Pocas películas son tan malas y divertidas al mismo tiempo como “The Hurricane Heist” (2018). Rob Cohen (“xXx”, “The Fast and the Furious”) nos ofrece un gran cóctel de sinsentido que ofrecerá un entretenimiento asegurado de sábado a la tarde. El largometraje nos remite un poco a esas películas que de chico uno descubría en la televisión de aire y que le parecían espectaculares, pero que al revisitarlas de grande descubre que no era tan buena como el recuerdo en sí. Cohen nos trae una película que combina el cine catástrofe con las cintas de acción, donde un grupo comando intenta robar un establecimiento mediante un cuidado planeamiento del atraco. Una mezcla bastante poco probable e inverosímil que busca yuxtaponer películas del estilo “Twister” (1996) y “Hard Rain” (1998) con la fórmula de las heist movies. Una trama bastante absurda y tirada de los pelos que recuerda un poco a aquellas producciones de clase B al estilo SyFy Channel. El largometraje cuenta la historia de una banda de ladrones que intenta realizar un ambicioso robo al Tesoro de Estados Unidos para hacerse con un botín de 600 millones de dólares. Mientras tanto, un huracán categoría 5 se acerca al lugar. Los protagonistas de esta historia son la agente del tesoro Casey (Maggie Grace), quien se encuentra en el recinto, pero tras una falla en el motor del sistema debe salir a buscar a Breeze (Ryan Kwanten), un ex marine que realiza trabajos de reparación. Por otro lado, su hermano Will (Toby Kebbell) es un meteorólogo experimentado que viene a convencerlo para abandonar la ciudad antes de que sea demasiado tarde. Este trío deberá tomar cartas en el asunto y decidir cuáles serán sus planes para salir ilesos tanto de los peligros del grupo comando como de la madre naturaleza y su poderoso huracán. La cinta falla en bastantes aspectos como por ejemplo el endeble verosímil que intenta erigir. Por más de que la trama se tome ciertas libertades, diversas cosas resultan poco plausibles como que los protagonistas derriben el techo vidriado de un centro comercial y que todos los oponentes salgan volando debido al huracán pero ellos resulten ilesos gracias a un pequeño arnés que los sujetaba al shopping. Por otro lado, los diálogos son bastante pobres en términos de escritura e interpretación y muchas veces se tiende a la sobre explicación de las cosas para justificar ciertos elementos que se dan solo a fines convenientes para el desarrollo de la historia. En lo que respecta a los aspectos técnicos, si bien el CGI y los efectos visuales son bastante rústicos debido al escaso presupuesto de la obra, logran ser decentes en lo que respecta a espectacularidad. Lo que sí deja un poco que desear es la edición, que por momentos se la nota un poco atolondrada y no consigue construir bien el espacio y/o las secuencias de acción, a modo de ejemplo, en la escena de persecución final, las distancias entre los camiones se acorta de un plano a otro de manera inadmisible y absurda. Además, quizás la película se siente un poco más extensa de lo que debería. No obstante, “Huracán Categoría 5” es de aquellas películas que si uno desconecta el cerebro y se deja llevar por las secuencias de acción, puede llegar a pasar un buen rato. Probablemente no sea de aquellos relatos para disfrutar en el cine sino más bien un domingo a la tarde lluvioso en la tele.
Después de tanta controversia, finalmente pudimos ver la aventura en solitario de Han Solo, aquel carismático y querible contrabandista, que nos muestra sus orígenes en este film que resulta ser mucho más entretenido y logrado de lo que anticipaban los dilemas por los que atravesó su producción. Como bien sabrán, “Solo: A Star Wars Story” (2018) tuvo un proceso de realización bastante turbulento y atolondrado. Lucasfilm decidió reemplazar a la dupla directora Phil Lord & Chris Miller (“Lego Movie”) luego de varios meses de rodaje, por el experimentado cineasta Ron Howard (“A Beautiful Mind”). Ambas partes le atribuyeron la salida de los realizadores a la tan usual frase de “diferencias creativas”, lo cierto es que Howard tuvo que agarrar el proyecto bastante manoseado y someter al elenco y al equipo técnico a un largo proceso de reshoots. Tal es así, que se anda diciendo por ahí que el director de “Cocoon” (1985) tuvo que realizar casi el 70% del film en esas retomas. Por otra parte, se rumoreaba que Alden Ehrenreich (“Hail, Caesar!”), el encargado de personificar al mítico personaje que hizo famoso a Harrison Ford, no había terminado de convencer interpretativamente a los responsables de Lucasfilm y además necesitaba de un coach de actuación para poder realizar varias de las escenas de la película porque no podía dar con el tono indicado para componer a Han. Este panorama resultaba bastante desalentador tanto para el fandom como para Disney, y es por ello que probablemente “Solo” no sea el éxito de taquilla que se auguraba en un primer momento. Lo cierto es que todos esos rumores fueron desapareciendo ni bien se hicieron los primeros screenings del largometraje, cosechando reacciones positivas en líneas generales. Por nuestra parte, podemos decir que Howard nos ofrece un entretenimiento más que digno en el cual habrá nostalgia, pequeñas dosis de fan service y un relato bastante cerrado en términos narrativos. La obra nos cuenta los inicios de Han (Ehrenreich), quien busca escaparse del planeta Corellia junto con su novia Qi’ra (Emilia Clarke). Tras un imprevisto, la pareja termina separada y Han decide seguir su sueño de convertirse en piloto para poder regresar a Corellia y rescatar a su amada. Obviamente, la tarea no será fácil y en el medio Han se cruzará con algunas caras conocidas y algunas nuevas por conocer. En el medio se nos contará la historia de cómo nuestro héroe se conoce con su fiel compañero Chewbacca, con el poco confiable Lando Calrissian (Donald Glover), cómo consigue su legendaria nave Millenium Falcon, entre otras cosas. También se nos presentarán a un grupo de ayudantes y opositores nuevos como por ejemplo su mentor Beckett (Woody Harrelson), el temible Dryden Vos (Paul Bettany) y otro personaje bastante implacable llamado Enfys Nest, perteneciente a un clan de piratas conocidos como “Cloud-Riders” que también se interpondrán en el camino del protagonista. Tras un comienzo algo desprolijo, quizás por las retomas o el cambio de directores, la película va acomodándose lentamente hasta ofrecernos una sólida segunda mitad. Nos encontramos con un relato de corte clásico que brinda una historia redonda en materia de aventuras. Quizás por momentos nos recuerde un poco a “Indiana Jones”, pero lo que sí podemos decir, es que la cinta de Howard halla su estructura en un western hecho y derecho. Desde la primera andanza de “Star Wars” vemos ciertos elementos de las viejas cintas del oeste, y más que nada al papel de Solo como aquel cowboy espacial, sin embargo acá terminarán ratificándose esas presunciones con momentos calcados del spaghetti, con esa estética sucia y esos personajes engañosos. Desde un asalto y robo a un tren hasta enfrentamientos a punta de pistola, este film tendrá varios recursos de aquellos largometrajes. Parecería que Disney se vio abrumado por la desfachatez que presentaban Lord y Miller, pertenecientes a una nueva escuela de jóvenes directores, y decidió ir a lo seguro y contratar a Howard como director. Recordemos que además el guion había sido escrito por Lawrence Kasdan (director de “Silverado” y guionista de “The Empire Strikes Back”) e hijo, cosa que ya nos adelantaba el rumbo que quería la productora para su nuevo proyecto. Por el lado interpretativo no hay mucho que objetar, tanto Ehrenreich como Glover, Harrelson y Clarke componen personajes bien definidos que comienzan a dar sus primeros pasos en aquella galaxia muy, muy lejana. Es cierto que quizás el joven Han pierda en una comparación con la personificación de Harrison Ford, pero su labor es más que digna y termina realizando un estupendo trabajo. Glover también sorprende con su versión de Lando y es posible que los ejecutivos de Lucasfilm hayan tomado nota ante la sorpresa de la gente, por lo que resulta probable que sigamos viendo a este personaje en el creciente mundo de los Spin-offs. Los antagonistas Dryden Vos y Enfist Nest también son buenas adhesiones al universo de SW, otorgándonos algunas secuencias de acción, junto a los protagonistas, espectaculares y bien confeccionados. Sobre aquella asombrante segunda mitad habrá lugar para un par de vueltas de tuerca sorprendentes que pueden allanar el terreno para lo que puede llegar a ser una secuela o bien una especie de universo compartido donde comiencen a cruzarse los personajes en otras películas de la saga (algo que no sorprendería, ya que Disney pudo probarlo con bastante éxito en el universo Marvel). En síntesis, “Han Solo: Una Historia de Star Wars” es un gran divertimento que nos retrotrae a ese cosmos clásico creado por la película original, el cual es a su vez enaltecido por una dirección y un relato tradicional de Ron Howard. Un film que podría haber sido bastante más si tenemos en cuenta el apresurado inicio, o que también podría haber sido mucho peor por todos los problemas inherentes a la producción. Los principales inconvenientes se ven reflejados en el ritmo narrativo dispar, producto del cambio de mano de los directores. Un largometraje bastante innecesario a fines expansivos del universo de “Star Wars”, pero disfrutable y servicial al fan que buscaba ver los orígenes del contrabandista con el espíritu de las primeras cintas de la saga galáctica.
Único e inconfundible. Así podríamos describir a Wes Anderson (“The Grand Budapest Hotel”, “Moonrise Kingdom”), un autor con todas las letras que hace un cine tan personal como atrapante y característico. Un cine donde predomina la simetría, los travellings laterales, hacia arriba y hacia abajo. Un cine construido a fuerza de buenas historias y personajes tan únicos como peculiares. Sus relatos parecen cuentos que pertenecen a un mismo libro, ya sea por las temáticas que toca o por sus recursos estéticos o estilísticos. “Isle of Dogs” es su segunda incursión en el cine de animación mediante la técnica de Stop Motion, la primera película fue “Fantastic Mr. Fox” (2009), basada en el libro homónimo de Roald Dahl. La fábula que nos presenta este año se sitúa en un futuro distópico cercano de carácter retrofuturista, que nos recuerda al Japón de los años ’60 por los diseños, las publicidades, los carteles y todos sus aspectos visuales. La acción transcurre en la ciudad de Megasaki, donde todos los perros poseen una especie de gripe canina bastante extraña que los afecta con distintos síntomas. Ante este panorama desalentador, el alcalde Kobayashi decide deportar a todos los canes a la Isla de la Basura. Aquella isla fue el destino de Spots (Liev Schreiber), el perro del pequeño Atari (Koyu Ranki), el protegido de la máxima autoridad que se embarcará en una peligrosa misión de rescate para recuperar a su amado guardaspaldadas/mascota. En aquella isla tendrá la ayuda de otros perros que lo acompañarán en la pesada tarea de dar con el paradero de Spots, ellos son: Chief (Bryan Cranston), Rex (Edward Norton), Boss (Bill Murray), Duke (Jeff Goldblum) y Nutmeg (Scarlett Johansson). Wes Anderson vuelve a regalarnos otra de sus joyas, visual y estéticamente imponentes, sofisticadas y logradas. Un vistazo a otro de sus microcosmos que se enfoca en los decorados y en la dirección de arte, que en esta oportunidad corrió a cargo de Curt Enderle (“The Boxtrolls”). También, con un tremendo diseño de producción por parte de Paul Harrod y Adam Stockhausen, siendo este último un habitual colaborador del director habiendo trabajado en películas como “The Grand Budapest Hotel” (2014) y “Moonrise Kingdom” (2012). Otro aspecto destacado y no menos importante de la película es el de la dirección de fotografía que juega un papel preponderante en la animación de stop motion, contribuyendo a la creación de los climas y atmósferas que rodean a los personajes. Para ello, Anderson contó con la pericia de Tristan Oliver, con quien ya tuvo la oportunidad de trabajar en “Fantastic Mr. Fox”, pero que tiene una amplia experiencia en el campo de la animación habiendo participado de proyectos como: “Loving Vincent”, “Paranorman”, “Wallace & Gromit” y “Chicken Run”. Por el lado de la banda sonora, el director también incorporó a otro de sus viejos contribuyentes, el compositor francés Alexandre Desplat (“The Shape of Water”) que es una pieza clave en la creación de este universo tan personal y abarrotado en detalles. Argumentalmente, el film es sobresaliente y cuenta con el guion del mismo Anderson, basado en una historia que escribió en colaboración con Roman Coppola, Kunichi Nomura y Jason Schwartzman. Una película que sirve como una oda a la cultura japonesa, desde el cine de Akira Kurosawa hasta las pinturas de Hokusai (incluso en el film podemos ver una reproducción de La gran ola de Kanagawa pero reimaginada con perros). “Isle of Dogs” representa otro impecable trabajo de Wes Anderson donde vuelve a hacer gala de su sello distintivo y su estilo personal. Una historia realmente cautivadora que encantará tanto a grandes como a chicos a fuerza de personajes con psicologías bien definidas y un diseño brillante. Una linda locura cinematográfica para disfrutar en pantalla grande.
Lady Macbeth: Ama de casa desesperada. Una interesante visión de la Inglaterra rural del siglo XIX, y el papel de una mujer que se niega a aceptar su rol relegado en un matrimonio arreglado que la tiene angustiada. La película británica resulta ser el primer largometraje de William Oldroyd, el cual adapta una novela corta escrita por Nikolai Leskov. Un drama poderoso que se apoya principalmente en su protagonista y en un cuidado uso de la composición y el encuadre para reflejar la interioridad de los personajes. El film tiene lugar en Inglaterra durante el año 1865 y cuenta la historia de Katherine (Florence Pugh) una mujer que es “vendida” y forzada a casarse con un hombre amargado que además de doblarla en edad, la ningunea y la trata con frialdad y descaro. Su marido decide emprender un viaje y durante su ausencia ella comenzará un apasionado affaire con un joven trabajador de la finca en la que residen. Allí emprenderá una especie de levantamiento gradual y silencioso que irá cobrando fuerza a medida que avance el relato. A diferencia de lo que se puede llegar a pensar por el título, la película no representa una adaptación de la tragedia shakesperiana pero sí tiene varios puntos en común con ella. Katherine tiene la determinación y la osadía de no conformarse con el destrato por parte del mundo masculino y decide alzarse y hacerle frente. Al igual que Lady Macbeth, ella irá controlando los hilos de las situaciones y será quien posea verdaderamente el poder o la ventaja. Es una forma de indagar sobre las actitudes modernas hacia la opresión, los prejuicios y la moralidad, por medio de un melodrama victoriano de corte clásico. Una especie de contraste muy atractivo y moderno. En lo que respecta a lo narrativo, resultan interesantes los mecanismos de suspense que utiliza el realizador para ir viendo cómo la película se va convirtiendo lentamente en un thriller. La tensión que rodea a la trama y cómo la protagonista va girando y transformándose de víctima en victimario es algo totalmente captado de forma armónica y sólida. Oldroyd corrió el riesgo de que la cinta caiga en el absurdo, pero sale airoso gracias a esas atmósferas fuertemente alcanzadas. Por otro lado, todo el esfuerzo hubiese sido en vano si no se hubiera contado con el gran elenco que tuvo a su disposición el director británico, en el que se destaca Florence Pugh, que se presenta y anuncia como una joven promesa para tener en cuenta. Una actriz sumamente expresiva, que logra el justo tono del relato, sabiendo qué matices darle a la interpretación y demostrando una extrema sensibilidad para manejar los silencios y los diálogos. Como bien adelantamos, la fotografía de Ari Wegner (The Girlfriend Experience) es una parte esencial para describirnos a nivel estético la psicología de los personajes, dando justo en la tecla de los climas gélidos, turbios e intrigantes que maneja la cinta. La simetría y la rigidez se ven alteradas por un cambio en la actitud del personaje principal que va demostrando una inestabilidad emocional y un oscuro camino hacia el empoderamiento que resulta ser poco común en un relato de esta índole. Lady Macbeth es un film sumamente interesante, que cuenta con grandes valores estéticos, narrativos e interpretativos. Una sorpresa dentro de la cartelera, que atrapará a aquellos espectadores que busquen un relato poderoso a nivel visual e interpretativo. Un largometraje que dejará meditando por su audacia, por la falta de compunción de esta mujer empoderada que hará lo necesario para alcanzar su objetivo sin importar quién se cruce en su camino y sin medir las consecuencias. Un relato osado para espectadores osados.
Ya hablamos infinidad de veces sobre la saturación de la oferta de películas basadas en superhéroes y cómics. Por lo tanto, resulta redundante y algo tedioso seguir teorizando sobre el valor artístico de estos productos, ya que, aparentemente, y por cómo va mutando la industria cinematográfica, estos films llegaron para quedarse, al menos por un tiempo prolongado. Es por ello, que debemos juzgar y considerar a estas historias como relatos cinematográficos de mayor o menor calidad narrativa, como con cualquier otro tipo de producto audiovisual, más allá de su gran parecido con las antecesoras y posiblemente con las sucesoras. En 2016 se estrenó “Deadpool”, y quizás marcó un quiebre en el género, ya que nos ofreció un relato distinto a lo que estábamos acostumbrados. Tal vez esto sea por las características intrínsecas del protagonista, un mercenario charlatán, bromista, transgresor y meta-consciente, que interactúa con el espectador al mismo tiempo que sabe que es un personaje de ficción. Un antihéroe querible que propone un entretenimiento atípico y donde las dosis de humor están mucho más justificadas que en las producciones de Marvel Studios, debido a que el largometraje no se toma tan en serio a sí mismo y por esa tendencia a romper la cuarta pared. Dos años después recibimos a su secuela, como era de esperar de un producto tan exitoso, y podemos decir que el resultado es positivo más allá de que quizás nos falta esa sorpresa que nos generó la primera parte. Aquí todo nos resulta familiar, ya conocemos al protagonista y a los personajes secundarios que lo rodean. Por lo tanto, se nos empieza ofreciendo más de lo que ya vimos en la parte anterior. No obstante, después de un comienzo algo familiar (incluso desde la secuencia de créditos ya emulan al primer film) y un poco atropellado, somos testigos de lo que debe brindar una secuela de un producto que busca el mero entretenimiento del espectador, ofrecer MÁS de todo. “Deadpool 2” nos entregará más acción, más violencia, más gags ingeniosos uno detrás del otro (a veces al límite de la tolerancia, más allá de que la mitología del personaje y de la diégesis lo permiten), más personajes atractivos, entre otras varias cosas. Lo interesante del film es que uno, al ver tantas películas de este estilo, se va familiarizando con los clichés narrativos de las historias de origen, las secuelas y las dinámicas de grupo de los superhéroes que trabajan en conjunto, y “Deadpool 2” muchas veces evita esos lugares comunes y te descoloca por medio de gags hilarantes que pueden ser provocados por situaciones inesperadas, muertes a granel y otras tantas yerbas. El espíritu paródico, irreverente y subversivo del personaje y de la cinta en general, la vuelven por momentos (seamos realistas es prácticamente imposible lograrlo en su totalidad) impredecible. El largometraje cuenta la historia de Wade Wilson (Ryan Reynolds), quien, tras los eventos de la primera parte, lleva una vida “tranquila” que mezcla los trabajos de mercenario/asesino a sueldo con el noviazgo que mantiene con Vanessa (Morena Baccarin). Tras un incidente que pondrá en peligro su vida familiar, nuestro antihéroe se verá obligado a reunir a un grupo de héroes improbables (X-Force) para hacerle frente a Cable (Josh Brolin), un soldado que viene del futuro para matar a un niño mutante. Los grandes aciertos (y momentos) de la cinta residen en el carisma de Ryan Reynolds, ya afianzado como Wade Wilson/Deadpool, y su dinámica satírica que se contrapone con la seriedad del personaje de Cable. Las interacciones que tienen estos dos protagonistas más el de Domino (Zazie Beetz), hacen que esta secuela tenga algo más que su predecesora. A esta galería de roles improbables se suman otros más que tendrán menos peso pero igualmente cooperarán con sus dpsis de humor. En la química entre sus actores, la creatividad en la escritura y la habilidad de David Leitch (“John Wick”) para dirigir las escenas de acción, hacen que “Deadpool” sea un cóctel infalible para los fanáticos del personaje. Quizás en las cosas que dejaron un poco que desear, se ubique el CGI que por momentos se torna algo caricaturesco pero que igualmente cumple por el verosímil que maneja el relato. Si bien es una película de gran presupuesto, “Deadpool” cuenta con recursos económicos más limitados que sus pares de Marvel. Otro aspecto infortunado de la producción está presente no en la película en sí, sino en el subtitulado del largometraje, ya que muchas expresiones anglicanas o referencias culturales fueron “latinoamericanizadas”, haciendo que se pierdan muchos de los chistes o se vuelvan directamente desentonados e incluso arruinando el momento. “Deadpool 2” resulta ser un gran divertimento que se benefició de un argumento un poco más desarrollado que en su predecesora, de un guion autoconsciente y bastante perspicaz, una galería de personajes atractivos (aunque los destacados de la entrega pasada quedan más relegados), la capacidad y el histrionismo de Ryan Reynolds, y una dirección inspirada de Leitch, donde se nota su talentoso pasado como coordinador de dobles y coreógrafo. Ahora bien, no esperen ver algo novedoso u original como en el primer film, ya que se repetirán varias fórmulas del mismo. En definitiva, no se tomen la película tan en serio ya que ni ella, ni Deadpool lo hacen. Bonus Track: Quédense a ver las escenas postcréditos que son de las mejores que nos ofrecieron este tipo de películas.
Finalmente llega a nuestras salas el film que hace dos años fue galardonado en el Festival de Venecia con el premio al Mejor Director. “La Región Salvaje” es una película plagada de simbolismo, que se pone a teorizar sobre tópicos como la violencia, el sexo, los triángulos amorosos, la homofobia y las pulsiones sexuales, todo eso en un drama de ciencia ficción que se deja ver como una mezcla entre “Species” (1995) y “Under The Skin” (2013). Algunos pensarán que la cuarta cinta de Amat Escalante le rinde homenaje a “Possession” (1981) y quizás así sea, pero el realizador mexicano logra erigir esta historia extremadamente cuidada mediante su estilo propio. El largometraje cuenta la historia de Alejandra, una joven madre y ama de casa que cría a sus hijos junto a su marido Ángel, en una pequeña ciudad de México. Ángel mantiene una relación homosexual con su cuñado Fabián, un enfermero en un hospital local. Sus vidas se verán alteradas con la llegada de Verónica, una forastera que parece mantener un vínculo bastante especial con una criatura de origen extraterrestre. El sexo y el amor son frágiles en ciertas regiones donde existen los valores familiares, y donde la hipocresía, la homofobia, y el machismo son fuertes. Verónica los convence de que en el bosque cercano, en una cabaña aislada, hay algo misterioso que es la respuesta a todos sus problemas. Con un ritmo pausado y una fotografía sobresaliente, la obra busca mezclar el drama cotidiano con ciertos elementos de la ciencia ficción. El resultado es una historia de drama/terror psicológico que busca exteriorizar los miedos, los engaños y todos aquellos inconvenientes familiares pero de un modo bastante siniestro. Los climas de extrañamiento están muy bien logrados y el film termina convenciendo más a nivel estético que narrativo. Uno podría decir que no nos presenta algo sumamente nuevo u original, no obstante, lo destacado de la película tiene que ver con su ejecución, con la forma en la que está confeccionada la cinta. El fuerte de “La Región Salvaje” radica en la visión del cineasta y en cómo terminó llevando a cabo su opus. Un film intrigante y sumamente simbólico, que dejará cavilando al espectador luego de su visionado, haciendo eco de las realidades sociales que atraviesan los contextos establecidos. Un largometraje que denuncia las inequidades de la sociedad mexicana mediante un lenguaje y una voz propia.
François Ozon (“Swimming Pool”) nos ofrece su más reciente trabajo que implica un viaje emocional bastante complejo en este thriller psicológico con tintes eróticos que nos seduce por medio de la complicada relación entre una mujer y dos gemelos idénticos. Lo primero que se viene a la cabeza al ver “L’amant double” (título original) es aquel film de 1988 de David Cronenberg “Dead Ringers” (“Pacto de Amor”, como se conoció en Latinoamérica) que toca una temática y/o argumento bastante similar. Sin embargo, el director francés nos brinda su visión personal sobre el “doppelgänger” o el doble de un individuo, a través de una trama psicosexual, donde también se desdibujan las fronteras entre la realidad y la ficción, y es en ese aspecto donde la cinta cobra fuerza. El largometraje cuenta la historia de Chloé (Marine Vacth), una joven emocionalmente frágil que al poseer constantes dolores estomacales psicosomáticos decide consultar a un psicoterapeuta, llamado Paul (Jérémie Renier), del cual se enamora. Unos meses más tarde, cuando se van a vivir juntos, ella descubre que su amante le ha ocultado una parte de su identidad, con la que Chloé se obsesionará hasta el borde de la locura. Ese fragmento de su personalidad es su hermano gemelo Louis, que también es psicólogo y es con quien sigue su terapia luego de abandonarla con Paul por cuestiones éticas. La ironía está a la orden del día, ya que Chloe sentirá atracción por él y comenzará un affair durante las consultas. La cinta habla mucho de los opuestos, los dobles y las represiones. Todo desde un costado perverso, retorcido y enrevesado, donde los personajes irán tejiendo una red de mentiras y ocultamientos que los llevará a enfrentar sus inhibiciones. La obra posee cierto encanto inherente y directamente relacionado con el suspenso que genera desde el primer momento y hasta el final. Quizás, la sucesión de giros que van produciéndose hacia la conclusión del film terminan agobiando al espectador, pero en líneas generales se nos otorga un producto entretenido, aunque no tan original por la familiaridad argumental con la obra de Cronenberg. No obstante, gracias a las estupendas actuaciones de sus protagonistas y a una seguidilla de escenas bastante interesantes (obviando ciertos pasajes que rozan lo absurdo), la película logra elevarse por sobre la media. Algo que cabe destacar de la cinta de Ozon tiene que ver con su correcta puesta de cámara, que contrasta el estado mental de los personajes con una constante simetría en relación a los fondos y decorados. Un gran mérito de la fotografía de Manu Dacosse (“Laissez Bronzer Les Cadavres”), la cual también ayuda competentemente a generar aquellas atmósferas enrarecidas. “Amante doble” es una propuesta atrayente del director François Ozon, que mediante una historia sórdida y provocadora, nos deleitará durante casi dos horas. Una historia plagada de giros sorprendentes, lo cual puede llegar a ser contraproducente, pero que en líneas generales cumple con lo que promete.
El realizador mexicano Pablo Arango construye esta comedia dramática con tintes fantásticos, cuyo objetivo principal era el de donar sus ganancias a fundaciones benéficas que luchan por darle una mejor calidad de vida a los niños con cáncer. Más allá de sus loables fines, la película hace agua por todos lados, brindándonos una historia inverosímil, sumamente edulcorada y donde abunda la moralina sin sutilidad. Uno se acerca a ver un largometraje como “Lo que en verdad importa” y realmente desea encontrarse con un producto atractivo por sus fines benéficos y por el talento de algunas personas involucradas. No obstante, resulta difícil decir algo bueno acerca de la obra cinematográfica que se estrena por nuestras pampas el día de hoy, ya que prácticamente carece de ingenio, una narración atractiva y una historia motivadora. La película cuenta la historia de Alec (Oliver Jackson-Cohen), un ingeniero mecánico inglés con serios problemas económicos y personales. Su adicción a las apuestas lo lleva a tener deudas con unos mafiosos y el malpasar de su negocio lo tiene al borde de la quiebra. En este escenario aparece un tío (Jonathan Pryce) que desconocía, el cual se ofrece a solucionar sus inconvenientes a cambio de que se traslade un año a Nueva Escocia, Canadá, el lugar de origen de sus antepasados. Allí descubrirá que a su alrededor comienzan a suceder las cosas más incomprensibles. Enfrentarse a sí mismo, a su pasado, a su vida y, sobre todo, al don que nunca supo que tenía, inspirará a las personas que lo rodean a creer en algo más allá de lo que se puede explicar. Para ello, contará con la ayuda de una veterinaria (Camilla Luddington) y el cura de la Iglesia del pequeño poblado (Jorge García), que al principio se presentará como un adversario, pero luego como un aliado del protagonista. Uno de los principales problemas de la cinta es que todas las situaciones que se nos presentan parecen demasiado forzadas. Los componentes fantásticos carecen de la motivación necesaria para resultar verosímiles, al igual que los cambios de perspectiva del protagonista, quien se presenta como un individuo escéptico, pero cuya cosmovisión va a ir cambiando con el correr del metraje. Otro aspecto que parece impuesto a la fuerza tiene que ver con la espiritualidad, más allá de las buenas intenciones de los involucrados, las implicancias religiosas y conservadoras del relato lo tornan demasiado previsible y cliché. Más allá de lo absurdo de la premisa, el guion de la película resulta bastante chato, con personajes poco definidos, algunos diálogos desatinados y una acumulación creciente de lugares comunes que hacen que el relato carezca de lógica y peso. Además, por momentos se rozan los golpes bajos y la más obscena manipulación de los sentimientos del espectador. Lo más destacable de la obra termina siendo su elenco, el cual está sumamente desaprovechado, pero que en definitiva y, bajo las pobres líneas delimitadas por el guion, terminan generando empatía y demostrando compromiso con sus interpretaciones. Camilla Luddington (“Grey’s Anatomy”), Jonathan Pryce (“Pirates of the Caribbean”, “Game of Thrones”) y Oliver Jackson-Cohen (“Emerald City”, “The Raven”) y la joven Kaitlyn Bernard (“1922”) hacen un esfuerzo enorme para tratar de generar sentido a este relato audiovisual. Por el lado de los apartados técnicos, cabe destacar la dirección de fotografía de Javier Aguirresarobe (“The Others”, “Thor Ragnarok”), cuyo trabajo resulta impecable a través de una estética visual inspirada y empática con la narración, que casi se ve arruinada por una edición algo tosca y poco convincente. En síntesis, “Lo que en Verdad Importa” es un film con buenas intenciones, que lamentablemente falla en brindar un relato coherente y atractivo. En su lugar, se nos otorgó una película cursi, insulsa y poco admisible.
“Jungle” es un drama de supervivencia que vimos infinidad de veces. En esta oportunidad tiene el agregado que está basado en una desgarradora historia real, lo cual le suma cierto valor añadido junto con una fenomenal interpretación de Daniel Radcliffe (“Harry Potter”). El realizador australiano Greg McLean (“Wolf Creek”, “The Belko Experiment”) deja de lado el cine de terror para ofrecernos la historia de real de Yossi Ghinsberg (Radcliffe), un joven trotamundos de origen israelí, que viaja por Sudamérica para descubrir el mundo y sus hermosos paisajes. Junto con dos amigos mochileros deberán sobrevivir en la selva, luego de que un guía (Thomas Kretschmann) los lleve al interior del Amazonas con pocos medios disponibles bajo la promesa de ofrecerles esa aventura que tanto buscan. El viaje se convierte en un calvario psicológico y terrorífico en el que luchan por subsistir ante las amenazas de los elementos más oscuros y aterradores de la naturaleza humana y la vida salvaje de la jungla. Luego de un comienzo prometedor y atractivo, que rozaba los mecanismos del cine de terror al mostrar los “momentos felices” que anteceden a la tragedia, la película va dirigiéndose hacia un terreno sinuoso, donde entrará en varios recursos previsibles de este tipo de historias de supervivencia, cosas que quizás ya experimentamos (y de mejor manera) en “Naufrago” (2000) de Robert Zemeckis o en cintas del mismo género. La disparidad narrativa se da por el contraste que genera esa primera parte que se centra en el grupo de amigos sumergiéndose en las profundidades de la selva, y la segunda mitad más intimista que se apoya solamente en Radcliffe perdido en soledad y en búsqueda de comida y refugio. Lo destacable del largometraje es que resulta ser un film que siempre se concentra y descansa en sus personajes, es por eso que se le permite al protagonista destacarse en el rol que le tocó personificar, el cual requería de cierta destreza tanto física como mental. Un verdadera oportunidad para que el joven actor pueda demostrar que está para más que solamente el rol del joven mago. La segunda parte del relato nos mostrará a Yossi al borde de la locura y la muerte por inanición, donde se desarrollan algunas secuencias de alucinaciones y de sufrimiento bastante convencionales. Una mención especial debe recibir la fotografía de Stefan Duscio (“Backtrack”), el cual consigue dar un registro atractivo y funcional a la historia contada. La desolación y los peligros inherentes a la jungla siempre están presentes a lo largo de la narración por medio de atmósferas bastante logradas y en secuencias oníricas realmente bien llevadas. “Jungla” es una película que podría haber sido mucho más, debido al enorme compromiso asumido por Daniel Radcliffe, pero termina siendo una historia poco destacada por un guion derivativo que solo tiene un comienzo prometedor y algunas secuencias disfrutables.
El cine de género se encuentra en una etapa de crecimiento en nuestro país. En los últimos años fuimos siendo testigos de una amplia oferta de cine fantástico y de terror. “Necrofobia” (2013), “Resurrección” (2015), “Hipersomnia” (2016), “Terror 5” (2016) y “Ataúd Blanco” (2016) son solo algunas de las propuestas más recientes que pudimos disfrutar que, más allá del resultado final, fueron muestras de una tendencia que viene desarrollándose hace tiempo, cargada de un buen funcionamiento de los recursos disponibles, un ejemplo de pericia en la parte técnica y un excelente cuidado a nivel estético. “Aterrados” no es la excepción. Demián Rugna, uno de los exponentes del terror y la ciencia ficción argentina, nos ofrece un relato atrapante donde el espectador será testigo de varios eventos paranormales que tienen lugar en un barrio del Gran Buenos Aires. Serán de la partida gente que desaparece sin dejar rastros, muertos que vuelven de sus tumbas, voces que se escuchan en los drenajes de agua, entes invisibles que asesinan personas, objetos y/o mobiliario que se mueve sin ninguna explicación. Y un comisario con problemas de salud (Maxi Ghione) contará con la ayuda de Mario Jano para que lo ayude a desentrañar el misterio. Se les unirán la doctora Albrec y el norteamericano Rosentok, formando un grupo de investigación de lo paranormal que se verá envuelto en una verdadera escalada a la locura. El film es una historia de terror que se inclina más por el suspenso y el extrañamiento que por imágenes cruentas y explícitas (algo muy común en las propuestas actuales de este tipo). Es por ello y por optar más por los efectos prácticos que por los digitales que la película resulta una propuesta realmente interesante. Por otro lado, el comisario nos brinda algunos momentos de humor al admitir su miedo por los fenómenos de esta índole que no tienen explicación alguna. Rugna conoce el género y podemos ver algunos reminiscencias a “Poltergeist” (1982) y a las más actuales “El Conjuro” (2013) y “La Noche del Demonio” (2010), por la dinámica de los investigadores de lo paranormal, sin embargo se distancia de estos productos al introducir ciertos elementos que rompen con algunas reglas implícitas del terror (que no detallaré para no arruinar la experiencia de visionado de la película), logrando un producto original en ese sentido. “Aterrados” es una buena propuesta dentro del cine nacional, que si bien compone uno de esos relatos que tardan en edificarse y plantear el tema principal, luego irá escalando en tensión hasta el final. Un film que nos deja con ganas de ver más de este joven realizador.