Toda ciudad tiene sus monumentos que homenajean o conmemoran momentos históricos, pero muchas veces los que pasan a diario por enfrente olvidaron o nunca supieron lo que significan ni por qué se ganaron el lugar que ocupan. Por eso, cuando en 2013 los arquitectos Gustavo Nielsen y Sebastián Marsiglia comenzaron los trabajos para materializar la obra con la que ganaron el concurso internacional de proyecto cuatro años antes, las cámaras de los documentalistas comenzaron a seguirlos para dejar un registro no sólo del proceso de construcción sino principalmente de a quienes se pretendía representar con él. Con esta idea, el documental se desdobla en dos partes en paralelo. Mientras por un lado se presenta el diseño del monumento, su simbolismo y como fue materializado, al mismo tiempo la cámara se infiltra en el “Proyecto Aprendiz”, una iniciativa que empareja a sobrevivientes del Holocausto con jóvenes que reciben la encomienda de entrevistarlos y apropiarse de su relato para mantenerlo vivo de una forma mucho más emotiva que lo que podría encontrarse en un libro y poder retransmitir en el futuro algo más que simples hechos históricos. Como punto de encuentro, esos mismos relatores recibieron a los arquitectos para interiorizarse con el proyecto y de paso hacerles sentir una exigencia mayor a lo que deben haber padecido en cualquier entrega de la facultad al expresar sus reclamos, sentimientos y propuestas sobre esos bloques apilados que se supone que venía a representar su historia. Pero la interesante propuesta de darle vida y significado a un monumento de hormigón se queda en el camino y con una sensación de superficialidad tanto en lo que muestra del proceso de diseño que llevaron a cabo los arquitectos como en muchas de las historias que recolectaron los aprendices. Por un lado, el caos con el que se muestra tanto la exposición del proyecto como las charlas más informales que le siguieron impide dilucidar mucho de lo que se expresa en esos momentos y que es lo que realmente les produce el simbolismo propuesto. Por el otro lado, aunque las entrevistas personales son en general el punto más alto del documental y varios de los sobrevivientes o descendientes tienen un carisma más que suficiente como para generar un vínculo afectivo con quienes los escuchan, no las beneficia que fueran presentadas con un montaje extremadamente estático y una propuesta de sonido demasiado despojada hasta durante los momentos cuando los entrevistados se permiten contar alguna anécdota divertida o expresan con optimismo cómo reconstruyeron su vida después de la guerra. Toda la música y juegos de cámara aparecen recién para ponerle dinamismo al proceso de la construcción del monumento tanto en los distintos talleres como en la plaza donde fueron montados finalmente los bloques de hormigón. Conclusión: Aunque la temática que aborda Monumento, la humanidad detrás del concreto pueda ser interesante, lo hace de de una forma muy monocorde y sin encontrar nuevas aristas a una historia que ha sido muchas veces contada.
Con la versión de David Yates de La Leyenda de Tarzán, el hombre mono vuelve a las pantallas con toda la parafernalia CGI obligatoria de la época para volver a contar mas o menos la misma historia de siempre. Bruce Wayne del CongoLa Leyenda de Tarzán Cuando van a buscarlo para que acepte ser enviado comercial en el Congo colonial, John Clayton (Alexander Skarsgård) lleva varios años inserto en la sociedad inglesa como heredero de una familia que nunca conoció y casado con Jane, la mujer de la que se enamoró en la selva. Se lo considera una celebridad, una fama alimentada en las historias escritas sobre la leyenda de Tarzán y se esfuerza por comportarse como el caballero londinense que se supone que es pero -por más que se esfuerce- John no parece realmente adaptado a su nuevo entorno: sólo Jane (Margot Robbie) da indicios de conocer los verdaderos motivos por los que en primera instancia no quiere aceptar la misión, algo que le dura apenas unos minutos y es fácilmente convencido por los argumentos del emisario norteamericano George Washington Williams (Samuel L. Jackson) y sus sospechas de que el rey de Bélgica está esclavizando a la población nativa. Como público, sabemos que la invitación tiene motivos mucho más turbios que los declarados y que están siendo manipulados por Leom Rom (Christoph Waltz), emisario del rey belga y aspirante a ser el gobernante de la región cuando logren estabilizarla. Los viajeros le escapan a su trampa accidentalmente y aunque evitan ser capturados sin siquiera enterarse que corren peligro, son atacados en la aldea la primera noche. Incapaz de capturar a Tarzán, Leom Rom se contenta con tomar de rehén a Jane sabiendo que eso alcanzará para atraerlo hasta su trampa, desatando la obvia misión de persecución y rescate. Otra en la lista El personaje ya cumplió un siglo y desde entonces tuvo adaptaciones en cada formato posible, contando una infinidad de historias que siempre giran en torno de los mismos ejes, dejando bastante poco sobre lo que innovar. Por eso resulta esperable que La Leyenda de Tarzán no sorprenda en ningún momento e intente recurrir a las escenas de acción cargadas de CGI en 3D para generar un atractivo que no consiguen desde una historia que -aunque alcanza a sostenerse- no propone nada muy interesante y sigue una línea que puede verse prácticamente de punta a punta desde el principio. Veremos entrelazada la historia del origen del niño criado por gorilas y el regreso del hombre que va dejando progresivamente en el camino al fingido John Clayton para asumir su verdadera identidad de Tarzán, a la cual negó durante tanto tiempo. La versión dirigida por David Yates intenta revertir algunos conceptos clásicos del personaje que hoy no son del todo políticamente correctos, intentando fallidamente sacar a Jane del rol de dama en peligro y evitando con un poco más de éxito mostrar al hombre blanco europeo como el salvador de la “atrasada” África, lo que parece justificar la inclusión del personaje de Samuel Jackson cuya misión principal es combatir los abusos sobre la población negra sin caer en el estereotipo del white savior. En ambos casos lo logra a medias y, aunque salta algunas piedras, vuelve a tropezarse con los mismos lugares comunes un poco más adelante, algo que por momentos se ve agravado por actuaciones poco verosímiles, con expresiones que se sienten anacrónicas o fuera de lugar hasta de Waltz, el experto en villanos. CONCLUSIÓN La Leyenda de Tarzán es en esencia una película de aventuras donde las complejidades de la historia quedan en segundo plano la mayor parte del tiempo, brindando un entretenimiento más directo focalizado en escenas de acción bastante fluidas y ágiles que llevan adelante la trama sin darle tiempo a que se vuelva aburrida.
El primer largometraje de ficción de Claudio Remedi fue grabado con mayoría de intérpretes no profesionales en Berisso y sus alrededores , siguiendo los ultimos días de clase de dos niños y sus familias. Niñez sin internet Noemí y Sergio tienen carácteres distintos pero se apoyan mutuamente para llenar los huecos que dejan sus familias desmembradas; son compañeros de escuela, juegos y aventuras en un suburbio industrial que dejó atrás hace tiempo sus tiempos de esplendor. Entre escuela y juegos se enteran a medias de las dificultades que enfrentan los adultos porque como en la realidad, su vida viaja en paralelo a la de los niños sólo para cruzarse en algunos momentos convenientes. La madre de Sergio resiste el maltrato y el acoso en su trabajo para sostener su hogar. El padre de Noemí debe soportar a la religiosa hermana de su difunta esposa porque sabe que sin su ayuda su hija no comería todos los días. Aunque es un militante obrero acostumbrado a la lucha, al mismo tiempo se lo siente resignado y prefiere ver a su hija al cuidado de alguien que lo desprecia antes que verla desatendida. Quizás por saber que cuando termine la escuela su tía la llevará lejos, Noemí insiste en cavar en un rincón de su jardín donde afirma haber soñado que su madre enterró algo y Sergio, que la seguiría en cualquier aventura, se une al juego imitando a los arquélogos como le enseñaron en una excursión al museo. No saben lo que va a encontrar pero el único recuerdo que ella tiene de su madre son algunas pocas fotos que su tía atesora y ansía descubrir el secreto enterrado para reclamarlo como propio esperando que sea algo que la conecte con su ausencia. Aunque tiene un par de detalles para ser un retrato interesante de un entorno que no se suele ver mucho en la pantalla, La Ilusión de Noemí tiene muchas dificultades para contar una historia, un poco por las complicaciones que agrega el trabajar una mayoría de intérpretes vocacionales y especialmente con chicos, pero principalmente porque no parece tener mucha intención de contar algo más allá de mostrar un entorno social de carencias y solidaridad entre vecinos que hacen lo que pueden para mantenerse a flote y darle a sus niños una infancia lo mas digna que puedan. Pero no hay un relato atado a eso, la película podría empezar a seguir los personajes dias antes o terminar días después sin que el conjunto se vea afectado de forma que por momentos sigue pareciendo un documental antes que una obra de ficción por más que tiene algunas secuencias visualmente prometedoras y una banda de sonido bastante interesante. Conclusión La Ilusión de Noemí deja un par de indicios que insinúan una búsqueda por el camino del realismo mágico pero nunca logra estructurar una historia y no va mas allá de un retrato social que apenas mira de lejos los conflictos de una clase obrera en desaparición.
En la versión cinematográfica de Nuestras Mujeres dirigida y protagonizada por Richard Berry (El Inmortal), dos amigos deben pasar la noche en vela discutiendo qué hacer después que el tercero del grupo les confiesa que acaba de matar a su esposa. Noche de Cartas Paul, Max y Simon son tres hombres maduros que lograron mantener una cercana amistad durante más de tres décadas a pesar de ser completamente distintos entre sí. El perfeccionista obsesivo, el optimista tradicional y el desprejuiciado pendiente de su imagen se juntan una noche como tantas otras a jugar a las cartas, pero todo cambia cuando Simón llega tres cuartos de hora tarde a la cita completamente desencajado y les informa que acaba de asesinar a su esposa. Tras el espanto inicial de sus amigos, Simón decide que no puede aceptar la idea de ir a la cárcel y pide a sus amigos que mientan para cubrirlo, apenas minutos antes de desmayarse por una mala combinación de alcohol y pastillas. Comienza así la noche más larga en las vidas de Paul y Max, que en el proceso de decidir si deben denunciar a su mejor amigo o mentirle a la justicia, se dejan llevar por un torrente de reflexiones sobre la amistad y las parejas que derivan inevitablemente en una sucesión de reproches acumulados durante los años. El pedido de Simón es el disparador que los empuja a reflexionar sobre sus conceptos de amistad y lealtad, pero a la vez el hecho de que la víctima sea su esposa los incentiva a analizar sus propias relaciones de pareja para descubrir que ellos tampoco están en la situación que desean porque la comodidad o el temor les impidió actuar para remediarlo. Teatro en cámara En la misma escuela que El Nombre o Un Dios Salvaje, Nuestras Mujeres adapta una obra de teatro a la pantalla manteniendo la estructura de monólogos y debates entre pocos personajes que apenas abandonan un único escenario en algunas escenas, situaciones que si no estuvieran no cambiaría casi nada al total de la película sino que parecen insertas sólo para intentar suavizar la sensación de que simplemente pusieron una cámara frente a un escenario. Como suele suceder con estas adaptaciones, todo el peso del éxito termina dependiendo principalmente de cómo los intérpretes llevan adelante un guión muy hablado pero planeado palabra por palabra con precisión para darle fluidez y ritmo. Por contraste la propuesta visual es correcta pero intrascendente, con escenarios y encuadres que sólo cumplen la función de acompañar lo que los intérpretes están diciendo sin agregar casi nada a ese discurso. Conclusión Nuestras Mujeres no es novedosa en su planteo pero entretiene a quienes gusten de esta clase de propuestas teatrales que mezclan el drama con la comedia poniendo el foco en los diálogos más que en las acciones o la imagen.
Repitiendo elenco, director y guión se estrena la comedia Buenos Vecinos 2, que vuelve a enfrentar al joven matrimonio con la fraternidad que se instala en la casa de al lado para no dejarlos dormir tranquilos. 1938 Después de deshacerse de la fraternidad de la casa de al lado, los Radner (Seth Rogen y Rose Byrne) creyeron que haber conquistado la paz que tanto querían para ver crecer a su pequeña hija en paz. Pero la vida no es mas que cambio y Stella aún no empieza a hablar cuando descubren que una segunda criatura está en camino, por lo que deciden que es el momento perfecto para emigrar hacia los suburbios como siguiente escalón obligado del american dream. Al mismo tiempo la adolescente Shelby (Chloë Grace Moretz) vive la emoción de la independencia en sus primeros días en la universidad, decidida a revertir la escasez de amigas que padeció durante la escuela pero resulta inmediatamente decepcionada al descubrir que las fraternidades de mujeres tienen prohibido organizar fiestas y no tienen otra alternativa que acudir a las que organizan sus compañeros varones. Le lleva pocos minutos en la primera fiesta convencerse no sólo que esa clase de fiestas le aburren sino también que la repugna el ambiente sexista en que se producen, con las fraternidades masculinas fijando las reglas sin necesidad de considerar a sus compañeras mujeres como algo más que un objeto de deseo. Pero al menos no está sola en el sentimiento y huye del lugar con dos nuevas amigas con las que esa misma noche deciden organizar su propia fraternidad con juegos de azar y muj fuera de las reglas establecidas para poder hacer divertirse bajo sus propios términos. Como tercer eje de la historia en Buenos Vecinos 2, el grupo principal de antagonistas de la primera película encabezados por Teddy (Zac Efron) se reúnen para jugar a las cartas y ponerse al día sobre sus vidas, una charla que a los pocos minutos deja en claro que el antiguo líder es el único que no supo hacer la transición hacia la adultez y seguir adelante con su vida, algo que también se vuelve más difícil por los antecedentes penales que le quedaron por los incidentes de la primera entrega. Cuando toma conciencia de que el mundo avanza sin él, su reacción no es cambiar de actitud sino ofrecer sus conocimientos a las novatas estudiantes que pretenden montar su nueva fraternidad en la misma casa donde él lo hizo años antes, un poco para intentar mantenerse adolescente pero también para vengarse de los Radner a quienes acusa de su prontuario. Recalentado al microondas Los lazos con la entrega anterior son tan fuertes que es imposible hablar de una sin la otra, mantiene la misma estructura y varios de los puntos claves de la historia parecen ser los mismos un poco maquillados, pero junto con el aumento de presupuesto todos los personajes parecen haber recibido además una dosis extra de estupidez que los caricaturiza incluso más que antes y no necesariamente para mejor. Una vez más el tema principal de la película es el choque generacional entre los vecinos pero lo que antes servía para hablar de todo lo que implica la transición hacia la adultez desde dos posiciones muy cercanas a la frontera, esta vez la diferencia de edad entre los vecinos es más notoria y cada vecino está en una posición más asentada en su extremo, con Teddy en un punto intermedio donde aunque sigue teniendo como única meta una búsqueda hedonista de diversión, a la vez descubre con espanto que tiene tan poco en común con Shelly como supo tener en su momento con los Radner. No comparten códigos y están dispuestas a cruzar límites que el no cruzaría, pero por sobre todo no lo respetan ni lo escuchan como él estuvo acostumbrado cuando era el líder de la manada, expulsándolo del grupo cuando sienten que ya no tiene nada que enseñarles y causando un infantil cambio de bando para aliarse con sus antiguos enemigos. Nadie espera interpretaciones shakesperianas (o que Seth Rogen no haga el mismo personaje de siempre) ni un guión a prueba de balas, pero Buenos Vecinos 2 está un poco lejos incluso de los estándares flexibles que se le aplican. Los giros de la historia no tienen mucha lógica y todas las actuaciones son acartonadas, todo perdonable si no fuera porque muy pocas situaciones son realmente cómicas como para justificar la chatura del resto y el principal motivo para ese desbalance puede ser justamente algo que no le sale particularmente mal, porque como ya lo hizo antes pretende no quedarse en una sucesión de gags sin al menos deslizar un par de ideas más serias sobre como funciona la sociedad en la que está inserta. Lo que falla en todo caso es no lograr incluir esos conceptos sin que se deshaga la comedia. La cultura de las fraternidades nos es muy ajena a nosotros, pero recibimos tantas películas con ese tema que a la fuerza tenemos incorporado el estereotipos de jóvenes que abandonan el hogar con más intenciones de irse de fiesta que estudiar y son capaces de soportar cualquier humillación con tal de ser aceptados por un grupo de referencia. Buenos Vecinos 2 vuelve a hablar de esa necesidad de rebeldía inocua y tolerada por los adultos que no va más lejos que un par de fiestas sin realmente replantearse nada, pero también incorpora una crítica al sexismo latente en ese entorno con más sutileza y éxito de lo que parece a simple vista, tan sutil que unos cuantos que añoran la versión ochentosa de este humor lo entendieron a medias y salieron a expresar su indignación por lo que consideraron “propaganda feminista”, aunque probablemente su mayor indignación fuera porque esperaban ver unos cuantos centímetros de piel de la ya crecida Hit-Girl y terminaron con una sobredosis de abdominales de Zac Efron. Conclusión Nadie va a ver Buenos Vecinos 2 por accidente. Si disfrutaron la primera es probable que disfruten la segunda porque es básicamente lo mismo con un cambio de género en las antagonistas. Y si el humor de la primera no es lo tuyo, no hace falta que nadie te avise que no hay ninguna necesidad de ver la segunda.
Lejos de la comedia romántica estándar que puede aparentar ser desde la extraña traducción del título o la prensa previa, El Poder de la Moda ataca con humor ácido la vida en un pueblo pequeño perdido en en el árido interior australiano de mitad del siglo pasado. Por gracia de Dior Myrtle “Tilly” Dunnage estuvo la mayor parte de su vida alejada de sus orígenes al ser obligada a marcharse de su pueblo cuando era apenas era una niña y dejar atrás todo lo que conocía. Creciendo en el destierro pudo desarrollar su talento como diseñadora de alta costura e insertarse en el mundo refinado de las grandes ciudades, pero veinticinco años después de su partida forzada regresa al hogar con la excusa de atender la debilitada sanidad mental de su madre y el secreto plan de descubrir la verdad sobre el crimen del que la acusaron cuando ella era apenas una niña aunque por el trauma no recuerda nada de lo sucedido aquél día. Decidida a poner de cabeza al pueblo que la torturó desde el día que nació y cobrar venganza especialmente de todas sus figuras de poder, se instala en la derruida casa de su madre para reconstruir la relación e instalar su taller de trabajo, desde donde tenderá alianzas que le permitan desentramar los antiguos secretos que esconde el pueblo. Un western con alfileres Como muchas de las películas de pistoleros en el desierto del lejano oeste, El Poder de la Moda es principalmente la historia de alguien llegando a un pequeño pueblo buscando venganza por una injusticia cometida mucho tiempo antes y no faltan los guiños al género sin hacer volar ni un solo plomo pero sí con música, elecciones de planos o hasta con algunas frases que sacadas de contexto podrían parecer dichas por John Wayne. Cada personaje importante que habita el remoto Dungatar parece encajar en un arquetipo del género, como el comisario que se niega a reprimir al héroe, el alcalde corrupto o el mercenario que contrata para destruir al sombrero blanco recién llegado que amenaza no sólo su poder sino la moral y buenas costumbres del pueblo entero, pero al mismo tiempo cada uno de ellos es desfigurado para volverlo una burla del rol que cumple dentro del absurdo conjunto que componen entre todos, causando gracia pero sin nunca caer en el ridículo que arruinaría por completo el efecto de parodia irónica que construye. La historia no sorprende demasiado salvo cuando amaga a caer en algunos de los mayores lugares comunes del género romántico para destruirlos impiadosamente un momento después, pero cierta previsibilidad no resulta negativa porque permite enfocarse en las personalidades de los personajes secundarios que Tilly sacude de su letargo para empujarlos a encontrar su identidad y aceptar rebelarse contra la hipócrita opresión puritana que reciben de sus líderes políticos y morales. La realización es impecable y además de los ya mencionados guiños cinéfilos hace una interesante reconstrucción de época que incluso se siente un poco intemporal por el choque intenso entre la sofistificación europea de Tilly y la rusticidad rural de Dungatar que parece seguir en el siglo XIX. Aunque no sorprende decirlo son las interpretaciones de Kate Winslet y el increíblemente flexible Hugo Weaving lo que se destaca por encima de todo, pero también merece una mención de la menos conocida Judy Davis como la demente y alcohólica madre de Tilly encargada de varias de las secuencias cómicas mas efectivas. Tampoco sorprende decir que el hermano menor de Thor dista mucho de tener el carisma de Loki pero cumple con su rol de eye-candy acompañante de la protagonista con un nivel aceptable como el campesino simple pero de buen corazón que le tocó interpretar. Conclusión Contra el primer instinto que prometía una comedia romántica salida de la máquina de hacer chorizos, El Poder de la Moda es una muy buena comedia dramática que se destaca por el humor cítrico con el llena su trama de personajes y situaciones absurdas con las que hace una interesante reflexión sobre la identidad, la hipocresía y los prejuicios.
Siguiendo la tendencia de cine rumano que está llamando la atención en los festivales del mundo, llega a nuestras pantallas El Vecino (Un etaj mai jos) de Radu Muntean, un acercamiento a la perspectiva de un hombre común que podría ayudar a resolver un crimen pero elige no hacerlo. Un gris burócrata Sandu Patrascu se gana la vida haciendo trámites en el registro automotor, facilitando la tarea de todo aquel que no quiera o sepa hacerlo por sus propios medios. Conviviendo en un modesto departamento con su esposa e hijo lleva una vida tranquila de clase media trabajadora en la que sus mayores preocupaciones son mejorar su estado físico y entrenar a su perro en el parque, hasta que regresando de uno de esos paseos escucha una fuerte discusión a través de la puerta de una de sus vecinas. Aunque avergonzado de su propia curiosidad, se queda escuchando demasiado tiempo y no logra abandonar el pasillo antes de que el posesivo novio abandone el departamento dejándose en mutua evidencia. Sandu no se ve cómodo con la clara situación de violencia pero intenta continuar con su vida normal incluso cuando días después descubren a su vecina muerta en el departamento y nadie más que él parece tener alguna pista que lleve hacia el culpable porque ni la hermana de la víctima ni sus otros vecinos parecen estar al tanto de la relación clandestina que mantenía con otro vecino del mismo edificio. Sin emabrgo Sandu oculta esta información incluso al investigador de la policía que lo interroga en busca de indicios, algo que comienza a replantearse recién cuando entiende que el silencio no alcanzó para mantenerse fuera de la mira del sospechoso, a quien no logra impedirle que se acerque amistosamente a su familia sin develar su mentira. #NiUna(historia)Menos Aunque los indicios que recolecta Sandu a los pocos minutos de comenzar la historia apuntan claramente a un femicidio cometido por uno de sus vecinos, el misterio no es nunca el eje de la película sino el debate de conciencia en alguien que no pudo hacer mucho para prevenir un crimen pero que cuando tiene la oportunidad de colaborar para que no quede impune, prefiere quedarse en la comodidad de su rutina. Radu Muntean aborda el problema de la violencia de género desde una perspectiva diferente en la que importa poco cómo fue el crimen o si la policía develará el misterio, porque el protagonista no es el héroe sino que tanto él como sus vecinos representan a otro factor fundamental como son los cómplices silenciosos que aunque aparenten horrorizarse, por diversos motivos toleran los actos de violencia hasta que la situación los afecta directamente. Lo que en principio suena original e interesante, no se sostiene a lo largo de la película y pronto las buenas intenciones se resquebrajan. El protagonista pasa mucho tiempo solo con sus pensamientos y al no expresar las ideas deja apenas indicios de sus motivaciones sin nunca alcanzar la solidez como para justificar un comportamiento errático que alterna entre intentar ignorar por completo el conflicto con el vecino sospechoso a diálogos de manual donde discute con otras personas que justifican el crimen aludiendo a la vida privada de la víctima. El personaje no es tan increible como su antagonista y podría incluso ser interesante si el director no estuviera tan interesado en que el público haga todo el trabajo de interpretar los distintos hilos que se muestran de la vida del protagonista sin recibir aunque sea una historia a cambio, perono genera empatía ni interés suficiente como para que nos importa mucho cómo resolverá la historia, lo que en un punto es algo a favor porque como en nuestros exponentes de “Nuevo Cine”, nunca lo hace. Conclusión El Vecino tiene una premisa interesante y toma una perspectiva original frente a un crimen que más que preocuparse por el misterio critica a los cómplices silenciosos de la violencia. Es en el desarrollo donde se pierde todo ese atractivo prometido con demasiada introspección que deja tanto a la interpretación del público que se olvida de contar una historia, un rasgo que parece internacional a la hora de etiquetar como “Nuevo Cine <inserte gentilicio>”.
En el municipio de Villarino al sur de la provincia de Buenos Aires, familias enteras dependen del trabajo en la salina. Cáncer de Máquina los observa en sus distintos puestos vinculados a la empresa y se desvía para mostrar la vida alejada del ruido de la ciudad. Sal de la tierra En el municipio de Villarino, justo en el borde entre la Patagonia y la pampa húmeda, la industria de la sal supo ser el motor de la economía en los tiempos en que sus empleados conformaban un pueblo junto a la salina. Disminuida y cada vez menos rentable para sus trabajadores, la actividad sigue siendo el sostén de muchas familias que se ocupan en los distintos puntos del proceso de la extracción, el embolsado y el transporte. Hay varias formas dentro del género documental y Cáncer de Máquina se encuentra entre los que se limitan a observar casi sin intervenir ni explicar. El trabajo en la salina es una excusa para mostrar todo lo que ocurre a su alrededor, siempre más interesados en la vida de las personas que en la actividad misma. Para eso entrevista pobladores en variados niveles de aislamiento y escasez, desde el oficinista que extraña la ópera en la ciudad hasta el trabajador que aunque su familia se fue al pueblo él prefiere quedarse en el monte con su escopeta que ir al supermercado, porque es la vida que conoció desde la infancia y no tiene ningún interés en cambiarla. Masticando silencio Sin una palabra, Cáncer de Máquina comienza mostrando el entorno del pueblo y la salina, para seguir luego pasar a una secuencia bastante musical enfocada al trabajo de los extractores y sus máquinas en la laguna. Esta larga secuencia inicial es un buen reflejo de lo que continuará: una mezcla de planos visualmente bien logrados, con una interesante y climática musicalización intercalados entre otras escenas innecesariamente largas que no aportan nada una vez que la primera ya dejó establecida la inmensa soledad de este desierto bonaerense. Algo similar se le aplica a las historias porque como suele ocurrir, el atractivo de una entrevista depende mucho del personaje retratado y como relata sus experiencias, algo que no tiene mucha continuidad ni estabilidad. Hasta el entrevistado mas interesante, capaz de dar de forma atractiva una perspectiva única de su vida, se despide con una larga escena nocturna donde no se ve nada de lo que pretende mostrar y que hasta se sospecha montada de forma inverosímil. Con las historias y las imágenes se asoma a varios temas potencialmente interesantes que no desarrolla ni profundiza, dejando insinuada la propuesta de una vida diferente a la urbana y la crítica a un sistema de explotación de trabajadores que dejan su salud y años de su vida al servicio de una empresa, perosin llegar a volverla algo realmente tangible Conclusión Cáncer de Máquina es un documental desparejo que no parece tener del todo claro sobre qué hablar. Aunque tiene unos cuantos fragmentos muy logrados visualmente y algunas entrevistas son interesantes, otras tienen muy poca sustancia y las secuencias de relleno innecesariamente largas no ayudan a mantener un ritmo atractivo.
Alan Bennett es el autor de muchas historias que llegaron a la TV y el teatro, pero la que describió en The Lady in the Van la vivió en carne propia cuando aceptó que una mujer indigente estacionara su camioneta frente a su casa durante quince años. Con la casa a cuestas Alan Bennet ya era relativamente conocido por su carrera como actor y autor de numerosas obras tanto de teatro como de televisión cuando a finales de los sesenta se instaló en su nueva vivienda de Londres, donde para entonces ella también era un personaje conocido en el barrio. A pesar de que los vecinos sabían poco y nada de su vida anterior, la consideraban casi parte del paisaje o una forma de atenuar su culpa burguesa, por lo que simplemente la observaban mudando caprichosamente la camioneta donde vivía frente a las distintas viviendas, como repartiéndose el deber de soportar su apestosa y nada amigable presencia. Pero aunque los vecinos más cercanos la toleraban, para otros era blanco de ataques y burlas, algo que distraía mucho a Alan mientras intentaba escribir frente a la ventana cuando ella eligió la casa frente a la suya para instalarse. Autoconvenciéndose de que perdería menos tiempo defendiéndola si tuviera un lugar mas protegido donde estacionarse y que en pocas semanas seguiría su camino hacia otro lugar, la invitó a instalar la vivienda móvil en su cochera sin esperar que las semanas se convertirían en años ni que la antipática mujer se convertiría en una parte importante de su vida. Liberal, intelectual y culposo Alan Bennet ha declarado varias veces que su decisión de permitir a miss Shepherd instalarse en su entrada fue menos filantrópica de lo que parece y que si nunca hizo nada para echarla fue más por pereza que benevolencia, algo que se ve reflejado en la película aunque su versión ficticia también deje entrever otros motivos mas personales para acercarse a la mujer, a la vez que en conversaciones consigo mismo y algunos de sus particulares vecinos realiza varias sutiles críticas a como trata a los menos privilegiados la sociedad burguesa de la que se reconoce parte. Al igual que la vida de Alan Bennett, The Lady in the Van es una historia conocida en Inglaterra que comenzó como una obra de teatro que fue adaptada luego para la radio antes de llegar a la pantalla. Las primeras dos veces Maggie Smith también ocupó el rol protagónico y recibió premios por su trabajo, por lo que no sorprende que su interpretación sea el punto más alto de la película pero sí llama la atención que con tanta práctica el guión no logre establecer una historia con ritmo interesante mas allá de una secuencia de extrañas anécdotas contadas por un testigo con experiencia en embellecer la realidad. Mientras las reflexiones de Alan y sus intercambios con miss Shepherd logran captar temporalmente la atención con la mezcla de drama y comedia ácida clásica del cine inglés, los continuos intentos de establecer misterios sobre el pasado de la mujer y del por qué vive de esa manera cuando se intuye que podría estar en otra situación fallan continuamente y hasta pareciera que no supieran resolverlos cuando tienen que dar un desenlace a una historia que nunca fue realmente a ningún lado. Conclusión Quizás sea necesario tener incorporada la historia y sus personajes como algo del saber popular para apreciarla, pero The Lady in the Van pasa desapercibida en casi todo lo que intenta, sin generar mucha empatía con sus personajes ni brindando una buena historia.
Crítica realizada durante Les Avant Premières 2016. Julie Delpy (Verano del 79)protagoniza y dirige Lolo, una comedia que rompe algunos lugares comunes del género romántico mostrando las dificultades que encuentran dos divorciados para armar una nueva pareja después de los cuarenta. Hijo de un divorcio burgués Violette es una distinguida diseñadora parisina que se dedica a montar eventos para los más importantes diseñadores y artistas, pero el éxito en su carrera profesional no ese repite en su vida personal. Divorciada y con varias relaciones catastróficamente fallidas, no tiene muchas expectativas cuando durante unas vacaciones se acerca a Jean-René, un técnico informático de provincia que, aunque brillante, está muy lejos de compartir el nivel de vida refinado al que ella está acostumbrada. Contra todo pronóstico, en pocos días la aventura de verano prospera a pasos agigantados y tiene chances de consolidarse en una relación seria cuando dos semanas después él se muda a la capital para su nuevo trabajo. Ambos están ansiosos por el reencuentro, pero no contaban con que tendrían que lidiar con el veinteañero hijo de Violette que regresa a su departamento después de una pelea con su novia la misma noche que Jean-René llega a París. Guerra Fría Lolo es un artista plástico lo suficientemente talentoso como para poder conseguir exponer su obra a través de los contactos de Violette, pero a la vez es un niño consentido, egocéntrico y superficial que no está dispuesto a ceder ni un milímetro del lugar que ocupa en la vida de su madre, mucho menos en manos de un rústico provinciano incapaz de combinar un saco con una corbata y portador de un optimismo inocente que es motivo continuo para la burla disimulada aunque cruel de parte del joven. Pero Lolo también es lo suficientemente astuto como para saber que su competencia con el nuevo pretendiente no puede ser abierta sino que debe recurrir a la sutileza para hacer aflorar los conflictos latentes que la incipiente relación aún no tuvo que enfrentar pero que esperan agazapados una oportunidad para atacar. Sin embargo, la misión se le tornará mas difícil de lo previsto y gradualmente necesitará recurrir a métodos más directos, llegando a explotar las obsesiones e inseguridades de su madre con tal que se convenza de que esa relación no tiene futuro. El principal atractivo de esta película son sin duda sus diálogos y su capacidad de caminar por la frontera del absurdo sin meterse en ese campo tanto como para desdibujar el conjunto. Además del humor sarcástico que despliega el joven en cada frase, Violette y su mejor amiga tienen explícitas charlas sexuales en las que se burlan tanto de su propia imagen como de los hombres que conocen y objetualizan sin pudor en una situación que muy pocas veces el cine pone a la mujer. Acorde a su forma de ser, queda para Jean-René el humor más inocente y directo de la película, que a la vez sirve para poner en evidencia el snobismo de su nueva pareja y su entorno, algo que en el fondo es la verdadera grieta que los distancia y que necesitan adaptarse para reducir lo suficiente como para que no contrarreste todo lo bueno que tienen juntos. Conclusión Lolo entretiene de principio a fin, algo fundamental en cualquier comedia. Pero además se permite mostrar desde una posición crítica pero no solemne temas como las exigencias que recibe sobre su imagen una mujer de cuarenta y cinco años o la relación con un hijo al que no conoce tanto como cree por tenerle idealizado en el niño que alguna vez fue.