Es la cuarta película de la saga de vampiros jóvenes y sexys que comenzó en 2008 con “Crepúsculo”, que en verdad se divide en dos. La primera parte de “Amanecer” trata sobre el casamiento entre Bella y Edward, y de los problemas que deben asumir al concebir a un bebé, mientras el hombre-lobo Jacob intenta advertir sobre el peligro que corre la vida de Bella. Esta clara de entrada la intención mercantil de la producción de contar el final de la historia en dos películas, estirando hasta el hartazgo las secuencias reciclando una y otra vez los escarceos amorosos de los protagonistas. Es así que “Amanecer” se transforma en un relato romanticón sin emoción ni acción, donde nunca hubo grandes actuaciones. Encima, esta vez, habrá que esperar hasta 2012 para conocer su desenlace. Para ir al cine, no sin antes proveerse de una ristra de ajos.
Dave es un tipo esforzado que estudió juntando moneda por moneda y, convertido en abogado, se juega su futuro en un súperbuffet. Con tres hijos y una hermosa esposa su vida pasa por su trabajo. Mitch, por su parte, es su antítesis. Mujeriego, nocturno y despreocupado vive su vida a los tumbos. Hasta que una noche, orinando en una fuente luego de algunos tragos, ambos explicitan su voluntad de ser el otro. Y así acontece: uno se queda con el cuerpo del otro (y las mujeres también). De esta manera, se desata una comedia que tiene poco de entretenida y mucho más cuando las situaciones se empiezan a repetir. Y claro, uno no quiere que el otro se acueste con su mujer, y todo eso. Cansadora y poco original, la película se supera solamente en las actuaciones de sus protagonistas que, obviamente, no serán tenidas en cuenta para los Oscar pero para este filme sobran. Lo preocupante es la meseta en la que han entrado las comedias de Hollywood, donde nadie se juega por sorprender al público. Lamentablemente pareciera que faltan no solamente buenos directores sino, y con mayor urgencia, guionistas en La Meca del cine. Aunque muchas veces los estudios son los culpables porque son tan conservadores que prefieren apostar por fórmulas archiconocidas que por otras más novedosas. Y esperan, sino ganar mucho dinero, por lo menos no perderlo.
En 2020 los robots han reemplazado a los boxeadores de carne y hueso. Son peleas, como las de sus predecesores, que generan mucha emoción y dinero. En ese contexto, un ex pugilista gana y pierde combates viajando con sus máquinas. Sin tener en cuenta que, cuando fallece su ex esposa, debe hacerse cargo, aunque sea por un tiempo, de su hijo de once años. Es así como se amalgaman los dos protagonistas de este filme de aventuras, donde la tecnología es insoslayable. No solamente en la trama sino en la realización de una película entretenida y vistosa, pero que apela a algunos golpes bajos cargados de emoción y lágrimas. Jackman hace a su habitual canchero-simpático y el niño se roba la cinta con sus caritas de ángel. Una buena distracción.
Las comedias rosas han tenido siempre un público cautivo y que se ha visto interpelado por los créditos de los hacedores de este filme. Las dos películas de "Legalmente rubia" marcaron un estilo que se intentó respetar aquí, aunque con un poco más de desparpajo en su humor. Aquí dos chicas se pelean por la atención de una de sus amigas que se casará pronto. La pelea llegará a los límites de poner en duda la propia fiesta de matrimonio. En ese marco, son explícitas las menciones sobre la idas y venidas de chicas de 30 sin novio, sus padecimientos y sus alegrías. Pero todo queda allí, en una comedia que no es tan risueña, no tan original como las cintas que lo anteceden y no tan interesante como para recomendarla. A tal punto que la protagonista, que debería difundir simpatía, termina dando un poquito de lástima.
En 1985 “Noche de miedo” vino a ponerle un poco de humor a un género que se regodeaba con los desmanes de Michael Myers, Jason y Freddy Krugger. Y rescataba del olvido a uno de sus actores más emblemáticos. Roddy McDowall encarnaba a un presentador de TV en decadencia, conductor del ciclo que le da nombre a la peli. Hasta él llega Charlie, un joven en busca de ayuda para matar a un vampiro que vive en la casa de al lado. Por supuesto que nadie le cree hasta que el monstruo muestra sus colmillos. Y ésta es la innecesaria remake de aquel filme, hoy considerado “de culto”. Sin la sorpresa propia del relato de terror, con un Colin Farrell demasiado preocupado por parecer lindo y con efectos especiales nada especiales, la cinta no consigue ni asustar ni divertir. No la salva ni el 3D.
El "Linterna Verde" de la peli es en realidad el segundo personaje con ese nombre que creó la compañía de comics DC. Es de los años 60 (el primero es de los 40) y tiene particularidades cósmicas retomadas en este filme. Hal Jordan es un piloto de aviones irresponsable que es elegido por un cuerpo de defensores del orden intergaláctico para portar el anillo del poder. Es el primer humano en esa condición debido a que los otros habitantes del universo desconfían de los pobladores del planeta Tierra. Pero será exactamente esa humanidad que porta el protagonista la llave para detener a un monstruo que, alimentándose del miedo de sus víctimas, espera dominar el cosmos. Con muy buenos efectos especiales y un relato simple, la película entretiene al plantear desde el principio la historia del personaje y su primera misión. Y si bien esa llanura argumental puede resultar inconveniente, en verdad ayuda a la comprensión del objetivo final: dotar al Linterna Verde de acá de valores que todo el universo luego celebrará.
Es lo que se podría llamar una aventura romántica, es decir, con un protagonista al que se lo muestra en diferentes momentos de su vida. Aparecen sus amigos, amores, excesos, familiares y pareceres sobre eso que todo el mundo dice que sabé como encarar. Rompiendo con la temporalidad lineal, el director le saca el jugo a un gran actor como Giamatti, quien ganó el Globo de Oro por su actuación. Con facilidad, la película va rozando los bordes del melodrama matizandolos con toques de comedia agridulce. Barney es un tipo común lucha por sus ideales muchas veces contrarios a su entorno y a él mismo. Pero su tenacidad y espíritu libertario lo ponen continuamente a prueba. Resulta de ese relato un filme de dos horas llevadero gracias a los matices con los que se pintan los personajes y al mensaje: vivir sólo cuesta vida.
Zombies en la familia Las películas de zombies han empezado a repetirse. Más allá de que los seguidores del género encuentren siempre alguna particularidad que las justifique, este no es el mejor ejemplo de esa argumentación. Vaya uno a saber por qué, los zombies se han apoderado del mundo, incluida una isla habitada por dos familias. Los líderes de una y de otra se han enfrentado históricamente y ahora más: los A quieren deshacerse de los monstruos y los B quieren domesticarlos, finalmente, zombies o no, son integrantes de la familia. Hacia allá va además un pequeño ejército en busca de paz (sic). En ese relato, ya de por si bastante traído de los pelos y sin la tensión habitual en ese tipo de filmes, se mezclan un exagerado exterminio a base de tiros en la cabeza con reminiscencias sentimentales poco creíbles. Sólo para fans.
Una peli con aclaración Un inescrupuloso corredor inmobiliario de Nueva York recibe de regalo media docena de pingüinos y así se gana el cariño de su familia, de la que se ha separado. El problema es que vive en un lujoso departamento y el zoo ha puesto los ojos sobre las aves. Inspirado en un clásico cuento infantil norteamericano, el filme sirve de relanzamiento de un actor cómico que ya hizo las delicias de los chicos ("El Grinch" y "Los fantasmas de Scrooge"), aunque escondido entre maquillajes y efectos especiales. Utilizando los mismos recursos gestuales que antaño y dormido en esos laureles, Carrey sigue haciendo de sí mismo en una historia que los niños festejan. Aunque los mayores deban explicarles que nadie puede tener en su casa animales exóticos. Por si acaso.
El principio del fin de la dictadura uruguaya Alentados por los resultados “patrióticos” del Mundial '78 en Argentina, los militares en el gobierno en Uruguay promovieron en 1980, por un lado, un plebiscito que los erigía constitucionalmente en garantes de la atribulada democracia oriental, y por el otro, junto a la AFA uruguaya y a la Fifa, la Copa de Oro con las selecciones campeonas del mundo, al que se llamó “Mundialito”. Tal el nombre del documental que a través de entrevistas a diferentes personalidades de ayer y de hoy intenta no sólo reconstruir los hechos antedichos sino también poner en tela de juicios los relatos de uno y otro bando político con respecto a ese evento deportivo. La cuestión es que la dictadura esperaba ganar la consulta y festejar la victoria con el certamen, pero la perdió y la gente salió a la calle a celebrar el triunfo uruguayo en el estadio Centenario y a pedir el fin del gobierno de facto. Con un relato lineal, una estética propia de la investigación histórica (en la que se mechan antiguas y nóbeles imágenes muchas veces sin las referencias a sus orígenes) y (debido a esto también), una narración quizás demasiado uruguaya, el filme consigue su objetivo: poner en palabras al Mundialito, aunque atravesado por la ideología, los intereses y las visibles mentiras de sus protagonistas. De este modo, políticos, ex presos políticos, dirigientes (entre los que están incluidos el histórico presidente de la Fifa, Joao Havelange), futbolistas y otros adelantados (como un sospechoso financista griego que negoció los contratos de televisación) enhebran una historia que continúa, dice la película, en una nebulosa en la memoria del pueblo uruguayo. Cabe destacar que los únicos que se negaron a ofrecer sus testimonios fueron el ex contador del certamen, Tabaré Vázquez, y el presidente de la AFA, Julio Grondona. ¿Qué ocultarán?