Basada en la obra teatral "God of Carnage", esta adaptación dirigida y escrita por Roman Polanski es una sencilla, corta y bien lograda propuesta, en la que se destacan los trabajos realizados por cada uno de los cuatro actores, por el guión humorísico, y por la fluida y natural dirección.
Luego de triunfar en la televisión, Katherine Heigl incursionó en el cine demostrando que el carisma y la dulzura que le brindaba a cada uno de sus personajes eran las características que más se destacaban de su trabajo ("Knocked Up", es el principal ejemplo). Sus últimas participaciones, a causa de guiones poco interesantes, se alejaron de dichas cualidades, encarnando versiones repetidas de sus papeles una y otra vez ("Killers", "Life as we Know it" y "New Year's Eve", entran en ese grupo). En esta oportunidad, vuelve a carecer del brillo de sus primeras películas y protagoniza una historia poco graciosa, lenta y previsible.
Es complicado descifrar qué característica de esta película la convierte en una propuesta maravillosa, principalmente porque cada parte funciona como un complemento indispensable para la construcción de la narración: la música, la paz visual, las actuaciones, la dirección y esa crueldad de algunas escenas que crean una contradicción estupenda con la lentitud y la belleza visual, todo está entrelazado de tal manera para que la cinta logre convertirse en una muy interesante película.
Esta opera prima de Josh Trank es el claro ejemplo en el que una película logra sacarle provecho al estilo visual que propone, en este caso la cámara en mano, para brindarle al espectador momentos impactantes, originalidad en ciertos movimientos y planteos visuales, y muy buenos efectos especiales, pese a presentar una narración algo gastada y dudosa en su comienzo.
El falso documental y los exorcismos han formado parte varias veces de los guiones de ciertas películas de terror, pero la habilidad de los directores al tratar de plasmar una idea interesante, poco repetitiva y original, ha permanecido invisible durante muchos años. Este film, dirigido por William Brent Bell, lamentablemente no se aleja de dichas características y se convierte en una deslucida, poco terrorífica y mal rematada propuesta.
La infancia y las decisiones que ayudan a un niño o adolescente a madurar son temas que estuvieron presentes en dos de las tres películas pasadas dirigidas por Stephen Daldry ("Billy Elliot" y "The Reader"). En esta oportunidad, sin lograr destacarse como lo hizo en la producción protagonizada por Jamie Bell, cuenta un relato triste sobre un hijo que queda destruido y cegado por la pérdida de un ser querido, desarrollando una melosidad y un exceso dramático que en todo momento juega con los sentimientos del espectador, impidiendo que las diferentes reflexiones de la propuesta florezcan y logren traspasar esa sobreexpuesta barrera emocional introducida.
Basada en la novela homónima escrita por John le Carré, esta propuesta le propone al espectador ser testigo de un delicado y emocionante relato de espionaje, con un guión muy bien escrito, con una narración complicada, pero muy precisa y detallista, y, en especial, con un trabajo soberbio por parte de Gary Oldman en el papel protagónico.
Luego de dirigir películas como "Una Esposa de Mentira", "Son Como niños" o "No te Metas con Zohan", entre otras, Dennis Dugan vuelve al género de la comedia para realizar, no solo una de las peores películas de su filmografía, sino un verdadero festín de mal gusto, de desaprovecho de actores y de aburrimiento.
La llegada del sonido al cine de Hollywood, terminando la década de 1920, marcó un antes y un después en la industria, no solo en lo económico, sino también en la manera en la que todo comenzó a mirarse, tardándose algunos años para poder encontrarle sentido y un uso enriquecedor a esa nueva herramienta. El cine mudo era el pasado, la nueva atracción era poder escuchar la voz de los actores. Este es el ámbito en el que "The Artist" se desarrolla, brindándole al espectador una experiencia que remite a esos viejos tiempos y que ejemplifica la crisis tras la aparición importante del sonido en las grandes producciones.
Basada en la novela infantil de Michael Morpurgo y en la obra de teatro homónima del 2007, esta es una propuesta en la que Steven Spielberg le propone al espectador ser testigo emocional de una aventura protagonizada por un caballo y su amor por la vida y por su dueño. Sin ser de lo mejor de su filmografía y estando lejos de formar parte de las mejores propuestas del género de los últimos años, el director brinda algunas maravillosas secuencias dramáticas, acompañadas por una hermosa fotografía y una banda sonora que capta la emoción y los sentimientos de cada momento.