El amor espera Nuevamente Amor (Love Happens, 2009) se enmarca como una película de género romántico, confiable en términos de taquilla, donde el producto pone el acento en su rendidora pareja protagónica. Aquí la comedia, al contrario de la casi totalidad de films del género que se estrenan, se entremezcla con el drama. Hay un hombre atrapado en su pasado y una mujer que no logra encaminarse en su vida amorosa. Ambos tienen un problema por resolver, he allí el punto en común que une a estos seres solitarios en busca de un cambio de rumbo. La historia se centra en el drama que vive un reciente viudo, quien en una suerte de viaje emocional hacia dentro de si mismo, plasma en un libro de autoayuda la trágica muerte de su esposa y sus consecuencias personales. La publicación del libro la acercará afectivamente a una lectora, en donde encontrara la esperanza de renacer dejando atrás la angustia del recuerdo de su esposa. Salvando las distancias con grandes exponentes del género, Aaron Eckhart y Jennifer Aniston no son una mala elección para una comedia romántica. Por el contrario, han demostrado buena experiencia en el género. Sucede que el film jamás plasma todo el potencial que su pareja protagónica promete. Y en ese atisbo habrá un fugaz y atractivo interés en desmitificar a los gurus intelectuales del autoayuda, pero también una tendencia complaciente al melodrama por demás llorón y endulzado. Luego de un comienzo prometedor que ilusiona con una comedia que ofrezca algo distinto, el film se diluye y su desarrollo y desenlace estarán a la altura de la simpleza y la sensiblería fácil. La sutileza sugerida en los primeros planos de presentación de historia y personajes, no se materializarán en el resto del metraje. Este intento de apartarse de los cánones habituales del género nos presenta a un hombre que en su dolor intenta ayudar a los demás a superar el propio. El personaje de Aaron Eckhart sufre por una perdida irreparable, a su vez su libro enseña a reparar el dolor. Las emociones que este personaje transmite son de frustración, angustia, pesar. Acaso el aspecto mas interesante del film, nada similar al canchereo del amor a primera vista que pregonan la mayoría de las comedias románticas más pasatistas. El film jamás logra definirse ni despegar de sus limitaciones narrativas. Si el personaje de Eckhart es incapaz de enfrentarse a sus propios fantasmas para ahuyentarlos, el novato director Brandon Camp se mimetiza y tampoco encontrara escapatoria a su propio laberinto. Y con él, arrastrará a un film que se perdió en la propia trampa de su mediocridad.
Nada nuevo para ver El cine de terror esta hastiado de niños que viven experiencias paranormales. Lo macabro termina entonces por convertirse en irritante y tal característica resulta ser la constante de Caso 39 (Case 39, 2009). En el film, además, se pone de manifiesto el viejo cliché donde las apariencias engañan, un guiño más que habitual en productos de este género tan transitado, como lo es el terror psicológico. Renee Zellweger interpreta a una trabajadora social que a lo largo de su trayectoria profesional tuvo que enfrentarse a todo tipo de tragedias domésticas. En esta ocasión se encuentra frente a una niña quien vive en un hostil ambiente familiar que la tiene muy angustiada. Al involucrarse de manera personal con la pequeña, la profesional descubre un mundo perturbador lleno de terror, tormento y fuerzas sobrenaturales. El film parece por momentos un rejunte de otras incursiones bastante mas exitosas en estas temáticas siniestras como lo fueron La Profecía (The Omen, 1976)y encontrando también reminiscencias en el j-horror tan popular en Hollywood por estos tiempos. La sensación será entonces para el espectador, de una historia previsible que ya le fue contada. Y los típicos recursos a la hora de asustar, lejos de agobiar resultan faltantes de sorpresa. El debutante Christian Alvart concibe una película que conjuga los elementos mas básicos del genero, se ajusta de forma llana a la formula tantas veces empleada y que garantiza una propuesta complaciente que sigue al pie de la letra terrenos facilistas cuya ambición no se plantea objetivos artísticos. La irregularidad del film también opaca a su elenco, encabezado por Renee Zellweger, una actriz últimamente acostumbrada a dar tumbos en su carrera. Caso 39 es un auténtico despropósito, torpe por algunos momentos, ridícula en otros deja al desnudo las evidentes falencias que apremian al cine mas comercial made in Hollywood. Por si caben dudas, en cierta parte de la meca cinematográfica no hay lugar para un poco de moralidad y buen gusto, solo éxito, descaro y estrategias. Y el género de terror, repetido hasta el cansancio, posee la urgente necesidad de ser revitalizado.
El precio del éxito (devaluado) Debatiéndose entre ser una remake o una secuela del film que en 1980 dirigiera Alan Parker, Fama (Fame, 2009) es toda una franquicia en el género musical. Conjugando el estilo de la serie televisiva y algo de la fábula que relataba el film original, la historia transcurre en nuestros días con personajes y situaciones totalmente novedosas y renovadas, con lo cual el tópico de remake puede llegar a resultar confuso o desacertado. Esta adaptación cuenta las vivencias de un grupo de jóvenes que estudian en la Escuela Superior de Artes Escénicas de Nueva York, quienes compiten para poder triunfar en el mundo del espectáculo. Allí conocerán el romance y la amistad mientras intentan superarse a si mismos y alcanzar la gloria personal. En el film de 1980 lo preponderante a nivel narrativo eran los problemas personales de los protagonistas y sus duras realidades familiares, como pueda ser la oposición de sus padres. Este factor se erigía como la columna vertebral a través de la cual se estructuraba un relato destinado a ser un drama social que estudiaba la psicología de estos jóvenes en búsqueda de un sueño. El éxito del film de Parker también propensó una famosa serie televisiva con la que se identificó una generación entera de jóvenes. La serie, con un acercamiento bastante mas light para la época, se inclinaba por una visión endulzada y extremadamente correcta. Ésta suerte de remake con guiños al film original aunque de un modo mas liviano en su tratamiento, se parece más a la serie, pero la intrascendencia que la reviste deja ver a las claras un producto sin carisma, donde las deslumbrantes coreografías de música y baile no alcanzan para disimular la apatía que despiertan sus personajes. El film intenta transmitir los dilemas a los que se enfrentan estos jóvenes al querer para sus vidas alcanzar un sueño, con todo lo riesgoso que esto puede tornarse: autoestima, miedos, egos y fracasos son retratados sin demasiado acierto. Los personajes transitan por el film de forma dispersa, mientras que las acciones que los ven protagonizar se fragmentan sin una continuidad que genere la mínima atención. El resultado es un mosaico social difuso, poco profundo, en donde nada de lo relatado logra un esbozo más o menos pensante respecto a la vocación y al talento natural como valores a explotar entre los más jóvenes. En Fama -la original- había un desafío anárquico hacia la vida, una rebeldía interior con deseos de hacerse oír, aquí todo es ingenuidad y precipitación. Si el film original era un heredero de los musicales trasgresores de Bob Fosse, este se acerca más de forma banal a High School Musical. Una pena.
La abducción del absurdo En la línea de El Proyecto Blair Witch (The Blair Witch Project, 1999), Actividad Paranormal (Paranormal Activity, 2009) y Sector 9 (District 9, 2009), el novato director Olatunde Osunsanmi, emprende un film de terror psicológico que aborda la temática de las abducciones extraterrestres en Contactos del cuarto tipo (The Fourth Kind, 2009). Lo cierto es que lo hipotéticamente polémico no estará a la altura del resultado final. Se dice que en 1972 se estableció un protocolo en fases para los encuentros alienígenas. Contactos del cuarto tipo nos adentra en estos acontecimientos de abducción que provocan terror y angustia entre los ciudadanos a medida que se suceden inexplicables casos, que plantean el interrogante de estar acompañados –o peor aun, controlados- en este universo por criaturas nada amigables. La premisa argumental entusiasma previendo como menú una buena narración de terror paranormal, donde estos niveles de percepción tan misteriosos y aterradores son puestos de manifiesto en un relato perturbador y oscuro. En pos de querer infundar una verdad sin ser certero en su tratamiento, el novel realizador recurre a un registro documental inédito –grabaciones de archivo, audios supuestamente originales- como toda una apuesta de estilo narrativo, pero poco creíbles que no sirven para disfrazar las verdaderas intenciones del film. Es ingenuo pretender de esta manera abarcar con seriedad e interés la crispada temática que se propone desentrañar. Dividiendo la pantalla, empleando sobreimpresos e intercalando relatos de ficción con los documentales, el film va construyendo su identidad, con marcas genéricas novedosas jugando al filo de lo creíble con los acontecimientos que se relatan. Integrando en el propio film material completamente inédito y real sobre la investigación, incluye las revelaciones de múltiples testigos de encuentros alienígenas sin el más mínimo cuidado por el buen gusto, privilegiando el impacto del momento. O peor aun, queriendo convertirse en un documental revelador que a su conclusión no dejará ninguna reflexión final que se precie de aclarar el confuso panorama que plantea. Como si fuera poco, el tono empleado a la hora de asustar será un rejunte de viejos trucos ya vistos en decenas de oportunidades aquí implementados con insistencia. Probados recursos que, para variar, no aportan nada nuevo al género. Pareciera que el golpe de efecto en las secuencias de horror son el motor del film, un punto de partida endeble si se tiene en cuenta que lo apropiado sería encarar al mismo desde la conexión que pueda establecerse con el interés y la psiquis del espectador que, sin dudas, se vera emocionalmente estimulado al tocarse un tema que genera curiosidad. El falso realismo ficcional señalado, intenta dar verosimilitud a una historia contada sin la mínima preocupación de mantener un coto de credibilidad, lo que acaba pareciendo un flash sensacionalista que intenta justificar sus verdades de un modo más que descarado. Que no nos vendan más mentiras.
La comedia soltera y sin apuros Estamos en presencia de una comedia romántica que no escapa a los prototipos que han inundado la pantalla últimamente. Enmarcada en una historia que aborda los problemas amorosos, las segundas oportunidades en el amor y las relaciones dispares, Amante Accidental (The Rebound, 2009) nos pasea por las distintas complejidades que la pareja debe afrontar siendo un retrato del comportamiento en los vínculos del siglo XXI. La historia nos sitúa en la vida de una atractiva cuarentona ama de casa suburbana que resulta engañada por su marido. Tras enterarse de la infidelidad, ella decide escapar a Nueva York y empezar allí una nueva vida. En su camino se cruza un joven mucho menor que ella, y entre ambos surgirá una inesperada atracción romántica. Hay algo de tragedia en esta relación que puede ser vista un tanto ilógica: ella con su pasado turbio de engaños, hijos y separación; él un joven con los intereses y las aspiraciones propias de cualquier muchacho de su edad. Y dónde surge una posibilidad para un nuevo comienzo amoroso -casi como una liberación interna- se interpondrá la diferencia de edad como obstáculo a sortear, convirtiéndose éste en el peor enemigo para la aceptación social. una piedra en el camino que emprende esta mujer para recomponer daños sentimentales del pasado. Bart Freundlich –quien es la actual pareja de Julianne Moore- ha dado a conocer su nombre en el terreno del cine independiente y ésta es una de sus primeras incursiones en el Hollywood más comercial. Contado como un dulce e improbable cuento de amor, Amante Accidental se burla de la diferencia de edad entre sus protagonistas para que en la historia prevalezca lo eterno y lo incondicional, sin ser visto el romance como una mera aventura prohibida. Sucede que en su concepción hay notorios errores que el film paga caro. Quizás no sea Catherine Zeta Jones la actriz indicada para este papel o la historia demasiado cliché. La lucidez es una característica de la que el film goza solo en contados pasajes. Justamente esa inconstancia a la hora de pretender ser un producto homogéneo, acaba siendo no más que interesante en sus aspiraciones dramáticas, pero fallida desde su faceta cómica. No logra llegar al espectador con la suficiente fuerza como para entusiasmar más allá de la primera media hora de recorrido. Los gags ya conocidos –incluso cuando se ha de emplear el humor escatológico- son puestos en marcha no con demasiada perspectiva para generar algo de mejoría, atractivo y comicidad cuando el sopor amenaza. La comedia romántica sobre engaños, divorcios y nuevos amoríos es todo un subgénero en Hollywood. Un tópico siempre atrayente y cautivante que la modernidad ha ido reinventado en base a historias cursis dónde los convencionalismos se vuelven arquetipos. Amante Accidental se encuentra más cercana a este tipo de falencias, como esas parejas sin retorno prontas a la ruptura que han perdido la pasión.
Si querés reir... Llorá La Gran Fiesta de Coco es un compendio de buenas intenciones que se fuerzan por resultar graciosas queriendo ganar por insistencia, lo cual doblemente empeora el resultado final de un film inconsistente por donde se lo mire. Con un humor intermitente, el film delinea el prototipo del nuevo rico, ese que está lleno de dinero y lo hace saber, y no se guarda nada, por el contrario lo gasta sin medias tintas, incluso si su propósito es sobornar a las altas esferas del poder. Coco, interpretado por Gad Elmaleh, es un inmigrante en sus entrados 40 años, padre y esposo devoto, un ejemplo perfecto del éxito profesional y logro social, potenciados por un reciente descubrimiento que le proporciona fama. Obsesionado con el muy próximo Bar Mitzvah de su hijo, fiesta que planea hasta el más mínimo detalle como una meta personal alejándose, paradójicamente, de su familia y amigos. Así, falto de ironía y orginiladad, la burla se convierte en simpatía y complicidad con un personaje al que el film se alió para compartir sus aventuras, con lo cual se desvirtúa una posible critica social hacia su actitud. Esta tendencia no hace más que tornar superfluo su transitar en el film, paralelo a su existencia y la de los que lo rodean, enmarcados en las cercanías de la Torre Eiffell y vestidos por prendas de Christian Dior. Convencional y previsible, el desenlace del film es tan frívolo como la historia en sí, que se permite pocos pasajes genuinamente emotivos. El multifacético actor, productor, guionista y director Gad Elmaleh, es un Roberto Benigni a la francesa, sin el carisma para la comedia de éste, pero con chispas de talento y gracia que tienden hacia lo histriónico e hilarante a tono con el perfil excéntrico de su personaje, que coquetea con el desquicio. Quizás el film es un parámetro injusto con el que Elmaleh se dará a conocer a lo largo del mundo cinematográfico, ya que como espejo no mostrará en su esplendor la verdadera capacidad de uno de los estandartes de la stand up comedy europea más destacados. El mayor pecado del film es no encontrar su identidad. Es una comedia dramática que no se decide en ningún momento qué lugar de la balanza inclinar, ni encuentra comodidad siendo comedia, ni encuentra la agudeza necesaria a la hora de ser un drama que habla sobre la familia, la amistad y los valores. Por momentos, su falta de empeño a la hora de hilar la historia y resultar al menos creíble en la risa o en la emoción es notoria, o más bien, preocupante por un film que parece deambular sin rumbo. Lejos de la tradición del mejor cine francés.
En esta casa mando yo Los últimos días de Emma Blank (The Last Days of Emma Blank, 2009) es una historia de apariencias y verdades, donde la avaricia es el combustible del que se alimentan sus personajes. El último largometraje de Alex Van Warmerdam deja verse como un film donde las miserias humanas y las carencias afectivas son una constante inalterable en un mundo carente, superficial e impiadoso. La dueña de casa está muriendo, o eso parece, y a nadie parece importarle. Salvo a ella, que manipulará a todo su entorno para sacar provecho de la situación. La cocinera, el mayordomo y el jardinero, entre muchos otros, responden sin dudar a las exigencias de Emma, que se escuda en una supuesta enfermedad para conseguir lo que quiere. El film se enmarca en una tragicomedia, que juega con las ambigüedades que generan el dolor visto con comicidad y un accionar vil y condenable, pero que no deja de causar asombro y a la vez cierta diversión. Toda esta farsa parece encajar perfecto en este bizarro relato sobre soledades y tristezas de la mediana edad. La dirección de Van Warmerdam es un punto a favor a la hora de ensamblar un talentoso elenco y manejar en el público las inquietudes generadas. Estructurada como una típica comedia negra, eje a través del cual se desarrolla el relato, colocará a Emma en el rol de la titiritera de esta historia. El director no juzga ni castiga a sus personajes, pero deja ver, sin filtro alguno, el accionar de esta mujer ejerciendo despotismo sin piedad. Este disparador en la trama tiñe al film -que compitiera en el festival de Venecia en 2009- de un halo plagado de tensión, de una atmósfera incomoda y en continuo peligro a punto de estallar. Detrás de este accionar subyacen el miedo que tiene Emma sobre su destino y la obsesión que le provoca la idea de morir, escondiéndose algunos secretos que el espectador irá develando a medida que la historia transcurra. Van Warmerdam nos habla del poder de la manipulación y de los alcances de la violencia psicológica en medio de un hábitat familiar disfuncional. Al explorar más esa superficie, es cuando sale a la luz la carga dramática más poderosa del fillm, generando morbo, perversión y curiosidad.
Y donde está la comedia? Inofensiva y con un humor de bajo vuelo, Y dónde están los Morgans? (Did you hear about the Morgans?, 2009) intenta ser original al contrastar la rutina urbana de un matrimonio con el ámbito campestre en el que se ven inmersos, como si de eso se tratara ser novedoso en un genero de comedia al que ya no le queda nada por inventar. La pareja protagonista de la historia está compuesta por dos millonarios cuya relación esta a punto de derrumbarse. Como si no bastara, ambos son testigos de un asesinato y asignados al programa de protección de testigos hasta que se lleve a cabo el juicio. Exiliados en un pueblo rural de Wyoming y lejos de Nueva Cork, se verán insertos en un ecosistema que les es ajeno. Lejos de la tecnología y la vorágine de la gran ciudad, deberán adaptarse a costumbres que desconocen e ir resolviendo sus cuestiones matrimoniales. Hugh Grant colabora por tercera vez con Marc Lawrence, y repitiendo la constante con films enmarcados en la comedia romántica. Las anteriores Amor a Primera Vista (Two Weeks Notice, 2002) y Música y Letra (Music and Lyrics, 2007) no son un buen presagio para que uno mire a este film con buenos ojos. La quintaesencia de la comedia romántica de Hollywood, por estos tiempos, parece ser una argumento repleto de lugares comunes, un desenlace ya visto miles de veces y una pareja protagónica que tiene de todo menos química en pantalla. A veces, encontrar una pareja antagónica puede llegar a resultar un gancho argumental, pero las fallas de este film van mucho mas allá que la elección de sus protagonistas. La falta de originalidad se ha transformado en una constante y, peor aún, en un insulto al espectador que realmente disfruta del género y no va sólo al cine a pasar un buen rato. Pese a este papelón no se debe ser injusto con sus protagonistas. Hugh Grant ha sido un estandarte del género de la comedia en los años ’90, basta mencionar Cuatro Bodas y un Funeral (Four Weddings and a Funeral, 1994) para entender que conoce por demás el terreno en el que se mueve a pesar de que sus últimas elecciones no lo demuestren. Por su parte, Sarah Jessica Parker ha sido una referente del genero en la TV gracias a Sex & the City y su transición a la gran pantalla le ha deparado más de un buen papel. Pero hay situaciones que son insalvables y por más pergaminos que cuenten estos dos, el film es demasiado torpe y limitado como para que estos grandes interpretes no se incendien con el. Mientras Grant despliega un recurrente repertorio de gestos y muecas, Parker luce a destiempo y falta de gracia. Gran parte de la frialidad que los intérpretes transmiten en pantalla se la deben, sin dudas, a Marc Lawrence; gran responsable de este producto mediocre cuyo mensaje –como corolario a este bodrio- parece ser querer transmitir la pureza y sabiduría que propicia la vida rural para las relaciones humanas. El film puede catalogarse dentro del subgénero de la comedia romántica como lo es la screwball comedy. Que despropósito sería compararlo con aquellas joyas de Howard Hawks, un verdadero pionero en la materia. Películas repletas de gags físicos, diálogos filosos, sátiras sociales, burlas a la vida matrimonial, batalla de sexos y enredos por doquier. Todo lo que allí abundaba en calidad; aquí, más que característica, es carencia. Para añorar a los grandes clásicos y una invitación a volver a verlos en casa.
Parte de la religión De un talento y una imaginación inagotable, los Coen nos traen de vuelta ese humor agrio y mordaz que caracterizó su mejor época. Con Un hombre serio (A serious man, 2009) nos presentan una fábula social con la conflictiva relación de un hombre consigo mismo. Espiritualismo y religión se entrecruzan en la rutina de la clase media, plasmando lo imponderable de lo imprevisto. La trivialidad de lo cotidiano se convierte para este pobre hombre en un descenso a los infiernos. Larry Gopnik (Michael Stuhlbarg), profesor de física de una universidad situada en una población tranquila de Minneapolis, ha descubierto la infidelidad de su esposa (Sari Lennick). Casi como un efecto dominó, deberá lidiar con un intento de soborno en su trabajo y dos hijos en conflictiva adolescencia. Contemplando como los valores y pilares de su vida se derrumban frente a si, su vida en apariencia perfecta deja de tener sentido. Las piezas del rompecabezas dejan de ocupar su lugar y este hombre serio, correcto, fiel y entregado a sus principios, se vera falto de metas, inmerso en un profundo trance religioso. No hace falta decir a estas alturas que los hermanos Coen son de los más destacados estandartes del cine independiente de Hollywood. En las ultimas dos décadas y media han creado joyas cinematográficas indiscutibles, desde Simplemente Sangre (Blood Simple, 1984) hasta Quémese Después de Leerse (Burn Alter Reading, 2008). Y a lo largo de la filmografía de los Coen existen huellas autorales que permanecen inalterables, reconocible en todas sus obras: el humor negro que profesan sus personajes y esa extraña e inmensa capacidad para poner el punto de atención sobre insignificancias que en la cotidianeidad pasan desapercibidas. Los Coen encuentran riqueza para desarrollar una situación, plantear cuestionamientos a grandes paradigmas sociales y bucear en la psiquis del hombre común y corriente. En Un hombre serio se ataca y cuestiona al practicantismo fanático de la religión, ese que busca consuelo en sus creencias para superar la frustración de lo incomprensible. El blanco certero es un hombre en apariencia ciudadano ejemplar, que en su pasividad y apatía, es un fiel espejo de cierto sector de la sociedad americana, a la que los Coen también intentan despertar de un sueño idílico y eterno -con crueldad- dejando ver sin tapujos sus debilidades e incertezas. Poniendo en el ridículo más de un mandato litúrgico y desnudando el sentido de la tragicomedia que se ríe de si misma, los Coen izan su bandera de buen cine. Fieles a sus principios, cuestionan hasta el mismísimo sentido de la vida y dejan salir a la superficie más de un recuerdo de la infancia que le da al film un tinte autobiográfico.
Para no pedir deseos No es una nueva moda en Hollywood esto de los grandes fortachones protagonizando películas para niños. Así como Vin Diesel dejo sus músculos y el cine de acción para Niñera a Prueba de Balas (The Pacifier, 2005), a comienzos de los ’90 fue Arnold Schwarzenegger quien incursionara como pionero en estas temáticas: Un Detective en el Kinder (Kindergarten Cop, 1990), Junior (1994) y El Regalo Prometido (Jingle All the Ways, 1996) le permitieron afianzarse en un target de publico mucho mas juvenil. Similar camino parece buscar Dwayne The Rock Johnson quien luego de La Montaña Embrujada (Race to Witch Mountain, 2008) no tuvo peor idea que hacer sufrir a grandes y chicos con este despropósito. Dwayne Johnson es Derek Thompson, es un otrora figura de hockey que vive de su popularidad y éxito pasado, mientras toma conciencia que sus días como jugador están llegando a su fin. Un hecho infortuito con un niño cambiara su vida y lo verá de repente, reconvertido en hada y envuelto en situaciones que le harán cambiar su forma de ser y pensar. Dwayne The Rock Johnson fue hace unos años una prometedora aparición en el cine de acción y muchos lo compararon con el ex Terminator. Lo cierto es que esta antigua estrella de lucha libre desde sus comienzos cinematográficos, dejo bien en claro sus limitaciones actorales. La tendencia se repite con este producto destinado a la platea infantil, como lo son tantos que invaden la cartelera veraniega por estos tiempos donde los chicos buscan entretenimiento. Cuesta ver a secundarios de la talla de Billy Cristal, Ashley Judd o Julie Andrews como anexos secundarios al elenco de este tipo de films tan elementales. Y conociendo los antecedentes mencionados no será para nada una sorpresa lo que el film nos deparara. Nos encontraremos con el gigantón de Johnson sufriendo a los mas pequeños de los que luego -y de la forma mas inverosímil- se ganara su cariño. Resumiendo, una comedia familiar con aspecto de cuento de hadas dentro de un mundo mágico repleto de moralejas y lecciones del buen obrar. Si los films citados de Schwarzenegger llevaban consigo algo de fantasía y entretenimiento, justamente aquí tales virtudes brillan por su ausencia. Una constante inalterable: todo muy predecible y sin imaginación; chistes recurrentes y enseñanzas muy básicas sobre la importancia de creer en los sueños y conservar la inocencia. Todo este combo condecorado en un final con sabor a edulcorante donde se ponen de manifiesto los mecanismos hollywoodenses para un happy ending muy empalagoso, con su interminable decálogo de enseñanzas y buenas intenciones para los más pequeños. Hada por accidente, un auténtico accidente cinematográfico.