Juntos son dinamita Los miembros del Rest in Peace Department (RIPD) están condenados a hacer cumplir la ley, si no quieren ir a parar con sus huesos al infierno. Claro que hay un pequeño detalle: ya están muertos cuando reciben esa misión, sólo justificable por sus capacidades y destreza en su profesión. El creador de esta trama es Peter M. Lenkov, quien ya mostró su habilidad para fusionar acción, policial y ciencia ficción. Lo hizo en "El demoledor", con Stallone, y en "Soldado universal", con Jean-Claude Van Damme. En el caso de esta película protagonizada por Jeff Bridges y Ryan Reynolds se trata de un cómic suyo que se conoció con sus iniciales de "R.I.P.D." y al que en Argentina se le añadió la explicación (por si hiciera falta) de Policía del más allá. A la acción y la ciencia ficción Lenkov -pero sobre todo el director Robert Schwentke- intentó sumarle humor, con más o menos suerte. Quizás el problema con "RIPD" sea la cantidad de ¿tributos? ¿homenajes? que ofrece a algunos recordados filmes como la inmediata referencia a "Hombres de negro", "Los cazafantasmas", y hasta alguna línea cercana a la lejana "Ghost" y las clásicas películas de compañeros. Los compañeros serán Roy (Bridges), un sheriff del siglo XIX, y Nick (Reynolds) un policía de la actualidad. Ambos, ya en el otro mundo, tienen como misión mantener a raya a los muertos, seres que sólo ellos pueden identificar, que se mimetizan con los vivos y que quieren controlar el mundo. Bien resuelta técnicamente, son justamente las referencias y cierto desgano en los actores para encarnar sus personajes, así como un guión sin sorpresas, lo que dificulta que este filme explote su potencial.
Camino a la perdición El paraíso no alcanza. Es más: el paraíso puede ser la perdición para quienes atraviesan algo así como la comezón del décimo año y que, casualmente, dirigen un all inclusive para parejas. Los vértices de esta comedia son Mitch (Nicolás Cabré), un recién separado solo en aquel hotel, y Valentina Martina Gusmán, que se tomó con este trabajo unas refrescantes vacaciones del drama- y Gonzalo (Santi Millán), como los anfitriones, además de otros personajes que conforman la trama de este nuevo intento del cine argentino por explorar un género difícil como la comedia. Mezcla de picaresca, vodevil playero y comedia de enredos, “Sólo para dos” transcurre sobre los rieles de esas tradiciones cinematográficas que fueron furor en los 70. También intenta ilustrar lo difícil que puede resultar eludir las tentaciones cuando las oportunidades parecen estar siempre a mano en ese entorno idealizado de playas caribeñas, ambiente relajado y cuerpos expuestos. Con la conocida fórmula, además de la referencia cercana de “Sólo para parejas”, “Sólo para dos” es una comedia ligera, sin pretensiones, que puede entretener a quienes creen que todo puede suceder en el entorno idealizado, de playas cálidas, días soleados, mar tibio y arenas blancas. Aún la infidelidad.
Otra vuelta de tuerca Excesiva en varios sentidos, “Las crónicas del miedo 2” llega a los cines un año después de la anterior. Nada demasiado nuevo en relación a la anterior y al ya agotador recurso del metraje encontrado (found footage). Se trata de aquel que hicieron famoso Daniel Myrick y Eduardo Sánchez en 1999 con “El proyecto BlairWitch” y que ya se vio en la franquicia “Actividad paranormal”, “El diario de los muertos” y “Apollo 18”, entre una larga lista. En este caso el puntapié es el trabajo de una pareja de investigadores contratados para saber qué fue de un estudiante desaparecido. El relato entra de lleno en la historia cuando encuentran en su casa una habitación repleta de videos VHS (el título original) a cual más extraño y macabro. El primer casete que mira la protagonista es sobre un hombre al que le colocaron una prótesis ocular que transmite en vivo todo lo que ve, que por supuesto no será nada agradable. El segundo roza el absurdo con una invasión zombie en un parque; también hay una secta violenta y una incursión de extraterrestres en un bosque. No falta nada. Hay fantasmas, vómitos de sangre, intestinos colgando, puñaladas y disparos. El catálogo completo, que, en ocasiones, más que terror produce risa en medio de una notable falta general de ideas.
La épica continúa El intrépido capitán Kirk está de regreso y recargado. El director J.J. Abrams volvió a ponerse al frente de esta segunda precuela sobre la legendaria creación de ciencia ficción que pronto cumplirá 50 años. Parte del atractivo se apoya en la pareja protagónica que funciona como el clásico dúo de una película de compañeros (buddy movies). Al arrojo de Kirk (“No se lo que debo hacer; sólo sé lo que puedo hacer”) se opone el escrupuloso y metódico Spock. Juntos, y guiados con el dinamismo de la dirección de Abrams, la esperada continuación vuelve a la pantalla grande cuatro años después de “Star Trek. El futuro comienza”. En aquella ocasión Kirk se enteraba del legado de su padre y ahora tiene la oportunidad de mostrar cuánto aprendió sobre sus obligaciones en la Enterprise y más allá. Ahora el enemigo -un siniestro personaje que juega al terrorismo con los métodos brutales y conocidos, interpretado por el inglés Benedict Cumberbatch, actor de “El Hobbit” y protagonista de la serie “Sherlock”- está en casa. Abrams, que supo generar una legión de admiradores con “Lost”, pero que también sorprendió con “Misión Imposible III” y sobre todo con la originalidad vintage de “Super 8”, despliega una eficaz imaginería visual y su buen criterio para administrar el suspenso y la acción. Todo sin perder el buen gusto de subrayar, en medio de la crisis galáctica de un futuro incierto, la supervivencia de los viejos valores.
Donde viven los muertos El director James Wan eligió para "El conjuro" el terror clásico. A diferencia de "El juego del miedo", donde abundaba la sangre, las torturas y el sadismo, en este caso el cineasta malayo apunta al terror sicológico, pero con matices aportados por el elemento sobrenatural. La trama está plagada de los elementos icónicos del género: una casa victoriana medio derruida en medio de la nada, muertos que acosan a sus habitantes y un diseño de arte impecable al servicio de ese contexto. La historia, se aclara, está inspirada en el caso real de los Perron y sus cinco hijas. El matrimonio, a principios de los 70, pide auxilio a Lorraine y Ed Warren, famosos por saber cómo tratar con fantasmas y demonios y ponerlos en su lugar. (Un dato curioso: Lorraine Warren tiene un breve cameo ubicada en la primera fila de una de las charlas que los Warren dan en una universidad). Con algunas referencias y homenajes al cine de terror de Carpenter ("La niebla"), Wes Craven ("Pesadilla") y Hitchcock ("Los pájaros"), y por supuesto a William Friedkin ("El exorcista"), Wan se propone, durante casi dos horas, sugerir antes que mostrar (la mujer poseída es cubierta por una tela, un fantasma se ve sólo como un reflejo en un espejo), con lo cual potencia el efecto perturbador y deja al espectador libre para enfrentarse con la fuente misma de sus temores: su imaginación.
Épica del cowboy inmortal "Soy un ronin, un samurai condenado a vivir, sin saber por qué vivir". Y ahí está la respuesta para el atormentado Logan-Wolverine: el amor. Pero no tan rápido. La idea del ronin está ligada, en el caso del protagonista de "Wolverine: inmortal", a la del guerrero solitario. Un ronin en el Japón feudal era un samurai deshonrado luego de la muerte de su daymio. Y Wolverine, en esta segunda incursión como protagonista de su propia película -sin la compañía de los X-Men- se reconoce como tal. El personaje, uno de los que gozan de mejor salud junto a Iron Man, cumplirá su rol en este filme durante un viaje a Japón. Allí se involucrará en una trama de conspiraciones, además de tener que lidiar con samurais y ninjas, pero sobre todo, se enfrentará a la posibilidad de la muerte, a que las heridas, literalmente, ya no cierren. La película cumple con las reglas del género: acción intensa, intrigas y luchas al estilo del cine de artes marciales. James Mangold, el director, es un versátil realizador capaz de hacer dramas en el otro extremo de "Wolverine", como el western intimista "El tren de las 3 y 10 a Yuma". En este caso consigue imprimir el vértigo necesario a la narración, pero Logan parece estar demasiado solo en su carrera: ni siquiera le pusieron un rival que esté a la altura de la tragedia de saberse inmortal.
Poderoso el caracol En el cine el verosímil no tiene porqué ser respetado, mucho menos si se trata de una animación. Y la originalidad de “Turbo” es que sus pequeños héroes ni siquiera se ciñen a un modelo antropomorfo. Así resulta posible que un caracol protagonice un filme, que compitan en Fórmula 1 mientras se desplazan con sus frágiles cuerpitos... a 300 kilómetros por hora. El encargado del prodigio es uno más entre una colonia de caracoles que viven de una huerta de tometes. Con toda su inocencia, “Turbo” resulta una película atractiva y original. Aunque el filme no escapa al formato de un relato sobre la superación de los obstáculos, DreamWoks, como lo hizo en “Antz” con las hormigas, genera empatía y transforma en héroe a otra criatura generalmente subestimada y combatida.
Una cocina sin sabor “El chef” es una comedia extraña. En parte película de compañeros, el clásico tándem de la pareja despareja, es también una parodia sobre algunas especificidades de la alta gastronomía -especialmente pone en ridículo la llamada cocina molecular- mezclada con la historia arquetípica del perdedor con buenas intenciones que lucha por conseguir su sueño. El protagonista es un cocinero exquisito pero frustrado, condenado a trabajar en fondas de mala muerte de las que lo echan por sus gustos refinados, o a pintar ventanas de un geriátrico y con una esposa a punto de ser madre. Justamente allí conoce a su ídolo, el chef más distinguido de Francia, dueño de las míticas tres estrellas de la guía Michelin, pero en franca caída ante la moda de, como se muestra, transformar por ejemplo un pato al horno en cuatro cubos gelatinosos. A priori era una trama con potencial, pero ni el director ni el elenco pudieron remontar un guión que se dispersa en cuestiones menores, subtramas y diálogos sin ingenio, algo esencial en una comedia. Tampoco los actores aciertan en el timing. Sin embargo Jean Reno, a cargo del chef estrella, muestra, una vez más, que es un actor versátil e impone su solvencia aun en las partes más absurdas del filme, como cuando aparece disfrazado de oriental o cuando interactúa con el personaje de Santiago Segura como un referente español de la cocina molecular, un personaje en el que el actor ibérico sale del paso con dignidad de lo que le tocó en suerte.
La gracia de los malos "Mi villano favorito" sorprendió hace tres años con unos héroes de estilo bastante infrecuente en el cine de animación. Gru, el protagonista, era justamente el malo de la película, además de desaprensivo, insensible y nada sociable. Su objetivo era nada menos que robar la Luna, con la ayuda de un científico loco, el doctor Nefario, y los Minions, unos seres que demostraban tener el ADN de Gru detrás de su aspecto simpático de cilindros parlantes e hiperquinéticos. Ahora regresan todos, pero en el camino perdieron parte de su gracia. No es que no resulten atractivos, y allí está todo el arsenal de recursos de la comedia física y las réplicas ásperas de Gru, ahora convertido en un padre dedicado de las tres hermanitas huérfanas y empresario en ciernes de una industria de lo más legal. Gru es convocado por la Liga Anti Villanos para aprovechar sus conocimientos de la mente criminal. Es el único capaz de identificar a alguien que robó una fórmula que convierte a quien la consuma en un monstruo peludo y voraz. En la misión lo acompaña Lucy, una especie de Chica Bond llena de gadgets y muy intrépida. Sin perder la calidad técnica, la película muestra la versión domesticada de este héroe, que a pesar de los años y su aburguesamiento, sigue siendo querible.
Todo por un sueño “Los tipos como vos no están en deuda con nadie; la vida está en deuda con vos”. Esa frase categórica es una revelación para el personaje central de “Hermanos de sangre”. El pobre tipo lo tiene todo en contra: una tía autoritaria, una ex novia complicada, un trabajo en el que se convierte el centro de las bromas. Lo que se dice, una vida de pesadilla. Pero para remediarlo llega un amigo que le promete, y lleva a la acción, lo que considera la mejor manera de revertir su horrible cotidianidad. Con muy buenos recursos, el director Daniel de la Vega construye esta suerte de eslabón perdido en la cinematografía de género que toma elementos de comedia negra, el gore y el policial. Y lo hace, por supuesto, con mucha sangre, pero con momentos de ironía sobre el mismo estilo. Así, De la Vega construye un filme sólido, que avanza sin pausa y que no le teme a los excesos, sino que los convierte en virtud. Con esos elementos, y algunas influencias que van desde Tarantino al mejor Guy de “RocknRolla”, pero sobre todo a Alex de la Iglesia, sobre todo aquel de “Muertos de risa” o “Balada triste de trompeta”, De la Vega le imprime perfil propio a esta historia que ya le acercó el premio mayor en la competencia argentina del ultimo festival de cine de Mar del Plata.