Circo arrabalero. En una época indefinida, que bien podrían ser los comienzos del siglo XX, una misteriosa embarcación, grande como una isla, aparece en las costas del sur de la ciudad. Sobre ella llega un circo poblado de extraños personajes, guiados por una tiránica directora que no tolera los fallos en los actos. Antes de que puedan prepararse para dejar entrar al público, rescatan del río a un joven que se está ahogando y a quien por su indumentaria consideran un mago, justo lo que al circo le está faltando. El tímido hombre se deja llevar y antes de darse cuenta lo instalan en el carro del antiguo mago, poniéndolo a preparar un show. No parece saber nada de magia, pero como se enamora a primera vista de Anida, la joven que lee el futuro, mantiene el personaje para tener alguna chance de acercarse a ella. Como en muchos cuentos clásicos, la inesperada llegada del héroe saca de balance el delicado equilibrio opresivo en que vive el circo bajo el poder de la amargada directora, y una simple historia de romance se convierte en rebelión. Cuadros y Música: Anida y el Circo Flotante tiene un poco de historia de amor, algo de musical y mucho de cuento de hadas, con una historia sencilla pero carismática que no se desvía de su centro ni pierde tiempo con tramas secundarias. Curiosamente, aunque el relato tiene la claridad esperada de algo apuntado a un público infantil, la propuesta artística evita muchos de los lugares comunes del cine de animación promedio: es más fácil relacionarla con algunos ejemplos de animación más adulta que con la mayoría de las películas infantiles del género. No hay búsqueda de realismo en tres dimensiones, colores brillantes que encandilen, bombardeo de chistes ni música de moda; la arriesgada apuesta de Liliana Romero (Martín Fierro: la película, Cuentos de la selva) apuesta por una animación que alude a lo artesanal, con más corazón que pirotecnia, y componiendo cuadros visualmente poéticos que hablan tanto como los diálogos de los personajes. Toda esa atmósfera porteño-parisina que construye desde lo visual, se completa con una banda sonora que se esfuerza por tener identidad propia gracias a una mezcla de sonidos de vals y tango, algo muy alejado de ser común en este tipo de propuestas. Aunque las letras de las canciones no están dentro de lo más logrado y un par de veces parecen entrar en la métrica con calzador, la música tiene el mismo poder mágico que dentro de la trama y trabaja en buena sintonía con la animación en sus momentos más poéticos. Con buen tino, Anida y el Circo Flotante se apoya mucho en estos aspectos para narrar y hace un uso contenido de los diálogos, pero es justamente allí donde queda el punto más flojo de toda la propuesta junto con un doblaje que suele desentonar y quebrar climas, especialmente en los personajes secundarios, quienes están al borde de resultar demasiado chatos y las voces no ayudan a remediarlo. De todas formas, sigue teniendo suficientes méritos como para considerarse un buen referente de la animación independiente argentina. Conclusión: Anida y el Circo Flotante es una poco común propuesta de animación infantil, apuesta a construir un clima interesante desde lo visual y sonoro para contar una simple historia de amor.
Les pasa por apurados. Dos extraños con mucha urgencia por llegar a destino se niegan a resignarse ante un vuelo cancelado por tormenta y contratan un pequeño avión privado que los acerque hasta el aeropuerto, donde deben hacer combinación con otro vuelo de línea, confiados de poder esquivar el mal clima sobre las montañas. A pesar de las garantías del piloto, el viaje termina antes de tiempo con la aeronave estrellada sobre las montañas, dejando incomunicados a Ben Bass (Idris Elba) y Alex Martin (Kate Winslet), herida en una pierna dificultando su movilidad. La pareja queda obligada a confiar el uno en el otro si pretenden sobrevivir en una remota montaña cubierta de nieve, especialmente cuando tras varios días comienzan a sospechar que la ayuda no va a llegar, por lo que emprenden el largo descenso por tierras desconocidas y deshabitadas. Secretos en la montaña: El público desprevenido puede interpretar por los avances que Mas Allá de la Montaña es un thriller de supervivencia en la alta montaña: recién a mitad de metraje deducirán que los peligros a los que se exponen no parecen destinados a poner a prueba su destreza trampeando a la muerte, sino que cada problema apunta a fortalecer un lazo romántico entre ambos, cargado de factores previsibles pero que de todas formas terminan sintiéndose caprichoso. Evidentemente para que esos dos terminaran juntos hacia falta dejarlos un mes aislados del resto del mundo. Los dos intérpretes se cargan al hombro todo el peso de la historia y prácticamente la otra única interacción es con un perro que misteriosamente también sobrevivió ileso a la caída. La trama y sus diálogos son lo suficientemente acartonados como para que el can transmita más carisma que sus compañeros humanos cada vez que entra a la historia para ayudarlos. Por el contrario, aunque la seguridad de los dos protagonistas es amenazada con frecuencia, nunca se sienten realmente en peligro ni preocupa demasiado lo que les pueda pasar, hasta que sin mucho prólogo se desata la trama romántica para ocupar el centro de la película. Mas Allá de la Montaña intenta darle un giro diferente a la clásica historia de dos personas desparejas que se conocen en el momento inoportuno y se enamoran, pero se pierde en el camino y no logra construir progresivamente el vínculo como para que no parezca metido a la fuerza, como excusa para desnudar a dos personajes que un instante antes parecían estar al borde de la hipotermia. Desde el aspecto visual, salvo algún que otro montaje empalagoso rejuntando imágenes que ya vimos para convencernos de que se habían ido enamorando de a poco, la película es más que correcta y hace buen uso del impactante entorno natural donde se ubica, logrando transmitir la idea de un paisaje tan aislado que es a la vez deslumbrante y peligroso para cualquiera que se pierda en él.. Conclusión: El género romántico no se caracteriza por grandes innovaciones narrativas; Mas Allá de la Montaña intenta darle un poco de aire fresco pero no deja de repetir muchos de los clásicos lugares comunes.
Beber para pasar el invierno. Investigar homicidios en Oslo deja tanto libre que su detective estrella puede pasarse días borracho sin aparecer por la oficina sin que nadie note mucho su ausencia. Harry Hole (Michael Fassbender) es el clásico policía brillante heterodoxo, incapaz de congeniar con sus compañeros y con problemas de alcoholismo. Pero está en un contexto no tan clásico; la nevada Oslo tiene una inconveniente escasez de homicidas, ni hablar de asesinos seriales. Es sólo tras descubrir la investigación paralela que la joven oficial Bratt (Rebecca Ferguson) está haciendo sobre casos antiguos sin resolver que se convence de relacionar una reciente desaparición a una serie de homicidios sin resolver a lo largo de los años. Siguiendo el rastro desde su ciudad de origen hasta Oslo ella está convencida de que el asesino es una popular figura pública, pero Harry Hole tiene sus propias teorías sobre el misterioso asesino que le envía una nota para burlarse de él. Un caso muy frío: La trama de la película avanza por dos ejes además del obvio de la investigación del caso, por un lado la relación entre Harry y el hijo de su ex pareja que lo ve como lo más cercano a un padre que ha tenido en la vida y por otro una serie de flashbacks al seguimiento que otro policía hizo del mismo asesino una década antes, ambas ramificaciones de aporte muy poco claro a la construcción del conjunto. Para ser una película basada en una novela exitosa, El Muñeco de Nieve tiene incomprensibles problemas de guión que hacen sospechar un muy pobre trabajo de adaptación porque comete los dos peores pecados que puede tener un policial: no generar suspenso ni intriga y subestimar al público al punto de remarcar lo que está viendo más de una vez, asegurándose que quede claro lo que le están tratando de decir. La trama familiar y los flashbacks al pasado entran tan forzados que vuelven evidentes los motivos para estar ahí; pero probablemente lo más imperdonable es que su villano sea completamente chato e intrascendente, sin motivaciones ni carisma que lo vuelvan medianamente interesante salvo por su aparente súper poder de teletransportarse a cualquier sitio cada vez que el guión lo necesita, sabiendo cada paso de sus víctimas por anticipado sin intentar hacerlo creíble ni que le alcance No es que no se vea potencial para una buena historia sino que la película parece obligada a recortar mucho contenido que le hubiera dado sentido a la trama y ni siquiera eso hace que gane en ritmo, porque en el fondo es muy poco lo que sucede y las conexiones entre pistas terminan siendo absurdas o forzadas. No hay una cacería, no hay duelo de inteligencias entre criminal y detective; las cosas simplemente suceden hasta que el caso se resuelve prácticamente solo; El Muñeco de Nieve incluso tiene el dudoso honor de lograr materializar un montaje atolondrado y a la vez lento. Ni el modesto uso del paisaje natural ni unos intérpretes correctos que no tienen la culpa de recibir personajes bidimensionales sin nada que explotarles alcanzan para que resulte aunque sea algo pasatista Conclusión: No hay casi nada rescatable en El Muñeco de Nieve, un policial que no genera intriga es como una comedia que no hace reir.
Amigas una vida. Terminan los 80s y en esa década tan de moda para la ficción actual, Florencia (Pilar Gamboa) y Romina (Dolores Fonzi) comparten curso en la escuela, gustos y una amistad muy cercana que promete hacerlas inseparables aunque se interesen por el mismo chico. De caracteres y entornos diferentes, confían intensamente en la otra y se cuentan cada detalle de sus vidas incluso cuando, quince años más, tarde viven en países diferentes. Para entonces ya no son las niñas fanáticas de las telenovelas que solían ser pero hay algo de esas historias en su vida real, lidiando con las dificultades de la maternidad y una posible infidelidad. El reencuentro es en casa de Romina que, con una beba de pocos meses, refugia a su amiga cuando sin mediar palabra se sube a un avión y abandona a su pareja en México. La que se quedó lleva una vida gris de empleada administrativa, la que huyó cumplió el sueño de escribir y convive con un director teatral; no resultó todo como esperaban de chicas pero no se quejan mucho. Los años y la distancia no deshizo la amistad pero la volvió un poco más transparente y les dio otra perspectiva que delata que aquellas pequeñas diferencias lejos de desvanecerse se han potenciado. Madres y esposas: Dividida en tres épocas, cada una cuenta un momento específico de la vida de Florencia y Romina pero especialmente de la relación entre ambas a lo largo del tiempo, que se desarrolla sin mucha sorpresa ni sobresaltos. Primer acto, se presenta la profunda amistad entre las protagonistas. Segundo acto, se la cuestiona y desafía al borde de la ruptura. Tercer acto, producto de ese conflicto mutan a un tercer estado de amistad y madurez. Hasta el trailer lo anuncia, aunque si así no fuera no sería muy difícil anticiparlo ni es un problema importante porque la trama no busca generar suspenso sino empatía y la mayor sorpresa que puede dejar es el detalle de que, siendo una película completamente centrada en las charlas entre dos amigas, si pasa el test de Bechdel es casi de accidente. Aunque hace una correcta reconstrucción de época y desliza varios detalles sutiles de objetos o comportamientos que se repiten en las épocas (dándole algo de tridimencionalidad) desde lo visual hay poco que mencionar en El Futuro Que Viene porque se apoya más que nada en las actuaciones y una buena química entre las actrices que ayuda a nivelar un desarrollo de personajes algo chato, haciendo uso de diálogos no siempre verosímiles con un ritmo apresurado de tira televisiva que se quedan cortos en el intento de emocionar. Todo eso es perdonable en sí mismo. El problema es que se denota una desconexión entre los tres fragmentos que conspira para dificultar el conectar con los personajes y sus dilemas, sin terminar de emocionar con la fuerza que pretende o necesita. Es claro que la principal intención es retratar el “universo femenino”, algo que hace encadenando lugares comunes desde la tipografía elegida para los créditos iniciales hasta la mayoría de situaciones y diálogos presentados, dando como resultado algo que muestra potencial de poder ser más interesante y, sin embargo, se queda en lo genérico. Conclusión: Aunque muestra potencial El Futuro Que Viene se siente quebrada en tres, contando tres fragmentos de una historia que no termina de explotar ni por partes ni en conjunto.
Lienzo a medias. Detrás de la obra de arte hay siempre un proceso que lleva hasta ese resultado final, que concentra la historia del artista hasta ese punto en la historia del que nace la obra. En las artes plásticas usualmente es un proceso individual y personal, sin intermediarios ni negociaciones; pero en 2011 Luis Felipe “Yuyo” Noé y Eduardo Stupía presentaron más de medio centenar de obras realizadas “a 4 manos” en la muestra que llevó por título ¡Me arruinaste el dibujo! Las obras producidas especialmente para esa exhibición tenían la particularidad de ser trabajadas en conjunto por ambos artistas, algunas veces por turnos pero otras veces simultáneo y fueron el disparador para que un equipo formado por estudiantes y docentes de la Maestría en Periodismo Documental de la Universidad Nacional de Tres de Febrero se decidiera a investigar y registrar el proceso creativo que implica la experiencia de compartir una obra como esa. Este documental registra entrevistas a los artistas durante el montaje de la muestra y el proceso de producción de una obra en conjunto, pero también amplía el espectro para incluir una experiencia similar llevada adelante años después por otra dupla integrada por Guillermo Roux y Carlos Alonso, quienes con un estilo bastante diferente al otro dúo se enviaron durante meses mitades de dibujos para que el otro los complete. Dos no hacen uno: Como suele pasar en el género documental, A 4 Manos pide cierto conocimiento previo sobre dibujo y pintura en general, pero sobre todo sobre los artistas en particular. Las entrevistas que develan las intimidades del proceso creativo tanto de estas obras como de otras emblemáticas de su carrera aluden siempre a fragmentos de información justificadamente ausentes; después de todo no es un intento de explorar sus carreras enteras sino uno de sus momentos más recientes. Sin embargo se las ingenia para lograr sostener algo de interés incluso para los legos en la materia, llevando a los entrevistados a cuestiones más generales sobre sus respectivas visiones sobre el arte y el rol que debe ocupar en una sociedad. Lo logra a fuerza de un montaje ágil que no se demora de más en cuestiones demasiado teóricas pero que sin embargo no logra esconder la clara división que existe entre las dos mitades del documental que puebla cada dupla, con tonos y ritmos visiblemente diferentes que van más allá de las claras diferencias de estilo y personalidades entre las duplas de artistas; mientras dos de ellos dan muestras de su profundidad teórica y filosófica, el otro dúo asume un estilo mucho más coloquial y didáctico, presentando su obra al público a la vez que muestra los hilos de su producción con otro candor, por lo que el documental muestra algunas dificultades para congeniar todas sus partes. Conclusión: Enfocado a un público muy específico que ya conoce a los artistas y su obra, A 4 Manos puede generar también algo de interés en aficionados ocasionales a las artes plásticas
La Biblia del Poeta y la Madrecrítica de ¡madre! En el medio de la nada, una mansión victoriana a medio terminar. Dentro de ella, un famoso poeta incapaz de seguir escribiendo es amorosamente acompañado por su joven esposa, quien a la vez se dedica a reconstruir la antigua vivienda después de que un gran incendio la destruyera antes de conocerlo. Su tranquila vida es interrumpida una noche por un hombre que golpea la puerta buscando un lugar donde quedarse: se hace rápidamente amigo del poeta, para descontento de su esposa. Con el mismo rechazo recibe al resto de la familia del hombre, que durante los días siguientes se le instalan sin mucha contemplación, no solo invadiéndola sino ignorando por completo sus deseos o pedidos. Todo parece volver a su cauce cuando finalmente logra deshacerse de los intrusos, quedar embarazada y ayudar a que el poeta vuelva a crear. Pero cuando su nuevo libro se publica sólo sirve para atraer a nuevos invasores. Insatisfacción y creación: Si la descripción inicial parece algo confusa es en parte porque los personajes no tienen nombres que los identifiquen, aunque si al salir todos hicieran una lista seguramente habría muchas similitudes entre ellos, porque el simbolismo es fuerte y presente en cada gesto. Como en cualquier rompecabezas, después de que las primeras piezas encuentran su lugar van delatando en cadena la posición de las otras. Hay mucho para hablar de la trama de ¡Madre! pero muy poco que se pueda contar sin develar algo que sería mejor no saber de antemano. Sin embargo, hay algo que merece la pena anticipar: a pesar de lo que parece prometer el trailer no estamos frente a una película de terror, e ir esperando sentarse con un balde de pochoclos a entretenerse con una mansión embrujada o un asesino serial, es una decepción segura. La película empieza un poco por ese lado, aunque pronto demuestra que solo le interesa quedarse con el clima de tensión de ese género: el susto no figura en sus planes por más que explota componentes sobrenaturales para sostenerse. La trama comienza apacible y va subiendo de ritmo hasta volverse un bombardeo a medida que más gente entra a esa casa, algo que podría interpretarse como otro de los tantos símbolos que nos tira por la cabeza. Religión, ambientalismo, fama, egocentrismo. Son las referencias y metáforas las que empujan hacia adelante la narrativa, pidiéndonos el esfuerzo de mantener la atención sobre lo que está sucediendo al mismo tiempo que seguimos intentando descifrar lo que pasó un instante antes, desenmarañando el surrealismo que se vuelve progresivamente más intenso. Todo lo que vemos pasa por el filtro de los ojos de la abrumada protagonista. Jennifer Lawrence no sale nunca de cámara, con un desafío actoral que -prejuzgando- estaría fuera de su alcance, pero del que sale bastante airosa, aunque quizás la cara de pánico y confusión constante no fuera actuada. Con menos tiempo en pantalla son más intensos los trabajos de los personajes que la rodean, como el ambivalente Poeta (Javier Bardem) que dice amarla, y los primeros intrusos (Michelle Pfeiffer y Ed Harris) que se dedican a sacarla de balance con su actitud de ser los únicos que entienden lo que está pasando. Aronofsky se preocupa de que nos sintamos tan confundidos como la protagonista, incluso moviendo la cámara en círculos tan rápidos que replica en nosotros el malestar que ella siente en determinados momentos. No le alcanza con mostrar una historia que apenas explica y que todos los demás dicen entender, parece querer provocar una reacción física en el público. Y ese es el principal punto sobre ¡Madre! Es una película compleja pero tampoco indescifrable, y si alguien se perdió en el camino la última escena debería alcanzar para que pueda desandarlo y entender el resto. Hace falta entender aunque sea una parte para poder disfrutarla, pero entenderla no implica disfrutarla. Es claro que el director quiere tomar riesgos que incomoden y apuntar a una respuesta emocional además de una intelectual. Junto al bombardeo de imágenes simbólicas que nos pide descifrar pretende una reacción más visceral, que de ser posible ofenda o disguste, y eso es algo para lo que no hay tantas reglas objetivas. Seguramente habrá parte del público que se pierda en la trama y no le guste, también habrá una parte que aun entendiendo de lo que se está hablando tampoco va a gustarle, porque no es una cuestión de ser más inteligentes o cultos sino de correr el riesgo. Conclusión: Es difícil recomendar ¡Madre! al público masivo. No solo por su trama compleja o su fuerte contenido, sino porque no alcanza con entenderla: la película además pretende generar una conexión emocional que no a todos les interesará lograr.
Una Gaviota Lejos del Mar. Durante el corto viaje que dura la película, el verborrágico vendedor y su parca acompañante son la dupla clásica de muchas historias de ruta donde cada personaje tiene algo que aprender del otro, aunque sea de forma involuntaria. Pero en el fondo lo que necesita Teresa no es alguien que le transmita una enseñanza, solo alguien que la distraiga lo suficiente de sus autoimpuestos deberes como para replantearse dónde está parada. Ve con nostalgia la vida que abandona, con ese hijo que amó y cuidó como si fuera propio pero que nunca lo sería, pero la mayor parte de sus sentimientos y motivaciones se las guarda para ella sola. Es una trama donde todo lo que se espera que suceda, sucede; sin dejar mucho rastro en el camino, ni construir personajes o una historia mayor que el poco tiempo que dura la demora de Teresa antes de volver a su ruta, quizás un poco cambiada por motivos que -igual que sus problemas- se guarda más que nada para si misma. Teresa no tiene mucha más alternativa que acompañarlo, aunque en el fondo tampoco tiene grandes deseos de completar su viaje. Poco a poco conoceremos de dónde viene y a dónde va, dejándose llevar por una vida al servicio de otros y poco margen para los deseos o sueños propios. Botellas al sol: Con el desierto sanjuanino casi como única escenografía, La Novia del Desierto tiene una puesta en escena austera que potencia la soledad y aislamiento de los que habla la historia, aunque no hace alarde de la belleza natural de la zona y prefiere enfocarse más en los silencios de su protagonista. Conclusión: La Novia del Desierto es una película correcta, con una historia muy simple que no deja mucho para resaltar. Apuesta por la intimidad y la introspección, forzándote a tratar de entender lo que sucede en la mente de un personaje que se resiste a exteriorizarse.
Por un puñado de pesos. Desde antes de llegar a la ciudad, ella no conoció otra vida. De hecho, había logrado cierto progreso e independencia compartiendo departamento con una colega y amiga que la ayuda cuidando a su pequeño hijo mientras trabaja. Pero la prostitución no está entre las ocupaciones mejor vistas por la municipalidad, y un operativo en el departamento la deja en la calle, sin dinero y con su amiga presa. Desesperada y sin más alternativa, acude a una pariente por la que no sobra el amor mutuo, que ablandada por el bebé acepta darle refugio hasta que logre rearmar su vida. Pero Alanis no tiene interés en cambiar de camino como ella pretende, solo quiere un poco de paz hasta liberar a su amiga y recuperar su vida anterior. Todo por un hijo: La trama es tan simple y directa como suena. No pretende desviar la atención ni sorprender, porque le importa menos la historia que la forma de contarla, buscando que generemos empatía con sus personajes sin necesitar conocer cada detalle de su vida. Para eso nos muestra su cotidianeidad -con sus desprolijidades y tiempos muertos- en una versión refinada de esa etapa más pretenciosa del cine nacional de hace una década, que se contentaba con mostrar la marginalidad como un paseo por el zoológico. Berneri evita abordar el tema desde sus extremos, por lo que su protagonista no vive la trata ni el glamour VIP de joyas y fiestas: es solo una joven al borde de la subsistencia, sin el tiempo ni los recursos como para replantearse hasta dónde las decisiones que toma son realmente libres, tocando tangencialmente el viejo debate de regulación contra abolición. Todo el peso dramático recae sobre Sofía Gala Castiglione, pero aunque el protagónico está bien ejecutado y no se comparte, hay que decir que la siguiente generación ya le hace algo de sombra. Aunque apenas camina y balbucea algunas palabras, es muy llamativa la soltura y carisma del pequeño Dante, explotadas con habilidad por su madre en muchas escenas que se notan improvisadas. La vida y la profesión de Alanis no es fácil ni elegante, algo que la directora muestra con crudeza a cada paso sin caer en la facilidad de juzgarla a ella o sus decisiones. Con ambientaciones y fotografía correctas que apuntan al realismo, el único lujo visual que se permite es cierto abuso de los reflejos: si bien contribuyen a crear un clima claustrofóbico, pierden fuerza en la repetición. Con una mirada despojada es capaz de naturalizar el cuerpo desnudo y plantear la que debe ser una de las escenas de sexo más intencionalmente antieróticas del cine nacional, con la astucia de saber cortar la incomodidad con humor antes de que se vuelva insoportable, pero no tan temprano como para que pase de largo. Conclusion: Alanis es una historia cruda y algo incómoda que con buena narración e interpretaciones no pretende juzgar a sus personajes, sino exponer su realidad al borde de la marginalidad.
El rugbier y el cazador. Ni siquiera él parece entender los verdaderos motivos de esa pelea con que empieza la historia, cuando todavía no sabemos nada sobre Nahuel ni por qué debe cambiar su acomodada vida en Buenos Aires por una mucho más rústica en Neuquén, en casa de su padre biológico que es guía de caza para turistas. Él está en ese momento de la adolescencia en que ningún adulto hace las cosas bien, algo que no se contiene en expresar con violencia física y verbal en cuanto tiene la oportunidad. Odia al padre que lo abandonó siendo un bebé, pero también odia al padre que lo abandona ahora que su madre ha muerto, forzando a una nueva vida por la que no sólo no tiene interés, sino que parece detestar desde las entrañas. El hombre que lo recibe tampoco le facilita las cosas: con una nueva familia armada y un carácter bastante diferente al del entorno en que Nahuel se crió, él mismo se ve tan desconcertado o fuera de lugar como el adolescente. Después de unos primeros días donde todo se le va de las manos parece tan dispuesto a rendirse como Nahuel; pero no huye de ese rol que no tiene idea cómo ejercer, sino que le pone todo el empeño para hacer lo mejor que pueda, por más que le duela en lo más profundo. El silencio que habla: La historia de Temporada de Caza no es compleja aunque tiene el acierto de ir revelando la información en pequeñas dosis y casi nunca de forma directa, sino insinuada a través de acciones que a primera vista pueden parecer desconectadas. Siempre guiada por la mirada de Nahuel (Lautaro Bettoni) algunas piezas de la historia van cayendo en su lugar recién cuando él está listo para asimilarlas, completando de a poco nuestro panorama y dando contexto a esos arrebatos de furia que en un principio lo presentan tan odioso. Al ir recibiendo los detalles de su pasado, que fueron construyendo todo ese enojo que carga encima, lo entendemos mejor. Algo similar ocurre con Ernesto (Germán Palacios) y sus potentes silencios que hablan por él, contando sus verdaderos motivos para alejarse del hijo que eligió no criar. Al ser el eje de la historia justamente dos personajes que tienen problemas para comunicarse, resulta fundamental el trabajo de los intérpretes para lograr transmitir lo que no pueden decir: en ambos casos lo logran con mucho éxito. Está el agregado de unas pocas apariciones de Boy Olmi como el padre porteño de Nahuel, que no por secundario deja de llamar la atención con su habilidad de hablar con los ojos. Quizás el punto más criticable de esa trama es justamente cuando se desvía para mostrar a Nahuel en su entorno adolescente, formando un nuevo grupo de amigos con el que empujar los límites que les imponen los grandes. Aunque esas escenas ayudan a construir un entorno verosímil, no aportan casi nada a la trama ni la construcción de personajes, y reciben más tiempo del que merecen o necesitan. Además de desentonar con el tono del resto de la película, provocan una caída en el ritmo narrativo que de otra forma sería parejo y correcto en toda su extensión. Desde el lado visual, toma el riesgo de mostrar el paisaje turístico con una belleza desromantizada, marcando la dureza que esa vida tiene en comparación a las comodidades acostumbradas por el protagonista. El frío y la incomodidad son casi corpóreos, parte del ambiente y de la historia, especialmente en las escenas nocturnas donde el negro vacío se siente opresivo a los ojos citadinos para quienes la oscuridad exterior es apenas una forma de decir. Con una buena propuesta de fotografía y ambientación logra salirse del spot turístico en que muchas veces cae nuestro cine cuando muestra un lugar como ese bosque o lago. Conclusión: Intensa, emotiva y con buen ritmo, Temporada de Caza es ejemplo de buen balance entre guión e interpretación, pero sobre todo de una narración que usa la imagen para contar sin sobreexplicar
Un muerte ordenada. Alcanza con verlo a la cara para sospecharlo: Ove es un hombre hosco y malhumorado. También es suficiente con ver un par de sus actitudes para confirmar que es en extremo rígido. No necesariamente una mala persona, sino simplemente alguien muy preocupado por las reglas y el orden al que deben someterse todos los habitantes del pequeño barrio cerrado donde vive hace décadas. Aunque ella murió, Ove tuvo un gran amor que supo definir toda su existencia, por lo que cuando por sorpresa lo jubilan del trabajo al que dedicó su vida no hace ningún escándalo. Es la señal que estaba esperando, ya nada lo detiene de este lado y es tiempo de ir a reunirse con su esposa. Pone sus cosas en orden, viste su mejor traje y se prepara para suicidarse: pero es interrumpido por el escándalo de unos nuevos vecinos. Cada intento fallido de terminar con su vida viene acompañado por nuevos recuerdos, pero revivir cada pérdida que tuvo que sobrellevar lo ayuda poco a poco a hacer las paces y encontrar nuevos motivos para vivir; ayudado por una nueva vecina que como no conoce su historia se atreve a cuestionarlo sin cuidarse de tocar los temas espinosos que otros vecinos eluden. Una basurita en el ojo: Desde la sinopsis, la historia de Un Hombre Llamado Ove es una que ya fue abordada montones de veces en el cine. Su rasgo particular es que no pretende ninguna grandilocuencia, Ove no va a cambiar rotundamente la personalidad que tuvo toda la vida ni va a salir a combatir pandilleros en un Torino. Él sólo quiere que el mundo lo deje en paz, porque lo único que le interesaba del afuera ya no está ahí y no tiene idea de cómo lidiar con ese dolor. Cada flashback nos pone al tanto de la acumulación de eventos que le dieron forma al Ove actual. No es el personaje quien cambia a lo largo de la historia, sino que ocurre con nuestra forma de entenderlo, pues detrás de esa primera impresión odiosa hay en realidad un buen hombre que no sabe cómo expresar o manejar lo que le pasa. Casi todo en esta película tiene un tono costumbrista y medido, sin giros imprevistos ni búsquedas visuales complejas. Cada evento que sucede se ve venir de lejos, pero no importa demasiado porque el foco está siempre puesto más en el carisma de sus protagonistas que en sus acciones. Hasta el humor tiene el buen tino de ser bastante sutil, y aparecer en los momentos apropiados para que no desentonen con el clima general y la intención principal, que no es contar una historia rebuscada sino emocionar a su público. Conclusión: Una buena dosis de drama emotivo, cortado con toques de comedia, Un Hombre Llamado Ove no presenta nada novedoso pero entrega todo lo que promete.