El exorcismo de Dios es una película de terror escrita y dirigida por el cineasta venezolano Alejandro Hidalgo, que vuelve a abordar el tema de las posesiones demoníacas en una coproducción entre México y Estados Unidos. Y se encuentra protagonizada por Will Beinbrink, acompañado de Maria Gabriela de Faria, Raquel Rojas, Hector Kotsifakis y Joseph Marcell, entre otros. La historia se centra en el padre Williams (Beinbrik), un sacerdote que comete un crimen estando poseído por un demonio llamado Balban, luego de realizar un exorcismo. Y que dieciocho años después debe volver a enfrentarlo, cuando posee a una joven vinculada a estos hechos, encontrando la forma de redimirse de su pecado en este nuevo enfrentamiento. En primer lugar, es imposible dejar de comparar esta película con El exorcista, clásico de William Friedklin, que aborda el mismo tema de la redención mediante el enfrentamiento con un demonio. Para lo que también recurre a una serie de efectos efectivos para generar sustos en los espectadores, pero cometen el serio error de explicar todo en las primeras escenas, que anulan la generación de suspenso en el espectador, y por lo tanto el interés del mismo en lo que ocurre. Las actuaciones merecen un párrafo aparte, porque no funcionan por la inexpresividad de su protagonista, que no refleja las consecuencias terribles de la crisis moral que atraviesa, siendo atormentado por imágenes surrealistas en las que Balban se manifiesta, y que recuerdan a la franquicia de Pesadilla en lo profundo de la noche. Y ocurre todo lo contrario con su mentor, el padre Michael Lewis (Marcell), que demuestra su carácter irascible gritando enfurecido, lo que lo convierte en un personaje insoportable. En conclusión, El exorcismo de Dios tiene el encanto de las películas de terror de bajo presupuesto, ya que entretiene a fuerza de golpes de efecto. Aunque lamentablemente su interesante potencial se desaprovecha por las malas actuaciones y una puesta en escena que ubica en un lugar pasivo al público.
Rifkin´s Festival es la última película escrita y dirigida por Woody Allen. En esta ocasión protagonizada por Wallace Shawn, Gina Gershon, Louis Garrel, Elena Anaya y Christoph Waltz, entre otros. La historia transcurre en la ciudad española de San Sebastián, durante su prestigioso festival de cine. Y es allí donde asiste Mort Rifkin, profesor universitario que enseña a los maestros del cine europeo, con su esposa (Gershon), que trabaja como representante de un director francés (Garrell). Y su hipocondría, sumada a la sospecha de infidelidad, lo hacen conocer a una doctora (Anaya), con quien entabla una relación afectiva. Mientras sus pensamientos se ven reflejados en diversas escenas que imitan al cine clásico, en las que se parodian escenas clásicas de películas de Truffaut, Godard y Bergman. Es necesario destacar que el Mort Rifkin de Wallace Shawn funciona como un alter ego de Woody Allen, porque como él, es hipocondríaco, verborrágico y se siente incómodo fuera de Nueva York, como el Alvy Singer de Annie Hall en Los Ángeles. Sumándose así a la larga lista de actores de diferentes edades, que lo suplantan en algunas de sus películas que no protagoniza, que cuenta también con Thimothée Chalamet y Owen Wilson, por ejemplo. Un párrafo aparte merece la fotografía, a cargo del tres veces ganador del Oscar Vittorio Storaro, quien se luce en las secuencias surrealistas, copiando a la perfección el estilo visual de los grandes directores clásicos a los que homenajea en las secuencias en blanco y negro. Pero que en el resto de la película se limita a mostrar postales turísticas de la ciudad de San Sebastián, en diversos planos funcionales a la historia en los que no se luce su enorme talento. En conclusión, Rifkin´s Festival es una película que Woody Allen filma en piloto automático, abordando una vez más la temática de las crisis matrimoniales desde la óptica de la comedia. Resultando una de sus obras menos inspiradas, que seguramente será recordada por el homenaje en forma de parodia a los grandes directores europeos.
Sing 2 ¡Ven y canta de nuevo! es una secuela del largometraje animado del 2016, en el que Illumination Studios se lució con una historia protagonizada por animales que interpretan temas populares de música contemporánea. Y para ello vuelve a contar con una gran cantidad de estrellas de cine que prestan sus voces en la versión original, entre los que se encuentran Matthew McConaughey, Reese Witherspoon, Scarlett Johansson, Taaron Egerton, Bobby Cannavale, y Bono, líder de U2, entre otros. La historia vuelve a repetir la misma fórmula de la primera, de un relato coral en el que cada personaje tiene un momento para lucirse. Contando esta vez como Buster Moon (McConaughey) y su equipo de músicos llegan a Redshore City para montar un nuevo show. Pero para poder estrenarlo tienen que contar con la participación de Clay Calloway (Bono), un exitoso cantante que vive aislado de la sociedad desde que decidió retirarse. Lo que hace que esta película funcione son sus gags efectivos que apuntan a un público infantil, por su generosa cantidad, variedad y buen ritmo entre uno y otro. Así como también los guiños al público adulto, que ve parodiados los shows musicales que consume por televisión. Además de reconocer cada una de las canciones y reírse con la forma en que las interpretan estos personajes animados, ya que forman parte de nuestra cultura. Porque también es necesario tener en cuenta que su director utilizó la misma propuesta estética de Robin Hood de Walt Disney, en el que todos los personajes son interpretados por animales de diferentes especies. Respetando en este caso el diseño urbano contemporáneo, con una Redshore City que es claramente identificable con Las Vegas. Así como también el vestuario de cada personaje define su personalidad como si fuera humano, como puede verse en el smoking del koala Buster Moon o la campera de cuero del león Clay Calloway. En conclusión, Sing 2 ¡Ven y canta de nuevo! Es una comedia que funciona porque cumple con su objetivo de entretener al público infantil, a quien está dirigida en primer lugar, con gags efectivos. Así como también a los adultos, reconociendo las referencias y disfrutando de la gran variedad de temas musicales.
Amor sin barreras es la última película de Steven Spielberg, que vuelve a adaptar el musical de Broadway, cuya anterior versión cinematográfica ganó 10 premios Oscar, incluyendo el de Mejor Película en 1961. Y tiene un elenco encabezado por Ansel Elgort, Rachel Zegler, Ariana DeBose, David Alvarez, Brian d’Arcy James, Corey Stoll y la ganadora del Oscar Rita Moreno, participe en ambas versiones cinematográficas, interpretando en esta ocasión un personaje completamente nuevo llamado Valentina, entre otros. La historia es una adaptación libre de Romeo y Julieta de William Shakespeare, ambientada en la Nueva York de la década del 50. Y cuenta el romance entre Tony (Elgort), antiguo líder de los Jets, una pandilla de estadounidenses y Maria (Zegler), hermana de Bernardo (Alvarez), líder de los Sharks, pandilla rival formada por inmigrantes puertorriqueños. Lo primero que es necesario destacar es que esta película vuelve a repetir uno de los temas principales de la obra de Steven Spielberg, que es el de las consecuencias de la falla en un sistema. Algo que se ve claramente en Jurassic Park, pero que también ocurre en una historia basada en hechos reales como La lista de Schindler , en comedias como La terminal y Atrápame si puedes , la ciencia ficción como Minority Report, y el terror de Tiburón. Ya que este romance entre dos miembros de bandas rivales rompe las leyes sancionadas en las calles, haciendo que un Tony enamorado salte la reja para acercarse al balcón de María sabiendo que invade un territorio prohibido. En segundo lugar hay que destacar que Spielberg recupera la esencia de la versión original, y la homenajea, con coreografías similares a las de Jerome Robbins, donde los personajes se lucen bailando con una fluidez natural que le otorga verosimilitud a la puesta en escena, todo lo contrario a lo forzadas de La la land . Lo que es posible también gracias al carisma de los diferentes personajes, entre los que se destacan los descubrimientos de Rachel Zegler, como esta Maria joven y enamorada y Ariana DeBose, como Anita, su contracara, cuya desilusión se ve reflejada en el número musical América. En último lugar vale la pena destacar los rubros técnicos, donde el dos veces ganador del Oscar Janusz Kaminski deslumbra con el uso del color y los grandes angulares para generar imágenes de gran espectáculo sin la necesidad de recurrir a movimientos de cámara rebuscados. Así como también el diseño de producción a cargo del también ganador del Oscar Adam Stockhausen le otorga el encanto que el género necesita a este prosaico barrio neoyorquino, otorgándole la épica necesaria a esta historia de amor. En conclusión, Amor sin barreras es un homenaje de Steven Spielberg al cine musical, al que no se limita a copiar, sino que le imprime su estilo característico forjado a lo largo de cuatro décadas, respetando sus reglas. Pero lo que lo engrandece aún más es que tratándose de un gusto personal de su director, no se olvida de su público, sino que lo invita a disfrutar de una de las películas más espectaculares de toda su carrera.
Riesgo bajo cero es la última película de Liam Neeson, en la que interpreta a un camionero que debe atravesar un lago congelado. Está escrita y dirigida por Jonathan Hensleigh, guionista de varias películas de acción taquilleras durante la década del 90, y completan el elenco Amber Midthunder, Marcus Thomas, Benjamin Walker y Laurence Fishburne, entre otros. La historia contiene todos los lugares comunes del cine catástrofe, ya que Mike McCann (Neeson) y su equipo deben atravesar con sus camiones muchos kilómetros sobre un lago congelado. Van para llevar los equipos que permitan el rescate de un grupo de mineros atrapados por un derrumbe antes de que se les acabe el oxígeno. Resulta inevitable la comparación del argumento de esta película con el de El salario del miedo, clásico del cine francés, pero la diferencia con éste se encuentra en el mal manejo del suspenso. Lo que, sumado al flojo desarrollo de los personajes, especialmente los encerrados en la mina, no generan la empatía necesaria con el espectador para captar el interés necesario en la trama. Se desaprovechan así algunos buenos recursos narrativos, como es la banda sonora de Max Aruj. Porque lo que más llama la atención es cómo se desaprovecha a Liam Neeson, quien demostró ser el actor indicado para este tipo de personajes rudos, cuya nobleza los lleva a tomar decisiones heroicas, como su Brian Mills de la trilogía de Búsqueda implacable, por ejemplo. Se lo hace pronunciar líneas de diálogo ridículas, o realizar acciones inverosímiles que no tienen consecuencias en las escenas siguientes, convirtiéndose en excusas para mostrar momentos de riesgo desconectados del resto. En conclusión, Riesgo bajo cero es una película que no funciona, a pesar de contar con un argumento interesante, porque se hace un mal manejo del suspenso. Lo que, sumado a la falta de empatía que generan sus personajes, no captura el interés del espectador, provocando un aburrimiento que no cambia a pesar de las diversas escenas de acción.
El rescate: el día de la redención es una película protagonizada por Gary Dourdan, actor con una larga trayectoria en series televisivas y papeles secundarios, en la que se luce como héroe de acción. Está escrita y dirigida por Hicham Hajji, y completan el elenco Serinda Swan, Brice Bexter, Sami Naceri, Ernie Hudson, Martin Donovan y Andy Garcia entre otros. La historia se centra en Brad Paxton (Dourdan), un soldado condecorado, que debe encabezar una carrera contrarreloj para rescatar a su esposa (Swan), secuestrada en Argelia por un grupo de terroristas islámicos. Y para ello cuenta con la ayuda de Younes Laalej (Bexter), de los servicios de inteligencia marroquíes, quien conoce el terreno y lo ayuda a entrar por la frontera de su país en forma clandestina. Si bien es cierto que la trama tiene muchas similitudes con Desaparecido en acción, es porque esta película recupera esa estética del cine de acción de bajo presupuesto tan popular en las décadas del 80 y 90, que generalmente estaban destinadas directo al video. Y Gary Dourdan es el heredero ideal de este tipo de héroe, ya que su destreza para las escenas de acción suple sus limitaciones actorales, en las que se deja claro que sufre de stress postraumático por la reiteración de flashbacks en las que se muestra de forma entrecortada un combate por el que fue condecorado. Un párrafo aparte merece la fotografía, a cargo de Philip Lozano, no solo por el buen uso de los planos secuencia, sino también por el fuerte contraste que genera entre los tonos fríos de Nueva York y los cálidos del norte de África. Lo que muestra una declaración de principios, resaltando además la vida confortable y civilizada de los primeros y el salvajismo de los segundos, que a su vez, además de ser criminales, se oponen al estilo de vida propuesto por los Estados Unidos. En conclusión, El rescate: el día de la redención es una película que contiene una gran cantidad de clichés propios de una forma de hacer cine pasada de moda, y que hoy se recuerda con nostalgia. Y ese es el motivo por el que se le perdonan todos sus defectos y exageraciones, ya que a fin de cuentas cumple con su objetivo de entretener al espectador.
Retrato de una mujer en llamas es una película francesa ganadora del premio al Mejor Guion en el último Festival de Cannes y nominada al Globo de Oro como Mejor Película extranjera. Escrita y dirigida por Céline Sciamma, está protagonizada por Noémie Merlant y Adèle Haenel, acompañadas de Luàna Bajrami y Valeria Golino. La historia transcurre en la Bretaña francesa de 1760, lugar donde asiste la pintora Marianne para pintar el retrato de Héloïse, la hija de una condesa que está por casarse en un matrimonio arreglado. Pero debe hacerlo a escondidas, haciéndose pasar por dama de compañía mientras la observa, lo que termina haciendo que se enamore de su modelo. Y es así como entre ellas entablan una relación que se opone a las normas sociales establecidas en un ambiente protegido, sabiendo que no puede durar mucho tiempo. Lo primero que vale la pena destacar de “Retrato de una mujer en llamas” es la austeridad de su puesta en escena. Porque si bien se trata de un melodrama de época, se lo reduce a la mínima expresión narrativamente posible. Y es así como durante la mayor parte de la película tenemos a estos cuatro personajes que habitan solos en esta casona aristocrática en la que sobra el espacio, en un caso similar al de “Los soñadores” (The dreamers, Bernardo Bertolucci 2003), aislados voluntariamente del mundo exterior. Otro aspecto que vale la pena destacar son las actuaciones de su dúo protagónico, ya que la química en la pantalla entre Noémie Merlant y Adèle Haenel genera una tensión sexual que es llevada al extremo. Tensión que se genera mediante gestos, miradas y diálogos en los que se adivinan otras intenciones que intentan disimular haciéndolas pasar por curiosidad profesional. Y los hombres, en cambio, tienen una muy escasa participación manteniéndose fuera de campo, y es por eso que su aparición sobre el final genera una interrupción sorpresiva. Por último, un párrafo aparte merece la fotografía, a cargo de Claire Mathon, por la que ganó numerosos premios, y se destaca por componer imágenes similares a las de pintores clásicos de diferentes etapas. Es así como puede apreciarse desde la quietud propia de las modelos renacentistas en algunos primeros planos hasta el movimiento del impresionismo en algunos planos generales del paisaje costero, que recuerdan a “La hija de Ryan” (Ryan’s daughter, David Lean 1970). En conclusión, “Retrato de una mujer en llamas” es un melodrama de época contado en forma minimalista. Pero que dentro de su formato clásico plantea la ética de algunas convenciones sociales que son transgredidas en un ambiente protegido. Y de esta forma se invita al espectador a reflexionar sobre el tema y sacar sus propias conclusiones
Cato es una película protagonizada por Tiago Pzk, una de las figuras más importantes de la llamada música urbana argentina. Opera prima de Peta Rivero y Hornos, también guionista junto a Javier De Nevares, completan el elenco Alberto Ajaka, Rocío Hernández, Azul Fernández, Magela Zanotta y Daniel Aráoz, entre otros. La historia se centra en Cato (Tiago Pzk), un joven de condición social humilde que sueña con convertirse en estrella de trap. Pero que toma una mala decisión, que lo involucra de forma directa en un caso policial que pone en juego su futuro mientras se le presenta la posibilidad de grabar su primera canción. Es importante rescatar la puesta en escena neorrealista, en las que se aprovecha el Dock Sud para documentar el contexto social donde transcurre la historia, porque forma parte del conurbano bonaerense, de donde surge este tipo de música urbana con sus diferentes estilos. A lo que hay que sumarles algunos planos secuencia interesantes que otorgan dinamismo al relato acompañando a los personajes. Aprovechando así los recursos técnicos que hacen notar la diferencia de calidad de los productos de Patagonik Film Group por sobre el resto del cine nacional. Pero el principal problema está en su protagonista, ya que el conflicto moral al que se enfrenta Cato es demasiado complejo para un actor principiante como es Tiago Pzk, a quien además no se le entiende cuando habla porque no vocaliza de la misma forma con la que canta. Un caso opuesto al «polaquito» de Daniel Ayala, con quien comparte una puesta en escena similar, por citar otro ejemplo dentro del cine argentino reciente. Y que queda en evidencia frente al muy buen trabajo de Rocío Fernández, como su hermana, Azul Fernández, su novia con la que tiene una relación tóxica y el comisario que interpreta Alejando Ajaka. En conclusión, Cato es una película que no funciona a pesar de sus buenas intenciones, ya que su resultado final es muy desparejo. Porque su interesante dirección de fotografía, y las buenas actuaciones de algunos personajes secundarios se ven deslucidas por la mala actuación de su protagonista, y la distracción que genera la peluca de Daniel Aráoz. Pero a su vez da la esperanza de que Peta Rivero y Hornos, su director, aprenda de sus errores y profundice sus virtudes en sus próximos trabajos como director.
La casa oscura es un thriller protagonizado por Rebecca Hall, en la que interpreta a una viuda acosada por un espíritu maligno. Está dirigida por David Bruckner, y completan el elenco Sarah Goldberg, Evan Jonigkeit, Vondie Curtis-Hall y Stacy Martin, entre otros. La historia se centra en Beth (Hall), una mujer que atraviesa el duelo por el suicidio reciente de su esposo, y empieza a ser acosada por un espíritu, además de tener visiones perturbadoras que confunde con sueños. Lo que la lleva a investigar sobre el pasado de su difunto cónyuge, sacando a la luz terribles secretos. Es necesario aclarar que, si bien tiene varios puntos en común con la recientemente estrenada Maligno, su puesta en escena es diferente, porque carece del efecto sorpresa, razón por la que resulta ser una película aburrida. Porque carga toda la tensión dramática en su omnipresente protagonista, con la que los espectadores compartimos el punto de vista, pero los datos para resolver el misterio resultan escasos, por eso tanto los jumpscares como los sonidos fuera de campo carecen de efectividad. A lo que se suma el problema de la fotografía, a cargo de Elisha Christian, cuya excesiva oscuridad en los planos nocturnos dificultan la visualización, haciendo que el espectador pierda interés en lo que ocurre. Porque si bien se entiende la idea que se busca con las imágenes, que es convertir a este lugar de ensueño en una pesadilla luego de la tragedia, la utilización de tonos fríos hubiera resultado más adecuada para marcar dicho contraste. En conclusión, La casa oscura es una película que no funciona porque en lugar de mantener activo al espectador lo aburre, especialmente por la oscuridad de una fotografía que dificulta la visualización. Pero lo más importante es que el misterio que se va revelando con el correr de la trama y su respectiva resolución en el clímax tampoco convencen, lo que hace que a pesar de tener escasos momentos bien logrados resulte fácilmente olvidable.
Undine es la última película escrita y dirigida por Christian Petzold con la que abrió el Festival de Cine Alemán de Buenos Aires en su edición 2021. Y está protagonizada por Paula Beer, una prestigiosa joven actriz con una carrera ascendente, junto a Franz Rogowski, Jacob Matchenz, Maryam Zaree y Anne Ratte-Polle, entre otros. Undine Wibeau (Beer), trabaja como guía en un museo, explicando el desarrollo urbanístico de la ciudad de Berlín, y comienza un romance con Christoph, un buzo al que conoce el mismo día que su exnovio Johannes la abandona. Pero un antiguo mito germano se apodera de ella, lo que hace que la felicidad de su nueva relación se vea interrumpida trágicamente. Lo primero que vale la pena destacar de esta película es el trabajo actoral de Paula Beer, por la que ganó el Oso de Plata en el Festival de Berlín entre otros premios. Porque su personaje logra generar la empatía necesaria con el espectador para que la acompañe en sus diferentes estados de ánimo. Conmoviéndolo por su tristeza por haber sido abandonada por su primer novio, en un momento incómodo donde se prepara para trabajar aguantando las ganas de llorar, pasando por la alegría y ternura de su romance Christoph, y el dolor por la tragedia que da lugar al tercer acto. Así como también vale la pena destacar la fotografía de Hans Fromm, quien consigue imágenes de una belleza notable sin recurrir a rebuscados efectos visuales. Y que se encuentran al servicio de una puesta en escena que toma la decisión de mostrar en lugar de dar explicaciones, todo lo contrario, a lo que hace M. Night Shyamalan en «La dama en el agua» dándole al espectador la posibilidad de interpretar libremente los hechos, respondiendo los interrogantes de acuerdo a su propio criterio. En conclusión, Undine es una película que funciona gracias al gran trabajo actoral de su protagonista femenina. Y a que su director da a entender mediante la puesta en escena que hay elementos míticos detrás de la historia de amor que cuenta, pero en lugar de explicarlos deja indicios para la libre interpretación del espectador.