugitivo que solía descuidar o daba por sentado y que ahora lo tienen cavilando al respecto. Todo esto mientras el oficial de policía John Hunt (Casey Affleck) descubre varios puntos en común entre una serie de robos que lo llevan a pensar en Forrest y sus socios. La película, sin representar algo totalmente novedoso, se nutre de la interpretación de Redford, que compone al carismático ladrón, al igual que de un acertado elenco de actores secundarios y una historia atractiva por su relación con la realidad. Si a eso le sumamos una reproducción de época muy atinada y una edición impecable que le dan un ritmo y una estética muy lograda al relato obtenemos una cinta atrapante y entretenida, donde lo que resalta es la forma en que está contada más allá de la simpleza de la trama. Por otro lado, la obra se beneficia de la sensibilidad de Redford y su entrega que componen supuestamente el punto final a su larga trayectoria como actor. Un rol que le calza perfecto y que nos recuerda (al menos un poco) al timador que interpretó en el exitoso film “The Sting” (1973). “The Old Man and the Gun” es uno de esos relatos sumamente disfrutables, que sin descollar nos hace pasar un rato agradable gracias al talento de sus intérpretes. Resulta interesante cómo esta tratada la relación afectiva de la pareja protagónica, al igual que la relación con el pasado del personaje principal. Por otro lado, esa persecución entre el criminal y la policía, que no se da de una forma típica también ayuda a que el film se eleve por sobre el resto de este estilo de películas.
Con una interesante propuesta, Federico Marcello dirige, escribe y protagoniza este pequeño pero encantador film que propone una venganza en tono de comedia pero que luego decide ir por un costado más adulto, más contemplativo y melancólico sobre la migración, el choque de culturas, el desarraigo y el idioma como frontera respecto a una cultura bastante diferente a la nuestra. El largometraje cuenta la historia de Facundo (Marcello), quien decide emprender un viaje a China con una meta bien clara. Su padre tenía un almacén de barrio en pleno corazón de Saaveedra, el cual se vio obligado a cerrar durante la década de los ’90 con el advenimiento de los supermercados chinos. Treinta años después, Facundo viaja al otro extremo del planeta con el único objetivo de vengarse abriendo el primer supermercado argentino en China, decidido a no volver hasta que algún comercio chino termine cerrando por su llegada. Para eso contará con el apoyo de su amigo Pablo, que se encuentra de mochilero por allá y quien hizo contacto con un gestor que los ayudará a conseguir el permiso para poder abrir el comercio. El relato está muy bien construido con un guion que evita la risa fácil y los lugares comunes, prefiriendo volcarse más hacia las emociones y las situaciones tanto a nivel social como psicológica que va atravesando el protagonista a medida que va adentrándose en la sociedad China y su idiosincrasia. Por otro lado, los personajes están bien elaborados y matizados, en especial los secundarios que adornan la historia con ciertos momentos de verdadero ingenio mediante las interacciones que mantienen con los personajes argentinos. Facundo se quedó con una imagen de la infancia que lo marcó a fuego (presentado en una bella secuencia animada) y con aquel sello decide poner en práctica una venganza que, como era de esperar, no será tan sencilla de llevar a cabo. El film se pone a reflexionar sobre la inmigración, los problemas o conflictos de adaptación así como también la barrera idiomática que en más de una oportunidad perjudica al protagonista para conseguir su meta de manera más sencilla (en especial en una desopilante escena en un ascensor). Es en ese escenario que Facundo empatizará con sus amigos y conocidos que surgirán del continente asiático, llevándolo al camino del entendimiento y la solidaridad y, en definitiva, a la madurez. “De Acá a la China” es un pequeño pero prolijo film con mucho corazón que sorprenderá por su astucia y por lo que nos quiere transmitir su director. Un viaje melancólico y sensible para comprender las particularidades de la globalización y el choque de culturas.
Finalmente se estrenó la película de Capitana Marvel, la primera heroína de la Casa de las Ideas en conseguir un protagónico y una cinta en solitario. Como en toda cinta de estas características, la controversia y la polémica no le es ajena y lo que nos terminamos preguntando es: ¿Es una película a la altura de las circunstancias? ¿Verdaderamente es el largometraje que se merecía? A continuación analizamos algunas cuestiones. “Captain Marvel” (2019) es la película número 21 del Universo Cinematográfico de Marvel y la primera en centrarse en una protagonista femenina. 11 años tuvieron que pasar para presentar a una superheroina con una aventura en solitario, algo que su cuestionada competencia, DC, tardó bastante menos (4 películas y 4 años) en proponer. Además, de que “Wonder Woman” (2017) resultó ser un éxito arrollador en críticas (el más importante de la compañía hasta la fecha), el personaje de Diane Prince representa el mayor ícono feminista en la historia de los comics y es por ello que en este escenario Marvel la tenía más complicada. No era de extrañar que se haya generado una controversia alrededor de la calidad de la obra que se estrenó la semana pasada ni mucho menos, pero sí resultan sorprendentes las decisiones que Disney pareció tomar respecto del film en sí. Esta pieza audiovisual fue codirigida por Anna Boden y Ryan Fleck, la dupla detrás de “It’s Kind of a Funny Story” (2010) y “Mississippi Grind” (2015). Si bien ellos suelen dirigir juntos llama la atención que Disney/Marvel no se haya decidido por una directora en solitario para la tarea de llevar por primera vez a la heroína a la pantalla grande. Algo que sí paso en “Wonder Woman” con Patty Jenkins (“Monster”). Igualmente, dejando de lado esta cuestión podemos meternos a debatir sobre otras decisiones cuestionables intrínsecas al relato. El largometraje cuenta la historia de Vers (Brie Larson), una guerrera Kree que junto a su mentor Yon-Rogg (Jude Law) se ven atrapados en una guerra con otra raza alienígena, los Skrulls. El problema radica en que Vers presenta algunas lagunas mentales, generadas por una amnesia producto de un episodio dramático del pasado, provocando que algunas cosas no le terminen de cerrar en su rol actual como guerrera Kree. Así es como ella, por medio de la persecución a un grupo de skrulls, terminará en el planeta Tierra donde descubrirá que partes importantes de su pasado tuvieron lugar allí y donde acabará de formar su identidad que la llevará a convertirse en Carol Danvers y la Capitana Marvel. La historia tiene lugar en el año 1995 y Danvers deberá unir fuerzas con el Agente de SHIELD Nick Fury (Samuel L. Jackson) para poder atrapar a estos individuos que tienen la habilidad de transformarse en cualquier cosa que visualicen, algo que da infinitas posibilidades narrativas. Así es como el film pasa a convertirse en una especie de Buddy Movie, entre Danvers y Fury. Esta es otra de las decisiones que llaman la atención de Marvel, es casi como si no le tuvieran fe al personaje y hayan sentido la necesidad de emparejarla con Fury por miedo a fracasar. Resulta realmente irónico que estén buscando darles un lugar importante a los personajes femeninos pero que las tengan que emparentar con personajes masculinos. Es un detalle que sorprende más allá de que la dupla funciona y que nos otorga varios momentos divertidos y repletos de fanservice (junto con el personaje de Goose, un adorable gato que esconde un secreto enorme que lo lleva a ser el comic relief de la obra durante el tercer acto de la misma). Por el lado narrativo, si bien resulta ser una película bastante clásica, convencional y de fórmula en lo que respecta al origen de personaje y camino del héroe, sí logra ser atractiva la estructura que se le dio en el comienzo con un presente algo confuso y con flashbacks que van revelando partes de su pasado (aunque más adelante se incurre en un abuso de este recurso), algo que van desarrollando de buena manera, al mismo tiempo que el manejo del humor que no resulta excesivo como en otros relatos de Marvel. Es más, varios de los momentos cómicos están determinados por el tiempo y el espacio producto de cierta nostalgia de los años ’90. Por el lado de los efectos especiales, están muy bien logrados, al igual que las escenas de acción y las coreografías, aunque en esta ocasión se las nota algo deslucidas en comparación con episodios anteriores como los de “Avengers” o “Guardians of The Galaxy”. Como que le falta espectacularidad a las batallas y enfrentamientos. Respecto a la cuestión interpretativa, Brie Larson se luce como Carol Danvers y le imprime gran complejidad a este personaje que busca derribar tanto a sus enemigos como al sexismo y la falta de equidad de género. Un personaje que a pesar de su enorme poderío se muestra fuertemente humana y terrenal en varios aspectos. Jude Law nos brinda una correcta actuación que por momentos da en la tecla y por otros tambalea en la exageración. Quizás la peor parte se la lleve Annette Bening que fue sumamente desaprovechada en el relato. Samuel L. Jackson brilla como Nick Fury y su química con Larson es un pilar fundamental para el relato. Finalmente, otra de las carencias de la cinta tiene que ver con la presencia de un villano de peso, al presentar a una heroína súper poderosa es de esperar que su contrapartida u opositor posea características similares, y lamentablemente este no es el caso. Es como que el espectador nunca termina de sentir que ella corra peligro y esté ante la presencia de un rival de temer. Es realmente interesante que su conflicto y su drama sean internos pero después no vemos exteriorizados esos miedos o barreras en la presencia de un enemigo poderoso. Más allá de las críticas que se le pueda hacer tanto a la película como al estudio, “Capitana Marvel” es una película necesaria para la búsqueda de equidad de género en la pantalla grande y en las producciones de Hollywood, algo que había comenzado de mejor manera “Wonder Woman”, pero que igualmente Marvel intenta acompañar. Un film que no gana puntos en términos de innovación narrativa pero que igualmente cumple y se destaca por el mensaje feminista que se propone enarbolar y gritarle a las nuevas generaciones. Las heroínas llegaron para quedarse.
Obsesión: Marea baja. Steven Knight, director de la interesantísima Locke, nos ofrece este insulso thriller sin sentido que mientras más nos vamos sumergiendo en él, disminuye el interés del espectador y aumentan las incoherencias narrativas. Resulta inexplicable este film que llega a las salas argentinas en los próximos días, un producto que a partir de sus trailers se presentaba como un pequeño thriller con buenos intérpretes y un diseño de producción bastante inspirado. Lamentablemente, todo terminó yendo a contramano y nos encontramos con un thriller psicológico con vueltas de tuerca absurdas y tiradas de los pelos. Por el lado actoral, nos cruzamos con un McConaughey a la deriva, muy lejos de lo que vimos en productos como True Detective, para poner un ejemplo, y una Anne Hathaway bastante sobreactuada y caricaturesca que no termina de convencer. Algo parecido sucede con Jason Clarke, cuyo papel está completamente exagerado. Por otro lado, Djimon Hounsou y Diane Lane están sumamente desaprovechados como los ayudantes del protagonista en personajes secundarios que no aportan prácticamente nada al relato. El largometraje cuenta cómo el misterioso Baker Dill (Matthew McConaughey), un capitán de un barco pesquero que vive en una pequeña isla del Caribe, comienza a ser atormentado por su pasado cuando en el apacible lugar aparece su ex mujer Karen (Anne Hathaway) pidiéndole ayuda para ella y su hijo en común. Ella le solicita que lleve a su actual marido en un viaje de pesca y en el medio de alta mar lo arroje a los tiburones para poner fin a años de abuso doméstico. Todo esto a cambio de 10 millones de dólares que le vendrían muy bien a Baker para saldar varias deudas que viene acumulando. Hasta aquí parece todo coherente e interesante pero luego vamos descubriendo que Baker tiene una especie de vínculo telepático con su hijo que parece estar sufriendo en su casa en soledad. Sin revelar demasiado, podemos decir que el film incurre en ciertos elementos fantásticos que podrían haber sido interesantes de haber podido ser incorporados de manera equilibrada pero finalmente solo son agregados para producir golpes de efecto baratos al estilo de films como The Happening de Shyamalan. De hecho, la señalada vuelta de tuerca del final con la que todo el público internacional se ha indignado, es introducida o sugerida a la hora de metraje lo que deja al espectador pensando en qué va a suceder durante los 46 minutos restantes. Lo mayor falencia del film radica en su pobre guion, el cual presenta varias lagunas narrativas y elementos sin justificación alguna. Incluso los diálogos son bastante paupérrimos y la estructura misma del relato está desarticulada y mal concebida. Quizás el director pecó de pretencioso, pero igualmente no hay manera de justificar el desvarío que se nos presenta. De la nada, la cinta intenta meterse en un terreno más esotérico y existencialista en el que se pone en tela de juicio la vida misma, el libre albedrío y otras cuestiones pero embarrando las pequeñas cosas que parecían interesantes en el principio. En síntesis, Obsesión es una propuesta olvidable y difícilmente recomendable por su torpe construcción y cohesión narrativa. Un panorama poco imaginable con todo el talento involucrado tanto delante como detrás de cámara.
Border: Ajena al hombre. Suecia nos trae este peculiar, bello e intrigante film que indaga en el costado animal del ser humano, la búsqueda de identidad y las relaciones afectivas. Todo esto reunido en un drama potente con tintes fantásticos. Border resultó ser una de las gratas sorpresas de 2018. Una película que cosechó el elogio tanto de la crítica como del público y que obtuvo varios reconocimientos entre los que se destacan la nominación al Oscar a Mejor Maquillaje y el galardón en el prestigioso Festival de Cannes en el marco de Un Certain Regard, donde cada año se presentan una serie de películas con diferentes tipos de visiones y estilos; obras “originales y diferentes” que buscan el reconocimiento internacional. El largometraje fue dirigido por Ali Abbasi (Shelley) y está basado en una historia corta escrita por Ajvide Lindqvist, autor de la novela de vampiros titulada Let The Right One In, la cual también fue exitosamente adaptada en un largometraje de origen sueco y en una posterior remake norteamericana. La película cuenta la historia de Tina (Eva Melander), una agente de aduanas reconocida por su eficiencia y su peculiar habilidad, la cual consiste en poder reconocer e identificar la culpabilidad de un individuo por medio de su potenciado sentido del olfato. Sin embargo, Vore, un hombre aparentemente sospechoso, pasa junto a ella y sus talentos se ponen a prueba por primera vez. Tina sabe que Vore (Eero Milonoff) oculta algo, pero no logra identificar qué es. Lo interesante de la propuesta dirigida por el realizador de origen iraní reside en la construcción de un relato inquietante y perturbador que genera continuamente atmósferas opresivas y un clima avasallante pero al mismo tiempo seductor. El espectador se ve inmerso en una experiencia cinematográfica profunda cuyo fuerte no solo radica en el maquillaje, en el gélido trabajo de fotografía y en las poderosas actuaciones del dúo protagónico sino también en un trabajo de guion inspirado que propone un thriller con tintes de cine fantástico que teoriza sobre la búsqueda de identidad, las perversiones y el costado más primitivo del ser humano así como también en cuestiones como la venganza, la justicia por mano propia y la sexualidad. Abassi incomoda al espectador al igual que a la misma protagonista que se encuentra en pleno proceso de búsqueda y autodescubrimiento. Resulta fascinante e hipnótico esa especie de “cuento de hadas” nórdico oscuro cuyo fuerte radica en cómo se va desarrollando la narración y en su progresiva evolución. Border (o Gräns en su idioma original) es una propuesta atípica, extraña y sumamente atrapante que logra una correcta mixtura de géneros y un inspirado trabajo a nivel narrativo. Un film que se nutre de la fantasía para revelar, denunciar y/o exponer el lado oscuro de las sociedades modernas. Una de esas películas para descubrir, recomendar y disfrutar.
El director de “Dolphin Tale” (2011) y “Air Bud” (1997) nos trae otra película centrada en un animal como protagonista. “A Dog’s Way Home” está basada en una novela de W. Bruce Cameron, el mismo escritor de “La Razón de Estar Contigo” (“A Dog’s Journey” en su título original), un relato de sobre un perro que vive varias aventuras en distintas vidas que le toca transitar, obra de fantasía que en pocos meses presentará su secuela en la pantalla grande. Al parecer volvieron a estar de moda este estilo de películas y por eso no tardó en llegar esta especie de spin-off del escritor de la saga canina. El problema de este tipo de films es la manipulación emocional, los golpes bajos y el sufrimiento por el que se hace marchar tanto al personaje protagónico como al mismo espectador. “Mis Huellas a Casa” circula por un terreno montañoso pero no logra ser tan deprimente o insoportable como para no disfrutar del viaje que se propone narrar. Bella es una cachorra de pitbull (cuya voz interior es interpretada por Bryce Dallas Howard) que sobrevive en un terreno baldío junto a su madre y a varios gatos. Un día la agencia de Control de Animales se lleva a casi todas las mascotas abandonadas que viven allí pero Bella, ayudada por una gata, consigue escapar de ese cruel destino. Lucas (Jonah Hauer-King), un vecino de la zona que vive con su madre Terri (Ashley Judd), una veterana de la guerra de Irak, decide adoptar a la pequeña cachorra, sin embargo, uno de los empleados de la perrera le da un ultimátum para sacar a Bella de la ciudad (Denver, Colorado, tiene una política de prohibición a los Pitbulls) bajo la amenaza de sacrificarla. Así es como Lucas decide dejar en un hogar transitorio a Bella hasta poder encontrar algún departamento en alquiler en las afueras de la ciudad para poder conservar a su mascota. El problema es que ni bien encuentra su nuevo hogar y va en busca de Bella, esta última escapa del lugar transitorio emprendiendo un viaje de más de 400 millas en busca de su dueño. El largometraje representa un ejercicio bastante clásico y convencional que abusa un poco del recurso de la voz en off del perro pero que, no obstante, se mantiene a flote gracias a la emotividad, unos pasajes sumamente entretenidos y ciertos aspectos conmovedores que trae aparejado el relato. Quizás algunos golpes de efecto se sientan algo innecesarios y hasta tortuosos pero los amantes de los animales disfrutarán del viaje de Bella en busca de su dueño. Por otro lado, sorprende el CGI (las imágenes generadas por computadora) en las secuencias donde la perrita debe fraternizar con un cachorro de puma que queda huérfana luego de que un grupo de cazadores maten a su madre y en los enfrentamientos con una manada de lobos que siguen a ambos animales cuando se pierden en el bosque (sí, la fantasía por momentos suena excesiva pero también aporta mucho al entretenimiento de la cinta). “Mis Huellas a Casa” es un film familiar con un mensaje ecológico y pro naturaleza que llamará la atención de los niños y de los amantes de los animales. Una película que no gana puntos por originalidad pero que apela a la emoción y a la sensibilidad del espectador por medio de una narración acertada.
“Green Book” es un pequeño pero atractivo film que resulta realmente conmovedor y vigente por la temática que trata. Ahora bien, quizas es bastante convencional y de fórmula el trabajo que nos propone Peter Farrelly, un director que viene de la comedia irreverente y que ha realizado diversas obras junto con su hermano Bobby como “Dumb and Dumber” (1994) y “There’s Something About Mary” (1998). Sin embargo, esta apreciación no necesariamente tenga que ser vista como una declaración peyorativa, sino resaltar el hecho de que la película no es novedosa en cuanto a estructura narrativa y la historia que se nos quiere contar. Igualmente, a lo largo de la cinta habrán varios elementos que la destacarán y la convertirán en un clásico moderno. El largometraje se presenta como una versión actualizada de “Driving Miss Daisy” (1989), donde se nos introduce a Tony Lip (Viggo Mortensen), un rudo italoamericano del Bronx, el cual es contratado como chofer del virtuoso pianista negro Don Shirley (Mahershala Ali) durante una gira de conciertos por el Sur de Estados Unidos. Al principio Tony es reacio a relacionarse con Shirley pero deberá fraternizar con el músico para poder ganarse la vida y mantener a su familia. Durante el viaje tendrá presente “El libro verde”, una guía que indicaba los pocos establecimientos donde se aceptaba a los afroamericanos en los años ‘60. Dos personas que tendrán que hacer frente al racismo y los prejuicios, obligándoles a dejar de lado las diferencias para sobrevivir y prosperar en el viaje de sus vidas. Farelly nos ofrece un road movie bastante interesante que permite el lucimiento de sus intérpretes, con soberbias actuaciones de Mahershala Ali (“Moonlight”) y de Viggo Mortensen (“Eastern Promises”), los cuales conforman individuos muy disímiles que terminan fraternizando ante la adversidad y la necesidad de trabajar en conjunto. Uno es un inmigrante italiano malhablado y con malos modales mientras que el otro es un refinado y educado músico de la elite que se convirtió en uno de los primeros representantes afroamericanos de la música clásica. Como siempre, los opuestos se atraen y es en esa dinámica de dúo que el film funciona. Mortensen logra dotar a su personaje de carácter por medio de una actuación llena de matices en la que incluso le puso el físico, ya que aumentó alrededor de 20 kilos para componer a Tony Lip. Por otro lado, Mahershala brinda una de sus performances más sentidas y medidas en las cuales muchas veces dice más con gestos y actitudes que con palabras. Un rol que le calzó justo y que probablemente le valga su segunda estatuilla dorada. Respecto al trabajo de guion de Brian Hayes Currie, Peter Farrelly y el propio Nick Vallelonga, el cual inspiró el rol de Mortensen, podemos decir que es un trabajo de manual pero de esos que no desentonan ni tampoco terminan siendo sumamente clichés o redundantes. Farrelly, le supo imprimir momentos muy acertados en los que combina el drama con la comedia con sutilidad y artificio. Así es como se redondea uno de los ejercicios más clásicos y menos novedosos de la próxima entrega de los Oscars pero que resulta ser extremadamente disfrutable y entretenido. “Green Book” es un verdadero crowd-pleaser y un claro ejercicio de Oscar-Bait en cuanto a la temática y al clasicismo de su historia, lo cual ocasionó, quizás, en su afán de complacer a todo público, que dejó de lado la innovación en términos narrativos y dramáticos. Un largometraje interesante que invierte los roles sociales entre el afroamericano y el ciudadano indoeuropeo pero a tal punto de que a veces se pierde la sutilidad. Es probable que la obra divida a los espectadores en lo que piensen acerca de su calidad artística, pero es inevitable advertir todos los componentes seductores de la cinta. En especial la música de Kris Bowers que termina de ornamentar este pequeño pero conmovedor producto cinematográfico.
Se abre un nuevo capítulo en el universo “Happy Death Day” (2017), con esta secuela que se estrena esta semana en nuestro país y que sinceramente nadie esperaba o pedía. No obstante, aquí está y el resultado es mejor del esperado, considerando que estaba todo dado como para que se repita el mismo esquema de la película original, haciendo que sea un mero ejercicio de reiteración. Sorprendentemente esto no pasa y el film intenta explotar una veta diferente, siendo en general un producto disfrutable, aunque innecesario y plagado de agujeros narrativos. Para los que no estén familiarizados con esta historia, ahora devenida en saga, se encontrarán con una cinta que repite la dinámica de “Groundhog Day” (1993), la comedia protagonizada por Bill Murray y dirigida por Harold Ramis, que mostraba cómo el protagonista repetía una y otra vez el mismo día, viéndose atrapado en una especie de loop temporal. Luego de aquel clásico de los años ’90, varios films se propusieron copiar la fórmula de dicho largometraje, convirtiendo el recurso de la repetición casi en un subgénero. En el año 2017, Christopher Landon (“Paranormal Activity: The Marked Ones”) decidió replicar esa técnica pero en el marco de un film de slasher, donde la protagonista muere continuamente mientras intenta descubrir quién es la misteriosa figura que la quiere asesinar. La obra de Landon se convirtió en otro éxito de Blumhouse Productions y no era de extrañar que haya surgido la idea de una secuela, mientras que la primera película todavía estaba en cartelera. Lo interesante radicaba en ver cómo el director se las ingeniaba para no presentarnos una historia repetitiva y semejante a la que nos mostraron anteriormente. Por suerte, Landon decidió ahondar más en el costado de ciencia ficción y de comedia para traernos un producto sumamente entretenido que enarbola y abraza el espíritu clase B desde el primer momento sin tomarse demasiado en serio a sí mismo. El largometraje retoma a los personajes originales, dos años después de los eventos acaecidos en la primera película, pero esta vez la acción se enfoca en Ryan (Phi Vu), el compañero de cuarto de Carter (Israel Broussard), el cual cae en el loop temporal por medio de un experimento de física cuántica que compone la tesis de grado que está realizando con un grupo de amigos. Pronto también se da cuenta que está siendo perseguido por el asesino de la máscara de bebé y muriendo repetidamente por lo que decide acudir a su amigo y a su novia Tree Gelbman (Jessica Rothe) que ya tiene amplios conocimientos en la materia. Pronto Tree descubre el origen de los eventos del primer film y también se ve atrapada en el loop cuando decide ayudar a Ryan a resolver el misterio. A fines de preservar la sorpresa en el espectador no profundizaré en los pormenores de la trama pero sí cabe mencionar que en esta ocasión se decidió indagar más en el costado científico/tecnológico y en la comicidad que también tenía la obra original más que en su veta slasher que igualmente la posee. Lo importante es que el opus de Landon busca distanciarse de lo visto previamente, aunque por momentos eso también hace que el verosímil se tambalee o que los puntos de giro sean bastante forzados y/o irrisorios. El tema también radica en que al no tomarse en serio a sí mismo o al explotar los momentos de comedia, el director sale bastante airoso aun cuando mete algún que otro deux ex machina o paradojas temporales dentro de la diégesis (y argumentales a nivel macro). Dicho todo esto, cabe destacar la performance de Jessica Rothe, que nuevamente se carga la película al hombro y que junto con sus compañeros de elenco demuestran tener un acertado timing para la comedia. En líneas generales están todos los actores muy bien incluso los nuevos que se incorporan en esta secuela. Otro punto digno a resaltar es la nueva dimensión que se le dio al conflicto interno de Tree que también era uno de los puntos altos del film anterior pero que esta vez va más allá. “Happy Death Day 2U” es un film sumamente entretenido que se despega de la primera entrega tal como hizo “Back To The Future II” con la primera (de hecho bromean al respecto en el film con esta cuestión). La propuesta de Landon se disfrutará más si uno no se enfoca tanto en los errores o en la credibilidad de lo que estamos viendo y se deja llevar por lo atractivo de sus personajes y su habilidad para la comedia.