Un delincuente profesional y bastante maniático, dos rateros de poca monta que encuentran más dinero del que pueden imaginar gastar, y otros dos que quieren ascender a secuestradores aprovechando la desaparición de la estrella pop del momento. Todo se cruza de forma caótica en la nueva película de Mad Crampi (Run run Bunny!) y Fernando Díaz. Hay muchas líneas en Mala Vida, pero tres son los ejes principales que avanzan en paralelo antes del anunciado cruce en el clímax de la trama. Por un lado, un ladrón de autos obsesionado con la chica que cree amar aunque la acaba de conocer, donde ambos parecen ignorar que es idéntica a una estrella pop que lleva varios días desaparecida. Por otro, dos estafadores pretendiendo aprovechar la situación y fingir un secuestro para cobrar rescate. Y finalmente la verdadera estrella apareciendo inconsciente en el living de dos rateros, junto a una valija repleta de dinero y drogas. No tiene sentido buscar al bueno de la historia, ninguno es trigo limpio en esa lista pero, por sobre todo, a ninguno le falta su buena dosis de absurdo. Con una estética absurda pero cuidada, Mala Vida arranca generando expectativas de ser una película mejor armada de lo que suele ser el estándar del género. Con una paleta de colores intensos remarca los rasgos de las extrañas criaturas que la pueblan; no decepciona visualmente, aunque pronto muestra que no hay mucho más que eso. La historia no es tan compleja como para que termine siendo contada de forma tan desordenada: no refuerza la narración sino que la diluye, queda perdida bajo una maraña de chistes obvios. Los mejores momentos vienen de la mano de algunos destellos actorales de Maxi Ghione y su trío, pero se contrarrestan con otros que hacen desviar la mirada de la pantalla esperando que pasen. Conclusión Desordenada y con un simplón humor adolescente como base fundamental, Mala Vida se queda al borde del absurdo sin saber explotarlo para ser una comedia realmente divertida.
Muerto el Rey Desde la antigüedad Wakanda se mantuvo aislada del resto del mundo, desarrollando en secreto una sociedad avanzada que empequeñece a otras potencias mundiales gracias a los increíbles recursos de sus yacimientos de Vibranium, un mineral llegado del espacio que prácticamente no existe en otro lugar de la tierra y que fue utilizado -por ejemplo- para fabricar el escudo del Capitán América. Cada nueva generación de reyes recibe también el título de Pantera Negra, el protector de Wakanda y único habilitado para consumir un brebaje secreto que lo dota de fuerza, resistencia y destreza sobrehumanas, además de darle acceso a un arsenal de tecnología nunca vista en el resto del planeta. Los inicios del nuevo reinado son en una época de cambios que cuestionan el tradicional aislamiento de Wakanda, pero también le presentan la oportunidad de cerrar una herida que su padre nunca pudo resolver: capturando a un ladrón que décadas atrás asesinó a varias personas para robar un cargamento de Vibranium. Una misión a simple vista simple se complica al descubrir que la CIA y un misterioso experto en la cultura de Wakanda están implicados en un nuevo robo, poniendo al borde de la guerra civil al habitualmente pacífico país. De África al mundo Aunque el personaje ya había aparecido en el MCU dando una muestra general de sus habilidades y carácter, Pantera Negra no deja de ser una película de origen. En este caso, la presentación más minuciosa no es tanto del personaje sino del mundo que habita: una sociedad africana tan aislada del resto que casi parece alienígena por su combinación de la más avanzada tecnología y un respeto importante por los valores tradicionales de su cultura ancestral. Este es uno de los pocos puntos originales de la película, junto a una muy interesante propuesta visual dando vida al particular país. Una paleta de colores vibrantes y un acertado diseño de vestuario definen a las distintas tribus junto a los roles que ocupan dentro de la sociedad. Pantera Negra habla mucho a través de los ojos para componer su mundo, pero no tanto para armar una historia que hasta parece esforzarse por ser lo más simple posible. Un problema que suelen padecer las historias de origen es que al tener que presentar tanta información nueva pierden espacio para contar una historia interesante; Pantera Negra no está entre las excepciones, la cuales existen incluso dentro del universo Marvel. Generalmente no se espera un desarrollo de personaje demasiado profundo en este tipo de films, pero en este caso van un poco más allá: del lado del héroe no hay nadie con suficiente carisma o motivaciones como para destacarse notoriamente, mientras que del lado de los villanos hace falta sumar a los dos para conseguir algo medianamente rescatable. Mientras que Klaue es una caricatura de villano, la interpretación de Andy Serkis (El Planeta de los Simios, El Hobbit, un gran actor al que poco se le conoce el rostro) es de lo mejor del reparto y parece complementar a Killmonger, quien con un intérprete que no aporta nada para lucirse recibe un trato mucho más atractivo desde el guión como uno de esos antagonistas que plantean argumentos con tanto sentido que hacen dudar al héroe. La combinación de un héroe invulnerable (que puede liberarse de una pelea contra una docena de soldados con un chasquido de dedos), y un villano que nunca lo pone en real peligro ni se gana al público, solo funciona si el protagonista tiene otros conflictos internos lo suficientemente interesantes, algo que en este caso tampoco sucede. Todo esto tiene una importancia secundaria en una buena película de acción que no deje tiempo ni ganas de pensar en los problemas de los personajes, un campo donde Pantera Negra no queda mal parada. Los combates tienen un ritmo fluido que entretienen, aunque no tengan un estilo coherente con la calificación de edad buscada por el estudio, haciendo parecer absurdo que todo un regimiento use sus lanzas para golpear gente con el bastón de modo que nadie salga herido ni se derrame una gota de sangre. Conclusión Aunque funciona como película de acción, Pantera Negra padece de una tibieza de contenido que la deja a mitad de camino y corre con la seria desventaja de estar inserta en un universo saturado, donde pocas veces se atreven a salirse de fórmulas ya probadas con el público más masivo.
Lo primero es la familia Aprovechando la distracción que brinda un enorme incendio, dos hermanas improvisan una banda para asaltar un banco y salvar a su hermano de un prestamista al que se le está acabando la paciencia. Para su desesperación, la caja fuerte está casi vacía y el botín es mucho más modesto de lo que pretendían. Viendo el peligro que significa el nerviosismo de los asaltantes necesitados de dinero rápido, uno de los rehenes -que parece conocer todos los detalles del edificio- les revela que en uno de los sótanos, en un sector olvidado que ya nadie frecuenta, existe una antigua bóveda privada con varios millones de dólares que no son del banco y que probablemente nadie va a extrañar. Lo que evita mencionar es el motivo por el que nadie se acerca a la bóveda: estuvo vinculada a un violento asalto en los 80s, donde un sádico criminal torturó durante días a sus rehenes antes de matarlos, un hecho que dejó su marca indeleble en el edificio y particularmente en esa robusta bóveda que sería mejor dejar en paz. Una máscara y varias bolsas El desarrollo podrá ser bastante lineal y simple, pero el giro en la premisa alcanza para ponerle un poco de aire a una propuesta que no pretende nada más que entretener un rato; rara vez en una película de terror el argumento soporta un análisis profundo y sería un poco injusto esperar más. Se nos cuenta lo mínimo indispensable de cada personaje como para darle un poco de personalidad y justificar sus acciones, el resto es producir situaciones inquietantes con siluetas en las sombras y apariciones que por suerte no recurren al sobresalto ni la violencia gratuita para generar una reacción en el público. Si algo salva a La Bóveda es que parece consciente de sus limitaciones y no pretende ser más de lo que sus recursos le permiten ser, sin cruzar la fina línea entre lo modesto y lo ridículo. Con síntesis y buen ritmo La Bóveda sostiene una historia sin sorpresas que no aguantaría muchos minutos más de metraje ni propone nada destacable. Es esencialmente una película de terror de bajo presupuesto bien manejado, reparto televisivo, y una cara conocida como la de James Franco dando un poco más de repercusión a lo que probablemente hubiera terminado como un estreno directo a DVD. No tiene la necesidad de construir historias rebuscadas ni de plantear escenas llamativas, con astucia recurre a siluetas y apariciones breves que no llegan a desgastar el recurso, por más previsible que resulta la mayoría de las veces. Conclusión Aunque clásica y previsible en el desarrollo, La Bóveda hace buen uso de la síntesis de recursos para entregar una historia de fantasmas con algunos momentos inquietantes, la cual seguramente no quedará en el recuerdo una vez que termine.
Sueños Postergados No se decide a irse, pero Pablo Simó lleva veinte años en un matrimonio donde ya no encuentra motivos para quedarse. No puede ser coincidencia que lo mismo le suceda con su trabajo como empleado en un estudio de arquitectura, dedicándose a levantar torres de departamentos por más que sueña con diseñar otra clase de edificios. Acorralado por la rutina, se mantiene en esa vida como si fuera de alguien más, hasta que la comodidad tambalea cuando una joven, Leonor, aparece preguntando por Nelson Jara, un nombre que aunque los tres arquitectos de la oficina niegan conocer es evidente que los pone intranquilos. Con la excusa de un celular extraviado, Pablo vuelve a encontrarse con Leonor e intenta descubrir cuál es el vínculo que la une con Jara: hombre a quien conoció tres años antes, cuando acudió acusándolo de haber dañado la pared de su departamento durante la excavación en el terreno vecino. El resurgir del conflicto que le quitó el sueño, guía a Pablo por un nuevo análisis de su presente y el rol que ocupa en su propia vida, donde muchas veces es más espectador que protagonista. La historia de Las Grietas de Jara se cuenta con una sucesión continua de flashbacks que van y vuelven sin mucha elegancia para mostrar la relación entre Pablo y Jara, quien pasa de ser un vecino preocupado aunque algo neurótico, a convertirse en un personaje bastante oscuro que empieza a preocupar al protagonista con su asedio, a la vez que le hace cuestionarse sus lealtades. El misterio no es tan encriptado y se ve venir, pero eso no es un gran problema. Saber lo que pasó con Jara no es tan importante como ver la forma en que afectó al protagonista en su momento y cómo lo afecta su regreso tres años después, porque en el fondo es menos una película de misterio que una sobre las crisis de mediana edad, con veinteañera incluida. Es el trabajo de los dos actores lo que logra el efecto buscado: el resto del elenco no aporta mucho para conseguirlo, ni tampoco lo hace la forma bastante televisiva de contar un guión ya de por sí lineal. Queda claro bastante pronto que casi todas las escenas interesantes de la película son aquellas en que se cruzan Oscar Martínez y Furriel, salvo algún acertado momento de comedia entre Pablo y su esposa desnudando la rutina de un matrimonio por costumbre. Los demás acompañan como pueden, pues tampoco el guión tiene grandes matices ni les deja mucho margen. Conclusión Con un guion decente, aunque contado sin mucho brillo, y un estilo visual sin ninguna pretensión, Las Grietas de Jara se apoya en las grandes actuaciones de sus dos protagonistas para entretener sin deslumbrar.
Primero la Familia. Connie tiene una meta en la vida: cuidar a su hermano Nick. Está convencido de ser el único que realmente tiene ese interés como prioridad, en contraste a un entorno donde considera que está siendo maltratado e incomprendido por padecer una discapacidad que le dificulta relacionarse con el resto de la gente. Por ello no guarda cariño por su familia ni por el psiquiatra al que le obligan a asistir. Su sueño es poder llevarlo a otro sitio, pero necesita un dinero que no tiene: es así como organiza un asalto a un banco para conseguirlo, tras lo que Nick termina herido y en la cárcel. Para desesperación de Connie, sabiendo que su hermano no está preparado para defenderse por sí mismo en prisión y tiene muchas chances de terminar muy mal en poco tiempo, el botín del banco no es suficiente para la fianza. Debe embarcarse en una cruzada para conseguir el dinero restante, sin importarle mucho a quien tenga que usar o perjudicar en el camino. Ya no brilla al sol: Con una fuerte impronta de cine independiente que no debe confundirse con hacer las cosas a las apuradas, la historia de Good Time podrá parecer simple pero no pierde nunca el ritmo. Construye tensión constantemente arrojándole problemas a un protagonista que, si bien no sabemos casi nada de su pasado, demuestra suficiente inteligencia como para avanzar usando más la astucia que la fuerza. No es el clásico genio criminal que saquea un casino de forma estrafalaria, es solo alguien que está al borde de la sociedad, sin terminar de caerse afuera de ella pero sin muchas oportunidades de meterse del todo. Lo interpreta de forma más que decente un Robert Pattinson ansioso por sacarse de encima la mochila de ídolo adolescente que le dio fama, y ser tomado más en serio como actor. Sin embargo, aunque con el correr de los minutos va mostrando facetas cada vez más antiheroicas que le agregan volumen, no logra desprenderse de una base algo caricaturizada. Ese es un problema aun más notorio en los numerosos personajes secundarios que lo acompañan, quienes están más de una vez al borde de lo verídico. No hay mucho interés en construir personajes complejos porque se prioriza la agilidad de una trama que debe llenar una noche; algunas situaciones que se sienten algo forzadas podrían haber sido mejor justificadas con personajes más definidos o no tan insinuados. Visualmente explota bastante bien el uso de la noche y las calles de la ciudad, creando un clima que transmite marginalidad sin hundirse de lleno en el mundo criminal. A su vez hace uso de demasiados planos cortos que ocultan el entorno, sin llegar a la claustrofobia pero remarcando la situación de apremio constante del protagonista y su gradual descenso a la desesperación ante cada plan fallido. Conclusión: Mezclando correctas dosis de drama familiar y thriller marginal, Good Time presenta una narración con buen ritmo, interpretaciones correctas y una propuesta estética que no destaca pero aporta.
Caos Sobrenatural. No será una persona del todo derecha, pero Darío logró armar una vida relativamente cómoda desde que está en pareja con una mujer bastante más joven y adinerada que él. La mañana en que sus suegros vuelven de un viaje al extranjero, él prefiere quedarse durmiendo hasta tarde mientras su pareja va a buscarlos al aeropuerto y traerlos de regreso a la casa del barrio cerrado donde viven. Dario solo debería levantarse de la cama y poner la casa en condiciones antes de que lleguen, pero cuando finalmente se despierta tiene acostada al lado a Renata, una mujer que nunca vio en la vida pero que parece conocerlo mucho. Convencido de que se trata de una broma, una estafa, o incluso de una trampa para arruinar un futuro casamiento que lo ate a la fortuna familiar de su joven novia, Darío se niega a escuchar las explicaciones metafísicas de Renata. Pero tratar de expulsarla antes del regreso de su familia política solo desencadena la aparición de otros entes como ella que agregarán caos a la situación. Una médium, una monja que no sabe ni la segunda frase del padrenuestro, y un pirómano al que se le quemaron hasta las neuronas, son arrastrados accidentalmente por Renata en su misión por salvar a Darío de sí mismo, de algo que pudo aún no haber hecho, todo con la esperanza de que eso ayude a destrabar sus propios conflictos. Quizás en otra vida: En un principio solo Renata y la voz que escucha en su mente parecen tener alguna idea de lo que está sucediendo, una explicación que Darío se niega a considerar posible pero que es una buena base para el humor absurdo que pretende el director. La mezcla de comedia, misterio y género fantástico hacen de Soy tu Karma una propuesta prometedora a primera vista, pero lamentablemente en este caso la ejecución de la mayoría de los giros y chistes propuestos terminan siendo -con suerte- chatos o previsibles. Burdos, cuando hay menos suerte y más Florencia Peña presentes. La conjunción es un humor que puede tener algo de resonancia entre el público adolescente, dejando afuera a quienes esperen algo un poco más elaborado. Que los personajes sean caricaturas no tiene que ser algo necesariamente malo, pero los trazos son tan gruesos que ni dentro del absurdo resultan verosímiles o interesantes, y salvo por un trabajo correcto del dúo protagonista, el costado actoral del resto del elenco no solo no aporta mucho para revertir la situación, sino que incluso la potencia. Desde la propuesta visual, con el uso de colores plenos e intensos se crea un clima semi onírico que funciona con coherencia para acompañar el tono fantástico de la trama, a pesar de abusar del recurso de hacer hablar a los personajes a cámara en una nube (lo que vuelve explícito que acabamos de entrar en sus mentes por un instante). Conclusión: Aunque la idea base suena muy original e interesante, la ejecución no lo es tanto. Soy tu Karma no termina de encontrar su tono e identidad, por lo que acaba siendo una comedia que -sin llegar a ser completamente fallida- se siente desaprovechada.
Cada cual en su mundo. En un derruido edificio de viviendas en los suburbios, conviven varios personajes sin mucho más en común que una compartida soledad. Una actriz que no acepta el paso el tiempo y la fama que alguna vez supo tener, resulta cuestionada por un adolescente que vive prácticamente sin ver a su madre aunque compartan departamento; un mezquino vecino que queda temporalmente inválido no puede pedir ayuda a nadie, y en una de sus salidas clandestinas se enamora de una enfermera a la que le miente diciendo que es fotógrafo; a una madre que solo quiere que su hijo vuelva a casa, le cae un reemplazo del cielo cuando la cápsula que trae de regreso a la Tierra a un astronauta estadounidense se desvía de rumbo, dejándolo varado algunos días hasta que la NASA pueda ir a buscarlo sin escándalo. Todos ellos son La Comunidad de los Corazones Rotos, sus historias paralelas le dan cuerpo a la película con una mezcla de drama y comedia, mientras hacen lo que pueden para sobrellevar una realidad de soledad rutinaria. Con ternura tibia: Aunque con una dosis de absurdo interesante, las tres historias de La Comunidad de los Corazones Rotos son pequeñas e íntimas, apostando más a generar empatía por sus personajes que a atrapar dentro de una trama llamativa. Cada una a su modo refleja la tristeza de sus protagonistas con cierta ternura optimista, provocando sonrisas más que lágrimas, hasta con el despreciable vecino que -por simple mezquindad- se niega a pagar por la reparación del ascensor solo porque vive en el primer piso y no lo necesita. Mucho más querible resulta la madre argelina que sufre por su hijo que está en la cárcel y no duda en alojar al extraño que llega a su puerta: por más que no se entiendan una palabra de lo que dicen, se forma inmediatamente un vínculo fraternal entre ambos que hace desear que nunca llegue la NASA. Un tanto más compleja es la relación entre la actriz venida a menos y su vecino adolescente, aportando una mirada más adulta que la propia a su conflicto de ver pasar el tiempo con una fama que amenaza con no regresar. El eje que mantiene de pie a La Comunidad de los Corazones Rotos es el trabajo actoral, porque no hay mucho para contar ni con palabras ni con imágenes, es ese grupo y su carisma lo que puede sostener la película. Desde la narración todo parece quedar un poco inconcluso, los personajes (insinuados como interesantes pero sin real profundidad visible) y las situaciones que enfrentan se van resolviendo, discurriendo desde el principio al final mayormente sin grandes sobresaltos, dejando una sensación placentera pero también intrascendente. Conclusión: Entretenida pero algo insulsa, La Comunidad de los Corazones Rotos construye situaciones potencialmente interesantes que desarrolla a medias.
La época dorada. Como tantos otros pueblos y ciudades, Liebig nació en Entre Rios rodeando a una industria que necesitaba darle alojamiento y servicios a la gente que trabajaba en la planta procesadora de carne, la cual producía principalmente carne enlatada en conserva para exportación. Durante más de medio siglo, la pujante industria creció hasta dar trabajo directo a miles de personas, e indirectamente a muchos otros que vivían con sus familias en lo que describen como una ciudad en miniatura, que contaba desde principios de siglo con servicio de electricidad, cine, biblioteca, entre otras cosas poco frecuentes para asentamientos de esa índole. Aunque de menor escala y fama que su gemela en Fray Bentos, la planta industrial de Liebig fue el centro de la vida de cada poblador de la ciudad, desde su fundación hasta que finalmente cerró a finales de los setenta; todos debían de una forma u otra su sustento a la empresa que alcanzó el punto más alto durante la Segunda Guerra Mundial, debido a que su Corned beef era el producto base de las raciones militares británicas. Por eso no es mucha sorpresa que cuando sus dueños ingleses decidieran venderla (después de años de declive en las ventas) y sus nuevos dueños no hicieron más que desmantelarla hasta que quedó abandonada, el pueblo se detuviera junto con las máquinas. El Liebig Latente: La historia que le interesa contar a este documental no es tanto una de datos históricos y fechas, sino más bien una de recuerdos y experiencias personales de quienes pasaron gran parte de su vida trabajando en la planta, hoy jubilados mayormente de edad avanzada que dan testimonio de la época dorada de la ciudad en un contraste tácito con una actualidad bastante menos reluciente. Como muchos documentales, Liebig tiene una importante carga política además de histórica, pero elige concentrar su mirada en la gente común en vez de los grandes hechos históricos. La historia de Liebig es referente de muchas otras similares que ocurrieron en todo el país y que muchas veces se cuentan como simples numeros o nombres perdidos, despersonalizadas; pero el efecto es bastante más potente cuando la historia se escucha de boca de quienes les pusieron el cuerpo durante décadas y hoy solo pueden añorar los buenos tiempos que han visto desmoronarse frente a sus ojos sin poder hacer nada. El director muestra con paciencia y respeto a sus entrevistados, que en general manejan ritmos o códigos que podrían impacientar a un público más joven o urbano. No opina explícitamente, pero muestra cómo incluso entre trabajadores había estratos que no guardan exactamente el mismo recuerdo de la benevolencia de la empresa. No repregunta, pero deja de manifiesto la nula organización obrera que aunque durante mucho tiempo pareció no ser necesaria, cuando una verdadera crisis llegó el pueblo quedó paralizado sin saber siquiera cómo intentar conservar sus empleos: un día que aún sigue en la memoria como el más trágico de la historia del pueblo. La narración del documental es principalmente emotiva y en segunda instancia histórica, una decisión correcta para lograr una mejor conexión con su público. Conclusión: Aunque el material es bastante breve y podría beneficiarse de un mayor trabajo de investigación y entrevistas, el documental es lo suficientemente ágil como para comunicar su mensaje antes de perder el ritmo.
Garganta Profunda. Durante 1972 se dio en Estados Unidos el escándalo político más importante de su historia, que llevó a la renuncia al recién reelecto Richard Nixon. En los meses previos a la elección, un grupo de hombres fueron descubiertos instalando equipos de vigilancia clandestina en la sede central del Partido Demócrata, opositor al gobierno. Pese a los intentos de encubrimiento y las presiones políticas para contener el tema, los implicados, ex agentes de inteligencia o del mismo FBI, manifestaron haber actuado bajo órdenes de gente muy cercana al presidente. Con treinta años de servicio, Mark Felt (Liam Neeson) era en ese entonces el segundo hombre del FBI y esperaba reemplazar a su fundador John E. Hoover, pero coincidiendo con las detenciones nombran a alguien de afuera para dirigir la institución. Además de desilusionarse, comienza a sospechar que los verdaderos motivos del nombramiento fueron el poner en el cargo a alguien obediente al gobierno que acepte participar del encubrimiento. Aunque oficialmente incapaz de investigar con libertad y difundir la información del caso, se convirtió en el informante conocido por la prensa como “Garganta Profunda” y fue el principal detonante de la crisis que se desencadenó en los meses posteriores. Denle un arma a Liam: Usualmente el biopic es un género a mitad de camino entre la ficción y el documental, que tiene que enfrentarse al desafío de tener que contar de forma interesante una historia atada a datos históricos. El informante Mark Felt mantuvo en secreto durante más de tres décadas su rol en la crisis política más grande de su país, y es ahora la principal fuente de la historia que cuenta la película, por lo que no sorprende que lo retrate como un hombre de estricto código moral dispuesto a cometer un crimen con tal de no ver cómo un gobierno corrupto se sale con la suya, por más que leyendo un poco entre líneas se insinúa otra historia menos honorable. Nixon es uno de esos extraños casos de presidentes reales o ficticios que el cine se permite no mostrar como un paladín de la democracia y la transparencia, pero necesitan ponerle enfrente a varios personajes que permitan contar sus abusos de poder sin perder la oportunidad de darle una carga patriótica. La historia que cuenta El informante es tan limitada que la única forma de hacerla parecer una película es estirándola con un ritmo muy lento y algunas líneas secundarias intrascendentes, haciendo parecer que cuentan algo más, sin profundizar en lo poco creíble que resultan buena parte de los personajes, incluyendo la remarcada rectitud de su protagonista. El informanteVisualmente la película es muy intrascendente, hasta el punto que la escena de créditos iniciales parece la introducción de House of Cards puesta en cámara lenta, recorriendo la ciudad con tanta parsimonia que aburre hasta antes de empezar a contar la historia. El amplio reparto que encarna a los numerosos personajes reales son también intrascendentes, tanto por guión como por interpretación, ante la continua presencia de Liam Neeson: teniendo en cuenta el guión que le dieron, alcanza un nivel mínimamente aceptable pero a la vez no parece tener muy claro cómo es que ese agente del FBI que interpresa no resuelve todo a los tiros como siempre. Conclusión: Con una trama que se arrastra para avanzar y actuaciones sin carisma, El Informante no atrae ni por su interés histórico.
Con el fusil en la mano. Como tantos de su generación, Miguel Creu comenzó como un joven español que a finales de la década del treinta tomó las armas para enfrentarse a las falanges franquistas y que, tras resultar derrotados, pasaron los años siguientes combatiendo al fascismo en el resto del mundo para no regresar nunca a su hogar. La muerte lo encontró finalmente en Argentina en la década del setenta, y durante cuatro décadas no se supo cuál había sido su destino hasta que el Equipo de Antropología Forense encuentra sus restos en una fosa común, junto a varias decenas de otros cuerpos. El descubrimiento se incorpora a la causa judicial contra el militar acusado de esos y otros crímenes, obligando al hijo de Miguel a rememorar una época de su vida que quiere olvidar. Porque muy a su pesar, el padre al que acusa de sus desgracias es considerado un héroe por mucha otra gente. Atraído por la noticia, viaja un afamado escritor español que lleva varios años ficcionando la vida de Miguel Creu en una serie de novelas. Necesita investigar sobre sus últimos años para poder escribir su próximo libro, por lo que pretende ponerse en contacto con su familia. Narrada desde varios frentes simultáneos, Te Esperaré cuenta a la vez una historia sobre el poder de las convicciones y las relaciones entre padres e hijos, pero sobre todo de cómo silenciar el pasado solo lo hace regresar con más ruido. Y la causa en el corazón: Hay películas que dejan la sensación de tener una historia muy interesante que es contada de una forma que no le hace justicia; este es uno de esos casos. La trama de Te Esperaré tarda demasiado en asentarse y tomar impulso, algo que curiosamente no parece ser tanto un problema de guión sino de realización y montaje. Después de una primera parte que sobreexplica de forma casi ofensiva todo lo que cuenta -como si temiera que el público no entienda lo que está viendo- la película parece encaminarse y aprender a regular mejor la información que entrega. Esto le permite contar una historia relativamente coherente que logra pasar por varios temas sin desdibujarse, permitiéndose incluso algunas dosis de humor que aunque no aportan a la trama no llegan a quebrar el clima. Pero que sea medianamente coherente no implica que la narración sea prolija y se generan escenas que no soportan mucho análisis, especialmente algunas subtramas que entran a presión en el conjunto, sin mucha más justificación que tachar ítems en una lista o darle tiempo de pantalla a algunos nombres aunque sus personajes no lo justifiquen. No, no todas las películas necesitan una escena pseudo romántica. Anoten. El pico ascendente que alcanza en el desarrollo, lo derrocha con un desenlace anticlimático y apresurado que pretende cerrar en pocos minutos lo que se tomó tanto tiempo en preparar, acomodando los distintos factores que finalmente intervienen. Esta forma de narrar es coherente con su estética visual chata, clásica de una tira televisiva donde las ambientaciones pocas veces aportan algo a la historia que se cuenta. La cámara no hace más que seguir de cerca a los personajes mientras se ven forzados a relatar en palabras lo que la imagen no cuenta, con diálogos que salvo un par de honrosas excepciones de los intérpretes más experimentados, suenan acartonados y recitados. Los personajes principales logran tener cierto volumen a fuerza de un oficio actoral que contrarresta un texto por momentos endeble, algo en lo que no suelen acompañar con el mismo éxito una serie de secundarios que no justifican mucho su presencia. Quizás lo decepcionante de Te Esperaré es que no es una mala película, sino que deja la sensación de que con una propuesta un poco más pulida y un elenco mejor orientado, tenía material como para ser algo mucho más trascendente de lo que termina siendo. Conclusión: Aunque con un resultado finalmente positivo, Te Esperaré es una película despareja que tarda en asentarse y deja con la decepcionante sensación de que tenía cuerda para más si lograba deshacerse del estilo televisivo que carga.