El Cholo asciende. Pocos deportistas tienen apodos tan descriptivos como el boxeador panameño Roberto Durán, campeón mundial de cuatro categorías durante los setenta y ochenta. Hasta quienes no siguen el deporte escucharon hablar alguna vez de sus “Manos de Piedra” y está considerado como de los mejores peso ligero de la historia, pero su carrera de éxitos comenzó con un niño muy pobre en una Panamá convulsionada por fuertes conflictos políticos y económicos en la situación muy particular de tener soldados de una nación extranjera custodiando un territorio que ambos países consideraban como propio, generando las esperable asperezas entre ambas que eventualmente llegaron a enfrentamientos violentos. Esta película recorre justamente esos orígenes desde ser un niño que peleaba clandestinamente para poder llevarle algo de dinero a su madre a convertirse en el ídolo nacional capaz de enfrentarse al invasor en su propio terreno y derrotarlo. El Cholo engorda: La película retrata más que nada la juventud y ascenso de Roberto “Manos de Piedra” Durán, pasando de ser un deportista respetado en su país a convertirse en un verdadero profesional capaz de competir a nivel internacional bajo la tutela de la leyenda Ray Arcel (interpretado por Robert De Niro), pero también como su propio carácter le impidió mantenerse en ese lugar por mucho tiempo después de derrotar al entonces campeón Sugar Ray Leonard. Lógicamente no faltan escenas de entrenamiento y combate bastante épicos, pero lo que pasa en su vida abajo del ring afecta tanto a su desempeño deportivo que no podía quedar como una mención menor. Un problema muy común con este género no es tanto el tener que concentrar demasiada información en poco tiempo, sino que al relatar la historia de un personaje querido y reciente suele contarse una versión edulcorada de los personajes reales recortando todo aquello que podría llegar a ofender a la gente implicada o los seguidores que irán a comprar su entrada. Esta película no es la excepción y aunque muestra algunos de esos momentos menos halagadores de Manos de Piedra no abunda ni profundiza en sus peores actitudes, las que siendo justo tampoco defiende mucho. El resultado es una caracterización de Manos de Piedra Durán bastante humanizada que aunque es una persona de ira fácil capaz de maltratar a su gente más querida en un mal momento, también lo muestra como un producto de su entorno que hizo lo que pudo con las escasas herramientas que recibió, entre las que claramente no estaban las necesarias para sobrellevar una fama internacional ni el convertirse en el ídolo nacional del que todos esperaban algo. Todas las interpretaciones son más que satisfactorias y por suerte no están repletas de gente latina falsa que aprendió el guión por fonética como pasa tantas otras veces en producciones estadounidenses, pero un punto muy importante a la hora de que la historia no se vuelva tediosa es que está editada de forma ágil y entretenida, sin perder tiempo de más en intentar exagerar los momentos más dramáticos o en detalles destinados sólo a los más fanáticos del boxeador, dejando quizás como única crítica relevante al respecto la elección de dejar a De Niro relatando en off las mismas cosas que ya vimos o estamos viendo en imágenes. Conclusión: Como en toda biopic es muy relevante el interés que tengamos sobre el personaje en cuestión, pero Manos de Piedra hace méritos para resultar interesante aunque no seamos seguidores del boxeo.
Tom Hanks y Ron Howard se reúnen por quinta vez para adaptar la novela de Dan Brown Inferno, recorriendo Florencia, Venecia y Estambul de acertijo en acertijo. Una comedia nada divina: Robert Langdon es un académico especialista en descifrar acertijos basados en la Europa Renacentista y deberá asociar todo su intelecto al de una joven mujer que lo admira, para desentrañar juntos cada paso de una búsqueda del tesoro que les permita detener a un criminal con ideas mesiánicas. Asociar es una forma de decir, porque en realidad ella sólo necesita verse bien en cámara mientras el profesor le explica todo. No, no es El Código Da Vinci. Tampoco Ángeles y Demonios, no. Bueno, es ambas. Pero el sombrero es nuevo, porque esta vez el afamado profesor despierta en la sala de emergencias con una herida en la cabeza y fuertes alucinaciones que parecen representar los distintos círculos del infierno que estableció Dante Alighieri en su obra. No recuerda cómo llegó a Florencia ni lo que estuvo haciendo durante los dos días anteriores. Pero en cuanto alguien llega a terminar el trabajo de matarlo, la médica que lo atiende lo ayuda a escapar y juntos pretenden resolver una serie de acertijos que les permitan detener los planes de un asesino en masa obsesionado con el infierno imaginado por Dante y representado por Botticelli. En este momento me siento obligado a volver a recordar que no es ninguna de las otras dos películas del mismo personaje. La más reciente de las adaptaciones de libros de Dan Brown presenta tres niveles de misterios. El primero son los acertijos que resuelve el profesor Langdon sin ninguna dificultad, apoyando su erudición infinita en información del entorno que el público sólo recibe una vez que explica la respuesta, de forma que nos sea intrascendente intentar descifrarlos por nosotros mismos. El profesor parece estar siempre frente a una clase de escuela primaria en vez de la supuestamente brillante médica que lo asiste, señalando todo con un dedo y explicándole hechos históricos de la ciudad donde ella misma vive, como un guía turístico que ama escuchar su propia voz. Un segundo nivel es el que debe resolver el público mientras los protagonistas corren entre acertijos. Cada uno de los chatos personajes secundarios tiene sus propios intereses sobre el éxito o fracaso de la misión de Langdon, pero la oportuna amnesia que sufre le impide estar seguro sobre dónde están situadas las lealtades. Para mantener un poco menos evidente el avance de la trama, la retuercen con giros de guión forzados que de todas formas se ven venir desde bastante antes hasta con los punchlines que usarán para rematarlos. No hay un gran conflicto ni le da tiempo a construir tensión, confundiendo ritmo con velocidad saltan de un edificio histórico a otro sin mucha más excusa que la de saldar alguna deuda con la Secretaría de Turismo de Italia, siendo que hay más cuidado puesto en mostrar la belleza de las ciudades renacentistas que en relatar una historia. El tercer nivel de misterio que deja Inferno es el realmente desafiante y es sobre la necesidad de su existencia. Admito no tener respuesta a este interrogante, pero aparentemente Ron Howard recibió consejos Peter Jackson o el dúo Wachowski sobre cómo terminar una saga a tiempo. Conclusión: Algunas películas malas causan gracia. Otras indignan. Si al menos no se tomara en serio su propia ridiculez podría llegar a entretener, pero finalmente Inferno sólo causa sueño. Para conocer las maravillosas ciudades que recorre sin duda será más entretenido y educativo tener de guía a Ezio Auditore que a Robert Langdon.
Una mansión desocupada durante un fin de semana es la oportunidad justa para que tres amigos organicen La Última Fiesta, un evento que, como debe ser, se les irá de las manos y los meterá en problemas al día siguiente. La fiesta inolvidable: La última fiestaTres niños compartieron los deseos en un cumpleaños fallido, pero ya de adultos sólo a dos de ellos se les cumplió lo que pidieron y Dante (Alan Sabbagh), quien soñaba con convertirse en artista profesional, lo máximo que logró acercarse a su sueño es trabajando como guardia de seguridad en un museo donde puede indignarse a diario con los comentarios que escucha sobre las exposiciones que custodia. Como es esperable, la frustración que todo esto le provoca se filtra a su vida personal y su relación se resiente hasta que es forzado a volver a la soltería, dándole así a su mejor amigo Alan (Nico Vázquez) la excusa que está buscando para organizar una enorme fiesta en la mansión que un excéntrico millonario dejó libre el fin de semana. Para Alan no es importante que Dante no tenga interés en una fiesta, es la oportunidad con la que soñó por años y no se la va a perder. La mañana siguiente se despiertan en un estado lamentable pero confiados de haber vivido la fiesta de sus vidas, hasta que descubren que en algún momento de la noche alguien se llevó una obra de arte de la casa. Conociendo el carácter explosivo del dueño de la mansión, se embarcan en una misión desesperaba por recuperarla antes de que regrese de su viaje, aunque para eso necesiten relacionarse con absurdos y peligrosos personajes del bajo mundo. ¿Qué pasó ayer?: La comedia siempre tiene un factor extra que complica cualquier análisis y es algo tan simple como que no todos nos reímos de las mismas cosas. La Última Fiesta es una película de género y como tal, tiene una meta bastante específica que cumple con bastante éxito y se mantiene dentro de las fronteras que el mismo estilo le marca. Su búsqueda es principalmente hacia un humor directo con pocas vueltas y no tiene pretensiones de contar una historia compleja ni de deslumbrar con actuaciones remarcables o una propuesta visual novedosa, por más que se mantiene en los límites de la corrección en todos esos campos durante toda la película. Nico Vázquez es el mismo canchero exagerado de siempre, Benjamín Amadeo es un Coqui Argento con problemas psiquiátricos y Alan Sabbagh hace un poco de contrapeso a sus caricaturizados compañeros poniendo algo de acidez al trío de protagonistas. Toda la primera parte de la película hasta que termina la renombrada fiesta es prácticamente una seguidilla de gags anticipables y escatológicos que ya vimos un centenar de veces, pero para los que nunca falta público. Hay un pequeño pero interesante cambio de tono hacia el absurdo cuando se desata la búsqueda del cuadro perdido, agregando algunos ridículos personajes secundarios que, al menos para los que dejamos de verle la gracia a un borracho vomitando hace muchas repeticiones, resultan más carismáticos que los protagonistas. No dejan de ser caricaturas bastante unidimensionales pero no necesitan más que eso para robar alguna risa entre tanto rechinar de dientes, porque están bien construidos e interpretados y explotan con eficacia lo absurdo de sus personalidades. A la película le siguen sobrando lugares comunes y la historia fluye a fuerza de algunos giros forzados, pero el mundo de La Última Fiesta es coherente en su ridiculez y se hace cargo de no tener intenciones de cuidar el realismo en una historia donde conviven un director de cine porno con muchas aspiraciones, una banda de músicos un tanto farsantes, un sicario vigilado por su esposa y un traficante de pocas luces pero que sabe hacer su trabajo. Y este punto me parece algo rescatable de la película: aunque claramente está dirigida a un público específico que se divierte con ese humor adolescente y poco rebuscado del que pueden empezar a reirse antes del remate porque ya lo escucharon una docena de veces, tiene una segunda capa paralela un poco más sutil que la puede hacer viable para otro público un poco más amplio. O al menos que no salgan indignados. Conclusión: Nadie va a ver La Última Fiesta por accidente y seguramente las opiniones van a ser polarizadas. Quienes disfruten del humor directo y escatológico definitivamente van a pasar un buen rato, pero quienes prefieran otra clase de comedia se van a quedar afuera y hasta van a sentir vergüenza ajena durante varias escenas. Todo esto me impide ser más duro con una película que seguramente no elegiría ver, porque más allá del gusto personal me parece innegable que cumple efectivamente con lo que se propone y promete.
El Muerto Cuenta su Historia es el nuevo aporte que le hace Fabián Forte al cine de género argentino, donde utiliza elementos clásicos del terror fantástico para hablar con ironía del sexismo naturalizado por la sociedad. Venganza matriarcal: Siendo realizadores publicitarios Ángel y Eduardo saben bien que el sexo, representado en una mujer atractiva, vende. También saben que para sus clientes la combinación de delgadez y juventud es lo que ubica la vara de la belleza, parámetros que ellos comparten al punto de considerar a las actrices que contratan para sus producciones como poco más que el elemento más llamativo de la escenografía. Inmerso en ese mundo superficial y plagado de tentaciones, Ángel es sistemáticamente infiel a su esposa. Pero sus aventuras clandestinas lo llevan a morder la carnada de un grupo de mujeres adoradoras de una antigua diosa celta. Derrotada milenios atrás y que, con el poder unas sanguinarias criaturas mitológicas, están capturando hombres para volverlos esclavos al servicio de su misión. Pero nadie dice que necesitan estar vivos para ser útiles. Lo normal entre cerdos megalómanos: El argumento es bastante simple y no pretende sorprender con giros rebuscados, anticipando una síntesis completa de la trama en los dos minutos del trailer para que el interés caiga directamente sobre el contenido que le da carne al esqueleto. El tono de la película va cambiando a medida que Ángel descubre y se acostumbra a su nuevo estado de muerto vivo haciendo uso de mucho humor negro que desemboca en un absurdo asado entre muertos que es uno de los puntos más altos de toda la película. Esa transición entre la crítica al snobismo y la comedia negra mantiene siempre un trasfondo de crítica al machismo que todas las víctimas del aquelarre tienen internalizado como una parte fundamental de sus personas, hasta que les es arrancado a la fuerza. Incapacitados de hacer o decir nada sexista pero no de pensarlo, se ven forzados a replantearse ideas que aceptaban como naturales sin nunca haberlas analizado en el camino a descubrir lo que realmente define sus identidades en el camino a reinventarse. Irónicamente, todo ese discurso anti-sexista y crítico de la objetualización femenina no impidió que utilizaran fuertemente la imagen de Emilia Attias (Cromo) para la publicidad de la película a pesar de que con apenas algunas líneas en dos escenas está lejos de tener una participación importante en la trama, como tiene Moro Anghileri (La Corporación) interpretando a la esposa de Ángel o en menor medida Viviana Saccone (Necrofobia) encabezando los rituales. Pero como en el fondo se trata de una reflexión masculina sobre el feminismo que no superaría el test de Bechdel, el rol protagónico recae sobre la buena química entre el ya reconocido exponente del humor absurdo Damián Dreizik y Diego Gentile, al que conocimos como otro marido infiel en uno de los fragmentos más recordados de Relatos Salvajes. Pocas de sus interacciones no incluyen alguna situación cómica, manteniendo interesante y divertida a la película en todo momento. El punto más flojo de El Muerto Cuenta su Historia es uno recurrente en este tipo de producciones que tienen intenciones de mostrar situaciones fantásticas visualmente atractivas pero tienen recursos limitados para llevarlo a cabo, porque aunque los efectos prácticos y las prótesis cumplen bastante bien tanto cuando pretenden realismo como cuando van por el camino del absurdo, cuando recurren a los efectos digitales se ven fuera de contexto e innecesarios, sobre todo contrastando con el resto del tiempo en que usando otros recursos logran construir un clima con una personalidad más identitaria. Conclusión: Con un guión sencillo y algunas fallas técnicas, El Muerto Cuenta su Historia es una divertida comedia negra que se apoya en el cine de género para criticar la superficialidad del ámbito publicitario que convierte a la belleza femenina en un bien de consumo pero sin perder de vista que la meta es entretener al público, no educarlo.
Con El Padre, Mariana Arruti intenta sanar heridas mal curadas desde la infancia cuando su familia decidió no volver a hablar sobre las condiciones poco claras en que falleció su padre en 1973. Las marcas de un silencio: El PadreJuan Arruti murió cuando su hija era demasiado pequeña para entender mucho de lo que sucedía o siquiera para recordarlo. Ella no tenía forma de saber que ese hombre que jugaba con ella llevaba años corriendo riesgos simplemente por ser delegado sindical y tener ideas de izquierda, pero aprendió a dejar de hacer preguntas para las que no conseguía respuesta cada vez que quería saber más sobre él o las circunstancias de su deceso. Cuarenta años más tarde y convertida en cineasta, Mariana Arruti desanda el camino que la alejó de sus raíces para reconectar con la familia y amigos de ese hombre cuya ausencia les es tan pesada, con la esperanza de llenar los agujeros de su propia historia con los relatos de quienes por ser mayores que ella aún conservan recuerdos. Como el tío materno encargado de reconocer el cuerpo en la morgue, quien afirma que hubo discrepancias entre la historia que se contó sobre el hecho y lo que él leyó en el acta policial. O todos sus tíos y primos paternos que aún trabajan de albañiles como él, quienes recuerdan con admiración las épocas de militancia en que Juan se destacaba como un líder natural al que todos respetaban por preocuparse mejorar en lo poco que podía la vida de sus compañeros obreros. Entre todos los relatos, la directora comienza a echar un poco de luz sobre el pacto de silencio o encubrimiento que varios sospechan que hubo sobre la muerte de su padre. Construido a base de entrevistas, material de archivo real pero también ficcionado para representar momentos de los que no hay registro, El Padre no documenta simplemente la actividad de una personalidad relevante. Hay poco de dato concreto y mucho de sentimiento en el retrato que la directora rescata de los recuerdos ajenos, porque la mayor obra de Juan Arruti no se mide en hechos consumados sino en personas afectadas y aunque esta vez tiene un nombre, su historia es la misma de muchos anónimos que como él creyeron en otra forma de vivir y trabajaron para lograr al menos cambiar su entorno más inmediato. Con esa intención de reflejar algo intangible es que combinando recuerdos ajenos con imaginación las historias avanzan acompañadas de ficticio material de archivo intercalado con el real, llenando los espacios y dándole vida a una personalidad que no podría quedarse capturada en una foto fija sino que brota alegremente de las palabras de quienes aún lo recuerdan y extrañan. El Padre podrá no haber sido una personalidad famosa fuera del entorno que habitó, pero por el tono cálido de este documental parece quedar bastante claro que no pretende inmortalizarlo como un personaje histórico en un libro, sino como la persona que quienes lo quisieron recuerdan. Conclusión: Mariana Arruti borronea algunos límites entre documental y ficción para relatar de una forma cálida y amena la historia que sirve de homenaje a Juan Arruti, El Padre.
Un fiscal descubre que cuando la prensa, el empresariado y la política se complotan, sólo se los puede combatir desde adentro con la ayuda de un infiltrado. Lo que lo deja sin más alternativa que asociarse con un gangster sediento de venganza. Los hilos del titiritero: el infiltradoWoo Jang-hoon es un fiscal dedicado e inteligente, pero por sobre todo lo guía una ética intachable que lo vuelve implacable en su búsqueda de justicia. Sin embargo por venir de un origen humilde todo eso no le alcanza para avanzar en una carrera donde los contactos son indispensables para conseguir el ascenso que tanto desea y ve la oportunidad de hacerse un nombre desenmascarando al principal candidato a presidente, de quien motivos serios para dudar de su honestidad. Casi por casualidad durante su investigación descubre los planes de venganza que un gangster caído en desgracia está preparando contra sus antiguos jefes, al que comienza a perseguir para convencerlo de trabajar juntos. Lo que comienza como un caso simple de malversación de fondos lleva a un entramado de poder oculto guiado desde las sombras por el editor del medio más influyente del país y el jefe de un gigantesco conglomerado de empresas para digitar el resultado de las elecciones, garantizando que el único candidato a presidente viable sea uno de sus títeres. Quizás en Corea suena mucho más fantasioso. Sin lugar para los santos: El Infiltrado (cuyo nombre internacional es Inside Men) está basado en un popular cómic coreano y además de mostrar cómo la corrupción política sólo funciona aliada con la privada, también nos da una mirada a una sociedad donde las castas sociales parecen ser tan o más importantes que el mérito o el dinero, dejando claro que de nada sirve ser el mejor sin los aliados indicados que abran puertas, aliados que rara vez sacan el llavero sin esperar recibir algo a cambio en el futuro. Sin desviarse nunca del eje principal, la trama avanza con varios giros provocados por traiciones y contraataques que reviven el conflicto cada vez que parece estar a punto de resolverse, gracias a dos antagonistas implacables que cuando se defienden ponen contra las cuerdas a los protagonistas y logrando hacernos dudar sobre quién resultará victorioso en vez de pronosticar un final feliz desde el principio como suele pasar con otras producciones del género. Eso se debe también en parte a que hasta el que más se acerca a ser el héroe de la historia tiene algunos motivos egoístas para lo que hace y no le cuesta demasiado manipular o poner en riesgo a otros para avanzar con su investigación. Él no parece ser consciente de la contradicción o al menos no le preocupa tanto como para dejar de menospreciar desde una postura de superioridad moral a su aliado, a quien sin ser alguien intachable ni demasiado astuto, se comporta de una forma bastante leal hacia la gente que le importa, por lo que en varios momentos genera más empatía y nos hace desear que logre salirse con la suya. Conclusión: El principal atractivo de El Infiltrado es claramente un guión sólido y bien interpretado, que aunque no propone nada revolucionario ni desde lo visual ni desde la historia, está realizada con el suficiente nivel como para tener éxito manteniendo la atención y un buen ritmo durante dos horas.
Lady Susan Vernon es una refinada mujer acostumbrada a la vida acomodada en la alta sociedad inglesa de hace dos siglos, pero junto a su hija quedaron en una situación delicada desde que falleció su marido, el único medio de sustento que supo tener. Desde entonces viven a merced de la buena voluntad de familiares y amigos, algo que aunque ella sabe incentivar con sus grandes dotes para la manipulación sabe que no durará para siempre por lo que tienen en marcha un plan para garantizarse un ingreso más estable para ambas antes de verse obligada a resignar su estilo de vida. Desde su primera aparición queda evidenciado que no está esperando ser rescatada sino que activamente opera moviendo los hilos que le permitan conseguir lo que desea, aunque eso pueda implicar romper un matrimonio o usar a su propia hija como moneda de cambio, empujando ella sola hacia adelante una historia de intrigas palaciegas con una buena dosis de humor cínico para lograr que generemos simpatía por una protagonista que claramente es también la villana de la historia. Como buena psicópata que parece ser, manipula sin culpa a cada persona de su entorno a todos los que tiene a su alrededor sin preocuparse por su bienestar siempre que sirva para mantener el nivel de vida acomodado que está acostumbrada a tener sin trabajar un día de su existencia. Culebrón de cine: La realización de Amor y Amistad es bastante modesta pero prolija. La reconstrucción de época más que decente se muestra con una fotografía prácticamente televisiva que repite escenarios y planos sin avergonzarse porque lo que les importa es el trabajo actoral, algo que se deduce cuando absolutamente todo lo que ocurre es relatado por alguno de los personajes, incluso contándole a terceros acciones que les vimos hacer en la escena anterior. A la trama de manipulaciones de Lady Susan no le faltan motivos para ser interesante y Kate Beckinsale maneja bastante bien el alto nivel de cinismo e ironía que le pide el personaje, pero de todas formas la trama pierde mucho de se atractivo porque está contada de una forma tan explícita que hasta parece subestimar al público. No se me ocurren muchos otros motivos para que la primera vez que aparece o se nombra a algún personaje pongan un cartel con su nombre y descripción durante varios segundos, mientras el aludido posa estático detrás esperando para continuar con la acción. Este montaje tosco sin duda colabora para que la película se sienta lenta y demasiado extensa cuando en realidad no lo es tanto. Conclusión: Aunque la historia tiene potencial y las actuaciones no están del todo mal, el relato acartonado hace que parezca una síntesis de temporada de algún culebrón, metiendo a la fuerza información que hay que dar a cualquier costo para que se entienda la historia.
En tiempos que Roma gobernaba el Mediterráneo y Jesús no era más que un carpintero, Judah Ben-Hur llevaba una vida tranquila en Jerusalén como el heredero de una acaudalada familia de origen noble, con pocas preocupaciones más que competir con Mesala, su hermano adoptivo romano, dejando transcurrir una vida en paz sin remordimientos por ver a su tierra bajo dominio extranjero. Mesala en cambio, aunque ama como propia a la familia que lo acogió cuando quedó huérfano de niño, no termina de encajar en ese mundo. No es judío ni noble por lo que siempre estará un escalón debajo de su hermano Judah, pero principalmente nada de lo que tiene se lo ganó ni siquiera por tener unos ancestros privilegiados, lo que lo incentiva a abandonar Judea para unirse a las legiones romanas en Europa y hacerse un nombre para sí mismo. Cuando varios años después finalmente regresa, claramente ya no es el mismo. Aún ama a la familia que lo crió pero su nueva familia es el ejército romano del que ahora es oficial y cuando tiene que elegir si cumplir sus órdenes o salvar al clan Ben-Hur no tarda demasiado en mandar a Judah como esclavo a las galeras y ordenar la muerte de su madre y hermana. Curiosamente, el blando y complaciente Judah Ben-Hur sobrevive años hasta que consigue regresar a su hogar sediento de venganza. Enfrentando al campeón romano en una carrera, porque así es como se enfrenta una invasión cuando no hay tiempo de convertirse en gladiador y retar a duelo al emperador que mató a tu familia. La vida de Brian Judah ben-hurBen-Hur pretende ser un drama con aventuras y se queda en el camino lejos de ambas metas. Aunque las actuaciones son correctas los personajes no generan empatía como para que nos importe mucho lo que les sucede, pero además no hay sorpresa ni tensión en sus conflictos y la trama se muestra prácticamente entera en los dos minutos del trailer sin que pierda casi nada de su profundidad. Es cierto que hace varios intentos por hablar de política y moralidad, presentando a Judah primero como un colaboracionista del invasor que no tiene en cuenta los padecimientos que sufren los menos privilegiados, para convertirlo casi en un revolucionario cuando recibe él mismo un poco de esa opresión, con una incoherencia que los mismos personajes de la historia perciben y hacen notar. Pero su lógica de pensamiento no se expresa en la trama y termina resultando más lógico o creíble el antagonista Mesala, quien al menos es consciente de que la neutralidad de su hermano es inviable y toma una postura que sostiene hasta el final por más sufrimiento que le produce porque cree que es la correcta. Podrá ser un poco despiadado y cínico, pero tiene argumentos relativamente sustentables para sentir que es él el traicionado en vez de Judah Ben-Hur y eso hace que su accionar pueda sentirse impulsivo pero no ilógico. Pero el premio a la incoherencia está muy peleado entre un final bastante absurdo que traiciona la historia que venían contando y los cameos del carpintero zombie, que es metido a la fuerza entre la historia de Judah sin realmente participar de ella, por lo que las expresiones de dolor de Judah cuando (spoilers de dos mil años!) es crucificado no se sustentan con lo que vino mostrando la película sobre él. El hombre perdió a toda su familia en una tarde y está deseando matar a su hermano con sus propias manos, pero lo destroza emocionalmente que vayan a ejecutar a un desconocido que le dió una lección de piedad de quince segundos. La industria del cine lleva varios años con una escasez de ideas nuevas que intentan sobrellevar adaptando libros y cómics populares, pero también rehaciendo películas que fueron exitosas en su momento. Ya de por sí es difícil que realmente la remake sea relevante y aporte algo nuevo sobre lo existente, pero rehacer con un clásico con la única finalidad de ponerle mejores efectos especiales es algo que tiene bastantes pocas probabilidades de éxito desde el principio, aunque al menos esta vez se trata de una lo suficientemente vieja como para que un par de generaciones no la hubieran visto antes. Conclusión: Ben-Hur es otra remake intrascendente que a duras penas cumple con entretener, más a fuerza de visuales llamativas que de una historia interesante.
Ella era apenas mayor de edad cuando dejó en Villa Devoto a su familia de músicos para seguir su sueño de dedicarse al blues nada menos que en Chicago, ciudad emblemática para el género como pocas. Sin dinero ni conocer el idioma pero por sobre todo con la creencia de que sólo una vida dura forja al blues, sacrificó comodidades para hacerse con esfuerzo su lugar en una escena donde difícilmente se pueda arrancar de más atrás que siendo mujer, joven, blanca e inmigrante. El haber encontrado su lugar y estar llevando adelante una vida parecida a la primera vez que se subió al avión no implica que no lamente algunos de los sacrificios que tuvo que hacer, principalmente el no poder estar con su familia durante algunos momentos duros porque hasta no regularizar su situación legal, salir del país podía significar deshacer todo lo que había logrado en los años anteriores con tanto esfuerzo. Casi veinte años después y con la libertad de poder viajar cuando lo desee, finalmente puede dar lugar a la nostalgia por los orígenes y pegar la vuelta cada vez que extrañe demasiado comer las empanadas de la madre o ponerse a improvisar un blues con los amigos que dejó atrás, sea en un escenario o simplemente en una esquina del barrio. El documental es básicamente una entrevista a la guitarrista con fragmentos de shows en vivo y breves apariciones de otros músicos del ambiente, todo editado con bastante agilidad como para no aburrir al público general pero sin la profundidad que quizás podrán esperar los fanáticos del género, algo que resultará necesario porque los participantes invitados no suelen ser presentados al entrar en escena y hay que reconocerlo: aunque sus nombres generalmente suenan familiares como emblemas del rock nacional, no tanta gente identifica fácilmente los rostros de personas como “Sarcofago” Cano, Miguel “Botafogo” o Lito Epumer. La vida de Maria Luz pero más que nada su forma particular de relatarla es lo que vuelve más interesante al documental y no hace falta conocerla para que su carisma logre conectar rápidamente con nosotros mientras cuenta con naturalidad y desenfado algunas historias que causan gracia, pero que si que hacemos un poco de análisis queda claro que con un cambio de tono no muy grande podrían ser fácilmente material para un drama. Conclusión: Suele pasar que el interés que uno tenga por el tema que toca un documental determine que tanto puede disfrutarlo y aunque claramente Pegar la Vuelta es uno de esos casos, la particular soltura de Maria Luz al contar su vida puede llegar a resultar interesante hasta para quien no comparte su gusto por el blues.
Exitoso en todo lo que emprendía y querido por todos, Calvin Joyner (Kevin Hart) Un Espía y Medioera la estrella de la escuela, estaba destinado a triunfar en la vida. También fue el único que tuvo compasión del pobre Robbie Weirdicht (Dwayne Johnson) cuando recibió una humillación pública que lo traumó de por vida. Veinte años después, Calvin se niega a ir a la reunión de ex alumnos porque no puede enfrentar la frustración de que -aunque es un talentoso contador- no cumplió con las expectativas que todos tenían de él. Sin embargo cuando Robbie lo contacta sorpresivamente por Facebook, acepta reencontrarse con él en un bar para evitar ir a terapia de pareja. Para su sorpresa, aunque ahora se hace llamar Bob Stone y convirtió cada gramo de grasa en músculos, sigue siendo tan alegre e inocente como el extraño adolescente del que todos se burlaban. Superada la incomodidad inicial que le produce la idolatría que Bob le muestra, Calvin se divierte como se había olvidado que podía y antes de irse a dormir acepta ayudarlo revisando su información contable. A la mañana siguiente, la CIA golpea a su puerta buscando a su nuevo amigo acusado de haber robado secretos de Estado y, por más que intenta salirse, queda implicado en una trama de espionaje internacional en la que no puede decidir a quién miente. Otra buddy movie: A la premisa de Un Espía y Medio ya la vimos muchas veces. Decir que se trata de una comedia donde un agente experto recluta a un hombre común para resolver un caso, podría servir para definir desde Grimsby hasta Socios por Accidente, pero se diferencia proponiendo un arquetipo distinto al hombre duro e insensible que suele representar al espía, reemplazándolo por un agente letal en combate con una personalidad completamente inocente y hasta cariñosa, que además padece fuertes inseguridades sobre su cuerpo producto de una situación traumática de la adolescencia que no logró superar. Bob Stone es un Jason Bourne fan de los unicornios que dejaría la vida en cumplimiento del deber, pero cuya mayor ambición es que el chico que pasó veinte años idolatrando a la distancia lo considere su amigo, porque de alguna manera sigue atascado en la adolescencia y aunque es capaz de enfrentarse a una docena de hombres armado,s no puede ni abrir la boca si se encuentra frente a frente con el bully que lo maltrató toda la secundaria. Dwayne Johnson podrá nunca hacer una carrera interpretando a Hamlet, pero puede actuar lo suficiente como para salirse del encasillamiento de héroe de acción y hacer un trabajo bastante decente en la comedia, especialmente cuando genera una buena química con su compañero como en este caso. Ellos dos son los que llevan adelante una historia completamente previsible, aunque no necesita ser mucho más que eso: si bien no causa carcajadas, tampoco aburre. Conclusión: Un Espía y Medio no es original y cada paso de la historia sucede como se anticipa que será, pero la buena química entre los protagonistas logran que su humor inocente sea efectivo y entretenga lo suficiente como para pasar un buen rato un domingo a la tarde.