Aparentemente en Hollywood se están dando cuenta de que la gente se enferma de cáncer y no pueden parar de incluirlo en los films. Como en el caso de 50/50, hay una paciente con pocas probabilidades de sobrevivir y hay una serie de personas que terminan siendo los daños colaterales. En un relato que le cuesta definirse porque empieza siendo excesivamente liviana, para construir un drama de a poco, conocemos a Marley una mujer que todavía se comporta como una adolescente, le tiene miedo a asumir compromisos, a involucrarse hasta que un día descubre que a lo mejor se queda sin tiempo. Claramente en el medio es una joven híper atractiva que rechaza a todos los hombres y una ejecutiva muy exitosa. La progresión de ese personaje será la que lleve el relato, reacia a sus padres (después comprendiéndolos o aceptándolos), los amigos, empezar una relación. Si bien el guion, tiene algunos gags, la verdad es que todo el cuento se cuenta desde Marley y Kate Hudson como ella nos entrega a esa misma chica adorable y un poco errática de siempre. Una siempre enorme Kathy Bates interpreta a la madre y nos da esa perspectiva de la paciencia absoluta pero cayendo en los tics de la tipa dura pero que siempre está que vengo viendo de ella hace mucho que no veo a esa maravilla que vi en Misery. El casting se completa con Gael García Bernal que, como nos tiene acostumbrados, tiene la gracia de una cabra en cuadro. Tengo que confesar que es de lo mejorcito, de todas maneras, ya que le da algo de cordura a la trama…porque el personaje de Kate Hudson es tan infantil por momentos que me hubiera cansado antes de la película si él no hubiera estado en pantalla. La dinámica, de esta manera, parece funcionar. Nicole Kassell, su directora, no nos trae nada de aquella maravillosa y perturbadora “El hombre del bosque”. La verdad es que cae en relatos típicos, transiciones típicas, a lo mejor porque esperaba mucho del carisma de su casting. La película me pareció floja, con golpes sensibileros que no terminan de cuajar con el humor que quieren plantear. La verdad, esperabamos más de Gael, a quien Hollywood parece ir minándole el talento. Sólo para parejitas que se están conociendo, ya que permite mirar mucho al compañero de butaca durante la proyección.
Tener como actor principal hoy a Ryan Gosling es asegurarse parte de la taquilla vendida. No es novedad que este chico con sus dotes para la actuación y su olfato para proyectos “indies” hace que siempre en lo que participa sea digno de ver. Drive nos cuenta la historia de un chico que tiene la capacidad de hacer con el auto lo que quiera, lo que le permite trabajar en un taller, hacer escenas de riesgo en los set de Los Ángeles y hasta llevar y traer a los ladrones sin que la policía los agarre. Sus manos no están limpias, no habla demasiado, plantea sus reglas que son pocas pero firmes y es un tipo que siempre parece distante. De repente, ese mundo tan lleno de adrenalina que él parece tener tan controlado empieza a tambalear cuando conoce a Irene (Carey Mulligan) y Benicio, madre e hijo que son sus vecinos y empieza a involucrarse con ellos. El padre del chico va a salir de la cárcel y con eso, el mundo de sombras se viene detrás de él. Chico, el personaje de Gosling, se presenta como el clásico vaquero: sin nombre, sin pasado, sin futuro, que hace el bien pero está fuera de la ley. Hombre de silencios y de muchas acciones, decidido como pocos y con un instinto protector que asusta y atrae a la chica al mismo tiempo. Película filmada con una mano magistral, nos mostrará planos perfectos en profundidad con gran angular, picados y contra picados para ensalzarnos personajes o liquidarlos con la misma facilidad, luces y sombras que crean noches nefastas y atardeceres majestuosos. No es un film realista, es extremadamente violento (en ocasiones roza el morbo), pero es una violencia de alguna manera justificada en ese mundo en el que habitan los personajes. El personaje de él, con su capacidad infinita de renuncia (otra característica western) contrasta con la fragilidad de ella, con el mundo que ella intenta sostener y que quiere mantener a salvo para su hijo. Es un film que me cautivó visualmente y en el que Gosling vuelve a destacarse con sus capacidades actorales. Mulligan ha recorrido un gran camino desde Orgullo y Prejuicio en el 2005 y nos demuestra una actriz llena de matices y en papeles consistentes. Lo que no es poco decir, ya que compartir pantalla con Ryan nunca será sencillo. El resultado es un gran western con toques de thriller que los tendrá con el corazón en la boca y donde la tensión es casi palpable. Pero es una delicia visual y una futura película de culto que no pueden perderse. Anexo de crítica (por @roanzalasok) Los minutos previos a los títulos de presentación de "Drive" bastan para hipnotizarnos frente a la pantalla y mantenernos así durante la poco más de hora y media que dura el film. Y lo primero que vemos, mejor dicho oimos, es una voz diciendo: te doy cinco minutos, durante ese lapso soy todo tuyo, lo que ocurra fuera de ese tiempo ya no es mi resposabilidad. Quien lo dice es el "conductor" del titulo, (Ryan Gosling en una actuación excelente, con mucha expresividad), del cual sabemos poco y nada. Ni siquiera su nombre. Y lo que vemos a continuacion es una de las escenas de escape en auto mejor resueltas en mucho tiempo, no por la velocidad o por la acción, como es común ver, sino por puro ingenio. Hombre serio, si los hay, de pocas palabras, seco, distante. Lo poco que sabemos de él es que trabaja como doble de riesgo en algunos films; en un taller mecánico y como conductor para delincuentes. El los lleva, les da esos cinco minutos para que hagan lo que tienen que hacer, los saca de ahí y si te he visto no me acuerdo. No pregunta nombres, no dá el suyo y jamás trabaja dos veces para la misma persona. Vive solo y así transcurre su rutina, hasta que entabla cierta relación con Irene, (una sensual Carey Mulligan ),vecina en su mismo piso, separada y madre de un niño. Todo marcha bien, se encariña con ellos y ellos con él. Pero cuando aparece el padre del niño vienen los problemas. Ante la imposibilidad de saldar una deuda que arrastra de cuando estuvo en prisión, se ve obligado a cometer un robo. Si no lo hace, su hijo y su madre, podrían pagar las consecuencias. Es ahí cuando nuestro conductor se ofrece a ayudarlo, como mejor sabe, en transportarlo. El atraco se complica y se termina quedando con algo que no le pertenece. Si bien no conviene adelantar mucho más, digamos que ahora se produce un verdadero descenso a los infiernos, donde deberá luchar no sólo para proteger a esta madre y su niño, sinó a él mismo, de una mafia dispuesta a recuperar lo suyo y a cualquier precio. Con un gran trabajo de edición que remite al cine noir de los años setenta, más alguna escena que recuerda a Taxi Driver, de Scorsese, estamos ante una gran película, oscura, fuerte por momentos. Con actuaciones secundarias muy bien logradas ( sobre todo de Albert Brooks y Ron Perlman ) y una gran dirección que le valió a Nicolas Winding Refn la palma de oro en el último festival de Cannes, Drive es la sorpresa del año pasado, injustamente ignorada por la academia a la hora de elegir las nominadas al Oscar de este año.
Me gustan mucho tanto el cine bélico como la literatura bélica. Mientras veía esta película vino a mi memoria un fragmentito de “Sin novedad en el frente” en el que los soldados alemanes escuchan un lamento desgarrador que no era humano: era de los caballos que por instinto corrían de donde había sido la batalla, pero que estaban tan mal heridos que tropezaban con sus vísceras. El caballo ha ido a la guerra desde el principio de ellas, ha sido una marca de status y de fuerza y éste melodrama utiliza este aspecto como punto de partida. Ante todo, tengo que decir que Spielberg es de mis favoritos. Ha sido el hombre que me ha enseñado a soñar en la sala sin importar lo que me ponga delante: si me decía que llore en el Holocausto, lo hacía, que me ría mientras un arqueólogo luchaba contra los nazis, lo hacía, que me maravillara con extraterrestres que hacen volar bicicletas, lo hacía o que me muriera de terror o porque la casa no estaba limpia, o porque venían los dinosaurios o porque un tiburón asechaba. Esta película no escapa a ninguna de sus constantes (bueno, no hay aliens) pero para mí representa tan bien su obra, que no puede no gustarme. Es la historia de un chico sin nada en el mundo, cuyo padre trae un caballo perfecto, hermoso e imponente y él se apega de una forma increíble. Remarquemos el hecho de que no se entendían demasiado con su padre y que cuando uno no tiene nada, crea las relaciones más extrañas por la misma necesidad de tener un vínculo, de sentirse representado. Todas las obras bélicas remarcan esto: la camaradería, presente tanto en animales como en soldados. Si bien todos sabemos cómo termina antes de que pasen los veinte minutos, esta película tiene una música fantástica (a veces creo que Williams habla y los violines le entienden), una fotografía impecable, un casting digno (excepto el chico que hace de Albert) y un ritmo perfecto para el género melodrama. Tenemos momentos de risa, de miedo, de drama absoluto y toda la construcción que es típica del cine hollywoodense en su máxima expresión: música constante como elemento catalizador, fotografía con paleta de colores que se va haciendo grisácea a medida que llegamos a la guerra, subrayando las situaciones: la construcción del ambiente, de la aldea rural, los uniformes, cómo va evolucionando la estructura bélica desde el inicio de la guerra hasta que vemos a Albert, etc. Como constantes de Spielberg podemos encontrar la aldea que se ve afectada por un hecho particular (aparición del caballo), el chico más inteligente que el resto, el elemento religioso (acuérdense del chico caminando por las trincheras mientras reza “el señor es mi pastor…”) y, claro, la guerra. Muchos han criticado su duración (casi tres horas), pero no conozco melodrama breve. También es cierto que gran parte no la ha visto en la pantalla grande y acá es donde tienen que pensárselo dos veces: la tecnología digital suele saturar los colores, por ende perdés gama cromática en el medio, eso hace que pierda profundidad (cosa imperdonable para un fotograma que es plano) y se haga más plana. (Además, nadie ve normalmente en HD). Esta película es para el proyector, es para el fílmico, con esa profundidad impresionante que te hace tener ganas de gritar a la pantalla “¿3 cuánto D?”. Es el cine a la usanza hollywoodense al cien por cien. Gracias, Steven, me hiciste sentir una nena de nuevo.
En una clase un profesor pregunta qué es lo que hoy nos llama la atención todavía de Casablanca. Respondo lo que me sale: no importa si la película es buena o mala, tantas veces escuché sus diálogos citados, sus actores son símbolos, la misma canción, hace que todo tenga de repente como un aura intocable. Si bien mi respuesta fue descalificada porque sólo respondí como cinéfila, es válido tenerlo en cuenta cuando se lea esta crítica. Soy cinéfila, amo el cine. Me transporta a una época y a una era distinta y una película que sea filmada por alguien que siente lo mismo que yo no me va a dejar inmune. Esta película es un homenaje al cine mudo hollywoodense, representando una época, al star system, a lo que fue el paso al sonoro asociado con la caída de la bolsa y todo con un código correspondiente a la forma de hacer cine que tenían por entonces. Es cierto que tiene cosas de muchos otros films (lo que refuerza su característica de homenaje) pero no le quita fuerza al producto final. Para empezar, tenemos a George Valentin, mismo apellido de Rodolfo Valentino quien era la figura del amante latino intrépido de ese cine. Tampoco ha triunfado en el sonoro vaya uno a saber por qué: quizás porque no tenía buena voz, quizás porque el código de actuación cambió dramáticamente, quizás porque nada, ni el spotlight, duran para siempre. Con esa temática tenemos a un hombre orgulloso, aclamado por el público que un día se rehúsa a pasar al sonoro (no nos olvidemos que Chaplin también se negó en su época porque tenía que resignar mucho en lo visual para poder captar sonido). Pero también la bolsa cae y con esto su vida se empieza a desmoronar. Tenemos otros elementos casi clichés del cine mudo como el perro y el fiel sirviente. La mujer que no es más que un saco de huesos, sin alma, y cómo la fama y el orgullo han cegado al artista. ¿Uno puede ser artista si no ve? ¿Si no siente? ¿Si no entiende? La nostalgia con la que se narra toda la historia, la importancia de la música que reemplaza los diálogos y los gestos de los actores para que comprendamos su situación son propios de otro cine y de sus códigos. Berenice Bejó impregna su personaje con una frescura que parece una adolescente y creo que ese contrapunto con Dujardin hace más ameno todo el relato. Los detalles son miles: el uso del sonoro para determinadas cosas (la pesadilla es fantástica), el que estuvieran viendo en el estreno detrás de la pantalla (recuerda un poco a Cantando bajo la lluvia), la marca del lunar, el uso de los titulares, el hecho de que las claquetas no eran tales todavía porque recién se las usó para sincronizar la banda de audio con la de imagen. Ni hablar del diseño de títulos. Todo acompañando a una estética que no puede fallar. Para colmo, cada vez que aparecen los diálogos escritos, suele haber una ironía escondida, algo que hunde un poco más al personaje pero que el espectador no puede evitar reírse un poco más. Se denota con todo esto un estudio minucioso por parte de Michel Hazanavicius quien ha estado a cargo de la dirección y del guión. No nos olvidemos que él ya venía haciendo sátrias de películas clásicas de espías con el mismo Dujardin, así que no es novedad lo que se ha preparado para este film milimétrico en cada detalle y una belleza. ¿Cómo dejamos esta película? Viendo una solución, un romance que perdura y todo en un set, que abandonamos de a poco. Me arrancan de la sala, de la butaca, de ese proyector que se escucha de a poco con su taca taca taca habitual y vuelvo a la vida, para ver en blanco y negro por un rato más.
Tengo que confesarles que no esperaba mucho cuando me senté a ver este film. Suelo enojarme terriblemente con los biopics porque conllevan una serie de debates sobre “quién era la persona” que me hacen perder la paciencia porque la película siempre está ficcionada y no pretende ser la voz de la verdad absoluta. Habiendo dicho esto, también creo que el cine educa y debería haber más responsabilidad con lo que se dice o se muestra en él. Lo que hace funcionar la película es, a mi criterio, la elección del guión desde dónde tomar a Thatcher. Abi Morgan, la misma que fuera responsable por las letras de “Shame” que tan aclamada está siendo, nos presenta a una dama de hierro en su vejez y, confundida por la demencia senil, que mezcla hechos y situaciones, pasado y presente. Con esto, el personaje que narra y hace un balance de su vida no necesariamente tiene una lectura clara u objetiva. Por otro lado, su política autoritaria encuentra su reflejo en su vida privada, en cómo ella no se permite en ningún momento perder los estribos pero el espectador jura que ve hervir la sangre por dentro. Y es que es Meryl. Hacía tiempo que no la veía tan bien, honestamente. Cuando vi los avances pensé que iba a ver una mezcla de “El diablo viste a la moda” con “El embajador del miedo”, pero a través de la capacidad camaleónica que tiene y de imitar acentos (perdón pero no tuvo que aprender uno, sino dos, porque Margaret tuvo un entrenador de oratoria para mejorar sus capacidades natas), logró construir una mujer que se parece mucho a lo que he visto de ella. Phyllida Lloyd, la infame mujer que dirigió Mamma Mia!, se redime de varias culpas en esta dirección que, sin ser brillante, es íntima y romántica. Como Thatcher no puede recuperarse de la pérdida de su marido, será a través de la cámara que lo veremos salir y entrar de cuadro como testigos de que sigue ahí. El replanteo, el análisis, las elecciones como de escuchar sólo lo que ella dice de una conversación telefónica son brillantes para la construcción de la película que está claramente basada en Streep. Jim Broadbent, gran actor secundario inglés, encarna a este dulce espejismo y nos entrega el costado humano de MT por más que ella se niega a ello. La dinámica funciona bastante bien. El resultado es tal vez una película muy liviana que no termina de explotar al personaje ni que busca hacerlo. La juzgan, pero su perspectiva lo niega, la despiden como a una Primma Donna pero la verdad es que mostraron poco y nada de su política y mucho de su pasión. Me dio la sensación de ser una película para que la retratada se vea y no se ofenda. Son elecciones, no hubieran sido las mías. Pero, de nuevo, el cine biopic es tan ficción como cualquier otro.
Como siempre pasa con las biopics (películas biográficas) la ficción muchas veces hace ruido con la historia real. Pero una película biográfica ES ficción. Así como sería ficción si yo escribiera una autobiografía porque sería mi visión de los datos. Con eso quiere jugar este largometraje y por eso nos presenta a un personaje entrado en años que dice que es hora de que conozcan su versión de los hechos. Antes de ver la película leí algunas cosas sobre el personaje y algunas críticas sobre el film. Algunos la tomaban como aceptable y otros la liquidaban diciendo que Clint Eastwood se tenía que retirar de una vez. La verdad es que no creo que lo que falle en esta película sea él, si no que cuenta con un guion con tantas licencias históricas y un foco tan lejos de lo que podría ser (a mí criterio, por supuesto) el atractivo que por eso deja un sabor a poco. Habiendo dicho esto, para quienes no conocen al personaje, J Edgar Hoover fue el presidente del FBI por más de cuarenta años. Todos los presidentes desde que él ascendiera han querido sacarlo de ahí, pero era demasiado influyente, demasiado peligroso. Siempre ha sido soltero y se rumoreaba que era homosexual pero no hay pruebas concretas. De todas maneras, si las había, era probable que su mismo departamento las eliminara, ¿No? ¿Por qué digo que la falla es del guión? Porque se enfoca mucho en su vida amorosa, sin llegar a explotarla absolutamente, se cuenta un complejo de Edipo que hasta sugiere un travestismo que tampoco me hace demasiado a la historia. Realmente, siendo que era un tipo que manejaba la seguridad de un país, que hizo cazería de brujas, de comunistas, de radicales y de gángsters, me mostraron pocos casos, pocas pruebas, pocos hechos. Los temas de alcoba eran, honestamente, los menos interesantes a mí gusto. Además, otra falla es que empieza a partir de un escrito que se piensa se escribió y por el cual se tienen datos de su infancia y adolescencia, porque el resto fue destruido. De esa manera te dicen que vas a conocer la historia desde J Edgar. Sería fantástico si no siguiera post mórtem. Errores que no puedo creer que un ganador del Óscar como Dustin Lance Black (ganó por la genial Milk) cometa. Dejando eso de lado, Leonardo DiCaprio y Armie Hammer están soberbios. De las habilidades del primero ya estaba bastante segura pero el segundo me ha cautivado. Con un sello de clase, de estilo y escenas tan expresivas sin decir demasiado (la que están en la mesa con las chicas en el bar, por ejemplo, que lo ve con una admiración que perfectamente puede interpretarse como amor) me dejaron una estampa en la película que no sé cómo haría alguien para salir de la sala y olvidarse de él. DiCaprio construye un J Edgar disciplinado, inseguro y un poco paranoico. Algunos tics recurrentes nos hacen acordar a Howard Hughes según él en El Aviador pero no deja de ser hechizante. Sobre todo cuando con la ayuda del maquillaje, vemos a un anciano. Judi Dench interpreta a la madre de J Edgar y, como se supone que el narrador es el personaje de él (no es cierto, claramente, sino no seguiríamos viendo post mortem) la vemos enorme a través de sus ojos. Ella debería ser la dama de hierro de este año porque está soberbia, pero, de nuevo, haciendo más de lo que siempre hace. No es distinta a sus interpretaciones que he visto últimamente, aunque eso no quita el peso que tiene en pantalla. La que me sorprendió fue Naomi Watts quien creo una maravillosa actriz pero terminó desapareciendo por ser tal vez muy medida. Pero todas las manos derechas tienden a ser invisibles para el resto, así que dentro de esa lógica del relato, está bien. En lo visual, y acá hay que sacarse el sombrero, tenemos una biopic no autorizada de uno de los personajes más influyentes de su época que hace por momentos homenaje a una falsa biopic que se ha convertido en un clásico. Sí, su profundidad de cuadro, su uso de gran angulares, el picado y contrapicado, momentos en los que documenta con los medios y el hecho de que sea un flashback casi constante me recuerda al Ciudadano Kane. Además de esto, la fotografía avejentada, la ambientación minuciosa, el vestuario y el maquillaje terminan de construir un set impecable. Que los personajes puedan ganar y perder 20 años en un corte es fantástico. Pero cuidado, a pesar de estos elementos positivos, "J Edgar" tiene resulta poco caótica, sobre todo si esperaban saber qué hizo en su vida Hoover. Quizás pueda decirse que el recorte que el director elige lo aleja de lo previsible y lo interna en las oscuras profundidades de un hombre que tuvo el poder sin límites. En ese aspecto donde la película no termina de cerrarme: la dimensión humana luce errática y hasta agotadora por momentos. Eso si, es Eastwood. Que les quede claro. Debe ser la película menos redonda de todas las de Eastwood en su carrera como director. Se lo ve en esta etapa, maduro y demasiado sensible quizás... pero jamás pediría su retiro. Me sigue pareciendo uno de los mejores y Leonardo siempre es digno de ver en sus construcciones. Esperabamos más, sin dudas.
Sala llena de nuevo, llenísima pero eso parece más un tema de que está basado en un bestseller que porque disfruten del cine de Fincher. Antes de empezar a decir lo que pienso, voy a contestar que sí a las dos preguntas de todo fanático: sí leí los libros y sí vi las suecas. De todos modos, creo que una adaptación cinematográfica es más que la ilustración de la novela así que si esperan ver un fiel reflejo, no lo es. Tiene un valor propio y un enfoque diferente y sí, yo banco a muerte a David Fincher. Para quienes no conocen la historia, empieza con Mikael, un periodista en declive después de que se le pruebe que no ha corroborado datos antes de publicar un artículo sobre un empresario. Aprovechando que quiere escaparse de su entorno después de una condena judicial, lo llaman para resolver la desaparición de una chica, Harriet, hace 40 años en el norte de Estocolmo. ¿Quién lo contrata? Un viejo empresario que era el tío abuelo de la chica y que sabe que fue un miembro de su familia el responsable. Mientras tanto (y hay que sacarse el sombrero con las capacidades del director para el montaje paralelo, o sea cuando dos acciones simultáneas en tiempo -fílmico, por supuesto- son presentadas juntas al espectador), Lisbeth es una hácker y una mujer que ha decidido tomar justicia por mano propia frente a un mundo que parece odiar a las mujeres. Es, sin duda, lo que más define a esta saga: una chica con apariencia de una niña de doce años, extrema, llena de piercings y tatuajes, con una mirada densa y pocas palabras. Roonie Mara deja su estampa en el mundo cinematográfico con esta interpretación de la que es probable que no pueda librarse en toda su carrera. Ahora bien, el casting me pareció brillante con la excepción de Robin Wright (hace de Érika) que no tiene el refinamiento que pide el personaje. Es una mujer sexy y linda, pero no llegó a determinar su mística lo que hace poco creíble o interesante su lazo con Mikael. Daniel Craig, del que no estaba en absoluto segura para este papel, logra estar convincente y suave como pide el relato. Siempre preocupado por ella, construye parte de la dinámica de padre-amante-amigo con miradas. El sello inocente de la historia. Sé que todos están esperando que hable del guión, de cuánto se ha respetado. ¿Honestamente? Poco y queda muy, pero muy bien. El tiempo cinematográfico funciona de manera diferente y con esto se evita datos de color en la novela que solo agregarían minutos en pantalla. Fincher nos lleva a este lado oscuro (el mismo de Pecados Capitales y el Club de la Pelea) con paso firme pero siguiendo lo convencional. No es tan visual la crudeza, sino que con saber el hecho, el relato sigue. Está bien, a mi criterio, sino hubiera sido un film sado porno y no un thriller. No quiero agregar muchos datos pero la siembra de las sospechas en el espectador son un poco obvias respecto del responsable de la desaparición. El caso, después de presentarme a tanta familia, se soluciona de una forma un poco abrupta (pero eso es común a todos los thrillers, que encuentran la clave en una cosa tan disparatada y perdida que no sé qué piensan los guionistas) y tiene una cola de cosas para dar paso a la segunda entrega que sentí un poco de más. Es una saga densa en información y con una pareja principal hechizante, es lógico que tanto al guionista como al director les haya costado despedirse de ellos. De todas maneras, cuando se cierra el caso, hay una duda de ella y un despecho que no se termina de presentar y que me faltó. Me parece interesante que la protagonista femenina necesita una venganza para un planteo consistente y no lo vi tan claro. Otro aspecto para tener en cuenta es la paleta de colores: blanca y grisácea nos lleva al invierno más frío y el espectador lo siente. Aún cuando se usan luces artificiales, podemos ver todos los objetos y el vestuario oscuros, apagados, casi nunca cálidos. Algo gélido envuelve toda la película. No puedo dejar de lado la música. Tengo que contarles que Fincher usó 7 canales de sonido por lo que absténganse de mirar enojados para todos lados preguntándose quién tiene prendido el celular porque son los chirridos y efectos de sonido de la misma película y tiene un uso de música diegética tratando de remplazar a la tradicional de “ambiente” de Hollywood que es muy interesante. Para cerrar: por favor no lleguen tarde que el diseño de títulos no tiene desperdicio. Ilusa yo que pensaba que después de "Seven" (Pecados Capitales), ninguna me iba a parecer así de buena, pero es fantástica con ese cover de Zeppellin para no perderse. El resultado final es bueno, pero van a tener ganas de volverla a ver por miedo a haberse perdido de algo.
Cuando digo que esta película la vimos mil veces es que el argumento retrata nuevamente una situación histórica que fue recreada en tantas películas que no puede traer nada nuevo. Funciona, claro, porque no deja de ser fuerte el hecho de saber que eso ha sucedido. De la misma manera que nunca seremos inmunes al Holocausto Judío, nunca va a terminar de parecernos terrible lo que han hecho tantos años de discriminación racial. Historias Cruzadas nos lleva al sur de los Estados Unidos en los sesentas cuando la lucha por la igualdad de los afroamericanos empezaba a pisar más fuerte. Aprovechando ese momento y esa lucha, cuando una chica que desea ser escritora pide escribir una historia sobre el servicio doméstico desde el punto de vista de ellas (o sea contando las crueldades, la discriminación y demás), el relato empieza a tomar velocidad en cuanto ella tiene una oportunidad de ser publicada. La escritora es Skeeter (Emma Stone) que con su pasión demuestra que ya no es la niña que pertenecía a Jackson. El reflejo de lo que muchas veces pasa con los amigos de la infancia que toman diferentes caminos la lleva a sentirse siempre de prestado y un poco asqueada. Emma está de moda y nadie puede negar que es adorable, pero realmente la extrañé en comedia porque acá le faltó mucha chispa. Para que ella se sienta sapo de otro pozo contamos con una odiosa Bryce Dallas Howard como HIlly que está soberbia como esa chica caprichosa pero que muchas veces se va al extremo y resulta sobreactuada. Aunque no hay chica sureña como la Celia de Jessica Chastain en esa mezcla entre torpe e inútil, con una dulzura que traspasa todo porque se nota su vulnerabilidad. Es el personaje que para mí se roba todo. Viola Davis fue muy elogiada por su Aibileen. Personalmente no creo que esté mal en él, si no que es un papel un poco trillado. Si fuera hombre, estoy segura que Morgan Freeman lo estaría haciendo, conduciendo a una blanca que se llamaría Miss Daisy y si alguna otra duda tenían hasta es la narradora. Ese doble juego de la narración en la que parece que va a ser Skeeter cuando termina tomando las riendas ella es tal vez lo más interesante de la película. Además de esto, la ambientación es preciosa. Desde que llegamos a Mississippi escuchando a Jhonny Cash hasta cada traje. El armado del verano caluroso (me recordó al planteo de Gran Gastby) es glorioso. El maquillaje y el vestuario son realmente impecables y eso es porque son funcionales a la historia. No debe dejarse de lado que vestuario y moda son conceptos antitéticos porque la moda responde a otros patrones como ser cortes, confecciones, colores y el vestuario es lo que habla del personaje antes de que el personaje hable. Emma Stone siempre es la menos arreglada y está con una paleta de marrones, poco femeninos. Cuando sale, la disfrazan de rosado y tacos altos que no le dura y una vez que se siente a gusto con el sur, su vestuario se va suavizando a tonos pasteles. El resultado final es un drama consistente, nada nuevo pero no por eso menos válido. El director de la película fue Tate Taylor que demostró ya en Lazos de Sangre que su dirección de actores es buenísima (no nos olvidemos que Jennifer Lawrence fue nominada como mejor actriz por su papel y no creo que pueda actuar demasiado) y acá se animó a adaptar la novela también. Por momentos su relato se me hace denso y tal vez hace demasiado hincapié en los primeros planos para mostrarnos ojos llenos de indignación, de miedo, de drama. Cuestión que casi la mitad de la película vemos a chicas con caras de constipadas. Tal vez es un poco lenta y bastante femenina, gran parte me hizo pensar en Magnolias de Acero. Ojo que los novios tienden a dormirse en la proyección.
Guy Ritchie pone toda su carne al asador Tengo que confesarles que cuando salí ayer de la sala, salí encantada. Llena de gente, toda respondiendo a los gags, alguno que se tentaba y no podía parar de reírse, de todo. Pero empecé a repensarla y eso me dejó otro sabor de boca. La primer impresión, en cine, no siempre es lo que cuenta. En cierta manera, el conocer al personaje y haberse reencontrado con él en la pantalla, me había atravesado pero para poder conceptualizar algunas cuestiones es necesario profundizar en esas emociones superficiales... El argumento de "Sherlock Hokmes: Games of Shadow" sigue la anterior en la que Watson (Jude Law) estaba comprometido con Mary (Kelly Reilly) e iba a mudarse de la casa que compartía con Holmes (Robert Downey Jr). Acá volvemos a ver a Irene (Rachel McAdams) todavía temiendo a ese hombre para el que trabaja y por más que el querido doctor Watson se quiera retirar del ruedo, no puede porque el caso sin resolver lo arrastra de nuevo. Y Moriarty da la cara. Lo estabamos esperando y creo que los fans de la historia original ansiaban esta aparición. Honestamente, el guión está plagado de gags, algunos buenos y otros efectistas. Pero da la impresión de que termina siendo más un ping pong que algo que le de auténtico ritmo. Al menos debemos decir que le sobran veinte minutos. Pero hay cosas que Guy Ritchie había dejado de poner en la primera y que acá las metió todas como para que a nadie le quepa duda de que es su película (!). Ya hay rusos inmortales, secuencias de movimientos y ruidos sordos, persecuciones con una cámara que cambia de eje y gira sobre sí misma, el slow motion. Todo, todo Guy. Lo que le conocemos bien: mucho estilo de clip musical con algo de videojuego pero... sin la magia que tuvo "Snatch", toda su batería de artilugios está y eso impacta a la audiencia desde el instante 0.. Robert Downey Jr, como siempre, está soberbio. Es dinero bien invertido, siempre. El tipo es demasiado simpático como para que no te llegue y tiene mucha química con Law. Pero eso es todo. El resto del casting es pintoresco (por decir algo piadoso), pero no es bueno. El profesor Moriarty está más cerca de Marcos Mundstock que de un asesino maquiavélico como ese y decepciona después de que vimos a nada más y nada menos que Mark Strong haciendo de villano en la anterior. Algunos temas en el guión tampoco terminaron de convencerme. Siento que abrieron muchas cosas que tardaron demasiado en cerrarse, otras que convergieron un poco a los sopapos y ... hasta me tuve que comer unos minutos de telepatía al final que todavía me cuesta digerir (!). El recurso en el relato no funciona (y es raro que no se hayan percatado del mismo) y el tema ese del repaso de qué va a hacer antes de hacerlo con la explicación analítica ya quedó claro en la entrega anterior...y ahora me sobra. La fotografía es preciosa, con esas maquetas recreando épocas y esa paleta grisácea y por momentos avejentada que funciona muy bien. El resultado final, repito, es entretenimiento puro y no es malo. Pero, como verán, no acepta demasiadas revisiones.
Me gustaron siempre las grandes historias de Hollywood en las que la gente es mucho más valiente que yo y más inteligente que yo. Tiene un encanto de fantasía eso de que a lo mejor uno llegue a eso. Pero también es un escape porque pensar que todo eso está lejos de tu alcance hace que se te borren los pequeños detalles de la vida cotidiana. Esta película es el reflejo de lo que podría pasarle a cualquiera, de lo que cualquiera podría ver a su alrededor como un combo de reacciones de risa y llanto sin saber qué hacer o para dónde correr. ¿Qué les pasaría a ustedes si un día se levantan con un cáncer del que la mitad no sale? ¿Cómo se lo dicen a su madre? ¿Cómo se vive con un enfermo? Todo esto pasa por la vida de Adam (Joseph Gordon Levitt) cuando tiene la noticia. Con licencia por enfermedad no va al trabajo pero tiene que enfrentar la quimio, la posibilidad de la muerte, le tocan médicos fríos y una terapeuta sin experiencia (una adorable Anna Kendrick). La sucesión de cosas tienen un sabor a real también: de repente todos leen cosas para poder sacarlo del pozo, traen perros, se convierten en expertos. Mientras Adam los rechaza porque lo interpreta como lástima, es una forma de amor, es un intento desesperado por ayudar. Pero vamos viendo otros guiños interesantes como los que aporta Kyle (Seth Rogen) cuando se aprovecha del cáncer de su amigo para levantarse chicas o que aparece el personaje de la terapeuta y los parientes empiezan a justificar lo que creen que Adam ha dicho de ellos. La película tiene una utilización particular de la música que la hacen un partícipe más. Por más que se usen pocas, tiene un efecto casi videoclip por momentos y una cámara que se mueve lentamente entre los personajes. La secuencia en la que sale de la primera sesión de quimio te arranca carcajadas y lágrimas al mismo tiempo. Qué decir de Joseph Gordon Levitt. Es brillante lo que ha hecho con este papel. Es tu vecino, el tipo más normal del mundo, con poquísimos gestos y una construcción consistente. Sólo Anna Kendrik le podría hacer más frente en pantalla. Jonathan Levine es un nuevo director para tener en cuenta en el mundo indie del cine. Ha logrado una atmósfera cercana, un film construido como si estuviéramos espiando la vida de alguien más. No hay elecciones grandilocuentes, sino de seres humanos. Desde que la casa en la que vive el personaje no es despampanante hasta que no hay soluciones mágicas. El resultado es un film tierno, cercano y para no perderse.