Boni Bonita es la segunda película del director Daniel Barosa y está protagonizada por Ailín Salas y Caco Ciocler. Beatriz es una chica de 16 años que después de la muerte de su madre se muda de Argentina a Brasil con su padre “ausente”. En un concierto, conoce a Rogerio de 30 años, líder de una banda de rock. Podría decirse que ambos se encuentran por azar, que el destino quiso que sus vidas se crucen. Ella atravesando un duelo, en medio de la adolescencia. Él con su carrera musical a la sombra de su abuelo, también músico. Boni Bonita es una coproducción argentino-brasilera y tiene la particularidad, hoy en el año 2019, de estar filmada en fílmico. Hablamos de los dos protagonistas, pero lo cierto es que hay un protagonista más -como clara decisión del director-, y es el paisaje, las locaciones que se decidieron para que sean parte de esta película. La melancolía de Boni Bonita termina resultando excesiva, con largos planos contemplativos.
Después de ganar el premio a la mejor dirección en el Sundance Film Festival y tras su paso por la Competencia Internacional del 21 Bafici y obtener el Premio Especial del Jurado, se estrena Los tiburones de Lucía Garibaldi. Los tiburones es la ópera prima de Lucía Garibaldi, quien ya dirigió varios cortometrajes. La historia es la de Rosina, una chica de 14 años que una tarde cree haber visto una aleta de tiburón en el mar y eso altera la tranquilidad de muchos en la ciudad balnearia en la que vive. Lo del tiburón es más importante para los pobladores que para Rosina, quien tiene en la mente a su familia y al chico que le gusta, que no es más que un completo imbécil. La dirección de Los tiburones es impecable, así como las decisiones que tomó la directora a lo largo del film. Otro de los grandes aciertos es sin dudas Romina Bentancur. La actriz, que da vida a Rosina, compone un personaje maravilloso para esta historia. Quizás el mayor problema de Los tiburones sea el guion, técnicamente es prolija, sus actuaciones también lo son, pero el guion que acierta en no contar todo, falla en ciertos puntos que precisaban más detalle o resolución.
Once años pasaron desde el estreno de Iron Man con Robert Downey Jr. Veinte películas dentro del universo de Marvel. Estos son datos y son necesarios para empatizar y entender Avengers: Endgame. Es claro que Avengers: Endgame, en sí misma y por sí sola, no podría funcionar. Necesita de todo lo dicho anteriormente para tener un contexto, por lo cual no haber visto nada del universo Marvel antes de esta película hará que el espectador se quede completamente afuera y si por casualidad no vieron alguna de las anteriores, claro está que a más de una cosa no le encontrarán sentido o empatía. Trataré en las próximas líneas de no revelar demasiado, pero de todas formas es algo difícil en una película que, todos sabemos, cierra un ciclo de historias y personajes.La duración de tres horas siempre, sea la película que sea, marca un punto. En el caso de Endgame esas horas no pesan, no cansan, son llevaderas. Sí se podrían sacar varios minutos (como unos cuarenta) pero está claro que, viendo la película, los directores no querían dejar nada (ni a nadie) afuera. En relación a este punto, prácticamente, todos los personajes que aparecieron en el universo Marvel, de una u otra forma, se harán presentes para este cierre cinematográfico. En relación a la historia, Thanos en Avengers: Infinity War chasqueó sus dedos con el guante del infinito y destruyó a la mitad de los seres vivos de la galaxia. En Avengers: Endgame los héroes que quedaron tratarán de derrotarlo y llevar adelante sus vidas. La banda sonora es, a diferencia de películas anteriores del mismo universo, mucho más sutil, con un trazo más fino, potenciando algunas escenas. Avengers: Endgame tiene sus fallas, tiene sus chistes forzados, tiene una duración mayor a la habitual. No es una gran película. Pero los hermanos Russo, sus directores, no pretendían que este fuera un gran film, o por lo menos eso creo yo.
El director y guionista de Sin retorno, Miguel Cohan, estrena La misma sangre, protagonizada por Dolores Fonzi, Oscar Martínez y Diego Velázquez. Este thriller comienza con una muerte y donde para muchos no hay más misterio, para Santiago (Diego Velázquez) algo no está bien. La muerte es la de Adriana (Paulina Garcia), que está casada con Elías (Oscar Martínez). A raíz de ciertas cosas que observa (y siente) Santiago empezará a investigar y, más que nada, suponer cómo y por qué murió Adriana, su suegra. La muerte es lo primero que se devela en la película, por lo cual al decirlo no estamos adelantando nada. El tema que le interesa al director es contar los diferentes puntos de vista de los protagonistas y las relaciones entre éstos para ir develando no sólo los misterios alrededor del fallecimiento, sino también las relaciones dentro de esta familia. La misma sangre tiene un buen comienzo, sembrando dudas y con personajes que no muestran todas sus cartas. Pero a medida que vamos avanzando en la historia y conociendo más, el thriller deviene en drama familiar y lo que estaba bien se empieza a diluir. Los puntos de vista del comienzo, las dudas que logra sembrar el director y los correctos planos para saber qué contar y cuándo. Todo eso acercándonos al final se vuelve más tosco, más obvio, como si en un plano te mostraran un televisor y lo subtitularan con la palabra “televisor”, por si no quedaba claro. Bien Diego Velázquez, así como Dolores Fonzi y Paulina García.
Pasaron 9 años y llega Cómo entrenar a tu dragón 3, posiblemente el fin de esta saga, pero con probabilidades ciertas de que el universo creado continúe. Cómo entrenar a tu dragón 3 mantiene la frescura, los gags y el encanto que tiene desde su primera aparición, pero en esta se suma un ingrediente más, que quizás diluye un poco todo, y es el amor, el romanticismo no solo de Hipo, sino también de Chimuelo. Berg, la isla en donde vive Hipo con el resto de los vikingos está realmente colapsada por la cantidad de dragones que fue salvando con el correr de los años, a eso le sumamos la llegada de un nuevo villano que quiere terminar con el último Furia Nocturna, por lo cual todos emprenden un viaje buscando “la tierra de los dragones” y allí, quizás, vivir en paz y felices. Desde lo visual es impecable, con escenas bellas, pero también un poco extensas. Los conflictos aquí serán no sólo con el entorno- dejar la isla y buscar un nuevo lugar para vivir-, sino también en lo personal. Chimuelo conoce el amor e Hipo tendrá que entender que la felicidad de su compañero (y del resto de los dragones) está por encima de todo.
No mires de Assaf Bernstein, un film en donde Dr. Jekyll y Mr. Hyde vuelve a ser inspiración para esta historia de bullying adolescente. India Eisley (María) protagoniza esta película con muchas fallas desde el guion, con una lograda fotografía y con actuaciones tan desparejas como ridículas. Cuando en una cinta de terror, ciertas situaciones provocan risa o una pequeña mueca de sonrisa por lo que se ve, puede ser que sean nervios o que, como sucede en No mires, lo que vemos es gracioso o ridículo. La protagonista realiza un impecable trabajo, pero quienes la secundan, como los compañeros de colegio que la tratan tan mal como se puede (podríamos recordar a Carrie en muchas de estas situaciones), llevan a cabo actuaciones muy flojas. Los padres son Mira Sorvino (muy deslucida) y Jason Isaacs que es, sin dudas, el que realiza las mejores escenas junto a India. La historia -recurrente pensar de muchos en algún momento de la vida- es la de tener un yo interior que sea capaz de hacer lo que uno no puede, defenderse, liberarse, no sufrir. Acá, ese “otro yo” de María, se manifiesta en el reflejo que tiene en los espejos hasta que “la deja salir” para que pueda vengarse de todos aquellos que la tratan mal.
Sylvester Stallone produce y guiona Creed II: defendiendo el legado una película con grandes fallas y en donde Rocky, Apollo e Iván siguen eclipsando al presente. Hace algunos años Ryan Coogler estrenó Creed y de alguna manera logró una buena película, con el hijo de Apollo Creed siendo entrenado por Rocky para llegar a lo más alto del boxeo. En aquel momento todo homenaje, referencia e incluso la trama misma fueron bien tomados, bien filmados y logrando momentos de mucha emoción. Creed II: defendiendo el legado vuelve a intentar lo mismo, pero ya no emociona y el protagonista carece de todo carisma para ser lo que alguna vez Rocky logró. Stallone coescribió el guion de esta secuela y no es casual que los mejores diálogos y las mejores escenas sean de él. Quizás no sea consciente (o sí lo es) pero los momentos compartidos con Michael B. Jordan lo único que logran es poner en offside al sucesor de la saga Rocky y dejarlo mal parado. En esta secuela los que aparecen son los Drago (padre rival de Rocky y asesino de Apollo y su hijo Viktor) que buscan revancha en el ring de aquella deshonra sufrida en el año 1985. Claro que, para que Creed II dure 130 minutos habrá una pelea que no tendrá a nuestro protagonista como vencedor indiscutido y una final donde todo será (o debía ser) espectacular. Una de las más grandes fallas (o quizás sea el ego de Stallone que no se lo permitió) es el poco desarrollo en la historia de los Drago. Aparecen, cuentan poco de su pasado, dan pistas de lo que harán, pelean y se van. Creed II tiene como agregado en su título: “defendiendo el legado” y si bien eso nos hace pensar en el legado de Creed, el único legado a defender es el de Drago. En ninguna película de toda la saga Rocky/Creed uno desea que el oponente gane la pelea, porque no la merece, porque no hizo lo que tiene que hacer para vitorear sobre el ring. En Creed II desde el minuto 1 de la película en que aparecen los Drago, uno desea que ellos ganen y se lleven la gloria porque la merecen, porque se la ganaron. El Creed de Michael B. Jordan es exagerado por donde se lo mire, en situaciones donde se transmite x el actúa y. Aclaremos algo, Stallone no es ni cerca el mejor actor del mundo, pero sin dudas es el mejor Rocky. Bonachón, medio torpe y sensible, con frases hechas para filosofar en la vida. Esta es su ultima aparición en la saga, sin dudas, y mucho más se van a notar, cuando él ya no esté, los agujeros de Creed.
Llega Dragon Ball Super: Broly, reboot en el nuevo universo de Dragon Ball de uno de los adversarios más poderosos de Goku y compañía. La serie de Dragon Ball nace allá por los años ochenta adaptando del manga la historia de Goku y sus aventuras. Luego vino Dragon Ball Z, Dragon Ball GT, Dragon Ball Z Kai y, finalmente, en 2015 llegó la nueva Dragon Ball Super (que continúa las historias desde Dragon Ball Z). Quien escribe -y vale la pena la aclaración- vio todas las películas y episodios de la saga Dragon Ball. Una constante de todos los enfrentamientos que tienen los protagonistas, y en particular Goku, es que siempre tienen algo más para dar en las peleas, siempre se superan llevando las cosas a una escala desorbitante de luchas y luces de colores. Habiendo dicho eso, Dragon Ball Super: Broly no tiene sorpresas en ese sentido. Las sorpresas (o novedades) son más para los seguidores de la saga que para el público en general. La primera media hora de película nos muestra hechos que los seguidores ya conocen, pero no habían visto en detalle o son mostrados desde otro ángulo (explosión del planeta Vegita, ascenso de Freezer, etc). No es una película de animación para todos, como pueden ser las de Disney, Pixar o Sony. Estas películas están dirigidas para el público que ya las está esperando, lo que hará que estas palabras probablemente no cambien para bien o mal su deseo de ir a verla. Dragon Ball Super: Broly tiene la presentación de Broly (aunque ya lo conocíamos en otras películas, acá tiene su reboot como personaje dentro de DBS). Las escenas de pelea son, como en la serie animada donde suelen durar de 3 a 6 capítulos (donde transcurren sólo 15 minutos), largas, rápidas, con canción de fondo, luces de colores y todo lo que quieren ver. La animación combina nuevas técnicas con la clásica estética de la serie, lo cual es un acierto para aportar algo nuevo de verdad.
James Wan se aleja un rato del cine de terror para traernos a la pantalla grande a Aquaman. Las películas de DC Comics, desde el principio, no tienen la suerte o el oficio de estar a la altura de lo que se esperaba de sus superhéroes. Siempre a la sombra del éxito logrado (con los actores, los guiones y la estética visual) de Marvel. Cada vez que sale una nueva película de DC, más de un apurado critico la nombra como la salvadora del estudio y Aquaman no fue la excepción. El héroe del mundo marino ya se nos había presentado en la película de Liga de la Justicia y es cierto que la elección de Jason Momoa desde el physique du role era acertada. En esta película en solitario de Aquaman, los hechos suceden después de la película Liga de la Justicia en donde Arthur (Aquaman) hijo de un humano y de la reina de la Atlántida, tendrá que elegir involucrarse antes de que los habitantes del mundo marino invadan la superficie y reclamar su lugar en el trono de la ciudad perdida. Con peleas acuáticas muy bien logradas, pero extensas y demasiadas. Con una presentación de personajes y de conflicto que dura más de cuarenta minutos. Con una banda sonora que parece más un rejunte de lo que quedó que pensada para este nuevo héroe. Y con un guion que (por más que sea el chiste fácil es cierto) hace agua por todos lados con poco trazo fino y sorpresas. Incluso, por momentos, en Aquaman parece más interesante la historia detrás del personaje de Nicole Kidman (la reina Atlanna) que la historia (en desarrollo) de Arthur/Aquaman. Entiendo que pueda parecer que la película me pareció algo digno de olvidar y de no acercarse a los cines, pero no es así. No quiero olvidarme de Zack Snyder (Liga de la Justicia, El hombre de acero, Batman vs. Superman: El origen de la justicia) que, si bien acá cedió el asiento de director, como productor ejecutivo no se olvidó de lo que siempre tiene su cine: escenas en cámara lenta para agregarle emoción y dramatismo donde no lo hay.
El mayor regalo de Juan Manuel Cotelo, un director que filma con la Biblia en la mano. El mayor regalo habla del perdón a través de testimonios de quienes lo han dado y quienes lo han recibido. El objetivo es demostrar que el perdón puede con todo: desde una pequeña discusión hasta muertes violentas durante una guerra. Jugando entre lo ficticio y lo documental (a través de entrevistas) el director quiere demostrar cómo se puede vivir bien, perdonar a todos y respetar al prójimo. El mayor regalo está protagonizado, entre otros testimoniantes, por el campeón de boxeo Tim Guenard, la víctima de ETA Irene Villa, el ex-líder del IRA Shane O’Doherty, colombianos del lado de los carteles y de los paramilitares, la tribu de los Bemba y la pareja que forman Fernando y Carolina. La película se “vende” como una comedia donde un director tiene que sacar adelante su nueva película cuando los actores se descarrilan. Sí es cierto que eso pasa, pero es sólo una excusa para que Cotelo cuente lo que quiere contar y como en sus películas anteriores lo religioso (el catolicismo principalmente) está muy presente.