Cada Día: Doble de cuerpo. “Lo que mucha gente llama amar consiste en elegir a una mujer y casarse con ella. La eligen, te lo juro, los he visto. Como si se pudiera elegir en el amor, como si no fuera un rayo que te parte los huesos y te deja estaqueado en la mitad del patio”. Julio Cortázar (Rayuela) Michael Sucsy (The Vow) dirige la adaptación cinematográfica de la novela “Every Day” de David Levithan, la cual parte de una interesante premisa que justamente se queda en una gran idea desaprovechada. Las novelas destinadas al público adolescente están en expansión, y por ello últimamente venimos recibiendo una catarata de adaptaciones cinematográficas de dichas propuestas literarias. En esta ocasión, lo atrayente del film que aquí nos convoca tiene que ver con su idea o premisa original con tintes fantásticos. El largometraje cuenta la historia de Rhiannon (Angourie Rice), una chica de 16 años que se enamora de un misterioso ser llamado “A”, que se despierta en un cuerpo diferente cada día. Sintiendo una enorme conexión, Rhiannon y A intentan verse, sin saber qué les traerá el nuevo día. Cuanto más se enamoran el uno del otro, el hecho de amar a alguien que tiene un aspecto diferente cada veinticuatro horas empieza a traerles complicaciones tanto a ellos como a las personas que son “habitadas” por A. El carácter metafísico e insólito del relato hace que el espectador sienta curiosidad por estos personajes que se aman más allá de las convenciones sociales, étnicas y sexuales que los rodean. “A” es un ente que trasciende el género masculino o femenino y su vínculo con Rhiannon pondrá en tela de juicio estas cuestiones. Esta confundida adolescente que, como tantos otros jóvenes, intenta o comienza a forjar su identidad durante la secundaria, terminará aceptando que su pareja se le presenta cada día, con un rostro diferente. Nuevamente lo atractivo del relato pasa por esta aproximación moderna de los amores juveniles en sus diversas variantes, al igual que la idea de que el amor no es algo que uno pueda controlar, como bien mencionaba Cortázar en “Rayuela”. A su vez, aparecen otros aspectos en juego, como por ejemplo las reacciones de las personas ante la aparente diversidad sexual de la protagonista. El foco está puesto en cómo la multitud enseguida se las ingenia para juzgar cualquier tipo de conducta que le parezca incorrecta o que vaya en contra de los ideales arcaicos y puritanos de la misma sociedad (en este caso norteamericana). Otro aspecto destacable de la narrativa que nos ofrece el film radica en las obligaciones que se pone “A” para no perjudicar las vidas de las personas a las que le toca habitar, teniendo que combatir la tentación de quedarse más tiempo en algún cuerpo o de interceder en cuestiones de libre albedrío versus la moral, como cuando se entera de que una joven estudiante que le toca reemplazar tiene tendencias y pensamientos suicidas. El largometraje cuenta con algunos momentos realmente logrados y la sorpresa también reside en los atinados diálogos que mantienen los protagonistas que usualmente en este tipo de películas son bastante sosos. A su vez, la interpretación de Angourie Rice representa otro triunfo del film. El problema que presenta el guion es el de una falta de cohesión, la cinta se nos presenta como una serie de secuencias que guardan una mínima relación, pero que no logra conectar del todo con el conflicto principal. Quizás esto se deba, en parte, al pobre montaje que mantiene la obra de Sucsy que tiene terribles problemas de amalgamiento y cortes abruptos sin ningún tipo de sentido narrativo. Por otro lado, la película intenta establecer una idea o tesis, pero se queda en el molde sin terminar de jugarse por los elementos sugerido durante la mayor parte del metraje. En síntesis, Cada Día se siente como una oportunidad desaprovechada. Un relato interesante pero que se queda a mitad de camino en lo que quiere transmitir. No obstante, el resultado no llega a ser desastroso y nos otorga algunos momentos atractivos gracias a las logradas interpretaciones de los involucrados. Quizás le faltó el toque de una dirección inspirada para terminar de convenc
Secretos Ocultos: Un muerto en el placard. Sergio G. Sánchez dirige esta mezcla de drama familiar con thriller y película de horror con un resultado desparejo que se sostiene gracias a su sólido elenco y a un destacado diseño de producción. Sergio Sánchez, guionista de películas como El Orfanato (2007) y Lo Imposible (2012), realiza su debut cinematográfico en esta cinta de habla inglesa que tiene algunos momentos y climas bastante logrados pero que quizás se termina enredando al tratar de tomar cosas de diversos géneros. Es como que el film intenta ser demasiadas cosas pero concluye sin ser ninguna de todas estas. El largometraje cuenta la historia de una familia británica que se instala en una estancia ubicada en una zona rural de los Estados Unidos. Corren los años ’60 y Rose Marrowbone (Nicola Harrison), y sus cuatro hijos, Jack (George MacKay), Jane (Mia Goth), Billy (Charlie Heaton) y Sam (Matthew Stagg) buscan un nuevo comienzo luego de haber atravesado por una traumática y violenta experiencia con el patriarca del núcleo familiar. Es por ello que deciden ocultarse en la casa donde creció Rose, un lugar apacible y alejado del pueblo que lleva el apellido de soltera de la mujer “Marrowbone”. Los chicos conocerán a Allie (Anya Taylor-Joy), una muchacha que trabaja de bibliotecaria, que rápidamente se hará un lugar en los corazones de los Marrowbone, especialmente en el de Jack. La alegría durará poco porque primero fallece la madre y sus hijos deberán recluirse hasta que el mayor cumpla los 21 años de edad así la propiedad les queda a su nombre y al mismo tiempo Jack consigue ser el tutor o encargado de sus hermanos menores. Sin embargo, la presencia del padre y del abogado Tom Porter (Kyle Soller), encargado de concretar la transferencia de la vivienda a nombre de Rose, les traerá problemas a este grupo de chicos obligados a crecer apresuradamente ante los continuos infortunios que atraviesa su estirpe. La cinta, cuyo nombre original es “El Secreto de Marrowbone”, toma mecanismos de otras propuestas de horror y suspenso conocidas, tales como la mencionada El Orfanato, Los Otros (2001), Sexto Sentido (1999), Psicosis (1960) y ciertos elementos de dramas como por ejemplo El Seductor (2017). Es en esa miscelánea heterogénea que la película comienza a tambalear a diferencia de cuando se aboca principalmente al drama familiar. Cuando la obra se vuelca esencialmente a las contrariedades de los Marrowbone, funciona e incluso genera cierta incertidumbre en el espectador respecto al trasfondo que rodea a los protagonistas y a los secretos que esconden. En cambio, cuando el film intenta volverse más paranormal se pierde la fuerza narrativa que había generado anteriormente. No obstante, el resultado llega a ser satisfactorio gracias a las sentidas e inspiradas interpretaciones del joven reparto, entre los que se destacan Anya Taylor-Joy (Fragmentado), George MacKay (Captain Fantastic) y Charlie Heaton (Stranger Things). Hubiera sido más interesante un desarrollo más pronunciado de Heaton, Joy y el resto de los hermanos, ya que tienen menos progreso o pulsiones dramáticas que el interesante personaje de MacKay. Este hecho hubiera significado una mayor relevancia de la vuelta de tuerca del final, sobre todo que concluyendo el segundo acto se nota un tanto predecible. Por el lado de los aspectos técnicos se destaca el vestuario, el arte y todo lo relacionado con el diseño de producción, al igual que la fotografía de Xavi Giménez (El Maquinista) que logra homogeneizar las líneas temporales y ese sentimiento nostálgico de los sesenta. En síntesis, Secretos Ocultos resulta ser un divertimento ligeramente efectivo que no llega a explotar todo el potencial que traía aparejado a nivel narrativo, pero que igualmente consigue entretener gracias a una prolija ejecución técnica e interpretativa. Un film que se hubiera beneficiado de haberse decidido por un solo género.
En el 2015 fuimos testigos de la presentación de uno de los últimos personajes en sumarse al Universo Cinematográfico de Marvel (MCU), el no tan popular Ant-Man. El film contó con algunas controversias luego del despido del realizador británico Edgar Wright (“Baby Driver”), alegando que querían reescribir su guion sin él. Finalmente, la dirección cayó en las manos de Peyton Reed (“Yes Man”), quien logró hacer un trabajo más que decente por más de que siempre nos preguntemos qué hubiera pasado si la película hubiera sido dirigida por Edgar Wright, ¿Estaríamos hoy ante la mejor aventura de Marvel? Dejando de lado las especulaciones y los supuestos, el gran acierto de aquel largometraje pasó por un casting perfecto y varias secuencias que toman el concepto del micro universo del superhéroe a la perfección. Paul Rudd (“40 Year Old Virgin”, “I Love You Man”) supo agregar su propia impronta y carisma al protagonista y junto con Evangeline Lilly (“Lost”) y Michael Douglas (“Wall Street”) consiguieron generar la química necesaria para que estos personajes resulten ser bastante atractivos para que el espectador pueda sentir empatía por ellos. Tres años más tarde, se nos presenta esta secuela titulada “Ant-Man and the Wasp”, que viene a ofrecer lo que se nos sugiere al final de la primera cinta: una compañera para nuestro héroe. Lilly será la encargada de calzarse el traje de la Avispa con el objetivo de tratar de recuperar a su madre, Janet Van Dyne (Michelle Pfeiffer), del vacío cuántico en el que se encuentra perdida hace 30 años. Por su parte, Scott Lang (Rudd) lidia con las consecuencias de sus elecciones como superhéroe y se encuentra cumpliendo una condena de arresto domiciliario por los eventos ocurridos en “Captain America: Civil War”. Al mismo tiempo, deberá seguir cumpliendo con su rol de padre desde el cautiverio en su propio hogar. Mientras lucha por mantener un equilibrio entre su vida hogareña y sus responsabilidades como Ant-Man, se enfrenta a Hope van Dyne y al Dr. Hank Pym con la nueva misión de ir tras Janet, ya que es el único individuo que fue capaz de volver de aquel extraño plano a nivel subatómico. Scott deberá aprender a luchar junto con La Avispa, mientras el equipo trabaja en conjunto para descubrir secretos del pasado. Lo interesante de este relato, a diferencia de las otras decenas de productos que nos viene ofreciendo Marvel a nivel audiovisual, radica justamente en la escala del mismo. No solo es una propuesta que explota menos la espectacularidad que otras obras marvelitas sino que, además, las historias de Ant-Man son más terrenales, en el sentido de que presenta un universo más compacto. Eso le permite a este largometraje dedicarle más tiempo al humor y las situaciones cómicas, pero no de la manera agotadora a la que nos tiene acostumbrado el MCU, sino que se valen del talento de Paul Rudd, Michael Peña (“The Martian”), T.I (“Identity Thief”) y David Dastmalchian (“The Dark Knight”) y de las características inherentes al personaje principal que le permiten bromear con las escalas, la perspectiva y una infinidad de recursos. Esto también admite que se pueda explotar el costado relacionado con los efectos visuales que están sumamente logrados. Argumentalmente, esta secuela es bastante simple, algo que beneficia al MCU, ya que luego de la complejidad planteada en “Infinity War” y la colosal escala expuesta, era necesario una aventura un poco modesta. No obstante, hay cuestiones que le pueden jugar en contra a la trama. La villana de este asunto, Ava/Ghost (Hannah John-Kamen), se ve en primera instancia como un personaje atractivo y con motivaciones más claras que las que suelen tener los villanos unidimensionales de estas películas, sin embargo, con el correr del metraje se van diluyendo esas estimulaciones. Quizás falta un contexto mayor para sus razones, al igual que un mayor aprovechamiento del trasfondo del personaje de Hank Pym y su pasada relación con el doctor Bill Foster (Lawrence Fishburne), el mentor y tutor de Ava. Igualmente, la sólida interpretación de Hannah John-Kamen hace que Ava sea una digna adversaria de nuestros protagonistas. A su vez, la otra contraparte antagónica está representada en Sonny Burch (Walter Goggings) y su grupo de secuaces que venden material tecnológico en el mercado negro. Estas dos fuerzas opositoras alimentan el espíritu de comedia de enredos, ya que van desencadenando varias secuencias de persecución. El mayor logro de esta secuela radica en el personaje de Hope Van Dyne. Hasta la fecha Marvel no presentó ningún personaje femenino de peso, a diferencia del exitoso resultado obtenido por DC con “Wonder Woman” (2017) en esta cuestión. Wasp representa una gran mejora en este sentido, ya que no solo comparte el título del film con Ant-Man, sino que además presenta su propio peso para sostenerse en el relato. Cabe destacar, que incluso es ella quien hace avanzar la trama debido a que es la que recluta y rescata a Scott Lang para ir en busca de su madre perdida. La misión que tiene este dúo protagónico afecta más a nivel personal a Hope que a Scott. Por otra parte, está muy bien trabajado el vínculo entre Scott y Hope, y también la relación del protagonista con la pequeña Cassie Lang (Abby Ryder Fortson). “Ant-Man and the Wasp” es una secuela más que entretenida, que ofrece más de lo que vimos en la primera parte. Funciona gracias al asentamiento de cada actor con su personaje y por darnos aquello que necesitaba esta aventura, una heroína que pueda demostrar el potencial que tienen los personajes femeninos bien desarrollados y aprovechados narrativamente. Se destaca el espíritu comiquero de la historia y los creativos efectos visuales.
Un grupo de amigos lleva jugando al mismo juego de “La mancha” (Tag en inglés) hace 30 años. Cada mes de mayo, dejan sus asuntos personales y profesionales para dedicarse a compartir aquel infantil entretenimiento que los convoca y los une. Basada en una historia real, “¡Te Atrapé!” se presenta como una divertidísima comedia de enredos que trabaja sobre los valores de la amistad y la camaradería. A pesar de lo absurdo de la propuesta, el largometraje dirigido por Jeff Tomsic, cineasta habituado a la comedia pero en el ámbito televisivo, logra sostenerse gracias al impecable elenco y al atractivo de que se está contando una historia improbable pero basada en hechos reales. No nos confundamos, la película puede no ser una maravilla y presentar varios desaciertos y momentos ridículos, pero sus bajas aspiraciones y su honestidad la hacen un cóctel cómico que resulta imposible dejar pasar. La trama sigue a Bob (Jon Hamm) que, mientras está siendo entrevistado por una periodista del Wall Street Journal (Annabelle Wallis), es acorralado por Hogan (Ed Helms) y “tocado”, siendo advertido dé que ahora le toca a él seguir con el juego de la mancha. Cada año, a pesar de ser gente adulta y contar con familias y responsabilidades, se juntan durante un mes y se van pasando la mancha hasta finalizar dicho período. El resto del grupo lo completan Kevin (Hannibal Buress), Chilli (Jake Johnson) y Jerry (Jeremy Renner). La particularidad del juego es que durante los 30 años que llevan manteniendo la conocida recreación infantil, nunca pudieron tocar a Jerry y lleva conservando un largo invicto. Esta vez, Hogan le explica a Bob que tiene un plan para acabar con el glorioso triunfo de Jerry, ya que saben dónde se va a situar su paradero en el tiempo establecido. Para ello, contarán con la ayuda de la esposa de Hogan (Isla Fisher) y con la presencia de la cronista del famoso periódico que halló en la peculiar competencia una historia mucho más interesante para sus lectores. El film no gasta demasiado tiempo en revelar la trama y comienza sin respiro. Luego se guarda algunos minutos para ir presentando brevemente a los personajes que van a protagonizar esta osada competencia. Lo más interesante del relato es que no busca tomarse muy en serio a sí mismo y es ahí cuando el film funciona. Quizás sobre el final se dan algunos momentos para terminar de reforzar (innecesariamente) la moraleja o el verdadero valor de la amistad, que se pueden sentir un poco forzados y redundantes, pero igualmente el largometraje sale airoso ante aquellos detalles. Uno como espectador tiene que ser consciente que se encuentra con un producto pasatista, donde el argumento es ridículo y donde se hace hincapié en una sucesión de gags y secuencias que solo tienen como objetivo divertir al público durante un poco más de hora y media. Los que busquen mayor substancia será mejor que se abstengan. Otro aspecto a destacar de la película radica en su frenetismo y en la imprevisibilidad del asunto. Uno no sabe para dónde va girar la narración, y es que además de la comedia, la cinta tiene algunos tintes del cine de acción que trae aparejado, más que nada, el personaje de Renner. Si bien Jerry es el dueño de un gimnasio o cadena de gimnasios, parece tener el entrenamiento de un ex agente de la CIA, ya que su modus operandi incluye elaboradas trampas, saltos a través de ventanas, utilización de químicos como por ejemplo cloroformo, disfraces para vigilancia y seguimiento, entre muchas otras cosas. Esa combinación de la comedia con los toques de acción hace que el producto final sea más atractivo, a pesar del burlesco escenario donde se desarrollan los hechos. En los aspectos relacionados con la realización, hay que destacar el muy logrado y seductor montaje que lleva impreso el relato, volviéndolo muy dinámico y atrayente a nivel visual. La estética que presenta al mezclar el “Slow motion”, o “Speed ramping” (un proceso por el cual la velocidad de captura del fotograma cambia con el tiempo) nos recuerdan un poco a los recursos que pueden llegar a utilizar directores como Guy Ritchie, aunque de una manera simplemente efectista. Por el lado interpretativo, tenemos a Ed Helms, que como siempre se desenvuelve en el género como pez en el agua, a los ocasionalmente cómicos Renner y Hamm, que suelen salir de vez en cuando de sus roles dramáticos para demostrar que la comedia también les sienta bien, y a los relativamente nuevos Byress y Johnson, que si bien hace tiempo que vienen trabajando en este tipo de roles, recién están dando sus primeros pasos en superproducciones cinematográficas. Es posiblemente en ellos dos donde se nota cierta frescura y aire novedoso en las secuencias atravesadas por gags. “¡Te atrapé!” es una película sobre la amistad y la importancia de la preservación de los vínculos afectivos, al igual que la conservación del espíritu juvenil durante la adultez. Un relato que se aferra a lo absurdo de su origen para construir un encantador espacio para la comedia. Una película que no pretende ser más de lo que es, una obra entretenida con buenos actores y mucho corazón.
Proveniente de Irlanda, llega “Nails”, el habitual film de horror, que se presenta entre los estrenos de esta semana. Dennis Bartok nos ofrece este largometraje de terror indie, el cual está lleno de lugares comunes, varios clichés del género y ciertas lagunas narrativas que hacen que esta propuesta cinematográfica sea difícil de recomendar. Dana (Shauna Macdonald) es una entrenadora de atletismo que sufre un terrible accidente y queda paralizada. A su vez, también se ve imposibilitada para hablar, debido al daño producido en sus cuerdas vocales, por lo que deberá comunicarse mediante un software de computadora (al estilo Stephen Hawkins). Dana lucha por recuperar su vida y su familia hasta que descubre que hay un fantasma en su habitación de hospital que la acechará e intentará hacerle daño por todos los medios. Por otro lado, deberá enfrentarse al escepticismo de los empleados del hospital e incluso al de su propio esposo, que también creerá que sobrelleva una serie de alucinaciones demasiado vívidas. El guion sufre los convencionalismos del estilo de “Juancito y el lobo” y también la poco inspirada trama. Por momentos es sumamente inverosímil creer que la familia deja a la mujer desamparada y totalmente sola luego de sufrir semejante accidente automovilístico. Además, se dan varios hechos injustificados que solo se presentan por necesidades del propio guion. Los diálogos carecen de atractivo, y sufren de una tendencia sobreexplicativa en los instantes en que lo requiere la misma trama para que el relato avance. Shauna Macdonald, que había demostrado sus dotes en películas similares como por ejemplo “The Descent” (2005), intenta sobreponerse a esta serie de escenas inconexas, donde solo se producen algunos jumpscares bastante repetitivos y previsibles. Por el lado estético, el CGI y los efectos visuales tampoco ayudan a superar los problemas narrativos; el diseño de la criatura es bastante genérico y falla a la hora de provocar algún pavor en el espectador por el lado visual. La ambientación y todo el trabajo de decorados no llegan a crear la atmósfera opresiva que necesitan este tipo de relatos. Sonoramente la cinta tampoco se destaca, pero puede que sea el área que más acertó en términos dramáticos. “Paranormal” es un relato fallido, predecible y que posee serios problemas argumentales y narrativos. Un film que no presenta ningún tipo de sorpresa dentro del saturado género del terror paranormal. La propuesta resulta ser inverosímil y poco atractiva. Un film que tiene más errores que aciertos.
Gringo: La gran estafa. Nash Edgerton (The Square) nos ofrece su segundo largometraje como director donde se mete en el ámbito de las estafas del sector corporativo, mezclado con el mundo del narcotráfico y los secuestros que rodea a la sociedad mexicana contemporánea. El director consiguió reunir a un elenco estelar, entre los que se encuentra su hermano Joel Edgerton (The Gift), David Oyelowo (Selma), Charlize Theron (Atomic Blonde), Amanda Seyfried (Anon, Mamma Mia!), Thandie Newton (Westworld) y Sharlto Copley (District 9) para poder contar una historia interesante que sufre algunas inconsistencias narrativas y nunca logra dar con el tono justo para el humor, pero que sale adelante gracias a sus talentosos intérpretes. El largometraje nos cuenta la historia de Harold Soyinka (Oyelowo), un hombre de negocios que tiene sus miras puestas en un ambicioso proyecto con dos empresarios estadounidenses. Sus expectativas son altas y estará dispuesto a todo. Cuando parece que la operación marcha a la perfección, la situación se complicará cuando Harold descubra que sus jefes (Theron y Edgerton) están por hacer quebrar a la empresa, haciendo que muchas personas, incluyéndolo a él, queden sin trabajo. A su vez, la empresa para la que trabaja se encuentra involucrada con narcotraficantes mexicanos y usando sus laboratorios para producir droga. La situación se complejizará aún más cuando Harold decida fingir su secuestro con el objetivo de vengarse de sus jefes y poder conseguir algún tipo de beneficio o compensación económica. Lo que no sabe es que los narcotraficantes piensan que él es el jefe de la empresa e intentarán capturarlo para poder resolver una disputa que involucra la producción de droga. La cinta recoge algunos elementos del policial y la comedia negra, como así también del drama de denuncia que busca acusar a las mafias de las empresas farmacéuticas. Es por ello, que la historia transita por un terreno sinuoso donde no termina de hallar su tono, no obstante, estos elementos también la hacen atractiva para el espectador. Es de aquellos relatos que abundan en las filmografías de los hermanos Coen o en la de Martin McDonagh (Three Billboards Outside Ebbing Missouri, In Bruges), pero sin ese balance perfecto entre la crítica social, el humor irreverente y la acción/drama. El humor de Gringo resulta ser bastante simplón y desatinado sin llegar a ese nivel de absurdo o sordidez necesaria para funcionar dentro de una historia de estas características. Lo que sí resulta realmente destacable del guion escrito por Matthew Stone (Intolerable Cruelty) y Anthony Tambakis (Warrior) es su habilidad para yuxtaponer todos los enredos que sugiere la historia y amalgamar a ese gran elenco en una narrativa por lo menos entretenida y atrapante. Si nos ponemos a analizar el resultado final, conseguimos arribar a la conclusión de que podríamos habernos encontrado con un film mucho mejor. Gringo es algo extensa y derivativa pero sincera al dejar entrever su falta de pretensiones. Además, muestra a sus personajes como personas comunes envueltas en circunstancias extraordinarias, y no necesariamente a héroes inverosímiles. Por ahí, la subtrama de Amanda Seyfried termina siendo poco aprovechada e intrascendente a la línea argumental principal. En síntesis, Gringo es un relato disfrutable gracias al talento de sus intérpretes y la atractiva trama. Sin embargo, la enorme cantidad de vueltas de tuerca, la extensa duración del film y el empleo del humor de forma desatinada vuelven a la película una oportunidad desaprovechada.
Juan Antonio Bayona, el director y productor de cine español que sorprendió con “El Orfanato” allá por el 2007, y que terminó de consagrarse como realizador mediante la espectacular y emotiva “Un Monstruo Viene a Verme” (2016), nos ofrece esta secuela del reboot de “Jurassic Park” (1993), aquella mítica saga iniciada por Steven Spielberg. “Jurassic World: Fallen Kingdom” representa un producto sumamente entretenido, que refleja el enorme talento de Bayona, al poder contar una historia atractiva, atrapante y ligeramente diferente a sus predecesoras. La primera entrega de 2015 nos presentó el legendario parque de atracciones con las puertas abiertas y a un enorme caudal de gente visitándolo a diario, todo eso hasta que se desató el desastre y la isla quedó abandonada. En esta ocasión, Owen Grady (Chris Pratt) y Claire Dearing (Bryce Dallas Howard) deberán volver a la Isla Nublar con el objetivo de rescatar a los dinosaurios que quedaron deambulando libremente, antes de que una erupción volcánica acabe con todas las criaturas prehistóricas. Sin entrar en spoilers, cabe decir que el largometraje sorprende por no tomar ninguno de los caminos sugeridos en el tráiler. El film comienza con un breve prólogo donde se nos presentan a los papeles nuevos, Benjamin Lockwood (James Cromwell), compañero del conocido doctor Hammond de la película original, su socio y administrador de su fortuna Eli Mills (Rafe Spall) y los jóvenes Franklin Webb (Justice Smith) y Zia Rodriguez (Daniella Pineda), que acompañarán a nuestros héroes en la operación de rescate de los animales otrora extintos. Estos personajes son desarrollados brevemente para pasar directamente a la acción sin más preámbulos. Igualmente, Bayona despliega su pericia narrativa para cambiar el tono del relato, y virar levemente hacia el terror o al thriller. “Fallen Kingdom” es más una película de terror en el sentido de que genera la tensión y el suspenso correspondientes, en lugar de la clásica entrega de aventuras a las que nos habían acostumbrado las secuelas. Sí, hay escenas de acción frenéticas como en las demás cintas de la saga, pero el tono principal que mantiene esta obra va más en consonancia con el cine de horror, donde las criaturas se perciben como seres imprevisibles y acechadores más que bestias arrasadoras que destruyen todo a su paso. El director deja entrever ciertas atmósferas y climas que pudimos observar previamente en “El Orfanato”, pero aplicadas al contexto jurásico. Este cambio de tono es vital para corregir cierta simpleza narrativa establecida en el guion escrito por Colin Trevorrow y Derek Connolly. Recordemos que Trevorrow dirigió la cinta anterior y sus problemas eran justamente ciertos elementos que podemos ver nuevamente (pero en menor medida) en el opus de Bayona. Si bien acá se priorizó la acción por sobre la trama, es verdad que algunas cuestiones, como por ejemplo los villanos de turno, resultan bastante esquemáticos y con justificaciones que vienen impuestas por necesidades del propio guion (lo que suele conocerse como Deux Ex Machina). Los antagonistas son malos porque sí, y las motivaciones de los héroes para volver a atravesar por los infortunios del relato anterior tienen sus razones altruistas y poco verosímiles que hacen que uno ponga en tela de juicio la coherencia interna. No obstante, uno se deja llevar por aquella magnífica puesta en escena que establece el film, los climas sumamente inmersivos que establece el autor junto con la excelente labor de Michael Giacchino (“Los Increibles”, “Up”, “Star Trek”) en la creación de una banda sonora que sea acorde y vaya en consonancia a lo establecido en la estética visual. La inventiva de Bayona pasa incluso por el deseo de subsanar errores de la entrega anterior de manera sutil, la primera escena en la que vemos a Claire, hay un paneo vertical que va desde los zapatos de la protagonista hasta su rostro. El mismo calzado que fue ridiculizado en redes sociales luego de que Claire intente huir de un T-Rex corriendo con esos incómodos taco agujas. A continuación, cuando vemos al personaje de Dallas Howard nuevamente en la isla, el director repite el paneo esta vez desde la cara hacia el calzado, donde ahora se puede apreciar que lleva puestas unas botas más acordes al terreno en el cual va a desarrollarse parte trascendente de la aventura. Respecto a los tópicos que atraviesan esta obra, el relato le da una mayor importancia al deseo del ser humano de sacar rédito económico sin medir las consecuencias, los experimentos genéticos con animales, el mercado negro de la industria armamentista y la creación de armas biológicas, mientras que la idea fundamental que abordaba toda la saga se centraba principalmente en el hombre jugando con el rol de Dios. Una actualización al contexto global actual y la tensión mundial que impera hoy en día. “Jurassic World: El Reino Caído” es una invitación diferente a ese mundo jurásico, el cual necesitaba aire fresco luego de cierta tendencia a la repetición. Es por ello que Bayona cambió su tono pero sin dejar de lado la tendencia pochoclera necesaria para convertir a esta secuela en un divertimento altamente recomendable. Dato Extra: Hay una escena post créditos bastante intrascendente pero que quizás los fans más acérrimos quieran ver.
El tercer largometraje de Valeska Grisebach nos cuenta la historia de una compañía de obreros alemanes que es llamada para operar en el exterior, sentando campamento en un pueblo búlgaro para levantar una central hidráulica. Un film con un ritmo pausado para acrecentar esa barrera que presentan las diferencias culturales e idiomáticas. El protagonista es Meinhard Neumann, un alemán de la Legión Extranjera, un obrero que a diferencia de sus compañeros se ve atraído por la aldea local y su gente. Así es como intentará establecer un vínculo con ellos, en búsqueda de un respeto mutuo, que el resto de los trabajadores mirará con desconfianza. Una historia potente sobre el sentido de pertenencia, y acerca de sentirse forastero tanto entre los compatriotas como en el extranjero. Quizás de allí provenga el título de la cinta, de aquellos seres foráneos que vienen a cambiar y, en cierto punto, alborotar la vida local de los pueblerinos. Este “western” moderno hará hincapié en enfrentamientos implícitos que tienen que ver con un clima de intolerancia reinante en la sociedad europea moderna contra los extranjeros. Todos los elementos de las películas de cowboys estarán puestos pero de manera sutil. Nuestro héroe será Meinhard, aquel enigmático personaje del cual sabemos muy poco, pero que siente empatía por la gente local y buscará que haya “paz” y “justicia” entre todos los involucrados. El malvado de turno será su jefe, quien intenta propasarse con una lugareña y quien además le lesionará el caballo que le cedió su amigo del pueblo, Adrian (Syuleyman Alilov Letifov). Los duelos son más sutiles que en un western tradicional pero la estructura funciona de la misma forma. La película se presenta como un relato que prioriza los aspectos visuales, utilizando los diálogos en un segundo plano y muchas veces generando conversaciones entre dos idiomas bien distintos y buscando una complicidad más gestual que verbal. Se destaca la bella fotografía de Bernhard Keller y la actuación del protagonista con su mirada estoica cuasi inexpresiva. Meinhard, quien conserva su nombre en la ficción, es un actor debutante descubierto por la misma directora del film. A nivel narrativo puede sentirse un poco lenta por su ritmo cansino/reflexivo y por la inclusión de varias escenas que parecen ser intrascendentes. La atmósfera pesada que intenta crear la autora está muy bien desarrollada, no obstante, como el inminente estallido que parece rondar al poblado nunca se produce, ese clima no termina de funcionar del todo. “Western” es un relato que busca profundizar sobre la naturaleza del comportamiento humano a través de un clima que nos recuerda a las películas de vaqueros, pero evitando todos sus características distintivas. Un film que se sostiene por su protagonista y que tenía potencial para ser mucho más de lo que termina siendo.
La guionista y productora Kay Cannon nos ha ofrecido producciones cómicas como la serie “30 Rock” (2006 -2013) y la película “Pitch Perfect” (2012). En esta oportunidad, nos brinda un entretenido debut como directora. “Blockers” (título original del film) tiene una premisa bastante sencilla: Tres padres descubren que sus hijas hicieron un pacto para perder la virginidad durante la noche de graduación y deciden hacer lo imposible para detenerlas. Si bien la película ofrece algunos lugares comunes en cuanto a temática, lo interesante es que esta vez se pone el foco en las adolescentes y sus deseos/impulsos sexuales en lugar de focalizar, como suele ser habitual, en un grupo de chicos. Además, se tocan cuestiones como el machismo a la hora de pensar que en los varones este acto es algo necesario para convertirse en “hombres”, mientras que las mujeres deberían esperar a que sea “algo especial”. Hay momentos para el humor, para la corrección política e incluso para la demagogia, lo que por instantes puede llegar a afectar al relato. No obstante, el film se sostiene gracias a su impecable elenco y un correcto uso del timing para la comedia. Leslie Mann (“40 Year Old Virgin”, “Knocked Up”) brilla en un género que le sienta perfecto como la madre soltera que se preocupa en exceso por su hija; increíblemente pasa algo parecido con John Cena (“Ferdinand”, “The Marine”), como el padre sobreprotector, quien no suele destacarse por sus dotes interpretativos. Ike Barinholtz (“The Disaster Artist”) también aporta su cuota como el padre ausente que busca redimirse. En cuanto a las jóvenes actrices protagonistas, podemos decir que realizan un buen trabajo y dan cuenta de un futuro promisorio en materia actoral. Kathryn Newton (“Big Little Lies”, “Lady Bird”), Geraldine Viswanathan (“Janet King”) y Gideon Adlon (“American Crime”) generan una buena dinámica y química como el trío de amigas que hacen un pacto y que vacilan si cumplirlo o no, e incluso alguna llega a plantearse dudas sobre su heterosexualidad. Quizás el film intenta parecerse demasiado a películas del estilo de “American Pie” (1999), “Superbad” (2007) u otros exponentes de la nueva comedia americana que Judd Apatow, Paul Feig, los hermanos Farelly, entre tantos otros autores y actores ayudaron a erigir por medio de la comedia desfachatada y el absurdo. Pero nuevamente, lo importante es la perspectiva que aporta el relato. La narrativa tiene éxito gracias a la honestidad y la sensibilidad con la que fue abordada, al igual que una equilibrada alternancia entre las jóvenes y los padres; cada grupo aporta su dosis de humor y trascendencia. Por el lado de los aspectos técnicos, cabe mencionar que el montaje es algo tosco y atolondrado, pero no llega a ser demasiado malo como para perjudicar a la trama. En síntesis, “No Me Las Toquen” es un relato afable y entretenido que sin ser demasiado original en cuanto a narrativa, sorprende por el enfoque femenino que se le dio a la trama. A su vez, los actores nos brindan sus mejores versiones a la hora de encarar la comedia. Ideal para disfrutar con amigos.
Llega esta propuesta de terror británica que adapta la novela homónima de Adam Nevill del año 2011. “El Ritual” es un film correcto que le debe bastante a otros relatos, como por ejemplo “The Blair Witch Project” (1999) y “The Wicker Man” (1973). Lo interesante de este largometraje, que transita por varios clichés del género, tiene que ver con el contexto que rodea a uno de los integrantes del grupo protagónico, que fue testigo del asesinato de un amigo a sangre fría, y el cual no pudo hacer nada para defenderlo. A lo largo de todo el metraje, Luke (Rafe Spall) deberá lidiar con el sentimiento de culpa que lo atosiga desde hace meses cuando Robert (Paul Reid) lo acompañó a un supermercado que estaba siendo asaltado y termina siendo víctima fatal de los atracadores. Luke, junto con el resto de los integrantes del grupo de amigos de la Universidad, Dom (Sam Troughton), Hutch (Robert James-Collier) y Phil (Arsher Ali), deciden reunirse para emprender un viaje de senderismo por los montes de Suecia, con la finalidad de rendirle homenaje a Robert. El idílico escenario escandinavo comenzará siendo un gran entorno para cerrar la herida abierta, no obstante, cuando el grupo decide cortar camino y adentrarse en las profundidades del bosque, ahí es cuando los problemas iniciarán. Una presencia amenazante empieza a acecharlos, al mismo tiempo que extraños sucesos tendrán lugar entre ellos. Con un arranque intrigante, “The Ritual” va generando suspenso a partir de alucinaciones, sombras y lo sugerido por sobre lo que se muestra. Este opus británico se apoya en sus personajes y sus comprometidas psíquis más que en típicos jump scares poco inspirados. Sin embargo, la trama va desarrollándose siguiendo la fórmula de este tipo de historias, hasta bien entrada la segunda mitad, donde da un giro de 180 grados, metiéndose en el folklore local y en algunas leyendas nórdicas. En relación a los apartados técnicos, la fotografía se luce mostrándonos ese clima gélido que rodea al grupo, junto a un acertado trabajo musical de Ben Lovett, que ya tuvo la oportunidad de trabajar con el director en “The Signal” (2007). Quizás el principal déficit del relato radique en la familiaridad de la historia, que nos recuerda a varios clásicos del género. Árboles tallados con símbolos extraños, cabañas lúgubres, cultos siniestros, son todos elementos que ya vimos una infinidad de veces. “The Ritual” termina siendo un entretenimiento correcto gracias a la química de sus intérpretes y ciertos pasajes realmente logrados en cuestión de suspenso.