Johnny English 3.0 anticipa un aire de renovación que no propone el título original, Johnny English Strikes Back. Ese habla de continuidad, con un nuevo ataque del agente secreto que triunfa más allá de sus torpezas, y en ese sentido esta nueva entrega propone más de lo mismo. Ninguna de estas parodias de James Bond ha sido una joya, pero es el talento de Rowan Atkinson lo que las ha hecho andar. Quizás el humor se perciba como reciclado, pero ese maestro de la comedia física tiene las condiciones para lograr que funcionen más chistes de los que deberían.
Siempre está el que piensa en cómo va a definir antes de haber parado la pelota y que solo frente al arco se le termina escapando por debajo de los pies. Así es Sony Pictures con sus propiedades de Marvel, diagramando un universo cinematográfico de varias producciones sin siquiera tener una sola que justifique que dicho armado valdrá la pena. Venom viene a dar el puntapié inicial, incluye escena post-créditos que anticipa una secuela y hay media docena de proyectos relacionados en desarrollo, pero la película no hace pie y se siente con una década de retraso.
Es imposible no trazar comparaciones entre El Potro, Lo Mejor del Amor y Gilda, no me arrepiento de este amor. Son patentes las similitudes entre las carreras de Miriam Alejandra Bianchi y Rodrigo Bueno, de ascenso meteórico como figura de la música tropical y muerte temprana en un accidente automovilístico en plena cresta de la ola, pero la directora de ambas, Lorena Muñóz, se encarga de reforzarlo al hacer dos biopics muy parecidas. El mismísimo título anticipa paralelos que se mantendrán con la estructura clásica de film biográfico musical, su exceso de recitales, su placa dedicatoria del final, la canción ominosa que anticipa el final del protagonista y más. En su resultado, la película de Rodrigo queda lejos de la de Gilda, original y con la carismática Natalia Oreiro al frente en el papel de su vida. Y si termina en una nota positiva es, fundamentalmente, por la propia música del cuartetero cordobés, que como demuestra desde hace casi dos décadas es capaz de levantar cualquier fiesta.
Keanu Reeves triste, lo que le gusta o no a Drake, el novio distraído, aliens, Dawson llorando, Philosoraptor, Fry con sus ojos entrecerrados, el Willy Wonka condescendiente, los hechos de Chuck Norris… ¿Quién no disfruta de un buen meme? Una imagen dice más que mil palabras y un meme en el momento oportuno es más contundente que cuanta teoría se pueda formular. Con un perfil de terror y no de comedia, Slender Man tuvo ese mismo origen. Un meme creado hace cerca de una década en un sitio, con un par de fotografías alteradas con Photoshop, una historia inventada para dar entidad a su existencia y el resto es historia. Como La Llorona, el Chupacabras o que Paul McCartney está muerto y fue reemplazado por un doble, la leyenda urbana de esta criatura alargada y con un rostro sin expresiones se pasa de persona a persona gracias a la magia de la Internet. Una película era el siguiente paso lógico para continuar la expansión de este mito, aunque teniendo en cuenta su resultado lo mejor hubiera sido que quedara confinado a la web.
Migo vive en una aldea de yetis por encima de la montaña. Es una comunidad simple y totalmente organizada, en la que día a día cada uno cumple una tarea orientada al bien generalizado. Se rigen en base a unos dictados milenarios tallados en piedra, reglas que son los pilares de una sociedad conducida por un Guardián, quien interpreta esas palabras y suma las que haya que agregar para mantener el funcionamiento óptimo de su pueblo. El día más importante en la vida del protagonista será cuando finalmente pueda reemplazar a su padre a la hora de tocar el gong, una de las tareas claves dado que sin ello el sol no saldría, y en plena preparación para asumir el cargo es que encuentra a un Pie Pequeño, una criatura mítica que técnicamente no debería existir. La aparición de este humano dispara una catarata de dudas y la historia de Smallfoot, una película animada que sorprende con su mirada política oportuna y punzante.
La carrera de Mark Wahlberg ha cambiado notablemente a lo largo de esta última década. Creo que el actor tocó fondo en el 2008 con las pobres The Happening y Max Payne, y empezó un proceso de reinvención en el 2010 con la gran The Other Guys, su primera reunión con Will Ferrell en la que demostró que tenía sentido del humor –el mismo año en que llegaría The Fighter, uno de sus mejores papeles-. Desde entonces, empezó a variar un poco con los proyectos que elige, entre comedias, comedias de acción y películas de acción pura, con algún que otro drama para estirar su rango. Ted, Pain and Gain, 2 Guns o Daddy’s Home son ejemplos de que al oriundo de Boston le hace bien la risa, no obstante el trabajador incansable no quiere restringirse a eso y todavía quiere esos papeles patrióticos y heroicos de años atrás, y en el último tiempo parece haber acotado su búsqueda en dos realizadores: Michael Bay, con su franquicia Transformers, y Peter Berg. Mile 22 es la cuarta película que encabeza a las órdenes del segundo –que lo ha llamado en forma consecutiva para sus últimos trabajos- y es un buen indicio de que esta colaboración poco fructífera debería tomarse un respiro.
Shane Black no defrauda. Sea un proyecto original o uno parte de una franquicia, el hombre tiene un estilo propio que es capaz de inyectar en cada cosa que encara. En esta oportunidad tenía una parada difícil, dado todo lo que conlleva acercarse a Predator. El inoxidable clásico de 1987 no envejece, con lo que es difícil traer algo nuevo a la mesa. No hubo falta de intentos, con una fallida secuela en 1990, dos malos crossovers con Alien y un aceptable reboot en el 2010, de la mano de Robert Rodriguez. La tarea que se propone el director no es menor, con esto que ha llamado una secuela inventiva. Dado que la franquicia tiene una rica mitología a la que recurrir, él decide abordar esta nueva entrega como una continuación que reconoce el canon y sobre la que es posible seguir construyendo.
Hotel Artemis marca el debut como director de Drew Pearce, más conocido por ser el guionista de dos muy buenas películas de los últimos años como son Iron Man 3 y Mission: Impossible – Rogue Nation. Las expectativas eran altas en torno a este proyecto, con un destacado elenco de figuras en ascenso y otras más bien consolidadas, todos reunidos bajo el techo de la institución del título, que no es más que un hospital para criminales. Es un concepto que en el último tiempo explotó bien la franquicia John Wick, como uno de los tantos servicios a los que pueden acceder los asesinos a sueldo de su bajomundo. Demuestra sus limitaciones, no obstante, cuando es básicamente el único escenario en el que se desarrolla la película, que tiene las herramientas como para funcionar como un gran thriller de acción contenido pero que apenas sale airoso.
Seis años después de su auspiciosa ópera prima Villegas, el director Gonzalo Tobal explora un terreno completamente diferente con Acusada, thriller judicial que viene de una presentación en la Sección Oficial del Festival de Venecia. Lali Espósito encabeza el equipo frente a cámaras de este proyecto nacional de alto perfil, uno que se suma a las filas de los recientes estrenados en el mes de agosto (El Amor Menos Pensado, El Ángel, Mi Obra Maestra, La Quietud). Sin ser un título completamente redondo, es uno que aborda con destreza los distintos tópicos que se desprenden de un crimen mediático y que logra mantener tanto la tensión como la intriga hasta los minutos finales, con un resultado más que aceptable.
En tiempos en los que se piensa en universos cinematográficos y en los que se aprueba un proyecto en base a la cantidad de secuelas que puede tener, The Conjuring es un concepto fértil que en las manos capaces de James Wan puede dar lugar a una larga lista de títulos. Los investigadores de lo paranormal no son ninguna novedad en el medio, pero el realizador abrió el juego como para que su labor no se viera limitada a un único caso o película y, en lo que supone un recurso todavía más brillante, para que se pueda explorar la historia de las figuras demoníacas a las que se enfrentan. The Nun viene a expandir este armado colectivo y las expectativas estaban altas, sobre todo después de que Annabelle: Creation pareció demostrar que finalmente se había encontrado el rumbo. Más en la línea de la primera producción de la muñeca diabólica que en la segunda, este nuevo desprendimiento carece de sustancia y quiere compensarlo a base de un estado de susto permanente que no le funciona.