Teresa acaba de perder su trabajo como empleada doméstica en una casa de Buenos Aires. Ahora le toca emprender un viaje hasta San Juan donde la espera una nueva oportunidad laboral, pero algo ocurre en el trayecto. Algo que hace que el micro se detenga, su bolso se pierda y en medio de todo eso, una festividad religiosa se atraviesa. Paulina García y Claudio Rissi protagonizan una road movie donde se plantea una historia sencilla pero con una doble búsqueda ya que a la falta del bolso se le suma otra a nivel personal, donde la mujer se ve obligada a abandonar la rutina y descubrirse a sí misma en medio de una etapa de pleno cambio.
Malena (Bárbara Lennie) es una una doctora de Buenos Aires que maneja 800 kilómetros hasta un pueblo donde pretende adoptar a un bebé próximo a nacer. Lo hace en soledad, junto a un gato al que no sabe con quién dejar y sin la compañía de su esposo, quien no parece estar conforme con la decisión.
¿En qué consiste el trabajo de una actriz? ¿cómo es su preparación? El documental dirigido por Fabián Fattore sigue a una de ellas, Analía Couceyro, en las diferentes esferas de lo que implica dedicar la vida a la actuación a fin de responderse estas cuestiones.
Todo comienza con un acantilado en algún destino paradisíaco de la costa francesa. De esa zona proviene Sam (Omar Sy), el protagonista de esta historia, que ya de adulto -una convención que como, verán en breve, no lo identifica- recuerda el momento en que su padre lo llevó hasta allí para darle una lección de vida. Sin alejarse demasiado de ese lugar, Sam trabaja como chofer de un yate por un tema práctico ya que, cuando las excursiones turísticas terminan, él se prepara para lo que realmente importa: la fiesta.
Desde el exterior de la Casa Rosada se va entrando lentamente en la atmósfera que rodea a este edificio. Una vez que la cámara atraviesa las rejas, los controles policiales, los patios y pasillos internos, va insertándose en lo que es la cotidianidad del lugar y los sucesos en la agenda del presidente que determinan a todo lo que allí ocurre.
Una cámara capta la naturaleza. El agua, los cielos, sus tonalidades y movimientos. A partir de ella, comienza el relato acerca de una mujer nacida en 1894, en la ciudad de La Plata, bajo el nombre de Salvadora Onrubia Medina. Criada en Gualeguay, empezó de manera precoz su carrera como maestra de una escuela rural a la edad de trece años pero su sueño era otro: escribir. Fue a causa de ese deseo que comenzó a participar con la revista Fray Mocho, donde tuvo algunas apariciones esporádicas siendo aún adolescente. Pero no fue su carrera lo único que llegó pronto, sino también un niño -Pitón- ya que a los dieciséis años quedó embarazada de un político conocido, decidiendo seguir adelante como madre soltera, algo que en la sociedad de aquel entonces no estaba bien visto.
Pablo es un aprendiz de cocina de 21 años a quien le toca pagar su derecho de piso. Quizás algún día llegue a ser un cocinero distinguido y los autos se detengan especialmente para comer en su restaurante del puerto, pero eso, por el momento, es apenas un sueño y una forma de evadir el mundo en que se mueve: además de picar verduras, el joven tiene una vida paralela que es la que, en verdad, le permite ahorrar algo de efectivo cuidadosamente escondido en algún rincón de su casa con el deseo de llegar hasta donde se propone.
En algún lugar de Buenos Aires, un joven vuelve a su hogar luego de perder su nuevo empleo en un supermercado. Ignorando qué va a pasar con su futuro, Exe tiene una sola preocupación: que alguien le preste el celular o al menos una computadora. Algo que parece tan sencillo de conseguir hoy en día, se complica cuando se da cuenta que a todos sus amigos se les estropearon los teléfonos y las máquinas parecen haberse puesto de acuerdo para no tener internet. Solucionando este problema, son las tecnologías las que logran que este porteño conozca a Alf, un chico de mozambique, cuyo trabajo no parece ser el mejor de todos pero aunque sea le permite sobrevivir.
Cesar (Mariano González) trabaja en una pequeña fábrica del Conurbano bonaerense haciendo globos. Entre paletas, y látex de colores, el hombre se hunde en ese submundo preparando pedidos, en silencio, que luego llevará él mismo en su motocicleta hacia cada destino. A diferencia de la variedad tonal de los objetos que produce, su vida parece ser bastante gris -y más bien oscura-. Monotonía que se ve trastocada cuando alguien llega para romper su rutina de manera definitiva: Alfonso (Alfonso González Lesca), su hijo.
Ryota (Hiroshi Abe) alguna vez fue un novelista reconocido, pero su profesión ha virado obligatoriamente a la de detective privado. En la actualidad, la economía no le juega una buena pasada, sobre todo a partir de su divorcio, hecho que lo obliga a tener que destinar parte de su salario para la pensión alimentaria de su hijo -algo con lo que en verdad no se compromete a causa de su adicción por las apuestas- y el alquiler de su departamento de soltero. La salida amoral que encuentra para mejorar su situación es convencer a su joven compañero de trabajo para chantajear a las personas que investigan. De este modo, ganan el dinero de sus clientes y otra suma para que esas fotos e informaciones no salgan a la luz. La facilidad para averiguar acerca de la vida de los demás le posibilita también ponerse al día sobre el presente de Kyoko (Yôko Maki), su ex esposa, quien se niega a hablar con él e, incluso, se las rebusca para que su hijo tampoco lo vea por incumplir con sus responsabilidades como padre.