La del héroe con sueños diferentes a los planes de su padre es una historia harto conocida y Rock Dog se propone dentro de esos lineamientos. Cumple a rajatabla una fórmula por sus cortos 80 minutos que, no obstante, están cargados de optimismo y alegría que hacen que el viaje sea disfrutable, mas no memorable. Las recetas probadas para el éxito tienen razón de ser y es en base a una de ellas que se plantea el nuevo film de Ash Brannon, el co-director de Toy Story 2 y Surf’s Up. Inofensivo y adorable, responde a la falta de sorpresas e inventiva con mucho corazón y sentido del humor, con una aventura más que conocida pero que funciona.
John Wick: Chapter Two es precisamente lo que uno espera de una secuela. Más grande y ambiciosa, expande la mitología de la original mientras ofrece nuevas e impactantes secuencias de acción que ponen en evidencia a la mayoría de los films del género que llegan en el año. Puede faltarle algo de la contundencia de la primera, pero no por ello es menos especial. Cuando el director Chad Stahelski manifestó que tenían ideas de sobra para superar la acción de la otra, no había que tomar sus palabras a la ligera. Este segundo capítulo hace gala de su presupuesto duplicado pero sin perder el foco, manteniéndose centrado, creíble y anclado en un mundo original al que no le faltan sorpresas.
La Gran Aventura LEGO fue una real sorpresa al momento de su estreno en cines. Inventiva y brillante, supuso una comedia animada fresca, dinámica, recargada de humor y con incontables gags por minuto, que se permitía abordar temas como el consumismo, el capitalismo o las libertades individuales mientras hacía un original comentario sociopolítico. No solo supuso un éxito para la crítica y la audiencia, sino que además dio pie a la construcción de un universo cinematográfico a partir de estos bloques de plástico, que expanden su historia cual si se tratara de un niño creando diferentes mundos interconectables. The LEGO Batman Movie es la segunda película dentro de este armado y afortunadamente mantiene bien alta la vara en términos de lo que se podía esperar, en lo es la primera producción centrada en el Caballero Oscuro que se permite explorar su corazón y vulnerabilidad.
En una época en que las tensiones raciales en Estados Unidos se han reavivado, películas como Hidden Figures son oportunas, más allá de la opinión que merezca el resultado final. Nada lo muestra mejor que todas las nominaciones a los premios de la Academia para ella, Moonlight, Fences, Loving, 13th, OJ Made in America o I Am Not Your Negro, lo que supone una respuesta a las reacciones generadas por la edición 2016 conocida como “Oscars Blancos” y a la falta de diversidad. Talentos Ocultos es una feel good movie de manual, con más pretensiones que méritos, que junta a un elenco de caras conocidas para dar una clase sobre una porción no explorada de la historia norteamericana.
“¿Cómo vas a ser un revolucionario si eres tan tradicionalista?”, pregunta el personaje de John Legend a Sebastian, una frase autorreferencial que Damien Chazelle responde con la mera concepción de La La Land. Es, después de todo, un musical original que homenajea a las películas clásicas de la época dorada del género y les inyecta nueva vida al traerlas a una Los Ángeles contemporánea. No es exagerado pensar que pueda revitalizar a este tipo de producciones, algo que se ve apuntalado gracias a sus cifras récord de 7 Globos de Oro ganados y 14 nominaciones para los Premios de la Academia. Pero no hay indicativo más fuerte de eso que en la actualidad haya una veintena de musicales en desarrollo dentro de los estudios, aquellos que hace un lustro no estaban dispuestos a financiar el proyecto del joven realizador por considerarlo un riesgo.
En sus casi 100 años de existencia, Walt Disney Animation Studios atravesó diferentes altibajos en términos de calidad y popularidad. Se reconoce como un resurgimiento de la compañía la etapa que se empezó a gestar hacia fines de los ’80, cuando el lanzamiento de The Little Mermaid abrió un período de gloria que se continuó con otros clásicos animados como Beauty and the Beast, Aladdin o The Lion King. Esa época de bonanza llegó a un fin después de una década, mientras que otros estudios como Pixar o DreamWorks levantaban la vara en materia de lo que se esperaba de animación. Hoy en día, no obstante, se puede hablar perfectamente de un nuevo resurgimiento de Disney. Tras volcarse al CGI en sus grandes producciones, se consiguió una seguidilla de éxitos notables que empezó con Tangled, siguió con Wreck-It Ralph, alcanzó un impacto cultural como hacía tiempo no generaba con Frozen y siguió por el buen camino con la oscarizada Big Hero 6 y con la notable Zootopia. Ahora hay otro destacado film original que sumar a la lista, gracias al estreno de Moana.
Robert Zemeckis es un realizador ecléctico, que no se ha visto atado por ningún género a lo largo de su carrera. Bien se puede notar que algo que ha marcado a su filmografía fue el tratar de ser un pionero, con el uso de tecnología de punta para fortalecer sus proyectos, fueran aciertos (Who Framed Roger Rabbit, Forrest Gump) o no (A Christmas Carol, Beowulf, The Polar Express). Después de su último esfuerzo para innovar en términos de la experiencia cinematográfica con The Walk, el cineasta optó por limpiarse el paladar con una película despojada de efectos, de un tipo que hasta ahora no había abordado como es un thriller romántico en el marco de la Segunda Guerra Mundial. Pero si ya en su último trabajo se había notado cierta ausencia de emoción que se compensaba con espectacularidad, en esta oportunidad se profundiza la carencia y la afecta en su mismo núcleo. Allied sufre de una falta de ritmo pasmosa. La idea de Steven Knight (Eastern Promises, Locke) puede haber sonado mejor en papel, pero a la hora de trasponerla a la pantalla grande pierde todo tipo de cadencia y se extiende por dos largas horas. La perjudica el hecho de que el conflicto central –aquel que se anticipaba en la sinopsis y en los avances- empieza a gestarse después de los primeros 60 minutos, con lo que la experiencia se vuelve densa. Tampoco ayuda el hecho de que las interpretaciones de Brad Pitt y Marion Cotillard sean tan solo correctas y la química no abunde; para terminar de dar forma a un proyecto al que no le sienta mejor calificativo que insulso. Al estilo del Hollywood clásico pero actualizado para estos tiempos –se disparan algunos “fuck”, la hermana de Max (Lizzy Caplan) es abiertamente lesbiana-, Zemeckis aspira a canalizar a Michael Curtiz. Es obvia la comparación con Casablanca dado que a eso apunta el director, con otra visita a la ciudad marroquí para explorar una historia de amor atravesada por el conflicto bélico, con la inclusión de La Marsellesa en el argumento y otras tantas referencias. Hay también un notable cuidado en términos de producción, con una distinguida representación de época. Esa atención al detalle es propia del cineasta, cuya pericia en el rubro tecnológico es bien sabida. Pero en el mismo sentido que sus films realizados con captura de movimiento, que aspiran a la interpretación más realista que se pueda y acaban con personajes plásticos u ojos despojados de vida, Allied no tiene pulso. La historia atrapa, tiene algunos buenos recursos y un final valiente, pero hay una clara distinción entre cada acto que signa la suerte del resultado total. El primero ayuda a presentar a los protagonistas, sienta las bases para su incipiente historia de amor y concluye con una sólida secuencia de acción. Pero tiene una extensión desproporcionada en relación a los eventos posteriores y retarda el surgimiento del verdadero conflicto, restándole intriga, peso dramático e incluso verosimilitud. Zemeckis obtiene así un drama de época que luce bien pero que se siente algo vacío. “Mantengo las emociones reales, solo así funciona” es lo que repite la espía Marianne Beauséjour en más de una oportunidad, un consejo del que una película sin corazón se podría haber beneficiado.
Mel Gibson sabe cómo dirigir. Eso no se ha puesto en duda, ni siquiera durante la década que pasó alejado de las cámaras. Es bien conocido que sus problemas personales y unas incendiarias declaraciones que se volvieron muy públicas lo pusieron en la lista negra de Hollywood, al punto de que pocos quisieran trabajar con él, ni siquiera sus agentes. No importó que viejos amigos como Robert Downey Jr. o Jodie Foster abogaran por su perdón o que encabezara buenas películas como The Beaver o Get the Gringo en ese período. Para resurgir de entre las cenizas necesitaba algo más grande e imposible de ignorar, capaz de instalar la pregunta de si estaba bien disfrutar de su cine a pesar de sus ofensas. Y de ahí los diez años de ostracismo que separan a Apocalypto de Hacksaw Ridge; la primera estrenada en la previa a su escandalosa detención, con sus chances para los Premios Oscar afectadas por esa mala publicidad, y la segunda como el clímax de este camino de redención, una que lo devuelve al foco de atención y lo hace merecedor de múltiples elogios.
Why Him? no le hace justicia a John Hamburg. El nombre no se reconoce de inmediato, pero sin duda se ha disfrutado de su trabajo. Dirigió Along Came Polly, una comedia que se codea con las grandes de la última década gracias a la hilarante labor de Philip Seymour Hoffman, así como uno de los bromances definitivos de estos años con I Love You, Man, fortalecido también por los sentidos trabajos de Paul Rudd y Jason Segel. Además colaboró en los guiones de otros clásicos del género con el sello de Ben Stiller, como Zoolander o la saga Meet the Parents, una a la que remite directo con su film más reciente. Otro que tiene una destacada dupla frente a cámaras, pero que no alcanza para sobreponerse a una fórmula gastada y a un humor estanco.
Es difícil que alguien pueda estar a favor de la ola de reboots, remakes, spinoffs o reimaginaciones que en los últimos años ha poblado la pantalla grande, pero siempre hay que tener en cuenta una salvedad. De quedar en manos competentes, el proyecto puede resultar realmente bien. Un desprendimiento centrado en un personaje inventado dentro de una saga con seis películas no auguraba demasiado, pero Creed en manos de Ryan Coogler se convierte en uno de los grandes films del 2015 y de lo mejor de la serie Rocky. En Walt Disney Pictures y Lucasfilm se siguió esa misma lógica de convocar a cineastas talentosos capaces de entregar producciones frescas, que hagan un lavado de cara y que a su vez permitan expandir la galaxia muy, muy lejana de Star Wars. El primer paso en la dirección correcta lo dio J. J. Abrams con The Force Awakens, mientras que después se convocó a Gareth Edwards (Godzilla), Rian Johnson (Looper), la dupla de Chris Miller y Phil Lord (The LEGO Batman Movie) y Colin Trevorrow (Jurassic World) para que hagan lo suyo. Y el primero de esta segunda camada no decepciona con Rogue One: A Star Wars Story, una historia concebida a partir de agujeros en la trama de A New Hope, que los soluciona 40 años después con pura grandeza.