La París del Plata Una periodista francesa que se niega a mostrar su rostro y se hace llamar Suzanne, comienza su relato en cámara. Cree estar en peligro y necesita dejar registro de su trabajo de investigación desde el fatídico viaje hacia Buenos Aires del que se arrepentiría apenas días más tarde. El detonante de su historia es un misterioso hombre que le escribe desde Argentina, afirmando que no es accidente que varios edificios de Buenos Aires se vean idénticos a otros parisinos: la fuente afirma tener pruebas de la existencia de una Logia secreta que, a principios de siglo veinte, se embarcó en la misión de convertir a la ciudad en una copia de la anhelada París. La periodista viaja a sudamérica para entrevistarlo. Pero Dressler -su informante- no acude a la cita, y durante los días posteriores solo se comunica con ella por crípticos mensajes que la ponen en la pista de Los Corroboradores, una organización secreta formada por miembros de la élite porteña para moldear la ciudad y la sociedad según los principios europeos que admiraban. La periodista emprende la búsqueda de datos que le permitan confirmar una historia que bien podría venir de la mente afiebrada de un demente; tras entrevistar a varios expertos en historia y arte, se obsesiona por desentrañar la verdad detrás del mito. Esto da origen a una doble investigación, por un lado para conseguir la información que le fue prometida pero nunca entregada, y en paralelo para descubrir si Dressler está demente o realmente se topó con una conspiración organizada desde lo más alto del poder político. Buenos Aires no existe Tomando como partida un hecho innegable como es el gran parecido que existe entre algunos ejemplos de la arquitectura porteña de principios del siglo veinte con varios edificios parisinos, el director Luis Bernardez entrelaza documental y ficción para hacernos dudar dónde termina lo verídico y dónde comienza su imaginación. Como afirma uno de los entrevistados, no hay indicios para confirmar que la transformación que sufrió la ciudad a finales del siglo diecinueve fuera parte de un plan maestro, pero suspendiendo la incredulidad por un instante, tampoco suena completamente absurdo. Además, hace a una mejor historia que la simple tilinguería de un puñado de familias rápidamente enriquecidas y con aspiraciones aristocráticas que no podían sostener. La primera parte del relato de Los Corroboradores abunda en datos sobre la historia política y artística argentina, algo que puede dejar un poco afuera a la parte del público menos interesada en esas cuestiones. A medida que avanza la película y profundiza en las elucubraciones sobre la supuesta Logia Secreta, se acelera el ritmo y abandona un poco el tono documental hacia algo más cercano al thriller, con un humor bastante sutil que levanta la apuesta cuando parece que ya alcanzó su tope de absurdo, y enigmas de base histórica que bien podrían ser primos lejanos y tercermundistas de los que resuelve Robert Langdon en su saga. El montaje y la recopilación de material histórico real son casi todo para Los Corroboradores, dos trabajos realizados de forma más que digna y que logran su misión de mezclar lo real con lo ficticio de forma creíble. Todo el resto acompaña: fotografía, actuaciones y propuesta estética no destacan para bien ni para mal, son solo el soporte para lo otro. Conclusión Con una propuesta narrativa atípica y una forma amena de contar (que sabe cuándo no debe tomarse tan en serio), Los Corroboradores es una interesante mezcla de géneros que aunque por momentos parece estirada más de lo que necesita, sigue entreteniendo.
¿Por qué no? La típica familia con una hija adolescente conflictiva emprende un viaje para llevarla a su nueva escuela, donde esperan que la encarrilen. En el camino planean hacer una parada para visitar unos parientes que viven en las cercanías de un lago, trabajando con los turistas que llegan en temporada Tampoco queda mucho de los tíos mayores que ya recibieron la visita de los tres enmascarados, pero ese detalle les es ocultado para lograr que se acomoden y relajen en uno de los trailers que sirven de alojamiento. Sin embargo, la noche no avanza mucho antes de descubrir que no están tan solos como creen: una joven escudada en la penumbra golpea a su puerta buscando a Tamara, poniendo algo nerviosa a la familia pero no lo suficiente como para permitirle a los dos menores que salgan a deambular en la noche, llegando al descubrimiento casi fortuito del destino real de sus anfitriones y la revelación de que fueron engañados para alojarse en ese lugar. Separados e incomunicados, se inicia una cacería en la que son presa de un grupo de asesinos enmascarados que los acecha solo por diversión. ¡Correte, boluda! Después de un arranque bastante largo y aletargado donde se toman el tiempo para presentar personajes sin mucho para mostrar, comienza la trama real de Los Extraños: Cacería Nocturna. Tal como en la primera película, los atacantes no tienen historia ni mayor motivación que buscar placer y diversión asesinando gente al azar, solo porque pueden hacerlo. Mientras nosotros nos agarramos la cabeza porque la cantadísima final girl huye en línea recta por el medio de la calle ante un perseguidor que pretende atropellarla, ellos disfrutan aterrando a sus víctimas antes de matarlas sacandole provecho al estar en un sitio aislado en vez de confinar su juego al interior de una vivienda como la primera vez. Con el detalle extra de que aún con sus rostros completamente ocultos suelen ser más expresivos que sus víctimas, quienes siguen las reglas del género de las actuaciones ridículas y la toma de malas decisiones, logrando al menos sacar un par de risas. Curiosamente, Los Extraños: Cacería Nocturna no asusta ni divierte, pero tiene unas pretensiones estéticas que no suelen verse en el género. Hace uso de la iluminación, el color, y el sonido para generar un clima algo nostálgico; es lo único que le suma un poco de interés a un slasher muy de manual, en el mal sentido del término. No hay sorpresas, no hay suspenso ni sustos. Ni siquiera la incomprobable y poco creíble pretensión de estar basada en hechos reales colabora para que nos importe lo que va a suceder en la escena siguiente, en sintonía con una camada de películas de terror que por algún motivo llegan a nuestros cines aunque con suerte podrían ir directo a DVD. Conclusión En una secuela innecesaria más, que ni siquiera parece tratarse de lo mismo, Los Extraños: Cacería Nocturna no asusta pero al menos por momentos divierte, aunque (como ocurre bastante en el género) nunca queda del todo claro si era la intención que tenían en mente.
Spring Breakers Un grupo de jóvenes se toman las que van a ser sus últimas vacaciones de libertad antes de tener que convertirse en adultos y -como suele ser el arquetipo de spring breakers en el cine- lo hacen viajando a México para emborracharse y divertirse durante una semana. La última noche antes de regresar a su rutina (que tampoco parece ser muy extenuante), conocen en un bar a otro muchacho que les propone conocer un lugar nuevo. Sin dar muchos detalles los guía hasta una Misión cristiana abandonada en el medio del monte, donde después de explorar un poco las ruinas los convence de jugar Verdad o Reto. Como los personajes de las películas de terror parecen nunca haber visto ese tipo de cine, aceptan y por turnos se van desafiando unos a otros, hasta que al final de la ronda, el que los llevó hasta allí confiesa que el juego es mucho más siniestro de lo que parece: desde que aceptaron participar están obligados a jugar bajo pena de muerte y solo los llevó hasta allí para hacer más larga la ronda antes de que vuelva a ser su turno. Desde entonces el juego los sigue a todos lados, reclamando que cada participante elija Verdad o Reto y matando a los que se nieguen a jugar o fallen el desafío. Dan ganas de mentir y que termine En general los trailers toman un par de escenas vistosas para mezclarlas e insinuar de lo que se trata la película sin ser muy específicos ni revelar de más, pero el de Verdad o Reto en un minuto resume toda la primera mitad de la película, incluso en el mismo orden que finalmente tiene. A primera vista la trama parece de una simpleza casi caricaturesca y poblada de personajes estereotipados sin ninguna faceta que los vuelva interesantes o carismáticos. Pero mirando con un poco más de profundidad, comprobamos que una caricatura al menos puede tener gracia en su chatura si no se toma a sí misma en serio. Ni siquiera hace falta ser un conocedor del género de terror para que los diálogos y situaciones sean fácilmente anticipables, todo sucede como se espera que lo haga según el manual. No construye tensión, no genera miedo y ni siquiera un recurso tan gastado como los intentos de sobresalto funcionan como pretenden de tan previsibles que resultan. Rara vez este tipo de películas merece que se mencione su propuesta visual o las actuaciones de sus intérpretes, y por supuesto que no estamos ante una excepción. Además de ser visualmente intrascendente, los personajes son tan acartonados como los obliga un guion que al menos parece esforzarse en tener diversidad de estereotipos en su elenco. Conclusión Muy de manual en el peor sentido, Verdad o Reto no asusta ni divierte. Cada paso de la trama es previsible al extremo y se arrastra de un lugar común a otro haciendo que parezca que pasamos tres horas en la butaca.
Corridos por el agua La codicia suele sacar a la superficie lo peor de la gente, enfrentando a quienes fueron amigos hasta un momento antes de conocer la riqueza. Pero los buscadores de la plata yvyguy, tesoros que según la leyenda popular fueron enterrados durante la guerra de la triple alianza en distintos puntos del Paraguay, saben bien que deben dejar esos sentimientos impuros de lado si quieren tener éxito: los espíritus protectores les quitarán el tesoro si los desentierran con malas intenciones. Poco conoce Manu de estas cosas. Está más preocupado por repartir diarios en bicicleta y ayudar a su familia, con la que vive en un barrio humilde amenazado constantemente por las inundaciones. La primera vez que toma real contacto con la leyenda es al recibir un viejo libro de historia de su abuelo, donde encuentra un antiguo mapa de las épocas en que él mismo era uno de los buscadores de la plata yvyguy. Siguiendo algunas anotaciones del libro, Manu y su amigo se convencen de que el mapa es real y que el abuelo estaba siguiendo una pista sólida que los puede llevar hasta un tesoro enterrado y así sacar a su familia de la delicada situación en que están. Un tercer vecino con pasado de buscador los ayuda a interpretar el mapa, revelándoles que en realidad es solo una de las mitades necesarias para encontrar el tesoro. Los buscadores emprenden entonces la aventura de rastrear las pistas que faltan para finalmente lograr acceder al sitio marcado, una tarea que resulta ser mucho más complicada de lo que podría parecer de antemano, sin poder evitar llamar la atención de nuevos aliados pero también de nuevos enemigos que pretenden arrebatarles el tesoro. Folklore, aventura y humor Está claro que la primera meta de los directores de Los Buscadores es el entretenimiento, algo que logran con bastante éxito a fuerza de un guión ágil y sin más pretensiones que las justas, al que se le perdonan algunos agujeros menores o que recurra a demasiadas coincidencias para avanzar por donde quiere; pues aunque toca de costado algunas cuestiones sociales, lo hace de forma divertida y nada solemne. Los personajes no necesitan de grandes dobleces para generar empatía, sus motivaciones son siempre simples pero también claras y creíbles; son las pequeñas contribuciones las que le dan cuerpo a una trama a la que le costaría sostenerse si sólo tuviera que apoyarse en sus protagonistas principales. El buen balance de las apariciones de esos personajes accesorios, que siempre tienen una razón para estar en la trama, ayuda a darle buen ritmo a una película que podrá no deslumbrar desde lo técnico pero que al menos tampoco llama la atención de forma negativa. Conclusión Los Buscadores es una efectiva comedia de aventuras que entretiene con un humor bastante inocente, una trama simple que se desarrolla con dinamismo, y personajes con mucho carisma.
Papá no está de viaje La noticia de la muerte de su padre le llega tarde y fragmentada a Alberto. Lleva tiempo alejado de su familia, en parte por vivir en la capital trabajando como jardinero pero más que nada por haberse convertido a la fe evangélica, algo que lo pone en conflicto con las costumbres semi paganas dentro de las que fue criado y que su familia aun practica. Cuando finalmente regresa a su pueblo esperando participar del funeral, se entera que su padre lleva un mes muerto y que fue asesinado por un teniente local que oficia al mismo tiempo de usurero. A su llegada se encuentra con dos situaciones de las que no quiere formar parte; por un lado la familia se prepara para iniciar una semana de rezos y rituales para despedir al difunto y, por el otro, su hermana espera que él cumpla con su rol dentro de la familia y se encargue de vengar la muerte del padre. Limitado por su nueva fe y por una relación bastante menos que ideal con su padre, Alberto deberá decidir si se mantiene fiel a sus nuevos principios o cede ante la presión de su entorno. Los Rezos La mirada que hace Cocote del entorno en que se sitúa está regida por dos ejes principales: el misticismo y el descreimiento por las instituciones completamente podridas por la corrupción; son dos temas de los que Alberto parece haberse distanciado viviendo en la capital, trabajando para una familia acomodada, y que le plantean un fuerte conflicto al regresar, aunque no quede del todo explícito cómo lo afecta ni cómo se decide a resolverlo. Sin una trama compleja que relatar, la historia parece ser lo que sucede entre los segmentos donde el director se dedica a mostrar repetidamente los paisajes naturales y extensos rituales religiosos que se llevan adelante para despedir al difunto, sin desarrollar como prometía los conflictos internos de su protagonista, quien eventualmente decide un camino de acción sin dejar grandes fundamentos de sus motivos para hacerlo. Conclusión Aunque con algunos conceptos interesantes, Cotote se vuelve redundante mostrando varias versiones de lo mismo, tanto que su narración se vuelve lenta y aburrida.
Empapelando ciudades Dos generaciones de artistas se reúnen para hacer un doble proyecto. Por un lado tenemos al joven artista plástico y fotógrafo JR, que acostumbra realizar intervenciones urbanas en cada ciudad que visita; por el otro a una veterana fotógrafa y directora audiovisual que se jacta de haber logrado en su juventud que Jean-Luc Godard se quitara sus permanentes lentes oscuros para uno de sus cortometrajes. Juntos organizan un viaje por los pueblos del interior francés en la camioneta modificada de JR, preparada con un cubículo de fotos y una impresora que le permite ir pegando gigantografías de personajes locales en las paredes de cada sitio que visitan. Al mismo tiempo, Agnès Varda pretende documentar en video sus viajes y actividades para hacer una película que escapa de a ratos de los límites del documental, permitiéndose embellecer con toques de ficción algunas de las secuencias, especialmente las cariñosas charlas que mantiene con quien podría ser su nieto. No hay pretensiones de análisis profundo del mundo del arte en Visages Villages, de hecho buena parte del discurso de ambos consiste justamente en bajar el arte para que llegue a la gente común, invitándolos a participar como protagonistas de cada una de sus intervenciones. Su meta principal es conocer gente al azar que por algún motivo les resulte interesante, conocer algo de sus vidas y mostrarlo para que la rutina del pueblo sea un poquito mejor por lo menos durante los días que duren las imágenes. En la previa vemos sus intercambios de ideas y el proceso de materialización de esas imágenes, mientras que entre intervenciones se toman unos minutos para sentarse en algún sitio que les genere un estímulo emocional para compartir opiniones no sólo sobre el arte en sí: también sobre las formas creativas que tienen de ver cosas comunes del mundo que otra gente deja pasar sin darle mayor importancia. En cierto punto las intervenciones pasan a un segundo plano y se convierten en una excusa para los verdaderos puntos altos de la película: las charlas entre sus dos artífices, el vínculo de amistad cariñosa que cuesta creer que sea fingido. La buena química entre ambos, el humor afectuoso con el que se tratan, logran mantener el interés a lo largo de un film que está al borde de caerse del género documental, y que se preocupa más en transmitir las emociones que produce la generación de arte que el arte en sí mismo. Con sencillez de recursos apelan a la emoción y consiguen arrastrar a pueblos enteros en sus proyectos. Conclusión Aunque entretiene y sus dos protagonistas generan empatía, el contenido documental de Visages Villages parece agotarse pronto y volverse algo repetitivo o poco desarrollado. Ante esto, presta más atención a los artistas que a su obra, pero a ninguno con demasiada profundidad.
Una Semana en la vida de De día y para el afuera Robertina es una estrella exitosa, una actriz que convierte en oro cualquier guion que toca, al punto que los productores le dan carta libre y le financian obras sin verlas. Para el adentro, está tan ansiosa y en un estado de miedo constante que no puede dormir, pasando buena parte de la noche con la mira fija en el velador y entrando en pánico si se corta la electricidad en el barrio. Las circunstancias del día a día se la llevan por delante y le cambian el rumbo, distrayéndola de sus metas. O quizás eso es justo lo que quiere, una excusa para no hacer lo que tiene pero no desea hacer. La enfermedad de un amigo muy querido que vive en el exterior y con el que está algo distanciada, es motivo más que suficiente para dejar colgado el unipersonal que prepara y viajar a su encuentro. Mejor llamo al auspiciante Como tomó la costumbre parte del cine nacional, La Reina del Miedo es más que nada un fragmento de vida de un personaje que no abandona nunca el plano, con un inicio y final de selección un tanto caprichosos. Es cierto, la protagonista tiene un conflicto que no sabe cómo resolver, pero no sabemos mucho más que algunas insinuaciones sobre cómo llegó hasta allí ni de cómo va a seguir. Lo importante es el mientras tanto. El resto queda a discreción del público, porque en el fondo es más que nada un ejercicio de actuación con el que lucirse. El centro de todo es Robertina; un personaje odioso por diseño, encerrada en su burbuja autocomplaciente. Por más que sus problemas sean menores, siempre encuentra excusas para ser la víctima y el centro de todo. Es difícil empatizar con su suerte, ni siquiera para desear que las cosas le salgan mal. Ese lugar lo ocupa su amigo interpretado por Diego Velázquez (Kryptonita), quien con mucho menos histrionismo logra conectar y transmitir la emoción que necesita. Las escenas más interesantes de La Reina del Miedo son justamente donde el protagonismo es compartido y se hacen contrapeso, poniéndole algo de humanidad a la frialdad y humor incómodo que rodea a la protagonista el resto del tiempo. La puesta en escena es todo lo prolija que se le puede exigir a una película con esos nombres figurando en la producción, incluso atreviéndose a salir un poco de lo tradicional al hablar desde la imagen. Todo lo claustrofóbicas que pueden sentirse las escenas en Buenos Aires se relajan en Dinamarca, a juego con Robertina. Eso no impide que caigan en una de las costumbres más irritantes del cine de industria local: exactamente lo primero que vemos es una escena dedicada al product placement más burdo, nombrando al hilo cinco veces a la marca del patrocinador, antes de hacer aparecer a varios empleados enfundados en su uniforme. Y por si no quedó claro, llegando al final lo volvemos a nombrar un par de veces aunque no la escena mucho no lo justifique. Conclusión De trama inconsistente, ritmo cansino, y teniendo siempre en cámara a un personaje bastante odioso con el que es difícil empatizar, La Reina del Miedo no parece quedar a la altura de sus propias pretensiones. Más allá de algunos destellos, cuesta mantenerle la atención.
Vuelven desde el océano Diez años pasaron desde que Stacker Pentecost sacrificara su vida para bloquear el acceso de los invasores que buscaban acabar con la vida humana, dando un aparente fin a la guerra contra los invasores. Pero aunque la humanidad comenzó la reconstrucción sigue latente el posible regreso de los Precursores, como decidieron llamar a la raza alienígena que diseñó y envió a los Kaiju a través de la brecha interdimensional en el fondo del Pacífico. Mako Mori, hija adoptiva de Stacker y piloto de combate, es ahora una figura prominente de la Pan Pacific Defense Corps, organización que continúa patrullando las costas con Jaegers y entrenando nuevos pilotos, pretendiendo estar preparados para un nuevo ataque. Su hermano Jake Pentecost, sin embargo, prefirió darse una vida de excesos y diversión financiada por su lucrativo talento para el robo de tecnología Jaeger y su venta en el mercado negro. Es durante uno de estos robos que entra en contacto con Amara Namani, una huérfana que vive en las calles pero que de todos modos se las arregló para construir su propio Jaeger en miniatura con piezas de chatarra. Ambos son reclutados forzadamente para unirse al programa poco antes de que la guerra regrese como nadie se esperaba, de la mano de un poderso Jaeger rebelde salido del mar. De manual Hay secuelas que se notan desarrolladas con la calculadora en la mano y Titanes del Pacífico: La insurrección es una de ellas. La historia que propone es, además de innecesaria, totalmente genérica y de manual. No solo con personajes que si bien al menos en su mayoría son nuevos, son los clásicos arquetipos del cine de acción sin algún agregado que los caracterice: también con una trama anticipable contada de forma contradictoria, planteando un misterio después de resolverlo. No es que se pretenda un guión rebuscado en esta clase de películas, pero sí al menos uno que sostenga el interés entre las escenas de robots y monstruos gigantes dándose tortazos, algo que en este caso se cumple a duras penas. Podría pasar como un detalle menor si pusieran menos el foco allí y se dedicaran solamente a armar coreografías de combate épicas repletas de referencias al cine japonés de monstruos gigantes; pero aunque las referencias están bien a la vista, la épica no tanto. Sin llegar a resultar aburrida, lo que sería su peor pecado, Titanes del Pacífico: La insurrección no logra salir de su chatura y todo parece sacado de otro lado. Juntando diálogos repletos de lugares comunes, combates sin personalidad y un uso del humor bastante fallido, el resultado es una película que hace pasar un buen rato y se olvida al dia siguiente. Conclusión Mas allá de algunas escenas de acción entretenidas, Titanes del Pacífico: La insurrección es una secuela muy chata y sin carisma que no aprovecha la potencialidad de su premisa.
Secretos en reunión Un grupo de viejos amigos tiene la costumbre de juntarse a cenar. Eligen como fecha para la más reciente, la noche en que habrá un eclipse de Luna que planean ver desde la terraza. El otro atractivo de la velada será la demorada presentación de la pareja del amigo solterón del grupo: eso tiene tan intrigado al resto que hasta hacen apuestas al respecto. Apenas comenzada la velada la charla los lleva hacia los borrosos límites de la privacidad en tiempos de celulares y redes sociales, por lo que una de las invitadas propone un juego a simple vista simple pero también bastante riesgoso: durante el tiempo que dure la cena todos los celulares deberán quedar sobre la mesa y cada llamada o mensaje que entre deberá ser automáticamente compartido con el resto. Poco a poco, parejas y amigos van exponiendo sus secretos mejor guardados, detonando conflictos y confirmando que hay una diferencia importante entre las personas que creían conocer y las que realmente tienen enfrente. Letra por letra Toda la estructura de Perfectos Desconocidos (2018) es la de una obra de teatro, no solo porque casi todo sucede confinado dentro de un única locación, sino porque depende completamente de un guion ajustado al milímetro y el talento actoral de sus intérpretes como fórmula del éxito. Cada palabra es exactamente la que se supone que digan los personajes, algo fácil de comprobar habiendo visto la versión italiana que Alex de la Iglesia se limitó simplemente a traducir con escaso margen para cambiar algo. Esto significa dos cosas: una es que nadie que haya visto la italiana tiene real motivación para ver la versión española, porque salvo por los últimos minutos es exactamente la misma película, casi al detalle. Y esos minutos que cambian el ya criticado final de la primera versión, no pretenden arreglarlo sino sólo hacerlo lo más explícito posible. Tampoco debería ir corriendo quien ande con ganas de ver alguna de las geniales comedias negras y absurdas que le dieron fama al director, su sello personal está completamente ausente de Perfectos Desconocidos y apenas asoma en pequeños instantes donde se permite agregar algo de violencia a las discusiones o resaltar cuestiones sobrenaturales que eran apenas insinuaciones en la película original. Hechas esas salvedades, es una comedia muy efectiva que entretiene a fuerza de buen ritmo y diálogos afilados que no dan descanso, tirando un chiste detrás de otro con foco en las infidelidades y los secretos que se guardan en matrimonios de muchos años. Conclusión Salvo para el público que ya vio la versión italiana y que no encontrará nada nuevo, Perfectos Desconocidos (2018) es una comedia interesante y divertida, tomando la precaución de tener en cuenta que no guarda ninguna relación con el humor característico de Alex de la Iglesia.
Crecer antes Va al colegio por la mañana y trabaja por la tarde en una veterinaria para ayudar en su casa, porque la madre está impedida de trabajar. Ely tiene 17 años cuando se entera que está embarazada y -aunque por dentro está desesperada- por fuera se empeña en mantener su rutina como si nada ocurriera. Con solo una amiga a quien poder confiarle lo que le sucede, decide inmediatamente que no puede continuar con ese embarazo, pero no sabe cómo debe proceder para interrumpirlo. Advertida por la médica que la atiende de que pretende hacer algo ilegal, investiga por su cuenta y planea con su amiga la mejor forma de llevarlo a cabo en secreto, al mismo tiempo que se esfuerza por mantener su vida en una sola pieza. Una historia que es muchas Bajo la mira de Pablo Giorgelli la historia de Ely es íntima y personal, pero a la vez representante de otras; su conflicto está lejos de ser extraordinario pero al mismo tiempo es muchas veces ignorado o escondido. No se discute si la decisión de interrumpir el embarazo es correcta porque no es lo más relevante: es algo que se dice de entrada para poder dedicar el resto de la trama a dejar en claro que, no importa lo que decida, Ely está sola para lidiar con las consecuencias. Cualquier camino que elija será difícil; no le sobra el tiempo para reflexionar ni los recursos para actuar, pero principalmente está sobrepasada por tener que hacerse cargo de situaciones que no deberían preocuparla. Visualmente es una película austera y correcta, con un estilo naturalista, no habla tanto desde la imagen sino que mantiene casi todo el tiempo a su protagonista en primer plano, lo que vuelve fundamental el trabajo de Mora Arenillas, la joven actriz que la interpreta. Nunca es fácil lograr que un personaje que habla muy poco transmita lo que le está pasando, y la justificación de algunas de sus acciones queda bastante a criterio del público, pero los puntos principales de sus conflictos internos se transmiten y es difícil no sentir empatía por ella. Conclusión Con una historia dura que le escapa al golpe bajo y actuaciones a la altura, Invisible es un potente drama que -aunque se estira un poco demás y pierde intensidad en sus últimas escenas- cumple con lo que promete.